Various Storms and Saints
By: viridianatnight
Capítulo 7
—Ochenta y siete frijoles, un panecillo, dos rodajas de tomate —murmuró Hermione para sí misma. Tuvo que recurrir a los números de nuevo, tratando de no volverse loca por los pensamientos que la atormentaban. El dolor en su brazo se volvió soportable ahora que se permitió uno o dos tragos de alcohol durante el día. Necesitaba controlarlo o de lo contrario se caería a pedazos de nuevo.
Estás bien.
Sus ojos viajaron al plato de Ron, que seguía llenándose por sí sólo. Tenía el apetito de un maldito hombre lobo, comiendo al menos tres platos a la vez.
—Uno, dos, tres, cuatro —comenzó a contar sus frijoles—, cinco, seis, siete, ocho.
Ron se llevó a la boca una porción llena, lo escucho masticar ruidosamente. Tuvo que empezar de nuevo.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, sie…
Más mordiscos. Se mordió el labio inferior con irritación.
—Uno... dos... tre… ¡Dios! ¿Podrías dejar de masticar así? —gritó abruptamente.
Las conversaciones se detuvieron cuando todos se volvieron hacia Hermione. Ron, a quien ella le gritó, lentamente bajó su cuchara y apartó su plato. Sintió su corazón encogerse mientras veía desaparecer la comida. Miró hacia arriba y notó que Ginny lucía entre preocupada y molesta. Dean le dio un codazo a Seamus, animándolo a dejar de mirar boquiabierto. Neville soltó con cuidado su sándwich, posiblemente asustado de que también le gritara.
—Lo lamento, Ron, no quise gritarte —dijo en voz baja. Después, agarró su propio plato y lo colocó frente a él—. Toma, come del mío.
—No, está bien. De todos modos me siento lleno —Él le sonrió y ella lo odia. ¿Por qué no se molestaba? ¿Por qué no podía simplemente gritarle también? ¿Demostrarle alguna maldita emoción por una vez?—. No has comido nada, ¿te encuentras bien?
Seguía preocupándose, seguía siendo el mismo perfecto Ron.
Hermione asintió.
—Sí, estoy bien, pero no tengo hambre.
Ron la miró y ella pudo sentir la lástima en su mirada. Deseaba ser una mejor mentirosa, mejor actriz; le serviría bien. Todo lo que pudo hacer fue mirarlo con sus frustrantes y amables ojos azules y sus hermosas pecas que quería quitarle de la cara. No era culpa suya tener pecas u ojos amables, ella estaba tan enojada.
Hermione forzó una sonrisa y tomó su mano, entrelazando sus dedos. Él no apartó la mirada de ella haciendo que se le erizaran los vellos de la nuca.
—Mione —Ginny interrumpió, afortunadamente, pensó Hermione—, ¿podrías ayudarme con mi tarea después de la cena? Tengo que entregar un espantoso ensayo sobre runas para mañana.
—¡Me encantaría! Podemos irnos ahora, si ya terminaste —sonrió alegremente.
—Pero la cena aún no ha...
—Claro, vámonos —dijo la pelirroja, interrumpiendo a su hermano mayor. Él le envió una mirada de desprecio que ella ignoró.
Hermione se levantó con entusiasmo, colocó su mochila en su hombro y se alisó la falda. Ron vio como Ginny se dirigía hacia la puerta, esperando que Hermione la siguiera.
—Espera, puedo ir…
Ella le puso la mano en el hombro y le dio un casto beso en los labios. Él se lo devolvió con demasiada ansiedad, incluso frunció el ceño cuando ella se apartó.
—Nunca has tomado runas antiguas —dijo con suavidad—. Te veré más tarde.
Luego se alejó con Ginny a su lado, aunque no sin escuchar la distante llamada de Ron pronunciando su nombre.
Caminaron en silencio hacia la biblioteca, chocando accidentalmente entre ellas mientras avanzaban. Mientras bajaban un tramo de escaleras, un grupo de estudiantes más jóvenes se acercaban, Ginny se movió hacia el lado izquierdo de Hermione, su mochila golpeó su brazo. Ella soltó un siseo de dolor, agarrando su muñeca izquierda.
