NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
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Relato 2. El rumor.
Rated: T, (por lenguaje, temas adultos, escenas para adultos).
Géneros: romance, humor, friendship, familiar.
Advertencias: uso de sufijos japoneses, presencia de una escena lime. Relato apto para mayores de 17 años.
…
Aunque no hablase de ellas, había muchas cosas que le gustaban a Shinobu Kochō de su pareja, Giyū Tomioka. Una de ellas, eran esos momentos en los que Giyū dejaba de lado su característica seriedad y su rectitud (a veces) insufrible para dejar salir al animal salvaje que él llevaba adentro.
No hace mucho Giyū había vuelto de su última misión y lo primero que hizo, además de dar su reporte al patrón, fue visitarla a ella para una consulta médica. Sus heridas no eran graves (apenas unos rasguños) pero debería consumir una medicina para calmar el dolor de cabeza que, según él, había estado soportando todo el día.
Claro, dicho dolor no fue un impedimento para que Giyū caminase hasta la puerta, supuestamente para irse a su casa y descansar, cuando en realidad activó el seguro y más rápido de lo normal, se le fue encima a su compañera con una fuerza también inusual que si bien no la lastimó, sí la tomó por sorpresa.
Shinobu por un segundo se había preocupado por su seriedad inicial; hace tres años que habían comenzado su relación y si bien iban a pasos lentos con respecto a sus muestras de afecto mutuas, ya era una tradición entre ellos recibirse con un abrazo, un beso, o ambas, después de un largo tiempo lejos el uno del otro.
Lo primero que ella vio en él cuando Giyū cruzó su puerta, fue un semblante de fastidio y cansancio que ella adjudicó a su misión.
El beso comenzó de una forma un poco brusca, él continuó atacando, empujándola contra su escritorio, luego le arrebató el haori, la sujetó fuerte de las piernas y la subió al mueble, quedando él en medio de ellas, sin dejar de besar con un hambre insaciable, los labios de Shinobu, quien no pudo (ni quiso) rechazar tal ímpetu.
—¿Amanecimos ansiosos hoy, Tomioka-san? —sonrió ella, respirando agitada, cuando él inhalando y exhalando sonoramente, por fin dejó sus rojizos labios en paz, ahora encismado en devorar la piel de su cuello.
Posó sus manos sobre sus caderas, subiéndolas con fervor y de manera lenta por encima de su abdomen, luego de darle un apretón (no muy delicado) a sus pechos, ahora se aferraba a su ropa, dispuesto a desprenderla de cada prenda.
Ella quería que lo hiciera.
—Giyū —suspiró ansiosa. Lo había extrañado tanto.
Con brusquedad, Giyū abrió más y más el uniforme de Shinobu hasta que perdió la paciencia y, tomando ambos extremos de la prenda, la abrió de golpe ocasionando que algunos botones saltasen y cayesen al piso.
«Maldición, ahora tendré que buscarlos» pensó Shinobu, ya reprendería a ese tonto por eso luego. Por ahora, ella se permitió darle el control de la situación a Giyū. Quería saber qué tan lejos iba a llegar.
Siempre era divertido y estimulante descubrir la actuación de Giyū Tomioka en la intimidad, cuando él dejaba que su lado oscuro dominase sobre su razón hasta el punto de ser casi irreconocible. A veces Giyū podría ser más perverso de lo que cualquiera pensaría que podría ser un tipo como él, tan inexpresivo para el resto, pero no para ella.
Dejándose llevar, suspirando su nombre, Shinobu dejó caer su cabeza de lado contrario a donde estaba él para facilitarle la tarea de explorarle el cuello con sus labios y lengua. Cerró sus ojos, sujetándose de sus anchos hombros, envolviéndose en las distintas sensaciones que atacaban su mente y su cuerpo.
Sintiendo su cuerpo arder, ella quiso quitarle su lindo haori, pero él, con un brusco movimiento, no se lo permitió.
Abriendo de nuevo sus ojos, Shinobu frunció el ceño.
Vale, eso sí fue extraño.
—Déjame quitártelo —se quejó entre risas juguetonas; tal vez Giyū se estaba dejando llevar de más y necesitaba recordar que ella también debía, y quería, participar en esto.
—No —gruñó Giyū firme, mordiendo su hombro. No la lastimó, pero ese temblor de su quijada preocupó un poco a Shinobu.
—¿No? ¿Por qué?
