HARRY POTTER LE PERTENECE A JK ROWLING

Harry Potter, los personajes y todo lo de negrita le pertenecen a

J. K. ROWLING.

Hola espero que les guste el capitulo, por favor voten y comenten que les parecio.

Quien quiere leer ahora_ preguntó el director.

Lo haré_ dijo Fleur, recibiendo el libro, en cuanto lo abrió cayó una nota, parecía que había estado escondida entre las páginas.

Qué es eso_ preguntó Albus, Fleur levantó la nota y leyó.

Querido Hogwarts si están leyendo esto significa que han llegado al último capítulo que narra todo lo que han vivido.

A partir del siguiente capítulo empezaran con el futuro, esperemos que hayan reflexionado sobre sus acciones y ahora puedan enfocarse en cambiar su futuro.

Buena suerte, los queremos.

PD: el "precio" que han estado pagando Harry, Ron y Hermione, se volverá un poco inestable cuando empiecen a leer el futuro y podía extenderse a alguno de los otros que aparecen en el libro, podría ser seguido o podría ser solo en un momento muy importante.

Eso hizo que varios intercambiaran miradas y tragaran saliva, pero tuvieron un acuerdo silencioso de que valdría la pena.

Solo un capítulo para el futuro_ repitió Harry, todos asintieron intercambiando miradas nerviosas.

Me preguntó quiénes hicieron esto_ dijo Hermione, varios asintieron pensativos.

Creo que mejor seguimos con la lectura_ dijo Albus, apenado, tenía una idea de quienes podrían ser los de las notas.

La historia de Hagrid_ leyó Fleur.

Parece que sabremos todo lo que Hagrid ha estado haciendo_ dijo Fred moviendo las cejas hacia Hagrid.

Tal vez_ dijo Hagrid con una risita.

Harry subió a todo correr al dormitorio de los chicos para coger la capa invisible y el mapa del merodeador, que guardaba en su baúl;

No esperaron nada_ dijo George negando con la cabeza.

Esperamos demasiado a que regresara_ dijo Ron_ no había tiempo que perder_ Harry y Hermione asintieron mientras Hagrid les sonreía.

se dio tanta prisa que Ron y él estaban listos para salir por lo menos cinco minutos antes de que Hermione bajara del dormitorio de las chicas, provista de bufanda, guantes y uno de los gorros de elfo llenos de nudos. —¡Es que fuera hace mucho frío! —se justificó cuando Ron chasqueó la lengua con impaciencia.

Hagrid no se va a ir, por qué Hermione se abrigue_ dijo Astoria con una risita.

Como lo sabes_ preguntó Ron, levantando una ceja_ para ser tan grande, Hagrid es muy escurridizo_ le informó.

Por supuesto_ dijo Hagrid sin poder contener una risa.

Salieron por la abertura del retrato y se apresuraron a cubrirse con la capa; Ron había crecido tanto que ahora tenía que encorvarse para que no le asomaran los pies por debajo.

Un poco más y ya no podrán escabullirse_ dijo Molly, demasiado contentan para el gusto del trio.

Fue bueno mientras duro_ dijo el trio con tristeza.

Bajaron despacio y con cuidado las diferentes escaleras, y se detenían de vez en cuando para comprobar, con ayuda del mapa, si Filch o la Señora Norris andaban cerca. Tuvieron suerte: no vieron a nadie más que a Nick Casi Decapitado, que se paseaba flotando y tarareando distraídamente «A Weasley vamos a coronar».

Ante eso nadie pudo contener una risa, más que nada por la sorpresa de que sir Nick estuviera cantando eso.

Cruzaron el vestíbulo con sigilo y salieron a los silenciosos y nevados jardines. A Harry le dio un vuelco el corazón cuando vio unos pequeños rectángulos dorados de luz y el humo que salía en espirales por la chimenea de la cabaña de Hagrid. Echó a andar hacia allí a buen paso, y los otros dos lo siguieron dando traspiés.

No nos quedaba de otra_ dijo Hermione, negando con la cabeza.

Habríamos terminado si la capa_ asintió Ron

Lo siento_ dijo Harry, pero su sonrisa demostraba lo contrario.

Bajaron emocionados por la ladera, donde la capa de nieve cada vez era más gruesa, y por fin llegaron frente a la puerta de madera de la cabaña. Harry levantó el puño y llamó tres veces, e inmediatamente se oyeron los ladridos de un perro. —¡Somos nosotros, Hagrid! —susurró Harry por la cerradura. —¡Debí imaginármelo! —respondió una áspera voz. Los tres amigos se miraron sonrientes debajo de la capa invisible; la voz de Hagrid denotaba alegría—.

Awww_ dijeron varios sonrojando al trio mientras Hagrid sonreía.

Los había extrañado_ dijo Hagrid, haciéndolos, sonreír_ luego me arrepentí de abrirles la puerta_ añadió, ganándose miradas indignadas mientras los demás los miraban confundidos.

Por qué_ preguntó Astoria.

Ellos saben lo que hicieron_ dijo Hagrid, el trio puso miradas inocentes cuando todos voltearon a verlos.

Sólo hace tres segundos que he llegado a casa… Aparta, Fang, ¡quita de en medio, chucho! — Se oyó cómo descorría el cerrojo, la puerta se abrió con un chirrido y la cabeza de Hagrid apareció en el resquicio. Hermione no pudo contener un grito—. ¡Por las barbas de Merlín, no chilles! —se apresuró a decir Hagrid, alarmado,

Era imposible no gritar_ dijo Hermione.

Te preocupas demasiado_ dijo Hagrid, quitándole importancia con la mano.

Está vez había razón para preocuparse_ dijo Ron, Harry asintió.

mientras observaba por encima de las cabezas de los chicos—. Lleváis la capa ésa, ¿no? ¡Vamos, entrad, entrad! —¡Lo siento! —se disculpó Hermione mientras los tres entraban apretujándose en la cabaña y se quitaban la capa para que Hagrid pudiera verlos—. Es que… ¡Oh, Hagrid! —¡No es nada, no es nada! —exclamó él rápidamente. Cerró la puerta y corrió todas las cortinas, pero Hermione seguía mirándolo horrorizada.

Vamos_ dijo Charlie_ qué tan malo puede ser.

Solo escucha_ dijo Harry, mientras Hagrid negaba con la cabeza estaban exagerando.

Hagrid tenía sangre coagulada en el enmarañado pelo, y su ojo izquierdo había quedado reducido a un hinchado surco en medio de un enorme cardenal de color negro y morado. Tenía diversos cortes en la cara y en las manos, algunos de los cuales todavía sangraban, y se movía con cautela, lo que hizo sospechar a Harry que Hagrid tenía alguna costilla rota.

Donde te metiste_ preguntó Neville, preocupado.

Parece que la misión fue más peligrosa de lo que suponíamos_ dijo Adrián.

No fue tan malo_ dijo Hagrid_ al menos tenía compañía_ añadió con una pequeña sonrisa.

Era evidente que acababa de llegar a casa. Había una gruesa capa negra de viaje colgada en el respaldo de una silla, y una mochila donde habrían cabido varios niños pequeños apoyada en la pared, junto a la puerta.

Quiero saber por qué pensaste en eso_ preguntó Remus.

En esa mochila cabrían niños_ se defendió Harry.

Ya deberías estar acostumbrado a sus pensamientos_ dijo Tonks.

Hagrid, que medía dos veces lo que mide un hombre normal, fue cojeando hasta la chimenea y colocó una tetera de cobre sobre el fuego. —¿Qué te ha pasado? —le preguntó Harry mientras Fang danzaba alrededor de los chicos intentando lamerles la cara. —Ya os lo he dicho, nada —contestó Hagrid con firmeza—. ¿Queréis una taza de té? —¡Vamos, Hagrid! —le espetó Ron—. ¡Si estás hecho polvo! —Os digo que estoy bien —insistió Hagrid enderezándose y volviéndose para mirarlos sonriente, pero sin poder disimular una mueca de dolor—. ¡Vaya, cuánto me alegro de volver a veros a los tres! ¿Habéis pasado un buen verano? —¡Hagrid, te han atacado! —exclamó Ron. —¡Por última vez: no es nada! —repitió Hagrid con rotundidad. —¿Acaso dirías que no es nada si alguno de nosotros apareciera con casi medio kilo de carne picada donde antes tenía la cara? —inquirió Ron.

Ron_ gritó Molly mientras todos estallaban en carcajadas, que intentaron cubrir rápidamente.

Ustedes no lo vieron_ se defendió Ron, ocultando una sonrisa_ era lo que parecía.

