Various Storms and Saints
By: viridianatnight
Capítulo 2
Hermione nunca pensó que tendría que enmascarar su daño emocional. Siempre fue una persona anti-alcohol, anti-cigarrillos. Todo el mundo bebía cerveza de mantequilla y whisky de fuego cada vez que había una fiesta en la sala común de Gryffindor después de un juego de quidditch, por lo tanto, se abstenía de todo eso. Sabía de memoria el contenido de alcohol de cada bebida que se guardaba en las estanterías de la sala común, no podía evitar su curiosidad. Ahora, sabía el porcentaje exacto de cada bebida existente en una licorería y que algo por debajo del quince por ciento de alcohol no era lo suficientemente bueno.
La campana de la puerta de la tienda resonó bruscamente cuando entró. El robusto hombre detrás del acrílico la miró con sospecha. Con la capucha levantada y el suéter abrochado hasta la barbilla, se dirigió al pasillo de licores. Sus ojos bailaron sobre el estante de botellas de todos los tamaños, formas y colores hasta que aterrizaron en la botella más barata de vino MD. Era el sabor menos mierda a pesar de su precio barato y, lo mejor de todo, cabía en una bolsa marrón. Tomó la botella y se dirigió hacia la caja registradora.
—Una cajetilla de Lucky Strike. —murmuró Hermione mientras colocaba el vino sobre el mostrador. Ubicó una bolsa de papas fritas al azar y las arrojó a un lado de la botella.
—¿Identificación? —preguntó el robusto hombre.
Hermione se mordió el labio inferior mientras sacaba una vieja tarjeta de póker encantaba para que pareciera una identificación. El hombre miró entre ella y la tarjeta varias veces, entrecerrando los ojos ferozmente.
—¿Mildred? —cuestionó.
Ella se encogió de hombros.
—Es un nombre de familia.
—Bien. —Presionó los botones de la caja registradora hasta que se abrió—. Son seis libras.
Hermione arrojó pergamino con glamour sobre el mostrador, esperando que su magia dudará el tiempo suficiente para salir sin ser descubierta. Se guardó los cigarrillos en el bolsillo antes de tomar las papas fritas y la bolsa de papel y salió apresuradamente de la tienda. No perdió tiempo en arrojar la bolsa y dejar que aterrizara en algún lugar de la carretera. La recogió de nuevo. Entonces se percató que la carretera estaba vacía, pero de todos modos no tiraría basura. El vino era barato y sabía a uvas añejadas, aun así, lo bebió hasta que sus ojos se llenaron de lágrimas.
Las calles de Londres estaban abarrotadas de personas en el verano, llenas de turistas molestos y adolescentes con pantalones holgados. A pesar de estar vestida con un suéter y jeans, mientras deambuló por las calles fue acosada por comentarios agresivos y asquerosos. Si no hubiese existido una gran cantidad de muggles alrededor, habría hechizado a cada persona que la miró de reojo.
Decir que los eventos de los últimos siete años cambiaron a Hermione sería quedarse corto.
Al encontrar el parque en el que había pasado la mayor parte del tiempo cuando estaba lejos de La Madriguera, se sentó en un banco con las rodillas contra el pecho. Había algunos niños corriendo alrededor de los juegos, riendo y raspándose los codos. Hermione enterró su nariz en sus rodillas, sintiendo el constante dolor en su pecho aumentar. Había pocas cosas que anhelaba. La más frecuente era regresar a su vida antes de Hogwarts; antes de recibir la carta que hizo girar su mundo ciento ochenta grados. En ese entonces todo era más sencillo. La simplicidad es lo que quería por encima de todo. Hermione contempló más de una vez entregar su varita al Ministerio y mudarse a América. Cuanto más lejos pudiera estar de Gran Bretaña, mejor.
Pero recibió una carta que selló su destino por un año más. Tenía que volver al lugar que la atormentaba en sueños e infiltraba sus pensamientos.
De repente, su bolsillo comenzó a arder; era el galeón del ED.
