Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.

Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.

12: Aprendiendo de Janeth.

Janeth, hizo una buena amistad con Daphne Greengrass y su amiga, Tracey Davies. Aunque la reencarnación, seguía sin tener muy en claro, como es que sus amigas, se amistaron con Hermione Granger, una hija de Muggles. Aunque claro: Tracey era Mestiza, y Daphne era Sangre Pura, y la casa Greengrass, no parecía seguir el pensamiento de derecha, que sí tenían los Mortífagos, así que, en realidad, no existía ningún problema, por ningún lado.

Estaba aquella mañana, Janeth, conversando con Lisa Turpin, Mady Brocklehurst y Michael Corner.

—Disculpa, ¿puedo hablar contigo, un minuto? —preguntó una voz masculina, pero típica de cualquier niño de once años.

Janeth se giró, encontrándose con, junto a Ronald Weasley. —Buen día, señor Potter. ¿En qué puedo ayudarlo? Como puede usted comprobar, estamos desayunando, y no tardaremos mucho, en iniciar nuestras clases diarias.

—Es importante —dijo Alex.

—Bueno. Lo estoy escuchando atentamente, señor Potter —dijo la pelinegra, mientras se giraba y comía.

—Ya te ha dicho que es importante —gruñó Ronald Weasley, quien apretó los puños, y comenzó a temblar, un poco, enfadado.

—Y he dicho, que lo estoy escuchando atentamente. Y a usted también, señor Weasley. Adelante —dijo Janeth, continuando con su comida. —Señor Potter, Señor Weasley… les recuerdo a ambos, que hoy, es un día de clases, común y corriente. Clases, que comenzarán a las 7:00, no podemos perder el tiempo.

—Ven con nosotros —ordenó Alex. —Prefiero, que nadie nos escuche.

— ¡Potter, Weasley, vayan a su mesa, desayunen! —ordenó McGonagall, desde la mesa de profesores. — ¡Y dejen de molestar a Bluechild!

— ¡Tengo que hablar con ella, es importante! —dijo Alex enfadado. Estaba acostumbrado, a que por el hecho de ser Alex "El Niño-Que-Vivió" Potter, todos le obedecieran inmediatamente. El hecho de que su hermana no lo hiciera, le enfadaba. Para él, era un insulto. Bastante molesto, colocó una mano en el hombro de Janeth. Nadie notó, como sus ojos se volvieron de un verde aún más claro. Ni Alex, ni Ronald, reaccionaron, ni sus cerebros registraron, cuando Janeth saltó de su silla, agarrándoles los brazos con los que usaban sus varitas mágicas, y llevó esos brazos, a sus espaldas, antes de hacerlos caer de rodillas.

—Evita, que se me agote la poca paciencia que manejo a diario, Potter —gruñó Janeth, terminando su desayuno, mientras se iba con los otros Ravenclaw, a tomar sus clases.

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Para el día jueves, todos los de primer año en Ravenclaw, se despertaron y emocionaron, ante un pergamino, en el tablero de anuncios.

Los de Ravenclaw, estarían junto a Hufflepuff, en la clase de vuelo de escobas.

Cuando fueron al Gran Comedor, Malfoy estuvo hablando mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de Quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por Muggles. Pero no era el único: por la forma de hablar de Seamus Finnigan, de Gryffindor, parecía que había pasado toda la infancia volando por el campo con su escoba.

Ron podía contar a quien quisiera oírlo que una vez casi había chocado contra un planeador con la vieja escoba de Charles.

Alex hablaba de haber aprendido por su padre, a volar en una escoba.

Lo mismo, con las gemelas Patil, quienes sonreían, mientras hablaban del vuelo.

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Y nuevamente, se dejaba ver la diferencia, entre los Sangre pura, los Mestizos y los Hijos de Muggles, pues estos últimos, comenzaban su aprendizaje de vuelo en escoba, cuando ingresaban a los colegios mágicos, y no como los de sangre mágica, quienes eran enseñados por sus familiares, a subirse a una escoba.

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Luego de la clase de Historia de la Magia y de la clase de Herbología, Slytherin y Ravenclaw, fueron llevados al Campo de Quidditch, quedando de pie, junto a varias escobas, bastante viejas y descuidadas.

Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón. —Bueno ¿qué estáis esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido. Janeth miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños. —Extended la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y decid «arriba». —¡ARRIBA! —gritaron todos. La escoba de Janeth saltó de inmediato en sus manos, pero fue una de los pocos que lo consiguió.

Genial —pensó ella. Pronto, todos las tenían en sus manos, aunque a Hermione Granger, se le dificultó, porque la suya solo rodaba por el suelo.

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla. Cuando la entrenadora Hooch, corrigió a Susan, por agarrarla mal, la niña de cabellos rojos, se excusó con que así se sentía más cómoda, para ella. Y Padma Patil, le puso una mano en el hombro, reconfortándola.

—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados… tres… dos… ¡uno! —la mujer vigiló a todos sus alumnos, hasta que volvió a hacer sonar su silbato, y volvieron a tierra firme. Los felicitó, y les dijo que la clase, ya había terminado.

