Hola a todos! Cuáles son los monstruos de su infancia? Qué fue lo que más les dio miedo de pequeños? Tienen un recuerdo de ello? Tal no sea bueno recordarlo pero… bueno, espero que les guste esta pequeña historia, y sacarles un pequeño susto mientras tanto, jijiji. Así que sin más qué decir… COMENZAMOS!

…..

Capítulo 54.

El monstruo debajo de la cama.

-¡PAPÁÁÁÁÁÁ! ¡MAMÁÁÁÁÁÁ!

El matrimonio despertó como últimamente venían haciendo.

-Te toca.- dijo Gabriel a su esposa.

-Nop. Dijo papá primero, te toca.

Gabriel Agreste se levantó de la cama y fue a revisar a su pequeño hijo de cuatro años. Se habían mudado a esa emblemática mansión no hacía mucho, era grande, elegante, y al fin le había cerrado la boca a la familia de su esposa. Pero su hijo Adrien no parecía tan feliz en su nuevo hogar.

Entró en la habitación amplia, llena de juguetes y libreros amplios llenos de cuentos y libros para su educación.

-¿Qué pasa campeón?

-Papi.- el pequeño salió de debajo de las sábanas.- Lo escuché de nuevo. El mostruo dijo que iba a morder mis pies.

-Adrien, no hay ningún monstruo bajo tu cama. Ya lo hemos hablado.

-¿Puedes revisar? Por faaa.

-De acuerdo.- resignado se agachó y revisó la cama. Nada, como siempre había oscuridad y se podía ver el otro lado. Pero antes de levantarse, sintió el peso de su hijo sobre su espalda y resignado se levantó.- ¿Quieres dormir en cama con mamá y conmigo?

-Sipi.- asintió aferrado a su padre.

-Muy bien Adrien. Ya revisé tu cama y no hay monstruo bajo esta. Así que una noche de estas tendrás que dejar dormir a mami y a papi.

-Perdón. Pero es cierto, oigo su voz.

-Adrien…- decidió dejarlo estar. Su hijo nada más necesitaba acostumbrarse a la casa. Eso era todo. Lo llevó a su recámara y lo acostó en medio de él y su esposa. Emilie sonrió con los ojos cerrados al sentir a su pequeño hijo y lo abrazó.

-¿Todo bien?- preguntó somnolienta.

-No, me asustó el mostruo ota vez.- dijo Adrien.

-Oh, noooo, alguien debe de enseñarle una lección a ese horrible y feo monstruo.- abrió un poco su ojo mirando a su marido que se sonrió con mofa al acostarse al lado de su hijo y acomodar la frazada.- ¿Qué hizo ese monstruo feo ahora?

-Dijo que me iba a morder los dedos de los pies.

-Mmm, que horror. Que malo.

-Y dijo que mentras lo hacía me sacudiría y me azotaría contra la pared y… y… que me abriría la cabeza para comerse mi cerebo y mis ojos.- Emilie dejó de sonreír así como su marido, más despiertos ahora.

-¿De dónde escuchaste eso?

-Me lo dijo hace rato el mostruo. Tenía mucho miedo mami.- se acurrucó en su madre que ahora miraba preocupada a su esposo.

-No te preocupes mi pequeño, mami y papi no dejarán que nada te pase.- minutos después Adrien se quedó dormido y así los adultos comenzaron una plática.

-¿De dónde crees que escuchó eso?

-No tengo idea. Es decir, la televisión tiene control parental, todavía no sabe usar el computador, y no creo que lo haya escuchado de la escuela.

-¿Por qué no? Hay padres que dejan que sus hijos vean cualquier cosa. Si uno de esos niños le contó a Adrien una historia de terror…

-Gabriel…

-¿Qué? Sabes que tengo razón.

-Sería bueno avisar a los profesores antes de hacer un escándalo. No estamos seguros de dónde escuchó eso. ¿Y qué tal si escuchó a uno de los sirvientes?

-Mañana yo hablaré con ellos y tú hablarás con la maestra, ¿te parece?

-Hecho.- Adrien se removió un poco roncando y ambos padres le abrazaron y sonrieron mientras dejaban que el sueño llegase a ellos.

La noche siguiente, Gabriel regresó a casa sólo para encontrar a su esposa e hijo dormidos en la cama llena de juguetes del pequeño. Al parecer Emilie le estaba leyendo uno de sus cuentos y se quedó dormida. La escena era demasiado tierna. Bajó a la cocina para prepararse un bocadillo rápido, cuando escuchó susurros venir de esta.

