Various Storms and Saints
By: viridianatnight
Capítulo 8
Hermione estaba furiosa.
Se despertó a la mañana siguiente plenamente consciente de lo que había sucedido. Draco había puesto sus manos sobre ella, la empujó contra una pared como si no fuera nada. Ella no era alguien a quien pudiera controlar cuando perdía los estribos. No había excusa para eso, incluso si ella lo había estado incitando, no le daba el derecho a tocarla. No podía dejar de pensar en eso. De sentirlo.
Ella lo odiaba, siempre lo había odiado. Desde el momento en que se conocieron y él la miró con su mocosa carita, estudiando cuidadosamente todo lo que, en su opinión, estaba mal con ella, lo odió. Cuando la llamó con esa palabra, lo odió. Cuando él actuaba como si fuera mejor que los demás, lo odió. Cuando dejó que un montón de mortífagos entraran al lugar más seguro que había conocido, lo odió.
Cuando la vio gritar en el suelo de mármol de su antigua mansión, suplicando por ayuda, encontrándose con sus ojos plateados tratando de buscar al menos algún resto de humanidad en él, lo odió.
Pero de alguna manera, más de lo que odiaba a Draco Malfoy, Hermione se odiaba a sí misma.
Era sábado 19 de septiembre de 1998. Feliz cumpleaños para mí, pensó mientras miraba la botella de vino. Ya era mediodía y no había salido de su habitación. Esperaba que sus amigos pensaran que estaba estudiando por la mañana como la chica inteligente que era. Pero no, ella estaba sentada en el medio de su cama, vestida con el pijama de antier, con el cabello enmarañado y bebiendo vino barato.
Érase una vez, en que Hermione amaba su cumpleaños. De niña, antes de que la magia llegará a su vida, sus padres tenían una tradición especial. La llevarían a su parque favorito, lejos de casa, donde había un carrusel antiguo pero maravilloso. A Hermione le encantaba ese pequeño carrusel, siempre montaba el mismo caballo azul y dorado, al que apropiadamente llamó Mary. Hermione siempre recibía libros como obsequio y terminaba el día con un pastel de vainilla combinado con helado de fresa. Era perfecto. Amaba sus cumpleaños porque podía pasar todo el día con sus padres. Hasta el último grano de atención estaba dirigido a ella, sonriendo, riendo y disfrutando que su padre leyera sus nuevas historias con ella.
Su primer cumpleaños sin ellos no fue tan terrible; llegó a pasarlo en un castillo donde la magia era hermosa, en donde ella pertenecía. Luego, cada cumpleaños posterior se volvió cada vez menos especial, hasta el punto en que ella se negó a celebrarlo. Este año no fue diferente. No tenía a sus padres y quería estar sola. Sin pastel de vainilla ni helado de fresa. No, en cambio tenía su vino de mierda y un brazo adolorido.
Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.
—¿Mione? ¿Estás ahí?
Rápidamente, metió la botella debajo de la almohada y se puso el primer suéter que encontró antes de abrir la puerta.
—Hola, Ginny—sonrió, sintiéndose repentinamente mareada.
—¿Te encuentras bien? No te hemos visto en toda la mañana.
Hermione simplemente le resto importancia.
—Estoy bien, sólo estaba haciendo mis deberes de la próxima semana.
—¡Es tu cumpleaños! No deberías estar trabajando en tu cumpleaños —sonrió su amiga—, y hablando de cumpleaños —sacó un regalo detrás de su espalda—. ¡Para ti!
Hermione tomó la caja, envuelta desordenadamente en tres papeles de regalo diferentes.
—Ron lo envolvió, pero es parte de todos los Weasley.
Al arrancar el papel, se encontró con un artículo enmarcado de El Profeta. El titular decía:
Hermione Granger, la heroína nacida de muggles que salvó al mundo mágico.
Una fotografía conmovedora de Harry, Ron y Hermione en cuarto año acompañó el artículo. Ella lo miró, esperando sentir un torbellino de emociones: nostalgia, alegría, orgullo. Pero en cambio, se sintió enojada. La niña de la foto, riendo con sus mejores amigos, ¿quién era ella? Se veía increíblemente feliz, sin la carga de responsabilidad de salvar al mundo mágico sobre sus hombros, sin un alma herida.
