CUARTO ACTO
EL PRECIO DE LA PAZ
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El silencio que embargaba todo ese lugar se hacía casi insoportable. Sus pasos ligeros sobre la madera provocaban que los tablones crujieran e hicieran eco por todas las habitaciones vacías. A pesar de estar bastante cansada, por la vigila y la búsqueda que habían realizado la noche anterior en el templo del Río Naka, se había dedicado a caminar sin rumbo fijo por los distintos rincones de la casona Uchiha, procurando melancólicamente los recuerdos de un tiempo más feliz.
Se detuvo de pronto en el umbral del cuarto que hacía casi una década atrás había compartido con Itachi. Parecía tan irreal estar ahí, reviviendo todo lo sucedido entre ellos. No se atrevió a abrir la puerta corrediza, creyendo que si entraba ahí, quizás no tuviese la fuerza para volver a salir. Fuese lo que fuese que habían dejado en ese cuarto, ya no existía. Era una persona diferente a la niña asustada que había ingresado en esa habitación por primera vez durante su noche de bodas.
Mientras tomaba el corredor externo de la casona contemplando el jardín, no pudo evitar pensar en lo fútil que estaba resultando ese viaje a Konoha. Por más que dieron vueltas en el Templo sagrado de los Uchiha, no encontró nada relevante con su byakugan. No había secretos enterrados debajo de las piedras o atrás de las paredes. Y aunque conocer ese lugar fue bastante interesante, no era algo que le diera indicio alguno sobre el motivo por el cual sus vidas habían sido destruidas drásticamente cuando Itachi decidió asesinar a todo su clan.
Se habían marchado desilusionados, intentando buscar alguna otra estrategia para hallar la información que los había llevado a Konoha. A decir verdad, Hinata creía que sería inútil. La única otra opción era infiltrarse en la mansión de los Sarutobi, en donde quizás quedaran cosas del Tercer Hokage, entre ellas, el pergamino que ella había firmado al momento de comprometerse con Itachi. Pero eso también era improbable. Un documento así debió permanecer archivado en algún cuarto olvidado de los edificios administrativos de la Aldea. Y... creer que tanto ella como Sasuke tenían la capacidad para burlar las defensas de Konoha, y específicamente ANBU, para luego entrar en las oficinas gubernamentales buscando el acuerdo matrimonial que había firmado, simplemente era una locura. Ambos sabían que tendrían que entrar en combate o matar a los vigilantes para poder infiltrarse. Ella lo habría hecho, pero no estaba segura de si conseguirían huir muy lejos si los distintos shinobis de Konoha los descubrían y empezaba una persecución. Incluso Itachi había tenido problemas de ese tipo la última vez que había ingresado a la Aldea.
Hinata comenzaba a pesar que esos documentos probablemente ni si quiera existiesen. Por ello, las opciones que les quedaban eran básicamente dos considerando que de los cinco presentes durante la ceremonia de compromiso, ella no recordaba lo que había firmado y tanto Fugaku Uchiha como el Tercer Hokage estaban muertos.
La primera opción era preguntarle directamente a su padre por qué había decidido casarla con Itachi Uchiha con sólo siete años de edad. Y la segunda opción era preguntárselo directamente a Itachi. En ese momento, ambas opciones parecían llegar a la misma conclusión: nadie le diría por qué el clan Uchiha había pedido su mano en matrimonio o la razón por la cual el Hokage se había mostrado interesado en un asunto privado entre dos clanes. Tampoco sabrían el motivo para que Itachi remplazara a Sasuke en ser su esposo, por qué Shisui había muerto antes que el resto de su clan, ni qué había conducido a esa espantosa noche de luna llena. No sabrían quién resultaba beneficiado de ese matrimonio si al parecer ninguno de los clanes ganaba nada al unir a dos niños en nupcias.
En cierto momento se detuvo en el jardín y puso su mano en el pecho, cerrando los ojos, intentando recordar cada uno de los detalles que llevaron a los terribles acontecimientos que acabaron con el Clan Uchiha. Se sentía frustrada consigo misma por no tener recuerdos que pareciesen relevantes para comprender el motivo para que Itachi hubiese tomado la decisión de asesinar a todo su clan, pero era sólo una niña cuando todo aquello se desarrollaba. El trauma de esa noche nublaba todos los recuerdos que tenía alrededor de esas fechas y le hacían preguntarse si todo aquello realmente había ocurrido o tan sólo estaba en sus memorias como una forma de mecanismo para poder aceptar la situación en la que se había encontrado con sólo siete años de edad.
Lo único que podía recordar nítidamente era la clara antipatía entre Itachi y Fugaku Uchiha los últimos días que ella vivió en ese hogar, la noche en que Itachi lloró mientras se abrazaban y cómo había intentado deshacerse de ella intentando devolverla con Hiashi. Aquello le indicaba algo con claridad, lo cual no le permitía encontrar paz.
Él sabía lo que iba a ocurrir. Por eso intentó ponerme a salvo... ―pensó abriendo los ojos con una mirada serena―. No fue algo que decidió de un momento a otro, fue planificado con cuidado. Por eso me hizo prometerle que iría a mi hogar ese día y cuando mi padre me rechazó... él se encargó de esconderme. Lo único que nunca estuvo en sus planes fue llevarme con él. Por eso intentó...
Recordarlo la hizo fruncir su ceño en un gesto que indicaba el dolor que aquello le causaba. Había borrado ese recuerdo por tanto tiempo de su memoria, pero ahora lo recordaba con claridad: la noche que había despertado con algo impidiéndole respirar sobre el rostro. La noche en que Itachi había intentado asesinarla mientras dormía ahogándola con una almohada. No le dolía por lo que Itachi había intentado hacer, sino, por la desesperación a la que había llegado para tomar esa decisión.
Temblaba ―pensó, con tristeza―. Estaba tan asustado como yo. Sólo tenía doce años. Era un niño.
