Various Storms and Saints

By: viridianatnight

Traducido por paandreablack

Beteado por nucifeera


Capítulo 9


Todo se movía tan rápido. Corrió por su vida entre la lluvia de escombros. Los hechizos se disparaban en todas direcciones. Apenas podía pensar en cómo protegerse mientras corría. Trató de advertirles a los demás. Aún quedaba mucho por hacer.

Era difícil de ver, difícil de respirar. El polvo del castillo en ruinas provocó furor. Un zumbido agudo sonaba a través de sus oídos debido a las constantes explosiones y golpes. Todo estaba sucediendo tan rápido que apenas podía comprender nada.

Luego, al final del pasillo, los vio: Lavender Brown, convulsionando en el suelo. Fenrir Greyback con los dientes enterrados en su cuello.

¡NO! —gritó ella.

Un hechizo salió de su varita. No, no era un hechizo, una maldición.

Greyback se elevó hacia atrás, cayendo a cientos de pies de la ventana abierta. Allí yacía Lavender Brown con su cabello rubio esparcido por todas partes y sus ojos azules oscureciéndose. La última persona que vio fue a Hermione y sonrió.


Se despertó sobresaltada, el corazón le latía con fuerza, su cuerpo temblaba y estaba cubierta de sudor. Hermione quitó las mantas y se sentó, enterrando su rostro entre sus manos. Intentó controlar su respiración cuando vio a Lavender en el fondo de su mente. Lavender, a quien odió una vez por algo tan insignificante como un chico. Lavender, a quien nunca le dio el beneficio de la duda. Lavender, que era sólo una adolescente con un gran enamoramiento y que nunca quiso hacer daño. La chica con la que Hermione nunca pudo disculparse, la que nunca pudo salvar.

Se puso de pie rápidamente, agarró un paquete de cigarrillos de su cama y se puso un par de pantuflas antes de salir de los dormitorios principales. Todavía estaba oscuro, no había señales del sol naciente en el momento en que caminaba por los campos. La hierba estaba mojada bajo sus zapatillas, creando un horrible sonido de chapoteo mientras se alejaba. Al encontrarse en la parte trasera del invernadero, se sentó sobre los ladrillos y sacó un cigarrillo, encendiéndolo con un chasquido.

Las pesadillas no eran infrecuentes para Hermione. Desde cuarto año cuando vio el cuerpo de Cedric Diggory y escuchó el grito de Harry, había estado teniendo pesadillas. Se castigó a sí misma por ellas. Sólo había visto un ápice de los miedos vivientes que Harry había experimentado y, sin embargo, la perseguían. Algo sobre ser empática, sobre asimilar los sentimientos de las personas que la rodearon hasta que se ahogó en las lágrimas que derramó, sola en su cama. Hermione tenía todo y a todos tan cerca que cada pérdida fue una sacudida. Ella vomitó por llorar tan fuerte la mayoría de las veces. Quería darse por vencida, las pesadillas fueron insoportables. Intentar salvar el mundo fue demasiado. Pero si Harry podía sobrellevar más que ella, entonces también podría hacerlo.

Hasta que todo terminó, Hermione había hecho exactamente eso. Ella se mantuvo firme, sostuvo a Ron y Harry durante años. Ahora... ahora se quedó con un hueco en el estómago del tamaño de una bludger. No sabía dónde comenzaban sus emociones y dónde terminaban las pesadillas. Quizás había perdido sus emociones hace tanto tiempo que ahora estaba vacía, llena con los restos de todos los demás. Soportó el dolor más tiempo que otros. Incluso Harry lo había estado haciendo mejor que ella antes de regresar, pero tenía a Ginny. Hermione no tenía a nadie.

Por supuesto, tenía a Ron. Y Molly y George, todos los Weasley, pero ellos en realidad no estaban ahí. No comprenderían y ella no podía hacerlos comprender. No pudo soportar preocuparlos cuando Fred estaba muerto. La mera idea de molestar a Harry la envió en una espiral. No, no después de todo lo que había pasado.

