Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
.
52: Madame Pudipie.
.
Después de su primera sugerencia, Hermione no volvió a mencionarle a Alex, el asunto de sus lecciones de Defensa contra las Artes Oscuras durante dos semanas enteras. Los tres habían logrado hacer desaparecer sus ratones en Transfiguración (Hermione en realidad había progresado hasta conseguir desaparecer gatos), antes que el tema fuera abordado nuevamente, en una desapacible y tempestuosa noche de finales de septiembre, cuando los tres se encontraban sentados en la biblioteca, buscando información sobre los ingredientes de una poción para la profesora Tonks.
— "Me estaba preguntando —dijo Hermione repentinamente —si no has vuelto a pensar en Defensa Contra las Artes Oscuras, Alex"
— "Por supuesto que he pensado —contestó Alex, malhumorado —no puedo olvidarlo, ¿acaso podemos... con esa bruja enseñándonos...?"
— "Me refiero a la idea que Ron y yo tuvimos" —Ron le dirigió una mirada alarmada... y Hermione frunció el entrecejo, — "Está bien" —puso los ojos en blanco— "La idea que YO tuve...de que tú nos enseñaras..."
Alex frunció el ceño. — "Si quieres verdaderamente aprender, a enfrentarte a un usuario de las Artes Oscuras, ya sea a un Mortífago o a un miembro del grupito de Malfoy, entonces necesitas de Janeth y su conocimiento" —Repitió él, solemnemente — "No de mí, sino de ella"
Hermione se mordió los labios, apretó el puño y le sostuvo la mirada, solo por algunos segundos a Alex, antes de agachar la cabeza y susurrar. — "No me agrada tu hermana"
— "Porque es más inteligente que tu" —susurró Ron, sonriéndole burlonamente. Hermione lo miró con el ceño fruncido.
— "¿Prefieres a alguien, que superó el Torneo de los Tres Magos, solo con aprender leyendo los hechizos, o a alguien que ha enfrentado demonios, hombres lobo, vampiros, brujos e incluso hada?" —preguntó Alex, poniendo a Hermione en jaque.
Hermione se quedó en silencio, por un largo rato. No le agradaba Janeth, porque le tenía una envidia inmensa. — "Bueno..., creo que quizás te sorprenderías de cuanta gente estaría interesada en escuchar lo que tienes que decir —habló Hermione, seriamente —Mira ¿Sabes que el primer fin de semana de octubre podemos ir a Hogsmade? ¿Qué tal si le decimos a todo el que esté interesado que nos reuniremos en el pueblo para hablar de esto?"
— "¿Por qué tenemos que hacerlo fuera de la escuela?" —preguntó Ron, frunciendo el ceño.
— "Porque —explicó Hermione, volviendo al diagrama del repollo chino que estaba copiando —no creo que Umbridge se ponga muy contenta si descubre lo que intentamos hacer"
.
La mañana de la visita a Hogsmade amaneció brillante, pero con mucho viento. Después del desayuno se formaron frente a Filch, quién controlaba sus nombres en una larga lista de estudiantes que tenían permiso de sus padres o tutores para visitar el pueblo.
Janeth había recibido una carta extraña de su hermano, y en compañía de Daphne y de Nayla, tomaron camino hacía Hogsmeade.
Llevándole casi trescientos pasos de distancia, se encontraba Alex, junto a Hermione y Ron. —Entonces, ¿a dónde estamos nos dirigimos? —preguntó Alex— ¿A Las Tres Escobas?