Interrumpió sus propios pensamientos cuando escuchó pasos desde su espalda. No se volteó porque sabía de quién se trataba. A pesar de que se habían estado evitando la mayor parte del día, Sasuke la vigilaba desde las sombras. Ella lo notaba, lo escuchaba, lo olía, pero no le importaba. Ella habría hecho lo mismo.
―¿Qué haces aquí? ―le preguntó parado desde el umbral de la puerta de ingreso a la casa.
―Disfruto los últimos rayos de sol ―respondió con parcial honestidad.
―¿Para llevarlo de recuerdo a Amegakure? ―Sasuke bufó.
―No lo entenderías ―dijo con ensimismamiento.
Cerró los ojos y recordó la presencia de Itachi junto a ella, como si pudiese aferrarse a la tela de la capa negra con nubes rojas para así guiarse al caminar. Tanto tiempo en un mundo sin colores, en donde su byakugan le mostraba lo que había a su alrededor, la habían hecho apreciar el sol, los colores, las cosas hermosas que vivían a su alrededor y como vibraban bajo la cálida luz de otoño. Ella apreciaba mucho más el sol porque había vivido tanto tiempo con una venda en los ojos que le impedía ver los cambios de estaciones y como los colores se difuminaban cuando llegaba la noche. Cada detalles que veía era un regalo desde que Konan la sacó de su mundo oscuro.
―Eres tan extraña, Hinata ―dijo finalmente Sasuke con algo de frialdad, sentándose en la madera para luego suspirar cansado―. Bien, pruébame. Haré el esfuerzo de entender.
―¿De verdad te importa? ―preguntó la joven con suspicacia a lo cual Sasuke no respondió. Se le hacía extraño que él quisiese comprenderla. Probablemente sólo quería más información sobre lo que había vivido esos años―. Está bien. Te lo diré ―cruzó suavemente sus brazos y se volteó para mirar a Sasuke mientras le hablaba. Su cabello amarrado en una coleta le caía sobre el pecho, por encima de su hombro, volviéndose aún más azulado con la luz solar―. Desde que huimos de Konoha, pasé cerca de seis años con una venda alrededor de mis ojos. Sólo se me permitió removerla cerca de mi cumpleaños número trece ―permaneció en silencio un momento, con seriedad, como si recordarlo le produjese algo de nostalgia―. Cuando pasas tanto tiempo en la oscuridad, aprecias todo lo que puedes ver con la luz del sol, o el brillo de las estrellas en la noche. Incluso los rostros de las personas, sus expresiones, los pequeños detalles que indican que el tiempo transcurre. Cualquier imagen es un regalo cuando tu mundo es completa oscuridad por tanto tiempo.
―De eso hablabas la otra noche, ¿No? Cuando me encontraste mirando las estrellas ―Hinata asintió sonriendo con suavidad―. ¿Por qué te vendó los ojos? ―le preguntó con una mirada sombría―. ¿Quería fortalecer tu doujutsu?
―No precisamente ―confesó Hinata―. Sólo intentaba protegerme.
―¿Protegerte? ―preguntó extrañado.
―El byakugan es una arma ninja muy codiciada, Sasuke-kun. Estábamos huyendo. No podíamos tener a personas constantemente persiguiéndonos por mis ojos ―Sasuke no respondió a lo que escuchaba pero bajó levemente la mirada, pensando en las palabras que decía―. Escuché que el Raikage pagaba una enorme cantidad por el byakugan. Incluso estaba dispuesto a ir al a guerra con Konoha nuevamente por obtenerlo. Por ello, aprendí a vivir sin sol ni colores durante muchos años.
Hinata caminó sobre el pasto y le dio la espalda nuevamente a Sasuke quien permaneció en su posición, sentado, pensando en lo que ella decía. La joven podía notar que estaba haciendo un esfuerzo por ponerse en su lugar o quizás poder entenderla. Sabía que Sasuke deseaba protegerla de algún modo, quizás esa era su naturaleza, pero también desconfiaba de ella. Supuso que Kabuto y Orochimaru le debieron decir el tipo de entrenamiento que había llevado con Deidara, Sasori y Konan. Era prudente que sospechara de ella, de sus intenciones y su honestidad.
―Cuando pasas tanto tiempo en la oscuridad ―confesó Sasuke mirando al vacío―. Todos tus sentidos empiezan a agudizarse. Tu olfato, tu oído... ―Hinata creyó que hablaba más de él que de ella en ese momento― todo se vuelve mucho más claro. Agiliza tus movimiento poder percibir tu alrededor con algo más que tus ojos ―el joven se puso de pie.
―¿También viviste en oscuridad, Sasuke-kun? ―le preguntó con lejanía.
―Vivo en medio de la oscuridad desde el día en que ese sujeto destruyó nuestras vidas.
Hinata no respondió y lo dejó marcharse.
Entendía que para Sasuke era difícil hablar del tema así como comprender lo que ella sentía. No obstante, desde el día en que abandonó su vida en Konoha había usado el byakugan al servicio de otros. Primero para asistir a Itachi, luego puso sus ojos al servicio de Akatsuki. Realmente nunca había utilizado su dojutsu de forma egoísta para sí misma. Lo había entrenado por años para ponerlo en manos de otros y así sentir que podía protegerlos como ellos lo habían hecho con ella. A pesar de que la forma en que estaban buscando sus objetivos era muy cuestionable y muchos habrían dicho que incluso era cruel, lo que Akatsuki realmente buscaba era la paz. Deseaban terminar con ese sistema shinobi que por generaciones estaba destruyendo las aldeas pequeñas porque las grandes necesitaban dinero y mantener a su población. Si había oportunidad de lograr un mundo sin más muertes, estaba dispuesta a hacer lo que se le indicara para lograrlo.
Por ello, había dudado si realmente tenía la entereza de usar su byakugan sólo una vez para sí misma. No por paz, no para proteger, sino para ella y por motivos puramente egoístas. Para ver aquello con lo que había cargado por tantos años y así encontrar algo de paz al saber que su hermanita estaba a salvo y que su vida había seguido felizmente, protegida bajo el cuidado del resto de su clan.