Grimmauld Place
15:00
Harry.
Se había estado preguntando cuándo intentaría contactarla. Habían pasado trece días desde que dejó La Madriguera; trece días de vagar en un motel de mala muerte en Tottenham. Si no tuviera magia, estaría más que preocupada por su seguridad y, sin embargo, la emoción del crimen desenfrenado intrigaba a Hermione. Fue estimulante, le dio la descarga de adrenalina que necesitaba.
El galeón volvió a arder.
Por favor, Mione.
Colocó el galeón sobre su rodilla y pasó el dedo por encima del metal lleno de baches. Hermione siempre atendía al llamado de Harry, no tenía razón para no hacerlo. Siempre fue Harry por encima de todo; por encima de Ron, Ginny, sus padres. Fue él antes que ella. Sin embargo, nunca se quejó. Sabía por qué estaban luchando y lo importante que era él para todos. Incluso antes de que la guerra se tornara más seria, ella lo pondría a él como prioridad. Harry era su mejor amigo; él fue su primer amigo de verdad y la primera persona que la hizo sentir más que una nerd come libros. Eran familia y a la familia se le protegía; a veces demasiado.
Y sabía que Harry sólo estaba llamando para hacerle saber que se preocupaba. Hermione no había sido precisamente sutil en los últimos meses. Por supuesto, ella nunca buscó dar lástima, no cuando otras personas la pasaban peor, pero era una terrible actriz. Ocultar sus emociones, especialmente frente a Harry, era casi imposible. Ron sabía que algo andaba mal, mierda, incluso Percy lo sospechaba. Era un flujo constante de preguntas en La Madriguera y por eso tuvo que irse. Cada vez era:
«Hermione, querida, ¿necesitas una taza de té?»
«Apuesto a que un poco de sol ayudaría, ¿no?»
«Lo entendemos, Mione, todos pasamos por eso.»
Ese era su favorita. «Todos pasamos por eso». Eso. ¿Qué era exactamente eso? ¿Acaso fue la guerra? ¿O fue ver morir a las personas? ¿Fue todo lo malo que había sucedido en el transcurso de siete años? ¿Fueron sólo sus vidas?
Por supuesto que todos pasamos por eso, diferentes cantidades de eso. Pero nunca lo entenderían porque había cosas que Hermione se había guardado para sí misma. Cosas que había hecho, cosas que había visto, cosas que nunca le dijo a nadie, ni siquiera a Harry.
—¿Qué es eso? —Una pequeña niña se apareció frente a ella y señaló el galeón en la rodilla de Hermione.
—Esto —Lo tomó y se lo mostró a la niña—, es magia.
Los brillantes ojos azules de la pequeña brillaron mientras lo miraba.
—¿Magia? ¿Como brujas y magos? ¿Ese tipo de magia?
Eso era lo mismo que había pensado Hermione cuando recibió su carta de Hogwarts.
—Exactamente así. ¿Quieres ver lo que puede hacer?
La niña asintió con la cabeza rápidamente mientras una pequeña sonrisa permanecía en sus labios. Hermione bajo sus rodillas y le dijo a la niña que se parara frente a ella con las manos extendidas. Colocó el galeón en la pequeña palma de su mano.
—Tienes que quedarte muy quieta o espantarás a la magia. —La pequeña criatura estaba increíblemente quieta mientras Hermione agitaba exageradamente sus manos y soltaba algunas palabras al azar entre la verdadera magia. Con sus manos sobre las de la niña, usó un hechizo de transfiguración sin varita.
—Observa.
En sus manos había una pequeña rana de árbol con grandes ojos saltones. El jadeo de absoluta sorpresa y alegría que vino de la niña hizo que Hermione sonriera.
—¡Realmente es magia!
Luego, la rana saltó de las manos de la niña perdiéndose en la hierba alta debajo del banco. Se tiró al suelo tratando de encontrar al pequeño animal.
—¡Tú rana! Se ha ido. —dijo, casi llorando.