Aún en medio de su duda, gracias al estímulo bajo el que estaba siendo sometida, Shinobu no encontró la fuerza para detener a Tomioka.
Más tarde, y todavía sin obtener respuesta a su pregunta, quedando únicamente con unas vendas rodeando sus senos, Shinobu definitivamente borró su sonrisa al darse cuenta de que estaba ocurriendo algo muy fuera de lo común en este encuentro. Y no solo se trataba de la negatoria de Giyū al desnudarse junto a ella sino también lo pesadas que se comenzaban a sentir sus caricias y sus besos.
Era como si él quisiera dejarle alguna marca, pero no se atrevía a dar ese paso todavía.
No estaba asustada, pero sí un tanto inquieta. Trató de enfriar su mente, pero no era fácil si su cuerpo se sentía a punto de prenderse fuego.
La segunda vez que Shinobu trató de quitarte el haori, de nuevo él se negó.
En lugar de eso, Giyū la besó en la boca, con sus manos buscó el inicio de la venda que cubría sus pechos y lo fue desenredando con desesperación. Ella lo tomó de las mejillas, tratando de relajarlo un poco dándole suaves masajes con sus pulgares, pero esta vez ni eso ayudó a frenarlo ni un poco. Apenas Giyū arrojó la venda blanca lejos, bajó su boca a su pecho derecho, estimulando el pezón de Shinobu con su lengua, por otro lado, una de sus bruscas manos bajó a su entrepierna, sacándole varios suspiros; porque a pesar de lo rudo que estaba siendo, todavía sabía cómo tocarla.
Shinobu en medio de la duda y el placer, se convenció de que él en definitiva no estaba actuando como siempre.
"Como siempre", era no olvidar que los deseos de ambos valían en sus encuentros. Ella quería que él se desnudase; Giyū no cumplió su deseo, no una, sino dos veces. Y todavía se negaba a darle alguna explicación del por qué.
Si es que él quería realizar con ella algún tipo de fantasía de dominación pervertida, a estas alturas, Shinobu estaría dispuesta a dejarlo cumplirlo, pero Giyū no hablaba, era tosco, no quería que ella se moviese más allá de lo que él le permitía. Así no podría divertirse también.
Ella, dándole otra oportunidad, llevó su mano derecha a su miembro para flotarlo por encima de su pantalón así como él ya estaba haciendo con ella, pero apenas sus dedos lo rozaron, la mano libre de Tomioka la sujetó y la pegó al escritorio. Shinobu no se rindió y lo intentó con su mano izquierda, pero la mano derecha de él dejó de atenderla para sujetarla también.
¿Pero qué demonios?
—Giyū —suspiró preocupada, acalorada, percatándose de que algo no andaba bien hoy, y ella, aunque encontrase su intento de dominación, algo excitante, se dijo que debía pararlo—. Giyū… espera, ¡Giyū! —exclamó zafando sus dos manos para sujetarle la cabeza y alejar su pecho de él.
Agitada y sonrojada, lo obligó a mirarla.
Sus ojos le dijeron que algo malo estaba ocultándole.
Si bien durante su consulta, la mirada seria e inexpresiva de Tomioka era más bien algo normal, por si acaso alguien entraba de improviso y los veía juntos, cuando la puerta se cerraba con seguro o estaban en otro sitio solos, el semblante de su Tomioka-san era muy distinto.
Él podía ser incluso tierno.
Ahora se veía tan enojado.
No hay que confundirnos, a Shinobu le gustaba tener sexo con un Giyū enojado porque radiaba un calor adictivo, pero esta ocasión era algo especial, no había calor en sus actos sino un frío intranquilizante.
¿Acaso ella había hecho o dicho algo que le enfadó? ¿Había ocurrido algo malo en su misión?
—No pienses que no me gusta esto, estar así, contigo… es algo que me… bueno… da igual —musitó entre respiraciones—, pero no me dejas tocarte, tampoco me dejas desnudarte y verte, ¿por qué?
Tal vez, recuperando algo de sentido común y pensando en lo que diría, él, agitado igual que ella, bajó la mirada hacia sus pechos desnudos.
Shinobu sabía que no intentaría seguir si ella no se sentía cómoda.
Como lo pensó, Giyū se fue apartando hasta volver a sentarse en el banco que había usado antes para ser revisado por el pilar del insecto.
—¿Giyū?