La última vez que vi a Hanabi-chan tenía tres años. Ahora debe ser una señorita ―pensó con el corazón latiéndole rápido, recordando todo lo que se había perdido de la vida de Hanabi.
Cuando estuvo segura de que Sasuke no se encontraba cerca, activó su doujutsu y se permitió observar Konoha.
Las calles eran como las recordaba, llenas de personas moviéndose de un lado a otro mientras cumplían sus funciones, niños felices que jugaban volviendo de la Academia, locales rebosantes de vida, comida deliciosa y amigos reunidos mientras iban camino a alguna misión. No obstante, nada de eso realmente le importaba mientras su visión avanzaba en dirección al único lugar que le acongojaba pensar.
Encontró a Hanabi en el patio externo de entrenamiento y sus labios temblaron notando que los ojos se le llenaban de lágrimas. El viento del atardecer le meció el cabello. Su hermanita bebé ahora era una pequeña señorita, de melena corta y preciosos rasgos. Hanabi lucía como su padre, como todos los Hyūga de más alto linaje, hermosa y elegante. Se encontraba entrenando con un joven alto y magnífico cuya postura orgullosa lo hacía parecer demasiado confiado de sí mismo. ¿Acaso sería aquel joven su primo Neji? Al enfocarse en él, lo reconoció, y el amor por sus hermanos le llenó el corazón. Sonrió entre lágrimas, sabiendo que nunca más volvería a ese hogar, ni estaría con ellos. Para Hanabi y Neji, ella estaba muerta.
Mientras observaba la escena, notó como ambos se habían vuelto cercanos. Hanabi sonreía y él parecía un tanto ofuscado con ella por no tomar en serio el entrenamiento. Sonrió al ver que Neji no cambiaba mucho, pero cuando notó como su hermana le lanzaba una botella de agua para luego mojarlo con la suya, supo que entre ellos había una familiaridad que ella nunca tuvo con ambos. Neji le gritaba, pero también la perseguía mojándola con su propia botella de agua. Hanabi reía traviesamente mientras corrían de un lado a otro. Cuanto hubiese deseado haber tenido una infancia así, libre de preocupaciones, con las personas que amaba. Cuando todo pareció terminar, notó que Neji se despedía de ella y se marchaba con un grupo de shinobis que no reconoció.
Desactivó su dojutsu cuando el peso de todo lo que no experimentaría junto con ellos le impidió moverse. Hacía mucho tiempo que no sentía algo tan intenso pesarle en el corazón.
Le dio la espalda a sus recuerdos y caminó hacia la casa, adentrándose en los corredores mientras secaba sus lágrimas con frialdad y volvía a ser Hinata Uchiha. Ya no era una Hyūga, no pertenecía a esos recuerdos y si se encontraba en Konoha no era para lamentarse por lo que había tenido que afrontar en su vida. Había encontrado un cierre a ese capítulo de su infancia que la había atormentado por tanto, creyendo a Hanabi muerta y siendo devorada por cuervos. Ahora sabía que su pequeña hermanita era feliz y estaba en el lugar en donde siempre debió haber estado, como la futura líder del clan. Ella no había nacido para esa posición y lo sabía. Hinata decidió que le traería paz al mundo, para que Hanabi nunca tuviese que llevar al clan Hyūga a la guerra mientras estuviese a la cabeza de la familia.
Movió la puerta corrediza de la cocina con cuidado y observó que Sasuke se encontraba ahí sentado. Ella se adentró y lo imitó en silencio, esperando que cayera la noche para decidir qué curso tomarían.
Con el pasar de los minutos, sus miradas se cruzaban esporádicamente cuando alguno de ellos se movía y el otro lo observaba para saber qué era lo que sucedía. En más de una ocasión Hinata observó como la mano de Sasuke se aferraba a su chokutō bajo su capa negra cuando ella realizaba algún movimiento inesperado. Instintivamente, ella activaba el byakugan al escucharlo removerse en su posición.
Para Hinata era muy claro. Ninguno de ellos confiaba en el otro, aunque no lo dijesen en voz alta. Sus acciones estaban hablando por sí mismas. A pesar de los sentimientos entre ellos, estaban acostumbrados a vivir a la defensiva, esperando siempre lo peor del resto. La verdad, Hinata no confiaba en nadie aparte de Itachi; esa era una lección que él le había enseñado siendo una niña. Sabía que de ser necesario para sus planes, Sasuke estaría más que dispuesto en usarla, herirla, sacrificarla o incluso matarla. Por lo mismo estaba alerta y concentrada. Había pasado los últimos nueve años de su vida sobreviviendo.
Ya no era esa niña que hubiese abrazado sus rodillas asustada de la situación que vivía. Konan la había entrenado para que dejase de ser esa niña. Su maestra le había enseñado que la mejor manera para dejar de sentirse débil y patética era saber que sin importar quien fuese el enemigo, ella podía matarlo. Aunque el enemigo fuese Sasuke Uchiha, el hermano menor de Itachi, ella no le temía porque si intentaba algo en su contra, terminaría muerto. Y ese pensamiento la tranquilizaba bastante, por inhumano y duro que fuese.
El barrio en donde alguna vez había vivido el clan Uchiha permanecía en silencio y desesperante tranquilidad mientras caía el sol y se pronunciaba cada vez más el atardecer. De vez en cuando se escuchaban las avecillas en los árboles del jardín, que aparentemente habían anidado ahí por bastante tiempo. Cada tanto, Hinata percibía el crujido de la madera cuando el sol calentaba los tablones, haciendo que su byakugan se activara incluso con los ojos cerrados para ver de qué se trataba el ruido.
