Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
45: Reunión.
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Dumbledore ingresó en el Privet Drive #6, teniendo a un grupo de adultos (y adolescentes, reunidos), mientras que estaba en sus propios pensamientos, debido a que no sabía cómo reaccionar, al hecho de cuan poderosa era Janeth Fairblue. Y cómo reaccionar, ante los poderes mágicos, que la chica había demostrado. —Severus, bienvenido. ¿Qué está planeando el Señor Oscuro?
Severus, estaba agradecido de que Dumbledore lo hubiera sacado de prisión. Pero no podía culpar a Janeth Fairblue, ni a los Potter, pues Black era su amigo y era culpa suya, que los Potter hubieran estado en peligro. —El Señor Oscuro, se ha encontrado, con que solo algunos de sus hombres, lo han seguido hasta su nueva... base de operaciones. Los Malfoy y otros, no están entre ellos. Algunos de los más... radicales, que siguen a la Extrema Derecha política, no lo han seguido. En cambio, se han aliado con Malfoy en un nuevo grupo de magos oscuros, denominado como El Sol Negro.
— ¿Qué podría estar planeando Malfoy? —preguntó Arthur Weasley, preocupado.
—Aun no lo sé. —Dijo una voz femenina, que sorprendió a todos. Haciéndolos desenfundar sus varitas, y mirar hacía un rincón casi totalmente oscuro de la habitación. —Pero la Extrema Derecha, derecha radical o ultraderecha, son términos usados para describir partidos o movimientos políticos que promueven y sostienen posiciones o discursos, donde la xenofobia contra otras naciones, el apoyo a regímenes políticos totalitarios y un énfasis mítico basado en el liderazgo carismático, están a la orden del día.
— ¡Lumos! —exclamó Dumbledore, alumbrando a... — ¿Janeth? —Preguntó, — ¿Qué estás haciendo aquí? —La pelinegra, estaba despatarrada sobre un sillón que parecía hecho de cobre y tenía cojines de color cian, mientras que un peine levitante, le peinaba.
—A diferencia de ti, vivo aquí, Albus —dijo Janeth, con un tono de voz, que denotaba aburrimiento. —Es la casa de mi padrino, y mi familia y yo, decidimos venir a pasar el verano aquí.
— ¡No tienes derecho a estar en esta reunión, jovencita! —dijo Molly Weasley, enfadada.
—Siendo la chica que estuvo a punto de matar a Ryddle, y aquella que diezmó a sus Mortífagos... entonces estoy más que capacitada, para participar en esta reunión —dijo ella, con el mismo aire de aburrimiento en su voz, y en su rostro. —Además: estoy lo suficientemente aburrida, como para decidirme a participar. Si encontrara algo divertido o entretenido, entonces no estaría aquí sentada. Pueden estar seguros. —Miró a Severus, quien se removió incómodo en su sitio. —Entonces... ¿Qué más está diciendo Ryddle?, ¿Qué desea?, ¿Cuál es su próximo curso de acción, al no contar ya con Malfoy de su lado, en el lado político?
—Señorita Fairblue, usted no es la líder de esta organización —gruñó Dumbledore, comenzando a enfadarse bastante, con la joven. —No debería de hacer preguntas, a mi espía.
—Pues verás que estoy en todo mi derecho, a realizarle preguntas a tu espía, por haber guiado a Ryddle, hasta nuestra casa, amenazar con matar a mis padres, a mi hermano, encerrar a Sirius en prisión y a mí, dejarme con los Dursley —dijo Janeth, con desinterés. Mientras que los ojos de la Orden al completo, se abrían bastante. — ¿Entonces? No te quedes allí, Snape, ¿Qué planea Ryddle? —preguntó, con enfado.
—El Señor Oscuro, está mostrando interés en el Departamento de Misterios...
—Suficiente, Severus —dijo Albus. —No es necesario, que sepan sobre...
—La Profecía —dijo ella, interrumpiendo a Dumbledore, sorprendiéndolos a todos. —En 1980, cuando Dumbledore contrató a Trelawney, ella le dijo una profecía...
— ¡¿CÓMO SABES ESO?! —preguntó Dumbledore, James y Lily, en shock.
Ella les enseñó una sonrisa. — ¿Cuál es el demonio, más inteligente de todos? —preguntó ella, sonriente. Nadie supo qué contestarle. —Aprendí a Valentine, a invocar demonios. Y a engañarlos. —Asintió, sonriente. —Puedes invocar demonios, encerrarlos, obligarlos a hacer un trato contigo, a contarte cualquier secreto, siempre y cuando tengas los círculos rúnicos suficientes. Además: no es necesario pagarles, con recuerdos valiosos, sino que puedes buscar recuerdos estúpidos, poco interesantes o que ya definitivamente, no quieras conservar. Entonces, se los entregas, y ellos estarán obligados a contestar a tus preguntas.
— ¡¿PUEDES INVOCAR DEMONIOS?! —chilló más de uno, asustado.