Así que se sentó detrás del invernadero, demasiado temprano en la mañana, con un cigarrillo encendido entre sus dedos. Ella no salvó a Lavender o a Fred, o Colin, o Remus, ni a Tonks. No salvó a ninguno de ellos y se sintió culpable por vivir.

Peor incluso, Hermione no salvó a sus padres.

—¿No puedes dormir?

Ginny se sentó a su lado y tomó el cigarrillo, aspirando su propia bocanada de humo antes de devolvérselo.

—Pesadilla —dijo Hermione, exhalando.

—¿De qué se trató esta vez?

—Lavender, de nuevo.

Ginny apoyó la cabeza en el hombro de su amiga, mirando al Lago Negro en la distancia.

—No hubo nada que pudieras haber hecho.

—Lo sé —suspiró Hermione—. ¿Por qué estás despierta?

—Harry me envió una lechuza tarde, acabo de terminar de hablar con él por flu —Ginny tomó su propio cigarrillo y Hermione lo encendió—. Mamá me mataría si supiera que estoy fumando.

—Ella nunca lo sabrá. ¿Harry se convenció de que está bien?

—Le dije que sí.

—¿Te creyó? Porque yo no lo hago.

Ginny se sentó con la espalda recta, suspirando profundamente.

—Yo tampoco me lo creo. No está durmiendo, dice que no puede hacerlo sin mí. El entrenamiento de Auror es lo último que debería estar haciendo. Francamente, es una mierda que le dieran ese ultimátum para no volver. Sin él, no habría nada a lo que volver. Ojalá pudiera verlo.

Hermione asintió, sin encontrar ni una palabra de consuelo. Ella solía ser buena en eso.

—Podrías irte los fines de semana. Hogwarts, por mucho que parezca, no es una prisión.

—Supongo que podría hablar con Minerva.

Hermione vio cómo el humo la abandonaba mientras se dirigía hacia el cielo, hacia la luna. La luna brillante y plateada mirándola. La luna tenía cara, le enseñó su padre cuando era pequeña. A ella le encantaba la cara de la luna, cómo sonreía. Ahora, la miró con desprecio. La luna la juzgó. Luna brillante y plateada.

Plateado.

Necesitaba contárselo a alguien, pero no a la hermana de su novio. ¿Cómo le diría a su mejor amiga que accidentalmente besó a otra persona en medio de una neblina de borrachera? ¿Y que a ella le gustó mucho? Probablemente con la misma facilidad que pelar manzanas. La mayoría de las veces deseaba que Ginny y Ron no estuvieran relacionados. Hermione necesitaba que alguien estuviera de su lado por una vez. Ginny estaba en el lado de Harry y Ron. En el caso de besar a Draco Malfoy, Ginny estaría del lado de San Mungo, admitiendo a Hermione en un ala de psiquiatría.

—¿Lo amas? —preguntó su mejor amiga.

—Por supuesto que lo amo.

—¿Pero?

Ella miró esos grandes y reconfortantes ojos marrones. Déjame contarte todo, Ginny. Todo se me ha quedado atascado en la garganta, todo lo que me persigue. Todo lo que nadie más sabe porque tengo miedo de ser una carga para las personas que amo. Por favor, Ginny, ponte de mi lado.

—No creo que esté en la posición de ser la novia de nadie —dijo Hermione, apagando el cigarrillo.

—Ron ya sabe todo por lo que has pasado, él puede ayudar.

No lo sabe y no puede.

—Lo sé, pero se siente como otra responsabilidad —dijo con tristeza—. Tomé casi todas las clases. Aún no he elegido mi estudio entre pares, si es que lo estoy haciendo. No tengo idea de lo que quiero hacer después de graduarnos. Tengo que ser la Premio Anual y un modelo a seguir para los niños que no conocen nada mejor, porque si lo supieran, sería la última persona a la que admirarían. Siento que apenas puedo cuidar de mí misma.

—Ron puede ayudarte a resolver todo, para eso están los novios —sonrió Ginny, tomando la mano de Hermione—. Primero, son objetos sexuales, segundo, son buenos para la mierda emocional.