Era bastante nostálgico para ella estar en ese lugar que se sentía hogareño pero tan, tan vacío. No pudo imaginar lo que habría significado para Sasuke volver al hogar en donde había crecido y que ahora sólo albergaba viejos recuerdos cubiertos en polvo y telas de arañas. Le hubiese gustado tener tiempo para limpiar toda la casona antes de irse, pero aquello habría sido una labor fútil. Ya nadie volvería a habitar ese lugar y muy probablemente ella tampoco volviese a Konoha en el futuro. Debía dejar atrás esa memoria una vez salieran de ahí. Se mantuvo serena y ajena a todos los recuerdos que le acongojaban el pecho, tratándolo como si fuese otro paso dentro de su entrenamiento.
Konan le había enseñado a suprimir sus emociones frente a otros para que éstos nunca supiesen lo que realmente pensaba. En el mundo shinobi, que otro supiese los sentimientos de un enemigo era una debilidad que podía costar la vida. Pero aun así, le resultaba difícil mantenerse impávida cuando tantas escenas se repetían en su mente al observar la cocina y recordar lo que su byakugan le había mostrado en el jardín. Los recuerdos de su familia estaban latentes al estar en esa habitación; era un lugar querido y acogedor, que alguna vez había rebosado con la vida de Mikoto Uchiha preparándoles sus comidas preferidas.
Cuando notó a Sasuke observando en la dirección en que la mujer se paraba para preparar la cena, no pudo evitar sentir la misma melancolía llenarla, al punto de que seguir suprimiendo sus emociones le parecía imposible. Bajando levemente los párpados, supo que al igual que Sasuke había intentado entender sus sentimientos al observar el sol, ella podía ponerse en el lugar del joven y comprender por qué sus ojos se llenaban de ese aire solitario al contemplar esa habitación.
―También la extraño.
Sasuke no respondió ni la observó.
La mirada de Hinata se suavizó con la melancólica sensación de añorar esos días que parecían tan atrás. Pensó que había aprendido a la perfección la manera en que debía guardar todo lo que sentía cuando estaba en presencia de otro, pero al parecer, no era muy buena en ello.
―Oka-san fue muy amable conmigo mientras viví acá ―confesó cabizbaja.
―¿Oka-san? ―repitió Sasuke entre divertido y extrañado de que ella estuviese llamando así a Mikoto Uchiha.
―No recuerdo a mi propia madre. Mikoto-san fue lo más cercano que tuve a una mamá.
Sasuke bufó de manera nasal. Cruzado de brazos, con la espalda contra la pared de madera y una pierna sobre la otra mientras las mantenía estiras en el suelo, parecía aburrido de tener que escucharla. Lucía bastante casual en esa postura, pero no engañaba a Hinata con su fingida indiferencia. Ella sabía que él se sentía de la misma forma que ella: completamente solo.
La joven recordaba las pláticas con Mikoto en esa cocina, cómo le había enseñado a preparar la comida favorita de Itachi, la manera en que intentaba imitarla al cortar las verduras o lavar el arroz, la forma amable en que sacaba una cuchara y la dejaba probar su comida preguntándole si creía que estaba bien de sal. Su pecho se llenó de pesar el recordar que Mikoto estaba muerta y que muy probablemente, el responsable de ello fuese Itachi. No entendía qué habría hecho alguien tan lleno de amor como Mikoto para merecer morir a manos del hijo que tanto había amado.
Bajó el rostro un poco más, acongojada. Se reaseguró a sí misma que fuese lo que fuese que había ocurrido, Itachi había hecho aquello por un motivo; por eso estaba ahí, porque creía en su bondad y quería saber qué había provocado toda esa tragedia en su familia. Necesitaba saber que su fe en él no era en vano, que no estaba equivocada, porque a veces esa duda la llevaba al límite de su cordura y entereza. Sólo su fe en Itachi le permitía dar un paso después del otro sin caer en los sentimientos que genera la pérdida, los cuales estaba segura que no sería capaz de soportar.
No quería llenarse de odio al igual que Sasuke.
―A veces, cuando tú entrenabas e Itachi-san estaba en alguna misión, yo me quedaba con Oka-san aquí. Tardes enteras haciendo pequeñas cosas del hogar. Yo lo disfrutaba mucho ―Hinata observó con melancolía el lugar en donde ambas se quedaban preparando la cena y hablando de Itachi o Sasuke, como si las imágenes del pasado se sobrepusieran a las del presente―. Ella era una mujer muy amable. Me hacía sentir como si finalmente hubiese encontrado una familia de verdad, que me quería tal como era.
―A ella le agradabas.
Hinata subió sus párpados en sorpresa cuando lo escuchó decir aquello. Su tono se había vuelto mucho más suave de lo usual, aunque seguía con esa mirada ausente que se enfocaba en el vacío de su hogar.
―Supongo que eras como la hija que nunca tuvo. Solía decirme que debía cuidarte en la Academia y que volviésemos juntos a casa. Decía que eras... mi hermana. Que debía cuidarte porque eras mi hermana.
―Creo que lo soy, ¿no? ―le preguntó con algo de timidez.
Sasuke la observó un tanto desconcertado para luego bufar.
―No lo sé. Lo único de lo cual tengo seguridad es que ese matrimonio te arrastró a esta familia y toda su desgracia. Y quiero saber por qué.
―Sasuke-kun... ―hizo un momento de silencio mientras buscaba las palabras que deseaba decirle antes de perder el valor ante su indiferencia. Ella también estaba haciendo un esfuerzo en ese momento, tal como él había hecho en el jardín―. Yo sí te considero mi hermano.
―¿Por qué me dices eso?
―Porque ―se obligó a sí misma a proseguir, aunque las palabras se le atoraban en la lengua―. Tú me importas. Te lo dije antes. Tú y yo, nos convertimos en amigos mientras estaba acá. Me ayudabas a entrenar, comíamos golosinas juntos y hasta... me defendías en la Academia cuando intentaban lastimarme...
―Sólo lo hice una vez ―la interrumpió―. Cuando te querían hacer beber tinta ―una sonrisa casi imperceptible se asomó en el rostro melancólico de Sasuke―. Cualquiera hubiese hecho lo mismo.