Los miró con el ceño fruncido. —Todos los Brujos, pueden invocar demonios. ¿Por qué creen, que la Inquisición nos cazaba? —Nadie supo qué contestarle. ¿Brujos?, ¿de qué hablaba Janeth?, eran magos, no brujos. —Ahora, déjenme adivinar: —miró a Dumbledore, mientras que ella se frotaba la cara, con exasperación. — ¿Vas a poner a los miembros de la Orden, a que resguarden la Profecía? —Dumbledore frunció su ceño, ante los conocimientos de Janeth. Ella miró alrededor de la habitación, todos estaban asombrados por sus conocimientos. La pelinegra suspiró, y sus siguientes palabras, salieron con un gran aburrimiento y hartazgo. —Supongo yo, que ya les has dado esa orden, ¿verdad? —Dumbledore apretó los puños, ¿Cómo demonios sabía ella, todo esto? —Lo tomaré como un sí. Dime entonces, Albus, ¿Qué esperas que haga un único miembro de la Orden, vigilando una puerta, todo el día?, ¿esperas realmente, que Molly o Arthur, puedan disuadir a Ryddle de cruzar esa puerta?, ¿no es eso estúpido, siendo que solo conseguirás que ellos mueran?
— ¡¿Cómo demonios, sabes todo esto?! —preguntó, enfadado.
—Porque me lo contaste, en nuestra reunión del otro día, —mintió ella. Pero lo dijo con tal seguridad, que Dumbledore frunció el ceño, mientras intentaba hacer memoria. — ¿o es que ya no te acuerdas? Luego de que volviéramos, del cementerio. —Ella se estiró, poniéndose aún más cómoda en su silla, si es que eso era posible. —Te lo dije una vez, y te lo repito: enviar a uno o dos miembros de la Orden, a resguardar la Profecía, es inútil e innecesario. Ya me he hecho cargo.
Dumbledore apretó los puños, ante la facilidad de la mocosa, para hablarle de ese modo, ¿Cómo se atrevía?, él era quien derrotó a Grindelwald y quien enfrentó con valor a Ryddle, fundando la Orden del Fénix. — ¿A qué te refieres, con que ya te has hecho cargo?
—A que ya he maldecido, el registro de la Profecía. —Contestó ella, acomodándose los lentes. —No hace falta, que nadie más se ponga en peligro, solo por mantener a Ryddle a raya. No importa si es Ryddle, Malfoy, o cualquier otro Mortífago. He colocado un hechizo de Compulsión, sobre la esfera del registro de la Profecía.
— "Es imposible" —susurró Dumbledore, en shock. Se puso de pie inmediatamente. — ¡Es imposible que leyeras la Profecía! —Acusó.
—Lo hice —aseguró ella, sin mayor interés.
— ¡Es imposible! —Repitió Dumbledore, respirando agitadamente, y poniéndose de pie. — ¡LO HUBIERA SABIDO, SI HUBIERAS PEDIDO LEER LA PROFECÍA!, ¡LOS INEFABLES, ME LO HUBIERAN DICHO!
Janeth se burló de él. —Solo si supieran, que quería leerla. Fue muy fácil, infiltrarme. Esquivar a los Aurores e Inefables. La escuché y luego, coloqué la Caja Pixis, en su interior, junto con un hechizo de Compulsión. Aquel que ponga sus ojos en la Profecía, la agarrará, liberará a Yanluo, quien lo envenenará a él, y a los que estén cerca, con el Yin Fen.
— ¿Eso no hará, que agarren la esfera del registro, cariño? —Preguntó Lily, preocupada.
—Ese es exactamente el plan, madre —dijo ella, sonriente.
— ¡¿POR QUÉ QUERRÍAS QUE AGARRARAN LA PROFECÍA?! —preguntó Dumbledore enfadado, poniéndose de pie. —LA ORDEN ESTÁ HACIENDO TODO LO POSIBLE, PARA QUE NO CAIGA EN SUS MANOS.
