Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
21: ¡Extra, Extra! + La Inscripción en el Muro.
James y Lily Potter, reunieron a muchos Lores del Wizengamot, tanto luminosos, como neutrales e incluso oscuros (solo para evitar quejas y reclamos, en su contra), y mostraron, gracias a un Pensadero, ciertos recuerdos que pronto, pondrían patas arriba a todo el país. Se ordenó que comenzara, el proceso de liberación de Sirius Black, hasta que se aclararan los hechos, respecto a Peter Pettigrew.
Pero bastaron unas pocas palabras de Lily Potter. Palabras que fueron dichas, con total seguridad y confianza, para que se dieran nuevas órdenes, respecto a Pettigrew.
Lily podría llegar a tener una perfecta carrera como actriz, si algún día se cansa de ser una Inefable.
/-/-/Oficina del Director de Hogwarts, a la Mañana Siguiente/-/-/
Albus Dumbledore, arrojó una botella de Whisky de Fuego, contra una pared, cuando vio la noticia, que había aparecido, esa misma mañana en primera plana del Profeta:
Sirius Black, liberado. Testificación y recuerdos de Lord y Lady Potter, claves, para su liberación.
Peter Pettigrew: Orden de Búsqueda y Captura.
Severus Snape: Orden de Aprehensión Inmediata.
Rápidamente, Albus se puso de pie, y fue a alertar a su mascota Mortífaga, del peligro en el que se encontraba.
Sin lugar a dudas, en pocos minutos, una legión de Aurores llegarían a Hogwarts, para arrestarlo, por los testimonios que James y Lily, acababan de dar al Profeta. Suspiró. Obviamente, esto llevaría a Sirius, a un Juicio en el Wizengamot, y obviamente, le darían Veritaserum, para probar la veracidad de lo ocurrido hace doce años. Entonces, en ese momento, Albus se dio cuenta de que probablemente, por esto era que James y Lily, no se habían movido antes, con el tema de Sirius. — ¿Y si ahora cuentan con pruebas concretas, en contra de Severus? —Esa parecía ser, una buena teoría, teniendo en cuenta, como aparentemente, la pareja Potter, había abandonado por doce años a un amigo tan fiel, como Sirius. —No. ¡No puedo permitirme, que encuentren a Pettigrew! —pensó en eso, repentinamente asustado, y se puso de pie rápidamente, tumbando su silla, y corriendo hasta la puerta, abriéndola y casi que, saltando hasta los escalones en forma de caracol, para llegar al pasillo, con la intensión de correr hacía la Sala Común de Gryffindor, y evitar que Peter fuera encarcelado. —¡Peter ayudará a encontrar a Tom, cuando sea el momento! —pensó frenéticamente, sin dejar de correr. Por desgracia, la edad lo dejó cansado, rápidamente, y tuvo que tomar aire, apoyando una mano en la pared, la otra en una pierna, inclinándose hacia adelante, mientras tomaba pobres bocanadas de aire, y su corazón latía muy rápido, causando que su pecho doliera. — ¡Maldición! —No podía Aparecerse, dentro de los pasillos del colegio. Y había dejado su escoba, encerrada en el armario. Así que un hechizo de convocación, no la traería hasta él.
— ¡Albus! —le llamó McGonagall, apareciendo ante él, con una hoja arrugada en un puño. — ¡Tengo que hablar contigo, muy seriamente!
El anciano hizo una mueca. No. Ahora no, que estaba tan ocupado. Maldición. —No tengo tiempo ahora, Minerva —se excusó. —Tengo que resolver un asunto impor... —Dejó de hablar, cuando Minerva le puso un papel, ante su nariz, teniendo que alejarse un poco, para poder enfocar las palabras.
— ¡En su primer día, como educador, Gilderoy Lockhart, ha demostrado que no solo no tiene respeto hacia la educación de nuestros alumnos, sino que tampoco tiene conocimiento alguno, y se burla de todos nosotros! —le dijo ella, ignorando el rostro del hombre, quien claramente no quería estar en esa situación, justo en ese momento.
—Minerva, ahora mismo...
—Vas a decirme en-este-preciso-instante, lo que estabas pensando al contratar a Lockhart —ordenó ella, cruzándose de brazos.
Albus la miró, con ojos, entre la súplica y su deseo de seguir su camino por el pasillo, para llegar a la Sala Común de Gryffindor, y salvar a Pettigrew. —Minerva, en este momento... —Y sus palabras murieron, en sus labios, ante la mirada de la mujer de Tengo todo el tiempo del mundo. Albus comenzó a debatir con Minerva, esperando lograr dar con los argumentos exactos y contundentes, y así, que Minerva le dejara irse. Pero la mujer se paró con firmeza, y comenzó a rebatirle sus argumentos, con otros argumentos, mucho mejor argumentados, demostrando que el hombre no sabía enseñar.
