Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras pertenece a Cassandra Clare.
05: Cubriendo las huellas y destapando secretos paternales.
Janeth sonreía, ante el éxito de sus múltiples trabajos, en el Mercado de Sombras.
Hace ya bastante tiempo, que se había alejado de Agatha, Holly y Jack, solo al saber que podrían cuidar de sí mismos, y se bastaban con escribirse, por medio de mensajes de fuego, siempre y cuando, fuera absolutamente necesario.
Aunque era raro para Janeth, tener tantos conocimientos de Valentine y del propio Sebastian, los agradecía.
Gracias a esos recuerdos, ella pudo ponerse en forma, sabía artes marciales, sabía esgrima y mucho más.
Se encargó de que Agatha, Holly y Jack, también supieran todo eso, y que pudieran comunicarse, en todo momento. Lo harían, usando Mensajes de Fuego, ya preparados por ella, pero que ellos mismos, podían usar (gracias a que Holly, era una Bruja), solo escribirían los mensajes en un pergamino, y usarían un hechizo sencillo, que también servía al usar una runa.
La chica sonreía, ante otro trabajo bien hecho, al colocar varias Salvaguardas, alrededor de algunos edificios, manteniéndolos seguros, aunque estas Salvaguardas, eran para protección de varios subterráneos, varios de ellos, con negocios no muy legales. Ella aún estaba trabajando, en una teoría, mediante la cual, conectándose con alguna de las varias dimensiones infernales, en lugar de emplearse las Torres de los Demonios, presentes alrededor de la ciudad de Alacante, estando hechas totalmente de Adamas, ayudando en el control y el apoyo de las salvaguardias, que proporcionan una defensa contra los demonios.
Pues bien, ella estaba investigando, como generar Torres de Ángeles, apartar de metal demoniaco, la contraparte del metal Adamas, que era empleado en las armas demoniacas, armas que los Cazadores de Sombras Oscuros, que creó Sebastian, durante la última guerra. Suspiró. —Un trabajo, es un trabajo. Dinero es dinero. Y el dinero, es algo positivo —se dijo a sí misma, para luego morderse el labio. —Solo en la teoría... abrir un portal a una dimensión demoniaca y empezar a usar una pala y una pica, para extraer el metal demoniaco, no es difícil. Lo que será complicado, es como carajos, trabajaré con este puto metal, para crear las torres. —Suspiró, y continuó investigando. Entonces, cayó en la cuenta de algo, y una sonrisa apareció en sus labios. —Ya he ido a Alacante, y destruí la casa de Valentine, robando su información. Entonces, solo en la teoría, podría volver a ir, volver a usar la biblioteca del Gard. Y sostener un Glamour de invisibilidad y un hechizo para no ser notada, no tendría que ser difícil, si uso mi magia. —Se pasó la lengua por los labios, al oler el desafío que sería, volver a Alacante, ingresar al mismísimo punto de reunión de la Clave. Lugar donde solían vivir el Cónsul (aquel que contabilizaba los votos del Consejo, interpretaba la ley para la Clave; el mismísimo primer ministro de Alacante), el Inquisidor (Lo más parecido a un policía, que existe entre los Nefilim, aquel que se encarga de las posibles rebeliones e infracciones civiles cometidas por los Nefilim) y sus familias. —El actual Cónsul... debe de ser ese cabrón de Malachi Dieudonné. —Frunció el ceño. —Ese bastardo, trabaja junto a Valentine. —Su ceño se relajó, cuando pensó en quien sería el Inquisidor de 1988. Solo una persona, apareció en su mente, aunque Sebastian jamás la llegó a ver, personalmente, pero sí supo de ella, por boca de Valentine, sufrió un escalofrió, al pensarlo. — ¿Será acaso Imogen? —Janeth llevó una mano, a su nuca al pensar en una mujer, a quien jamás conoció. Pero si Sebastian hizo algo bien, a lo largo de su podrida vida, fue estudiar las vidas de cada ser humano, que llegaba a serle interesante, y a preguntarle a Valentine, sobre ellos. —Imogen Whitelaw —pensó entonces, que el apellido le iba como anillo al dedo, respecto a su trabajo. Volvió su cabeza, hacía su cama... se acercó al colchón, el cual tenía una rajadura, y metió la mano, en el algodón, hasta palpar unos papeles, alrededor de los cuales, su mano se cerró, al tiempo que los agarraba. Los extendió en su mesa, y los alisó tanto, como pudo, para luego suspirar. Eran las notas de Valentine, respecto al experimento que estaba realizando, sobre la sangre del Ángel Ithuriel y como estaba usando al hijo no-nato de Stephen y Céline Herondale, para esto. El gruñido fue bajo. Odiaba todo cuanto representaba el maldito Círculo de Valentine, quienes no fueron más que una guerrilla. Según había estado investigando, existía el Mundo Mágico en Inglaterra, y escuchó sobre un grupo idéntico al Círculo, pero que era más bien, como un grupo terrorista. Al parecer, al igual que Valentine, el líder de los llamados Mortífagos, quería un "mundo puro", pero a diferencia de Valentine, quien deseaba más bien, aumentar el número de los Cazadores de Sombras, y proteger al mundo, y que los Mundanos supieran que ellos existían, y los alabaran como sus héroes; Voldemort solo quería la destrucción de todo aquello, que lo rodeaba. Con una inmensa cantidad de asco y repudio, hacía Valentine, se atrevió a releer los diarios, que había encontrado en la casa de Valentine. Algunos diarios, eran sobre Jonathan Christopher Morgenstern. El hijo biológico de Valentine, de quien Janeth, tenía su alma purificada, en su interior. Entonces, un poderoso dolor de cabeza, invadió a Janeth, quien apretó los dientes y los parpados, mientras llevaba sus manos a la cabeza. — ¡Mierda! —chilló.
