Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
24: El Conocimiento es Poder.
La doble agresión contra Justin y Nick Casi Decapitado convirtió en auténtico pánico lo que hasta aquel momento había sido inquietud.
Curiosamente, resultó ser el destino de Nick Casi Decapitado lo que preocupaba más a la gente: Se preguntaban unos a otros qué era lo que podía hacer aquello a un fantasma; qué terrible poder podía afectar a alguien que ya estaba muerto. La gente se apresuró a reservar sitio en el expreso de Hogwarts para volver a casa en Navidad.
James y Lily, ordenaron por medio de cartas y Aulladores, a Janeth y a Alex, que volvieran a casa, para Navidad.
Janeth aceptó pasar la navidad (o Fiesta del Ángel, como ella le decía), con los Potter, y mandó una carta a sus amigos, informándoles de en dónde estaría. Así mismo, decidió que tendría que adelantar sus planes.
Definitivamente, prefería no invocar a un Demonio, en el hogar de los Potter.
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En aquellos últimos días, de escuela, Draco Malfoy, se amargaba más cada vez que veía a los gemelos Weasley, bromeando con Alex.
—Eso es porque está rabiando de ganas de decir que es él —dijo Ron sentenciosamente —Ya saben cómo aborrece que se le gane en cualquier cosa, y tú te estás llevando toda la gloria de su sucio trabajo.
—No durante mucho tiempo —dijo Hermione en tono satisfecho. —La poción multijugos ya está lista. Cualquier día revelaremos la verdad sobre él.
Por fin concluyó el trimestre, y sobre el colegio cayó un silencio tan vasto como la nieve en los campos. Más que lúgubre, a Alex le pareció tranquilizador, y se alegró de que volverían a casa. Por consecuencia, tenían que desenmascarar a Malfoy. Cuando ambos fueron a decirle a Hermione, ella estaba caminando hacia ellos, con una sonrisa en los labios. —Me he levantado hace casi una hora, para añadir más crisopos a la poción. Ya está lista. —Y les pasó, dos pequeños atados peludos.
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— ¿Qué es esto, Hermione? —preguntó Ron, siguiendo a su amiga, mientras sujetaba fuertemente, aquello que ella les pasó, mientras caminaban al baño de las niñas.
—Les di a Crabbe y Goyle, uno pastelillos con una sencilla pócima para dormir —dijo ella sonriente. —La poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle —dijo con severidad—. Quieren interrogar a Malfoy, ¿no?
—De acuerdo, de acuerdo —dijo Alex—. Pero ¿y tú? ¿A quién se lo vas a arrancar tú?
—¡También tengo el mío! —dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta de un bolsillo y enseñándoles un único pelo que había dentro de ella. —. ¿Se acuerdan de que me batí con Millicent Bulstrode en el club de duelo? ¡Al estrangularme se dejó esto en mi túnica! Y se ha ido a su casa a pasar las Navidades. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he decidido volver.
Al marcharse Hermione corriendo para ver cómo iba la poción Multijugos, Ron se volvió hacia Alex con una expresión fatídica. —¿Habías oído alguna vez un plan en el que pudieran salir mal tantas cosas? —Hermione no lo escuchó. Solo sirvió en cada vaso una cantidad considerable de poción. Luego, con mano temblorosa, trasladó el pelo de Millicent Bulstrode de la botella al primero de los vasos. La poción emitió un potente silbido, como el de una olla a presión, y empezó a salir muchísima espuma. Al cabo de un segundo, se había vuelto de un amarillo asqueroso. —Aggg…, esencia de Millicent Bulstrode —dijo Ron, mirándolo con aversión—. Apuesto a que tiene un sabor repugnante.
—Echen los suyos, vamos —les dijo Hermione.
Alex metió el pelo de Goyle en el vaso del medio, y Ron, el pelo de Crabbe en el último. Una y otra poción, silbaron y echaron espuma, la de Goyle se volvió del color caqui de los mocos, y la de Crabbe, de un marrón oscuro y turbio. — ¡Esperen! —dijo Alex, cuando Ron y Hermione cogieron sus vasos— Será mejor que no los bebamos aquí juntos los tres, al convertirnos en Crabbe y Goyle ya no estaremos delgados. Y Millicent Bulstrode tampoco es una sílfide.
—Bien pensado —dijo Ron, abriendo la puerta—. Vayamos a retretes separados.
Con mucho cuidado para no derramar una gota de poción multijugos, Alex pasó al del medio. — ¿Listos? —preguntó.
—Listos —le contestaron las voces de Ron y Hermione.