Es cierto_ asintieron Harry y Hermione.

Están exagerando_ aseguró Hagrid.

De cualquier modo, no nos dejarías ocultártelo_ dijo Ron, Hagrid suspiró, sabiendo que era cierto.

—Deberías ir a ver a la señora Pomfrey, Hagrid —terció Hermione, preocupada —.

Debería hacerlo_ dijo Poppy dándole una mirada de desaprobación.

Algunos de esos cortes tienen mala pinta. —Ya me estoy encargando de ellos, ¿de acuerdo? —respondió Hagrid intentando imponerse. Entonces fue hacia la enorme mesa de madera que había en el centro de la cabaña y levantó un trapo de cocina que había encima. Debajo del trapo había un filete de color verdoso, crudo y sangrante, del tamaño de un neumático de coche. —No pensarás comerte eso, ¿verdad, Hagrid? —preguntó Ron inclinándose sobre el filete para examinarlo—. Tiene aspecto venenoso.

Realmente espero que no te lo vayas a comer_ dijo Tracy con una mueca.

Tranquila, no_ dijo Hagrid

—Tiene un aspecto perfectamente normal, es carne de dragón —replicó Hagrid —.

De dragón_ preguntó Charlie frunciendo el ceño.

Dije dragón_ preguntó Hagrid_ me confundí, pero ya no recuerdo que era_ añadió rápidamente.

Claro_ dijo Charlie con sarcasmo.

Y no pensaba comérmelo. —Cogió el filete y se lo colocó sobre la parte izquierda de la cara. Un hilo de sangre verdosa resbaló por su barba y Hagrid emitió un débil gemido de satisfacción—. Así está mejor. Va muy bien para aliviar el dolor.

No puedes comparar un trozo de carne con los cuidados que yo podría darte_ dijo Poppy indignada.

No necesitaba verla_ dijo Hagrid, reprimiendo un gemido.

—¿Piensas contarnos lo que te ha pasado, o no? —inquirió Harry —No puedo, Harry. Es secreto. Si os lo cuento me juego el empleo. —¿Te han atacado los gigantes, Hagrid? —preguntó Hermione con voz queda. Los dedos de Hagrid resbalaron por el filete de dragón, que descendió hasta el pecho haciendo un ruido parecido al de la succión. —¿Los gigantes? —repitió Hagrid mientras agarraba el filete antes de que le llegara al cinturón y se lo colocaba de nuevo en la cara—. ¿Quién ha dicho nada de gigantes? ¿Con quién habéis estado hablando? ¿Quién os ha dicho que he…? ¿Quién os ha dicho que estaba…? —Nos lo imaginamos nosotros —respondió Hermione en tono de disculpa. —¿Ah, sí? —dijo Hagrid mirándola fijamente con el ojo que el filete no le tapaba. —Era… evidente —añadió Ron, y Harry asintió con la cabeza.

Ya me doy cuenta por qué Hagrid se arrepintió de abrirles la puerta_ dijo Arthur, negando con la cabeza.

No se supone que deba contarles_ dijo Minerva.

Y no lo hice_ dijo Hagrid_ ellos adivinaron.

Pero estoy seguro de que les dijiste más de la cuenta_ dijo Bill.

No me dejaron opción_ dijo Hagrid_ ahora verán_ añadió.

Hagrid los miró a los tres con severidad; entonces dio un resoplido, dejó el filete en la mesa y fue a grandes zancadas hasta la tetera, que había empezado a silbar. —No sé qué os pasa, pero siempre tenéis que saber más de lo que deberíais — masculló mientras vertía agua hirviendo en tres tazas con forma de cubo—. Y no os creáis que es un cumplido. Sois unos entrometidos. Y muy indiscretos.

Concuerdo_ dijeron todos.

Solo están celosos de nuestro talento_ dijo Hermione, Ron y Harry asintieron, sonriendo con descaro.

Eso es_ asintió Percy rodando los ojos.

Sin embargo, le temblaban los pelos de la barba. —Entonces ¿es verdad que fuiste a buscar a los gigantes? —preguntó Harry, sonriente, al mismo tiempo que se sentaba a la mesa. Hagrid colocó una taza de té delante de cada uno de los chicos, se sentó, volvió a coger el filete y se lo puso de nuevo en la cara. —Sí, es verdad —gruñó. —¿Y los encontraste? —inquirió Hermione con un hilo de voz. —Verás, los gigantes no son muy difíciles de encontrar, francamente —contestó Hagrid—. Son bastante grandes, ¿sabes?

No tenía idea_ dijo Adrián.

Bueno ahora lo sabes_ dijo Neville.

Hoy es el día de molesta al novio o qué_ preguntó Adrián sobre las risas de todos.

Siempre es el día de molesta al novio_ dijo Luna_ verdad, Theo_ preguntó con inocencia, recibiendo una mirada fulminante.

—¿Dónde viven? —preguntó Ron. —En las montañas —respondió Hagrid a regañadientes. —Entonces, ¿cómo es que los muggles no…? —Te equivocas —se adelantó Hagrid—. Lo que pasa es que sus muertes siempre se atribuyen a accidentes de alpinismo. Se ajustó un poco el filete para que le tapara la parte más magullada de la cara y Ron insistió: —¡Vamos, Hagrid, cuéntanos lo que has estado haciendo! Si nos dices lo que te pasó con los gigantes, Harry te explicará cómo lo atacaron los dementores… Hagrid se atragantó con el té y al mismo tiempo se le cayó el filete de la cara; una gran cantidad de saliva, té y sangre de dragón salpicó la mesa mientras Hagrid tosía y farfullaba.

No lo sabias_ preguntó Justin sorprendido.

Estaba incomunicado_ contestó Hagrid.

Pues te perdiste mucho_ dijo Ernie.

Ahora ya lo sé todo_ dijo Hagrid_ sé más de lo que quisiera_ suspiró con cansancio, varios asintieron.

El filete resbaló y cayó al suelo produciendo un fuerte ¡paf! —¿Qué es eso de que te atacaron los dementores? —masculló Hagrid. —¿No lo sabías? —le preguntó Hermione con los ojos como platos. —No sé nada de lo que ha pasado desde que me marché. Tenía una misión secreta, ¿de acuerdo? Y no era cuestión de que las lechuzas me siguieran por todas partes. ¡Esos malditos dementores!… ¿Lo dices en serio? —Sí, claro. Fueron a Little Whinging y nos atacaron a mi primo y a mí, y entonces el Ministerio de Magia me expulsó…

pero se libró del castigo_ murmuró Umbridge, pero todos la escucharon.

No lo merecía_ espetó Fudge, no entendía como Dolores no se daba cuenta de que no lo convenia seguir contra el muchacho, si seguía así, aunque lo intentara, no podría ayudarla.

—¿QUÉ? —…y tuve que presentarme a una vista y todo, pero primero cuéntanos lo de los gigantes. —¿Que te expulsaron del colegio? —Cuéntanos lo que te ha pasado este verano y yo te contaré lo que me ha ocurrido a mí. Hagrid lo fulminó con la mirada de su único ojo sano y Harry le sostuvo la mirada con una expresión que era mezcla de inocencia y determinación.

Así se hace, Harry_ dijo Sirius.

Si recuerdas que no se supone que sepa de la misión_ preguntó Amelia levantando una ceja.

Soy descendiente de los merodeadores_ dijo Harry_ debo saberlo todo_ añadió con indiferencia, ganándose un gemido de Amelia.

Harry_ se quejó Sirius_ si quieres un primo, debes dejar de decir eso_ le informó, Harry asintió con una sonrisa de disculpa.

—Está bien —aceptó Hagrid, resignado. Se agachó y le arrancó el filete de dragón a Fang de la boca. —¡No hagas eso, Hagrid, es antihigiénico…! —exclamó Hermione, pero él ya se había vuelto a poner el enorme trozo de carne en la hinchada cara.

Hagrid_ lo regañaron las profesoras.

No pasó nada_ dijo Hagrid, evitando rodar los ojos cuando io que seguían viéndolo molestas.

Bebió otro tonificante sorbo de té y comenzó: —Bueno, salimos de aquí en cuanto terminó el curso… —Entonces, ¿Madame Máxime iba contigo? —lo interrumpió Hermione. —Sí, exacto —confirmó Hagrid, y una expresión más suave apareció en los pocos centímetros del rostro que no estaban tapados ni por la barba ni por aquel filete verde—. Sí, íbamos los dos solos. Y he de decir que a Olympe no le importa prescindir de las comodidades. Veréis, ella es muy fina y siempre va muy bien vestida, y como yo sabía adónde íbamos, me preguntaba cómo encajaría eso de trepar por rocas y dormir en cuevas,

Al menos estabas acompañado_ dijo Seamus_ estar con madame Maxime haría más soportable el asunto.

