Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.

Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.

20: Entrenamiento Físico y Gilderoy Lockhart.

Finalmente, aquí estaba: El primer día, de su segundo año escolar.

Janeth se paró de la cama, tomó su ropa deportiva, y encima, se puso su uniforme escolar. Con un sencillo hechizo, en la lengua demoníaca conocida comúnmente, como Purgatic. Salió de la Sala Común, solo recibiendo algunas miradas curiosas.

No notó a Daphne y Tracy, sonriendo y corriendo detrás suyo.

Cuando llegó al patio central, junto al lago, Janeth miró, con una mezcla entre sorprendida y extrañada, que Alex Potter, Hermione Granger y Ron Weasley, estaban allí, acompañados de Lily Potter.

—Debo decir, que es una sorpresa encontrarlos aquí —fue lo primero, que surgió de los labios de la pelinegra de ojos verdes.

—A mí no me mires —gruñó Alex, con una expresión avinagrada en el rostro. —Mi madre, me ordenó venir. Ron decidió enterarse del porqué estaría aquí, y Hermione nos siguió. Además, tus amigas están detrás de ti. Janeth se giró, y saludó a la heredera Greengrass y a la heredera Davies.

—Señorita Bluechild —la profesora Potter, habló. —No es un secreto, para nadie del profesorado, su curioso trabajo en el campo de la... Digamos: Combate contra los demonios y los exorcismos. Estamos enterados de sus armas, así que su trabajo va más allá, del simple exorcismo demoníaco.

—Está usted muy bien enterada, para ser alguien que hasta hace un año, no parecía conocer casi nada, sobre el Mundo de las Sombras, profesora Potter —dijo Janeth.

—Quiero que, por favor, considere usted entrenar a Alex, por favor —dijo Lily. Janeth se la quedó mirando.

—Son órdenes de Dumbledore, para auxiliar a su querido Niño Dorado, señorita Bluechild —dijo una voz de varón, que provenía de detrás de Daphne, Tracey y Janeth. Y pertenecía, al profesor Snape.

Janeth lo pensó. Lo pensó por un largo rato, hasta que suspiró. —De acuerdo. Voy a entrenar a los tres leones... Pero esperaré cierta forma de pago en metálico. —Eso, sorprendió a más de uno.

— ¡¿Quieres que te paguen, por entrenar a tu propio hermano?! —preguntaron Lily y Minerva, incrédulas.

—Quiero que me paguen, porque estoy sufriendo un Deja-Vuh —gruñó ella, pasándose una mano por la cara. —El hijo frágil y el hijo terco, nuevamente. Ah. Ya tenía yo, más que suficiente, con escuchar a Valentine, hablar del Niño Ángel. —Todos se preguntaron, quienes eran Valentine y el tal "Niño Ángel". —Los cinco, imiten lo que haré. —Comenzó, con estiramientos de piernas y brazos, trotaron por unos 15 segundos. 3 veces, sentadillas de 15 repeticiones. 3 veces, flexiones de brazo de 15 repeticiones. —Ahora, no permitan que la esfera de luz verde, los toque —les dijo. Los alumnos y maestros, se preguntaron a qué se refería, cuando la vieron extraer su varita mágica y lanzar una esfera de luz verde, que comenzó a volar de forma descontrolada, como si fuera una Snitch, pero siempre, intentando alcanzar a Janeth, Hermione, Alex, Ronald, Daphne o Tracey.

— ¿Por qué estamos haciendo esto? —preguntó Ron, ya cansado de arrojarse al suelo.

—Pensé que vería mucho más, que solo verlos arrojarse al piso —declaró Janeth sin responder a Weasley; mientras veía venir la esfera hacía ella, dejando caer rápidamente su cuerpo hacía atrás, parándose de manos, impulsándose, girando en el aire y volviendo a quedar de pie. Suspiró, cuando la esfera fue detrás de Daphne, quien rodó por el suelo, corrió y saltó, hasta que dejó de seguirla. —Agradezcan, que soy yo quien los está entrenando, y no Valentine. —Les dijo Janeth sonriente.

— ¿Quién es Valentine y qué te hizo? —preguntó Lily preocupada, acercándose a la pelinegra de ojos verdes, quien le estaba dando la espalda, para mirar a sus alumnos.

—Hizo que la manada de hombres lobos del bosque de Brocelind, me persiguiera, en pleno invierno y estando en paños menores —dijo Janeth, mientras apretaba los puños. Eso causó que los tres maestros, se horrorizaran. —En otra ocasión, me dejó inconsciente y me llevó al Bosque, donde había preparado a una docena de Repudiados altos y músculos —lo pensó mejor —Estoy casi segura, de que eran Fisicoculturistas... para que me persiguieran.