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Desde su oficina, Dumbledore suspiró, mirando con un dejo de añoranza, la clase de los Hufflepuff y Ravenclaw. No tenía como influenciar en Flitwick, para que permitiera a Janeth ingresar al equipo de Quidditch, y todo el tiempo que ella, estuvo en el aire, se la veía haciendo muecas de enfado.

Eso lo confundió. ¿A qué Potter, no le gustaba volar en una escoba, o formar parte de un equipo de Quidditch?

Y una voz en lo profundo de su cabeza, emergió. —Pero ella no es una Potter. Es una Bluechild… y te odia. Tenlo en cuenta. Te odia, porque la dejaste, con los Dursley. —Se preguntaba, quien había criado a la niña. ¿O acaso ella reaccionaba con enfado, a la palabra "padre", por Vernon Dursley? No. Eso no tenía sentido. Él jamás hubiera tratado bien a la chica. La hubieran maltratado. Carecía de sentido, que la joven, se refiriera a Vernon. Entonces, ¿a quién?, ¿Quién era esa supuesta hermana, por quien tenía cariño y esperaba volverla a ver? Se acercó a una mesa y suspiró enfadado. En aquella mesa, ahora vacía. Alguna vez, habían estado los medidores de las Salas de Sangre de Privet Drive y de la salud de Janeth Potter…

Pero ahora, no servían de nada, pues estaban vacíos.

Los Dursley habían sido asesinados, por un enemigo increíblemente sangriento, que ni siquiera parecía ser humano.

No tenía forma, de volverla a enviar a Privet Drive #4, ni motivos para ello.

Pero la chica no veía a los Potter como sus padres, así que no había motivos, para enviarla con ellos, especialmente si ella no quería. Seguramente, durante sus vacaciones, si es que no se quedaba en Hogwarts, volvería a ese tal Mercado de Sombras.

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—Hola Daphne, Tracey, ¿puedo ayudarlas, en algo? —preguntó Janeth, cuando Daphne Greengrass, su amiga, siendo acompañada por Tracey Davies, al acorralaron luego, de que terminara la clase de Pociones, con un Snape muy satisfecho, por los trabajos de ellos tres.

— ¿Sabes luchar? —preguntó Tracey.

— ¿Eh? —esa fue la respuesta de la pelinegra, quien inclinó la cabeza, hacía un lado.

—Daphne dijo que tenías un raro cuchillo, que parecías ser muy competente, luchando sin varita mágica —explicó Tracey.

— ¿Sabes defenderte sin varita? —preguntó ahora Daphne. — ¿Puedes enseñarnos?

Una sonrisa amable, apareció en los labios de Janeth. —Sé defenderme en un combate a mano limpia, sé empuñar diversas armas blancas y.… otras cosas.

Sus clases, también, eran cada vez más interesantes, una vez aprendidos los principios básicos. En la mañana de Halloween se despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada flotando por todos los pasillos. Pero lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se morían por hacer; desde que vieron cómo hacía volar el sapo de Neville.

El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Janeth era Daphne Greengrass.

Ron, sin embargo, tuvo que trabajar con Hermione Granger. Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos. La muchacha no les hablaba desde el día en que Janeth recibió su escoba. —Y ahora no os olvidéis de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor; subido a sus libros, como de costumbre—. Agitar y golpear; recordad, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho. Era muy difícil.

Janeth y Daphne agitaron y golpearon, la pluma levitó, únicamente cuando se concentraban. Ya fuera repitiendo en susurros la palabra Wingardium Leviosa, o repitiéndolo en sus mentes, enfocándose totalmente, en las plumas, y usando el movimiento de muñeca.

— ¡Oh, bien hecho! —gritó el profesor Flitwick, aplaudiendo—. ¡Mirad, Janeth Bluechild y Daphne Greengrass lo han conseguido!

Cuando llegaron al Gran Comedor, las decoraciones de Halloween, les asombraron. Mil murciélagos y mil zorros voladores gigantes, aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas. Había algunas Acromántulas, hechizadas, para crear telacromántulas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.

Cuando terminó la cena, Daphne encontró en su bolsillo, una nota.

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— ¿Pero quieres repetirme, qué estamos haciendo aquí? —preguntó Tracey Davies, muy confundida.

—Ya te lo dije, Janeth Bluechild, me pidió verla aquí —contestó la heredera Greengrass, quien comenzaba a enfadarse, con su amiga. Abrió la puerta, y se encontraron con la pelinegra.

—Daphne, Tracey, bienvenidas —saludó Janeth, ellas devolvieron el saludo. —Seguramente, Tracey se pregunta, qué hacemos aquí, ¿verdad? —la pelinegra, asintió. —Pues es muy sencillo: Daphne sabe que yo me sé, defender sin una varita mágica. Quiero aprender, y al parecer, te ha invitado. —Tracey solo asintió. —Sin lugar a dudas, si Daphne fuera cualquier otra chica Sangre Pura, se preguntaría, por qué yo, les estoy ofreciendo aprender a defenderse, sin una varita, ¿no? —ambas asintieron. Tracey aún seguía, con esa expresión de desconcierto en su rostro, mientras que Daphne se encontraba encantada. —Desenfunden, sus varitas —les pidió, ambas lo hicieron, y rápida, como un rayo, y sin emplear una varita, Janeth arrojó chispas rosadas desde sus dedos, desarmándolas. Eso, las dejó incrédulas.