No solo eso_ dijo Hagrid_ ella fue de mucha ayuda_ contó.

pero os aseguro que no la oí rechistar ni una sola vez. —¿Sabías adónde ibais? —le preguntó Harry—. ¿Sabías dónde viven los gigantes? —Bueno, Dumbledore lo sabía y nos lo dijo. —¿Están escondidos? —inquirió Ron—. ¿Es un lugar secreto? —No, no del todo —respondió Hagrid moviendo la greñuda cabeza—. Lo que pasa es que a la mayoría de los magos no les interesa saber dónde están, con tal de que estén bien lejos. Pero es muy difícil llegar hasta allí, al menos para los humanos, así que necesitábamos las instrucciones de Dumbledore. Tardamos cerca de un mes en llegar a… —¡¿Un mes?! —exclamó Ron,

eso es demasiado_ dijo Dean_ al me os sirvió de algo_ preguntó.

Si les digo ahora, arruino la historia_ dijo Hagrid.

Bien_ dijeron varios, dejando seguir la lectura.

como si no concibiera que un viaje pudiera durar tanto—. Pero… ¿por qué no utilizasteis un traslador o algo así? Hagrid entrecerró el ojo que no estaba hinchado y miró a Ron con una expresión extraña, casi de lástima. —Nos vigilaban, Ron —respondió con brusquedad. —¿Qué quieres decir? —Vosotros no lo entendéis. El Ministerio vigila de cerca a Dumbledore y a todos los que están a su favor, y… —Eso ya lo sabemos —intervino Harry, ansioso por escuchar el resto de la historia de Hagrid—, ya sabemos que el Ministerio vigila a Dumbledore…

también nos vigilan a nosotros_ dijo Padma.

Nunca había visto a las autoridades tan concentradas en una cosa_ dijo Cedric.

Solo sigamos_ dijo Fudge, que ya necesitaba un descanso.

—¿Y no podíais utilizar la magia para llegar hasta allí? —terció Ron, estupefacto —. ¿Teníais que comportaros como muggles todo el tiempo? —Bueno, no siempre —puntualizó Hagrid cautelosamente—. Pero teníamos que ir con mucho cuidado, porque Olympe y yo… destacamos un poco… —Ron hizo un ruidito ahogado, un sonido entre un bufido y un resuello, y rápidamente bebió un sorbo de té—,

Ron se puso rojo cuando sus amigos lo miraron con diversión.

Es que eso de que destacaban era decirlo suavemente_ dijo Ron.

Es cierto_ le dieron la razón muchos.

de modo que no resulta muy difícil seguirnos la pista. Fingimos que nos íbamos de vacaciones juntos. Llegamos a Francia e hicimos ver que nos dirigíamos al colegio de Olympe, porque sabíamos que alguien del Ministerio estaba siguiéndola.

El ministerio francés sabe que sigue a uno de sus ciudadanos_ preguntó Fleur pareciendo ofendida.

Estábamos siguiendo a Hagrid_ dijo Fudge rápidamente_ era muy raro que decidiera irse de vacaciones y resultó que madame Maxime estaba con él_ añadió.

Claro_ dijo Fleur con sequedad.

Teníamos que avanzar muy despacio porque no debíamos emplear la magia, pues también sabíamos que el Ministerio buscaba cualquier excusa para echarnos el guante. Pero en Dijon conseguimos dar esquinazo al imbécil que nos seguía… —¿En Dijon? —repitió Hermione, emocionada—. ¡Yo estuve allí de vacaciones! ¿Visteis el…? Hermione se calló al ver la expresión de Ron. —

No era momento_ dijo Fred.

Es que ese lugar es increíble_ dijo Hermione emocionada con solo recordar.

Después me cuentas_ dijo Fred, Hermione asintió.

Después de eso pudimos hacer un poco de magia y el viaje no estuvo tan mal. En la frontera polaca nos topamos con un par de trols chiflados, y yo tuve un pequeño percance con un vampiro en una taberna de Minsk, pero aparte de eso el viaje fue pan comido.

Trols, vampiros, suena al viaje ideal_ dijo Parvati con sarcasmo.

La verdad si suena genial_ dijo Collin, recibiendo miradas raras al ver que era sincero_ me gustaría ver un vampiro.

No son muy diferentes a los magos_ dijo Luna.

» Entonces llegamos a las montañas y empezamos a buscar señales de los gigantes… »Cuando nos acercábamos a donde estaban, tuvimos que dejar de emplear la magia. En parte porque a ellos no les gustan los magos y no queríamos irritarlos antes de tiempo, pero también porque Dumbledore nos había advertido que Quien-vosotros-sabéis también debía de andar buscando a los gigantes. Dijo que lo más probable era que ya les hubiera enviado un mensajero. Nos aconsejó que tuviéramos mucho cuidado y no llamáramos la atención cuando estuviéramos cerca, por si había mortífagos por allí.

Pero no te encontraste con ninguno, verdad_ preguntó Lee, Hagrid no contestó.

Esperemos que aun no haya logrado convencerlos_ dijo Fudge_ tal vez hay una manera de convencerlos de unirse a nosotros.

Cornelius_ dijo Umbridge horrorizada_ estás planeando negociar con gigantes_ preguntó luciendo como si no hubiera oído nada peor.

Los necesitamos_ respondió Fudge.

Hagrid hizo una pausa y bebió un largo sorbo de té. —¡Sigue! —le pinchó Harry. —Los encontramos —continuó Hagrid sin andarse con rodeos—. Una noche alcanzamos la cresta de una montaña y allí estaban, diseminados a nuestros pies. Allá abajo ardían pequeñas hogueras y unas sombras inmensas… Era como si viéramos moverse trozos de montaña. —¿Son muy grandes? —murmuró Ron. —Miden unos seis metros —respondió Hagrid con indiferencia—. Los más altos llegan a medir casi ocho metros. —¿Y cuántos había? —preguntó Harry. —Calculo que setenta u ochenta. —¿Sólo? —se extrañó Hermione. —Sí —confirmó Hagrid con tristeza—.

Son muy pocos_ dijo Susan_ tenía la impresión de qué podían ser más.

Ahora se explica por qué no quedan muchos_ dijo Hagrid.

Sólo quedan ochenta, y eso que antes había muchísimos. Debía de haber unas cien tribus diferentes en todo el mundo, pero hace años que se están extinguiendo. Los magos mataron a unos cuantos, desde luego, pero básicamente se mataron entre ellos, y ahora desaparecen más rápido que nunca porque no están hechos para vivir amontonados de esa forma.

Son salvajes_ dijo Umbridge_ y ustedes pretenden que nos unamos a ellos.

Pretendemos pedirles ayuda_ dijo Albus_ no quiere ganar esta guerra, señora_ preguntó.

A lo mejor apoya la causa de Voldemort_ dijo George_ y es por eso que ha intentado hacernos la vida imposible_ todos asintieron como si eso tuviera perfecto sentido.

Claro que no_ dijo Umbridge con exagerada indignación.

Dumbledore opina que es culpa nuestra, es decir, que fuimos los magos los que los obligamos a irse a vivir tan lejos de nosotros, y que ellos no tuvieron más remedio que unirse para protegerse.

Suena lógico_ dijo Michael_ pero no hay mucha protección cuando se matan entre ellos.

Pero es más seguro que estar cada uno por su cuenta_ explicó Hagrid, todos asintieron en comprensión.

—Bueno —intervino Harry—, los visteis, y entonces, ¿qué? —Esperamos a que se hiciera de día; no queríamos aparecer entre ellos a oscuras porque era peligroso —prosiguió Hagrid—. Hacia las tres de la madrugada se quedaron dormidos donde estaban, aunque nosotros no nos atrevimos a dormir. Primero, porque no queríamos que ninguno despertara y nos descubriera, y además, porque los ronquidos eran increíbles.

Qué habría pasado si se quedaban dormidos_ preguntó Dennis.

No quieres saber_ dijo Albus con seriedad, haciendo que todos volvieran a mirar el libro rápidamente.

Antes del amanecer provocaron un alud. En fin, cuando se hizo de día, bajamos a verlos. —¿Así, sin más? —preguntó Ron, perplejo—. ¿Bajasteis como si tal cosa a un campamento de gigantes?