—Oh... no —contestó Hermione, saliendo de su ensueño —no, está siempre atestado de gente y es realmente ruidoso. Les dije a los demás que nos encontraríamos en La Cabeza de Cerdo, ese otro bar, ya sabes cual, el que no se encuentra en la carretera principal. Creo que es un poco..., tu sabes..., inseguro, pero normalmente los estudiantes no entran allí, así que creo que no nos escucharán. —Descendieron por la calle principal, pasando por la Tienda de Bromas Mágicas de Zonko, donde no se sorprendieron de ver a Fred, George y Lee Jordan, pasaron por la oficina postal donde las lechuzas manaban a intervalos regulares y subieron por una calle lateral al final de la cual se encontraba una pequeña posada. Un deteriorado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte sobre la puerta, con la figura de la cabeza cortada de un cerdo salvaje goteando sangre sobre la tela blanca que la rodeaba. El letrero rechinó en el viento mientras se acercaban. Los tres vacilaron en la entrada de la puerta. —Bien, entremos — sugirió Hermione algo nerviosa. Alex los guio hacia el interior. El sitio no era como Las Tres Escobas, cuya larga barra daba la impresión de limpieza y calidez. La Cabeza de Cerdo era una pequeña, desaliñada y muy sucia habitación que olía fuertemente a algo que muy bien podrían haber sido cabras. Las ventanas salientes estaban tan incrustadas en la mugre que apenas si entraba algo de luz en la habitación, la cual en vez de eso estaba alumbrada con cabos de vela colocadas en ásperas mesas de madera. A primera vista, parecía que el piso estuviera comprimido en la tierra, pero al caminar sobre él, Alex notó que la piedra se encontraba bajo lo que parecía ser porquería acumulada por centurias. Alex recordó a Hagrid mencionando este bar en su primer año: "Sí..., hay muchísima diversión en La Cabeza de Cerdo", había dicho cuando explicaba cómo había conseguido el huevo de dragón de un hombre encapuchado. En ese momento, Alex se había preguntado por qué Hagrid no había encontrado extraño que el desconocido permaneciera con el rostro oculto durante su encuentro; ahora se daba cuenta que ocultar el rostro era algún tipo de moda en La Cabeza de Cerdo. Había un hombre en el bar cuya cabeza estaba completamente cubierta de vendas de un gris sucio, quien se las arreglaba para tragar interminables vasos de una bebida roja y humeante a través de una abertura en su boca. Dos hombres envueltos en capuchas se sentaban en una mesa ubicada al lado de una ventana; Alex podría haber pensado que eran Dementores a no ser porque les había escuchado hablar con el fuerte acento de Yorkshire. En un oscuro rincón cerca de la chimenea se sentaba una bruja cubierta con un velo negro que le llegaba a la punta de los pies. Apenas podían ver el extremo de su nariz que sobresalía ligeramente del velo.
—No estoy muy seguro acerca de esto, Hermione —murmuró Alex mientras cruzaban el bar. Miraba particularmente a la bruja cubierta por el velo. — ¿Se te ha ocurrido que Umbridge podría estar debajo de eso?
Hermione lanzó una apreciativa mirada a la figura velada. —Umbridge es más bajita que esa mujer— dijo tranquilamente— Y en todo caso, aún si Umbridge viniera aquí, no hay nada que ella pueda hacer para detenernos, Alex, porque revise dos y tres veces las reglas de la escuela y no estamos rompiéndolas. No estamos en zona prohibida. Específicamente le pregunté al profesor Flitwick si a los estudiantes les estaba permitido ir al Salón de Té de Madame Pudipíe y dijo que sí, pero me aconsejó varias veces que trajéramos nuestros propios vasos. Además, he buscado toda la información que he podido sobre grupos de estudio y de trabajo y definitivamente están permitido. Sólo que no creo que sea una buena idea hagamos alarde de lo que estamos haciendo.
—No — concordó Alex cortante— especialmente porque no es un precisamente grupo de estudio lo que estás planeando... ¿verdad?
El cantinero hasta ellos desde el fondo de la habitación. Parecía un viejo malhumorado, con una larga maraña de pelo gris y barba. Era alto y delgado y a Alex le parecía vagamente familiar — ¿Qué? –gruñó.
—Tres cervezas de mantequilla, por favor —pidió Hermione.
El hombre desapareció tras el mostrador, destapó tres sucias y polvorientas botellas y las deslizó por la barra. —Seis Sickles —dijo.
—Tenga — replicó Alex rápidamente, entregándole las monedas. Los ojos del cantinero recorrieron la cara de Alex, y se adormecieron por una fracción de segundo en la cicatriz. Luego se alejó y puso el dinero de Alex en una caja de madera antigua, cuyo cajón se deslizó automáticamente para recibirlo. Alex, Ron y Hermione se retiraron hasta la mesa más alejada y se sentaron, mirando alrededor. El hombre de los vendajes sucios golpeó el mostrador con los nudillos y recibió otra bebida humeante del cantinero.
— ¿Saben qué? – murmuró Ron mirando el bar con entusiasmo — Podríamos pedir cualquier cosa que nos guste aquí. Apuesto a que el tipo nos vendería cualquier cosa, no le importaría. Siempre he querido probar Whisky de fuego.
— ¡ERES–UN–PREFECTO! – gruñó Hermione.
—Oh —dijo Ron, mientras la sonrisa desaparecía de su rostro —Sí…
—Entonces, Hermione, ¿quién dijiste que vendría a encontrarse con nosotros? – preguntó Alex tomando un trago de cerveza de mantequilla.
—Sólo un par de personas— contestó Hermione revisando su reloj y mirando ansiosamente hacia la puerta —Les dije que vinieran como a esta hora y estoy segura que saben dónde queda... ¡Oh! miren... quizás sean ellos.