Hermione soltó una pequeña risa. La sonrisa se sentía fuera de lugar, estaba tensa.

—Aprecio lo positiva que eres en cuanto al sexo, Gin, pero no lo sé.

—¿Sabes lo que pienso? —preguntó ella, aspirando su propio cigarrillo—. Creo que estás exhausta. Tómate unos días, incluso una semana, antes de hablar con él al respecto. Incluso le diré que se vaya un poco a la mierda, ¿sí?

No, no, no, no. Ella no quería pensar en eso. No había nada más en lo que pensar, simplemente insistiría en el hecho de que es incapaz de corresponder el amor por la persona perfecta para ella. Todo tenía sentido con Ron y era precisamente por eso que ella no podía estar con él. Era tan esperado, tan Hermione Granger. Apenas había pasado un mes y ya no podía estar a la altura de ese apodo.

Si pudiera darse un nuevo nombre, una nueva cara, lo haría. Odiaba a Hermione Granger.

—Sí.


Ardía como el infierno. No podía rascarse ni pellizcar la gasa, tenía que sufrir. Lo había hecho durante meses, pero sentía que empeoraba. En los días posteriores a su cumpleaños, la sensación de ardor no cesó. Hermione apenas podía soportar el dolor mientras estaba sobria. Mientras trataba de no estar borracha en clase, sentía que no tenía otra opción. No pudo concentrarse cuando su brazo la estaba matando.

Llegó tarde, viniendo de haber tomado dos tragos, lo suficiente para poder calmar el dolor y aun así tomar notas eficientes. Notas que nunca volvería a mirar porque, si era honesta consigo misma, ya lo sabía todo. Todo lo que investigó a lo largo de sus años ayudando a Harry y luego la desafortunada experiencia práctica de una guerra, no había nada más que aprender. Y no le importaban los hechos inútiles o las lecciones inútiles. ¿Quién era ella?

Hermione corrió hacia su clase de Encantamientos, accidentalmente haciendo una gran entrada. Caminó con la cabeza gacha hasta el asiento disponible más cercano mientras Flitwick ganaba la atención de todos nuevamente. Hermione resopló, subiendo su túnica por su brazo nuevamente antes de sacar sus cosas.

—¿Siempre estás borracha ahora?

Casi saltó de su asiento ante su voz inquietantemente profunda. Draco estaba sentado a su lado, Pansy al otro lado de él, enviándole dagas con los ojos.

Verlo fue un shock. Lo había estado evitando desde el incidente de los labios. Ella lo había estado evitando por razones equivocadas, no por vergüenza o timidez o incluso por odio. Hermione quería besarlo de nuevo. Estaba jodido y ella lo sabía, especialmente porque todavía estaba saliendo con Ron. Especialmente porque Draco Malfoy era posiblemente la peor persona en Hogwarts.

La hizo olvidar el dolor en su brazo. Fue la adrenalina, saber que estaba mal. Dios, tan mal. Algo tan malo que hizo que algo peor se sintiera mejor. Sin mencionar la forma en cómo la besó.

Decir que no había pensado en eso, casi exclusivamente, sería una mentira.

Él la estaba mirando.

—No sé de qué estás hablando —dijo Hermione mientras comenzaba a garabatear información inútil—. ¿Por qué estás sentado a mi lado?

—Te sentaste junto a mí —dijo, escribiendo por su cuenta.

—Terrible error de mi parte.

—Puedo olerte —susurró Draco, su aliento caliente golpeando su oído.

Hermione se apartó un poco, pateándose por querer sus labios en su cuello.

—Deberías al menos cepillarte los dientes si te vas a emborrachar en clase.

En el pergamino frente a ella había un caramelo de menta y la mano de Draco se retiró. Ella lo miró brevemente y descubrió que estaba concentrado en lo que fuera que estaba escribiendo. Su pluma se movía en trazos largos y patrones, demasiado lento para escribir. Hermione asomó la cabeza por encima de la pila de libros de texto entre ellos sólo para que Draco cerrara su cuaderno.

