Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.

Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.

33.

Una Trampa Paciente.

Janeth seguía dando vueltas, en su cama, hasta que se cansó de eso, y decidió usar un método militar Mundano/Muggle, para poder quedarse dormida, solo para recordar algo importante: lo bueno de invocar a un Príncipe del Infierno, y obligarlo a revelarte, ciertos secretos que solo el director de Hogwarts podía saber, era justamente eso.

Se levantó, cambió sus ropas, por su versión del uniforme de una Cazadora de Sombras, salió de la habitación, y se subió en el borde de la ventana de la torre de Ravenclaw, y saltó, cayendo sobre el lomo de Estrella, su Corcel Hada, el cual voló/cabalgó sobre el aire, hasta un edificio en específico. Mientras que su ama, sonreía complacida, Estrella aterrizó suavemente ante una cabina de teléfonos, pero con un par de hechizos, y un par de chispas aquí y allá, la cabina falsa, se puso en marcha, llevándola hasta donde quería.

Recorrió los pasadizos, "pidió" unas pocas indicaciones, llegando a su objetivo.

Encontró, una enorme cantidad de esferas de cristal, en cuyo interior había un humo azul extraño. Sacando chispas rosadas y negras de su mano, las chispas la guiaron por el camino, hasta aquello que ella buscaba. Aquello que Astaroth le había contado, y allí estaba.

La etiqueta tenía el nombre de su hermano, pero ella no tuvo problemas, para agarrarla. Creyó escuchar algo, y la acercó a su oído, escuchando un susurro muy suave. Suspiró, luego de algunos minutos, la profecía se detuvo y se reinició. Asintió, como estando de acuerdo con ella misma y gracias a sus chispas negras y rosadas, una llama consumió la esfera, hasta que no quedó nada.

De su bolsillo, extrajo algo que había encontrado en la Casa Solariega de los Morgenstern. En aquella Casa Solariega, donde había criado a su hijo, Jonathan Morgenstern. Era una Caja Pyxis, un artefacto utilizado, para encerrar demonios en ellas. Esta se trataba de una reconstrucción de la Caja que tenía Valentine, logrando hacer lo mismo, entre sus cosas, pues las Cajas reales, solo los Brujos: hijos de un humano y un demonio, podían abrirlos. Pero la caja de Valentine, podía ser abierta por cualquiera, y en su interior, se encontraba el Demonio Mayor: Hécate, Madre de los Vampiros. —Hécate debe de encontrarse, lo suficientemente furiosa, como para provocarle una sobredosis de Yin fen, al primero que agarre la esfera de la supuesta "Profecía" —pensó ella, mientras susurraba unas pocas palabras mágicas, volviendo la esfera de cristal, de algo similar al agua y empujando delicadamente la caja, dentro de la esfera, volviendo a dejarla en su lugar.

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Continua la escuela.

En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Sólo Draco Malfoy y su banda de Slytherin criticaban al profesor Lupin: —Mira cómo lleva la túnica —solía decir Malfoy murmurando alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.

Pero a nadie más le interesaba que la túnica del profesor Lupin estuviera remendada y raída. Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera. Después de los boggarts estudiaron a los Gorros Rojos, pero no se esperaban que el profesor, llevara unas de esas pequeñas y desagradables criaturas, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban; directamente, al salón de clases. A la semana siguiente, tuvieron una clase sobre los Kappas, teniendo uno de ellos, encerrado en una pecera, tratándose de un repugnante morador del agua que parecía un mono con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaba estrangulando a los que ignorantes que cruzaban sus estanques.

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Janeth habría querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas. La peor de todas era Pociones, porque estas aumentaban en complejidad al prepararlas.

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La historia del Boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio. Todos los que habían llegado a recibir clases del hombre, lo encontraban divertido, y agradecían que el hombre, estuviera encarcelado.

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Los ánimos por la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida, se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo. — ¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? —preguntó Ron tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.

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A comienzos de octubre, sin embargo, hubo otra cosa que mantuvo ocupados a Alex y a Janeth (especialmente a la segunda), algo tan divertido que compensaba la insatisfacción de algunas clases: Se aproximaba la temporada de Quidditch y Roger Davies, capitán del equipo de Ravenclaw; convocó una reunión un jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada.

En un equipo de Quidditch había siete personas: tres cazadores, cuya función era marcar goles metiendo el Quaffle (un balón como el de fútbol, rojo) por uno de los aros que había en cada lado del campo, a una altura de quince metros; dos golpeadores equipados con fuertes bates para repeler las Bludger (dos pesadas pelotas negras que circulaban muy aprisa, zumbando de un lado para otro, intentando derribar a los jugadores); un guardián que defendía los postes sobre los que estaban los aros; y el buscador; que tenía el trabajo más difícil de todos, atrapar la dorada Snitch, una pelota pequeña con alas, del tamaño de una nuez, cuya captura daba por finalizado el juego y otorgaba ciento cincuenta puntos al equipo del buscador que la hubiera atrapado.

