Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
11: Primer Día de Clases.
Janeth y Filius, se desplazaron, por los pasillos, mientras que la chica de ojos verdes, trataba de crear un mapa mental. El maestro, agitó su varita mágica, y un mapa, llegó a las manos de la chica, quien lo abrió en silencio. —Siete pisos... las torres de Astronomía, de las casas Ravenclaw y Gryffindor, la torre del Hospital y del director. Entendido. Y.… nos estamos dirigiendo, hacía el oeste.
—Exactamente —dijo Filius. —Tiene un muy buen, sentido de orientación —Janeth pensó en decirle, que se había infiltrado en varios campamentos Mundanos de supervivencia y de los exploradores, usando pequeños Glamures, hacer pensar a los Mundanos, que ella era de fiar; pero decidió, no decírselo. Finalmente, ascendieron por unas escaleras, hasta una puerta, en la cual apareció una adivinanza. —Se debe de resolver la adivinanza, para ingresar.
Janeth asintió. —El color negro, en este caso —la puerta se comenzó a volver borrosa, hasta desaparecer, por completo.
Al entrar, Janeth se encontró, con una amplia sala circular con una alfombra azul medianoche, ventanas de arco adornado con suave seda azul y bronce, y un techo abovedado pintado con estrellas. Durante el día, los estudiantes de Ravenclaw tienen una excelente vista de los terrenos de la escuela, incluyendo el Lago Negro, el Bosque Prohibido, el campo de Quidditch, los jardines de Herbología y las montañas circundantes. La habitación está equipada con mesas, sillas, estanterías y, y por la puerta que conduce a los dormitorios se encuentra una estatua de Rowena Ravenclaw de mármol blanco. —Bienvenida, señorita Bluechild, a la Sala Común de Ravenclaw. De acuerdo con el Prefecto Robert Hilliard, el sonido del viento silbando alrededor de las ventanas de la torre es muy relajante, mientras se duerme. —El maestro se rio entre dientes. —A su izquierda, están las habitaciones, de primer año. Solo tiene que buscar su nombre. La puerta, se abrirá solo para usted.
—Buenas noches, profesor Flitwick.
—Buenas noches, señorita Bluechild.
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A la mañana siguiente, Janeth limpió su cuerpo, con varios hechizos de su conocimiento, y luego se vistió. Limpió las ropas, con el mismo método y les otorgó olor a rosas.
Luego de eso, bajó las escaleras, encontrándose a algunos compañeros de estudios de Ravenclaw, de primer año, hasta séptimo. Un Prefecto de quinto año, les guio a los de primer año, unos mapas y sus horarios, para luego descender las escaleras, guiándolos hasta el Gran Comedor.
Cuando se sentó, para comenzar su desayuno, escuchó de forma aislada, que ya se había esparcido, el hecho de que ella en el pasado, fue la primogénita de los Potter, y hermana mayor de Thomas "El-Niño-Que-Vivió" Potter.
Desayunó, haciendo oídos sordos, a las preguntas de Hermione Granger, Lisa Turpin, Anthony Goldstein y Michael Corner; sobre si realmente, era su hermana. Que, en donde había estado viviendo.
—Trabajando. Para ganarme el sustento de cada día —contestó ella, como si no fuera importante.
Todos se quedaron en silencio, sin saber qué preguntar. — ¿En qué trabajabas? —Esa pregunta, vino desde otra mesa.
—Buen día, Daphne —dijo sonriente, saludando a la rubia, ignorando al que realizó la pregunta, Draco Malfoy.
—Buen día, Janeth —contestó la heredera Greengrass, con una brillante sonrisa.
—En cuanto a, en lo que trabajaba: —finalmente, se dignaría a contestar —exorcismos, cacería de criaturas mágicas, entre otros.
—Sí, claro —dijo Draco Malfoy, aquel chico rubio, de Slytherin, sobre el cual el sombrero, no había querido ser colocado. —Como si alguien contratara los servicios, de una chica de nuestra edad, en criaturas mágicas.