—¿Estás bien? —preguntó Ginny. No estaba enterada de la cicatriz de su mejor amiga. Nadie sabía además de los que estuvieron en la habitación ese día, los que miraban y los que gritaban desde el sótano. Entonces, ellos también sabían que la herida había sanado.
—Estoy bien, creo que tu cremallera arañó mi muñeca, eso es todo.
—Oh, déjame ver.
—Está bien, Ginny.
—No, en serio, déjame revisar.
Ella estaba tratando de alcanzar su mano. Rápidamente, Hermione se cortó la muñeca con la uña antes de ofrecérsela.
—Es verdad, discúlpame —dijo Ginny con una sonrisa tensa. La bruja murmuró un rápido episkey y el pequeño corte desapareció.
—Sólo he visto a sanadores dominar un hechizo de curación sin varita —comentó Hermione mientras entraban a la biblioteca.
La pelirroja se encogió de hombros sin importancia.
—Es más simple de lo que parece, no es como si estuviera lista para calificar en San Mungo. Además, sólo soy buena en eso gracias a Harry.
Se sentaron en una de las mesas de entre los pasillos.
—¿Y… Harry? ¿Él está bien?
—Oh, sí —dijo, sacó su libro de texto y su pergamino. Hermione la imitó—. Es un tonto al tratar de usar un cuchillo. Juro que es el peor cocinero que he visto en mi vida. Mamá estaría horrorizada si alguna vez comiera algo que él preparara.
Eso hizo sonreír a Hermione. La idea de Harry haciendo tareas normales, incluso si era malo en ellas, la tranquilizó. Sabía que al menos podía llevar una vida normal después de todo, eso era todo lo que le importaba.
—¿Cómo van las cosas entre ustedes? —preguntó, desenrollando su pergamino en la mesa.
Ginny se encogió de hombros.
—Bien, supongo. Es difícil no tenerlo aquí, pero jamás se lo echaría en cara. No puedo hacerlo y hacerle sentir culpable por escoger no regresar.
Hermione se estremeció ante sus palabras.
—No… no es lo que quise decir —dijo Ginny rápidamente—. Sólo que no quisiera que él hubiera venido aquí y se sintiera miserable. Después de este verano, tomó mucho tiempo conseguir que sonriera y no quería que Hogwarts o los recuerdos me quitaran eso. Y para cuando llegó agosto, casi teníamos las pesadillas bajo control, luego recibí la carta cuando estaba en casa ese día y... —Ella negó con la cabeza, pensando en el pasado—. Simplemente lo extraño. Me preocupo mucho y sus cartas no son diarias. Sobre todo, me dice lo que comió o que compró una televisión y un teléfono muggle. Creo que tener cosas muggle le ayuda a sentirse normal. Quiero decir, es todo lo que realmente podemos hacer, ¿no? Intentar volver a ser normales.
Hermione asintió en respuesta, pero seguía pensando en Harry. Ella todavía estaba un poco enojada cuando él, de todas las personas, podría ser alguien a quien más necesitaba.
—Sí, tienes toda la razón —sonrió—. Entonces, ¿empezamos?
Comenzaron a hablar sobre runas antiguas. Fue perfecto para Hermione, ayudar a alguien a entender su tarea. Era lo que sabía, era la organización que estaba buscando. Sus estudios habían sido olvidados hacía mucho tiempo y lo que realmente le había gustado como sumergirse en un libro o enterrarse debajo de una pila de deberes parecía un recuerdo lejano. Estar rodeada de conocimiento la hacía sentir como ella misma, el yo que aún podía reconocer al menos. Las runas antiguas, de todos los temas, habían sido una de sus favoritas. Era como aritmancia, distinta, fáctica, irrefutable. Había preguntas y cada uno tenía una respuesta. No existía el tal vez o las alternativas como en los otros temas. O en la vida.
Hermione se sintió realmente feliz mientras ayudaba a Ginny, incluso se entristeció ante la idea de que ella terminara su ensayo. No había querido que terminara, se estaba aferrando de nuevo a falsas esperanzas.
Ginny terminó su última oración con un acuerdo dramático, soltando su pluma y reclinándose contra el asiento, soltó un suspiro.