—Lo detestas —dijo Ginny—. Merlín, sabía que lo detestarías, lo siento mucho. Les dije que…
—No, Ginny, yo... me encanta —Mentirosa—. En serio, muchas gracias.
—¿Estás segura? Porque todavía puedo comprarte algunas varitas de regaliz en Honeydukes.
Hermione forzó una sonrisa dolorosa.
—Estoy segura, es perfecto.
Ginny se rio y aplaudió.
—¡Genial! Bueno, conozco a alguien que te ha estado extrañando toda la mañana...
Hermione colocó el marco en la mesa más cercana antes de preguntar.
—¿Ron? Por favor, dime que no tiene planeado algo grandioso para hoy.
—Mione, Ron ni siquiera puede deletrear la palabra «grandioso» —bromeó la pelirroja—. Él tiene algo planeado, pero no te lo diré en este momento.
—Está bien, dile que bajaré en un minuto, necesito una ducha. Estoy asquerosa.
Ginny se fue con una sonrisa y sin sospechas de que algo andaba mal con su mejor amiga. Mientras la veía salir por la puerta del retrato, tomó su regalo de cumpleaños y lo guardó en la parte posterior del cajón de su tocador.
Heroína de mierda.
—¡Feliz cumpleaños Hermione!
—¡Ahí está la cumpleañera!
—¡Oye, Mione! ¡Feliz cumpleaños!
La atención fue insoportable mientras se dirigía al Gran Comedor. Todos, incluso personas que no conocía, le dieron felicitaciones y buenos deseos. Todo lo que pudo hacer fue sonreír y saludar como una perfecta maldita princesa. Fue todo lo contrario de como esperaba que fuera el día. Si fuera por ella, se perdería, tal vez se recostaría junto al Lago Negro como solía hacer.
—Mione, hola —Ron se dirigió hacia ella con una cálida sonrisa—. Feliz cumpleaños.
—Gracias. Ginny dijo que querías verme.
—Siempre quiero verte —Merlín, ¿por qué tenía que ser tan... Ron? Quería que él le gritara por estar en su habitación todo el día o por no pasar tiempo suficiente con él. Quería que alguien sintiera lo mismo que ella.
—Pero, sí, hum, ya que es tu cumpleaños, estaba pensando que podríamos almorzar en Hogsmeade —ofreció, antes de mirar por alguna ventana—, o supongo, que sería un almuerzo tardío o podríamos esperar hasta la cena.
Su estómago se retorció ante el mero pensamiento de comida. El alcohol la llenaba bastante y al mismo tiempo la hacía sentir náuseas constantemente. Un pequeño juego encantador.
—Claro, vámonos ahora.
Cuanto antes termine, mejor.
—¿Estás segura? Este es un momento extraño.
—Es perfecto en realidad —dijo mientras caminaba hacia la salida del castillo—. No esperaremos mucho por nada y casi no habrá gente.
Ron luchó por seguir el ritmo de su apresurado paso.
—Sí, tienes razón, está bien.
Mientras caminaban en el aire fresco, Hermione trató de no mirar nada que le recordara a tiempos mejores. Fue difícil, cada cosa tenía su propio recuerdo. Mientras ella se concentraba en no mirar a su alrededor, Ron entrelazó sus dedos mientras cruzaban el puente reconstruido. Su mano estaba sudorosa y sus dedos eran ridículamente largos, Hermione se sintió como una perra por la forma en que sobre analizó el cómo era tomar su mano. Se preguntó si siempre se sentiría así por Ron.
Luego miró hacia arriba y vio la Casa de los gritos. Finalmente, algo que albergaba horribles recuerdos. Se detuvo para mirar el inquietante edificio con sus tejas estropeadas y ventanas rotas. Fue extraño. Hermione debería haberse sentido enojada o triste al verla, ya que era un recordatorio de la guerra, pero se sentía... tranquila.
—Odio esa maldita cosa —murmuró Ron.
Ella se encogió de hombros.
—No es tan malo.
—¿No es tan malo? Hermione, vimos a nuestro profesor morir allí. Y Vold… Riddle estaba ahí. Es un maldito lugar espeluznante.
Si era tan espeluznante, ¿por qué quería entrar?