Janeth se frotó la cara con las manos, como si lo que estaba por contarle a Dumbledore, fuera algo que él, ya tendría que saber. —En serio. Juro que lo haces, solo para hacerme enfadar más rápido, y sacarme canas. —Tomó aire. —Está bien. Te lo contaré, UNA ÚLTIMA VEZ: Cuando Ke Jian Ming, todavía vivía en el Instituto de Shanghái, y era un niño pequeño, encontró una Caja Pixis. Una Caja Pixis, como ya te lo he dicho miles de veces, sirve para encerrar un demonio. Y dentro de esa Caja, estaba Yanluo. Quien masacró a casi toda la familia Ke, hasta que lo encerraron. Y hasta que él lo liberó, solo por ser un niño curioso. El demonio masacró al resto de la familia, y torturó a Jian haciéndolo consumir grandes cantidades de veneno de vampiro, hasta volverlo adicto, provocándole que su cabello y ojos, se volvieran plateados. Si él pasaba grandes cantidades de horas, sin consumir el Yin Fen, entonces un dolor horrible cruzaría su cuerpo. Y tampoco era mejor, si no lo consumía, simplemente moría lentamente. —Todos estaban horrorizados ante esto. —El Yin Fen, no es otra cosa que veneno de vampiro. Sin un vampiro que te auxilie, o sin ingresar en el Mercado de Sombras, entonces morirás por la abstinencia, mientras sientes que el dolor consume tu cuerpo y tus energías. Simplemente, deja que Ryddle se acerque a la Profecía, y que Hécate, haga el resto del trabajo. —Nadie habló. —Porque créeme: Está MUY enfadada con mi bisabuelo, como para alegrarse de que abran su Caja Pixis y escapar. —una sonrisa, apareció en su rostro —Cuando abran la caja, envenenará, al primero que se le presente, haciéndolo adicto al Yin Fen. Adicto al veneno de vampiro. Al igual que a Jem. —Dumbledore miró alrededor. Encontró a varios miembros de la Orden, más que dispuestos en permitir, que Voldemort pusiera sus manos en la Profecía. Cosa que obviamente, no era buena idea. —Estén en guardia, DETRÁS de la puerta de la Sala de las Profecías. Asesinen a los Mortífagos, que se acerquen a la Profecía, y dejen que un furioso Ryddle vaya por ella. Escapen de allí, tan pronto como les sea posible. Y entonces... —Sonrió. —Dejen que lo maldigan, volviéndolo un adicto, catatónico y espasmódico, que sufrirá una muerte horrible, sin el Yin Fen. —Con esas palabras, y una sonrisa en su rostro, Janeth se levantó y fue hacía la cocina, en busca de algo de comer.
Dumbledore frunció el ceño, al notar que muchos miembros de la Orden, parecían estar de acuerdo con este plan.
No.
No podía permitir, que la Orden dejara sin protección el registro de la Profecía. Si Voldemort lograba escucharla, entonces podría ser el fin de todo.
Si Janeth no obedecía sus órdenes, y si no hacía las cosas, como él lo quería (escuchándolo, contarle la historia de Tom Ryddle, sobre los Horrocruxes y acompañándolo a buscarlos), entonces el plan no sería el mejor, ni funcionaría. Dumbledore suspiró, mientras recordaba la Profecía. —El único con poder para derrotar al Señor tenebroso se acerca. Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor tenebroso no conoce... Ninguno de los dos podrá morir, mientras el otro siga con vida. —Una horrible sensación, pasó por su mente, y se acercó a la Cocina. La vio preparando un sándwich. Estaba bastante relajada. — "Legeremens"
— ¿Quieres saber qué fue, lo que salió mal, en tu plan? —preguntó Janeth, haciendo saltar del miedo a Dumbledore. Ella lo dejó ingresar en su mente, y se lo enseñó todo: Pero no solo a él, sino también a su familia, quienes vieron en sus mentes, lo que ella le enseñaba a Dumbledore.
Recuerdo
La escena mostraba un sótano, el mismo sótano se veía un pentagrama garabateado cicatrizaba en el suelo, y dentro del centro de la estrella se situaba un pequeño ángel. Un hombre de cabello blanco, ojos negros y de unos veintiséis años de edad, estaba de pie, sujetaba un ardiente cuchillo seráfico en la mano. —Ithuriel —dijo él, —somos viejos amigos, ¿no? Te podría haber dejado enterrado vivo bajo aquellas ruinas, pero no, te traje aquí conmigo. Todos estos años te he tenido encerrado, esperando el día en que me dijeras lo que quiero… necesito… saber —él se aproximó, tendiendo la espada, sus llamas iluminando la barrera rúnica con un reflejo. —Cuando te convoqué a mi lado, soñaba con que me dijeras el por qué. Por qué Raziel nos creó, su raza de Cazadores de Sombras, pero no nos dio los poderes que tienen los Subterráneos: la velocidad de los Hombres Lobo, la inmoralidad del Reino de las Hadas, la magia de los Brujos... o incluso la resistencia de los Vampiros. Él nos dejó desnudos ante los huéspedes del infierno, a no ser por estas líneas pintadas sobre nuestra piel. ¿Por qué sus poderes deben ser mayores que los nuestros? ¿Por qué no contamos nosotros con lo que ellos tienen? ¿Cómo puede ser eso justo?—Dentro de la estrella encarceladora estaba sentado el ángel en silencio como una estatua de mármol, inmóvil, sus alas plegadas. Sus ojos no expresaban más que una terrible pena silenciosa. La boca de Valentine se torció. —Muy bien. Mantén tu silencio. Tendré mi oportunidad –Valentine levantó la espada–. Tengo la Copa Mortal, Ithuriel, y pronto tendré la Espada… Pero sin el Espejo no puedo comenzar la invocación. El Espejo es todo lo que necesito. Dime dónde está. Dime dónde está, Ithuriel, y te dejaré morir.