—No seas entrometida, Granger, es impropio.

Se reclinó en su asiento, metiendo la pequeña libreta negra en su bolsillo delantero. Pansy miró a Hermione a los ojos y la mirada que le dio sólo podía describirse como puro veneno. Con su cabello azabache perfectamente sedoso cayendo en cascada sobre sus hombros, podría ser bonita, si no fuera por la mirada desagradable en su rostro.

Hermione volvió su atención a Flitwick, quien estaba demostrando otro encantamiento que ya conocía. Empezando a escribir más tonterías, sus oídos se animaron ante el sonido de la voz de Pansy.

—¿Sigue en pie lo de esta noche, Drake?

¿Drake? Pensó Hermione, arrugando la nariz ante el apodo.

—¿Y qué hay exactamente está noche? —respondió él.

—Sabes que Theo tiene toda esa maldita sala común para él sólo. Blaise quiere quedarse a dormir, el viernes por la noche y todo eso.

Hermione dejó de escribir cuando escuchó eso. Draco se dio cuenta y miró a su ex novia.

—Sabes también que Theo no vive allí sólo.

—Oh, estoy consciente. Algunas personas son buenas siendo escasas —comenzó Pansy, inclinándose hacia Draco—. Insignificantes. Saben exactamente cuándo no son bienvenidas.

Insignificante. De alguna manera, Pansy, en un intento de insultarla, la describió a la perfección. Se sentía tan poca cosa e incapaz.

—Me requeriste cuando estabas llorando antes del Wizengamot —susurró Hermione, sin apartar los ojos del frente de la clase—. Suplicando que no te enviaran a Azkaban, realmente fue triste. Nunca había visto a alguien tan —miró a Pansy—, insignificante.

Flitwick terminó la clase y Hermione fue la primera en salir del salón. Podía sentir su cara calentándose, hasta el final de su cuello, como lo hacía cuando estaba avergonzada. Excepto que no lo estaba, era más de ese control, adrenalina. Caminó por el pasillo, una pequeña sonrisa en sus labios, cuando…

—¡Mione!

Ron. Dejó de caminar y se dio la vuelta. Ginny le había pedido a su hermano, en sus palabras, «que se fuera a la mierda» durante una semana. Era viernes, lo que significaba que la semana casi había terminado y Hermione se sentía exactamente igual. Entonces, no pudo evitar preguntarse. ¿Cuándo fue la última vez que besó a Ron?

La primera vez que lo besó estuvo llena de adrenalina, aunque fue en medio de una guerra. ¿Quién puede decir que no volvería a sentir eso con un beso adecuado? Sin miserables roces o besos en la mejilla.

Se acercó a ella y en medio del pasillo, para que cualquiera pudiera verlo, ella le rodeó el cuello con los brazos y lo besó. Trató de objetar antes de darse cuenta rápidamente de lo idiota que sería y sucumbió a sus labios. Las manos de Ron encontraron su espalda, apretándola más contra él. Ella le pasó las manos por el cabello, estaba grasiento y áspero. Su lengua pinchó sus labios pero ella no lo dejó entrar. Hermione se apartó para encontrar a un Ron muy feliz y de mejillas sonrosadas. Ella sonrió torpemente y en cuanto se apartó, lo vio mirando. Apoyado contra una pared en un rincón oscuro debajo de las escaleras, con un cigarrillo entre los labios, él la estaba mirando.

Sus ojos plateados brillaban bajo las sombras mientras recorrían su cuerpo de arriba a abajo, sus venas se iluminaban. Podía sentir el peligro bajo su piel en la forma en que la miraba. Mal, estuvo mal.

—¿Por qué fue eso? —preguntó Ron, ganando su atención de nuevo.

—Por nada. —sonrió rotundamente—. Escucha, iba a ir a estudiar a la biblioteca durante, bueno, horas, probablemente. Así que, ya sabes dónde estoy.

Él asintió.

—Tengo una clase ahora mismo y luego práctica de quidditch, Ginny es despiadada este año. No estaré libre hasta después de la cena.