―No cualquiera ―sólo recordaba una persona más que había sido tan amable como Sasuke; Naruto Uzumaki. A veces pensaba en él cuando veía a alguien con una bufanda roja caminando por Amegakure―. Y aunque sé que es difícil que me creas ahora, lo digo con sinceridad, Sasuke-kun. Tú me importas. Por ese motivo te busqué por tanto tiempo cuando me enteré de que estabas vivo y...
―Ya basta. Qué molesta eres.
―Lamento si mi sinceridad te causa molestias. También estoy haciendo un esfuerzo de comprenderte ahora.
―¿Quieres comprender mi molestia? ―Hinata asintió―. Bien. ¿Sabes lo que realmente me molesta, one-san? ―se giró levemente hacia ella con severidad, marcando con burla la familiaridad entre ellos―. Que hables con tanta amabilidad sobre preocuparte de mí, de tus recuerdos de mi madre, de nuestro tiempo en la Academia o tu vida en esta casa. No puedes ser tan amable y gentil... y al mismo tiempo ser una criminal más de esa organización de mierda. Eso es lo que yo estoy intentando comprender de ti ―la joven no respondió a su acusación―. Pensé que te obligaban a todas esas cosas, que quizás si te mostraba que podías confiar en mi podía intentar protegerte de ese bastardo, pero me equivoqué al creerlo. Me equivoqué al pensar que quizás algún día tu y yo podríamos recuperar nuestras vidas cuando todo esto termine. Pero ahora lo veo con claridad. Tú estás ahí porque lo deseas y vas por el mismo camino que esas basuras porque así lo escogiste.
Hinata no respondió a sus palabras, pero veía la molestia y desiluación en la frialdad de Sasuke. Era como si hubiese estado esperando para decirle todo aquello y ahora finalmente pudiese desahogarse, exponiendo frente a ella lo que había en su corazón.
―Saber que las mismas recetas que mi madre te enseñó en este lugar las estás empleando para alimentar a esas basuras me revuelve el estómago. ¿Quieres oír lo más patético de todo? ―bufó con gracia―. Yo no creía nada de lo que me informaban Kabuto y Orochimaru. Obstinadamente, creí en tí. Yo te recordaba como alguien dulce, amable y tímida. No como alguien peligrosa o despiadada. Ahora te veo y me resultas una completa extraña. Eso me molesta. Me irrita pensar qué es lo que diría mi madre al saber que tú y esos sujetos mataron a sesenta y ocho personas en Yugakure ―Hinata lo observó sorprendida ya que no se imaginó que Sasuke supiese de aquello, llenándose de una mezcla de culpa y verguenza―. Utilizaste técnicas de fuego ¿no? Como las que mi padre nos mostró por primera vez juntos sobre el muelle ―Hinata permaneció en silencio, recordando que la primera vez que vio una técnica de fuego devastadora, había sido Fugaku Uchiha quien se las enseñó a ambos aunque luego Itachi lo volviese a hacer―. ¿Alguna vez has visto a una persona morir quemada, Hinata? ―la joven bajó el rostro.
―Sí ―respondió en un susurro.
―Entonces mírame a los ojos y dime qué es lo que le sucede a una persona cuando muere de esa forma.
―Se quema, Sasuke-kun.
―No. Respóndeme claro.
―No quiero continuar con esta conversación ―Hinata se puso de pie y se retiró rápidamente de la cocina a pasos veloces.
Para su sorpresa Sasuke no había terminado de hablar. La mano del Uchiha se aferró con fuerza a su brazo frenando su caminar. Con un tirón, la obligó a voltearse para mirarlo al rostro.
―Dilo Hinata ―sus ojos oscuros estaban llenos de odio y oscuridad. Eran tan distintos a los ojos dulces de Itachi―. Dime qué le pasa a una persona cuando muere quemada ¡Dilo!
―¿Por qué? ―le preguntó forcejando para soltarse, pero él no aflojó.
―Porque quiero que entiendas lo que hiciste. Quiero que entiendas lo que Itachi te enseñó a hacer. Que veas en lo que te convirtió.
Las cejas de Hinata se juntaron en un gesto de infinita tristeza. Le dolía que él la estuviese obligando a recordar lo que había hecho. Puso su mano sobre el pecho de Sasuke y lo empujó, obligándolo a soltarla. Retrocedió tres pasos, mirándolo con dolor. ¿Por qué le estaba haciendo eso?
―Si ese es el camino que elegiste, quiero que digas, qué le pasa a un ser humano cuando lo quemas ―dijo Sasuke lentamente, sin moverse, severo y soberbio como todos los hombres de su casta.
―El... yo no... yo... ―Hinata se mantuvo en silencio un momento y subió su mirada con frialdad, lejanía, intentando lidiar con el recuerdo que llevaba en su consciencia. Le habló tal como Sasori-dana lo habría hecho cuando se trataba de describir sus obras―. El cabello es lo primero que comienza arder.
―Sigue.
―La piel se hincha en burbujas que revientan después de un par de segundos ―Hinata se mantenía fría pero al recordarlo sintió que su estómago se revolvía y volteó su rostro para observar la pared.
―Sigue ―insistió Sasuke.
―No quiero.
―Si tuviste el valor para matar a esas personas, entonces di lo que tú y esos sujetos les hicieron. Di lo que vieron los niños de esa aldea cuando vieron quemarse a sus padres hasta que se volvieron cenizas y carbón.
―Las... las venas de los brazos y piernas se des-desgarran y los nervios del cuerpo se tensan, haciendo que los miembros se retuerzan. Después de eso, todo el cuerpo convulsiona entre las llamas. La piel se rompe, la grasa fluye. Puedes escuchar el crepitar de los músculos consumiéndose y el chasquido de los huesos al astillarse por el calor. Ya no ves un cuerpo o una persona, sólo el fuego que devora todo sin piedad ―una lágrima se le escapó al recordarlo―. Justo entonces el abdomen revienta. Los intestinos y los demás órganos salen del cuerpo. En un par de minutos, todo se consume y desaparece sin dejar rastro.