La escena se rasgó en pedazos, y mientras su visión se apagaba, la escena cambió. Valentine estaba junto a una ventana, a su lado una mujer joven con brillante pelo rojo. Un anillo de plata relucía en la mano de él mientras la rodeaba con sus brazos. Llevaba un camisón blanco y estaba evidentemente embarazada. —Los Acuerdos —estaba diciendo Valentine con enfado—, no sólo han sido la peor idea que la Clave ha tenido jamás, sino lo peor que le ha podido ocurrir a los Nefilim. Eso nos ligará a los Submundos, atados a esas criaturas…
—Valentine —dijo Jocelyn con una sonrisa —basta de política, por favor —ella alzaba los brazos y rodeaba el cuello de Valentine, su expresión llena de amor; y la de él lo estaba también.
En el centro de un pentagrama, estaba sentada una mujer de cabello largo y brillante; su forma era delgada y hermosa, su rostro oculto en la sombra, sus brazos desnudos y blancos. Su mano izquierda estaba extendida frente a ella, y cuando separó los dedos, se pudo ver que había un largo corte en la palma, vertiendo un lento chorro de sangre en una copa de plata que descansaba sobre el filo del pentagrama. La sangre parecía negra a la luz de la luna, o tal vez era negra. —El niño nacido con esta sangre en él —decía ella, y su voz era suave y hermosa—, superará en poder a los Grandes Demonios de los abismos entre los mundos. Será más poderoso que Asmodeo, más fuerte que el shedim de las tormentas. Si es correctamente adiestrado, no hay nada que él no pueda hacer. Aunque, te advierto —añadió ella—, consumirá su humanidad, como el veneno consume la vida en la sangre.
—Mis agradecimientos, Dama de Edom —dijo Valentine, y cuando extendió las manos para tomar la copa de sangre, la mujer levantó el rostro, y todos los que veían esa visión, pudieron ver que, aunque ella era bella por lo demás, sus ojos eran negros agujeros vacíos de los que colgaban agitándose tentáculos negros, como antenas sondeando el aire.
Todos los miembros de la Orden, miraban esto. Y ahogaron un chillido.
La noche, el bosque, desaparecieron. Jocelyn estaba frente a alguien que Clary no podía ver. Ella ya no estaba embarazada, y su brillante cabello caía desordenado alrededor de su afligida cara de desesperación. Estaba parada, ante un hombre joven de piel verde y cuernos pequeños, de cabello blanco. —No puedo quedarme con él, Ragnor —dijo ella—, ni un solo día más. Leí su libro. ¿Sabes lo que le ha hecho a Jonathan? No creía que ni siquiera Valentine pudiera hacer eso —sus hombros se sacudieron. —Él ha utilizado sangre de demonio… Jonathan ya no es un bebé. Ni siquiera es humano; es un monstruo…
Fin del Recuerdo
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Seguido a eso, le enseñó como un niño de cabello blanco y ojos negros inhumanos, cometía muchos crímenes, e iba creciendo. Le enseñó cuando el chico ya de unos diecinueve años, asesinaba a un anciano, quien le daba información a un grupo de jóvenes.
Le enseñó el combate entre ese joven y uno de cabello rubio, hasta su muerte.
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Todo se quedó en negro, por varios minutos.
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Enseñó como la misma mujer, la tal Dama del Edom, convertía al chico de cabello rubio, en un secuaz del de cabello rubio platinado, y convertían a cientos de Nefilim, en Nefilim Oscuros.
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Finalmente, una chica de cabello rojo, atravesó al de cabello rubio platinado, con una espada envuelta en fuego, volviéndose bueno, y rogando por el perdón.
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—Yo... yo soy ese chico de cabello blanco... el de ojos verdes —dijo Janeth, derramando lágrimas. —Viví solo un minuto, incluso menos. Todo lo que pude hacer, viviendo mi vida... fue rogar a mi hermana y a mi madre, el perdón, por algo que jamás fue mi culpa. Ahora. Ahora estoy aquí —extendió sus brazos, y derramó lágrimas. —Lo he comprobado, Albus. Estoy en el pasado, pero soy Jonathan. No soy Sebastian. Tengo la oportunidad de detener a Sebastian y a Valentine. Tengo la oportunidad, de evitar que Sebastian sea resucitado por Lilith. La oportunidad de evitar, que la Copa Infernal, sea confeccionada. —Miró a Dumbledore, quien estaba asombrado e incrédulo, ante todo lo que tenía delante de él. —Pero tú. Tú y solo tú. Quieres jugar a una partida de ajedrez con Ryddle, y no tengo tiempo, para juegos.
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Recuerdo
«Esta arma podría matar a Sebastian», recordó haber dicho ella. Jace, un chico de cabello rubio y ojos dorados, se mostró más dubitativo, cauteloso. Había tratado de arrebatársela, pero la luz huyó de la espada cuando él la tocó. Solo reaccionaba en la mano de la chica de cabello rojo, llamada Clary, quien la había creado. Clary estuvo de acuerdo con que debían ser cautos, por si no funcionaba. Parecía la más soberana soberbia imaginar que había atrapado el fuego sagrado en un arma, del mismo modo que ese fuego había estado atrapado en la hoja de Gloriosa… «Pero el Ángel te concedió el don de crear —razonó entonces Jace—. ¿Y no tenemos su sangre en las venas?».