A ella no le importaba.

—¡Bien, suena genial! ¡Entonces, te veo más tarde!

Ella se apartó cuando él le agarró la mano con suavidad. Las manos de Ron siempre estaban cálidas, callosas con dedos extrañamente largos. Le puso una mano en la mejilla y la besó una vez más.

—Te amo.

Hermione no respondió.


Soy una persona horrible. Él me ama tanto y yo no. No puedo y no sé por qué. Es mi mejor amigo, siempre ha estado ahí, es Ron. Es amable y objetivamente guapo. Tiene una familia maravillosa que me trata como a una más. Tiene perspectivas de ser un Auror, vivirá una gran y feliz vida y no puedo estar en la forma en que él quiere. No sé qué hacer. Sin embargo, empeora. Yo empeoro.

Besé a alguien más. No se lo he dicho a nadie, ni siquiera a Ginny. Y no debería decírtelo, pero seamos honestos, nunca voy a enviar esta carta. Ojalá pudiera. Ojalá pudiera hablar contigo de nuevo, pero todo se siente tan perdido. Como si te perdiera o nos perdiéramos, lo que éramos. Y sé que, si te digo algo de lo que pienso, de todo lo que estoy sintiendo o no, de todo lo que pasó, y lo que nadie sabe, te hará daño. Te lastimaría, Harry, y no puedo permitirlo.

Pero, como no voy a enviar esto, no estaría de más decir a quién besé. Me siento como una niña de nuevo, escribiendo así. Lo odias, o solías hacerlo, tienes un corazón más amable que yo. Lo odio. Todo lo que me dijo, me hizo y, sin embargo, me encuentro en esta posición. Es sólo porque me quitó el dolor. Un dolor que no conoces.

Hermione dejó de escribir, dándose cuenta de que incluso si quería hablar con un Harry figurativo, había demasiadas cosas que él no sabía. Tendría mucho que explicar si quisiera abrirse sobre algo con él o con Ginny. Su brazo, sus padres, lo que pasó la noche del dos de mayo, Draco.

Era precisamente por eso que su madre siempre le decía que fuera honesta, abierta y sincera. Una vez que comienzas una mentira, te encuentras en una red de ellas. La deshonestidad era algo que los tres prometieron nunca tener entre ellos. No después de que Ron los dejó.

Sin embargo, aquí estaba ella. En la cúspide de la deshonestidad.

Hermione tomó la menta de su bolsillo, esperando que la distrajera del dolor en su brazo. Se descubrió a sí misma moviendo el área por encima de su suéter, tratando de evitar la picazón. Quizás cortarse el brazo sería la respuesta.

Entonces, de repente, se dio cuenta de que no tenía respuestas para lo que le estaba sucediendo exactamente a su brazo. Cuando sucedió por primera vez, fue un corte normal, sangre normal. Ahora era un ser propio, devorándola. Se levantó de la mesa, arrugó la carta que nunca sería enviada y comenzó a recorrer los pasillos. La sanación debería ser el lugar para comenzar. Hermione nunca había frecuentado la sección de salud y curación, estaba demasiado concentrada en ser la destrucción. Hablando los títulos y los números para sí misma mientras buscaba, sus pies la llevaron en la dirección correcta. Al girar hacia el siguiente pasillo, se detuvo.

Muy convenientemente, Draco estaba apoyado contra una pila de textos con un libro. «Cuando un no sanador sana». Sonaba como algo que podría necesitar. Hermione cuadró los hombros y caminó hacia al final del pasillo. Él miró hacia arriba a través de sus pestañas al escuchar el sonido de pasos que se acercaban.

—Granger —murmuró, pasando la página.

Se metió la menta en la mejilla.

—Te odio.

—Que bien.

—Eres una persona despreciable...

—Dime algo nuevo.

—...Que ha hecho cosas terribles. Especialmente a mí.

Draco miró hacia arriba, poniendo su mano sobre el libro abierto. Hermione se mordió el labio, sin saber a dónde quería llegar.