Roger Davies era un fornido muchacho de diecisiete años que cursaba su séptimo y último curso. Había cierto tono de desesperación en su voz mientras se dirigía a sus compañeros de equipo en los fríos vestuarios del campo de Quidditch que se iba quedando a oscuras. —Es nuestra última oportunidad..., mi última oportunidad... de ganar la copa de Quidditch —les dijo, paseándose con paso firme delante de ellos. —Me marcharé al final de este curso, no volveré a tener otra oportunidad. Ravenclaw no ha ganado ni una vez en los últimos siete años. De acuerdo, hemos tenido una suerte horrible: heridos..., cancelación del torneo el curso pasado... —Davies tragó saliva, como si el recuerdo aún le pusiera un nudo en la garganta—. Pero también sabemos que contamos con el mejor... equipo... de este... colegio —añadió, golpeándose la palma de una mano con el puño de la otra y con el conocido brillo frenético en los ojos. —El profesor Flitwick, ha dicho que somos los tres mejores cazadores de Ravenclaw, desde 1836. —Davies señaló a Jeremy Strettom y Randolph Burrow, sonrieron —Tenemos dos golpeadores invencibles. —Duncan Inglebee y Jason Samuels, sonrieron. — ¡Y tenemos un buscador que nos ha hecho ganar todos los partidos! —dijo Davies, con voz retumbante y mirando a Janeth con orgullo incontenible. —Y estoy yo —añadió. —La cuestión es —continuó Davies, reanudando los paseos —que la copa de Quidditch debiera de haber llevado nuestro nombre estos dos últimos años. Desde que Harry se unió al equipo, he pensado que la cosa estaba chupada. Pero no lo hemos conseguido y este curso es la última oportunidad que tendremos para ver nuestro nombre grabado en ella...

—Roger, éste será nuestro año —aseguró Samuels.

—Lo conseguiremos, Roger —dijo Burrow.

—Por supuesto —corroboró Janeth.

Con la moral alta, el equipo comenzó las sesiones de entrenamiento, tres tardes a la semana. El tiempo se enfriaba y se hacía más húmedo, las noches más oscuras, pero no había barro, viento ni lluvia que pudieran empañar la ilusión de ganar por fin la enorme copa de plata.

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Una tarde, después del entrenamiento, Janeth regresó a la sala común de Ravenclaw con frío y entumecido, pero contento por la manera en que se había desarrollado el entrenamiento, y encontró la sala muy animada. — ¿Qué ha pasado? —preguntó a Lisa Turpin y Michael Corner, que estaban sentados al lado del fuego, en dos de las mejores sillas, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astronomía.

—Primer fin de semana en Hogsmeade —le dijo Michael sonriente, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de octubre. Halloween.

—Estupendo —dijo Fanny, que había seguido a Janeth por el agujero del retrato. —Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.

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—Teniendo en cuenta, que estamos rodeados por Dementores, permítanme que les enseñe un hechizo, que les será útil, al combatirlos, si es que vuelven a encontrárselos —dijo el profesor Lupin, haciendo que todos se emocionaran, mientras agitaba su varita mágica, una tiza se elevaba y escribía dos palabras, en el tablero Expecto Patronum. —El Patronus, es un hechizo emocional. Deben de buscar su recuerdo más feliz, y luego decir estas palabras. Vamos, cierren sus ojos, y busquen sus recuerdos más preciados. —Así lo hicieron todos, y cuando creían tenerlo, decían las palabras mágicas. En algunos casos, no pasaba nada y todos debían de volver a buscar en sus recuerdos, y en otros, se escuchaba un ruido que los Hijos de Muggles, compararon con una radio que intentaba obtener sintonía y se veían unas pocas volutas de humo. —Un recuerdo verdaderamente feliz, nos otorgará un Patronus corpóreo, el cual tendrá por forma, nuestro animal espiritual... Expecto Patronum —de la varita del profesor, surgió un lobo fantasmal, maravillando a sus alumnos, quienes continuaron practicando el hechizo, con más fuerza.

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En los días siguientes, gracias a una idea de esas que se te ocurren tardíamente, cuando buscas a un prófugo de prisión en los pasillos de tu propio colegio, Minerva lanzó un hechizo para devolver la forma humana, y para su asombro, funcionó más que bien: un hombre adulto, de unos treinta años de edad, calvo, de ojos pequeños y negros, con cara de rata, apareció. Al verse descubierto, desenfundó una varita mágica, pero la mujer transformó la capa de Pettigrew, en unas cuerdas que se ataron, y luego lo dejó inmóvil con un hechizo, yendo a buscar a Flitwick y a Dumbledore, para informarles, que tenía a Pettigrew.

Unos minutos después, un enfadado Dumbledore, veía a los Dementores llevarse a Pettigrew, sin que él hubiera podido descubrir lo que buscaba en Hogwarts. Solo recibió una palabra, cuando ingresó en la mente del Mortífago: Tiara.

Se suponía que Pettigrew intentara atacar a los alumnos, (específicamente a Fairblue) que Janeth fuera señalada como su objetivo y todos la repudiaran, para que ella aprendiera que tenía que levantarse una vez más, cada vez que cayera, para así poder convertirse en la heroína, que la Inglaterra necesitaría, una vez que Voldemort volviera al poder.