Con lo que fuera que la espada había cantado, ya había desaparecido dentro de su hermano. Clary oía gritar a Sebastian, y por encima de sus gritos, los de los Oscurecidos. Un viento ardiente sopló ante ella, cargado con el regusto de antiguos desiertos, de un lugar donde los milagros eran frecuentes y lo divino se manifestaba en el fuego. El ruido se detuvo tan bruscamente como había comenzado. El estrado tembló bajo Clary cuando un peso cayó sobre él. Alzó la vista y vio que el fuego había desaparecido, aunque el suelo estaba quemado y ambos tronos ennegrecidos. El oro que los cubría ya no brillaba, sino que estaba requemado, oscurecido y derretido.Sebastian yacía a unos pasos de ella, tendido sobre la espalda. Tenía un gran agujero renegrido en el pecho. Volvió la cabeza hacia ella, con el rostro tenso y blanco de dolor, y a Clary se le encogió el corazón. Tenía los ojos verdes. A Clary le fallaron las piernas. Cayó de rodillas sobre el estrado. — "Tú —susurró Sebastian, y ella lo miró con horrorizada fascinación, incapaz de apartar la mirada de lo que había hecho. El rostro de Sebastian había perdido todo color, como un papel tenso sobre el hueso. Clary no se atrevió a mirarle el pecho; podía ver el agujero negro sobre la camisa, como una mancha de ácido— tú pusiste… el fuego celestial… en la hoja de la espada —dijo entrecortadamente— has sido… muy inteligente"
—Solo fue una runa —repuso ella, arrodillada a su lado, buscándole los ojos con la mirada. Sebastian parecía diferente, no solo los ojos sino toda la forma de la cara: la línea del mentón más suave, la boca sin el gesto cruel —. Sebastian…
— "No... No soy él" "Soy… Jonathan" —susurró—. "Soy Jonathan"
— ¡Vayan con Sebastian! —gritó una mujer de cabello castaño y ojos negros e inhumanos, levantándose, con todos los Oscurecidos tras ella. Había dolor y furia en su rostro—. ¡Maten a la chica!
Jonathan se esforzó para incorporarse hasta quedar sentado. — ¡No! —gritó—. ¡Retrocedan!
Los cazadores oscuros, que habían comenzado a avanzar, se detuvieron confusos. Luego, abriéndose paso entre ellos, apareció Jocelyn. Apartó a Amatis de un empujón sin ni siquiera mirarla y subió corriendo los escalones del estrado. Fue hacia Sebastian —Jonathan... —y luego se quedó inmóvil sobre él, mirándolo con una expresión de asombro mezclada con un terrible horror.
— ¿Madre? —la llamó Jonathan. La miraba como si no pudiera acabar de enfocar los ojos en ella. Comenzó a toser. La sangre le manó de la boca. Los pulmones le silbaban al respirar. El rostro de Jocelyn se endureció, como si se estuviera haciendo fuerte para algo. Se arrodilló junto a Jonathan y le colocó la cabeza sobre su regazo. Clary se la quedó mirando. Ella no creía haber sido capaz de hacerlo. No podría haber tenido el valor de tocarlo así. Pero su madre siempre se había culpado a sí misma por la existencia de Jonathan. Había algo en la expresión de determinación de su rostro que decía que ella lo había visto llegar al mundo y que ella lo vería abandonarlo. —Lo siento —dijo con un estertor—. Lo lamento… —Miró a Clary—. Sé que no hay nada que pueda hacer o decir que me permita morir con el más leve ápice de perdón —dijo—. Y no podría culparte si me cortaras el cuello. Pero estoy… Me arrepiento. Lo… lamento. —No —dijo él, y entrecerró los ojos—. Veo que estás tratando de entenderlo, hermana. Si debo ser perdonado del modo que Luke perdonaría a su hermana si la Copa Infernal la liberara ahora de su influjo. Pero ella fue su hermana antes. Ella fue humana antes. Yo… —Tosió y otra bocanada de sangre se le derramó por los labios—. Yo nunca he existido. El fuego celestial quema lo que es malo. Jace sobrevivió a Gloriosa porque es bueno. Quedó lo suficiente de él para vivir. Pero yo nací para ser todo corrupción. No queda lo suficiente de mí para sobrevivir. Estás viendo el fantasma de alguien que podría haber sido, eso es todo. —Tengo que decir algo —susurró Jonathan—. Cuando yo muera… los Oscurecidos se lanzarán contra vosotros. Ya no podré contenerlos... Jace... Jace... —Miró a Clary—. ¿Dónde está Jace?
—Estoy aquí —contestó este. Y ahí estaba, ya en el estrado, con una expresión dura, confusa y triste. Clary lo miró a los ojos. Sabía lo duro que debía de haber sido para él seguirle la corriente, dejar pensar a Sebastian que la tenía, dejar que Clary se arriesgara hasta el final. Y sabía cómo debía de ser eso para él, para el Jace que anhelaba la venganza, ver a Jonathan y darse cuenta de que la parte de Sebastian que podría ser castigada, que debería ser castigada, había desaparecido. Ahí había otra persona, alguien totalmente diferente, alguien que nunca había tenido la oportunidad de vivir, y que ya nunca la tendría.