— ¿Repudiados? —preguntó McGonagall lentamente, y sin saber si realmente, quería saber de lo que se trataba.

—Son Mundanos... Muggles, —corrigió, para que la entendieran — a quienes se les ha marcado con una multitud de Runas, sin que estos sean Cazadores de Sombras o Ascendidos —explicó ella. —Entran en un estado de frenesí e ira destructiva, que no conocerá fin.

—Eso suena como los Berserkers de la mitología escandinava —dijo Hermione, respirando pesadamente.

—Muy similares —admitió Janeth, mientras hacía desaparecer la esfera verde, y les indicaba el siguiente ejercicio, enseñándoles un par de esferas de hierro sólido, la cual McGonagall multiplicó, según la petición de la pelinegra, y la vieron agarrar, las originales. El trio de oro de Gryffindor, se miraron entre ellos, antes de agarrar cada uno, un par de esferas, con Hermione y Ron, admitiendo que eran algo pesadas. —Primero: flexionen solo un poco las piernas, y mantengan la espalda recta, llévenlas abajo, cuando inhalan aire por la nariz, inflando el abdomen y luego arriba, hasta la altura del pecho, cuando exhalan por la boca. Haremos esto tres veces, de qui... De diez repeticiones cada una de esas veces.

Cuando finalizaron el primer día de entrenamiento, Daphne, Tracy, Alex, Hermione y Ronald, fueron arrastrándose, donde Madame Pomfrey, en busca de una poción para el dolor de los músculos y articulaciones.

Luego, fueron a desayunar.

Al terminar su desayuno, cada alumno, fue por sus libros y se desplazaron a sus respectivos salones de clase.

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Cuando volvió a su oficina, se encontró con Minerva y Lily, quienes le contaron, sobre el entrenamiento de hoy, y lo que habían aprendido de Janeth.

Dumbledore se quedó pensando en las palabras de Janeth Cristal Bluechild, y lo poco sabía de la Ravenclaw.

La chica había sido entrenada de forma bastante brutal (pero efectiva), por ese tal Valentine. Creyó poder sentir algún tipo de deseo, consciente e inconsciente, de entrenar a Alex, Ronald, Hermione, Daphne y Tracey, de la forma en la que, a ella le hubiera gustado que la entrenaran.

Apretó sus puños, cuando se dio cuenta, de que debería de haber estado presente en el entrenamiento de hoy. Pues aquel momento en el que la chica contaba la historia, de cómo fue dejada en el bosque a merced de los hombres lobo, podría haber sido perfecto, para mirar en su mente, pues seguramente sus escudos Oclumánticos, estarían bajos, y podría haber aprendido más de ella, que solo lo que aceptaba decirles. —Seguramente, entremezcla veracidad con algo de mentira. Nadie jamás, otorgaría información sobre un pasado, que no quiere volver a enfrentar —reflexionó, sintiendo una molesta sensación de hundimiento en el estómago y apretando aún más firmemente, sus puños. ¡Podría haber mirado en su mente, sin tener que enfrentarse a esos escudos Oclumánticos! Oh, ¿Por qué no pensó más rápidamente?

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Los Ravenclaw y los Hufflepuff, fueron a clase de Historia de la Magia, y ella fácilmente, se desconectó de la clase y de la voz del profesor, y estuvo leyendo del libro. —Mejor leer del libro, a que el profesor me haga confundir nombres de personas —pensó la pelinegra, tomando algunas notas, que consideró importantes, con base en el libro. Al salir de esa clase, se alegró mucho más, cuando vio a Daphne y Tracey, quienes venían con los demás Slytherin, para la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Aunque no sabía cómo sentirse, respecto a su profesor. —Estar de mal humor en la mañana, especialmente después de la clase de Herbología, no puede ser normal en ti.

La heredera Davies, suspiró. —Cuando llegamos al salón de Herbología, Lockhart dejó muy en claro ante Neville Longbottom, que no tenía NI IDEA, de plantas mágicas. Le dijo a la profesora Sprout, que quería hablar con Alex un segundo. Cuando Alex entró al salón de clases, sonreía de forma arrogante. Ya sabes, ¿No? El tipo es famoso, y Alex es El-Niño-Que-Vivió. A saber, qué le dijo. Bueno: estuvimos replantando Mandrágoras, es complicado que salgan del suelo y son como... Plantas literalmente con cuerpos de bebés, que chillan, y si escuchas el gritó de una Mandrágora bebé, te desmayas. Sí es una Mandrágora adulta, mueres. Entonces, las Replantamos, y bueno... Una pesadilla de la higiene —Janeth asintió, ante las palabras de su amiga.

