Various Storms and Saints
By: viridianatnight
Capítulo 4
Debía hacer algo más para convencer a Harry de regresar a Hogwarts. Debía decirle que era importante que los estudiantes más jóvenes lo vieran. Necesitaban ver la perseverancia después de la guerra, necesitaban saber que su héroe era sólo un estudiante como ellos. Si Harry podía ir a clases y aprobar sus ÉXTASIS, también podrían hacerlo los pequeños de mejillas sonrosadas.
Pero tal vez eso no sería suficiente. Quizás debió haber dicho que Ginny lo necesitaba; Ron lo necesitaba; Hermione lo necesitaba. Harry siempre fue una constante a través de todo, nunca se fue, se quedó con ella, y ella con él. No es una parte crucial, es una constante en su vida. Pero ahora se había ido. Y a pesar de que tomó su decisión primero, no se atrevía a sentirse culpable. Ella sólo se fue por el verano, no fue permanente ni tampoco significativo. Sin embargo, de alguna manera, la falta de compromiso de él con Hogwarts y sus deberes como Premio Anual, la hirieron. No sólo estaba dejando atrás la escuela y el trauma que conllevaba, sino que también incluyó a Hermione. Y se negó a aceptarlo.
Subió corriendo los escalones, rodeó las esquinas y caminó por pasillos oscuros, hasta llegar a la sala común de Gryffindor. La Dama Gorda había sido reemplazada por un retrato de Remus Lupin. El aire en sus pulmones se sintió como si fuera succionado mientras ella lo observaba. Se veía feliz sentado detrás del escritorio de su clase de D.C.A.O., posiblemente calificando trabajos y cosas por el estilo. Apretó la mandíbula tratando de contener el repentino torrente de emociones.
—¿Hermione? —preguntó Remus—. ¿Eres tú, querida?
Ella sonrió.
—Sí, profesor.
—Oh, te he pedido que dejaras de llamarme profesor —dijo, sonriéndole perezosamente—. ¿Necesitas la contraseña?
—¿Puede dármela?
—¿Premio Anual y Gryffindor? Tienes todo el derecho de saber la contraseña —Su sonrisa fue contagiosa y triste. Deseó más para él y Tonks, mucho más.
—Fénix —le guiñó un ojo y el retrato se abrió.
Ella le dio las gracias antes de entrar en la sala común. Hermione se negó a mirar a su alrededor y reconocer que se veía exactamente igual. No podía pensar en cosas que la harían perder el aliento o hacer que le doliera más el corazón. En ese momento, dos pelirrojos sentados en el sofá frente a la chimenea captaron su atención.
—Ron.
—¡Mione! —dijo, levantándose rápidamente—. Por fin llegaste. ¿Cómo estás? ¿Qué...? ¿Qué hiciste el resto del verano?
—¿Tienes el espejo de Harry? Necesito hablar con él.
—Escucha, ya hablé con él y...
—Ahora, Ronald.
El pelirrojo frunció los labios desafiando a su mejor amiga. Pero ella no iba a desistir, iba a hacer volar a Harry en pedazos. Ron no era inmune a las consecuencias de su creciente ira, aun así seguía parado frente a ella, mirándola.
—Sólo dáselo —dijo Ginny desde el sofá—. Ella debería hablar con él.
Los hombros de Ron se tensaron antes de sacar el pequeño espejo dorado de su bolsillo.
—Si te doy esto, ¿podemos hablar después?
—¿De qué hay que hablar? —preguntó Hermione inocentemente.
Sus cejas se fruncieron.
—De muchas cosas, Mione. Sobre tú y yo.
Mierda. Maldita mierda. Había evitado este tema durante bastante tiempo, seguramente podría evitarlo por más.
—Claro, por supuesto.
Él sonrió y dejó escapar un suspiro de alivio.
—Bien, aquí tienes. Sólo ábrelo y…
—Sé cómo funciona un espejo de doble sentido, Ron.
Con un arrebato y una sonrisa fingida, Salió prácticamente corriendo de la sala común. Los baños de los prefectos no estaban lejos, así que abrió el espejo en su camino, esperando que Harry respondiera. Hermione entró en el baño y se sentó en el borde de la gigantesca bañera vacía, mirando el mosaico de sirenas. Siempre le fascinó este baño. Era grande, rara vez se usaba, siempre estaba limpio. Y la acústica era increíble, no es que tuviera un buen oído para la música, pero pudo identificar un suave zumbido que recorría el baño.