Cuando finalmente, luego de casi tres horas, la mujer lo dejó irse. Albus suspiró, más aliviado, y continuó su camino, corriendo una vez más, solo para detenerse, cuando vio agua en el suelo del pasillo del tercer piso, a varios alumnos reunidos, mirando algo. Miró, y se encontró a la gata de Filch, y unas palabras escritas en sangre, en la pared.
LA CÁMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABIERTA: TEMAN, ENEMIGOS DEL HEREDERO.
Se acercó corriendo, muy agitado, hasta el séptimo piso, ante el retrato de la Dama Gorda. — ¿Contraseña, director?
—Ahora, ahora, Elizabeth —dijo el maestro calmado. O, al menos, tratando de mantener la calma. —Necesito entrar, de forma urgente.
—Contraseña... Director —repitió Elizabeth (también conocida como "La Dama Gorda"), negándose a dejarlo entrar, sin importarle el estrés y la premura, en el rostro del director.
—Elizabeth, necesito entrar de inmediato —dijo él, poniéndose más nervioso. —Si me dejas...
—Sin contraseña, nadie entra —dijo Elizabeth, negándose de dejarlo entrar, firmemente.
El anciano director, lanzó un hechizo y luego otro. Gracias al segundo hechizo sintió las presencias y firmas mágicas de Amelia Bones, James y Lily Potter, en el interior de la Sala Común de Gryffindor. — ¡Elizabeth, tengo que entrar de inmediato! —dijo Albus, perdiendo la calma, en cuanto los sintió del otro lado, ahora muy nervioso. Todo comenzó a darle vueltas.
—Sin contraseña, nadie entra —repitió Elizabeth, muy calmada. Sabía PERFECTAMENTE, lo que se estaba llevando a cabo, detrás de ella. En la Sala Común de Gryffindor, y se alegró mucho, de que ese revoltoso de Sirius Black, fuera liberado. La Dama Gorda, se hizo a un lado, y cuando Albus trató de entrar, acabó tumbado en el suelo, al chocar con algo. Cuando levantó la vista, vio a un calmado James Potter, quien salió primero. Detrás suyo, venía Peter Pettigrew, esposado de manos, con grilletes anti-magia, detrás venían Lily Potter, Kingsley Shacklebolt, Rufus Scrimgeur, John Dawlish y Amelia Bones, apuntándole con las varitas mágicas, al Animago y Mortífago, que habían capturado.
Albus no tenía forma de decir nada, ni absolutamente nada qué argumentar, respecto a la defensa de Peter Pettigrew. El anciano director, vio cinco Aturdidores, pasarle por la derecha, y giró su cabeza hacía atrás. Severus Snape, esquivó dos, desvió uno, pero los otros dos, lo alcanzaron.
También se lo llevaron.
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Cuando se dio el juicio contra ambos hombres: Severus por ser un Mortífago, por ser (supuesta y especulativamente) un espía de Voldemort entre los miembros de la Orden del Fénix, filtrar la Profecía, (causar indirectamente el maltrato al cual Janeth Potter fue sometida por la familia Muggles de Lily Potter). Se le condenó al beso del Dementor, porque la Profecía (de la cual no se habló, ni se dijo nada más) causó el estado vegetativo permanente de un lord del Wizengamot (Frank Longbottom), causó el ataque directo de Lord Voldemort contra la familia Potter, y la casi extinción total y absoluta, de las familias Longbottom y Potter.
A Peter Pettigrew, le condenaron al mimo motivo: por revelar la ubicación del hogar de un lord del Wizengamot, por el asesinato de doce Muggles, Animagia ilegal y por culpar de tales actos, a un lord del Wizengamot, y último miembro de la Antigua y Noble Casa Black. Además, revelaron su Marca Tenebrosa, en el brazo.
Albus Dumbledore, se retiró furioso de esa sesión del Wizengamot, sin querer ver, como ejecutaban a la estúpida rata.
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Cuando Albus Dumbledore volvió a Hogwarts (casi dos horas después), encontró a los alumnos desayunando, y leyendo el Profeta, apenas ahora.
Unas horas después, se estaba por los pasillos: — ¡Teman, enemigos del heredero! —Gritaba Draco Malfoy, jubiloso. — ¡Los próximos seréis los Sangre Sucia!