—Coge mi espada —dijo Jonathan entre estertores, y señaló a Phaesphoros, que había caído a unos metros—. Ábrelo en canal.
— ¿Abrir qué? —preguntó Jocelyn, confusa, pero Jace ya estaba en movimiento. Se agachó para recoger a Phaesphoros y saltó del estrado con la espada en la mano. Cruzó la sala, más allá de los apiñados cazadores oscuros, más allá del círculo de runas, hasta donde yacía muerto el demonio Behemoth sobre su icor.
— ¿Qué está haciendo? —preguntó Clary, aunque cuando Jace alzó la espada y cortó limpiamente el cuerpo del demonio, se hizo evidente—. ¿Cómo sabía que…?
—Él… me conoce —jadeó Jonathan. Una oleada de apestosas entrañas de demonio cayó al suelo. Jace torció el gesto de asco, y luego de sorpresa y después de comprensión. Se agachó, y con las manos desnudas cogió algo grueso, recubierto de icor; lo alzó, y Clary reconoció la Copa Infernal. Miró a Jonathan. Los ojos se le ponían en blanco, y sufría terribles espasmos. —Di… dile —tartamudeó—. Dile que la tire dentro del círculo de runas.
Clary alzó la cabeza. — ¡Tírala dentro del círculo! —gritó a Jace, y Amatis volvió la cabeza de golpe.
—¡NO! —gritó—. ¡SI LA COPA SE PIERDE, TAMBIÉN NOS PERDEREMOS NOSOTROS! —Corrió hacia el estrado—. ¡LORD SEBASTIAN! ¡NO DEJE QUE DESTRUYAN SU EJÉRCITO! ¡LE SOMOS LEALES!
Jonathan, medio apoyado en el hombro de Jocelyn, miró a Amatis; sus ojos verdes eran como faros. —Lo siento —dijo—. Nunca debería haberte hecho esto. —Y apartó el rostro. La Copa se estrelló contra el suelo y se hizo pedazos. Amatis ahogó un grito y se llevó la mano al pecho. Y entonces se desplomó. Los otros Oscurecidos la siguieron, uno a uno, derrumbándose donde estaban hasta que la sala quedó llena de cadáveres.
— "Lilith —susurró Jonathan— llora por sus hijos muertos, los hijos de su sangre; llora por ellos y por Sebastian"
—Están muertos —afirmó Clary, y, asombrada, recorrió con la mirada los restos del ejército de Sebastian—. Están todos muertos.
Jonathan soltó una medio carcajada ahogada. —«Algún bien debo hacer, a pesar de mi propia naturaleza» — murmuró, y Clary reconoció la cita por sus clases de literatura. El rey Lear. La más trágica de las tragedias—. Eso es lo que has hecho. Los Oscurecidos han dejado de existir.
Clary se inclinó sobre él, con la voz cargada de urgencia. —Jonathan, por favor, dinos cómo abrir las fronteras. Cómo volver a casa. Debe de haber algún camino.
— "No… no hay ningún camino —susurró Jonathan— Sebastian destrozó la puerta. El camino a la corte seelie está cerrado; todos los caminos lo están. Es… es imposible" —Hinchó el pecho con un silbido— "Lo siento." —Todos allí, se quedaron en silencio, por un largo minuto — "Bien —dijo Jonathan, con los ojos clavados en el rostro de Clary— ódiame; alégrate con mi muerte... lo último que querría ahora sería causarte más dolor"
—No te odio —repuso ella finalmente—. Odio a Sebastian. A ti no te conozco.
Jonathan cerró los ojos. — "Una vez soñé con un lugar verde —susurró, mientras sonreía— una mansión y una joven con cabello rojo, y las preparaciones para una boda. Si existen otros mundos, entonces quizá hay uno en el que soy un buen hermano y un buen hijo."
—No creía que pudieras soñar —repuso Clary, y respiró hondo—. Valentine te llenó las venas de veneno y luego te crio para odiar; no tuviste alternativa. Pero la espada ha quemado todo eso. Quizá eres así en realidad.
Él respiró entrecortadamente, una respiración imposible. —Sería bonito creer esa mentira —dijo, e increíblemente, el fantasma de una sonrisa amarga y dulce le pasó por el rostro—. El fuego de Gloriosa ha quemado la sangre de demonio. Toda mi vida me ha requemado las venas y me ha cortado el corazón como cuchillas, y me arrastraba hacia abajo como el plomo; toda mi vida, y nunca lo he sabido. Nunca supe que podía ser diferente. Nunca me he sentido tan… ligero —dijo suavemente, luego sonrió, cerró los ojos y todo se volvió negro.