—A la una, a las dos, a las tres... —Tapándose la nariz, Alex se bebió la poción en dos grandes tragos. Sabía a col muy cocida. Inmediatamente, se le empezaron a retorcer las tripas como si acabara de tragarse serpientes vivas. Se encogió y temió ponerse malo. Luego, un ardor surgido del estómago se le extendió rápidamente hasta las puntas de los dedos de manos y pies. Jadeando, se puso a cuatro patas y tuvo la horrible sensación de estarse derritiendo al notar que la piel de todo el cuerpo le quemaba como cera caliente, y antes de que los ojos y las manos le empezaran a crecer, los dedos se le hincharon, las uñas se le ensancharon y los nudillos se le abultaron como tuercas. Los hombros se le separaron dolorosamente, y un picor en la frente le indicó que el pelo se le caía sobre las cejas. Se le rasgó la túnica al ensanchársele el pecho como un barril que reventara los cinchos. Los pies le dolían dentro de unos zapatos cuatro números menos de su medida... Todo concluyó tan repentinamente como había comenzado. Alex se encontró tendido boca abajo, sobre el frío suelo de piedra, oyendo a Myrtle sollozar de tristeza al fondo de los aseos. Con dificultad, se desprendió de los zapatos y se puso de pie. O sea que así se sentía uno siendo Goyle. Con una gran mano temblorosa se desprendió de su antigua túnica, que le quedaba a un palmo de los tobillos, se puso la otra y se abrochó los zapatos de Goyle, que eran como barcas. Se llevó una mano a la frente para retirarse el pelo de los ojos, y se encontró sólo con unos pelos cortos, como cerdas, que le nacían en la misma frente. Entonces comprendió que las gafas le nublaban la vista, porque obviamente Goyle no las necesitaba. Se las quitó y preguntó: — ¿Están bien? —De su boca surgió la voz baja y áspera de Goyle.
—Sí —contestó, proveniente de su derecha, el gruñido de Crabbe. Goyle le devolvió la mirada con ojos apagados y hundidos en las cuencas. Alex se rascó una oreja, tal como hacía Goyle. Se abrió la puerta de Ron. Se miraron. Salvo por estar pálido y asustado, Ron era idéntico a Crabbe en todo, desde el pelo cortado con tazón hasta los largos brazos de gorila.
—Es increíble —dijo Ron, acercándose al espejo y pinchando con el dedo la nariz chata de Crabbe. —Increíble.
—Mejor que nos vayamos —dijo Alex, aflojándose el reloj que oprimía la gruesa muñeca de Goyle—. Aún tenemos que averiguar dónde se encuentra la sala común de Slytherin. Espero que demos con alguien a quien podamos seguir hasta allí.
Ron dijo, contemplando a Alex: —No sabes lo raro que se me hace ver a Goyle pensando. —Golpeó en la puerta de Hermione. —Vamos, tenemos que irnos...
—Me... me temo que no voy a poder ir. Vayan ustedes sin mí.
—Hermione, ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú.
—Deben de darse prisa, no pierdan tiempo.
Alex y Ron abrieron con cuidado la puerta de los lavabos, comprobaron que no había nadie a la vista y salieron. Bajaron por la escalera de mármol. Lo que necesitaban en aquel momento era a alguien de Slytherin a quien pudieran seguir hasta la sala común, pero no había nadie por allí. — "¿Tienes alguna idea?" —susurró Alex.
—Cuando los de Slytherin bajan a desayunar, creo que vienen de por allí—dijo Ron, señalando con un gesto de la cabeza la entrada de las mazmorras.
Alex y Ron bajaron corriendo los escalones de piedra y se internaron en la oscuridad.
Sus pasos resonaban muy fuerte cuando los grandes pies de Crabbe y Goyle golpeaban contra el suelo, pero temían que la cosa no resultara tan fácil como se habían imaginado.
Los laberínticos corredores estaban desiertos. Fueron bajando más y más pisos, mirando constantemente sus relojes para comprobar el tiempo que les quedaba. Después de un cuarto de hora, cuando ya estaban empezando a desesperarse, oyeron un ruido delante. — ¡Eh! —exclamó Ron, emocionado—. ¡Uno de ellos! —La figura salía de una sala lateral. Sin embargo, después de acercarse a toda prisa, se les cayó el alma a los pies: no se trataba de nadie de Slytherin, era Percy Weasley. — ¡¿Qué haces aquí?! —preguntó Ron, con sorpresa. Percy lo miró ofendido.
—Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?
—Eh... sí —respondió Ron.
—Bueno, vayan a sus dormitorios —dijo Percy con severidad— En estos días, no es muy prudente merodear por los corredores.
—Pues tú lo haces —señaló Ron, frunciendo el ceño.
—Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. —Sonrió con arrogancia. —Nadie va a atacarme.
Repentinamente, resonó una voz detrás de Alex y Ron. Draco Malfoy caminaba hacia ellos, y por primera vez en su vida, a Alex le encantó verlo. —Entonces estaban aquí —dijo él, mirándolos—. ¿Se han pasado todo el tiempo en el Gran Comedor, poniéndose ambos como cerdos? Los estaba buscando, quería enseñaros algo realmente divertido. —Malfoy echó una mirada fulminante a Percy. — ¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo.
Percy se ofendió aún más. — ¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —amenazó el joven, llevando una mano a su insignia — ¡No me gusta ese tono!
Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Alex y a Ron que lo siguieran. A Harry casi se le escapa disculparse ante Percy, pero se dio cuenta justo a tiempo. Él y Ron salieron a toda prisa detrás de Malfoy, que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor: —Ese Peter Weasley... He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito. —Lanzó una risotada breve y burlona. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción. Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad. — ¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Alex.