—Como si no estuvieras aquí, por el dinero de papá y mamá —dijo Janeth. —Mi túnica y mis útiles escolares, han sido pagados, con el sudor de mi frente. A diferencia tuya. Se nota, que no sabes lo que es sufrir, para ganar algo. El sombrero, ni siquiera llegó a rosar tu cabello, cuando ya gritaba tu casa. Eso solo significa, que gastas más tiempo en el baño, en productos capilares, que, en estudiar en casa, para prepararte para Hogwarts.
—10 puntos menos, para Gry... digo: Ravenclaw, señorita Potter —dijo el profesor de cabello negro y grasiento, y gran nariz.
—Restablezco esos 10 puntos, Severus —dijo un maestro de baja estatura. El profesor Flitwick. —El Sr. Malfoy, la insultado a la señorita Bluechild, y todos nosotros, vimos su lista de negocios, Severus. Por insultar a su compañera de clase, serán 5 puntos, señor Malfoy. Y 10 puntos extra, por contestar de forma educada, sin levantar la voz, ni ser grosera, ni responder ante una provocación infantil. —El profesor de cabello hasta los hombros y grasiento, se marchó a la mesa, enfadado.
Luego del desayuno, los de Ravenclaw marcharon, junto a los Gryffindor, hacía la sala de Pociones. Entonces, apareció el mismo profesor. El tal Severus, seguido por los Slytherin. —Debido a que el director, ha decidido realizar… un raro experimento, tendremos a las cuatro clases, recibiendo este primer día. —Pasó a lista. —Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó. Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo. —Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de vosotros dudaréis que esto sea magia. No espero que lleguéis a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos… Puedo enseñarles cómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte… si sois algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar. —Más silencio siguió a aquel pequeño discurso. Hermione Granger estaba sentada en el borde de la silla, y parecía desesperada por empezar a demostrar que ella no era un alcornoque. — ¡Potter! —dijo de pronto Snape, dirigiéndose a Janeth— ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?
—Bluechild, profesor. Mi apellido, es: Bluechild —contestó ella, imperturbable, para la admiración de todos. —Aquellos, son los ingredientes clave de la Poción de Muertos en Vida. Una poción de sueño, que, sin el antídoto, se ha llegado a creer, que el bebedor, jamás despertará.
Snape frunció el ceño, y escaneó la habitación. — ¡Potter! ¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar? —Hermione agitaba la mano tan alta en el aire que no necesitaba levantarse del asiento para que la vieran. En cuanto a Thomas Potter, él lo miró confuso. —Parece que no has abierto ni un libro antes de venir. ¿No es así, Potter? —Miró nuevamente, alrededor del salón de clases. —Adelante, Granger. Ya que está tan ansiosa, por contestar.
—En el estómago de una cabra —dijo ella. —Puede salvarte, de la mayoría de venenos, cuando la empujas en tu garganta.
—10 puntos… 20 puntos para Ravenclaw, pues Bluechild y Granger, contestaron bien —dijo Snape. — ¿Cuál es la diferencia, Potter; entre Acónito y Luparia?
—No lo sé, señor —dijo él.
Snape miró en la habitación. —Sí, Longbottom.
—Son la misma planta —dijo Neville Longbottom, un chico que perdía continuamente, a su sapo. —Luparia en Europa oriental. Acónito en Europa occidental y las Colonias.
—5 puntos para Gryffindor —dijo Snape. Snape los puso en parejas, para que mezclaran una poción sencilla para curar forúnculos. Se paseó con su larga capa negra, observando cómo pesaban ortiga seca y aplastaban colmillos de serpiente, criticando a todo el mundo salvo a Malfoy, que parecía gustarle. En el preciso momento en que les estaba diciendo a todos, con una mueca de enfado, que miraran la perfección con que Bluechild y Greengrass, habían cocinado a fuego lento los pedazos de cuernos, multitud de nubes de un ácido humo verde y un fuerte silbido llenaron la mazmorra. Un segundo después, la nube se evaporó, y Snape caminó rápidamente, encontrándose con una poción negra, con burbujas amarillas. —Salvó la poción, Granger. No está mal. Actuó rápidamente y a consciencia. Bien. Bien. —La miró todavía. —Añadieron las púas de erizo, antes de retirarla del caldero... entonces, bajaron la llama, y añadieron el agua del río Lete, tal y como dice el libro, por si algo va mal. Agradezcan que tienen 5 puntos, ante ese error y rápida corrección... 10 puntos, en realidad. —Miró otras pociones, y para su enfado, sería Draco Malfoy, quien causaría un gran daño, a la mesa y haría explotar el frasco para guardar la mezcla. —Pueden retirarse. —Recogieron sus cosas. —Espero mucho de ustedes, si es que pueden seguir trabajando así, Greengrass… Bluechild.
