Thomas Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
23: El Club de Duelo
Al despertar a la mañana del domingo, Thomas halló el dormitorio resplandeciente con la luz del sol de invierno, y su brazo otra vez articulado, aunque muy rígido.
Se sentó enseguida y miró hacia la cama de Colin, pero estaba oculto tras las largas cortinas que el propio Thomas había corrido el día anterior. Al ver que se había despertado, la señora Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Thomas el brazo y los dedos. —Todo va bien —le dijo Madame Pomfrey, mientras él apuraba torpemente con su mano izquierda las gachas de avena—. Cuando termines de comer, puedes irte. —Thomas se vistió lo más deprisa que pudo y salió precipitadamente hacia la torre de Gryffindor, deseoso de hablar con Ron y Hermione sobre Colín y Dobby, pero no los encontró allí. Thomas dejó de buscarlos, preguntándose adónde podían haber ido y algo molesto de que no parecieran interesados en saber si él había recuperado o no sus huesos.
Cuando pasó por delante de la biblioteca, Percy Weasley precisamente salía de ella, y parecía estar de mucho mejor humor que la última vez que lo habían encontrado. — ¡Ah, hola, Thomas! —dijo—. Excelente jugada la de ayer, realmente excelente. Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!
—Gracias por tus palabras, Percy, ¿No has visto a Ron ni a Hermione? —preguntó Thomas.
—No, no los he visto —contestó Percy, dejando de sonreír, mientras negaba con la cabeza—. Espero que Ron no esté otra vez en el aseo de las chicas...
Thomas forzó una sonrisa, preguntándose si el Weasley mayor, sabía cuan mal sonaba esa frase. Siguió a Percy con la vista hasta que desapareció, y se fue derecho al aseo de Myrtle la Llorona. No encontraba ningún motivo para que Ron y Hermione estuvieran allí, pero después de asegurarse de que no merodeaban por el lugar Filch ni ningún prefecto, abrió la puerta y oyó sus voces provenientes de un retrete cerrado.
—Soy yo —dijo, entrando en los lavabos y cerrando la puerta. Oyó un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado, y vio a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.
— ¡Thomas! —dijo ella—. Vaya susto que nos has dado. Entra. ¿Cómo está tu brazo?
—Bien —le aseguró Thomas, metiéndose en el retrete. Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero. Prender fuegos transportables y sumergibles era la especialidad de Hermione.
—Pensamos ir a verte, pero decidimos comenzar a preparar la poción Multijugos —le explicó Ron, después de que Thomas cerrara de nuevo la puerta del baño. Hemos pensado que éste es el lugar más seguro para guardarla. —Thomas empezó a contarles lo de Colin, pero Hermione lo interrumpió. —Ya lo sabemos, oímos a la profesora McGonagall hablar con el profesor Flitwick esta mañana. Por eso pensamos que era mejor darnos prisa.
—Cuanto antes le saquemos a Malfoy una declaración, mejor —gruñó Ron—. ¿No piensas igual? Se ve que después del partido de Quidditch estaba tan sulfurado que la tomó con Colin.
—Hay alguien más —dijo Thomas, contemplando a Hermione, que partía manojos de centinodia y los echaba a la poción—. Dobby vino en mitad de la noche a hacerme una visita.
Ron y Hermione levantaron la mirada, sorprendidos. Thomas les contó todo lo que Dobby le había dicho... y lo que no le había querido decir. Ron y Hermione lo escucharon con la boca abierta.
— ¿La Cámara de los Secretos ya fue abierta antes? —le preguntó Hermione.
—Es evidente —dijo Ron con voz de triunfo— Lucius Malfoy abriría la cámara en sus tiempos de estudiante y ahora le ha explicado a su querido Draco cómo hacerlo. Está claro. Sin embargo, me gustaría que Dobby te hubiera dicho qué monstruo hay en ella. Me gustaría saber cómo es posible que nadie se lo haya encontrado merodeando por el colegio.