Ron la arrastró hacia la parte principal de Hogsmeade. Estaba lo suficientemente tranquilo, sólo un par de magos caminando. El pueblo siempre ha sido un buen escape de Hogwarts. También era un buen lugar para una cita, al menos eso fue lo que escuchó Hermione. No tuvo muchas citas durante sus estudios. Sin embargo, eso estaba cambiando hoy e hizo que su estómago se retorciera de nuevo.
—Estaba pensando que podríamos ir a las Tres Escobas. Madame Rosmerta puede darnos una mesa lejos de todos.
Hermione asintió con la cabeza y una vez que entraron al pub, los recuerdos de su vida pasada se hicieron más claros. Lo más destacado es que recordó cuando Ginny había estado saliendo con Dean Thomas. Ron era tan ridículo en ese entonces, ella realmente simpatizaba con Ginny, estaba enojada con Ron porque era tan ajeno a su enamoramiento por él. Esperaba que este pequeño pub le devolviera esos sentimientos, Ron se lo merecía.
Una vez que se encontraron con el rincón más alejado, en un reservado apartado de miradas indiscretas, se sentaron en silencio. Hermione pasó el dedo por la mesa de madera, mientras Ron tamborileaba el ritmo de una canción en su cabeza con los suyos.
—¿Has escuchado algo sobre tus padres? —preguntó Ron, rompiendo el silencio.
Hermione se congeló por un momento, luego miró hacia arriba.
—¿Mis padres? ¿Qué hay de malo con ellos?
—Sólo te pregunté si sabías algo sobre ellos en Australia. ¿No has intentado buscarlos?
Australia, cierto. Ya era hora de que una de sus mentiras la alcanzara.
—No, no lo he hecho.
Ron asintió.
—Bueno, estaba hablando con Harry el otro día y…
—¿Hablaste con Harry? —ella interrumpió.
—Hum, sí, ya sabes con el espejo.
—¿Dijo algo sobre mí? ¿Todavía sigue molesto?
—Iba a decir que hablamos sobre cómo encontrar a tus padres, ya que sabemos los nombres que les diste y todo eso, debería ser más fácil de lo que pensamos —dijo, mientras Madame Rosmerta se acercaba a su mesa.
—Ron, Hermione, no tienen idea de cuán feliz estoy de volver a verlos —Sonrió tan ampliamente que a Hermione le empezaron a doler las mejillas—. ¿Les ofrezco algo de beber?
—Una cerveza de mantequilla para mí, gracias.
—Dos tragos de whisky de fuego y una poción de amor n.º85 —espetó Hermione. Madame Rosmerta la miró sorprendida—, por favor.
La dueña del pub asintió antes de chasquear los dedos. Cuando las bebidas aparecieron frente a ellos, mencionó regresar en unos minutos para tomar su pedido. Hermione tomó el primer trago de whisky de fuego, continuando con la poción de amor, un nombre elegante para cereza y vodka. Normalmente, no mezclaría bebidas, pero necesitaba lidiar con esta cita.
—Has estado bebiendo mucho últimamente —dijo Ron, incitando los ojos entrecerrados de su novia—. Quiero decir, en La Madriguera, papá notó que algunas de sus bebidas muggles estaban medio vacías y Harry mencionó que cuando fuiste a verlo a Grimmauld Place tú…
—¿Harry te contó lo que le dije? —preguntó, bebiendo el vodka. Ron asintió—. Entonces, estoy segura de que te dijo que, si bebo o no, no es de su incumbencia. Y como todos somos mejores amigos, lo mismo aplica para ti. Pediste una cerveza de mantequilla, y no me ves cuestionando eso.
—Tiene como uno por ciento de alcohol, no es lo mismo.
—¡Es mi cumpleaños! —Hermione se rio burlonamente—. ¿No puedo beber en mi cumpleaños, Ron?
Sus ojos buscaron su rostro mientras sus cejas se juntaban; su preocupación era obvia. Su falta de dicha preocupación también era obvia.
—No he bebido desde que volvimos a la escuela —Mentirosa—. ¡Y tengo diecinueve el diecinueve! Eso es especial, sólo ocurre una vez. Los muggles lo llaman el cumpleaños de oro.
—Supongo que tuve el mío cuando tenía un año —rio, aparentemente decidiendo no continuar con la discusión. Levantó su bebida—. Por la Chica Dorada en su día dorado.
Hermione levantó su segundo trago, chocando sus vasos. Se bebió el whisky cuando regresó Madame Rosmerta. Dejando que Ron ordenara por ambos, Hermione se reclinó en su asiento, mirando fijamente por la ventana.
