Disclaimer: Fire Emblem no me pertenece
Capitulo I
Todo, siempre, le parecía aburrido, pero justo ese día, aquel sentimiento de inconformidad hacia lo que lo rodeaba parecía aún peor.
El muchacho de trece años, cabello castaño y ojos azules, estaba tirado en el piso de su alcoba, mirando el techo sin prestar mucha atención. El crepitar de las llamas de la chimenea era el único sonido que le hacía compañía y, de momentos, el repiquetear de la lluvia intermitente contra la ventana de su cuarto.
Sabía que su madre no estaba en casa, y aunque estuviera, la fortaleza era tan grande que él nunca se daría cuenta de su presencia, mas tomando en cuenta que la mujer solía encerrarse en la capilla horas y horas, orándole a la diosa para que le permitiera engendrar otro hijo.
—Yo no quiero un hermano —dijo, en un susurro, como si temiera que alguien lo escuchara. Se preguntó si él era muy poca cosa para sus padres, que tan desesperadamente buscaban hacerse con otro bebé. Llevaban demasiado tiempo intentándolo, nadie se lo decía directamente, pero la servidumbre gustaba de hablar sobre sus amos y el muchacho siempre tenía la mala suerte de escucharlos hablar sobre el huraño de su padre, o la amargada de su madre y sus abortos espontáneos.
—La diosa no quieren que tengan más hijos —decían entre susurros cuando creían que estaban solo entre sus compañeros—. Solo el pequeño amo está destinado para quedarse con todo esto, el destino debe tener grandes planes para él y no quiere que nadie le estorbe para llevarlos a cabo.
A Gawain no le importaba si era obra del destino o de la diosa si su madre no podía darle un hermano, él simplemente se alegraba de que no se pudiera dar porque así su padre se dignaría, finalmente, a tratarlo mejor.
Unos golpecitos en la puerta lo hicieron incorporarse de mala gana, suspirando con pesadez ante su interrumpida cavilación.
—Adelante.
Una sirvienta entró a la alcoba, haciendo una reverencia y manteniendo la cabeza gacha, como si fuera un insulto atreverse a mirar a otro lugar que no fuera el piso.
—Mi lord Gawain, su padre llegó y quiere verlo —le comunicó—. Lo espera en la biblioteca.
Gawain alzó una ceja, no era muy común de su padre solicitar su presencia a menos que hubiera hecho alguna travesura o algo que ameritara un regaño, y esa vez estaba seguro de haberse portado bien.
Se limitó a asentir y salir de inmediato en busca de su padre, sabiendo bien que lord Ike no era paciente, mucho menos con su propio hijo, y si Gawain quería hacer que lo tomaran en serio, debía ser más disciplinado en todos los aspectos de su vida.
Las puertas de la biblioteca estaban abiertas de par en par y lord Ike caminaba de un lado a otro, observando las paredes, los estantes de los libros. Gawain tenía la impresión de que los ojos azules de su padre eran capaces de detectar hasta el más mínimo detalle de todo lo que lo rodeaba.
—Padre —dijo el muchacho, para hacerse notar.
El hombre detuvo su marcha y ahora sus ojos lo veían a él, de la misma manera en la que se observa un mueble que debe ser inspeccionado para detectar fallas.
Lord Ike era un hombre tan estoico y estricto, serio como ningún otro y todos decían que su expresión más común eran los gestos de disgusto.
—Buenas tardes, Gawain. —pronunció de manera seca, fría—. Veo que no estás listo.
—¿Listo? ¿Para qué?
Lord Ike suspiró y Gawain tuvo que contener un estremecimiento, pensando que lo había decepcionado nuevamente.
—Hoy es día de caza —le dijo, cruzándose de brazos—. ¿Lo olvidaste? Ahora me debes acompañar.
—¿De…de verdad iré? —preguntó, sonriendo levemente y creyendo que había escuchado mal.
—Sí te preparas rápido, sí.
—Yo…si, en seguida estaré listo —exclamó Gawain para después salir corriendo de vuelta a su recamara. Al entrar se visitó rápidamente con algo más apropiado para salir a campo abierto y en un día que parecía más tormentoso y frío con el correr de los segundos. Pero a él nada de eso le importaba, llevaba mucho tiempo deseando ir de cacería con su padre en lugar de escuchar a otros hablar de cómo era o presumiendo sus suaves y brillantes pieles de sub-humano en corte cuando él no tenía si quiera un colmillo de alguna de esas bestias.