Vio a un hombre de cabello tan rubio que casi parecía blanco, tenía ojos negros, musculoso, de cara casi triangular con un mentón duro y puntiagudo. Llevaba las ropas de un Cazador de Sombras, y estaba arrodillado, ante un pentagrama, y la luna lo iluminaban a él, y aquel pentagrama. En el centro de aquella estrella de cinco puntas, estaba sentada una mujer de piel pálida, prácticamente blanca, contrastando con su larga y brillante cabellera negra. Pero su rasgo inconfundible eran sus ojos: cuentas vacías de las que salían serpientes negras. Su mano izquierda extendida frente a ella, y cuando separó los dedos Janeth vio un largo corte en su palma, vertiendo un largo chorro de sangre en una copa de plata que descansaba a los pies del pentagrama.
—El niño nacido con esta sangre en él —decía ella con voz suave y hermosa —, superará a los Príncipes Demoniacos de los abismos entre los mundos. Tan poderoso como Asmodeo, más fuerte que el Shedim de las tormentas. Aunque te advierto —añadió ella —, consumirá su humanidad, como el veneno consume la vida en la sangre.
—Mis agradecimientos, Dama de Edom —dijo Valentine, y cuando extendió las manos para tomar la copa llena de sangre, ella lo miró a él. Sus cuentas estaban llenas de tentáculos negros.
La imagen terminó, y a Janeth le llegaron la comprensión de las cosas.
Los futuros planes de Sebastian, de los que nadie, ni siquiera Jace, ni tampoco la primera de todos los Cazadores de Sombras Oscurecidos (Amatis Graymark-Herondale) habían sabido: Sebastian quería mandar a los Cazadores Oscurecidos, detrás de los otros Príncipes Demoniacos, y buscar un hechizo o ritual suficientemente poderoso, como para poder acercarse a la inmortalidad o al menos, a la juventud eterna, los Oscurecidos esperarían hasta que Lilith se reformara y la volverían a matar, entre todos los Cazadores Oscurecidos, con Sebastian al mando. — "Sebastian quería vengarse de Lilith y de Valentine, por destruir su vida, su existencia" —susurró ella, mientras que una sonrisa torcida, parecía en sus labios— "Jonathan gritaba dentro del alma de Sebastian, clamando venganza en el inconsciente del primer Cazador de Sombras Oscurecido, que la humanidad jamás hubiera conocido" —Negó con la cabeza, alejando esos pensamientos. Y volvió a mirar en todos los diarios de Valentine, descartando unos, quemando algunos y apilando muchos otros. Se pasó las manos por el cabello, y continuó rebuscando. Pero era casi imposible, saber de qué Jonathan, hablaba Valentine, en las notas. —Maldito genio bastardo. Tendré que releer esto, un millón de veces, hasta lograr identificarlos a todos ellos. —Descartó dos de ellos, casi de inmediato.
Casi podía escuchar a Valentine hablándole a ella, en su cabeza: «Robert y Maris, han decidido llamar a su hijo Alexander, y me han pedido, que deje de llamarle "Jonathan", es una lástima, que no siguieran mi consejo, pues ese nombre, dará de qué hablar, cuando mi hijo y el de Stephen, demuestren lo que pueden hacer los Nefilims, ya sea teniendo sangre de demonio o algo de sangre de ángel extra, en sus venas».
Siguió buscando, hasta que encontró algunos códigos en la escritura, logrando dividirlos, teniendo que arrancar hojas y juntarlas, hasta tener que crear dos nuevos libros. Uno con información suya, de su propia vida pasada, como Jonathan Christopher "Sebastian" Morgenstern, portador de la sangre de Lilith. Y otra, con la información de Jonathan Christopher Herondale.
Teniendo este último libro, creó una copia, usando magia. Y envió uno de ellos a la antigua casa de los Whitelaw, donde vivía Imogen Herondale-Whitelaw, abuela de Jace Herondale, y otro, al Instituto de Nueva York, para estos últimos supieran con exactitud, al hijo de quien, estaban criando.
