Various Storms and Saints
By: viridianatnight
Capítulo 3
Olvidó programar una alarma la noche anterior, dejándola despertarse justo antes del mediodía del primero de septiembre. Llegar tarde estaba fuera de lugar y necesitaba ser Hermione Granger cuando regresara a Hogwarts. Tenía que ser la estudiante la cual recibió un sobresaliente en cada uno de sus T.I.M.O.S. Tenía que ser amable con sus profesores, como en sus primeros años, después de todo, era Premio Anual. Este lapso momentáneo en su vida seguro que levantaría sospechas y preguntas.
Se negó a ir a King's Cross a tomar el tren. La estación tenía demasiados buenos recuerdos para ella, no quería arruinarlos ahora. Hermione se apareció de su lúgubre motel a Hogsmeade con su enorme baúl. Casi se desparticiona a causa de su débil magia; no había usado más que un hechizo de glamour o un hechizo de levitación en meses. La magia se había convertido en una verdadera molestia.
Pero ahí estaba ella, a solo unos minutos a pie de Hogwarts, en el centro de Hogsmeade. Sólo de pensar en ese maldito castillo provocó un ardor intenso de pánico y terror a través de sus venas. Hermione respiró hondo y se concentró en los adoquines debajo de ella.
Se acabó, se recordó a sí misma. Todo terminó.
Sin embargo, no importa cuánto trató de calmarse, la ira comenzó a hervir en ella por desprecio al Ministerio de Magia. ¿Cómo es que esperaban que cientos de estudiantes regresaran sin siquiera discutir? ¿Es que acaso el ministro Shacklebolt pensó que todos serían felices una vez que volvieran a ver a sus amigos? No todos sus amigos estarían allí, ni las personas con las que crecieron. Muchos de ellos habían muerto y desaparecieron a causa de las desgracias de la guerra. Era una blasfemia pensar que todo sería igual que antes.
Ella deseaba que Errol hubiese muerto en su regreso a La Madriguera con esas malditas cartas. La pobre lechuza tuvo una buena vida, y era deprimente verlo batir un ala o volar cabizbajo.
Luego se preguntó si Ginny realmente estaba emocionada por regresar, o Ron. Dios, y Harry, será mejor que esté sentado en esa maldita sala común cuando ella llegue. Un nudo se formó en su garganta sólo de pensar en la torre de Gryffindor.
¿Cómo se suponía que iba a volver en su estado actual?
Rara vez Hermione pasaba un día entero sin beber al menos media botella de la muerte líquida más barata que podía encontrar. Los cigarrillos también se convirtieron en algo habitual. En términos simples, sino consumía alguna sustancia, no era un miembro funcional de la sociedad. Por otra parte, sin ellos, los ataques regresaban. No podía permitirse tener ataques de pánico en la escuela, no cuando tenía que volver y reclamar su título de «la bruja más brillante de nuestra edad». Fue cuando la realidad la golpeó y la hizo detenerse en seco.
Allí habría estudiantes más jóvenes que la admirarían. Los de primer año de ojos saltones que tenían la oportunidad de asistir a la escuela con Hermione Granger. No podía decirles que la vida era un río de miserias constantes. La única felicidad que podías encontrar era aferrarte a una roca el tiempo suficiente hasta que tus dedos se resbalaran y la depresión te ahogara de una vez. Ningún niño de once años querría escuchar eso.
Hermione apartó sus pensamientos y sacó un cigarrillo de su bolsillo. Con un chasquido de sus dedos, se encendió e inhaló profundamente. Inclinó su cuello hacia atrás y soltó el humo hacia arriba. Podía sentir sus nervios desenredarse como tentáculos. Sentir el humo mortal circular en sus pulmones antes de que el aliento de puro éxtasis fuera lo único que ansiaba, además del alcohol barato, por supuesto. El funcionamiento no estaba en lo alto de la lista de prioridades de Hermione, pero tenía que convertirlo en uno. Si no fuera por sí misma, sería entonces por todos aquellos que esperaban más de ella.
Mientras miraba sus zapatos, los adoquines bajo sus pies se convirtieron en tierra y luego en la piedra lisa del puente. Dando otra calada, miró hacia arriba.
Mierda.
Lucía exactamente igual que a sus once años. Cuando contempló el gran antiguo castillo con asombro en sus ojos y esperanza en su corazón. Nada cambio y eso fue como una patada en el estómago. Ningún indicio de guerra adornaba las malditas paredes de Hogwarts. No había humo, escombros ni sangre decorándolas. Ningún grito de agonía o de angustia resonó en el aire. No, fue perfectamente lo contrario. El cielo tenía un tono burlón de color cerúleo sin una sola nube a la vista. El sol brillaba más que en los últimos meses y eso la irritó.
Al entrar, escuchó el débil sonido del acento escocés de la profesora McGonagall apenas audible desde el Gran Comedor. Todos los que estaban en el banquete garantizaban que ella no tenía que ser Hermione Granger todavía.
—Se supone que no debes fumar aquí —dijo Nick Casi Decapitado mientras pasaba flotando junto a ella.
Ella sopló el humo en su dirección y continuó su camino por el pasillo. Hermione no necesitaba hacer una gran entrada interrumpiendo el banquete y ciertamente no necesitaba escuchar más tonterías sobre lo valientes que habían sido todos o cómo planeaban honrar las vidas perdidas.
Sus fosas nasales captaron una ráfaga de azúcar morena y pino, golpeándola en el pecho como una amenaza. Hogwarts siempre olía reconfortante como si fuera un cálido abrazo de la abuela que no habías visto en años. Hermione lo odiaba. No quería consuelo, especialmente no de un montón de paredes de piedra.