La puerta del bar se abrió. Una gruesa banda de luz polvorienta dividió la habitación en dos momentáneamente y luego se extinguió, bloqueada por la entrada apresurada de una multitud de personas. Primero entraron Neville, Dean y Lavander, seguidos de cerca por Parvati y Padma Patil con (el estómago de Alex dio un vuelco) Cho y una de sus habituales amigas de sonrisa tonta. Después Luna Lovegood, quien parecía tan dormida que podría haber estado andando por accidente. Después de ella, Katie Bell, Alicia Spinnet y Angelina Johnson, Colin and Dennis Creevey, Ernie Macmillan, Justin Finch-Fletchley, Hannah Abbott, una chica de Hufflepuff con el pelo muy largo trenzado (Alex no sabía su nombre) y tres chicos de Ravenclaw que Alex estaba casi seguro que se llamaban Anthony Goldstein, Michael Corner and Terry Boot, después Ginny que estaba acompañada por un chico rubio, alto, delgado y de nariz respingona que Alex reconoció vagamente como miembro del equipo de Quiddtich de Hufflepuff y cubriendo la retaguardia, Fred y George Weasley con su amigo Lee Jordan, quienes llevaban grandes bolsas de papel repletas con mercadería del Zonko.
— ¿Un par de personas? – dijo Alex encarándose con Hermione — ¿Un par de personas?
—Sí... bueno, la idea se volvió bastante popular... —señaló Hermione feliz. —Ron, ¿quieres traer más sillas? —El cantinero se detuvo en el acto de limpiar un vaso con un trapo tan sucio que parecía que nunca había sido lavado. Probablemente nunca había visto el negocio tan lleno.
— ¡Hola! —saludó Fred, llegando a la barra y contando con la vista rápidamente— ¿nos podría dar veinticinco cervezas de mantequilla, por favor? —El cantinero lo miró por un momento, luego, arrojando el trapo al suelo con irritabilidad, como si hubiera sido interrumpido haciendo algo de suma importancia, comenzó a pasar sobre la barra varias botellas de la polvorienta cerveza. — ¡Salud! –dijo Fred, levantando una— Manifiéstense todos, yo no tengo suficiente oro para todas estas.
Alex miró confundido el largo grupo de personas que tomaba las cervezas de la mano de Fred y registraba sus capas buscando monedas. No podía imaginar qué hacían todas esas personas allí hasta que un horrible pensamiento se le cruzó por la cabeza: quizás estaban esperando una especie de discurso. Se acercó a Hermione — ¿Qué les has dicho a todos ellos? – preguntó en voz baja— ¿Qué están esperando?
—Ya te lo he dije, sólo quieren escuchar lo que tengas para decir —explicó Hermione intentando tranquilizarlo, pero Alex la miraba con tanta furia que añadió rápidamente —No tienes que decir nada todavía, hablaré yo primero.
—Hola, Alex —saludó Neville, sonriendo y sentándose enfrente de él. Alex trató de devolverle la sonrisa, pero no habló. Su boca estaba excepcionalmente seca. Cho acababa de sonreírle y se había sentado a la derecha de Ron. Su amiga, quien tenía un rizado cabello rubio rojizo, no sonrió, sino que le dirigió a Alex una mirada tan profundamente desconfiada, que le hizo pensar que, si hubiera sido por ella, no habría estado allí en absoluto.
En pocos segundos los recién llegados estaban sentados alrededor de Alex, Ron y Hermione; algunos parecían bastante excitados... otros curiosos, Luna Lovegood seguía adormecida con la mirada perdida. Cuando todos habían acercado una silla, el parloteó terminó. Todos los ojos estaban puestos en Alex —Eh... —empezó Hermione, su voz sonaba un poco más fuerte de lo habitual, producto de los nervios —Bueno... eh... Hola. —El grupo enfocó su mirada en ella, aunque algunos ojos seguían lanzándole miradas a Alex con regularidad. —Bueno… em… bueno, saben por qué estamos aquí. Eh..., bueno, Alex tuvo la idea... quiero decir... —Alex le había lanzado una mirada asesina —yo tuve la idea que sería bueno si las personas que quisieran estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras más a fondo..., y quiero decir, estudiarlas realmente, ya saben, no la basura que Umbridge está haciendo con nosotros... —de pronto la voz de Hermione se volvió más fuerte y segura —... porque nadie podría llamar a eso Defensa contra las Artes Oscuras...