—Quizá pueda volverse invisible —teorizó Hermione, empujando unas sanguijuelas hacia el fondo del caldero—. O quizá pueda disfrazarse, hacerse pasar por una armadura o algo así. He leído algo sobre fantasmas camaleónicos...
—Lees demasiado, Hermione —le dijo Ron, echando crisopas encima de las sanguijuelas. Arrugó la bolsa vacía de las crisopas y miró a Thomas—. Así que fue Dobby el que no nos dejó coger el tren y el que te rompió el brazo... — Movió la cabeza—. ¿Sabes qué, Thomas? Si no deja de intentar salvarte la vida, te va a matar.
La noticia de que habían atacado a Colin Creevey y de que éste yacía como muerto en la enfermería se extendió por todo el colegio durante la mañana del lunes. El ambiente se llenó de rumores y sospechas.
Los de primer curso se desplazaban por el castillo en grupos muy compactos, como si temieran que los atacaran si iban solos.
Ginny Weasley, que se sentaba junto a Colin Creevey en la clase de Encantamientos, estaba consternada, pero a todos les parecía que Fred y George se equivocaban en la manera de animarla: Se turnaban para esconderse detrás de las estatuas, disfrazados con una piel, y asustarla cuando pasaba. Pero tuvieron que parar cuando Percy se hartó y les dijo que iba a escribir a su madre para contarle que por su culpa Ginny tenía pesadillas.
Mientras tanto, a espaldas de los profesores (aunque Janeth estaba segura de que estaban enterados, gracias a los retratos), se desarrollaba en el colegio un mercado de talismanes, amuletos y otros chismes protectores.
Neville Longbottom había comprado una gran cebolla verde, cuyo olor decían que alejaba el mal, un cristal púrpura acabado en punta y una cola podrida de tritón, antes de que los demás chicos de Gryffindor le explicaran que él no corría peligro, porque era Sangre Pura y por tanto no era probable que lo atacaran. —Fueron primero por Filch —dijo Neville, con el miedo escrito en su cara redonda—y todo el mundo sabe que yo soy casi un Squib.
Durante la segunda semana de diciembre, la profesora McGonagall pasó, como de costumbre, a recoger los nombres de los que se quedarían en el colegio en Navidades. Thomas, Ron y Hermione firmaron en la lista; habían oído que Malfoy se quedaba, lo cual les pareció muy sospechoso. Las vacaciones serían un momento perfecto para utilizar la poción Multijugos e intentar sonsacarle una confesión.
A una semana de que la poción estuviera terminada, Thomas, Ron y Hermione cruzaban el vestíbulo cuando vieron a un puñado de gente que se agolpaba delante del tablón de anuncios para leer un pergamino que acababan de colgar.
Seamus Finnigan y Dean Thomas les hacían señas, entusiasmados.
— ¡Van a abrir un club de duelo! —dijo Seamus—. ¡La primera sesión será esta noche! No me importaría recibir unas clases de duelo, podrían ser útiles en estos días...
— ¿Por qué? ¿Acaso piensas que se va a batir el monstruo de Slytherin? —preguntó Ron con algo de burla, pero lo cierto es que también él leía con interés el cartel. —Aunque... defendernos del heredero, sería igualmente útil. Podría ser útil —les dijo a Thomas y Hermione cuando se dirigían a cenar—. ¿Vamos? —Thomas y Hermione se mostraron completamente a favor, así que aquella noche, a las ocho, se dirigieron deprisa al Gran Comedor.
Días después, en la primera clase del Club de Duelo, las grandes mesas de comedor habían desaparecido, y adosada a lo largo de una de las paredes había una tarima dorada, iluminada por miles de velas que flotaban en el aire. El techo volvía a ser negro, y la mayor parte de los alumnos parecían haberse reunido debajo de él, portando sus varitas mágicas y aparentemente entusiasmados.