—Eres la mejor maestra de runas antiguas —la felicitó—. Deberías traducir algo.
—Lo he pensado —respondió Hermione, enrollando lentamente su pergamino.
Al notar un cambio en sus emociones, Ginny se sentó y sacó algo de su mochila. Era un trozo de pergamino doblado en el que había metido los dedos. Hermione la reconoció como una adivinadora de sus días escolares muggles. Las chicas populares lo utilizaban para adivinar a qué chico le gustaban. Fue una diversión infantil.
—¿Dónde aprendiste eso? —preguntó con una mueca de sus labios.
Ginny apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante con el pergamino sostenido entre ellas.
—En sexto año me lo mostró Padma, ella dijo que solía jugarlo con sus amigos muggles. Pero lo encantamos para mostrar runas a cualquiera que sea tu pregunta. Según Padma, es bastante exacto.
La pelirroja movió las cejas de arriba abajo mientras sostenía el papelito entre sus manos.
—¿Tienes alguna pregunta sucia, Mione?
—Sabes que odio la adivinación.
—Esto no es adivinación, son runas antiguas en un pequeño juego muggle —dijo Ginny intencionadamente—. Toma, intenta conmigo primero.
Hermione tomó el papel con los pulgares y los dedos índice, separando los triángulos.
—Bien, ¿Harry y yo nos casaremos?
—Oh, ¿hablas enserio? —bromeó la castaña—, tienes que hacer una pregunta de la que no sabes la respuesta.
—¡No sé la respuesta!
—¡Claro que la sabes!
—Tengo diecisiete, Mione, no sé una mierda de nada.
Hermione se rio de nuevo y su pecho se sintió más ligero. Echaba de menos reír.
—Sabes más de lo que crees, pero está bien. ¿Se casarán Ginny Weasley y Harry Potter? ¿Cuántas veces quieres que cuente?
—Siete, era el número de Quidditch de Harry.
—Qué adorable. —Hermione abrió y cerró la pequeña adivinadora siete veces antes de mostrársela. Ginny señaló la esquina superior izquierda y Hermione la desdobló—. Tienes gebo: Amor y matrimonio.
—Amor y matrimonio —repitió Ginny, mirando la runa en forma de X—. Lo tomaré como un absoluto sí. ¡Tu turno!
—No tengo nada que preguntar —dijo Hermione, entregándole el pergamino.
—No me importa, piensa en una.
Hermione suspiró. Había un millón de preguntas en su cabeza de las cuales cualquiera podría hacer. Sin embargo, si lo decía en voz alta, frente a su mejor amiga, «¿Valgo la pena?» sería increíblemente vergonzoso.
—Sólo pregunta cómo será mi año, ¿debería prepararme para lo peor?
—Vamos Mione, no seas morbosa.
—No es morboso. Sólo es una pregunta.
Ginny resopló.
—Bien. ¿Cómo será para Hermione Granger, Chica Dorada y Heroína del mundo mágico el octavo año en Hogwarts?
Hermione se obligó a reír, odiando en secreto cómo formuló la pregunta. Le pidió a Ginny que contará cuatro veces.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Ginny inclinó la cabeza con entusiasmo antes de abrir la esquina del pergamino. Dentro había dos runas, para sorpresa de las chicas. La primera, un mannaz invertido: depresión, mortalidad y manipulación. La segunda, uruz invertida: fragilidad, temeridad, lujuria.
La mirada de Hermione estaba clavada en las runas mientras el encantamiento brillaba. Quería estar sorprendida o asustada incluso, pero fue justo como esperaba; algo negativo y que lo consumiera todo. La depresión era un hecho, la temeridad parecía encajar fácilmente. El resto era simplemente un misterio y, sin embargo, lo que más le intrigaba era la mención de la lujuria. También pareció interesarle a Ginny.
—Bueno... hay lujuria —ofreció optimismo—. ¿Quizás tú y Ron…?
Hermione negó con la cabeza distraídamente. Nunca sintió lujuria por Ron, nunca sintió amor, al menos no de manera romántica.
—¿No? —preguntó Ginny.
—¿Qué?
—Negaste con la cabeza cuando dije Ron. ¿Hay alguien más?