Apagó el cigarrillo en la barandilla de la escalera y lo dejó caer, sabiendo que el castillo lo limpiaría al instante. Mientras subía los escalones hacia los dormitorios de Premio Anual, notó el sonido de varios pasos que venían del Gran Comedor y se apresuró hacia el dormitorio, cerrando de golpe el retrato detrás de ella.
La sala común era mucho más pequeña en comparación a la de Gryffindor, pero Hermione no se sorprendió. Eran solo ella y Harry, no había necesidad de una chimenea enorme, una gran cantidad de almohadas y mantas o estanterías alineadas en las paredes. Era pequeña y confinada, perfecta para sofocarse. Hermione suspiró profundamente mientras entraba a su dormitorio. Era sorprendentemente diferente de los dormitorios de Gryffindor en los que creció. La madera seguía siendo oscura y los muebles eran grandes, pero con paredes blancas. No había ni rastro de Gryffindor por ningún lado. Fue un alivio. Un cambio que reconoció como un hecho, del que no había inventado la guerra o los malditos dolores de cabeza.
Hermione tomó su varita y la giró. Por alguna razón, se sentía mal en sus manos. Las enredaderas que subían por la empuñadura irritaban su palma y cavaban en su piel. La guerra marcó tanto su vida, que ni siquiera podía sostener con tranquilad su maldita varita.
Con un movimiento rápido, su baúl se abrió y la ropa comenzó a llenarse en los cajones de la cómoda. Su ropa era toda muggle, a pesar de ser Premio Anual y tener un estricto código de vestimenta, solo traía prendas muggle. Después de que la ropa, la excesiva cantidad de libros y pergaminos llegaran a sus lugares, vio las seis botellas en el fondo del baúl. Su lengua trazó su labio inferior antes de mordisquearlo en contemplación. ¿Había sido una locura traer seis botellas de alcohol a Hogwarts? Absolutamente. ¿Era todavía más loco que justo a la izquierda de las botellas había doce paquetes de cigarrillos? Increíblemente sí.
El sonido del retrato cerrándose llamó su atención.
—¿Harry? —exclamó antes de cerrar el baúl de golpe y ponerlo bajo llave. Al entrar en la sala común, se detuvo en seco.
—No soy Harry, cariño —Theodore Nott estaba de pie con una sonrisa de mierda en su rostro mientras miraba a Hermione de arriba abajo Y, sin embargo, mientras recorría su cuerpo con sus ojos, sólo podía prestar atención a la persona detrás suyo.
Más alto que Hermione, incluso a metro y medio de distancia pudo distinguirlo. Sus ojos veían hacia abajo y su cabello platinado era un desastre sobre su cabeza. Draco dejó caer el baúl a su lado sin siquiera decir una palabra. El aire a su alrededor era tenso, desconcertante.
—Es un poco pequeño aquí, ¿no crees? —dijo Theo mientras se paseaba alrededor, tocando el sofá antes de dirigirse hacia la cocina conectada a la sala.
—¿Quién de ustedes es el Premio Anual? —preguntó, tratando de guardar su disgusto para sí misma.
Theo soltó una carcajada mientras golpeaba los nudillos contra el mostrador. Sus ojos pasaron entre Draco y Hermione.
—Tengo que decir Granger, que me siento insultado.
—¿Cómo es eso, Nott? —Hermione finalmente dejó de mirar a Draco, cuya atención estaba concentrada en el piso.
—Me siento insultado de que pienses que este idiota adulador alguna vez podría ser Premio Anual —se rio. Draco miró hacia arriba, sus ojos plateados se entrecerraron en su amigo—. Lo digo en serio.
Ella captó cierta molestia en Malfoy.
—¿Así que estoy atrapada contigo durante un año?
Theo rodeó el mostrador y se incorporó para sentarse encima.
—Vamos, Granger. No soy tan malo. Dile Draco, canta mis alabanzas.
—Incluso si pudiera cantar Nott, no habría nada qué alabar —dijo Draco, su voz era lenta y profunda, escalofriantemente profunda.
El chico de cabello rizado apretó su pecho con fuerza.
—Me hieres, amigo, de verdad lo haces.
Hermione suspiró y trató de apartar el dolor de cabeza que empezaba a invadirla. Harry era Premio Anual, McGonagall dijo que era Premio Anual.
Harry contactó al Ministerio. Usó su maldito nombre y su maldito estatus y el hecho de que ganó la maldita guerra para no volver a Hogwarts. Ni siquiera se le había cruzado por la mente a Hermione la idea de hacer lo mismo. No, tenía un poco más de respeto por sí misma que eso. Pero, de nuevo, ya no era Hermione Granger, el nombre ya no le sentaba bien. Si no podía usar su nombre con orgullo, ¿cómo iba a usarlo para salir de la mierda como lo hizo Harry?
Luego recordó quién se suponía que era. La aplicada chica dorada.
Hermione levantó la barbilla mientras sus ojos color ámbar se enfocaban en Theo.
—No te voy a mentir, Nott, nunca he tenido una gran impresión sobre ti. A pesar de que estás en Slytherin y de tus vínculos con los Mortífagos, creo que podemos vivir juntos de forma pacífica. No te metas en mis asuntos y yo no me meteré en los tuyos, ¿de acuerdo?
Draco resopló y sus ojos se dispararon hacia él, pero no la miró. Theo sonrió ampliamente.
—Es bueno saber que Granger sigue siendo Granger. Nada cambió, ¿no?
Sí cambiaron.
—Supongo que no, ahora, si me disculpan, tengo cosas más importantes que hacer —dijo al pasar junto a ellos. Se detuvo justo enfrente del retrato—. No entren a mi habitación.
—¡Ni soñarlo, Granger!
Primer encuentro de muchos *risa malévola*