Eso si es valor_ silbó Dean.

No fue peligroso_ aseguró Hagrid, al menos no al principio, pensó.

—Bueno, Dumbledore nos explicó cómo teníamos que hacerlo —puntualizó Hagrid—. Había que llevarle regalos al Gurg y mostrarse respetuoso con él, ya sabéis. —¿Llevarle regalos a quién? —preguntó Harry. —¡Ah, al Gurg! Significa «jefe». —¿Y cómo supisteis cuál de ellos era el Gurg? —inquirió Ron. Hagrid soltó una risotada. —No resultó difícil —respondió—. Era el más grande, el más feo y el más vago de todos.

Eso hizo que todos miraran a Hagrid ates de estallar en carcajadas.

Supongo que lo eligieron por su fuerza_ dijo Lavender.

Elegir es una manera de decirlo_ dijo Hagrid_ ahora sale como se designa un nuevo jefe_ añadió señalando el libro.

Estaba allí sentado esperando a que los otros le llevaran la comida. Cabras muertas y cosas así. Se llamaba Karkus. Debía de medir unos siete metros y pesar como dos elefantes macho. Y tenía una piel que parecía de rinoceronte.

Y yo que creí que las descripciones de Harry eran malas_ dijo Alicia, varios asintieron.

Suena muy apuesto_ dijo Angelina con una mueca.

Por algo Hagrid dijo que era el más feo de todos_ dijo Katie.

—¿Y fuiste tranquilamente a hablar con él? —le preguntó Hermione, impresionada. —Bueno, más o menos. Los gigantes estaban instalados en una hondonada entre cuatro montañas muy altas, junto a un lago, y Karkus estaba tumbado a orillas del lago y les gritaba a los otros que les llevaran comida a él y a su esposa.

Pues que buena vida_ dijo Marcus, secamente_ y los otros gigantes lo obedecen_ preguntó.

Supongo que no les queda de otra_ dijo Viktor.

Olympe y yo bajamos por la ladera de la montaña… —Pero ¿no intentaron mataros cuando os vieron? —preguntó Ron, incrédulo. —Estoy seguro de que a unos cuantos se les ocurrió esa idea —dijo Hagrid encogiéndose de hombros—, pero nosotros hicimos lo que nos había recomendado Dumbledore: sostener en alto nuestro regalo, mirar siempre al Gurg e ignorar a los demás. Y eso fue lo que hicimos. Los otros gigantes se quedaron callados al vernos pasar, y nosotros llegamos a donde estaba Karkus, lo saludamos con una reverencia y dejamos nuestro regalo en el suelo, a sus pies. —¿Qué se le regala a un gigante? —preguntó Ron con impaciencia—. ¿Comida?

Eso me haría más amistoso_ dijo Oliver.

La comida siempre es un buen regalo_ asintió Blaise.

Pero no para los gigantes_ dijo Albus_ podrían ofenderse.

Pues que raro_ dijo Ginny frunciendo el ceño.

—No, ellos ya se las apañan solos para conseguir comida. Le llevamos magia. A los gigantes les encanta la magia, lo que no les gusta es que nosotros la utilicemos contra ellos. El primer día le llevamos una rama de fuego de Gubraith.

Suena bien_ dijo Anthony.

Qué es eso_ preguntaron otros.

Si no lo dice, les explico_ dijo el profesor Flitwick.

—¡Vaya! —exclamó Hermione con voz queda, pero Harry y Ron miraron a Hagrid sin comprender. —¿Una rama de…? —Fuego eterno —explicó Hermione con irritación—. Ya deberíais saberlo. ¡El profesor Flitwick lo ha mencionado al menos dos veces en las clases! —

Así es_ dijo el profesor mirando mal a Harry y Ron.

Teníamos mucho en que pensar_ dijo Harry tímidamente, Ron asintió.

No será, por qué eligen mi clase para hablar sobre sus planes_ preguntó el profesor.

Puede ser_ dijo Ron fingiendo pensar.

Veréis —continuó rápidamente Hagrid, interviniendo antes de que Ron tuviera ocasión de replicar—, Dumbledore hechizó aquella rama para que ardiera eternamente, algo que no todos los magos son capaces de hacer.

Es muy difícil_ dijo Albus_ y es mejor que no lo intenten sin un profesor presente_ advirtió al ver a varios intrigados.

Gracias, director_ gimió Flitwick cuando sus alumnos lo miraron_ acabas de darme más trabajo.

La dejé sobre la nieve, a los pies de Karkus, y dije: «Un regalo de Albus Dumbledore para el Gurg de los gigantes, con sus cordiales saludos.» —¿Y qué dijo Karkus? —preguntó Harry con avidez. —Nada. No sabía hablar nuestro idioma.

Espera qué_ preguntó Hanna ahogando una carcajada.

Todo ese protocolo y no te entendió_ preguntó Daphne con una risita.

—¡No me digas! —Pero no tuvo importancia —comentó Hagrid, imperturbable—. Dumbledore ya nos había advertido sobre esa posibilidad. Karkus entendió lo suficiente para llamar a gritos a un par de gigantes que sí sabían, y ellos hicieron de intérpretes. —¿Y le gustó el regalo? —inquirió Ron. —Ya lo creo, se puso loco de contento cuando comprendió qué era —contestó Hagrid mientras le daba la vuelta al filete de dragón y se ponía la parte que estaba más fresca sobre el ojo hinchado—. Estaba entusiasmado.

Al menos tuvieron tiempo de explicar_ dijo Fleur_ no todos se tomarían bien que les llevaran fuego.

Aunque al final no sirvió de nada ganárnoslo_ murmuró Hagrid.

Como_ preguntaron varios, queriendo saber que había murmurado, Hagrid se limitó a señalar el libro.

Y entonces le dije: «Albus Dumbledore ruega al Gurg que hable con su mensajero cuando mañana regrese con otro regalo.» —¿Por qué no podías hablar con ellos aquel día? —preguntó Hermione. —Dumbledore quería tomarse las cosas con calma para que vieran que cumplíamos nuestras promesas. Si les dices «Mañana volveremos con otro regalo», y al día siguiente cumples con lo que has prometido, les causas una buena impresión, ¿entendéis?

Ni cuando me reúno con diplomáticos, tengo que hacer tanto_ dijo Fudge, sin perder detalle de lo que se decía.

Tratar con gigantes es muy delicado_ dijo Hagrid_ por suerte el director sabe que hacer.

Además, así tienen tiempo de probar el primer regalo y comprobar que es un buen obsequio, y entonces quieren más. En fin, si los agobias con mucha información, los gigantes como Karkus te matan aunque sólo sea para simplificar las cosas.

Lindo_ dijo Neville.

No puedes negar que eso haría las cosas más fáciles_ dijo Daphne, pensativa.

Será mejor que nunca termines con ella_ le dijo Sirius a Harry, que asintió viendo la sonrisa inocente de su novia.

Así que nos marchamos de allí, haciendo reverencias, y buscamos una bonita cueva donde pasar la noche; a la mañana siguiente volvimos al campamento de los gigantes, y esta vez encontramos a Karkus sentado muy tieso, esperándonos impaciente. —¿Y hablasteis con él? —Sí, sí. Primero le entregamos un precioso yelmo fabricado por duendes, indestructible.

Debió costar bastante_ dijo Fudge.

Si conseguíamos nuestro objetivo habría valido la pena_ dijo Albus.

Desde luego_ coincidió Fudge.

Luego nos sentamos a hablar con él. —¿Y qué dijo? —No gran cosa —contestó Hagrid—. En realidad, se limitó a escuchar. Pero vimos algunos buenos indicios. Karkus había oído hablar de Dumbledore y sabía que no había estado de acuerdo con el exterminio de los últimos gigantes de Gran Bretaña. Le interesaba mucho enterarse de lo que quería decirle Dumbledore. Algunos gigantes, sobre todo los que entendían algo de nuestro idioma, se acercaron a escuchar. Aquel día nos marchamos muy esperanzados. Prometimos volver a la mañana siguiente con otro regalo. Pero aquella noche todo salió mal. —

Ya decía yo, que iba demasiado bien_ gimió Susan.

Las cosas no podían ser tan fáciles_ Tracy.

Claro que no_ dijo Umbridge_ estamos hablando de gigantes.

Por suerte para ti, no necesitaras acompañarme a hablar con ellos_ dijo Fudge.

Por ti, lo haría_ aseguró Umbridge, pero Fudge siguió escuchando la lectura mientras los estudiantes hacían muecas de asco ante el tono que uso su ex profesora.