—Ron, acabo de hablar contigo amigo. ¿Qué es lo que…? —Harry se detuvo cuando los suaves rizos castaños de Hermione aparecieron a la vista—. Mione, hola.
—Hola a ti —espetó—. Tengo algunas palabras para ti, Harry Potter.
—Quizás habrían sido más afectuosas si no hubieras estado borracha la última vez que me viste.
Abrió y cerró la boca como un pez ahogándose.
—No creo que merezca eso.
Él puso los ojos en blanco.
—Si te preguntas si he recibido un indulto o trato especial de Kingsley, entonces no.
—Y aun así, no estás aquí.
—No puedo volver, Mione, no puedo... no puedo soportarlo —dijo Harry, apartando la mirada de ella.
—No, pero el resto de nosotros si podemos, ¿no? —Ella no se estaba conteniendo. Esta era la Hermione de ahora, sin inhibiciones y capaz de golpear a cualquiera que la perturbara, y se lo estaba haciendo saber.
—Todos podemos volver y ver cómo nada ha cambiado, ¿verdad? Es como si lo hubieran borrado todo, pero tendrías que estar aquí para verlo. ¿Cómo crees que te hace ver, Harry?
—No me importa parecer un maldito cobarde si eso es lo que te preocupa —Su tono era mordaz.
—No te hace parecer como un cobarde, te hace parecer un imbécil. Pensar que estás por encima de todos los demás y estirar la mano para conseguir lo que quieres. Es una acción de mierda, Harry, incluso para ti. Estás usando tu nombre, tu fama. El niño que vivió y salvó al mundo mágico, ¿no? Sí, logró escapar del problema. Podrías haber levantado la moral aquí, demostrarles a todos que todo está bien y…
—¡No todo está bien! —gritó, haciendo que los labios de Hermione se cerraran de golpe—. No está bien y lo sé. Sí, le pedí un favor al Ministro, pero se negó. Me dio un ultimátum, era Hogwarts o entrenar como Auror. Elegí el menor de dos males.
—No quieres ser un Auror, lo dejaste bastante claro incluso antes de que todo sucediera. ¿Por qué ahora escogiste esto?
Harry suspiró y agachó la cabeza, todo lo que podía ver era su cabello azabache. Tomó un profundo respiró.
—Todavía hay errores que deben ser corregidos. Pensé, que podría hacer la diferencia como Auror. Incluso si deba entrenar durante bastante tiempo, puedo ser útil aquí y seguir ayudando a las personas, pero no puedo hacer eso en Hogwarts.
Sintió su estómago hundirse.
—No es necesario que sigas salvando el mundo. Lo que debes hacer es terminar la escuela, tomar tus ÉXTASIS y descubrir qué es lo que realmente quieres hacer con tu vida.
—Ya es muy tarde. No voy a volver, lo lamento.
Parecía que estaba a punto de cerrar su espejo.
—¡Hay un retrato de Remus! —Hermione dijo abruptamente. Harry miró hacia arriba, con los ojos muy abiertos y llenos de dolor—. La Dama Gorda fue destruida, y estoy segura de que hay más. No los he visto todavía pero…
—Los retratos no son personas, Mione. Está muerto, todos lo están.
De repente, estaba entumecida otra vez. Cada vez que sucedía, se sentía como si alguien le inyectase un analgésico.
—Estoy dolorosamente consciente —Fue monótona con sus palabras—. Tomaste tu decisión, espero que estés satisfecho con ella.
Cerró el espejo de golpe. La ausencia de Harry se sentía como la última gota que derramó el vaso. Ahora estaba atrapada en esta escuela durante todo un año sin su mejor amigo. Se sentía abandonada y odiaba sentirse mal por ello. Odiaba muchas cosas, sobre todo sus emociones constantemente vacilantes. Algo debía cambiar, y no hay mejor momento que el comienzo de un nuevo semestre.
Al mirar el mosaico de sirenas, Hermione decidió hacerse una promesa a sí misma. Hermione Granger debía tener su gran regreso. Se enfocaría en sus tareas y en ayudar a los demás. Ser «La Chica Dorada», regresar a sus dieciséis años, ser la favorita de los profesores y ser la come libros de la escuela la hacía ser quien era. No podía abandonar quién era.
Ella olvidaría la guerra. Los horrores, las cosas que había hecho. El verano nunca pasó.
Hermione había regresado.
Debía ser ella.
Otra vez.