Volvió de nuevo con su padre en cuanto estuvo preparado. El lord pidió que ensillaran los caballos y, acompañados de un pequeño grupo de soldados, padre e hijo emprendieron marcha rumbo a los bosques al otro lado del río Estigia. En esa área, cada cierto tiempo, varios grupos de sub-humanos se atrevían a poner pie en Daein, todos especulaban que venían del otro lado del desierto, pero nadie estaba seguro de ello. En esos tiempos los nobles de todo el reino tenían permiso de exterminar a las bestias para que estas no ocasionaran problemas.
Gawain no se inmutaba por las heladas gotas de lluvia que golpeaban su rostro, tampoco por el viento que soplaba contra él, simplemente deseaba llegar cuanto antes y atrapar a un sub-humano para hacer un lindo abrigo con su piel que tenía pensado obsequiar a su madre con la esperanza de que así olvidara por un rato la idea de tener otro hijo. En cuanto llegó, desmontó de su caballo y tomó el arma que uno de los vigilantes le ofrecía, no esperó a que su padre arribara y apenas alcanzó a escuchar su voz, llamándolo, cuando él ya se había internado en los bosques.
No le importó si se molestaba por el desplante, pensando que cuando cazara su primera bestia, el orgullo haría que se olvidara de eso.
La brisa hacía susurrar las hojas de los arboles incesantemente, casi como un zumbido un tanto molesto, la lluvia se intensificó y creó una fina cortina que obstruía un poco la vista entre la vegetación.
Gawain bufó molesto, pensando que tal vez había sido una muy mala idea marcharse sin su padre, pero estaba demasiado ansioso por probarse así mismo que era digno de ser llamado hijo de lord Ike Frigg.
Respiró profundo e hizo su molestia a un lado, de nuevo tratando de prestar atención a cualquier cosa que no fuera normal, fue cuando escuchó un maullido, débil, pero muy cerca y por el rabillo del ojo atisbó una figura azul saliendo disparada por un sendero a toda velocidad. El muchacho reaccionó rápido y le persiguió, rechinando los dientes al darse cuenta de que la bestia, a pesar de ser muy pequeña, era mucho más veloz que él. Estaba a punto de desistir al sentir que sus pulmones quemaban cada vez que inhalaba aire, cuando una luz verde envolvió a la criatura, Gawain se detuvo en seco al no saber qué era lo que iba a hacer, pero una vez que la luz se disolvió por completo, su corazón pareció detenerse un segundo.
Ya no había ningún sub-humano o una bestia ahí, sino un niño pequeño de no más de cuatro años que no dejaba de temblar. En la escuela, Gawain había aprendido que los sub-humanos eran bestias desalmadas, enormes y salvajes que no dudarían en matar a cualquier humano, pero en ese momento nada de lo que le dijeron en la escuela era lo que estaba viendo.
—M-mamá —gimió la criatura, con la voz quebrada, y el muchacho sintió como si le clavaran una daga en el pecho—. Mami —repitió, gateando por el suelo, mirando en todas direcciones, con su rabo azul celeste metido entre las piernas como si fuera un perro regañado. El pequeño cuerpo, cubierto de heridas y hematomas, se estremecía con el llanto, sus orejas puntiagudas, también de color celeste, estaban bajas, y sus peculiares ojos, uno azul y el otro púrpura, anegados en lágrimas.
Gawain dio un paso hacia él, ni siquiera sabiendo muy bien lo que iba a hacer una vez que estuviera cerca. No quería lastimarlo, de eso estaba seguro, todo su mundo se había puesto de cabeza al darse cuenta de que lo que le fue enseñado por años era una exageración…una mentira de las más viles y ruines que pudieran existir en contra de una raza cuya única diferencia era la habilidad para transformarse en algún animal.
—¡Aléjate de él! —exclamó una voz femenina y antes de que el muchacho pudiera reaccionar, una pequeña niña de no más de seis años lo hacía a un lado y se colocaba en su camino—. ¡Monstruo!
La niña era bajita, delgada y de piel blanca. Su cabello azul oscuro era en capaz, una corta que llegaba hasta su barbilla y otra mucho más larga, por debajo de sus hombros y amarrada en una cola de caballo en su nuca. Sus ojos lo veían de manera desafiante, eran grandes, brillantes y de un color azul celeste muy llamativo.
—¿Y tú? —la pregunta simplemente se le escapó de los labios, en un tomo mucho mas despectivo de lo que realmente habría querido, pero la mirada que la niña le dedicaba no ayudaba mucho a suavizar su actitud. Gawain ya estaba alterado, el ver a alguien más ahí solo servía para que sus nervios incluso lo hicieran estremecerse un poco.
—No dejaré que lo lastimes —fue la respuesta que dio la niña, burda y sin ni una sola pisca de miedo.