—Me pregunto quién nos enseñará —dijo Hermione, mientras se internaban en la alborotada multitud—. Alguien me ha dicho que Flitwick fue campeón de duelo cuando era joven, quizá sea él.
—Con tal de que no sea... —Thomas empezó una frase que terminó en un gemido: Gilderoy Lockhart se encaminaba a la tarima, resplandeciente en su túnica color ciruela oscuro, y lo acompañaba nada menos que la profesora Tonks, con su usual túnica negra.
Lockhart rogó silencio con un gesto del brazo y dijo: — ¡Vengan aquí, acérquense! ¿Me ve todo el mundo? ¿Me escuchan todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararlos a todos ustedes por si algún día necesitan defenderse, tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones (para más detalles, consultad mis obras). Permítanme que les presente a mi ayudante, la profesora Andromeda Tonks —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa. —Ella dice que tiene una amplia gama de experiencia, sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que os preocupéis los más jóvenes: no os quedaréis sin profesora de Pociones después de esta demostración, ¡no teman!
— "¿No estaría bien que se mataran el uno al otro?" —susurró Ron a Thomas, al oído.
Thomas echó la cabeza hacia atrás, para sorpresa y desconcierto de Ron. — "Claro que no, Ron —le riñó su amigo, con enfado — ella no es Snape, y ahora es más seguro el estudiar Pociones, y los Slytherin ahora deben de esforzarse igual que todos nosotros, con tal de conseguir buenas notas, y no regaladas"
En el labio superior de Tonks se apreciaba una especie de mueca de desprecio. Thomas se preguntaba por qué Lockhart continuaba sonriendo; si Tonks lo hubiera mirado como miraba a Lockhart, habría huido a todo correr en la dirección opuesta. Lockhart y Tonks se encararon y se hicieron una reverencia. O, por lo menos, la hizo Lockhart, con mucha floritura de la mano, mientras Andromeda Tonks hizo una reverencia más calmada y corta. Luego alzaron sus varitas mágicas frente a ellos como si fueran espadas. —Como veis, sostenemos nuestras varitas en la posición de combate convencional —explicó Lockhart a la silenciosa multitud—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está que ninguno de los dos tiene intención de matar.
— "Yo no estaría tan segura" —susurró Janeth, viendo a Andromeda Tonks enseñar los dientes.
—Una..., dos... y tres.
Ambos alzaron las varitas y las dirigieron a los hombros del contrincante. Cuando se dio el aviso Tonks gritó: — ¡Expelliarmus! —Resplandeció un destello de luz roja, y Lockhart despegó en el aire, voló hacia atrás, salió de la tarima, pegó contra el muro y cayó resbalando por él hasta quedar tendido en el suelo.
Malfoy y algunos otros de Slytherin vitorearon.
Hermione se puso de puntillas. — ¿Creen que estará bien? —chilló por entre los dedos con que se tapaba la cara.
— ¿A quién le preocupa? —dijeron Thomas, Ron, Janeth, Daphne y Tracey al mismo tiempo.
Lockhart se puso de pie con esfuerzo. Se le había caído el sombrero y su pelo ondulado se le había puesto de punta. — ¡Bueno, ya lo habéis visto! —dijo, tambaleándose al volver a la tarima. —Eso ha sido un encantamiento de desarme; como podéis ver, he perdido la varita... ¡Ah, gracias, señorita Brown! Sí, profesora Tonks, ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera. Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que sería instructivo dejarles que vieran...
—Esquivar el hechizo, hacerse a un lado —dijo Janeth frunciendo el ceño, mientras permanecía de brazos cruzados.
Lockhart habló. —Vamos a colocaros por parejas. Profesora Tonks, si es tan amable de ayudarme... —Se metieron entre la multitud a formar parejas. Lockhart puso a Neville con Justin Finch-Fletchley, pero Andromeda llegó primero hasta donde estaban Ron y Thomas.