La puerta se abrió, y entre Lockhart, sonriendo. Janeth miró extrañada al "Niño Mágico" (Alex), quien buscó un asiento al final del aula, donde se atrincheró detrás de los siete libros de Lockhart, de forma que se evitaba la contemplación del Lockhart de carne y hueso. Cuando todos estuvieron sentados, Lockhart se aclaró sonoramente la garganta y se hizo el silencio. Se acercó al escritorio, y cogió el ejemplar de Recorridos con los Trolls y lo levantó para enseñar la portada, con su propia fotografía que guiñaba un ojo. —Soy Gilderoy Lockhart, Caballero de la Orden de Merlín, de tercera clase, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras, y ganador en cinco ocasiones del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista Corazón de bruja, pero no quiero hablar de eso. ¡No fue con mi sonrisa con lo que me libré de la Banshee que presagiaba la muerte! —Esperó que se rieran todos, pero sólo hubo alguna sonrisa. Janeth puso los ojos en blanco. —Veo que todos habéis comprado mis obras completas; bien hecho. He pensado que podíamos comenzar hoy con un pequeño cuestionario. No os preocupéis, sólo es para comprobar si los habéis leído bien, cuánto habéis asimilado... —Cuando terminó de repartir los folios con el cuestionario, volvió a la cabecera de la clase y dijo: —Disponéis de treinta minutos. Podéis comenzar... ¡ya! —Janeth miró el papel y leyó, algunas de las preguntas más estúpidas y sin sentido, que no hubiera podido imaginar, ni siquiera teniendo todo el tiempo del mundo, para ella sola.

— "¿Cuál es el color favorito de Gilderoy Lockhart?" —susurró, incrédula y sintiéndose en un lugar incorrecto, o algo así. Leyó más y más preguntas, pasó las hojas, una tras otra, hasta la última pregunta. — "¿Cuál es, en tu opinión, el mayor logro hasta la fecha de Gilderoy Lockhart?" —rellenó, con cualquier tontería: Que su color favorito era el magenta, que su regalo perfecto era un Escarbato (criaturas mágicas con cuerpo de topo y pico de pato, que escarbaban en el suelo y extraían oro), que su mayor logro era su propia biografía y más estupideces. —Estoy llevando esto con Flitwick y McGonagall, definitivamente. —cerró sus ojos un segundo, y chispas plateadas y escarlata salieron de sus dedos, creando una segunda hoja.