(POV Janeth)
Cuando me fui a dormir, me encontré ante un hombre joven, de una cabellera larga dorada y plateada, sus ojos eran completamente dorados, como si su esclerótica, su iris y pupila, fueran del mismo tono, pues no se distinguía ninguno de los tres. Su piel era blanca como la nieve, carecía de una camiseta y estaba cubierto de extraños símbolos, que se movían sobre su piel lentamente. Tenía un par de alas doradas, y en cada ala un ojo áureo, como si fueran alas de un Pavorreal. Estaba yo, ante la presencia de un ángel y rápidamente, me arrodillé, con el rostro hacía el suelo. «No tengas miedo, joven Alfarera» Dijo el ángel, conociendo mi apellido, pero pronunciándolo, con un tono, que no dejaba ver el apellido en sí, sino lo que significaba, pues "Potter" significa "Alfarero", él siguió hablando «No he venido, para causarte daño»No me atreví, a elevar la mirada. Aun y cuando yo, estaba ante un ángel.«Los miembros de las religiones llamadas "Abrahámicas", judíos, cristianos y musulmanes; no creen en la capacidad o posibilidad de la Reencarnación, pero sí creen en la Resurrección, cuando llegué el día del Juicio Final»Por respeto, pero también por temor, no le dije al ángel, ni una palabra. En cambio, enterré aún más, mi cabeza en el suelo.«Hace mil años, este mundo ya era habitado por los humanos y compartido con otras razas, que igualmente, comparten el termino humano, para nosotros, los ángeles: los Hombres Lobo, los Vampiros, las Hadas y los Brujos, no dejan de ser mortales a nuestros ojos, y de acuerdo a sus decisiones, cuando llegue el día, podrán ascender al cielo y a la dicha de la recompensa de los justos o descender al castigo de los pecadores. Hace ya mil años, un simple Mundano, un humano como cualquier otro, me invocó en un lago, con la ayuda del Brujo Elphas, me invocaron en un lago y este hombre, me pidió que mezclara mi sangre, con la suya, para dar paso a un grupo de humanos con habilidades especiales, quienes se encargarían de traer un cielo a este mundo, al combatir a los demonios, que lo poblaban, le otorgué el primero de cientos de otros apellidos que la raza Nefilim, usaría con libertad, le dije que desde ese día, sería Jonathan Shadowhunter, y él y los suyos, serían Nefilims, Cazadores de Sombras, quienes harían frente a los demonios; y con el tiempo, mi plan secundario, rindió frutos: Los Cazadores de Sombras, se acercaron a los Subterráneos. A las Hadas, a los Brujos, Vampiros y Hombres Lobo, en son de paz; mil años han pasado y un Cazador de Sombras, de la familia Morgenstern, llamado Valentine, utilizó a su propio hijo, en un experimento lleno de crueldad, como la que solo Caín fue capaz; pues Valentine, también volteó hacíasu propia carne y sangre, y su hijo Jonathan Christopher Morgenstern, fuemaldecido, con la sangre de la Dama de Edom»Entonces, yo elevé la cabeza, me miró fijamente y un escalofrío, recorrió mi columna vertebral.«Pero una de las hijas adoptivas de mi hermano Ithuriel, la hija menor de este mismo hombre, llamada Clarissa Adele Morgenstern, me permitió cobrar justicia, sobre su padre y luego, ella derrotó a su hermano, quemando la sangre de la Dama de Edom, que aún estaba en él y que lo convertía en un joven cruel y despiadado, capaz de la más absoluta crueldad y el más profundo sacrilegio. Esa sangre demoniaca, fue quemada del interior del joven y cuando la madre del joven Jonathan, volvió a esta dimensión, a la dimensión humana, entonces pude tomar la esencia de aquel chico, que jamás tuvo oportunidad de vivir y me la llevé, trayéndola hasta esta línea de tiempo, trayendo la esencia de Jonathan, hasta ti»
— ¿Dices que yo soy, mitad humana, mitad ángel y mitad demonio? —pregunté finalmente, en un hilo de voz.
«Eres cualquier cosa, menos un demonio»Contestó.«Pues ya no hay sangre demoniaca en tu ser»Suspiré, encontrándome más tranquila.«También en esta dimensión, existen los Cazadores de Sombras, y aquellos que algún día serán tus aliados, están en el país conocido como los Estados Unidos, en la ciudad conocida como Nueva York. Cuando tengas 18 años, viaja allí y busca el Club Pandemonio, allí estarán los hermanos Alexander e Isabelle Lightwood y te encontrarás, no solo con Clarissa Morgenstern, también con Jonathan Herondale»
— ¿Cómo puedo ayudarlos? —pregunté, desesperada por ser útil de alguna forma.