A Shinobu no le importó su desnudez, tampoco le importó cómo su libido iba bajando rápidamente.
—¿Qué ocurre? —preguntó preocupada.
Shinobu no sabía exactamente qué pasaba y le daba nervios. Antes de que él se fuese a su misión las cosas habían estado perfectas entre ellos, de hecho, tuvieron un último encuentro sexual en la alcoba de Giyū. Más tarde, él se fue temprano dejándole preparado un té de jazmín en una tetera de metal en el fogón con los leños apagados, pero aún al rojo vivo. Y en el futón, sobre ella, una segunda frazada suave para que el frío de la noche o el calor de la mañana, no la molestasen.
Su último encuentro con él había sido armonioso, casi poético, y Shinobu dudaba que ella haya hecho algo malo en la casa de Giyū antes de salir, como para molestarlo así.
¿Ahora qué pasaba?
—¿Giyū? —puso una mano sobre su cabeza, la cual estaba inclinada hacia abajo mientras se sostenía con la ayuda de sus antebrazos sobre sus rodillas—. Dime qué te pasa. Hablemos.
Cuando él suspiró, Shinobu supo que las cosas se aclararían pronto.
—Soy yo —dijo en voz baja—, no debería afectarme… lo siento, Shinobu.
Peinándolo con lentitud, ella se arrodilló para poder apartarle algo de cabello de la cara y mirar sus ojos.
—¿Quieres decirme qué pasó? —le dio la opción de negarse.
Durante su primer año, tuvieron varias discusiones y se aplicaban mutuamente la ley del hielo.
A veces alguno pasaba por algo malo, el otro insistía en saber qué pasaba, luego ambos peleaban por eso; porque sí, incluso alguien tan serio como Tomioka tenía sus momentos donde la exasperación le ganaba.
Por orgullo se separaban por un par de días y luego se acercaban otra vez, con timidez y un poco de vergüenza.
A veces él exponía su disculpa primero, a veces ella lo hacía.
Harta de ese círculo, Shinobu trató de buscar consejos de su hermana mayor, quien ya tenía una pareja igual de complicada que Giyū, más no igual de callado y reservado.
Al menos Giyū Tomioka no era alguien que gritase todo el tiempo… ese era el papel de Shinobu, en todo caso.
»Si alguien no quiere hablar sobre lo que le aqueja, es mejor no insistir hasta sacarle de quicio. A veces las emociones nos hacen actuar de forma brusca aún con las personas que apreciamos; es mejor dejarlas enfriar y acercarnos a su debido tiempo —le había dicho Kanae cuando Shinobu le confesó que había discutido con alguien porque ese alguien no se dejaba ayudar.
Ni Kanae ni nadie debía saber de lo suyo con Giyū, así que trató de engañar a su hermana diciéndole que ese alguien que se negaba a hablar con ella era una amiga suya y no su necio novio frívolo.
¿Su hermana mayor se habría tragado ese cuento? Es decir, aparte de Kanao, ¿qué amiga callada podría tener el joven pilar del insecto? ¿Nezuko? ¿Aoi?
Menos mal que Kanae no le preguntó nada al respecto, sólo le dejó una valiosa enseñanza que después le trasmitió a Giyū, cuando se reencontraron.
»Cuando no quieras hablar sobre algo, no te insistiré. Dime que no quieres hablar y lo entenderé. Quiero que tú hagas lo mismo. Y cuando estemos listos para hablar… lo haremos, así tal vez no discutamos tanto; ¿te parece bien, Giyū-kun? —fue la primera vez que usó ese sufijo a propósito con él; su sonrojo casi le hizo reír.
Luego de meditar por un rato sus palabras, él accedió a su petición, y si bien a veces se les olvidaba su pacto y volvían a las viejas costumbres, Shinobu y Giyū trataban de ser razonables el uno con el otro; sobre todo en estas situaciones de tensión.
—Sí… sí quiero hablar —suspiró él.
—Vale, dime. ¿Estás molesto conmigo?
—No contigo —negó con la cabeza—, estoy molesto.
—¿Hay alguna razón?
Él asintió con su cabeza.
— Oí…
—¿Mmm?
Giyū inhaló profundo.
—Hay quienes creen que Rengoku y tú sostienen una relación.
Shinobu creyó haber oído mal.
¿Qué, qué?
—¿Kyōjurō-san? ¿Por qué?