—Hiciste de mi vida un infierno. Que una adolescente escuche las cosas que me dijiste por años, es devastador —dijo, sosteniendo su mirada. La miraba fijamente—. Es por eso que hace que esto sea mucho peor.

Dio un paso adelante y le quitó el libro.

—¿Puedes dejar de quitarme los libros?

Hermione lo empujó contra el estante detrás de él.

—Voy a hacer algo y no lo cuestionaras. Seguramente me reprocharé por ello más adelante, para que tú no tengas que hacerlo. Ni una palabra, Malfoy, ¿entendido?

—Yo no…

Hermione lo besó, poniéndose de puntillas, lo atrajo hacia ella, pasando sus manos por su suave cabello nuevamente. Debería ser criminal tener el cabello tan suave, tan fácil de estropear y agarrar. Draco le devolvió el beso, con las manos encontrando su cintura. Su lengua pasó por su labio inferior antes de morderlo. Hermione jadeó, lo que le permitió besarla profundamente. La reclamó con los labios, hambriento, rápido. Intenso.

Sus manos encontraron los lados de su rostro, prodigándose en la sensación prohibida de unos labios completamente aterciopelados. Draco la besó sin reservas, sus manos recorriendo su espalda. Tomándola por debajo de sus muslos, la levantó y la empujó contra la estantería. Sus manos estaban heladas, demasiado frías para ser normal, pero rivalizaba con el calor que la recorría desde su brazo, que no le importó. Draco besó su mandíbula, encontrando el punto exacto justo debajo de ella, cerca de su oreja. Hermione suspiró, el olor de él persistía a su alrededor como una nube oscura. El sabor de él se quedó en sus labios, menta, tabaco y algo dulce. Deliciosamente dulce.

Ella estiró el cuello hacia atrás mientras él la besaba. Su pecho palpitaba, la mente se aceleraba, y no había ni un centímetro de dolor por ningún lado. Ella tomó su rostro de regreso a sus labios cuando sus ojos se encontraron. Ambos dejaron de respirar mezclándose en un cóctel de incertidumbre y desconcierto.

—Ay Dios mío —Alguien estaba parado al final del pasillo, mirando a Hermione Granger con sus piernas envueltas alrededor de Draco Malfoy.

En un instante, Draco sacó su varita, enviando un hechizo en dirección al estudiante más joven. Tropezó hacia atrás, parpadeando lentamente, antes de darse la vuelta y salir del pasillo. Hermione empujó suavemente el pecho de Draco, permitiéndose ponerse de pie de nuevo.

—Pensé que no querías que tu novio se enterara —dijo Draco, metiendo su varita en sus pantalones.

—¿Qué fue lo que…?

—Estará bien, pero podría olvidar por qué estaba en la biblioteca en primer lugar.

Hermione asintió antes de alisarse la falda. Se peinó el cabello con sus manos, tratando de evitar la mirada dura que sabía que venía de Draco.

—No puedes decirle a nadie —susurró, teniendo un repentino interés en sus uñas.

—¿Que engañaste a tu novio dos veces o que me besaste? —se burló—. Dos veces.

Hermione suspiró antes de encontrarse con su mirada gélida.

—¿O, que engañaste a tu novio dos veces conmigo?

—Malfoy —advirtió.

—Granger —Estaba siendo engreído y ella sabía que nunca debió haberlo hecho. Un beso era algo, fue explicable, incluso potencialmente excusable. Pero dos, dos definían la horrible persona que ella era.

—Dijiste que no lo cuestionara, pero nunca fui bueno con las advertencias —dijo, tomando el mismo libro de antes. Comenzó a hojearlo, tratando de encontrar la página mientras continuaba—. ¿Es esta una especie de fase rebelde tuya? Bebiendo y besuqueándote con chicos que odias.

—En primer lugar, mi vida no es asunto tuyo. En segundo lugar, no son chicos; sólo tú —dijo, sintiéndose nuevamente insignificante e incómoda.

—Y tu novio, por supuesto.

—¿Puedes dejar de mencionar a Ron? Claramente él no lo sabe y voy a romper con él, yo sólo...