―Sigue.
―Sasuke-kun...
―Termina.
―La cabeza demora más en quemarse.
―¿Por qué?
―Las llamas se concentran en las órbitas en donde antes estaban los ojos de la persona y puedes ver un fuego azulado allí mientras el cerebro también se consume. Dentro de la boca, la lengua se quema hasta formar una brasa. Todo el proceso dura alrededor de veinte minutos. El cuerpo sólo se reduce a cenizas.
―Bien hecho, one-san ―Hinata frunció el ceño al saberse juzgada, al escuchar en su voz el asco que ella le producía en ese momento. Quizás la odiaba tanto como a Itachi después de todo―. Me pregunto si te sentiste bien haciendo algo así o sólo fue un intento para mostrarle tus habilidades a esos nuevos amigos que tienes.
―No quiero seguir hablando de esto ―susurró con un hilo de voz, ya que todo dentro de ella dolía al recordar lo sucedido.
Hinata enfocó su mirada hacia adelante, escapándose de los ojos escrutiñadores de Sasuke. Sentía que le saltaría encima, que intentaría lastimarla, su hostilidad era tan fuerte que le costaba respirar a su alrededor.
―¿Volvió tu consciencia? ―el joven bufó ―. No lo creí cuando me lo dijeron. No creí cuando Kabuto me describió la forma en que había encontrado los cuerpos de esas personas. Te defendí en mi mente con la misma obstinación con que tú defiendes a ese bastardo. Pero, viendo tu rostro ahora, puedo confirmar que lo hiciste. Asesinaron a todas esas personas. Las quemaron vivas. Había niños y mujeres entre los fallecidos, ¿sabes? ―Hinata se mantuvo inamovible al escucharlo.
―Lo sé ―respondió con solemnidad, gestos inflexibles y lejanos.
―¿Qué pasa contigo, Hinata? ―la cuestionó con algo más de suavidad al ver su dolor―. Tú no eres el tipo de persona que asesinaría a otros de manera tan fría. Nunca fuiste cruel ni retorcida ―Sasuke frunció las cejas en un gesto de enojo―. ¿Te das cuenta en lo que te convirtió ese bastardo? ¿Por qué defenderías a alguien así? ¿Cómo puedes defender a alguien que toma a una niña como tú y la convierte en... esto? Alguien que te produce este tipo de sufrimiento no merece...
―No espero que comprendas mis motivos y razones para seguir a Itachi-san o por qué creo en él. Pero, como shinobi, supongo que sí puedes entender mi situación en Yugakure; Si no hubiese asesinado a esas personas, quien hubiese muerto sería yo ―respondió pálida, deseando llorar, pero incapaz de hacerlo frente a él―. Así es mi vida ahora. Se me da una orden y la sigo.
―¿Por qué cumplirías órdenes de ese tipo, Hinata? ―preguntó asqueado de decepción.
―En este mundo gobernado por shinobis el más fuerte sobrevive y su arte prevalece. Para sobrevivir hay que actuar sin dudar yendo por el camino que elegimos. Eso es tener determinación, convicción. Cuando ya no exista el sistema shinobi, finalmente habrá paz ―dijo con seriedad recordando a Deidara y como él le había enseñado a sobrellevar sus propias culpas con la firme convicción de que actuaba para sobrevivir―. No duermo pensando en lo que hice. No como al recordar los gritos, los rostros y el olor. Pero es la decisión que tomé. Ayudaré a Akatsuki a traer paz a este mundo, sin importar lo que pase conmigo al hacerlo. Sin importar quien deba pagar el precio de esa paz.
Y le dolía.
No le gustaba tener que actuar así. Le destrozaba el corazón cada vez que debía asesinar o utilizar su byakugan para facilitar que otros mataran. Odiaba ver el sufrimiento de las personas o los conflictos que se generaban. Le repugnaba el olor a sangre y a muerte. Lo único que la hacía sentir a salvo era saber que Deidara estaba con ella cuando todo aquello sucedía y escucharlo hablar sobre el camino que seguían, ya que ambos no estaban en Akatsuki porque fuese algo que deseaban en su corazón, sino... porque habían sido reclutados casi a la fuerza. Y por lo mismo, debían sobrevivir. Costara lo que costara. Ella no era una shinobi en una misión, no tenía formación como tal... era simplemente una niña asustada que había intentado sobrevivir todo ese tiempo en un lugar lleno de asesinos, convirtiéndose lentamente en una, creyendo que en el fondo todo su sufrimiento era para darle paz a ese mundo que la había destruido a ella e Itachi desde que eran niños. Era una joven que había tomado la decisión de entregar su vida por la causa que Itachi apoyaba para permanecer cerca de él. No había más que eso.
¿Podía Sasuke entenderla? Pensaba que quizás él sabría lo que era hacer cualquier cosa por sobrevivir, obtener poder y poder cuidarse por sí mismo. Pero nunca la entendería. Era incapaz de ver sus motivos para ser quien era.
―¿Acaso no haces lo mismo con Orochimaru? ―le preguntó a Sasuke con una voz lejana―. Él te ordena hacer algo, tú obedeces.
―Jamás maté a nadie por orden suya ―dijo lentamente, arrastrando las palabras con antipatía hacia ella―. No soy el peón de nadie, ni dejaré que me utilicen. Hay sólo un hombre al que deseo matar.
Sus ojos se cruzaron con clara molestia, ambos irritados uno con el otro. La mano de Hinata tomó una de las agujas de su cabellera y se lanzó hacia él mientras que Sasuke tomaba su chokuto e intentaba bloquear su embestida. Hinata esquivó el metal saltando hacia la pared y caminando sobre ésta, para luego lanzarse en dirección a Sasuke con su palma extendida. Él la esquivó intentando cortarle el brazo, pero se encontró con una replica de arena de la joven mientras la verdadera Hinata emergía desde la pared atrás de él, lista para clavarle la aguja en el hombro.