— ¡Escuchen, escuchen! —gritó Anthony Goldstein y Hermione lució más animada
—Pues bien, pensé que sería bueno si nosotros tomábamos la materia en nuestras manos. —Hizo una pausa, mirando de reojo a Alex, y siguió adelante. —Y esto significa que debemos aprender cómo defendernos apropiadamente, no sólo en teoría... sino haciendo hechizos reales.
—Y apuesto que de paso quieres pasar tu TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras —sugirió Michael Corner, quién la observaba estrechamente.
—Por supuesto que quiero —replicó Hermione de inmediato —pero más que eso..., quiero estar debidamente entrenada en defensa porque... porque... —tomó un gran respiro y finalizó –porque Lord Voldmort ha regresado. La reacción fue inmediata y predecible. La amiga de Cho gritó y se tiró la cerveza encima, a Terry Boot le dio una especie de tic, Padma Patil se estremeció y Neville lanzó un extraño chillido agudo que logró convertir en tos. Todos ellos, sin embargo, miraron a Alex fija y ansiosamente, él asintió. —Bueno… en todo caso, ese es el plan — declaró Hermione— … si quieren unirse a nosotros, necesitamos decidir cómo vamos a…
—Solo llámalo Tom Ryddle, ese es su verdadero nombre, Hermione –interrumpió Alex.
— ¿Dónde está la prueba de que Tu—Sabes—Quien ha vuelto? —preguntó el jugador rubio de Hufflepuff, con voz agresiva.
—Bueno... Dumbledore lo cree —comenzó Hermione.
—Querrás decir que Dumbledore le cree a él —puntualizó el chico rubio, señalando a Alex.
— ¿Quién eres tú? –preguntó Ron con bastante rudeza.
—Zacharias Smith — respondió el chico —y creo que tenemos el derecho de saber exactamente por qué él dice que Tu-Sabes-Quien, ha regresado.
—Mira —comentó Hermione, interviniendo rápidamente –En realidad esa no la razón de esta reunión.
—No hay problema, Hermione —dijo Alex. Acababa de darse cuenta del por qué había tanta gente allí. Pensó que Hermione se lo debería haber visto venir. Algunas de esas personas, quizás la mayoría, tenían la esperanza de escuchar la historia de Alex de primera mano.
— ¿Qué es lo que me hace decir que Voldemort volvió? —repitió mirando a Zacharias directo al rostro —Lo vi con mis propios ojos. Janeth estuvo allí conmigo, y ella realizo una invocación, para enfrentar a los Mortífagos que regresaron a su lado, obligándolos a huir. Y no todos los Mortífagos volvieron, cuando él accionó la Marca Tenebrosa, porque muchos escucharon sobre el auténtico nombre de Voldemort: Tom Sorvolo Ryddle, cuando mi hermana enseñó el recuerdo de la Cámara de los Secretos; Dumbledore dijo a toda la escuela lo que pasó en el cementerio, el año pasado, y si no le creíste, no me vas a creer a mí, y no voy a desperdiciar mi tarde en tratar de convencer a nadie.
—Bueno— habló Hermione, su voz sonaba nerviosa nuevamente — cómo les venía diciendo...si quieren aprender cómo defenderse, necesitamos decidir qué vamos a hacer, y cada cuanto nos vamos a reunir y dónde...
— ¿Es verdad –interrumpió la chica del cabello largo mirando a Thomas —que puedes hacer un Patronus?
Hubo un murmullo de interés alrededor del grupo. —Sí —contestó Alex, un poco a la defensiva. –Janeth lo aprendió antes que yo.
— ¿Un Patronus corpóreo?
—Sí –contestaron los hermanos.
— ¿Y mataste un basilisco? — interrogó Terry Boot, mirando a Janeth. —Eso fue lo que me dijo uno de los retratos de la pared cuando fui allí el año pasado.
Janeth chasqueó sus dedos y una espiral de chispas rosadas y negras, apareció sobre las cabezas de todos. Al ascender su cabeza, vieron a Janeth abriendo un portal, en el cual cayó el Basilisco y como destruía el diario de Ryddle. — ¡Expecto Patronum! —Una cobra de color plateado, apareció.
—Y eso sin mencionar —agregó Cho —todas las pruebas que tuvo que pasar en el Torneo de los Tres Magos el año pasado..., con dragones y sirenas, Acromántula y otras cosas.
— ¿Estamos entonces todos de acuerdo, en recibir clases de Janeth? —preguntó Alex. Todos se miraron unos a otros, y asintieron.
—Nosotros pensamos que la razón por la que Umbridge no nos quiere entrenar en Defensa Contra las Artes Oscuras —comentó Hermione —es porque tiene alguna... alguna idea absurda de que Dumbledore podría usar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Ella cree que él nos ha puesto en contra del Ministerio.