—Veamos lo que pueden hacer —dijo con expresión de curiosidad. —Weasley, puedes emparejarte con Finnigan. Potter... —Thomas se acercó automáticamente a Hermione. —Me parece que no —aunque la profesora Tonks, estaba pensándolo. —Señor Malfoy, aquí por favor. Veamos qué puedes hacer con el famoso Potter. La señorita Granger que se ponga con Bulstrode. Y... Bluechild con Greengrass. —Malfoy se acercó pavoneándose y sonriendo a Thomas.
— ¡Ubíquense frente a sus contrincantes, a once pasos del otro —dijo Lockhart, de nuevo sobre la tarima— y hagan una inclinación! —Thomas y Malfoy apenas bajaron la cabeza, mirándose fijamente. — ¡Varitas listas! —gritó Lockhart. —Cuando cuente hasta tres, ejecutad vuestros hechizos para desarmar al oponente. Sólo para desarmarlo; no queremos que haya ningún accidente. Una, dos y.… tres.
Thomas apuntó la varita hacia los hombros de Malfoy, pero éste ya había empezado a la de dos. Su conjuro le hizo el mismo efecto que si le hubieran golpeado en la cabeza con una sartén. El Potter menor, se tambaleó, pero aguantó. y sin perder tiempo, dirigió contra Malfoy su varita, diciendo: — ¡Rictusempra! —Un chorro de luz plateada alcanzó a Malfoy en el estómago, y el chico se retorció, respirando con dificultad. Malfoy cayó de rodillas, pues Thomas lo había atacado con un encantamiento de cosquillas, y apenas se podía mover de la risa.
Tomando aire, Malfoy apuntó la varita a las rodillas de Thomas, y dijo con voz ahogada: — ¡Tarantallegra! —Un segundo después, a Thomas las piernas se le empezaron a mover a saltos, fuera de control, como si bailaran un baile velocísimo.
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Más allá, Daphne esquivaba Flipendo de Janeth, y contraatacaba con el Arresto Momentum.
Varios miraron en dirección a la pelinegra de Ravenclaw y la rubia de Slytherin, especialmente, cuando Janeth saltó, esquivando el hechizo de Daphne, para incredulidad de todos. Al caer, rodó hacía ella. — ¡Immobulus! —Daphne gritó, esquivándolo como bien pudo.
Janeth esquivó y contraatacó— ¡Reducio! —Daphne soltó la varita, cuando su túnica, su camiseta y su falda, se encogieron de tamaño; ante esto último, Daphne gritó, intentando evitar que alguien le pudiera ver la ropa interior (que también se había encogido, y era muy molesta); la heredera Greengrass, había soltado su varita, y Janeth ganó.
—Un método inusual, Bluechild —dijo la profesora Tonks acercándose, y apuntando a Greengrass. — ¡Finite Incantatem! —el uniforme de Daphne, volvió a la normalidad, permitiéndole a la Reina de Hielo de Slytherin, respirar más calmada. —Inusual, pero surtió efecto. —la pelinegra de ojos verdes asintió.
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Malfoy levantó rápidamente la varita y bramó: — ¡Serpensortia! —Hubo un estallido en el extremo de su varita. Thomas vio, aterrorizado, que de ella salía una larga serpiente negra, caía al suelo entre los dos y se erguía, lista para atacar. Todos se echaron atrás gritando y despejaron el lugar en un segundo.
—No te muevas, Potter —dijo la profesora Tonks—. Me encargaré de ella...
— ¡Permitidme! —gritó Lockhart. Blandió su varita apuntando a la serpiente y se oyó un disparo: la serpiente, en vez de desvanecerse, se elevó en el aire unos tres metros y volvió a caer al suelo con un chasquido. Furiosa, silbando de enojo, se deslizó derecha hacia Finch-Fletchley y se irguió de nuevo, enseñando los colmillos venenosos.
