Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.

Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.

27: La última pieza del Rompecabezas.

James y Lily, tuvieron una especie de inyección de vitalidad. A lo largo de las vacaciones decembrinas, aprendieron todo lo que pudieron sobre Janeth, y volvieron al Mercado de Sombras de Londres, buscando más información sobre los Cazadores de Sombras, y sus costumbres.

Así mismo, entendieron la importancia de los Cazadores de Sombras y los Subterráneos, en la lucha contra las invasiones demoníacas, que ocurrían muy a menudo.

Una rápida visita a Gringotts, permitió a James, recuperar algunas armas en manos de la familia Potter. Él tomó un par de cuchillos Kukri de Electrum (Aleación de Oro y Plata, siendo muy útil contra los demonios y Subterráneos descarriados), y comenzaron a usar libros y los retratos de los Potter de la Edad Media, para aprender a usar estas armas.

Por respeto a Janeth, decoraron todo, como se haría en Idris. Y en lugar de celebrar la Navidad o el Samhain, celebraron la Fiesta del Ángel. Mientras que querían saber más, sobre la cultura de los Cazadores de Sombras, después de saber que su hija, era Jonathan Christopher Morgenstern Fairchild.

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Justamente el día en el que volvían los alumnos. Dumbledore miraba con rabia, hacía Janeth y a Alex, de forma intercalada.

Sabía que pronto, todos los alumnos que se fueron del colegio, por las vacaciones de Navidad (y por seguridad) tendrían el conocimiento de los alumnos petrificados, cuando Janeth y Alex estaban lejos, lo cual demostraba que ninguno de los dos, era el Heredero de Slytherin.

Si Janeth era la Niña-Que-Vivió, y la destinada a derrotar a Voldemort, entonces ella tendría que haberse quedado...

No.

En realidad: toda la atención iría a Alex, pues fue a él, a quien lo escucharon hablando Pársel, en aquella ocasión en la clase de Duelo de Magia, que permitió a Andrómeda Tonks y a Gilderoy Lockhart, impartir.

Ese maldito mocoso de Draco Malfoy, había provocado que toda la atención, fuera a Alex.

¿Pero debía realmente de descartar a uno, por el otro?

Parecía ser lo lógico, pero quizás lo mejor, era esperar.

-/-/-/Torre de Gryffindor/-/-/-

— ¡¿Entonces Gus Frederick, Mary Anderson y Su Li, aparecieron petrificados, a lo largo de dos semanas seguidas?! —preguntó Alex asombrado.

—Así es —dijo Ron, feliz por su amigo. —Esto demuestra, que no eres el Heredero de Slytherin. —Alex solo les sonrió a sus amigos, pero no dijo nada. Entonces, el rostro de —Por cierto: supe que tuviste que pasar tiempo, con esa chica Fairchild. —Alex frunció el ceño, ante esa forma de Ron, al referirse a su hermana. — ¿Todo bien?

—Sí, todo bien —afirmó Alex, con calma. —Me estuvo entrenando, seguimos con las Artes Marciales, el entrenamiento físico y quiere enseñarme algunas otras cosas.

— ¿Qué cosas? —preguntó Hermione.

—Costumbres y protocolos de la alta sociedad mágica, y de los Sangre Pura... ese tipo de cosas —afirmó Alex, encogiéndose de hombros.

Ron, quien solo quería disfrutar de su vida, sin preocupaciones. —Oh, eso suena como un verdadero fastidio. —Puso los ojos en blanco. Hermione no dijo nada, solo frunció el ceño, y luego de algunas palabras trampa, logró que Alex le explicara (solo un poco) lo que había estado aprendiendo. Eso la hizo ponerse sumamente celosa, porque Alex había podido aprender algo, que ella seguía intentando aprender a base de libros.

-/-/-/-

Por algunos días, no hubo más muertes, y Janeth supo que era gracias, a su maldición sobre el diario aquel. Pero ahora mismo, estaba deseando saber exactamente, que carajos era el diario aquel.

Gilderoy Lockhart estaba convencido de que era él quien había puesto freno a los ataques. Janeth reía mentalmente, cuando le oyó exponerlo así ante la profesora McGonagall, mientras los de Gryffindor marchaban en hilera hacia la clase de Transfiguración. —No creo que volvamos a tener problemas, Minerva —dijo, guiñando un ojo y dándose golpecitos en la nariz con el dedo, con aire de experto —Creo que esta vez la cámara ha quedado bien cerrada. Los culpables se han dado cuenta de que en cualquier momento yo podía pillarlos y han sido lo bastante sensatos para detenerse ahora, antes de que cayera sobre ellos... Lo que ahora necesita el colegio es una inyección de moral, ¡para barrer los recuerdos del trimestre anterior! No te digo nada más, pero creo que sé qué es exactamente lo que... De nuevo se tocó la nariz en prueba de su buen olfato y se alejó con paso decidido.

La idea que tenía Lockhart de una inyección de moral se hizo patente, durante el desayuno del día 14 de febrero.

Janeth no había dormido mucho a causa del entrenamiento de Quidditch de la noche anterior y llegó al Gran Comedor corriendo, algo retrasado. Pensó, por un momento, que se había equivocado de puerta: Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones.

Alex se fue a la mesa de Gryffindor, en la que estaban Ron, con aire asqueado, y Hermione, que se reía tontamente. — ¿Qué ocurre? —les preguntó Ale, sentándose y quitándose de encima el confeti. Ron, que parecía estar demasiado enojado para hablar, señaló la mesa de los profesores. Lockhart, que llevaba una túnica de un vivo color rosa que combinaba con la decoración, reclamaba silencio con las manos.