—¡Elena!
Aquella voz solo hizo que Gawain se tensara de pies a cabeza, incapaz si quiera de girarse para ver de frente a la mujer que llegaba corriendo y se arrodillaba junto al cuerpo del niño, solo atisbándola por el rabillo del ojo.
—Mamá, vamos a llevárnoslo, hay muchos monstruos aquí —comentó la pequeña a la mayor—. Él le iba a hacer daño.
La mujer miró al muchacho que su hija señalaba y está vez, Gawain también la miró, intentando con todas sus fuerzas ocultar su desconcierto.
—S-señor —balbuceó la mujer, seguramente dándose cuenta que estaba en presencia de un noble, o por lo menos el hijo de uno—. Yo…disculpe si mi hija…
—…Llévatelo —la interrumpió, de nuevo sorprendiéndose de sus propias palabras—. Llévate al sub…al laguz antes de que alguien más venga.
La mujer abrió sus ojos marrones como platos y dio la impresión de que quiso decir algo, pero su pequeña hija le jaloneó el vestido, llamándola una y otra vez con esa voz chillona para que la ayudara a levantar al lloroso laguz del suelo.
Ella lo cargó en sus brazos, miró por última vez a Gawain y le dedicó una reverencia antes de marcharse rápidamente con los pequeños y perderse entre la vegetación.
El joven se quedó ahí, sin importarle que la lluvia cayera con más fuerza, empapándole por completo hasta el punto de volver un tanto pesada su capa de viaje. Soltó de súbito el arma y se sentó en el suelo, apretando sus puños con fuerza, tratando de aclarar sus pensamientos.
Quería pensar que todo era un sueño nada más, que los laguz no eran personas, sino las bestias que le habían descrito desde que tenía memoria, esas que devoraban gente, que mataban solo por gusto.
Escuchó ruido de nuevo, pero aun así no se movió, ni siquiera cuando una firme mano se posó sobre su hombro, acompañada de un intenso olor que metálico le hizo arrugar la nariz y aspirar fuerte, como si eso fuera a alejarlo. Sabía que era sangre y no era difícil adivinar a que pertenecía.
—¿Pasa algo, Gawain?
El aludido finalmente levantó la vista, encontrando la mirada de su padre. En ese momento le pareció más vacía y fría que nunca, carente de emoción alguna. Su rostro estoico estaba salpicado con un poco de sangre que intentaba limpiar con un pañuelo blanco, y detrás de él había dos soldados, uno de ellos cargaba una piel de laguz de color azul celeste, idéntica a la del niño que Gawain había perseguido, pero esta obviamente pertenecía a un laguz mucho mas grande.
"La madre" pensó él, al recordar como el pequeño lloraba mientras llamaba a su progenitora con voz trémula. Apretó mucho más los puños, sintiendo como las uñas casi perforaban su piel.
—Gawain —lo llamó de nuevo su padre, sonando un tanto irritado—. ¿Te pasa algo?
—…No, nada —respondió a secas, pensando muy seriamente quienes eran los verdaderos monstruos ahí.
"¡Terra! ¡¿Pero qué diablos haces?! ¡Deberías estar terminando tus otros fics!" Esa fue la reacción de mi consciencia cuando estaba subiendo esto uwu pero ya lo tenía desde hace mucho, mucho tiempo entre mis cuadernos, esperando para salir a la luz, haciéndome "ojitos" para que me animara a pasarlo en limpio y, finalmente, publicarlo.
Les explico, tal y como dice la reseña, esta es la historia de Gawain (Greil) y Elena. Todos los aspectos canon de su historia estarán aquí mas algunos headcanon míos para llenar esos huecos que quedan y que…pues no fueron aclarados. De hecho aquí vieron el primer headcanon: como se conocieron :p
Lo otro que hay que explicar es sobre los laguz que supuestamente llegan del otro lado del desierto. Vean el mapa de Tellius y concéntrense en el Este de Daein y Begnion. Vean como en la zona desértica hay un espacio que no pertenece a ninguno de estos dos reinos. Ahí, según yo, Begnion y Daein trafican con laguz. Begnion se queda con muchos para volveros esclavos, mientras que otros los vende a Daein para que ellos puedan divertirse y cazarlos.
Creo que eso es todo lo que tengo que decir.
No os preocupéis xD seguiré perfectamente bien con Fire Emblem: Tierra de Dioses, ese es mi prioridad.
Los reviews siempre son bien recibidos si tienen dudas háganmelas saber, si tienen criticas, también, por favor. No puedo corregir lo que hago mal cuando ni siquiera sé que es xD
¡Nos leemos!
