Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
13: Aprendiendo Legeremancia.
—Una de las cosas más importantes, para todo ser vivo pensante, debería de ser su mente. —Explicaba Janeth, a Daphne y Tracey. —Sus recuerdos, sus pensamientos, sus deseos... su personalidad. —Ambas chicas se miraron, y asintieron ante las palabras de la Ravenclaw. —Entre los magos, existe algo llamado Legeremancia: la capacidad de navegar mágicamente a través de las muchas capas de la mente de una persona e interpretar correctamente los hallazgos de uno. Una persona que practica este arte se conoce como Legeremante. Los Muggles pueden llamar a esto "lectura de la mente", pero los practicantes desdeñan el término como ingenuo. Lo opuesto a Legeremancia es la Oclumancia, que se usa para proteger la mente de la invasión e influencia de la Legeremancia.
—Mi padre me ha hablado, sobre la Oclumancia y quiere que la aprenda —dijo Daphne, tranquilamente.
Janeth miró a su amiga, con algo de incredulidad. — ¿Y sabiendo que vendrías a un colegio, donde existen tres Legeremantes, teniendo a un ex – Mortífago como maestro, al Líder de la Orden del Fénix como director y al Sombrero Seleccionador, todavía no te ha enseñado?
— ¿Ellos tres, son Legeremantes? —Preguntó Tracey, preocupada. Janeth asintió.
—Existen muchos métodos, para aprender Oclumancia —dijo Janeth, continuando la charla. —Así que, les propongo esto: Usaré un ritual, para que ingresen a sus propias mentes, y les indicaré, de qué forma construir sus muros Oclumánticos, ¿les parece bien?
—Sí —contestaron ambas, al mismo tiempo.
Janeth extrajo de entre sus ropas, un frasco con un polvo verde, y comenzó a formar un circulo, alrededor de ambas chicas, mientras susurraba algo, intercalando palabras, entre griego y francés. Levantó sus brazos al aire, y ahora decía en un tono de voz normal, el conjuro. Daphne y Tracey gritaron de miedo, agarrándose de las manos, cuando el polvo se encendió, en una llama violeta, y despidió un humo dorado. Janeth hizo un giro de muñeca, y el humo fue hasta ambas chicas.
Daphne y Tracey, sintieron mucho sueño, y se derrumbaron, quedando dormidas en el suelo.
Janeth, también cayó al suelo, dormida.
Al comienzo, Daphne se encontró en un lugar bastante atemorizante. Fue ver millones de recuerdos, ante ella, como si estuviera ante un vidrio o un espejo roto, y en cada trozo de espejo, se mostraba un recuerdo distinto de su vida. Escuchaba una gran cacofonía, y no sabía qué hacer. Entonces, apareció Janeth. — ¡Hey, Daphne! —la rubia se giró, y al ver a su amiga, la abrazó, como si fuera un bote salvavidas. — ¡Selecciona cada recuerdo! ¡Desde los más atesorados e importantes, hasta los menos importantes y más vergonzosos! —Daphne, literalmente agarró cada trozo de vidrio y los fue colocando en distintas filas. Para el asombro de Daphne, al acabar, sobre esa arena blanca, en la cual estaban ambas paradas, se formaron palabras: Importante, interesante, destacable, normal, casi no importa y no importa. Cuando terminó de organizarlos, el sonido dejó de estar allí. —Bien, ahora que tienes tu mente organizada. Pensemos en algunas trampas, para aquellos que ingresen. Puedes crear cualquier cosa.
— ¿Cómo es tu Oclumancia? —preguntó Daphne, sintiéndose algo perdida.
—Una muralla, llena de lanzas. Y mis recuerdos, están literalmente bajo tierra. —Explicó ella. —Cuando un Legeremante, no deseado ingresa en mi mente, literalmente se estrellará contra un muro, y será empalado.
— ¿Podemos crear el borde de un acantilado? —preguntó ella.
—Imagínalo con fuerza y decisión. —ordenó Janeth, mientras empezaba a explicarle, a cómo aplicar la Oclumancia, al cambio de su paisaje mental. —Allí, ante ti, hay un acantilado, que es imposible de cruzar, para cualquiera.
Al final, los recuerdos quedaron resguardados bajo las arenas del desierto, mientras que el invasor se encontraría al filo de un muro y con una gran caída ante él. Si podía atravesar ese acantilado, se encontraría con una gran cantidad de arena, que le llegaría hasta las rodillas, impidiéndole caminar, y un templo que no tendría uso alguno.
Sus clases, también, eran cada vez más interesantes, una vez aprendidos los principios básicos.
En la mañana de Halloween se despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada flotando por todos los pasillos. Pero lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se morían por hacer; desde que vieron cómo hacía volar el sapo de Neville.
El profesor de Encantamientos, puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Janeth era Alex (lo que fue un alivio, porque Neville había tratado de llamar la atención de la Ravenclaw pelinegra).
—Quizás, después, pueda auxiliar a Neville, si es que tiene problemas —pensó Janeth.
Ronald Weasley, sin embargo, tuvo que trabajar con Hermione Granger. Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos.
—Y ahora no os olvidéis de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor; subido a sus libros, como de costumbre—. Agitar y golpear; recordad, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.
Era difícil.
Janeth y Alex agitaron y golpearon, tras decir Wingardium Leviosa, la pluma de Janeth, comenzó a elevarse, y ella la miraba fijamente, enviando más magia.