Todos comenzaron a discutir sobre la fecha y hora, para comenzar las clases, y cuando serían entonces, dichas clases. —Ejem, ejem —terció Ginny Weasley, haciendo una imitación tan buena de la profesora Umbridge que algunas personas se giraron alarmadas y entonces rieron. — ¿No estábamos intentando decidir cada cuánto nos vamos a reunir y a tener lecciones de defensa?
—Bueno, una vez a la semana suena bien —señaló Lee Jordan.
—Siempre y cuando... —empezó Angelina.
—Sí, sí, sabemos lo del Quidditch —comentó Hermione con voz tensa. —Bueno, la otra cosa por decidir es dónde nos encontraremos...
— ¿La biblioteca? —sugirió Katie Bell, después de unos minutos.
—No me imagino a Madame Pince muy contenta, con nosotros haciendo hechizos en la biblioteca —comentó Janeth.
— ¿Quizá un salón que ninguna clase utilice? —insinuó Dean.
—Sí — aceptó Ron — McGonagall a lo mejor nos deja usar la suya, lo hizo cuando Alex estaba practicando para el Torneo de los Tres Magos. —Pero Alex y Janeth, estaban bastante seguros de que McGonagall no iba a ser tan generosa esta vez. Por mucho que Hermione hubiera dicho, sobre que los grupos de estudio y de deberes estaban permitidos, tenía el presentimiento de que este otro iba a ser considerado mucho más rebelde.
—Bien, intentaremos encontrar alguno —declaró Hermione. —Mandaremos un mensaje a todos cuando tengamos la hora y el lugar para el primer encuentro. —Rebuscó en su bolsa y extrajo pergamino y pluma, luego asintió, como si estuviera buscando ánimos para decir algo. —Creo... creo que todos deberíamos firmar, sólo para saber quién ha estado aquí. Pero también pienso — dio un profundo respiro — que todos deberíamos quedar de acuerdo en no decir nada de lo que estamos haciendo. Entonces, si firmáis, es que estáis de acuerdo en no decir a Umbridge ni a nadie más lo que haremos. Fred cogió el pergamino y alegremente estampó su firma, pero los hermanos notaron que la mayoría de las personas parecían no estar tan felices con la perspectiva de poner sus nombres en una lista.
—Eh... —dijo Zacharias lentamente, sin coger el pergamino que George le estaba intentando pasar —bueno... estoy seguro que Ernie me dirá cuándo es el encuentro.
Pero Ernie también parecía estar indeciso para firmar. Hermione alzó las cejas hacia él. —Yo... bueno, nosotros somos prefectos — explotó Ernie — Y si la lista es encontrada... bueno, quiero decir... lo dijiste tu misma, si Umbridge la encuentra...
—Acabas de decir que este grupo era la cosa más importante que tenías que hacer este año —le recordó Alex divertido.
—Yo... sí —aceptó Ernie —sí, de veras creo eso, es sólo...
—Ernie, ¿realmente crees que dejaría esta lista tirada por ahí? — preguntó Hermione tercamente.
—No. No, por supuesto que no —dijo Ernie, que parecía que estaba menos ansioso. —Yo... sí, por supuesto que firmaré.
Después de Ernie nadie más puso objeciones, aunque Alex vio a la amiga de Cho echándole una mirada de reproche antes de añadir su propio nombre. Cuando la última persona (Zacharias) hubo firmado, Hermione recogió el pergamino, lo dobló cuidadosamente y lo introdujo en su mochila. Ahora había un extraño sentimiento en el grupo. Era como si acabaran de firmar alguna especie de contrato.
—Bueno, el tiempo se está agotando —comentó Fred, bruscamente, poniéndose en pie. —George, Lee y yo tenemos que comprar mercancía de naturaleza sensible, os veremos a todos más tarde.
En unos segundos, el resto del grupo se estaba retirando también. Nayla se acercó a Alex y lo besó en los labios. —Viajaré a Idris, repararé la mansión Wayland en Idris y podremos usarla para esto. —Dijo Janeth, interrumpiendo a la pareja y haciendo que su novia le prestara atención.
— ¿No tenías ya, todos los libros de Valentine y eso? –preguntó Alex confundido.
—Los tengo bajo resguardo. —aseguró Janeth, a lo cual su hermano asintió. —Liberaré a Ithuriel. No hay forma de que Jace sea tan idiota, como para creerle a Valentine, cuando le diga que es su hijo, si es que Imogen lo ha criado. Te entregaré una llave, en los próximos días. Coloca la llave en una cerradura, abre la puerta con esa llave, y así estarán en la mansión Wayland, y la usaremos para estas reuniones. —Alex asintió.