-¿Es verdad lo que dices?

-Te lo juro. Me lo dijo el chofer de la casa de al lado.

-Por Dios, qué horror.

-¿Crees que debamos decirle a los señores?

-¿Qué tienen que decirnos?- preguntó Gabriel que entró a la cocina y vio a Natalie, al cocinero, a su guardaespaldas, al jardinero y a dos de las criadas hablar entre ellos. Natalie como siempre fue la primera en hablar.

-Una disculpa señor, estábamos hablando de algunos rumores que circulan sobre la propiedad.- lo vieron arquear una ceja.

-¿Qué clase de rumores?- el cocinero fue el primero en hablar.

-¡Demonios y fantasmas señor!- habló con un escalofrío.

-¿Disculpe?- casi quiso reírse en el sitio.- Por favor, ¿de verdad creen en esas tonterías?

-Pero señor, eso explicaría ciertas… cosas.- habló una criada.

-¿Y qué cosas son esas?- preguntó invocando su paciencia.

-Verá señor.- comenzó Natalie a relatar.- Al parecer los anteriores dueños de la propiedad eran parte de una secta, o eso dicen los rumores, y que hicieron un pacto con ya sabe quién.- Gabriel volvió a arquear la ceja y Natalie rodó los ojos.- Diga lo que quiera, ya es de noche y no es bueno decir ese nombre.

-Prosigue.

-Bien. Ocurre que la familia tenía una hija, y esta tenía un "amigo imaginario". Pero tras varios incidentes y cosas sin explicación, abandonaron el lugar.

-Yo he visto cosas señor.- habló el jardinero.- Cuando el pequeño Adrien no está veo que algo pasa enfrente de la ventana de su cuarto mientras estoy trabajando.

-A mí me ha tocado escuchar gruñidos alrededor. Como si hubiese un perro o un animal salvaje.- dijo una criada.

-A mí me ha tocado que me mueven las cosas de lugar.- se quejó el cocinero.- A veces cuando preparo los alimentos tengo el cuchillo, las especias o los ingredientes a un lado y cuando me doy la vuelta no está y aparece en otra parte o simplemente no aparecen. Tengo perdidos un cuchillo pequeño, el azafrán y un mantel.

Gabriel intentó en serio de no reírse de estos, incluso de Natalie y su guardaespaldas que tenían una expresión seria y hasta pálida.

-Muy bien todos, escuchen bien. La casa es vieja, hay ruidos, no estamos acostumbrados al nuevo lugar, y nuestros ojos nos pueden hacer pasar malos ratos. Pero verán que con el paso de los días o semanas estos "sucesos paranormales" no son nada. Así que todos a descansar. Pueden irse temprano hoy.

Todos asintieron no muy convencidos y Gabriel sonrió a Natalie mientras iba a la nevera.

-¿En serio, Natalie? ¿Historias de fantasmas? Ja, no me hagas reír.

-Escuché a cada uno y les dejé expresarse. Este lugar tiene mala fama y eso podría ser perjudicial.

-No le digas nada a Emilie, sabes como es. Mucho menos a Adrien.

-Entendido.

-Y que nadie cuente de esas cosas frente a mi hijo. Ya tenemos suficiente con sus pesadillas sobre monstruos bajo la cama.- tomó la leche y luego un vaso.

-Está bien, les avisaré mañana temprano. Que descanse.

-Buenas noches Natalie.- al fin solo rio. ¿Fantasmas y demonios? Vaya que la gente tenía demasiada imaginación.

Bebió su vaso de leche y lavó este para luego darse la vuelta y salir de la cocina apagando la luz. Fue a su habitación y comenzó a quitarse la corbata y los zapatos cuando vio una pequeña figura moverse por el pasillo. Descalzo fue a ver, al principio no vio a nadie, ¿acaso se estaba dejando influenciar por las historias de sus trabajadores?

-Ja, creo que ya empiezo a ver cosas.- se dio la vuelta apenas desabotonándose el primero botón de su camisa y encontró a Adrien sobre la cama frente a él, parecía jugar al fantasma al estar cubierto con su frazada azul de estrellas.- Adrien ¿qué haces?- preguntó confundido pero el pequeño no respondió y bajó de la cama de un salto y caminó fuera del cuarto. Gabriel fue tras de él que caminaba hacia su habitación.- Quítate eso de encima. No ves nada y te vas a caer.- pero su hijo no obedeció, se volvió a él unos segundos pero siguió su camino.- Adrien Agreste, te estoy hablando jovencito y más vale que me hagas caso o no habrá dulces para ti mañana.