Thomas no supo por qué lo hizo, ni siquiera fue consciente de ello. Sólo percibió que las piernas lo impulsaban hacia delante como si fuera sobre ruedas y que gritaba absurdamente a la serpiente: «¡Déjale!» Y milagrosa e inexplicablemente, la serpiente bajó al suelo, tan inofensiva como una gruesa manguera negra de jardín, y volvió los ojos a Thomas. A éste se le pasó el miedo.
Sabía que la serpiente ya no atacaría a nadie, aunque no habría podido explicar por qué lo sabía. Sonriendo, miró a Justin, esperando verlo aliviado, o confuso, o agradecido, pero ciertamente no enojado y asustado. — ¡¿A qué crees que jugamos?! —gritó, y antes de que Thomas pudiera contestar, se había dado la vuelta y abandonaba el salón. Snape se acercó, blandió la varita y la serpiente desapareció en una pequeña nube de humo negro. También Snape miraba a Thomas de una manera rara; era una mirada astuta y calculadora que a Thomas no le gustó.
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Fue vagamente consciente de que a su alrededor se oían unos inquietantes murmullos. A continuación, sintió que alguien le tiraba de la túnica por detrás. — "Vamos" —le dijo Ron al oído— "Vamos..." —Ron lo sacó del salón, y Hermione fue con ellos. Al atravesar las puertas, los estudiantes se apartaban como si les diera miedo contagiarse. Thomas no tenía ni idea de lo que pasaba, y ni Ron ni Hermione le explicaron nada hasta llegar a la sala común de Gryffindor, que estaba vacía. Entonces Ron sentó a Thomas en una butaca y le dijo: —Hablas Pársel. ¿Por qué no nos lo habías dicho?
— ¿Qué hablo qué? —dijo Thomas con gran confusión. Ron y Hermione se miraron, y tragaron algo de saliva.
— ¡Pársel! —repitió Ron, ahora con algo de valentía. Pero su tono de voz, era como si lo estuvieran obligando a decir una grosería—. ¡Puedes hablar con las serpientes!
— ¿Y qué? —preguntó Thomas, frunciendo el ceño—. Apuesto a que pueden hacerlo montones de personas. —No en Inglaterra. Thomas lo sabría, si hiciera caso a su madre, a lo largo de todos esos años, y estudiara, antes de ir a Hogwarts, como ella se lo decía, pero jamás lo hizo. Le parecía aburrido.
—Desde luego que no —dijo Ron negando con la cabeza, haciendo un esfuerzo por mirar a Thomas, y comenzó a temblar, tan pronto como lo miró a los ojos avellana. —No... No es un don muy frecuente. Thomas, eso no es bueno.
—¿Qué no es bueno? —dijo Thomas, comenzando a enfadarse—. ¿Qué le pasa a todo el mundo? Mira, si no le hubiera dicho a esa serpiente que no atacara a Justin...
Ron parpadeó, con incredulidad. — ¿Eso es lo que le dijiste?
Thomas frunció el ceño, y miró molesto a su amigo. — ¿Qué pasa? Tú estabas allí... Tú me oíste.
—Hablaste en lengua Pársel —replicó Ron—, la lengua de las serpientes. Podías haber dicho cualquier cosa. No te sorprenda que Justin se asustara, parecía como si estuvieras incitando a la serpiente, o algo así. Fue escalofriante.
Thomas se quedó con la boca abierta. — ¿Hablé en otra lengua? Pero no comprendo... ¿Cómo puedo hablar en una lengua sin saber que la conozco? —Ron negó con la cabeza. Por la cara que ponían tanto él como Hermione, parecía como si acabara de morir alguien. Thomas no alcanzaba a comprender qué era tan terrible. — ¿Me quieres decir qué hay de malo en impedir que una serpiente grande y asquerosa arranque a Justin la cabeza de un mordisco? —preguntó—. ¿Qué importa cómo lo hice si evité que Justin tuviera que ingresar en el Club de Cazadores Sin Cabeza?