—No, no lo hay. Niego acerca del resto —en parte mintió—. Es sólo que... todo suena tan horrible.
Ginny arrojó el papel por encima del hombro.
—Es un juego, una basura en realidad.
—Pero Padma dijo...
—¿Y qué sabe Padma? Quiero decir, en serio Hermione, sí, es una Ravenclaw, pero eso no significa que tenga razón. ¿Quieres saber lo que pienso? Mintió para sentirse mejor.
Ginny lo estaba intentando, lo sabía. Hermione sonrió, hizo una broma y dijo que tenía razón acerca de que esto era un juego estúpido. Las dos chicas salieron de la biblioteca y mientras Ginny seguía su camino, Hermione se dio la vuelta. Encontró la adivinadora arrugada en el suelo y se la guardó en el bolsillo.
Hacía demasiado frío en la sala común. Hermione siempre usaba un hechizo refrescante sobre la habitación y su dormitorio. No sólo porque su temperatura era naturalmente alta, sino también porque su brazo ardía todo el tiempo debajo de su suéter. Así que, en el frío penetrante de la habitación se encontraba sentada en el sofá de terciopelo en pijama. Junto a ella, entre su muslo y el brazo del sofá había una botella de vino, un cuarto vacío. Un libro descansaba sobre su regazo mientras Hermione lo hojeaba distraídamente, tomando sorbos de vino de vez en cuando.
Incluso con el libro frente a ella, se encontraba distraída por la pequeña adivinadora que yacía en la mesita de café. Eso era todo en lo que podía pensar desde anoche. De todas las runas posibles ¿Por qué tenían que ser esas dos? ¿Y por qué estaban invertidas? ¿Se necesitaba preparar para otro año de mierda? O Ginny tenía razón y era sólo un juego inocente.
Por otra parte, la adivinadora estaba encantada. La magia nunca mentía. Podría equivocarse a veces, pero nunca mentía.
—Realmente no lo entiendo, amigo, simplemente no lo comprendo.
Theo tropezó a través de la puerta del retrato, apoyado por Draco.
—¿Por qué la gente compra algodón de azúcar? Es de-fi-ni-ti-va-men-te la peor golosina del mundo —Theo estaba diciendo tonterías mientras su mejor amigo lo arrastraba dentro de la habitación—. Y no me hagas hablar sobre esos malditos dulces. ¿De todos los sabores? No quiero vo-mi-tar cerilla de oídos. Y las uvas simplemente no son mejores. ¡Oh! ¡Hermione Granger!
Se dio la vuelta y se encontró con Theo con una sonrisa tonta en el rostro. Sus ojos se posaron en Draco, pero su mirada estaba fija en el suelo.
—Theo Nott —respondió, tratando de ocultar el hecho de que ella también había estado bebiendo—. ¿Debería reportarte con McGonagall por beber siendo menor de edad?
—¿Menor de edad? ¡Pero si tengo veinticinco!
—No, Theo, no los tienes. —murmuró Draco.
Theo parecía como si alguien le hubiera arrojado un Rictusempra, porque no podía parar de reír.
—¡Yo soy Nott! ¡Qué nombre tan estúpido! —Más risas. Hermione estaba tratando de evitar reírse con él, su risa era contagiosa y ruidosa—. Pero no tan estúpido como Draco Malfoy. Tan pretencioso, ¿cierto Hermione?
Estaba a punto de decir algo cuando él continuó.
—¡Puaj! ¡Al igual que Hermione! Suena horrible también —añadió, señalándola con un dedo. Luego le dio una palmada en el pecho a Draco—. ¿Alguna vez te burlaste de ella por su nombre? Sé que te reías de su cabello, sus dientes y su enorme cerebro, pero...
—Cállate —espetó Draco.
Hermione lo miró y de repente todo dejó de ser gracioso. Theo levantó la cabeza perezosamente y miró al rubio.
—¡Tú cierra la boca!
—Vamos, es hora de dormir —Draco comenzó a arrastrarlo por el pasillo.
—¡No! ¡No quiero dormir!