Sasuke bloqueó la aguja sin voltearse moviendo su chokuto hacia atrás, y Hinata la tomó con ambas palmas impulsándola hacia la pared, lugar en donde terminó clavada.
Ambos saltaron hacia atrás en extremos opuesto de la habitación.
A Hinata le molestaba profundamente que hablara de matar a Itachi frente a ella o que cuestionara la forma en que tenía que vivir. ¿Quién era Sasuke para darle sermones morales cuando venía corriendo por su vida desde los ocho años? Desde el momento en que Itachi intentó asesinarla con un cojín encima de su rostro supo que sin importar qué sucediera, iba a sobrevivir y sobrellevar toda esa situación para así aminorar el dolor que sentía el hombre que amaba.
―¿Crees que te permitiría matar a mi esposo? ―no se detuvo a pensar en lo que estaba sucediendo, sujetando la aguja entre sus dedos. El veneno de Sasori cubría el metal de aquella horquilla decorativa.
―Ya basta―dijo Sasuke observándola con el ceño fruncido―. No quiero pelear contigo, idiota. Y deberías saber que Orochimaru me inmunizó contra todo tipo de venenos así que herirme con tus horquillas de cabello sería desperdiciar tus recursos ―Hinata frunció las cejas al escucharlo.
Sentía que él era un peligro para lo que deseaba proteger. Si estaba en Akatsuki era porque Itachi había escogido ese lugar. Nunca le daría la espalda ni dejaría que alguien lo intentara lastimar. Tal como le había dicho Deidara, incluso si hubiese tenido la opción de que su vida fuese distinta y estar lejos de Akatuski, no habría tomado esa elección porque la persona que amaba estaba ahí. Ella quería protegerlo y compartir con él ese dolor que llevaba para así sanar su corazón... deseaba protegerlo aunque tuviese que matar a Sasuke en ese momento.
¿Qué estoy pensando? ―sintió un escalofrío por su espalda―. ¿Matar a Sasuke-kun? ¿Qué pasa conmigo?
Sintió un fuerte dolor en el pecho al recordarse ahí años atrás. Su mundo había estado inundado de amor, inocencia y bondad. Itachi había borrado todo eso en una noche de luna llena y ahora vagaba por el mundo sola, y ayudando a personas a realizar actos horrendos que no le permitían si quiera comer. Aún recordaba los rostros de los que había matado y eso era algo con lo cual tendría que cargar el resto de sus días. ¿Se sentiría Itachi de la misma manera por lo que había hecho con el clan Uchiha? ¿Sería esa la razón de su lejanía? En medio de recuerdos hermosos de su infancia, la idea de asesinar a Sasuke la invadía. ¿Qué era lo que pasaba con ella? ¿En qué se había convertido?
Dejó caer la aguja que sostenía en sus manos, respirando pesado y asustada. Bajó el rostro, palideciendo, como si por primera vez en su vida no supiese quién era o qué quería. Su amor por Itachi se convirtió en profundo dolor y resentimiento. ¿Por qué él le había hecho pasar por todo aquello hasta convertirse en alguien así? ¿Por qué la había convertido en ese ser que ni si quiera podía reconocer? Comprendía lo que Sasuke acababa de hacer llevándola a su límite, entendía que a pesar de ya no llevar esa venda encima que la obligaba a vivir en completa oscuridad... y que podía ver todo a su alrededor... A quien realmente no podía ver era a sí misma.
―Eran tantos ―susurró temblorosa.
―¿Sufres con todo esto, no? ―Hinata no levantó el rostro, sintiendo que lloraría―. Sufres al ver en lo que te has convertido a manos de ese sujeto ―dijo Sasuke, estudiándola con algo de lástima pero severidad.
―No sabes nada sobre Itachi-san ―dijo Hinata, con un amargor que nunca había experimentado.
―No tienes por qué seguir sufriendo, Hinata ―dijo Sasuke, lo cual le rompió un poco el corazón―. Quédate conmigo. Podemos cuidarnos uno al otro de esos sujetos... no dejaré que te lastimen más. Eres mi hermana. No te habría buscado si no pudiese protegerte.
Sasuke sacó su chokuto de ahí, envainándola. Luego, caminó lentamente hacia ella. Hinata sintió que se mareaba y hasta mantenerse en pie le costaba, queriendo retroceder, alejarse de él. Su presencia le era insoportable en ese momento, como si con sus ojos pudiese ver a través de ella.
―Ya no tienes que seguir sufriendo así. Todo puede terminar.
―¿Cómo? ¿Si me quedo contigo, dónde iríamos? ―sabía que después de lo que había hecho no tenía lugar en Konoha y Sasuke era un missing-nin―. ¿Qué se supone que haríamos? ¿Robar y asesinar para poder alimentarnos hasta que alguien más fuerte que yo se presente y me quite los ojos?
―Eres lo suficientemente fuerte para proteger tus ojos ―dijo Sasuke―. Debes dejar de vivir siempre con miedo. Formaré un equipo con shinobis especialmente escogidos por sus habilidades y podremos vengar a nuestra familia.
―Mi familia ―dijo lentamente, sintiéndose vacía―... es Itachi-san.
―¡Eres tan estúpida! ―gruñó Sasuke―. ¿No puedes ver que a mi hermano no le importas? Sólo te ha llenado de mentiras. No lo has visto en tres años. No le has importado en todo este tiempo y aun así sigues esperando encontrar algo en él que nunca existió. Él nunca te va a amar Hinata. Es incapaz de algo así. Un hombre que puede matar a sus propios padres no puede...
―Te equivocas ―dijo, recordando el rostro de Itachi esa última noche, justo cuando le besó los labios―. Lo único que hay dentro de Itachi que le permite seguir adelante, es un profundo amor que lo destruye lentamente ―no por ella, no por Sasuke... Por Konoha―. La Hinata que recuerdas ya no existe, Sasuke-kun. No puedes salvarla. Murió junto al resto del clan ―dijo con la voz apagada y mirando el vacío.