Quiso reírse, pero viendo la cara de Giyū y escuchando su voz ahogada, Shinobu se gritó a tiempo que debía tomarse ese asunto con seriedad. Aunque la sola sospecha de algo así le pareciese una perfecta ridiculez, no debía siquiera sonreír.
Si esa habladuría que Giyū había oído por ahí, estaba afectándolo, ella no debía tomárselo a broma.
—No lo sé. Sólo no he parado de oírlo desde que volví.
Si no había parado de oírlo desde que volvió… dios, ¿será por eso que le dolía la cabeza?
Pensando en el cómo sería de ser al revés y ella volviese de un largo viaje sólo para escuchar de forma constante que su Giyū estaba ocultando algo por ahí con otra chica (y no cualquier chica, sino alguien cercana), a Shinobu no le costó nada comprender su enfado, su incertidumbre.
Ya no tenía ganas de reír.
—Mmm, ¿de dónde habrá salido ese rumor? —susurró Shinobu. Quiso saberlo, de hecho, quiso saber quién fue la primera persona que mencionó eso en voz alta para hacerle una visita amistosa—. ¿Has visto a Rengoku-san? —llamó a su compañero por su apellido a propósito. Seguir mencionando el nombre del pilar del fuego no era algo recomendable ahora—. ¿Ha dicho algo al respecto?
—No lo he visto, creo que también salió a una misión.
Diablos… diablos… diablos… ¿desde cuándo se había estado corriendo ese rumor? ¿Cómo es que ella no lo había oído antes?
—Giyū, sabes que mi relación con Rengoku-san es sólo amistosa, ¿verdad? —él asintió con su cabeza—. No sé de dónde salió ese estúpido rumor ni por qué hay gente que se lo cree, pero me haré cargo de eso.
—¿Y qué podrías hacer? —sonrió triste—, ¿exponer lo nuestro?
Shinobu lo miró seria.
—Si eso calla a todo el mundo, sí. ¿Quieres que lo haga? ¿Quieres qué lo grite? —puso su mano sobre la mejilla de Giyū, acariciándolo—. Dímelo y lo haré.
Él alzó su mirada para encontrar la de ella, quien estaba decidida a salir de esta habitación con su pecho al descubierto y decirle a todos los que estuviesen en la finca que ella amaba a Giyū Tomioka.
Ver una pequeña sonrisa en su atractivo rostro no tuvo precio para Shinobu.
—Estoy bien —susurró atrapando su mano, dándole una suave caricia con su pulgar—, ya estoy bien.
Shinobu pegó su frente a la de él. Ambos cerraron sus ojos.
—Te amo, Giyū.
—Te amo, Shinobu-chan.
Ese sufijo jamás había salido de los labios de Tomioka antes. Oírlo, hizo que Shinobu sintiese que su corazón estaba a punto de explotar. Sin darse cuenta, soltó un gemido ahogado. Giyū se rio porque evidentemente lo oyó.
—Vaya, ¿qué fue eso? —sonando bastante más tranquilo, él la separó para verle el rostro, pero Shinobu giró su cabeza a otro lado. Se sentó sobre el piso, alejándose.
—Nada —inútilmente, ella trató de cubrirse la cara sonrojada con sus manos.
—¿Qué? —él se arrodilló a un lado de ella—. Vamos, déjame verte.
Mientras Giyū se divertía tratando descubrir la cara de Shinobu y ella se aferraba a no permitirle verla, ambos olvidaron que debían bajar la voz.
—¡Giyū, ya! —Shinobu reía demasiado.
—¡No, déjame verte! —pedía él en un tono risueño, muy desconocido para los oídos de Aoi Kanzaki y Kanae Kochō.
Ambas sonrieron al mismo tiempo, siguiendo su camino. Ellas solo habían escuchado las risas de Giyū y Shinobu porque habían pasado cerca de esa habitación justo en ese momento, no porque estuviesen espiándolos.
—Por fin mi hermanita sonreirá otra vez por las mañanas —comentó Kanae sin dejar detener sus pasos; ella también estaba contenta por el regreso de Tomioka. Cuando él no estaba, su pequeña Shinobu se ensombrecía mucho.
—No parece que Shinobu-sama lo sepa —habló Aoi con respeto a la dueña de la finca—, pero cuando el pilar del agua sale, ella se ve muy preocupada. Aunque él es tan fuerte… Shinobu-sama no puede dejar de esperar con ansias su regreso para verlo sano y salvo otra vez. Saber que entre ellos hay un sentimiento tan fuerte, me hace pensar que todos deberíamos amar así… al menos una vez en la vida —dijo un poco desanimada.
