Las desventuras de Globocornio
La vida como amigo imaginario de un psicópata no es fácil. Especialmente si a ese psicópata lo han contratado para matar gente.
Globocornio, pese a no ostentar un gran cargo en Pyrolandia, era el habitante de aquel lugar más cercano a Pyro. Y también era el único que sabía como era el mundo real del que el (o la) piromaníaco se mantenía distanciado.
Aquel día, Globocornio había llegado a su casa más pronto de lo usual, porque Pyro y sus amigos reales habían acabado de jugar con los bebes gordinflones con alas (o querubines) pronto, es decir, habían masacrado al equipo rival.
- Ya estoy en ca...¿PERO QUÉ?
Allí, sobre el sofá, delante de sus narices, su mujer (que era también un unicornio-globo) y Gatencio (un gato gordo con un bigote semejante al del típico villano de películas antiguas, quien era dueño del supermercado de la esquina) hacían cosas que no vamos a describir por si hay menores delante.
-Puedo explicarlo- dijo su esposa, repitiendo la misma frase que muchas mujeres y hombres a lo largo de la historia han dicho cuando se encontraban en la misma situación.
-Eres una salida y me has vuelto a poner los cuernos, y con uno ya me vale- le replicó su marido, harto ya de la situación.- El mes pasado te tiraste al Sheriff, hace dos semanas al Neurocirujano de tu padre, y ayer mismo al alcalde. He intentado ignorarlo por el bien de nuestro matrimonio y porque todos ostentaban cargos mayores que el mio, pero ¿Gatencio? ¿En serio?
-Oye, ¿algún problema conmigo?- interrumpió el gato.
-Tú mejor te callas o te meto tal cornada que te voy a mandar a la luna- amenazó Globocornio.
-¡Es que tu ya no me quieres!- lloriqueaba su mujer.- ¡Te pasas todo el día yéndote a jugar con Pyro y sus colegas y me dejas aquí tirada sola y aburrida!
-¡Pero eso no te da derecho a tirarte a todo Pyrolandia! Se acabó, hemos terminado.
Y dicho esto, Globocornio se marchó de casa en dirección al bar sin decir ni una palabra más.
-Lo siento tío, pero lo han cerrado por inspección de sanidad- le informó Tux, un pingüino (al parecer, informático de profesión) que había llegado no hacía mucho a Pyrolandia y que en seguida había hecho buenas migas con Globocornio, en la puerta del cerrado Bar.
-¿Y dónde ahogo mis penas ahora?- se lamentó el unicornio.
-¿Por qué no vas a ver a Pyro?- sugirió el pingüino.- Seguro que es capaz de animarte.
Globocornio siguió el consejo de Tux y se adentró en la base. Pyro no estaba en el salón con sus amigos reales (quienes no llevaban las gafas de Pyrovision y por tanto no podían verle), pero por suerte, Fraski, el tarro de fraskungfú, andaba por ahí.
-Oye, ¿has visto a Pyro?- le preguntó con Globocornio.
-Está en la habitación de Engi- respondió el frasco.- Hoy es tarde de cuentos.
Globocornio le dio las gracias, flotó sobre las escaleras y se dirigió a la habitación. Dentro, Engineer (quien sí llevaba las gafas) leía cuentos a un grupo compuesto por dos mini-centinelas, un trío de perritos-pelota, Teddy Roosebelt el oso de peluche, Ducky el pato de goma mafioso y Pyro en persona. Todos parecían estar a punto de quedarse dormidos.
-Finalmente, la princesa y el príncipe intercambiaron sus sombreros, sellando así su enlace de amor – leía el texano.- Y fin.
Con esas dos últimas palabras, sus oyentes dieron un largo bostezo y se acurrucaron para quedarse dormidos. Engineer contempló a los durmientes, les echó una manta por encima y, entonces, reparó en la presencia de Globocornio.
-Oh, hola- saludó este al notarse observado.- Había venido a hablar con Pyro mejor vuelvo en otro momento.
-¿Es importante?- preguntó Engineer, cuyo Pyronés no era perfecto pero lo suficiente bueno para tener una comunicación más o menos fluida.- Puedo intentar darle encargo si quieres.
-Es que... finalmente he dejado mi mujer- explicó Globocornio, entristecido- La muy guarra se había tirado a medio Pyrolandia ya y yo... no aguantaba más- el globo se echó a llorar en el hombro de Engineer.- Le he dado todo. Todo menos hijos. Pero aún así ella... ¿por qué me ha hecho esto?
-Venga hombre, anímate- le consoló Engineer pasándole un cerveza.
-Muchas gracias...
Engineer y Globocornio se pasaron el resto de la tarde discutiendo acerca de sus ex-mujeres. Ninguno de los dos arreglaría la situación familiar, pero al menos Engineer aprendió una gran variedad de insultos en Pyronés aquel día.