¿Qué quieres decir? —preguntó rápidamente Ron. —Ya os he dicho que los gigantes no están hechos para vivir en grupos tan numerosos —respondió Hagrid, apesadumbrado—. No pueden evitarlo, se pelean a cada momento. Los hombres riñen entre sí, y las mujeres, entre ellas; del mismo modo, los que quedan de las antiguas tribus riñen entre ellos, y eso sin que haya discusiones por la comida, ni por las mejores hogueras ni por los mejores enclaves para dormir.

Suena a que todo lo que haces es reñir entre si_ dijo Theo.

Pasa bastante seguido_ dijo Hagrid.

Y justo pasó cuando ustedes estaban ahí_ dijo Oliver.

Lo lógico sería que vivieran en paz, dado que su raza está a punto de extinguirse, pero… —Hagrid suspiró profundamente—. Aquella noche se armó una pelea —prosiguió—. Nosotros lo vimos todo desde la entrada de nuestra cueva, que estaba orientada hacia el valle. Duró varias horas, y no os imagináis el ruido que hacían. Cuando salió el sol, vimos que la nieve se había teñido de rojo y que su cabeza estaba en el fondo del lago. —¿La cabeza de quién? —preguntó Hermione entrecortadamente. —De Karkus —dijo Hagrid, apenado—.

No puede ser_ dijeron varios, mitad apenados y mitad molestos por qué ya casi lo habían puesto de su lado.

No creo que necesitemos seguir la historia_ dijo Katie_ puedo intuir como termina_ todos asintieron, pero algunos aun tenían esperanzas.

Había un nuevo Gurg, Golgomath—. Suspiró de nuevo—. Nosotros no habíamos contado con tener que tratar con un nuevo Gurg dos días después de haber establecido contacto con el primero, e intuíamos que Golgomath no iba a mostrarse tan dispuesto a escucharnos, pero de todos modos debíamos intentarlo.

No perdían nada con intentarlo_ dijo Dennis.

En realidad, creo que si podían perder mucho por intentarlo_ dijo Collin, varios asintieron recordando la apariencia de Harry al inicio del libro.

—¿Fuisteis a hablar con él? —inquirió Ron, fascinado—. ¿Después de ver cómo le arrancaba la cabeza a otro gigante? —Pues claro —contestó Hagrid—. ¡No habíamos ido hasta allí para abandonar al segundo día!

Hagrid se sonrojó cuando todos lo miraron con un renovado respeto.

Yo no sé si me atrevería a ir_ se escuchó por todo el comedor.

Bajamos hasta el campamento con el siguiente regalo que teníamos preparado para Karkus. Antes de abrir la boca, yo ya sabía que no conseguiríamos nada. Golgomath estaba sentado con el yelmo de Karkus puesto, y nos miraba con una sonrisa irónica en los labios. Era inmenso, uno de los gigantes más grandes del campamento. Tenía el cabello negro, a juego con los dientes, y llevaba un collar hecho de huesos. Algunos parecían humanos.

Así que él es el nuevo jefe_ dijo Fudge poniéndose pálido.

Me gustaba más el otro_ dijo Blaise.

Entonces ya no ganaríamos nada buscándolos_ preguntó Fudge.

Pero que eso_ dijo Hagrid, recibiendo miradas preocupadas.

Bueno, a pesar de todo decidí intentarlo: saqué un gran rollo de piel de dragón y dije: «Un regalo para el Gurg de los gigantes…» Pero antes de que acabara la frase estaba colgado cabeza abajo, pues dos de sus amigos me habían cogido por los pies.

Qué_ preguntó Molly, alterada y no era la única.

Estoy aquí_ les recordó Hagrid_ todo salió bien.

Hermione se tapó la boca con ambas manos. —¿Cómo te libraste de ésa? —preguntó Harry. —No habría podido si Olympe no hubiera estado allí —respondió Hagrid—. Sacó su varita mágica y los atacó con una rapidez que yo jamás había visto. Estuvo magnífica. A los dos gigantes que me sujetaban les echó una maldición de conjuntivitis, y entonces me soltaron inmediatamente.

Esa es mi directora_ dijo Fleur aplaudiendo.

Y tan fina y delicada que parecía_ dijo Bill.

Las apariencias engañan_ dijo Alicia_ tu querida novia se enfrentó a un dragón_ le recordó, varios asintieron mientras Fleur sonreía orgullosa.

Pero estábamos metidos en un buen lío porque habíamos utilizado la magia contra ellos, y eso es lo que los gigantes no soportan de los magos. Tuvimos que poner pies en polvorosa, y sabíamos que ya no íbamos a poder volver al campamento. —Caramba, Hagrid… —dijo Ron con voz queda.

Al menos lo intentaste_ dijo Augusta_ eso es más de lo que se puede decir de muchos_ añadió, varios asintieron teniendo claro a quiénes se refería.

—¿Y cómo es que has tardado tanto en volver a casa si sólo estuviste tres días allí? —inquirió Hermione. —¡No nos marchamos al cabo de tres días! —contestó Hagrid, ofendido—. ¡Dumbledore confiaba en nosotros! —Pero ¡si acabas de decir que ya no podíais volver al campamento!—No, de día no. Teníamos que replantearnos la estrategia. Pasamos un par de días escondidos en la cueva observando a los gigantes. Y lo que vimos no nos gustó nada. —¿Arrancó más cabezas Golgomath? —preguntó Hermione con aprensión. —No. ¡Ojalá lo hubiera hecho!

Qué puede ser tan malo para que desees eso_ preguntó Andrómeda.

Ahora se explica_ dijo Hagrid.

Era lo que tanto habíamos temido_ dijo el director sonando derrotado.

—¿Qué quieres decir? —Quiero decir que pronto comprendimos que no le caían mal todos los magos, que sólo éramos nosotros. —¿Mortífagos? —insinuó Harry rápidamente. —Sí —confirmó Hagrid con amargura—.

Maldición_ dijeron varios.

Jóvenes_ los regañó Minerva.

Er lo único que faltaba_ dijeron los gemelos.

Un par visitaban al Gurg todos los días y le llevaban regalos, y el Gurg no los colgaba por los pies. —¿Cómo supisteis que eran mortífagos? —preguntó Ron. —Porque a uno lo reconocí —gruñó Hagrid—. Macnair, ¿os acordáis de él?

Lo hacemos_ asintió Romilda, mientras Fudge exhalaba un sonoro suspiro.

A ese si deberían estar siguiéndolo_ dijo Viktor.

Haremos más que seguirlo_ dijo Moody, luciendo satisfecho.

El tipo al que enviaron para matar a Buckbeak. Está loco de remate. Disfruta tanto como Golgomath matando; no me extraña que se llevaran tan bien. —¿Y Macnair convenció a los gigantes de que se unieran a Quien-tú-sabes? — inquirió Hermione, desesperada. —¡Un momentito, todavía no he terminado mi historia! —dijo Hagrid, indignado. Teniendo en cuenta que al principio se había resistido a contarles nada, era curioso que ahora disfrutara tanto con su propio relato—.

La próxima vez ya no les voy a contar nada_ dijo Hagrid sonrojándose sobre las risas de todos.

No puedes ocultarnos nada_ dijo Harry con una sonrisa demasiado inocente.

Ya lo veremos_ dijo Hagrid.

No los retes_ dijo Amelia, pero ya era demasiado tarde.

Olympe y yo estuvimos cambiando impresiones y llegamos a la conclusión de que el hecho de que el Gurg prefiriera a Quien-vosotros-sabéis no significaba que los demás también lo prefirieran.

Eso es cierto_ dijo Cedric, animándose_ todavía tenemos una oportunidad.

No creo que deberías ser tan optimista_ dijo Cho.

Alguien debe serlo_ replicó Cedric.

Teníamos que intentar convencer a unos cuantos, de los otros, es decir, a los que no querían tener a Golgomath como Gurg. —¿Y cómo sabíais cuáles eran? —preguntó Ron. —Pues mira, dedujimos que eran los que habían quedado hechos papilla — respondió Hagrid con paciencia—. Los que tenían un poco de sensatez se mantenían alejados de Golgomath y estaban escondidos en las cuevas que había alrededor del barranco, como nosotros. Así que decidimos ir a fisgonear allí por la noche para intentar convencer a algunos. —¿Fuisteis a fisgonear por las cuevas a oscuras en busca de gigantes? —preguntó Ron con una voz que denotaba un profundo respeto.

Estabas pecando de imprudente, Hagrid_ dijo Astoria.

Es un Gryffindor_ dijeron las serpientes ganándose malas miradas de los leones, mientras los de más reían.