Draco se apoyó de nuevo en la estantería y volvió a ocupar su posición como si no le hubiera arrancado el alma con un beso.

—No rompas con él a causa mía.

Ella entrecerró los ojos.

—No lo hago. Estoy rompiendo con él porque se merece a alguien mejor. Alguien que pueda decir que también lo ama —Hermione se calló, pensando en cómo iba a reaccionar.

Draco la observó mientras ella recobraba sus sentidos, dándose cuenta de que le faltaba algo. Movió su lengua alrededor de su boca.

—¿Buscas esto? —preguntó, sacando la lengua en la que se encontraba su menta.

Ella arqueó las cejas.

—¿Te llevaste mi menta?

—Fue mía primero.

Estaba siendo extraño, incluso para los estándares de Hermione. Ella negó con la cabeza, exhausta por la conversación y el tiempo. Comenzó a alejarse cuando la tiró hacia atrás por la cintura de su falda. Draco la agarró por el cuello, le inclinó la cabeza hacia arriba y la besó de nuevo, todavía áspero, pero brevemente. Cuando se apartó, su rostro estaba en blanco, dando un guiño rápido antes de alejarse.

Hermione estaba de pie en el pasillo, con sus mejillas ruborizadas y una menta en su lengua.


No vio a Ron después de la cena. Hermione, después de recobrar sus sentidos, tomó algunos libros sobre curación y regresó a su sala común. Besar a Draco, aunque era la peor idea, resultó estar funcionando. Su brazo no le dolió. Estaba demasiado preocupada con pensamientos de cómo romper con Ron y qué pasaría si alguien se enterara de Draco, que no tenía tiempo para prestar atención a su brazo hinchado.

Pasando el retrato, escuchó sonidos bajos de música y murmullos en la sala común, por donde tenía que caminar para llegar a su habitación. Colgando su túnica de un gancho, se colocó la mochila sobre el hombro y acercó sus libros a su pecho mientras comenzaba a avanzar. La música se hizo más fuerte y pudo escuchar las voces multiplicarse. Al doblar la esquina, juró que entró en la guarida de las serpientes. Seis Slytherin ocupaban su preciosa y segura sala común y, lo que era peor, Draco estaba entre ellos.

—¡Hermione Granger! —exclamó Theo—. ¡Qué casualidad verte aquí!

—Vivo aquí, Theo.

—Es una pena —dijo Pansy, tomando un vaso de algo alcohólico.

Hermione dejó vagar sus ojos, sin sorprenderse de encontrar una bolsa de hierba en la mesita de café, y muy sorprendida de encontrar algunas líneas de polvo blanco al lado. Sus cejas se arquearon levemente y se encontraron con los ojos de Theo nuevamente.

—Te das cuenta de que eres Premio Anual, ¿no? ¿O el crack te fundió el cerebro? —dijo mordazmente.

Blaise ahogó una risa y bajo su brazo, una chica rubia, posiblemente Daphne Greengrass, se burló junto con él en voz alta.

—No es crack, Chica Dorada —dijo Pansy antes de inclinarse hacia adelante e inhalar una línea ella misma.

—Bien podría ser. Me parece irónico, un grupo de elitistas sangre pura consumiendo drogas muggles, bebiendo alcohol muggle. ¿O es que el Wishky de fuego y las branquialgas ya no hacen efecto? —Estaba furiosa. Ella siempre fue la responsable y actualmente tenía demasiadas responsabilidades como para lidiar con adultos comportándose como niños.

—Se han reformado, Hermione, ahora adoran a la gente como tú —dijo Theo, obviamente cada vez más borracho.

Hermione sonrió con incredulidad.

—El hecho de que tuvieras que decir «gente como yo», es el problema, Theo. Si veo algo de esto, y me refiero a cualquier pequeña cosa por la mañana, iré con McGonagall. Sean cuidadosos, porque en lo que a mí respecta, todos están en libertad condicional.

Se fue a su habitación, no sin escuchar la voz de Pansy:

—Maldita perra.