— ¿Sabes magia sin varita? —preguntó Tracey, en shock.

—Así es —dijo Janeth, asintiendo tranquila. —Estiren sus manos, cierren sus ojos. Sientan la magia, que brota alrededor de ustedes. La magia, está en el aire. En cada molécula de aire, en el rio, en los árboles, en el suelo que pisan, en las paredes que las rodean. —Ambas respiraron hondo, y dejaron que el aire saliera de sus pulmones, lentamente. —Ahora… piensen en hacerme levitar, expulsando lentamente la magia de sus cuerpos, y dirigiéndola hacía mí… —Janeth fue mandada a volar, por una explosión de magia, de una de las dos chicas. Janeth usó un hechizo en un idioma demoniaco, y atravesó la pared, detrás de ella, como si fuera un fantasma, asustándolas. El miedo fue aún mayor, cuando la vieron reaparecer.

— ¿Qué...? ¿Cómo hiciste eso? —preguntó Tracey.

—La magia, es aquel poder que nos ha sido otorgado, por los ángeles y demonios, para doblegar nuestra dimensión, a nuestra propia voluntad —dijo Janeth. — ¿Acaso crees, que las hadas y los Brujos, usaban las varitas mágicas? —preguntó ella, con un tono de burla. —Nosotros, los Magos… no supimos como doblegar la magia a nuestra voluntad. Lo que lograban los grandes héroes de la era clásica de Grecia, es un conocimiento que se perdió, con el tiempo. Incluso los Cazadores de Sombras, perdieron ese conocimiento, y usaron runas angelicales, para fortalecerse.

— ¿Cazadores de Sombras? —preguntaron Daphne y Tracey, confundidas.

—Les enseñaré, a hacer magia sin varita —dijo Janeth sonriente. —Pero, tendrá que ser los fines de semana y los días festivos que tengamos, luego de hacer nuestra tarea. Lo siento chicas, pero luego de las mañanas, careceremos de tiempo, para hacer nada más, que permanecer sentadas, en las aulas de clases. —Lanzó una risilla burlona. — ¿Y quieren hacerme creer, que el Quidditch es un deporte, cuando no tenemos que ejercitar nuestros cuerpos de forma alguna, sino que nos subimos en una escoba?

— ¿Pero qué tiene que ver el fortalecernos o realizar ejercicio, con el realizar magia sin varita? —preguntó Tracey, confundida y algo enfadada.

—Si no entrenas tu cuerpo, te cansarás muy rápidamente, al usar magia sin varita —dijo Janeth. —Los magos de la escuela mágica africana Uagadou, usan magia sin varita. ¡No saben lo que es una varita! —Eso fue algo, que asombró a ambas chicas. —Entrenan sus cuerpos físicamente, para resistir la magia, pues carecen de un foco mágico, como lo es una varita o un bastón mágico.

Daphne y Tracey, vieron a su nueva amiga, transfigurar unas mudas de diario, que tenían ellas, para usar los fines de semana, en ropa deportiva.

Siguieron sus órdenes, y comenzaron a levantarse más temprano, y a realizar toda clase de ejercicios, que las cansaba. Cuando los ejercicios terminaban, Janeth usaba un raro hechizo de luces rosadas sobre ellas, y ambas recuperaban el aliento, y dejaban de sentirse de esa forma. Así que estaban listas, para asistir a clases, todo el día.

Les tomó un mes entero, aprender Oclumancia (y eso, hacía enfadar a Tracey y a la propia Daphne, pero, aun así, seguían sus órdenes), hasta que finalmente, Janeth consideró, que ambas tenían escudos Oclumánticos, lo suficientemente fuertes, como para comenzar, a enseñarles.

Les enseñó hechizos en inglés. Ella decía, que los estaba traduciendo de una lengua muerta. Pero en realidad, eran hechizos comúnmente usados por los Brujos, que venían de lenguas demoniacas, como el Cthoniano, el Purgatic, Tartarian o Genennic.

Hechizos de privacidad (evitar que una puerta se abriera, ser invisibles a ojos de otros), hechizos de ataque (hechizos para empujar a un enemigo, hechizos de veloces esferas explosivas), hechizos de portal –aunque les pedía, que no se transportaran a lugares lejanos, pues aun no era seguro para ellas–, les enseñó magia de combate (arrojar esferas de fuego, agua, veneno).

Daphne y Tracey estaban felices, por sus aprendizajes con Janeth y en la escuela, aunque la magia de Janeth, las agotaba mágicamente a un ritmo de vértigo. Esto debido, a que eran hechizos de origen demoniaco, y que solo personas como Brujos (hijos literalmente de demonios y humanos, como Magnus Bane, Ragnor Fell, Malcolm Fade o Catarina Loss)

La admiración y el cariño de Daphne y Tracey, por Janeth Bluechild, creía cada día más.