El pequeño entró a la habitación y Gabriel hizo lo mismo.

-Muy bien Adrien, ¿a qué juegas?

Para su sorpresa miró parte de la frazada arrastrarse por debajo de la cama, pero encima de la cama seguía su esposa y su hijo durmiendo en completa calma. Sintió su corazón detenerse, alternándose entre arriba y abajo donde veía la punta de la frazada asomar. Confundido, pero decidido, se agachó para mirar debajo de la cama como siempre hacía, intentando encontrar una explicación, y cuando lo hizo un rostro plasmado en la frazada abrió grande la boca, grande, muy grande… y casi muerde el rostro del diseñador de no ser porque este se quitó a tiempo.

-¡EMILIE!- gritó con fuerza y su esposa despertó junto con su hijo.

-¿Qué? ¿Qué pasa?- preguntó somnolienta cuando vio a su marido en el suelo.- ¿Gabriel? ¿Qué haces ahí?- pero antes de siquiera recibir una respuesta sintió cómo jalaban el cobertor debajo de ellos y Adrien gritó.

-¡EL MOSTRUO!- el cobertor fue jalado bajo la cama casi arrastrándolos con este.

Un gruñido se escuchó debajo. Emilie miró a su esposo que tenía una rodilla en el suelo a punto de levantarse. Y fue que la cama se elevó varios centímetros del suelo asustando a Emilie y a Adrien.

-¡Ven!- Gabriel se levantó y extendió sus brazos. Emilie no dudó, con su hijo en brazos se lanzó a los brazos de su marido y este los atrapó. Corrieron fuera de la habitación y fue que vieron el manojo de frazadas y mantas ir tras ellos por el suelo. Gabriel empujó a su esposa fuera del cuarto y en un momento al ver esa cosa zigzaguear hacia ellos le tiró lo único que tenía cerca, empujó uno de los libreros que cayó sobre de esa cosa haciendo un fuerte estruendo.

Descalzos y sin nada más que sus ropas desarregladas abandonaron la casa esa noche…

Al día siguiente, Gorila levantó el librero y encontraron el montón de frazadas aplastadas. Gabriel frunció el ceño cuando alzó estas y nada más encontró un líquido oscuro similar a sangre.

-Quiero que quemen esto y que la mudanza saque nuestras cosas lo más rápido posible.- pidió a Natalie que asintió.

-¿Dónde se van a quedar esta noche? Pueden quedarse un día más en mi apartamento si lo necesitan.

-Gracias Natalie, pero nos quedaremos en un hotel hasta que la mudanza termine. La nueva mansión fue nuestra segunda opción, me alegro que siga desocupada.

-¿Y qué hará con este lugar?- Gabriel miró cada rincón del lugar con ceño fruncido.

-No creo que nadie venga. Y no me importa, que se caiga a pedazos.

Salió de allí con su guardaespaldas y Natalie detrás, no deseando pasar un segundo más en ese lugar, su nueva mansión era más que perfecta, iluminada, amplia, y nueva, sin acarrear un maldito pasado a cuestas.

-¡Padre!- gritó Adrien sacando de su trance a su padre que estaba distraído mirando por la ventana del auto.

-¿Qué son esas formas de gritar?

-Perdón pero no me hacías caso. Te decía que debo trabajar en un proyecto después de clases con Marinette. ¿Qué miras?- desde su lugar alcanzó a ver el techo de una vieja mansión.

-Nada importante hijo. Y me parece bien, siempre y cuando recuerdes tu dieta y llegues con buen tiempo a casa.

-Claro padre.- Adrien frunció el ceño al ver la casa.- Qué raro, se me hace conocida.

-Tonterías, nuestra casa es mejor que ese sitio.- el auto avanzó y Adrien se fijó en la ventana de su lado olvidándose de ese lugar, era lo mejor. Quería que su hijo sólo tuviese recuerdos felices y no pesadillas con monstruos bajo su cama.

Y… espero que les haya gustado! Estamos a punto de terminar la temporada de este año. Gracias a todos por leer. Dejen review, nada de tomatazos, aceptamos dulces y bebidas de temporada y sin más qué decir… UN ABRAZO! UN GUSTAZO! Y HASTA LA SIGUIENTE!