—Eh... —dijo éste.
— ¡Ah, ya! «¡Sangre Pura!» —dijo Malfoy, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y Alex y Ron lo siguieron. La sala común de Slytherin era una sala larga, subterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado. —Esperen aquí —dijo Malfoy a Alex y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego— Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar. —Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Harry y Ron se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa. Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz. —Se van a reír con esto —dijo. Alex vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rio muy forzadamente y pasó el papel a Alex.
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Era de El Profeta, y decía:
INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley, Director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil Muggle.
El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.
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«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los Muggles debería ser retirada inmediatamente»
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó a los periodistas diciéndoles que, si no se marchaban, les arrojaría el fantasma de la familia.
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— ¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Alex le devolvió el recorte— ¿No os parece divertido? —Alex se rio lúgubremente, y Ron lo siguió en su risa. —Arthur Weasley tiene tanto cariño a los Muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy desdeñosamente— Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de Sangre Pura. —A Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia. —¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.
—Me duele el estómago —gruñó Ron.
—Bueno, pues vayan a la enfermería y denles a todos esos sangre sucia, una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose —. ¿Saben qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya dicho nada de todos esos ataques —continuó diciendo pensativamente— Supongo que Dumbledore está tapándolo todo. Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio. Le gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ése. —Malfoy empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero acertadamente. —Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo? ¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor? —Bajó las manos y se quedó mirando a Alex y a Ron. — ¿Qué les pasa a ustedes dos? —Demasiado tarde, Alex y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo, Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias. —San Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger. Al contrario de Fairblue, quien se ha juntado con personas como Greengrass, Davies, Patil o incluso Bones. —Suspiró. — ¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin! —Alex y Ron estaban con el corazón en un puño; quizás a Malfoy le faltaban unos segundos para decirles que el heredero era él. Pero en aquel momento... —Me gustaría saber quién es —dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.
A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual. Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Alex, pensando rápido, dijo: —Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.
—Ya sabes que no, Goyle, ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente— Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió un sangre sucia. Así que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero que sea Granger —dijo con deleite.
Ron apretaba los grandes puños de Crabbe. Dándose cuenta de que todo se echaría a perder si pegaba a Malfoy, Alex le dirigió una mirada de aviso y dijo: — ¿Sabes si cogieron al que abrió la Cámara la última vez?
—Sí... Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban. —Se movió nervioso en su silla y dijo: —Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre sucia, pero que yo no debo mezclarme. Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Sabéis que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada? —Alex intentó que la inexpresiva cara de Goyle expresara algo de preocupación. —Sí... —dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos. Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.
—¡Ah! —exclamó Ron. Malfoy lo miró. Alex hizo lo mismo. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz. La hora de que disponían llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a convertirse en sí mismo, y a juzgar por la mirada de horror que dirigía a Harry, a éste le estaba sucediendo lo mismo. Se pusieron de pie de un salto. —Necesito algo para el estómago —gruñó Ron, y sin más preámbulos echaron a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándose contra el muro de piedra y metiéndose por el corredor, y deseando desesperadamente que Malfoy no se hubiera dado cuenta de nada.
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Cuando volvieron, encontraron a Daphne, Janeth y Tracey, cubriendo la cabeza de Hermione, con una capa, dispuestas a llevarla a la enfermería. Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza. — ¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!
—No te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Alex—. Te llevaremos a la enfermería. La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas...
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Esa misma noche, usando la Capa de Invisibilidad de los Potter y un hechizo Rúnico en su brazo, Janeth encontró el lugar con más magia oscura, en todo el colegio. Pero era una pared sólida. Tardó bastante, casi cuatro horas, en lograr descubrir el truco tras la pared, y revelar una habitación.
Cerró la puerta tras de sí, y sacando una tiza, comenzó a escribir en el suelo, una serie de Runas Angelicales, y luego colocó cuatro cuchillos Serafín alrededor.
Invocó primero a Astaroth, y luego de escuchar su lamento, sobre como creía que el haber sido desterrado del paraíso fue una injusticia, Janeth le hizo la pregunta que deseaba, le regaló un recuerdo inútil de Sebastián y uno inútil de Janeth. Y el Ángel Caído y Príncipe del Infierno, contestó a su pregunta enfadado, pues no eran exactamente recuerdos felices, pero no podía dañarla, por las barreras que levantó, gracias a los cuchillos Serafín: barreras de energía angelical, denominado como "Configuración Malachi"; y a los círculos rúnicos angelicales.
Luego, invocó a Bael, a quien le hizo la misma pregunta, y recibió su respuesta, con su respectivo pago. Pero a él lo retuvo, solo un poco más y preguntó por algo más... también sobre la Cámara de los Secretos. Lo revelado por Bael, fue más de lo que Janeth podría haber esperado, y consideró que la información era demasiado valiosa, para salir a la luz.
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Entonces, miró ese diario negro, que tenía el nombre T. S. Ryddle. Y luego de maldecirlo, con magia negra y los restos de la magia infernal de Bael y Astaroth, se fue de allí, y lo dejó caer por un corredor al azar.