Cayeron en una conversación monótona mientras comían. Hablaron de clases, de quidditch, de lo que vendría después de Hogwarts. Esto último asustó a Hermione, todavía no tenía idea de lo que quería hacer y a una parte de ella no le importaba. Quizás iría a la escuela de odontología como sus padres y viviría una vida muggle perfectamente normal. La idea era fascinante.
—¿Crees que sería un buen Auror, Mione? —preguntó Ron, acercando el tenedor con pasta a su boca.
—Por supuesto, no veo por qué no —Bebió un sorbo de su segundo vaso, gravemente bajo la influencia del alcohol—. Eres bueno en los hechizos defensivos. ¿Es eso lo que realmente quieres hacer o quieres intentarlo sólo porque Harry lo hace?
Ron se detuvo, reclinándose en su asiento. Hubo un cambio en la atmósfera, incluso aun borracha, Hermione podía sentirlo.
—Quería ser un Auror desde antes que él hiciera un jodido trato para evitar Hogwarts —dijo bruscamente.
—Eso es bueno. No querrás estar a su sombra toda tu vida.
Dejó el tenedor y la miró con los ojos entrecerrados.
—No estoy a la sombra de Harry.
—Eso es lo que dicen en El Profeta y en Corazón de Bruja —dijo, haciendo girar la pasta sin pensar en su tenedor—. El mejor amigo de Harry Potter, «Ron Weasley». «El mejor amigo del salvador Harry Potter, Ronald Weasley». Siempre es Harry y luego tú.
—Bueno, lamento que mi maldito nombre no sea digno de atención o de un título como el tuyo —Ron negó con la cabeza con una risita—, «La chica y el chico de oro». «Los salvadores». «La nacida de muggles y el niño que vivió». Oh, y el pelirrojo. Pura mierda, eso es lo que es.
Hermione finalmente lo miró y se alegró de encontrar una emoción en su rostro. Con sus mejillas enrojecidas y su pecho hinchado, sabía que él estaba tratando de no enojarse.
—Lo siento, Ron. No quise decir nada con eso. De todos modos, no necesitas un título, Ron Weasley es más que suficiente.
Ron extendió su mano para tomar la suya y de alguna manera seguía sudorosa. Ella le apretó la mano a cambio.
—¿Sabes qué título prefiero? —preguntó.
—¿Cuál?
—El novio de Hermione Granger —se rio entre dientes—, suena bien.
Oh, Merlín. La novia de Ron Weasley. Se sentía tan extraño y fuera de lugar. Prefería mucho más el título como la mejor amiga de Ron Weasley.
Sería terrible si lo dejara continuar durante más tiempo.
—Ron, yo…
—Hay algo que quería decirte, Mione.
Su corazón se detuvo.
—Bien.
Ron frotó su pulgar sobre su mano mientras se inclinaba hacia adelante, con el codo sobre la mesa. Sus grandes ojos azules se clavaron en los de ella y su boca se secó.
—Te amo, Hermione.
Todos los colores dejaron su rostro junto con el aire que salió de sus pulmones. No había nada en este mundo que ella pudiera decir para mejorar un poco esta situación. Para empeorar las cosas, su brazo comenzó a arder de nuevo. Cualquier pánico o agitación provocó el terror sobre su piel.
Ella lo amaba, siempre lo había amado. Era su mejor amigo, por supuesto que lo amaba. Simplemente no de la forma que él quería.
—Sé que hemos pasado por mucho y no espero que lo digas de inmediato —agregó rápidamente—. Sólo necesitaba que lo supieras.
—Gracias, Ron.
Su rostro decayó, estaba claro que había esperado que ella se lo dijera de vuelta. De repente, todo se volvió incómodo de nuevo tan pronto como soltó su mano, se inclinó hacia atrás, volviendo al plato frente a él.
Feliz cumpleaños para mí.
El sol había comenzado a descender cuando la pareja regresó al castillo. La caminata fue larga y tensa, el aire a su alrededor se palpaba con malestar. Parecía como si se hubieran separado y por el ceño fruncido en el rostro de Ron era fácil pensar que lo habían hecho. Hermione se sintió mal por no decirlo, pero se sintió aún peor por no decirle cómo se sentía realmente.