Aquel primer día de clase de Transformaciones, la profesora McGonagall, se paró ante ellos, mientras escribía en el tablero, una complicada ecuación. —Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderán en Hogwarts. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya están advertidos. —Agitando su varita mágica, para la sorpresa de varios, una tiza comenzó a escribir en el pizarrón, por si sola, una rara ecuación, que se veía muy complicada. —Hay una serie de factores que un mago debe tener en cuenta al momento de realizar hechizos de transformación. La transformación prevista (t) está directamente influenciada por el peso corporal (a), ferocidad (v), energía de la varita (e), concentración (c) y una quinta variable desconocida (Z). —Todos escribieron la ecuación, pero solo Harry, Daphne, Tracey Davies y Hermione Granger, escribieron los significados. —Hay límites en la Transformación, gobernados por la Ley de Gamp sobre Transformaciones Elementales. También hay muchas ramas de la Transformación, incluida la Transformación entre especies y la Transformación humana. —Agitó su varita, y su escritorio, se transformó en un cerdo, asombrándolos a todos.
—Disculpe, ¿profesora McGonagall?
—Adelante, señorita Granger —dijo Minerva.
— ¿Podría por favor, hablarnos de la Ley de Gamp? —pidió Hermione.
—Oh, sí. —Para el asombro de Hermione, y todos los otros hijos de Muggles, pertenecientes a Ravenclaw y Slytherin, la maestra adoptó una pose más relajada, y contó con total calma. — Hay cinco Excepciones Principales a la Ley de Gamp. La Primera Ley de Gamp, dice que, si bien la comida no se puede crear del plano de la nada, puede ser multiplicada si uno ya tiene un poco de comida para multiplicar, puede ser ampliada o la comida puede ser convocada si se conoce la ubicación aproximada y es bastante seguro que la comida estará allí. —Todos asintieron, y estaban copiándolo. —La segunda Ley de Gamp, es que no puedes hacer que alguien se enamore de ti. No puedes fabricar amor, pero sí puedes hechizar, encantar o maldecir a alguien, ya sea con cualquiera de estos tres, o con una poción llamada Amortentia. Y, como no se debe de obligar a alguien, a enamorarse de otro alguien, entonces está penado por la ley. La Tercera Ley de Gamp, es la que está en contra de la existencia del cruce experimental de criaturas mágicas, pues el resultado podría ser el de una criatura de gran poder destructivo. La Cuarta Ley de Gamp dice que, no se deben de emplear ningún tipo de métodos para viajar a través del tiempo. Y a pesar de todo, existen unos objetos llamados Giratiempos, es un objeto mágico que permite retroceder en el tiempo. Es muy importante que el que usa un Giratiempo evite el contacto con su ser pasado porque podrían atacarse, llegando incluso a quitarse la vida por la confusión, o peor aún, el usuario podría alterar (nunca se sabe si en forma leve o drástica) su propio futuro o el de las personas con quiénes haya interactuado, causando que el curso de su vida, la de los demás, o incluso el destino del mundo (o al menos el destino de una parte de él) vayan en una dirección completamente distinta a la que se conoce en una determinada línea de tiempo, siendo absolutamente imposible predecir no sólo cuál será esta nueva dirección, sino también hasta qué punto se producirá la desviación de la línea de tiempo original en dicha nueva dirección. —Todos estaban anotando esto, en sus pergaminos. —Y, finalmente, la quinta ley… —la campana sonó, marcando el cambio de clase, y todos tuvieron que irse, tristes por no poder aprender, sobre la última ley de Gamp.