—Y esos serán... 25 puntos menos, Sr. Malfoy —dijo el profesor Flitwick, en un raro estado emocional: enfadado por esas palabras, por parte de Draco Malfoy. Pero alegre de ser un profesor, y poder quitarle puntos al chico.
— ¿Enemigos del heredero? —se preguntó Dumbledore, mientras usaba Legeremancia en Draco, viendo el mensaje en sangre. Recordó haberse detenido por un instante en el lugar, pero su cerebro no había registrado las palabras, porque tuvo que seguir su camino, para intentar evitar que Pettigrew, fuera capturado. —No tengo un maestro de Pociones, porque Severus tuvo que estar allí presente —suspiró, y solo un nombre se le vino a la cabeza.
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Horas después, Janeth, Daphne y Tracey, encontraron a Ron, Hermione y Alex, al fondo de la biblioteca, midiendo sus deberes de Historia de la Magia. El profesor Binns les había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de Magos de Europa».
—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros... —se quejaba un furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.
— "Hey, espera un segundo" —susurró Alex, y junto a su amigo pelirrojo, se concentraron en la voz de Janeth, pero solo hablaban de la tarea de Historia de la Magia. — "Olvídalo" —volvió a susurrar, y enterró su nariz nuevamente, en el pergamino.
Thomas le contó a Ron que Justin Finch-Fletchey lo había esquivado y se había alejado de él a toda prisa. —No sé por qué te preocupa, si siempre has pensado que era un poco idiota —dijo Ron, escribiendo con la letra más grande que podía —Todas esas tonterías sobre lo maravilloso que es Lockhart...
Hermione surgió de entre las estanterías. Parecía disgustada pero dispuesta a hablarles por fin. —No queda ni uno de los ejemplares que había en el colegio; se han llevado la Historia de Hogwarts —dijo, sentándose junto a Harry y Ron—. Y hay una lista de espera de dos semanas. Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar, pero con todos los libros de Lockhart, no me cabía en el baúl.
—¿Para qué lo quieres? —le preguntó Thomas.
—Para lo mismo que el resto de la gente —contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.
—¿Qué es eso? —preguntó Thomas al instante.
—Eso quisiera yo saber. Pero no lo recuerdo —contestó Hermione frunciendo el ceño, mordiéndose el labio —Y no consigo encontrar la historia en ningún otro lado.
—Hermione, déjame leer tu trabajo —le pidió Ron desesperado, mirando el reloj.
—No, no quiero —dijo Hermione, repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.
—Sólo me faltan seis centímetros, venga... —Sonó la campana. Ron y Hermione se encaminaron al aula de Historia de la Magia, discutiendo.
Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra. Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto. Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y se había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de profesores. Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve variación.
Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un sonsonete monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en un sopor profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse.
Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione alzó la mano. El profesor Binns, levantando la vista a mitad de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional de Brujos de 1289, pareció sorprendido. — ¿Señorita...?
—Granger, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz clara.
Dean Thomas, que había permanecido boquiabierto, mirando por la ventana, salió de su trance dando un respingo. Lavender Brown levantó la cabeza y a Neville le resbaló el codo de la mesa.
El profesor Binns parpadeó. —Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas. —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió —: En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos... —Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de Hermione. — ¿Señorita Grant?
—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?
El profesor Binns la miraba con tal estupor, que Harry adivinó que ningún estudiante lo había interrumpido nunca, ni estando vivo ni estando muerto. —Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda... —La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él. Harry se sentía completamente desconcertado al ver unas muestras de interés tan inusitadas. Muy bien —dijo despacio—. Veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin. Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de las miradas indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución. —Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó: —Durante algunos años, los fundadores trabajaron conjuntamente en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás. Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos. Lo desagradaba tener alumnos de familia Muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio. —El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas. —Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos. La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores. Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia. —Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns. Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto. —Por supuesto, esta historia es un completo disparate —añadió— Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.
Hermione volvió a levantar la mano. —Profesor..., ¿a qué se refiere usted exactamente al decir «el horror que contiene» la cámara?
—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el heredero de Slytherin —explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada. La clase intercambió miradas nerviosas. —Pero ya les digo que no existe —añadió el profesor Binns, revolviendo en sus apuntes—. No hay tal cámara, ni tal monstruo.
—Pero, profesor —comentó Anthony Goldstein—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?
—Tonterías, O'Flaherty —repuso el profesor Binns en tono algo airado —si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado...
—Pero, profesor —intervino Daphne Greengrass—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla...