— ¡Oh, bien hecho! —gritó el profesor Flitwick, aplaudiendo—. ¡Mirad, Janeth Bluechild lo ha conseguido!
En cambio, la pluma de Alex, no se movía del pupitre. Algo enfadado, el joven Potter la pinchó con su varita y le prendió fuego.
Ron, en la mesa próxima, no estaba teniendo mucha más suerte. — ¡Wingardium Leviosa! —gritó, agitando sus largos brazos como un molino.
Janeth oyó que Hermione lo reñía—. Es Win-gar-dium levi-o-sa. Pronuncia gar más claro y más largo.
—Dilo, tú, entonces, si eres tan inteligente —dijo Ron con rabia. Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.
—Muy bien, señorita Granger —dijo un orgulloso, profesor Flitwick.
Al finalizar la clase, Ron estaba de muy mal humor. —No es raro que nadie la aguante —dijo a Alex, cuando se abrían paso en el pasillo—. Es una pesadilla, te lo digo en serio. —Alguien chocó contra Alex. Era Hermione. Alex pudo ver su cara y le sorprendió ver que estaba llorando.
—Creo que te ha oído. —Dijo Alex, algo incómodo.
— ¿Y qué? —dijo Ron, aunque parecía un poco incómodo—. Ya debe de haberse dado cuenta de que no tiene amigos.
Hermione no apareció en la clase siguiente y no la vieron en toda la tarde. De camino al Gran Comedor, para la fiesta de Halloween, Janeth, Padma Patil, Alex y Ron oyeron que Parvati Patil le decía a su amiga Lavender que Hermione estaba llorando en el baño de las niñas, del tercer piso y que deseaba que la dejaran sola.
Ron pareció más molesto aún, pero un momento más tarde habían entrado en el Gran Comedor; donde las decoraciones de Halloween les hicieron olvidar a Hermione. Mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.
Entonces, el profesor Quirrell llegó rápidamente al comedor; con el turbante torcido y cara de terror. Todos lo contemplaron mientras se acercaba al profesor Dumbledore, se apoyaba sobre la mesa y jadeaba: —Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo. —Y se desplomó en el suelo. Se produjo un tumulto.
Para que se hiciera el silencio, el profesor Dumbledore tuvo que hacer salir varios fuegos artificiales de su varita. —Prefectos —exclamó—, conducid a vuestros grupos a los dormitorios, de inmediato.
Percy Weasley estaba en su elemento, y comenzó a dar órdenes a los Prefectos de todas las casas, a los alumnos de todos los años y casas, e incluso a los maestros, quienes lo miraron con algo de enfado, pero él no se dio cuenta. — ¡Seguidme! ¡Los de primer año, manteneos juntos! ¡No necesitáis temer al trol si seguís mis órdenes! Ahora, venid conmigo. Haced sitio, tienen que pasar los de primer año. ¡Perdón, soy un prefecto!
Cuando iba por el pasillo del tercer piso, siguiendo al Prefecto de Ravenclaw, Janeth recordó a Hermione, y lanzó un Glamur sobre todos, para que olvidaran temporalmente, su existencia, logrando así, colarse en el baño femenino. —Hermione.
—Quiero estar sola —dijo la chica, con voz afligida.
—Lo entiendo Hermione. Soy Janeth Bluechild —se identificó la chica mitad hada. —Hay un Trol en algún lado, y tenemos que ir a nuestras Salas Comunes. —Cuando la chica salió del baño, a ambas les llegó un olor asqueroso, y el suelo comenzó a temblar.
Ingresó por la puerta, un ser de más de tres metros y medio de alto y tenía la piel de color gris piedra, un descomunal cuerpo deforme y una pequeña cabeza pelada. Tenía piernas cortas, gruesas como troncos de árbol, y pies achatados y deformes. Llevaba un gran bastón de madera que arrastraba por el suelo, porque sus brazos eran muy largos. El monstruo se detuvo en una puerta y miró hacia el interior. Agitó sus largas orejas, tomando decisiones con su minúsculo cerebro, y luego entró lentamente en la habitación.
Hermione abrió la puerta, y gritó horrorizada, el Trol entonces, se movió por el sonido del grito, y no por quien lo emitía, alzando su garrote, y destruyendo el inodoro. Pero pronto, Janeth vio a la chica, a salvo.
Janeth entonces, suspiró, y fue rodeada por una extraña aura dorada. Los ojos de Hermione se abrieron, al verla moverse veloz como el sonido, extrajo un par de varas de metal blanco, que ella ya sabía, que eran cuchillos Serafín, dijo "Sariel" y "Cassiel", y a los cuchillos les brotaron las hojas de cristal blanco y el fuego dorado, usándolas para atacar las piernas del Trol, cortó el garrote, y enterró un cuchillo en el puño del trol, y luego recorrió su brazo, enterrando los cuchillos y quemándolo, hasta llegar ante el rostro de la bestia, y literalmente, cortarla, hasta matarlo, haciéndolo caer al suelo.
Después de eso, ambas Ravenclaw se fueron de allí. Mientras que Hermione, le agradecía insistentemente a Janeth, por salvarle la vida.
Cuando llegaron los maestros, solo encontraron un gran agujero, en la sien del Trol, que parecía haber sido causada con algún artefacto llameante, pero nada más.