Era necesario_ dijo Hagrid_ lo gigantes serian de mucha ayuda en la guerra.

—Bueno, los gigantes no eran lo que más nos preocupaba —contestó Hagrid—, sino los mortífagos. Antes de que partiéramos, Dumbledore nos había advertido que no nos enfrentáramos a ellos si podíamos evitarlo, y el problema era que los mortífagos sabían que estábamos por allí, porque lo lógico era que Golgomath se lo hubiera contado. Por la noche, cuando los gigantes dormían y nosotros queríamos ir a inspeccionar las cuevas, Macnair y el otro mortífago nos buscaban por las montañas. Me costó trabajo impedir que Olympe se abalanzara sobre ellos —prosiguió Hagrid,

Hagrid_ se quejaron muchos.

Debiste dejar que los aplastara_ dijo Fleur.

Habría comprometido la misión_ dijo Hagrid.

Pero imagínalo_ dijo Ginny_ dos mortifagos menos gracias a madame Maxime.

Tal vez para la próxima_ dijo Hagrid luciendo divertido.

y al sonreír se le subió la enmarañada barba—. Estaba ansiosa por atacarlos… Olympe es increíble cuando se enfada…, se pone furiosa de verdad… Debe de ser la sangre francesa que lleva en las venas… Hagrid se quedó mirando el fuego con ojos llorosos.

Hagrid se sonrojó cuando todos sus alumnos no pudieron contener las risitas, mientras Fleur se tapaba los oídos con una mueca.

Harry le permitió treinta segundos de embelesamiento, pero luego se aclaró ruidosamente la garganta y dijo: —¿Y qué pasó? ¿Encontrasteis a alguno de los otros gigantes? —¿Qué? ¡Ah, sí! Sí, los encontramos. La tercera noche después de que mataran a Karkus, salimos de la cueva donde estábamos escondidos y bajamos al barranco, con los ojos muy abiertos por si rondaba por allí algún mortífago. Entramos en algunas cuevas, pero sin éxito. Y entonces, creo que fue en la sexta, encontramos a tres gigantes escondidos. —Debían de estar muy apretujados —observó Ron. —Era una cueva muy grande; había espacio para columpiar a un kneazle — concretó Hagrid. —¿No os atacaron cuando os vieron? —preguntó Hermione. —Probablemente lo habrían hecho si se hubieran hallado en mejores condiciones —contestó Hagrid—, pero estaban los tres malheridos porque los secuaces de Golgomath los habían apaleado hasta dejarlos inconscientes.

Eso podría servir a nuestro favor_ dijo Amos_ si están encojados con el jefe, podrían ser persuadidos.

A menos que le tengan demasiado miedo y prefieran no enfrentarlo_ dijo Narcissa.

Eres tan positiva, primita_ dijo Sirius con sarcasmo.

Es la verdad_ dijo Narcissa encogiéndose de hombros.

Solo lo sabremos leyendo_ intervino Ted, algo le decía que esos dos podían discutir un largo rato.

Tras recobrar el conocimiento, se habían refugiado en el primer sitio que habían encontrado. En fin, uno de ellos sabía un poco nuestro idioma e hizo de intérprete para los otros, y lo que les dijimos no les pareció mal. Así que más tarde volvimos a su cueva para visitar a los heridos… Creo que hubo un momento en que tuvimos convencidos a seis o siete. —¿Seis o siete? —repitió Ron con entusiasmo—. No está nada mal… ¿Van a venir aquí para pelear a nuestro lado contra Quien-tú-sabes? Pero Hermione dijo: —¿Qué quieres decir con eso de que «hubo un momento», Hagrid? Éste la miró con tristeza. —Los secuaces de Golgomath asaltaron las cuevas. Después de eso, los que sobrevivieron no quisieron saber nada más de nosotros. —Entonces…, entonces ¿no va a venir ningún gigante? —dijo Ron, decepcionado. —No —contestó Hagrid, y soltó un hondo suspiro.

Ahí va nuestra ultima esperanza_ dijo Remus negando con la cabeza.

Si Voldemort tiene al jefe de los gigantes de su lado, la tenemos muy difícil_ dijo Kingsley.

Pero no imposible_ dijo Tonks_ podemos con esto.

Tenemos la ventaja de que los mortifagos no saben que empezaremos a arrestarlos_ dijo Amelia.

El factor sorpresa será muy útil_ asintió Moody.

Volvió a dar la vuelta al filete y se colocó de nuevo la parte más fresca sobre la cara—, pero cumplimos con lo que habíamos ido a hacer: les llevamos el mensaje de Dumbledore, y algunos lo oyeron y espero que lo recuerden. A lo mejor los que no quieran quedarse con Golgomath se marchan de las montañas, y quizá recuerden que Dumbledore se mostró amable con ellos… Es posible que aún vengan.

Qué piensa director_ preguntó Terry.

Es poco probable que vengan_ confesó el director.

No los necesitamos_ dijo Umbridge.

Como ella no es la que va a luchar_ murmuró Minerva.

La nieve estaba acumulándose en la ventana y entonces Harry se dio cuenta de que su túnica estaba empapada a la altura de las rodillas: Fang babeaba con la cabeza apoyada en su regazo. —Hagrid… —dijo Hermione al cabo de un rato. —¿Humm? —¿Encontraste…, viste…, oíste algo de… tu… madre mientras estabas allí? — Hagrid miró a Hermione con su ojo sano, y ella se asustó—.

No me gusta hablar de ella_ dijo Hagrid sonriéndole.

No debí preguntar_ dijo Hermione.

Es normal que tuvieras curiosidad_ dijo Hagrid.

Lo siento…, yo… Olvídalo… —Murió —gruñó Hagrid—. Murió hace muchos años. Me lo dijeron. —Oh… Lo siento mucho —replicó Hermione con un hilo de voz. Hagrid encogió sus enormes hombros. —No pasa nada —dijo de manera cortante—. Casi no me acuerdo de ella. No era muy buena madre.

Aun así, debió ser duro descubrirlo después de tanto tiempo_ dijo Sproud.

Lo fue_ murmuró Hagrid, tan bajo que casi nadie lo escuchó.

Volvieron a quedarse callados. Hermione miró nerviosa a Harry y a Ron; era evidente que estaba deseando que dijeran algo. —Pero todavía no nos has explicado cómo te pusieron así, Hagrid —comentó Ron señalando la cara manchada de sangre de su amigo. —Ni por qué has tardado tanto en volver —añadió Harry—. Sirius dice que Madame Máxime regresó hace mucho tiempo… —¿Quién te atacó? —le preguntó Ron. —¡No me han atacado! —exclamó Hagrid enérgicamente—. Es que… Pero unos súbitos golpes en la puerta acallaron el resto de sus palabras.

Es que qué_ preguntó Theo.

No llegamos a saberlo_ dijo Hermione mientras Ron y Harry miraban a Hagrid.

Tal vez luego lo sepan_ dijo Hagrid con una sonrisa misteriosa.

Hermione dio un grito ahogado y la taza se le cayó de las manos y se rompió al chocar contra el suelo. Fang dio un gañido. Los cuatro se quedaron mirando la ventana que había junto a la puerta. La sombra de una persona bajita y rechoncha ondeaba a través de la delgada cortina.

Obviamente tenía que ser ella_ prácticamente gruñó Tonks.

Qué quería_ preguntó Dean.

Lo mismo de siempre_ dijo el trio.

—¡Es ella! —susurró Ron. —¡Rápido, escondámonos! —dijo Harry. Cogió la capa invisible y se la echó encima cubriendo también a Hermione, mientras Ron rodeaba la mesa y corría a refugiarse bajo la capa. Apretujados, retrocedieron hacia un rincón. Fang ladraba furioso mirando la puerta.

Abre rápido, Hagrid, para que se vaya cuanto antes_ dijo Neville, sin entender por qué Umbridge no podía esperar hasta el día siguiente para molestar a Hagrid.

Hagrid estaba muy aturdido—. ¡Esconde nuestras tazas, Hagrid! Éste cogió las tazas de Harry y de Ron y las puso debajo del cojín del cesto de Fang. El perro arañaba la puerta con las patas delanteras, y Hagrid lo apartó con un pie y abrió. La profesora Umbridge estaba plantada en el umbral, con su capa verde de tweed y un sombrero a juego con orejeras. Se echó hacia atrás con los labios fruncidos para ver la cara de Hagrid, a quien apenas le llegaba a la altura del ombligo. —Usted es Hagrid, ¿verdad? —dijo despacio y en voz muy alta, como si hablara con un sordo.