A sus 19 años, ni un solo pretendiente había cruzado por el camino de Aoi Kanzaki y, aunque la joven no quisiera admitirlo, eso le hacía creer que no era ni por asomo tan atractiva como las hermanas Kochō.
—No desesperes, Aoi-chan, algún día el amor tocará a tu puerta, sólo sé paciente y abre bien los ojos para saber que ha llegado a tu vida.
Aoi sonrió enternecida con un leve rubor sobre sus mejillas. ¿De verdad el amor algún día llegaría para ella también?
—¡A un lado si quieren vivir! —exclamó a lo lejos una voz tosca y ahogada por una excéntrica máscara.
El pasillo era demasiado estrecho, pero Kanae pudo moverse adecuadamente para evitar al chico jabalí. Aoi por otro lado no tuvo tanta suerte o agilidad porque apenas se giró, su cuerpo desapareció tras una ráfaga de viento.
«O quizás te atropelle, Aoi-chan; con el amor nunca se sabe» pensó el pilar de la flor, viendo con una sonrisa juguetona cómo su joven dama era "secuestrada" por un feroz cazador. «Aaah, los jóvenes hombres de ahora tienen una forma muy extraña de conquistar el corazón de una chica».
Por otro lado…
—¡Idiota, casi lastimas a Kanae-sama! —exclamó Aoi yendo encima del hombro fornido y desnudo del muchacho, que no paraba de correr—. ¡Bájame! ¡¿Qué haces?! ¡¿A dónde me llevas?!
—¡Te dije que te quitarás! ¡Agradece que no te pasé por encima! ¡Con lo pequeña que eres, te habría matado! ¡Vamos, agradéceme!
—¡No! ¡Bájame, ahora!
—¡No puedo!
—¡¿Por qué no?!
—¡Ven aquí, Inosuke! —exclamó una voz enfadada atrás de ellos; Aoi al alzar la cabeza miró a Tanjiro.
Raras veces lo veía tan enfadado. La cara de Aoi se puso azul.
—¡Bájame! ¡Bájame ya! —gritó asustada.
Ella sabía qué tan fuerte y veloz podría ser Tanjiro Kamado cuando estaba furioso, y no quería estar cerca de Inosuke cuando el chico le diese alcance.
—¡Ni hablar! ¡Ahora estamos huyendo juntos de Kompachiro!
—¡¿Qué le hiciste?! —ambos dieron una vuelta brusca para cambiar de pasillo; Tanjiro derrapó, pero no tardó en seguirle el paso a Inosuke otra vez—. ¡¿Por qué está tan molesto?!
Inosuke no dijo nada, sólo se rio como un desquiciado, acomodándola sobre él.
—¡Sólo huyamos! ¡Huye conmigo! ¡No tengas miedo! ¡El gran Inosuke te cuidará bien!
—¡No tengo miedo! —exclamó la chica, no queriendo reconocer que no estaba pasándola tan mal. La adrenalina que sentía le producía cosquillas y, a pesar de todo, Inosuke la sujetaba con cierta gentileza nunca antes vista en él.
—¡Bien! ¡Así me gustas!
Ante esa última frase, Aoi sintió su cara arder.
—¡¿No te escuchas cuando hablas?!
—¡¿Qué tiene de malo que te diga que me gustas?! —preguntó al mismo tiempo que volvía a girar por un pasillo, con Tanjiro pisándoles los talones.
—¡Inosuke!
—¡Corre más rápido! ¡Qué nos alcanza! —Aoi palmeó varias veces la espalda del chico.
—¡Ya oí! —gruñó roncamente, obedeciendo.
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No pude evitar meter un ligero y cómico guiño InoAoi en este capítulo. Sentí que al principio había mucho drama y tuve que remediar eso.
Este relato fue inspirado en el BOOM que ocasionó un malentendido sobre la novela de Shinobu y el rumor de que se haría canon un enamoramiento de ella hacia Rengoku.
Muchos fans giyushino sudaron frío con eso, y aunque no me gusta ver a mi propio fandom sufrir por noticias así, en esta ocasión me dio un poco de risa todo el desastre ocasionado por un malentendido jajaja.
Muchas gracias por leer y comentar a:
Sonye-San, LouiseCouffaine, y L.
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