Ron se separó rápidamente y se dirigió a la sala común de Gryffindor. No había nada que pudiera hacer, él iba a ir a decirles a todos sus amigos que no le había correspondido. Parte de ella sentía que debía hacerlo, habría sido lo más normal, lo más esperado. En cambio, frotó la delicada piel de su brazo. La inquietud de esta fecha sólo empeoró la sensación de ardor.
Hermione se tambaleó hacia la puerta del retrato, el alcohol redujo sus inhibiciones casi por completo. Se detuvo frente al lienzo para observar con atención por primera vez la pintura. Una mujer joven estaba sentada en un banco de mármol en un jardín perfectamente cuidado rodeado de rosales. Ella estaba llorando suavemente y justo detrás suyo, en el borde del retrato, había un hombre joven. Él la miraba, el dolor claramente reflejado en su rostro. Hermione vio que quería acercarse a ella, pero los rosales no le permitían hacerlo. Qué extraño cuadro, pensó.
Murmurando la contraseña, la puerta del retrato se abrió y entró en la oscura sala común. Hermione hizo un gesto con la mano, encendiendo la chimenea y las velas del techo. Se apoyó a la pared junto a ella, arrojando sus zapatos y chaqueta al suelo. Frotándose los ojos con la palma de sus manos, gimió en voz alta, dejando escapar su irritación por la cita.
¿Por qué Ron tenía que ser tan amable? ¿Por qué tenía que ser la persona perfecta para ella? ¿Y por qué no podía también amarlo?
Tropezando con sus zapatos, caminó hacia la sala de estar, encontrándose con la última persona que quería ver. Sentado en el sofá de terciopelo sosteniendo uno de sus libros, leyendo como si viviera aquí. Se acercó al respaldo del sofá y le arrebató el libro de sus manos.
—Consíguete tus propios libros, M… Malfoy —murmuró arrastrando las palabras, luego vio el libro: «Matar un ruiseñor».
Hermione lo arrojó sobre la mesa de café antes de sentarse en un cómodo y espantoso sillón floral junto al sofá. Draco se llevó una botella de algo a los labios mientras la miraba, con el máximo desinterés en sus ojos. Ella lo miró fijamente, entrecerrando los ojos y frunciendo los labios, rascándose el brazo a través de su suéter.
—Eres un bastardo. El más grande e imbécil, bastardo —gimoteando, ella lo señaló distraídamente con un dedo.
—Estás borracha. —murmuró, colocando la botella en su rodilla.
—¡Sí! —Hermione se rio—. Estoy muy borracha y tú… ¿sabes qué? ¡No me importa! ¿Por qué a todos los demás sí?
Se encogió de hombros, inclinándose más hacia atrás de una manera no muy sofisticada. Por lo que Hermione sabía, Draco tenía una vara en el trasero grabada con la frase «toujours pur» en letras mayúsculas.
—Fue una simple observación, Granger. —dijo Draco.
—Guárdatela para ti mismo, ¿de acuerdo? ¡No necesito que otro estúpido adolescente me diga que no puedo beber alcohol! —exclamó, agitando los brazos salvajemente—. Soy una adulta capaz, muchas gracias.
Se rio entre dientes, tomando otro sorbo de su misteriosa bebida.
—¿Qué es tan gracioso?
—Nunca antes te había escuchado maldecir.
Hermione se puso de pie tambaleándose, casi cayendo boca bajo contra la mesa de café.
—¡Mierda! ¡Mierda, mierda, mierda, mierda! —gritó al techo, luego se volvió hacia Draco—. ¡Vete a la mierda!
Ella se derrumbó de nuevo, esta vez en el sofá frente a él. En su estado de desequilibrio, se quitó el suéter, permaneciendo en una blusa sin mangas y jeans, su cicatriz estaba oculta por un hechizo desilusionador. Su cabello se encrespó por la estática mientras arrojaba el suéter al otro lado de la habitación.
—¿A la mierda? —preguntó Draco.
Hermione se sentó con las piernas debajo de ella, mirando directamente a sus penetrantes ojos plateados. Respiraba con dificultad por la nariz, sintiéndose inexplicablemente enojada con él.
—Sí, vete a la mierda —respondió—. Eres despreciable y te odio.
—El sentimiento es mutuo, Granger —Tomó otro sorbo. Hermione vio como su cuello se inclinaba, su mirada vagando por la esquina afilada de su mandíbula.