Nop, es el gemelo perdido de Harry_ dijo Sirius_ no ve el parecido_ preguntó muy lentamente.

Era una pregunta natural_ espetó Umbridge, sin darse cuanta que lo que había molestado a todos era la forma en la que había hecho la pregunta.

A continuación, entró en la cabaña sin esperar una respuesta, dirigiendo sus saltones ojos en todas direcciones—. ¡Largo! —exclamó con brusquedad agitando su bolso frente a Fang, que se le había acercado dando saltos e intentaba lamerle la cara. —Oiga, no querría parecer grosero —dijo Hagrid mirándola fijamente—, pero ¿quién demonios es usted? —

Pero no quería ser grosero_ bufó Umbridge.

Es usted la que entro a mi casa sin invitación y sin presentarse_ replicó Hagrid.

Me llamo Dolores Umbridge. La profesora Umbridge recorrió la cabaña con la mirada. En dos ocasiones fijó la vista en el rincón donde estaba Harry apretado entre Ron y Hermione. —¿Dolores Umbridge? —repitió Hagrid absolutamente confundido—. Creía que era una empleada del Ministerio. ¿No trabaja con Fudge? —Sí, antes era la subsecretaría del ministro —confirmó la bruja, y empezó a pasearse por la cabaña reparando en todo, desde la mochila que había apoyada en la pared hasta la capa de viaje colgada del respaldo de la silla—. Ahora soy la profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras… —Es usted valiente —comentó Hagrid—. Ya no hay mucha gente dispuesta a ocupar esa plaza. —… y la Suma Inquisidora de Hogwarts —añadió Dolores Umbridge como si no hubiera oído el comentario de Hagrid. —

Pues debería prestar más atención_ dijo Moody_ hay una razón por la que nadie acepta.

Incluso Alastor y Remus me pusieron trabas para aceptar_ dijo Albus.

No estoy loco_ dijo Remus.

Pero al final fue una buena decisión, profesor Lupin_ dijo Tonks guiñándole un ojo.

Me gusto enseñar aquí_ asintió Remus sonriéndole.

¿Qué es eso? —preguntó él frunciendo el entrecejo. —Precisamente iba a preguntarle lo mismo —dijo la profesora Umbridge señalando los trozos de porcelana de la taza de Hermione que había en el suelo. —¡Ah! —exclamó Hagrid, y sin poder evitarlo miró hacia el rincón donde estaban escondidos Harry, Ron y Hermione—. ¡Ah, eso! Ha sido Fang.

Es creíble_ dijo Seamus.

Es Umbridge_ le recordó Lavender_ si no puede meterlo en problemas realmente no escuchara.

Ha roto una taza. Por eso he tenido que usar esa otra. Hagrid señaló la taza con la que había estado bebiendo. Todavía se sujetaba con una mano el filete de dragón contra el ojo magullado. La profesora Umbridge dejó de pasearse y miró a Hagrid, fijándose en todos los detalles de su apariencia. —He oído voces —comentó con calma. —Estaba hablando con Fang —aseguró Hagrid con firmeza.

Desde cuando Hagrid tiene que dar explicaciones de lo que hace en su casa_ preguntó Augusta frunciendo el ceño.

Los profesores no pueden hablar fuera de clase_ informó Adrián.

No me sorprendería que realmente hubiera un decreto `para eso_ bufó Andrómeda.

—¿Y él le contestaba? —Bueno, en cierto modo… —dijo Hagrid, que parecía un poco incómodo—. A veces digo que Fang es casi humano… —Hay tres rastros en la nieve que conducen desde la puerta del castillo hasta su cabaña —declaró la profesora Umbridge con parsimonia. Hermione ahogó un grito y Harry le tapó la boca con una mano.

Eso eliminó ligeramente la tensión.

Por lo menos no puede probar que fueron ustedes_ dijo Molly.

Recuerdas que castigó a Fred sin que hiciera nada_ le preguntó Percy_ si quiere acusarlos, lo hará_ varios asintieron.

Por fortuna, Fang olfateaba ruidosamente el bajo de la túnica de la profesora Umbridge, que no pareció haber oído nada. —Mire, yo acabo de llegar —explicó Hagrid señalando su mochila con una enorme mano—. A lo mejor ha venido alguien antes y no me ha encontrado. —No hay huellas que salgan de la puerta de la cabaña.—

Usted tiene una vida muy triste, verdad_ preguntó Padma_ no entiendo otra razón para que se fije tanto en esas cosas, tratando de castigar a alguien.

Tenía que mantener el control de la escuela_ espetó Umbridge.

Pero eso es pasarse, ya ni los aurores_ dijo Kingsley.

Bueno…, no sé por qué será —dijo Hagrid, nervioso, tocándose la barba, y volvió a mirar hacia el rincón donde estaban Harry, Ron y Hermione, como pidiéndoles ayuda—. No sé… La profesora Umbridge se dio la vuelta y volvió a recorrer la cabaña, estudiando atentamente todo lo que la rodeaba. Se agachó y miró debajo de la cama. Abrió los armarios de Hagrid. Pasó a sólo cinco centímetros de donde estaban Harry, Ron y Hermione, pegados contra la pared;

Harry, Ron y Hermione sonrieron con descaro hacia Umbridge que los fulminó con la mirada

Ve, por qué esa capa es un riesgo ministro_ preguntó Umbridge.

Por milésima vez_ dijo Sirius sonando muy cansado_ es una reliquia familiar.

Harry hasta encogió el estómago cuando ella pasó por su lado. Tras examinar detenidamente el interior del inmenso caldero que Hagrid utilizaba para cocinar, volvió a darse la vuelta y preguntó: —¿Qué le ha ocurrido? ¿Cómo se ha hecho esas heridas? Hagrid se apresuró a quitarse el filete de dragón de la cara, lo cual, en opinión de Harry, fue un error, porque dejó al descubierto el tremendo cardenal que tenía alrededor del ojo, por no mencionar la gran cantidad de sangre fresca y coagulada que le cubría la cara. —Es que… he sufrido un pequeño accidente —contestó sin convicción. —¿Qué tipo de accidente?

Si fuera yo, la habría hechizado hace mucho_ dijo Amelia en voz baja, realmente era insoportable cada una de sus apariciones en la escuela.

O arrojado al lago negó_ respondió Sirius.

El calamar vive ahí_ le recordó Amelia_ no queremos molestarlo.

Qué tanto murmuran ahí_ preguntó Minerva.

Nada_ respondieron Amelia y Sirius inocentemente.

—Pues… tropecé. —Tropezó —repitió la profesora Umbridge con frialdad. —Sí, eso es. Con…, con la escoba de un amigo mío. Yo no vuelo. Comprenderá que con mi estatura… No creo que haya escobas adecuadas para mí. Tengo un amigo que se dedica a la cría de caballos abraxan, no sé si los habrá visto alguna vez, son unas bestias enormes, con alas, ¿sabe? Una vez monté uno y fue… —¿Dónde ha estado? —lo interrumpió la profesora Umbridge,

No es asunto suyo_ dijo Albus.

Era un maestro que llegaba tarde a clases_ le recordó Umbridge.

Con la autorización del director_ dijo Albus_ aun no existía su cargo_ añadió cuando Umbridge abrió la boca.

cortando por lo sano el balbuceo de Hagrid. —¿Que dónde he…? —Estado, sí —acabó de decir ella—. El curso empezó hace dos meses. Otra profesora ha tenido que hacerse cargo de sus clases. Ninguno de sus colegas ha sabido darme ninguna información acerca de su paradero. No dejó usted ninguna dirección. ¿Dónde ha estado? Entonces se produjo una pausa durante la cual Hagrid miró a la profesora Umbridge con el ojo que acababa de destapar. A Harry le pareció que podía oír el cerebro de su amigo trabajando a toda máquina. —Pues… he estado fuera por motivos de salud —aclaró al fin. —Por motivos de salud —repitió la profesora Umbridge recorriendo con la mirada la descolorida e hinchada cara de Hagrid; la sangre de dragón goteaba lenta y silenciosamente sobre su chaleco—. Ya. —Sí, necesitaba un poco de aire fresco, ¿sabe?

Hagrid_ gimió Lee.

Vamos a tener que enseñarte a mentir_ dijeron los gemelos.

Fue lo primero que se me ocurrió_ se defendió Hagrid.

A ver como lo arreglas_ dijo Charlie, negando con la cabeza.