— "Sí importa" —dijo Hermione, hablando por fin, en un susurro—, "porque Salazar Slytherin era famoso por su capacidad de hablar con las serpientes. Por eso el símbolo de la casa de Slytherin es una serpiente"
Thomas se quedó boquiabierto. —Exactamente —dijo Ron—. Y ahora todo el colegio va a pensar que tú eres su Tatara-Tatara-Tatara-Tataranieto o algo así.
—Pero no lo soy —dijo Thomas, sintiendo un inexplicable terror.
—Te costará mucho demostrarlo —dijo Hermione nerviosa, y temblando un poco, intentando no cruzar miradas con Thomas—. Él vivió hace unos mil años, así que bien podrías serlo.
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Aquella noche, Thomas pasó varias horas despierto. Por una abertura en las colgaduras de su cama, veía que la nieve comenzaba a amontonarse al otro lado de la ventana de la torre, y editaba. ¿Era posible que fuera un descendiente de Salazar Slytherin? En voz baja, trató de decir algo en lengua Pársel, pero no encontró las palabras. Parecía que era requisito imprescindible estar delante de una serpiente. —Pero estoy en Gryffindor —pensó Thomas. —El Sombrero Seleccionador no me habría puesto en esta casa si tuviera sangre de Slytherin...
—Mm —dijo una vocecita en su oreja. La voz del Sombrero Seleccionador—. Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces, ¿Dónde te pondré?
Thomas se aferró a los bordes del taburete y pensó: —En Slytherin no, en Slytherin no.
—En Slytherin no, ¿eh? —dijo la vocecita—. ¿Estás seguro? Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza, al igual que tu hermana y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza. No hay dudas, ¿verdad? Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!
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— ¡Por Dios, Thomas! —dijo Hermione, exasperada, mientras uno de los alfiles de Ron tiraba al suelo al caballero de uno de sus caballos y lo sacaba a rastras del tablero; a la mañana siguiente. — ¡Si es tan importante para ti, ve a buscar a Justin!
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De forma que Thomas se levantó y salió por el retrato, preguntándose dónde estaría Justin.
El castillo estaba más oscuro de lo normal en pleno día, a causa de la nieve espesa y gris que se arremolinaba en todas las ventanas. Tiritando, Thomas pasó por las aulas en que estaban haciendo clase, vislumbrando algunas escenas de lo que ocurría dentro. La profesora McGonagall gritaba a un alumno que, a juzgar por lo que se oía, había convertido a su compañero en un tejón.
Aguantándose las ganas de echar un vistazo, Thomas siguió su camino, pensando que Justin podría estar aprovechando su hora libre para hacer alguna tarea pendiente, y decidió mirar antes que nada en la biblioteca.
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Efectivamente, algunos de los de Hufflepuff que tenían clase de Herbología estaban en la parte de atrás de la biblioteca, pero no parecía que estudiasen.
Entre las largas filas de estantes, Thomas podía verlos con las cabezas casi pegadas unos a otros, en lo que parecía una absorbente conversación. No podía distinguir si entre ellos se encontraba Justin. Se les estaba acercando cuando consiguió entender algo de lo que decían, y se detuvo a escuchar, oculto tras la sección de «Invisibilidad».
—Así que —decía un muchacho corpulento— le dije a Justin que se ocultara en nuestro dormitorio. Quiero decir que: si Potter lo ha señalado como su próxima víctima, es mejor que se deje ver poco durante una temporada. Por supuesto, Justin se temía que algo así pudiera ocurrir desde que se le escapó decirle a Potter que era de familia Muggle. Lo que Justin le dijo exactamente es que le habían reservado plaza en Eton. No es el mejor comentario que se le puede hacer al heredero de Slytherin, ¿verdad?
— ¿Entonces estás convencido de que es Potter, Ernie? —preguntó asustada una chica rubia con coletas.