«La hermana de tu madre actual, está profundamente celosa de ti, físicamente»Me dijo. Cambiando de tema. «Para los Nefilim, la raza más bella, es la raza de las Hadas y un Hada conoció a uno de tus antepasados, y lo sedujo, teniendo un hijo vivo y mortal, con él, heredando esa misma belleza. Por otro lado, otro de tus antepasados, fue una criatura mágica, que también es familiar de las hadas, una criatura, con una apariencia humana, de la cintura para arriba, pero una serpiente de la cintura para abajo. Se les llama Chaquina»Eso me sorprendió. «Veo en ti, más de lo que puedes imaginar, Janeth Potter; no eres exactamente, miembro del Pueblo Bello, no detecto que la sangre demoniaca, sea fuerte en ti. Tienes la belleza de las Hadas, eres letal gracias a la Chaquina que vive en ti. Puedes mentir, puedes usar Glamures o también llamados "Ilusiones", y yo, te alinearé aún más, con los cielos» Sentí un extraño escalofrío, recorrer mi cuerpo.
Fin del Recuerdo
Dumbledore y todos los miembros de la Orden, se quedaron sin saber qué pensar. Janeth suspiró, y se acercó a la ventana, silbó y pronto, su corcel hada: Estrella, se encontraba allí. —Lo que salió mal en tu plan, fue que Raziel me tuvo misericordia. Y me enseñó, lo que haría. No me interesa tu Mundo Mágico. Sino el Mundo de las Sombras, y evitar los actos de Valentine y Sebastian. Y, aun así: agradece, que te estoy salvando. —Cabalgó sobre Estrella, quien comenzó a trotar, mientras ascendía en el aire, alejándose.
Dumbledore se pasó las manos por el rostro. —Creo que es mejor, si lo dejamos hasta aquí, por hoy.
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Dumbledore se extrañó esa mañana, cuando recibió una carta. Agarró el paquete, y sintió algo duro en su interior. Lo abrió con curiosidad, pasándose por alto, el haber arrojado hechizos, por si era algún tipo de maldición o algo nocivo, para su salud.
Abriendo el paquete, frunció el ceño. Ya no había muchas personas, que le mandaran de regalo, un frasco con un recuerdo.
Sintiéndose intrigado, fue por su Pensadero, derramó el Recuerdo, y se introdujo en el Pensadero.
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Janeth apareció ante un árbol de Olmo, sin hojas. Sentía las barreras construidas alrededor, y una sonrisa apareció en sus labios. —Oh, pobre chico Tommy. —Se burló ella. —Una barrera de maldición, activa por el Olmo, barreras de presencia. Suelo trampa y.… muchas, quizás demasiadas serpientes. —Comenzó un cantico, mientras que las chispas rosadas y negras, se arremolinaban entre sus dedos, juntó sus manos, en un rezo, y siguió cantando, mientras que las chispas comenzaban a escapar a mayor velocidad de sus manos. Separó sus manos y las chicas volaron dentro, comenzó a mover sus manos, como acariciando una esfera invisible, manteniendo las chispas en su interior, mientras que las chispas brillaban cada vez más. Obligándola a cerrar los ojos, hasta incluso lastimarlos. Entonces, arrojó al frente, una esfera de chispas rosada y negra, que brillaban intensamente, que golpeó contra el Olmo, y se extendió alrededor de la casa, mientras que se escuchaban cientos de chillidos y crujidos, cada vez más fuertes.
El domo se deshizo, y ella sonrió. Caminó dentro de los límites de la propiedad, esquivando los cadáveres de las serpientes, hasta llegar al frente de la casa. Pateó la puerta, y juntó nuevamente sus manos, en un nuevo cantico, un nuevo hechizo. Pero, en esta ocasión, no permitió que el hechizo se acumulara, como el anterior, sino que pronto, dejó escapar muchas chispas rosadas y negras, que golpearon las tablas del suelo, y una luz verde, emergió del interior del suelo. Suspirando, colocó sus manos contra el suelo, mientras que un nuevo cantico escapaba de sus labios. Se escuchaba agotada. Pronto, un circulo y un pentagrama de fuego negro, se dibujó en el suelo, mientras se escuchaba el sonido de un grito, que venía desde debajo del suelo.
Extrayendo su varita, dejó escapar un Confringo, haciendo volar la madera por el aire. Y agarró un solitario anillo.
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Dumbledore salió del recuerdo, y lanzó un grito de ira primitivo, que destruyó su oficina, producto de la magia que se liberó, con su ira.
Esa mocosa de Janeth Fairblue, sabía la Profecía, sabía sobre los Horrocruxes, sabía cómo destruir el trozo de alma de Voldemort, ¡HA SABER YA, CUANTOS OTROS, HABÍA DESTRUIDO!
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¡Y no estaba compartiendo esa información con él! ¡Él era Albus Dumbledore, líder de la luz!
—Se supone que ella me vea a MÍ. A MÍ, como un abuelo amable y confiable. —Golpeó la mesa enfadado, ante los muchos pasos, que le llevaba Janeth Fairblue, de ventaja, en todos los asuntos de acabar la Guerra. —Que confié en mí, para contarme sobre sus descubrimientos, respecto a los Horrocruxes. ¿Cuántos Horrocruxes ha descubierto ya? —se preguntó, mientras que una lágrima de tristeza, surgía de su ojo. — ¿Cuántos ha destruido, para este punto?, ¿quedará acaso alguno, que no ha destruido todavía?