―Tampoco existe el Sasuke que tú recuerdas, Hinata. También murió esa noche junto al resto del clan. Itachi mató a esos niños que solíamos ser. ¿Ese fue el precio para que tú y él buscaran esa "paz" dentro de Akatsuki?
Hinata experimentó un horrible dolor en su pecho y abdomen cuando recordó lo que Itachi le había dicho y que se repitió a sí misma tantas veces.
La única forma de que ellos volviesen a Konoha era estando muertos. Y ahora ella lo estaba. Se había percatado de que la pequeña niña que había amado tanto ese lugar, a esa familia, que era tímida, silenciosa y cobarde... estaba muerta.
Itachi había cumplido su palabra.
―Mírame, Hinata ―Sasuke se paró frente a ella, más cerca de lo que se hubiese considerado aceptable. Ella levantó su mirada y se encontró con sus ojos negros sintiendo empequeñecer―. Nunca perdonaré a Itachi por lo que le hizo a nuestros padres, por lo que le hizo al clan y por lo que te hizo. Pero, si crees en su inocencia, aún hay algo que puedes hacer para facilitar las cosas. Puedo ver tu memoria con mi Sharingan.
―Te he dicho todo lo que recuerdo, Sasuke-kun ―dijo Hinata con desconfianza.
―Lo sé.
―¿Entonces por qué dejaría que uses tu doujutsu sobre mí? ―preguntó incrédula―. No deseo que veas mi vida como si fuese un libro abierto. No te daría ese tipo de poder sobre mí.
―Puedes verlo de esa manera ―dijo Sasuke enfocando sus ojos negros sobre ella―. Pero no es esa mi intención.
―¿Entonces, cuál es tu intención?
―Quiero ver qué sucedió antes de esa noche. Tú eras quien pasaba más tiempo con él. Debiste ver u oír algo. Incluso podría leer el pergamino que firmaste. Si bien tú no lo recuerdas, la imagen debe seguir ahí y yo la puedo encontrar.
―Pudiste pedirme eso y evitar todo este viaje ―Sasuke no movió su mirada―. ¿Por qué no me lo pediste antes?
―Porque creí que dirías que no.
―¿Y por qué crees que ahora diría que sí?
―Por mi hermano. Porque confías en su inocencia.
Hinata frunció el ceño sin saber muy bien qué hacer. Sasuke pareció ver su conmoción y se acercó lentamente hacia ella, probando cual era la distancia pertinente antes de que ella se viera intimidada por su cercanía.
―Porque sé, que sabes que no voy a lastimarte. Porque así como confías en ese bastardo... ―Hinata frunció el ceño en tristeza adivinando lo que él diría―. Sigues queriendo confiar en mí.
Hinata bajó el rostro y no supo que decir, cuando de pronto sintió la mano de Sasuke sosteniendo su mentón. Subió los ojos sorprendida al sentir sus dedos fríos sobre su piel y lo extraña que se percibía esa cercanía entre ambos. Sasuke estaba tan cerca de ella, que su cuerpo rozaba el suyo y su respiración cálida le acariciaba las mejillas.
―¿Qué haces? ―le preguntó Hinata en un susurro, extrañada al notar la confusión en sus ojos.
―No lo sé.
Y aquella duda se reflejó en sus ojos perdidos. Era como ver a alguien que no sabía donde estaba o dónde debía ir, que debía tomar una decisión sin estar realmente seguro. Alguien en que en ese momento de vulnerabilidad la necesitaba para no caer en esa oscuridad que lo ahogaba.
―¿Realmente puedo confiar en ti? ―le preguntó como si fuese un secreto entre ambos que nadie debía oír―. Estoy tan cansada de desconfiar de todos, de vivir siempre temiendo que algo pueda suceder si confío en otra persona.
―No sé si puedas confiar en alguien como yo ―por un momento, Hinata creyó que Sasuke acercaba su rostro al suyo y paralizó―. Creo que sería inteligente si no lo haces.
Permanecieron en silencio, en esa extraña cercanía, hasta que Sasuke soltó su mentón y llevó su mano a la parte trasera de la cabeza de Hinata, como si intentara consolarla. Su gesto la confundió en un comienzo, pero la calidez que emanaba su cuerpo se le hizo confortante en medio de su desesperación. Hacía tanto que no sentía algo así.
Hinata lo rodeó con sus brazos rindiéndose, como si sostenerse de Sasuke fuese lo único que le permitiese aún mantenerse de pie, avanzar y confiar en que el sol volvería a brillar al día siguiente.
―Ya no quiero estar sola ―susurró hundiendo su rostro en el pecho del joven.
―Déjalo y quédate conmigo ―le dijo mientras la apretaba contra su cuerpo también―. Eres la única que lo entiende. La única que entiende lo que es perder todo. Estamos arruinados.
―Estamos juntos en esta miserable existencia en la oscuridad ―respondió Hinata mientras temblaba entre los brazos de Sasuke.
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Hola a todos. Les agradezco que a pesar de que no actualizaba en años este fic, siguieron esperando por un nuevo capítulo. Tuve que releer la historia lo cual me demoró semanas por lo larga que es, pero cuando terminé me puse a continuarla. Espero poder actualizar mucho más. Lo que sí les pido es que apoyen mis fics y la forma en que lo pueden hacer es dejando un comentario, un follow o un favourite. Eso ayuda mucho a la historia a que se siga difundiendo a nuevos lectores y quien sabe si algún día puedo publicar un libro de todos mis fanfics. Es mi sueñooo poder hacerlo y espero encontrar un dibujante para que me ayude a ilustrarlo. Un abrazo a todos, sé que lo necesitan en este horrible momento que vivimos como planeta. Mucha esperanza, cuidense mucho y tengan fe de que se vienen tiempos mejores. Aprecio todos los comentarios y opiniones sobre esta historia. Gracias a todos!