Hermione dejó caer los libros sobre su escritorio, arrojando su mochila al suelo. Estiró los brazos en el aire y trató de dejar que todo el estrés de su vida se desvaneciera. Fue en vano. Se quitó la ropa, tomó su pijama y se vistió rápidamente. Cuando estaba a punto de ponerse la manga larga, miró la gasa manchada de sangre alrededor de su brazo. Era hora de reemplazarlo y no dolía como de costumbre en este momento. Convocando la gasa, rápidamente desenvolvió su brazo.

Decir que fue grotesco sería quedarse corto. Su piel se estiró junto con la gasa y la sangre burbujeaba debajo de su extraña capa protectora. La presa de sangre sólo estallaba cuando se rascaba, era un enigma. El hematoma era de alguna manera peor y más violeta. Había pequeñas venas color gris claro debajo de su piel, conectando las letras y extendiéndose como telarañas.

Hermione rápidamente la envolvió de nuevo y se encogió de hombros en su camiseta. Tomó los libros de sanación y los extendió sobre su cama antes de subir. Comenzando con el primero en cortes severos y hematomas. Aproximadamente treinta segundos después de haber iniciado su lectura, alguien tocó la puerta.

—¡Déjame en paz! —gritó ella.

Un sólo golpe, luego una pausa. Luego, dos más.

En lo que a ella respectaba, no tenía ninguna secuencia secreta de golpes con sus amigos. Agitando su varita, abrió la puerta. Draco abrió la puerta, todavía de pie en el umbral. Ella lo miró expectante.

—¿Por qué estás ahí parado?

—¿Puedo entrar?

Hermione miró a su alrededor, sin encontrar nada incriminatorio antes de asentir. Draco entró y cerró la puerta detrás de él, para su incomodidad.

Miró a su alrededor en la habitación mínimamente decorada. Sólo una cama, un escritorio, una cómoda y una mesita de noche ocupaban la habitación. Sin indicación de un hogar, además de su corbata en el tocador, y sin rasgos distintivos de personalidad, salvo la pila de libros junto al escritorio. Caminó hacia el tocador, notando una foto de Hermione y sus padres.

—Tu fotografía está rota.

Ella miró en su dirección.

—No está rota. Es muggle, las imágenes muggle no se mueven.

—¿Son tus padres?

—¿Por qué estás aquí?

—Me invitaste a pasar.

—Te invitaste a ti mismo tocando a mi puerta —dijo intencionadamente.

—Te pareces a tu padre —dijo, sin dejar de mirar la foto.

—Malfoy, ¿qué es lo que quieres?

Draco se volvió para mirarla, tomando un trago de su botella verde. ¡Fantástico!

—Necesito que me aclares algo.

—Por qué te besé.

—Diez puntos para Gryffindor —Tomó otro sorbo—. ¿La Comadreja te engañó? ¿Soy una venganza?

—No, Ron es un novio obscenamente perfecto —Hermione miró hacia arriba para verlo más cerca, apoyado contra el poste de la cama—. ¿Puedes seguir adelante sin hacer preguntas?

Draco la miró, los ojos se entrecerraron un poco antes de asentir una vez. Sus ojos se desviaron a los libros de su cama y volvieron a mirarla con curiosidad.

—No cuestionaras —le recordó.

—Está bien.

Se miraron el uno al otro un momento más y aunque el brazo de Hermione se sentía bien, ella quería desesperadamente besarlo. Nunca antes la habían besado así; urgentemente, con tanta avidez.

—¡Drake! —gritó la voz de Pansy desde la sala común.

Draco puso los ojos en blanco e ingirió el resto de su bebida. Levantó su botella vacía antes de irse. Se quedó en su habitación, confundida en cuanto a por qué Draco era aparentemente cortés con ella. Teniendo en cuenta sus años escolares anteriores, sin mencionar su pequeña rabieta a principios de mes.

Era sólo la adrenalina, el peligro. Ella no iría hacia él cada vez que le doliera el brazo. Encontraría algo con que reemplazarlo. Quizás volando.