—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati —le interrumpió el profesor Binns— Insisto, si los predecesores de Dumbledore... —Pero tal vez sea preciso estar relacionado con Slytherin, y por eso Dumbledore no podría... —Lisa Turpin levantó su mano, pero el profesor Binns ya estaba harto. —Ya basta —dijo bruscamente—. ¡Es un mito! ¡No existe! ¡No hay el menor indicio de que Slytherin construyera semejante cuarto trastero! Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes, creíbles y comprobables.
Y en cinco minutos, la clase se sumergió de nuevo en su sopor habitual.
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—Veré qué rumores podemos escuchar Tracy y yo, en la Sala Común de Slytherin —dijo Daphne.
Janeth le enseñó una sonrisa. — ¿Malfoy?
Tracy asintió. —Su padre formó parte del Circulo Intimo de Voldemort —dijo la pelinegra. —Todos lo saben. No me sorprendería si...
—Si Malfoy Sr., le hubiera entregado la llave de la Cámara, al pequeño Jr. —dijo Alex, sonriendo de forma burlona, al referirse de esa forma a Draco. Como si el destino los llamara, todos pasaron justamente, por allí mismo. Por ese pasillo, justamente. — ¿Recuerdan toda aquella agua en el suelo? ¿De dónde vendría? Alguien ha pasado, con un hechizo para secar el suelo… o Filch, con el trapeador.
—Estaba por aquí —dijo Ron, recobrándose y caminando unos pasos más allá de la silla de Filch para indicárselo—, a la altura de esta puerta. Agarró el pomo metálico de la puerta, pero retiró la mano inmediatamente, como si se hubiera quemado.
— ¿Qué pasa? —preguntó Janeth, mirándolo extrañada.
—No puedo entrar ahí —dijo Ron bruscamente—, es un aseo de chicas. —Daphne, Tracy, Hermione y Janeth, lo miraron como si fuera su hermano menor y con... cierta gracia y cariño. Él frunció el entrecejo. —Dejen de mirarme así.
—Pero Ron, si no habrá nadie dentro —dijo Hermione, poniéndose derecha y acercándose—; aquí es donde está Myrtle la Llorona. Venga, echemos un vistazo.
Y sin hacer caso del letrero de «No funciona», Hermione abrió la puerta. Era el cuarto de baño más triste y deprimente en que Janeth y Alex, habían puesto nunca los pies. Debajo de un espejo grande, quebrado y manchado, había una fila de lavabos de piedra en muy mal estado. El suelo estaba mojado y reflejaba la luz triste que daban las llamas de unas pocas velas que se consumían en sus palmatorias. Las puertas de los retretes estaban rayadas y rotas, y una colgaba fuera de los goznes.
Alex acababa de cerrar la puerta a los sollozos gorjeantes de Myrtle, cuando una potente voz les hizo dar un respingo a los tres. — ¡RON! —los seis, dieron un respingo. Percy Weasley, con su resplandeciente insignia de prefecto, se había detenido al final de las escaleras, con una expresión de susto en la cara. — ¡Esos son los aseos de las chicas! —gritó—. ¿Qué estás haciendo?
—Sólo echaba un vistazo —dijo Ron, encogiéndose de hombros— Buscando pistas, ya sabes...
Percy parecía a punto de estallar. A Alex le recordó mucho a la señora Weasley. —Marchaos... fuera... de aquí... —dijo, caminando hacia ellos con paso firme y agitando los brazos para echarlos— ¿No se dan cuenta de lo que podría parecer, volver a este lugar, mientras todos están cenando?
Janeth apenas y escuchaba. Estaba sumida en sus pensamientos. Intentando entender cómo se conectaba una cosa, con otra. El agua, con la amenaza de la apertura de la Cámara. —A ti no te preocupa Ginny —replicó Ron, enrojeciendo hasta las orejas— a ti sólo te preocupa que yo eche a perder tus posibilidades de ser Representante del Colegio.
— ¡Cinco puntos menos para Gryffindor! —dijo Percy secamente llevándose una mano a su insignia de prefecto— ¡Y espero que esto te enseñe una lección! ¡Se acabó el hacer de detective, o de lo contrario escribiré a mamá!
—Gracias por la ayuda, Weasley —se burló Janeth, quien era una Ravenclaw y se marchó junto a sus amigas de Slytherin.
Aunque Alex aprovechó un momento, y volvió a entrar al baño, comenzando a buscar... cualquier cosa útil. Encontró entonces, un extraño diario, con sus páginas en blanco, en uno de los lavabos. Alguien intentó mojarlo y destruirlo. Pero estaba seco. —Extraño —le dio la vuelta. —T. S. Ryddle.