—Claro, porque como guardabosques no debe de tener ocasión de respirar mucho aire fresco —replicó la profesora Umbridge con dulzura. El único trozo de la cara de Hagrid que no estaba de color negro ni morado se puso rojo. —Bueno, me convenía un cambio de ambiente…

Eso está mejor_ dijo Bill.

Pero no creo que sirva de mucho_ dijo Fleur_ ella quiere poder sancionarlo.

—¿Ambiente de montaña? —sugirió la profesora Umbridge con rapidez. «Lo sabe», pensó Harry desesperado. —

Claro que lo sabía_ dijo Umbridge triunfante.

Si, si, felicidades_ dijo Moody_ ahora sigamos_ añadió, recibiendo una expresión indignada de Umbridge.

¿De montaña? —repitió Hagrid exprimiéndose el cerebro—. No, no, fui al sur de Francia.

El ministerio sabía que estabas con madame Maxime, así que eso sería creíble_ dijo Susan.

Me apetecía un poco de sol… y de mar… —¡No me diga! —saltó la profesora Umbridge—. Pues no está muy moreno. —Sí, ya… Es que tengo una piel muy sensible —dijo Hagrid intentando forzar una sonrisa conciliadora. Harry se fijó en que le faltaban dos dientes. La profesora Umbridge se quedó mirándolo fríamente, y la sonrisa de Hagrid flaqueó. Entonces la bruja se subió un poco más el bolso, hasta el codo, y dijo: —Informaré al Ministerio de su tardanza, como es lógico. —Claro —repuso Hagrid, y asintió con la cabeza. —

No había nada que pudiera hacerme_ dijo Hagrid encogiéndose de hombros.

Eso es lo que usted cree_ dijo Umbridge_ pero estoy segura que no le queda mucho tiempo enseñando, verdad ministro_ preguntó.

Por qué no deja de meterme_ pensó Fudge, fingiendo no escucharla.

También debería usted saber que como Suma Inquisidora es mi deber supervisar a los profesores de este colegio. De modo que me imagino que volveremos a vernos muy pronto —añadió, dando la vuelta bruscamente y dirigiéndose hacia la puerta. —¿Que nos está supervisando? —preguntó Hagrid, desconcertado, mirando la espalda de la profesora Umbridge. —En efecto —afirmó ésta girando la cabeza cuando ya tenía una mano en el picaporte—. El Ministerio está decidido a descartar a los profesores insatisfactorios, Hagrid. Buenas noches. Y a continuación salió de la cabaña y cerró la puerta, que hizo un ruido seco.

Ahora que eso se vuelve a mencionar, el ministerio no volverá a nombrar una suma inquisidora, verdad_ preguntó Tracy.

Esperemos que no_ dijo Albus_ sin embargo, no podemos asegurar nada.

Ya quedó el precedente de que se puede hacer_ dijo Minerva apretando los labios.

A menos que se arregle algo para que no vuelva a pasar_ dijo Amelia mirando al ministro que asintió, nada ansioso por regresar al ministerio, les esperaba mucho trabajo.

Harry fue a quitarse la capa invisible, pero Hermione le agarró la muñeca. —Todavía no —le susurró al oído—. Quizá aún no se haya ido. Hagrid debía de estar pensando lo mismo, porque cruzó la habitación y apartó un poco la cortina para mirar afuera. —Vuelve al castillo —dijo en voz baja—. Caramba, así que está supervisando a los profesores, ¿eh? —Sí —afirmó Harry quitándose la capa—. La profesora Trelawney ya está en periodo de prueba… —

Tenías que recordármelo_ preguntó la profesora molesta.

Nadie te va a despedir, Sybill_ dijo Albus de forma tranquilizadora.

Sigue siendo indignante_ dijo la profesora.

Oye, Hagrid, ¿qué tienes pensado hacer en nuestras clases? —preguntó Hermione. —Oh, no te preocupes por eso, tengo un montón de clases planeadas —respondió Hagrid con entusiasmo. Cogió el filete de dragón de la mesa y volvió a ponérselo sobre el ojo—.

Qué tienes pensado_ preguntó Remus.

Es una sorpresa_ dijo Hagrid.

Aun no han tenido la clase_ preguntó Ted, todo negaron.

Tenía un par de criaturas guardadas para vuestro año del TIMO. Ya veréis, son muy especiales. —Especiales… ¿en qué sentido? —inquirió Hermione, vacilante.

No te culpo_ murmuraron varios.

No son criaturas peligrosas_ aseguró Hagrid, pero no calmó a nadie.

—No pienso decíroslo —repuso Hagrid alegremente—. Quiero que sea una sorpresa. —Mira, Hagrid —dijo la chica con tono apremiante, pues no podía seguir disimulando—, a la profesora Umbridge no le va a hacer ninguna gracia que lleves bichos peligrosos a las clases. —¿Bichos peligrosos? —se extrañó Hagrid, risueño—. ¡No seas tonta, jamás se me ocurriría llevar nada peligroso!

Hagrid se sonrojó cuando todos voltearon a mirarlo.

Debemos recordarte a los escregutos_ preguntó Angelina.

No sabían tratarlos_ dijo Hagrid, escondiendo una sonrisa, ante las malas miradas de sus alumnos.

Bueno, vale, saben cuidarse solitos… —Hagrid, tienes que aprobar la supervisión de la profesora Umbridge, y para ello sería preferible que viera cómo nos enseñas a cuidar porlocks, a distinguir a los knarls de los erizos, y cosas así —expuso Hermione con mucha seriedad. —Es que eso no es interesante, Hermione —argumentó Hagrid—. Lo que tengo preparado es mucho más impresionante. Llevo años criándolos, creo que tengo la única manada doméstica de Gran Bretaña.

No sé si deberá preocuparme_ dijo Gerald_ seguro que son domésticos.

Son inofensivos_ asintió Hagrid.

Tendremos que esperar y ver_ dijo Luna.

—Por favor, Hagrid —le suplicó Hermione con verdadera desesperación en la voz—. La profesora Umbridge está buscando excusas para deshacerse de los profesores que estén, según ella, demasiado vinculados a Dumbledore. Por favor, Hagrid, enséñanos algo aburrido que pueda salir en el TIMO.

Esto podría salir_ dijo Hagrid.

Tu puesto es uno de los que está en más riesgo_ dijo Michael_ mejor ten cuidado_ Hagrid asintió, aunque ya no importaba, esa mujer ya no iba a volver a Hogwarts.

Pero Hagrid se limitó a abrir la boca en un enorme bostezo y a mirar con languidez con su ojo sano la inmensa cama que había en un rincón. —Mira, ha sido un día muy largo y se hace tarde —dijo, dándole unas palmaditas en el hombro a Hermione, a quien se le doblaron las rodillas y cayó al suelo con un ruido sordo—. ¡Oh, lo siento! —La ayudó a levantarse tirando del cuello de su túnica —.

No estoy acostumbrada a eso_ dijo Hermione con una risita_ normalmente es Harry el que recibe las palmadas.

De pues de un tiempo tus rodillas aguantan_ dijo Harry.

No te preocupes por mí, te prometo que tengo cosas estupendas pensadas para las clases ahora que he vuelto… Será mejor que regreséis cuanto antes al castillo, ¡y no olvidéis borrar vuestras huellas! —No sé si habrás conseguido que lo capte —comentó Ron poco después,

No lo hizo_ dijeron todos.

Ya entendí lo peligrosa que es_ dijo Hagrid levantando las manos en rendición.

cuando, tras comprobar que no había peligro, volvían al castillo por la espesa capa de nieve sin dejar rastro tras ellos gracias al encantamiento de obliteración que Hermione realizaba a medida que avanzaban. —Pues mañana iré a verlo otra vez —afirmó ésta muy decidida—. Si es necesario, le programaré las clases. ¡No me importa que echen a la profesora Trelawney, pero no voy a permitir que despidan a Hagrid!

Lo siento_ dijo Hermione mirando tímidamente a la profesora, mientras Hagrid sonreír ampliamente.

No importa_ suspiró la profesora, demasiado acostumbra en este momento.

Es el final del capítulo_ dijo Fleur cerrando el libro.

Creo que deberíamos almorzar y tomar la tarde libre_ dijo el director, todos asintieron en aceptación_ mañana empezaremos con el futuro.

Por lo menos nuestros infartos se acabaron_ dijo Molly_ ya no han tenido ninguna aventura más_ Y lo que salga ya no va a pasar_ añadió.

Crees que deberíamos decirle que seguiremos preocupándonos, incluso más que antes_ preguntó Remus.

Déjala soñar_ dijo Tonks.