Los profesores que tenía a ambos lados lo miraban estupefactos. Desde su asiento, Alex y Janeth pudieron ver a la profesora McGonagall con un tic en la mejilla. La profesora Tonks tenía el mismo aspecto que si se hubiera bebido un gran vaso de Crecehuesos. — ¡Feliz día de San Valentín! —gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros... ¡y no acaba aquí la cosa! —Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco. Pero no enanos así, tal cual; Lockhart les había puesto alas doradas y además llevaban arpas. — ¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —sonrió Lockhart—¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín! ¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día. ¿Por qué no piden a la profesora Tonks que les enseñe a preparar un filtro amoroso? — Tonks había adquirido la misma mirada avinagrada de Snape, y parecía dispuesta a envenenar a la primera persona que se atreviera a pedirle un filtro amoroso. — ¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido! —El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos.

—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis — le pidió Ron, cuando abandonaban el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.

Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Gryffindor subían hacia el aula de Encantamientos, uno de ellos alcanzó a Alex. — ¡Eh, tú! ¡Alex Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Alex. Ruborizándose al pensar que le iba a ofrecer una felicitación de San Valentín delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley, Alex intentó escabullirse. El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos. —Tengo un mensaje musical para entregar a Alex Potter en persona —dijo, rasgando el arpa de manera pavorosa.

— ¡Aquí no! —dijo Alex enfadado, tratando de escapar.

— ¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Alex por la bolsa para detenerlo.

— ¡Suéltame! —gritó Alex, tirando fuerte. Unas chispas rosadas y negras se esparcieron por encima, y el enano soltó la bolsa, mientras que Ron y Hermione, evitaban que saliera volando. Alex miró agradecido a Janeth, quien solo asintió, le guiñó el ojo, y entró a su salón de clase.

—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Alex—, ésta es tu canción de San Valentín:

Tiene los ojos avellana como un árbol saludable

y el pelo rojo como un tomate cuando se cuece.

Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,

el héroe que venció al Señor Tenebroso.

Aunque Alex habría dado todo el oro de Gringotts por desvanecerse en aquel momento. Consiguió reírse con todos los demás, se levantó, con los pies entumecidos por el peso del enano, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de chavales, algunos de los cuales estaban llorando de risa. — ¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo decía, empujando a algunos de los más pequeños —Tú también, Malfoy.

— ¿Quién te pidió dedicarme el poema? —preguntó Alex, suspirando y listo para entrar a clase.

—Patricia Simpson —contestó el Enano, haciendo sonrojar a Alex, pues ella era casi dos años mayor que él.

Y pasaron a clase de Encantamientos.

Alex, le mandó un ramo de flores, agradeciéndole a Patricia por el poema, pero diciéndole que estaba muy avergonzado, para siquiera intentar entregárselo de frente, y que esperaba pudiera perdonarlo.

Janeth le dictó (y obligó) a Alex a escribirle un poema para Patricia, quien una hora después, besó a Alex, encantada y enamorada del poema, causándole un nuevo sonrojo al niño y causando que se desmayara.

Una muy celosa Ginny Weasley, también le mandó un poema cantado, pero el suyo fue menos... armónico, y con varias cosas robadas al poema de Patricia, lo cual le generó una mala fama, que la perseguiría hasta que ella se graduara de Hogwarts.

.

Ya habían pasado casi cuatro meses desde que petrificaron a Colin, Justin, Nick Casi-Decapitado, y tres desde la petrificación de Gus Frederick, Mary Anderson y Su Li. Pero ninguna otra petrificación, y parecía que todo el mundo creía que el agresor, quienquiera que fuese, se había retirado, afortunadamente.

Ernie Macmillan, un día, en la clase de Herbología, le pidió cortésmente a Alex que le pasara un cubo de hongos saltarines, y en marzo varias de las mandrágoras montaron una escandalosa fiesta en el Invernadero 3. Esto puso muy contenta a la profesora Sprout. —En cuanto empiecen a querer cambiarse unas a las macetas de otras, sabremos que han alcanzado la madurez —les dijo a Alex y a Janeth.

Ante esas palabras, Janeth asintió y se retiró del Invernadero, para suspirar pesadamente. Daphne, quien estaba cerca y la escuchó, se acercó a ella. La conocía incluso mejor, de lo que la propia Janeth creería. — ¿Qué te irritó?

—Tengo una posible pista, pero la he olvidado hasta ahora —gruñó Janeth, mirando en todo momento a la rubia. —Maldición, desearía que no hubiera sido así... —al doblar en una esquina, Janeth se llevó un buen encontronazo, con la profesora McGonagall, quien rápidamente estaba siendo ayudada por Daphne, a ponerse de pie.

—Fairblue, ¿Cuál es la pista, que dice tener? —preguntó la mujer, agarrando a su alumna por los hombros y con el corazón en un puño.

—Profesora: lamento el haberme demorado tanto en recordarlo —dijo Janeth muy apenada, y enfadada consigo misma, por partes iguales. —Hace cincuenta años, se abrió la Cámara por primera vez. Y se dice que mató a una alumna —la maestra asintió. — ¿Y si la alumna jamás se hubiera ido? —Minerva abrió los ojos, ante tal locura, pero no parecía conocer la respuesta. — ¿Y si fuera Myrtle Warren?

La mujer y Daphne, jadearon. McGonagall palideció un poco. Minerva apenas y podía generar alguna palabra. —Yo...

—Alex nos confesó, cuando estábamos en la Mansión Potter, que ha estado escuchando una voz siseante, detrás de las paredes —dijo Janeth, para entonces fruncir el ceño. — ¿Por qué estoy recordando las pistas, hasta ahora? Myrtle jamás se fue del lugar donde murió. El baño de las chicas, en el primer piso.