Media hora después, Lockhart recogió los folios y los hojeó delante de la clase. —Vaya, vaya. Muy pocos recordáis que mi color favorito es el lila. Lo digo en Un año con el Yeti. Y algunos tenéis que volver a leer con mayor detenimiento Paseos con los hombres lobo. En el capítulo doce afirmo con claridad que mi regalo de cumpleaños ideal sería la armonía entre las comunidades mágica y no mágica. ¡Aunque tampoco le haría ascos a una botella mágnum de whisky envejecido de Ogden! Aunque, es una buena idea la suya, señorita Bluechild: un Escarbato, suena como un buen obsequio —le enseñó una sonrisa, y Janeth agradeció a Raziel, el que la hubiera hecho lesbiana, y que Daphne estuviera en sus sueños más profundos. —Aquí tiene: 25 puntos a Ravenclaw. —Volvió a guiñarles un ojo pícaramente. Ron miraba a Lockhart con una expresión de incredulidad en el rostro; Seamus Finnigan y Dean Thomas, que se sentaban delante, se convulsionaban en una risa silenciosa. Hermione, por el contrario, escuchaba a Lockhart con embelesada atención y dio un respingo cuando éste mencionó su nombre. —... pero la señorita Hermione Granger sí conoce mi ambición secreta, que es librar al mundo del mal y comercializar mi propia gama de productos para el cuidado del cabello, ¡buena chica! De hecho —dio la vuelta al papel—, ¡está perfecto! ¿Dónde está la señorita Hermione Granger? —Hermione alzó una mano temblorosa. —¡Excelente! —dijo Lockhart con una sonrisa—, ¡excelente! ¡Diez puntos para Gryffindor! Y en cuanto a... —De debajo de la mesa sacó una jaula grande, cubierta por una funda, y la puso encima de la mesa, para que todos la vieran. —Ahora, ¡cuidado! Es mi misión dotaros de defensas contra las más horrendas criaturas del mundo mágico. Puede que en esta misma aula os tengáis que encarar a las cosas que más teméis. Pero sabed que no os ocurrirá nada malo mientras yo esté aquí. Todo lo que os pido es que conserven la calma. Tengo que pediros que no gritéis —dijo Lockhart en voz baja—. Podrían enfurecerse. —Cuando toda la clase estaba con el corazón en un puño, Lockhart levantó la funda. —Sí —dijo con entonación teatral—, duendecillos de Cornualles recién cogidos. —Los duendecillos eran de color azul eléctrico y medían unos veinte centímetros de altura, con rostros afilados y voces tan agudas y estridentes que era como oír a un montón de periquitos discutiendo. En el instante en que había levantado la funda, se habían puesto a parlotear y a moverse como locos, golpeando los barrotes para meter ruido y haciendo muecas a los que tenían más cerca. —Está bien —dijo Lockhart en voz alta—. ¡Veamos qué hacéis con ellos! —Y abrió la jaula. Se armó un pandemónium: Los duendecillos salieron disparados como cohetes en todas direcciones. Dos cogieron a Neville por las orejas y lo alzaron en el aire. Algunos salieron volando y atravesaron las ventanas, llenando de cristales rotos a los de la fila de atrás. El resto se dedicó a destruir la clase más rápidamente que un rinoceronte en estampida. Cogían los tinteros y rociaban de tinta la clase, hacían trizas los libros y los folios, rasgaban los carteles de las paredes, le daban vuelta a la papelera y cogían bolsas y libros y los arrojaban por las ventanas rotas. Al cabo de unos minutos, la mitad de la clase se había refugiado debajo de los pupitres y Neville se balanceaba colgando de la lámpara del techo. —Vamos ya, rodeadlos, rodeadlos, sólo son duendecillos... —gritaba Lockhart. Se remangó, blandió su varita mágica y gritó: — ¡Peskipiski Pestenomi! —No sirvió absolutamente de nada; uno de los duendecillos le arrebató la varita y la tiró por la ventana. Lockhart tragó saliva y se escondió debajo de su mesa, a tiempo de evitar ser aplastado por Neville, que cayó al suelo un segundo más tarde, al ceder la lámpara.

— ¡JANETH, HAZ ALGO! —Pidió Daphne, viendo como los duendecillos, estaban quitándole la corbata a Tracey y como le quitaron su chaleco a Blaise y a Lavender Brown, a quien también parecían, intentar desnudar.

Absolutum Rigor Tempus —Y todos dejaron de moverse.

Sonó la campana y todos corrieron hacia la salida. Janeth salió sonriente, teniendo a Daphne y a Tracy, agarrándola, una por cada brazo. En la calma relativa que siguió, Lockhart se irguió, vio a Alex, Ron y Hermione y les dijo: —Bueno, ustedes tres meterán en la jaula los que quedan. —Salió y cerró la puerta.

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Janeth suspiró, mientras ascendía por las escaleras móviles, pidiendo algunas indicaciones a los retratos, hasta poder encontrar la oficina de la subdirectora McGonagall, llamando a la puerta, con tres suaves golpes. — ¡Adelante! —escuchó, y supo que podía entrar. — ¿Cómo puedo ayudarla, señorita Bluechild? —fue la pregunta de la profesora.

Janeth suspiró, mientras se sentaba en la mesa, y le entregaba una hoja. —Lockhart quería saber, si efectivamente, habíamos comprado sus libros de porquería —contestó, ante la pregunta jamás realizada. —Por favor, profesora —le dijo. —Tómese su tiempo, para leer las preguntas que...

— ¡¿En qué está pensando ese estúpido?! —preguntó la mujer, poniéndose de pie. — ¡ESTO ES UN INSULTO, UNA ABERRACIÓN, HACIA TODOS LOS EDUCADORES QUE HA LLEGADO A ALBERGAR ESTA INSTITUCIÓN ALGUNA VEZ, Y MANCHARÁ SIN LUGAR A DUDAS, TERRIBLEMENTE, EL PRESTIGIO DE HOGWARTS! —La mujer miró a su alumna Ravenclaw, y logró tomar algo de aire.

—Nos hizo enfrentarnos a Duendecillos de Cornualles, los cuales destruyeron el salón de clases. Colgaron alumnos del techo, a otros les jalaron las orejas, les quitaron las corbatas, destruyeron libros y pergaminos —informó la pelinegra.

—Señorita Bluechild, puede estar usted segura, de que estoy llevando este caso, ante el director. —Janeth asintió y se retiró.

(N/A: No me pueden decir ahora, que soy la ÚNICA que ama, que Sebastian le diga "Niño Ángel" a Jace)