—Está bien, ahora es libre.
—Pero era una moneda. ¿No necesitas tu moneda mágica?
Hermione miró los hermosos ojos azules de la niña y su corazón se hundió por la curiosidad que había en ellos. Tenía la misma mirada que Hermione cuando descubrió la magia por primera vez; pura, sin adulterar. Suavemente, puso su mano sobre la de la niña y pudo sentir la magia corriendo a través de ella. Esta niña era mágica y no lo sabía. Ella era el epítome de todo por lo que Hermione había luchado. La próxima niña nacida de muggles que encontró el mundo mágico y lo valoró mucho; lucharía por ella.
—Tenía la intención de deshacerme de él, es un poco molesto.
—Pero —dijo la niña, inclinando la cabeza—, ¿cómo puedes tener magia sin la moneda?
Hermione sonrió.
—Tengo magia dentro de mi corazón, tú también. Si crees en ella lo suficiente, puedes hacer cualquier cosa. Y tal vez, en unos años, descubras un lugar lleno de magia de todo tipo.
—¿Un lugar? ¿Cómo un castillo?
—Exactamente como un castillo —se rio.
—¡Charlotte! —Una mujer con cabello similar al de la niña se acercó caminando. Hermione se reclinó en su asiento.
—No puedes hablar con extraños, Charlotte.
—¡Pero mami, ella tiene magia!
La mujer miró a Hermione, sus jeans rotos y su suéter viejo. Luego vio la bolsa de papel justo a su izquierda. Las cejas de la mujer se arquearon mientras agarraba el brazo de su hija.
—La magia no es real y lo sabes —Le dio la vuelta a su hija y la empujó antes de mirar hacia atrás—. Debería buscarse otro parque, uno sin niños. Posiblemente uno con personas como usted.
—¿Se refiere a una alcohólica? —Eso es lo que Hermione quería decir, pero en cambio tomó su vino y se puso de pie, dejando el parque atrás.
Se fue cuando dieron las tres, apareciendo descuidadamente frente a la casa de Sirius, ahora de Harry. Le desconcertaba sobre cómo podía vivir aquí con todo el dolor que lo rodeaba. Sin embargo, fue sólo un paso adelante del Valle de Godric. Ginny tuvo que convencer a Harry de que vivir en el lugar donde murieron sus padres terminaría deteriorando su salud mental, así que él eligió la segunda peor opción.
Hermione entró sin tocar. El alcohol le quitó toda la cortesía que le quedaba; hizo que tropezara en el vestíbulo. Entonces el pequeño rugoso bastardo apareció cojeando por una esquina.
—Kreacher no sabe que la sangre sucia viene.
Hermione soltó una risa irritada.
—¿Dónde está Harry?
—Kreacher no hablará con la sangre sucia. —El intolerante elfo doméstico se alejó a la velocidad de una tortuga mentalmente discapacitada. La idea de echarlo a patadas a la cocina cruzó por su mente.
—¡Hermione! —Harry gritó alegre mientras bajaba las escaleras—. No sabía que vendrías.
Ella asintió una vez.
—Sí, bueno. Veo que aun conservas a Kreacher.
Harry miró hacia el pasillo y suspiró.
—Sí, Sirius me lo dejó con la casa.
—Kreacher sirve a la antigua casa Black —dijo el elfo enojado mientras continuaba con su paso perezoso.
—Por supuesto que sí, Kreacher. —dijo Harry. Volvió a mirar a Hermione y sonrió—. Acompáñame a la sala.
Hermione odiaba Grimmauld Place. Odiaba cualquier lugar que le recordara a la magia, a la muerte, a cuando era feliz.
Harry se sentó en el sofá frente a ella y se palmeó los muslos.
—No te he visto mucho. ¿Cómo estás?
Ella evitó su rostro, mirando la decoración antigua y el tapiz de la familia Black en la pared.
—Bien, genial.