—¡Y vete a la mierda por empujarme contra la maldita pared! No es así como se trata a una dama.
—Difícilmente se te puede llamar una dama —dijo, mirándola de arriba abajo—. Las damas no se emborrachan antes de las cinco.
—A las damas no les gusta que las traten con rudeza por chicos con problemas de ira.
—Conozco a algunas que no estarían de acuerdo contigo.
De repente, Hermione se puso de pie caminando directo hacia él y empujó su brazo tan fuerte como pudo. Apenas se inmuto. Ella lo hizo de nuevo, empujándolo hacia el brazo del sofá. Siguió empujándolo, casi golpeándolo hasta que él la agarró por la muñeca con fuerza.
—Basta, Granger —Su voz era una advertencia baja, pero a ella no le importaba.
Hermione tiró de su muñeca fuera de su agarre, mirándolo con el pecho agitado. Atrapándolo como lo había hecho anoche, lo empujó hacia la esquina del sofá. No estaba pensando con claridad, demasiado vodka de cereza y el corazón roto de un novio le nublaba la cabeza. Haciendo acopio de su confianza borracha, envolvió su mano alrededor de su cuello como él lo hizo. Sus ojos se posaron en su brazo y luego volviendo a ella, cosechando algo peligroso entre ellos.
—No es tan divertido, ¿verdad, Malfoy? —susurró ella.
Su mano permaneció alrededor de su cuello, apenas apretándolo, sólo descansando, y no pudo evitar notar lo suave que era su piel. Su pulgar se movió levemente, buscando el pulso. Algo dentro de ella revoloteó. Luego presionó más fuerte, ganándose un sonido ronco de Draco. Su mano encontró su muñeca, su toque helado fue una advertencia que ella ignoró.
—Quítame la puta mano de encima —gruñó.
Hermione apretó su agarre, inclinándose sobre él. La adrenalina que corría por sus venas se sentía mejor que cualquier bebida que hubiera ingerido. Sus ojos estaban fríos y llenos de lo que ella reconoció en sí misma: rabia. La mirada la encendió, incrementando su agarre y el hecho de que estaba debajo de ella. Ella tenía el control y le encantaba.
Luego estrelló sus labios contra los de él. Y por alguna razón sólo conocida por Dios, Draco le devolvió el beso. Su corazón bombeó sangre como nunca antes, la adrenalina la consumió por completo.
La besó de una manera que nunca antes había conocido. El beso fue áspero y doloroso y pudo sentir sus labios hincharse. Su lengua se abrió camino en su boca, pero a ella no le importó. Draco la agarró por la parte de atrás de sus muslos y la puso boca arriba, su cabeza golpeó el brazo del sofá. Su mano estaba alrededor de su cuello ahora, apretada y fría. Las manos de Hermione encontraron su cabello, acercándose más. Con la espalda arqueada, los labios moviéndose con fervor, se maldijo por lo suave que era su cabello. Draco empujó su mano hacia arriba de su cuello, forzando su barbilla hacia arriba mientras sus besos bajaban por su mandíbula. Él mordió el punto donde su mandíbula conectaba con su cuello, ganándose un jadeo de sorpresa.
La puerta del retrato se abrió y el sonido de pasos caminando por el pasillo los interrumpió. Hermione lo empujó, saltando al sillón floreal y abrazándose las rodillas. Trató de nivelar su respiración mientras observaba a Draco acomodarse la camisa antes de limpiarse la boca con el dorso de la mano.
Theo entró y dejó caer una bolsa de algo en la encimera de la cocina antes de darse la vuelta para verlos a ambos en la sala de estar. Una amplia sonrisa cruzó su rostro.
—¿Ya nos llevamos bien? —preguntó, saltando por encima del respaldo del sofá para sentarse junto a su compañero.
Miel y plata, y por un momento, dejó de respirar.
—Difícilmente —dijo Draco.
Hermione se aclaró la garganta antes de correr a su habitación y azotar accidentalmente la puerta detrás de ella. Apoyó su cabeza contra la puerta y se pasó las manos por el cabello.
—¿Qué mierda?
Toujours pur: siempre puro.
Gracias a todos por tener paciencia con la traducción, han sido unas semanas difíciles pero por fin tuvimos el primer beso, sigan al pendiente en los siguientes capítulos.