—Hannah —le dijo solemnemente el chico robusto—, sabe hablar Pársel. Todo el mundo sabe que ésa es la marca de un mago tenebroso. ¿Sabes de alguien honrado que pueda hablar con las serpientes? Al mismo Slytherin lo llamaban «lengua de serpiente». —Esto provocó densos murmullos. Ernie prosiguió: — ¿Recordáis lo que apareció escrito en la pared? «Temed, enemigos del heredero.» Potter estaba enemistado con Filch. A continuación, el gato de Filch resulta agredido. Ese chico de primero, Creevey, molestó a Potter en el partido de Quidditch, sacándole fotos mientras estaba tendido en el barro. Y entonces aparece Creevey petrificado.
—Pero —repuso Hannah, vacilando— parece tan guapo... y, bueno, fue él quien hizo desaparecer a Quien-vosotros-sabéis. No puede ser tan malo, ¿no creen?
Ernie bajó la voz para adoptar un tono misterioso. Los de Hufflepuff se inclinaron y se juntaron más unos a otros, y Thomas tuvo que acercarse más para oírlas palabras de Ernie. — "Nadie sabe cómo pudo sobrevivir al ataque de Quien-vosotros-sabéis; quiero decir: que era tan sólo un niño cuando ocurrió, y tendría que haber saltado en pedazos; sólo un Mago Tenebroso con mucho poder podría sobrevivir a una maldición como ésa" —Bajó la voz hasta que no fue más que un susurro, y prosiguió—:"Por eso seguramente es por lo que Quien-vosotros-sabéis quería matarlo antes que a nadie. No quería tener a otro Señor Tenebroso que le hiciera la competencia. Me pregunto qué otros poderes, podría ocultar Potter, pues él fue nombrado como "El-Niño-Que-Vivió", y todos se olvidaron de su hermana, así que ella claramente es inocente, ella no ha usado Pársel" —Enfadado, Thomas se marchó de allí.
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Horas después, Thomas subió las escaleras y volvió por otro corredor. Estaba mucho más oscuro, porque el viento fuerte y helado que penetraba por el cristal flojo de una ventana había apagado las antorchas. Iba por la mitad del corredor cuando tropezó y cayó de cabeza contra algo que había en el suelo. Se volvió y afinó la vista para ver qué era aquello sobre lo que había caído, y sintió que el mundo le venía encima: Sobre el suelo, rígido y frío, con una mirada de horror en el rostro y los ojos en blanco vueltos hacia el techo, yacía Justin Finch-Fletchley. Y eso no era todo. A su lado había otra figura, componiendo la visión más extraña que Thomas hubiera contemplado nunca. Se trataba de Nick Casi Decapitado, que no era ya transparente ni de color blanco perlado, sino negro y neblinoso, y flotaba inmóvil, en posición horizontal, a un palmo del suelo. La cabeza estaba medio colgando, y en la cara tenía una expresión de horror idéntica a la de Justin.
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Minutos después de que el rumor se extendiera por el colegio, Dumbledore llamó a Thomas, y él le contó todo. Para alegría del menor de los Potter, el director, su gran héroe, le creyó todo. Dumbledore prometió, que investigaría y que encontrarían al culpable. Con eso, Thomas se marchó con una sonrisa.
Cuando el Niño-Que-Vivió se fue, Dumbledore estalló con un grito de cólera, y su magia descontrolada, destruyó su oficina.
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Se suponía que Janeth Bluechild, tendría que haber hablado en Pársel. Ella tendría que haber ganado esos poderes, ¿verdad?
Pero... pero era Alex, quien tenía el Pársel.
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Y...
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Y ya sabía que Janeth carecía de un fragmento de alma de Voldemort, ¿sería acaso posible, que Alex sí lo tuviera?
Si ese fuera el caso, entonces tendría que cambiar sus planes, enfocándose en Janeth.
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Era temprano. Todavía podía hacerlo.
Sonrió para sí mismo, y comió un caramelo de limón. Agradecía, que no lo hubiera pensado o descubierto, cuando ya estuviera, por ejemplo: en su sexto año, cuando ya sería tarde, muy tarde.