Harry asintió rápidamente mientras la estudiaba cuidadosamente. Hermione siempre estaba más que agradecida por la inconsciencia de Harry, eso hizo que enmascarar sus emociones fuera más sencillo. Ella podría estar a punto de llorar y él no se habría dado cuenta. Pero eso fue en el pasado cuando tenía cosas más importantes de las que preocuparse que Hermione llorando por Ron o Viktor o los malditos horrocruxes.
Harry notó que su mano temblaba. Ella se percató de que se había dado cuenta y se la enterró debajo de su muslo.
—¿Así que tú y Ginny…?
—¿Cómo van las cosas con Ron?
Hablaron al mismo tiempo, haciendo que Harry se riera torpemente. Vio cómo sus ojos se entrecerraron y sus mejillas se sonrojaron levemente. Nunca fue muy bueno en las conversaciones serias y emocionales con Hermione. Sólo un arrebato de ira aquí o allá venía de él, pero jamás una conversación seria. No lo había esperado entonces y ella ciertamente no la quería ahora.
Hermione arqueó las cejas.
—¿Ginny?
—Bien, sí, sí. Hum… ya sabes, ella es grandiosa —respondió, sonriendo tímidamente al pensar en su leona—. Es perfecta. Tengo mucha suerte, de verdad mucha suerte.
Bien, pensó ella. Mientras Harry fuera feliz, entonces no todo era en vano.
—¿Y Ron?
—Él es mi mejor amigo, al igual que tú —respondió Hermione. Ella no lo miró a los ojos mientras enredaba su otra mano en su cabello como distracción. Todavía estaba húmedo por la repentina lluvia cuando llegó.
—Sí, lo sé, pero... a él le gustas, a ti te gusta…
Hermione odiaba esto. Ella no quería hablar con Harry sobre su relación, o la falta de ella, así tanto como él no lo quería.
—¿Quién pregunta? —preguntó con un poco de descaro—. ¿Tú o Ron?
—Sólo pensé, desde que… Ron me contó algo —suspiró Harry, sin saber cómo llevar a cabo este tipo de conversaciones—. Si quisieras hablar conmigo de eso también...
—No quiero.
Se frotó los ojos con brusquedad, viendo estrellas en sus parpados. El vino se estaba acabando y podía sentir un dolor de cabeza en la parte posterior de su cuello.
Harry se inclinó hacia adelante, la preocupación reflejada en sus ojos verdes. Ella seguía sin mirarlo.
—¿Estás segura de que estás bien?
—Sí, Harry. Yo sólo... —Ella negó con la cabeza antes de ofrecer una débil sonrisa, que no llegó a sus ojos— ...cansada. Estoy cansada, eso es todo.
—¿Segura? —Su voz era un poco más áspera—. Mira, nadie ha sabido de ti por dos semanas y...
—Trece días —murmuró.
—¿Qué?
—No han pasado dos semanas, al menos no todavía. Han pasado trece días.
Harry lanzó un profundo suspiro.
—El caso es que estábamos preocupados, no habías estado lejos tanto tiempo antes. ¿Dónde has estado? ¿Qué has estado haciendo?
Hermione lo miró a los ojos y por primera vez se dio cuenta de lo mayor que parecía. Él cargó con el mundo antes de cumplir los dieciocho años y se mostraba en las arrugas de su frente y sus mejillas hundidas.
—Le dije a Ginny y Ron que los vería el primero de septiembre y, en lo que a mí respecta, todavía tengo tres días más hasta entonces —dijo mientras el dolor de cabeza comenzaba palpitar. Estar borracha y tratar de ocultarlo nunca fue su fuerte. Harry lo notó.
—Estás borracha.
Ella no apartó la mirada ni lo negó.
—Dios, Hermione, ¿es en serio? —Harry se burló—. ¿Ni siquiera son las cinco y estás borracha? ¿Qué te está pasando?
Se mordió el labio inferior y se quitó la capucha, dejando sueltos sus rizos. Tenía que tener una respuesta o la apariencia de una. La verdad era algo que había estado evitando durante años hasta este momento. Ahora no iba a detener sus falsas excusas.