Los quejidos de Theo resonaron por el pasillo, hasta que todo lo que Hermione pudo oír fueron voces ahogadas. En silencio, tomó su botella de vino y caminó silenciosamente hacia su habitación, colocándola sobre la mesita de noche. Mordiéndose el labio, miró fijamente la botella, contemplando beber toda la noche. Hermione se volvió hacia su cama buscando su libro, dándose cuenta de que lo había dejado en la mesita de café. Al regresar a la sala común, tomó su libro y la pequeña adivinadora cuando Draco apareció en la habitación. Observó cómo se pasaba los dedos por el cabello mientras se acercaba a la puerta. Antes de que pudiera pensarlo dos veces, espetó:
—¿Por qué estás aquí?
Draco se detuvo entre el pasillo y la puerta del retrato, mirando hacia adelante.
—Theo se emborrachó, y yo…
—No, eso ya lo sé. Me refiero a: ¿por qué estás en Hogwarts?
—Pensé que era obvio, Granger.
Hermione dio un paso adelante, volviéndose más arrogante en su estado de borrachera.
—Todos recibimos la misma carta, lo sé, pero ¿por qué tú?
Draco giró la cabeza para mirarla, y su lengua trazó la fila superior de dientes. La miró de arriba abajo, sus ojos plateados brillaban en la penumbra.
—¿Por qué yo? —preguntó.
—De todas las personas, supongo que no esperaba que te dejaran volver. Después de todo lo que hiciste, o mejor dicho, de lo que no hiciste.
Sus ojos se entrecerraron mientras se giraba completamente.
—Hogwarts no es el lugar donde deberías estar.
—¿Y en dónde, exactamente, debería estar? —La voz de Draco era profunda y grave, la ponía nerviosa.
Hermione se enderezó, estremeciéndose fácilmente bajo su mirada penetrante.
—Azkaban.
Dejó escapar una risita.
—Bueno, no lo estoy. Culpa a tu pequeño héroe por eso.
—Deberías estar agradecido con Harry. Si no fuera por él...
—¿Agradecido? —Dio un paso adelante, elevándose sobre ella como una sombra—. Nunca le pedí a ese idiota que testificara por mí. En todo caso, me hizo la vida peor porque ahora estoy aquí atrapado hablando contigo.
—Hablar conmigo es peor que Azkaban —dijo—. Bueno, supongo que eso es cierto para ti. Lamento mucho que tengas que rebajarte al nivel de, ¿cómo era? ¿una sangre sucia inmunda?
Algo cambió en sus ojos.
—No, simplemente no me interesa hablar con una molesta sabelotodo que piensa que es superior a todos porque se pasó todo el año pasado deambulando por Europa.
Hermione miró hacia arriba, el alcohol le dio una confianza irreconocible.
—Ilumíname, Malfoy. ¿Qué habría sido de ti y tu familia si Voldemort hubiera ganado la guerra? Ciertamente, después de tu fracaso y el de tu padre... Me da lastima de sólo pensarlo.
Draco señaló con un dedo el centro de su pecho.
—No te atrevas a hablarme como si supieras una maldita cosa sobre lo que pasó.
—Pero sí lo sé, lo que hizo tu familia no es ningún secreto. Incluso tu madre...
De repente, su mano se envolvió alrededor de su garganta, presionando a Hermione contra la pared más cercana. El plateado fue reemplazado por el negro, hirviendo bajo el manto de la indiferencia fingida.
—No quiero escuchar otra maldita palabra de tu boca sobre mi familia, Granger, ¿me escuchaste? —gruñó.
Ella mantuvo sus ojos en él, tratando de no retroceder ante su presencia, abrumándola como un Dementor. Él era más grande, más alto y más ancho de hombros de lo que recordaba, y Hermione no pudo evitar dejar que rompiera su gramo de confianza.
Empujándola contra la pared una vez más, Draco salió de la sala común. Hermione estaba de pie con los dedos alrededor de su cuello y sus ojos fijos en la puerta del retrato. Nunca consideró a Draco como una persona violenta. Después de todo, Harry les había dicho que no había sido él quien mató a Dumbledore.
La guerra ha cambiado más cosas de las que podía haber imaginado. Olvidó que no era la única en sufrir por todo esto. Quizá ella no estaba tan sola.