—Estoy bien, Harry, ¿de acuerdo? No hay nada de qué preocuparse.
Se limitó a mirar, con los labios apretados y lleno de incredulidad.
—Te veré en tres días, ¿correcto?
—Mione...
—A menos que haya algo más urgente por atender que la cantidad de alcohol que consumo, lo cual tengo que decir, Harry, no es asunto tuyo, me gustaría irme —Se replegó en sí mismo mientras ella meneaba ligeramente la cabeza—. Tres días es todo lo que pido. Déjame ocuparme de mi propia mierda y enfocarme después en la tuya y te veré en la escuela.
Hermione se puso de pie y comenzó a dirigir su paso a la salida cuando escuchó hablar a Harry,
—Yo no iré.
Se dio la vuelta con las cejas profundamente fruncidas.
—A Hogwarts —continuó Harry—. Yo… no voy a regresar. No puedo.
—Es un mandato del ministerio —dijo con calma.
Él asintió.
—Lo sé, pero hablé con Kingsley y…
—¿Hablaste con el Ministro? —se burló, dejando escapar una risa sin humor—. Dios, por supuesto que sí. Casi se me olvida quién eres. ¿Qué fue lo que dijo él? ¿Qué le pediste? ¿Un indulto? ¿Una excepción a las reglas?
Harry se puso de pie también.
—¿Qué? ¿De dónde viene todo eso? ¿He hecho algo?
Se pasó la lengua por los dientes y apartó la mirada de él.
—No... por supuesto que no. Tienes razón, estoy borracha, no pienso con claridad.
Estuvieron en silencio durante un largo rato. Era el tipo de silencio que invadía los sentimientos equivocados. Hermione tenía su parte de cosas que decirle a Harry, a todos ellos, pero mantuvo la boca cerrada por el bien de la cortesía. Ella sólo quería ser normal.
—Espero que decidas ir —Forzó su sonrisa—. No sería Hogwarts sin ti.
La mirada en los ojos de Harry, la mirada de pena, dolor, preocupación, duda... miedo, podía verlo todo. Había más dentro de él de lo que estaba dejando apreciar, ella lo sabía y deseaba haber podido esconderlo tan bien como él. Hermione llevaba su corazón como una maldita armadura. Y la metió en problemas con todos. Cada-Maldita-Vez. Realmente quería que Harry fuera a Hogwarts, no porque necesitara tener a su mejor amigo, sino porque quería a alguien con quién aprender, con quién estudiar.
Ginny no había mencionado que Harry actuara de manera diferente. Si podía ocultárselo, estaba haciendo algo mejor que Hermione. Quería la cautela que él tenía. Ella quería más que eso; quería terminar con todo.
—Bueno, todavía no he recibido respuesta. —dijo.
Ella asintió, sus labios apretados mientras callaba todo lo que quería decir. El alcohol siempre la ayudaba a adormecerla, pero también la hacía querer decir lo que pensaba. Era mejor que no lo hiciera.
—Tienen tres días y yo también, y no me apetece perder más tiempo. Entonces, a menos que haya algo más que quieras decirme, me gustaría irme ahora.
Él la miró, realmente la miró y ella pudo sentir su desgarro.
—Sólo estoy preocupado por ti, Mione. No has sido la misma desde mayo.
—Tú tampoco. En realidad, no creo que nadie haya sido el mismo.
—No, no lo son. Quizás un poco más tristes, pero siguen siendo los mismos —dijo con calma—. Sólo quiero saber que estás bien y si hay algo que pueda…
—¡Estoy bien! —Hermione semi-gritó. Harry retrocedió—. Estoy bien, Harry, no tienes que preocuparte. Dile a Ron que deje de preocuparse. Sigo siendo la misma, sólo más triste y todos manejamos la tristeza de manera diferente, ¿no? Así que déjalo.
—Está bien, pero si...
—Me voy. Espero verte en la escuela.
