Various Storms and Saints

By: viridianatnight


Capítulo 10

Advertencias para este capítulo:

Contenido explícito

Sangre

Gritos

Ataques de pánico


Te extraño, lamento haber sido dura contigo. Escríbeme, o llámame, Ginny dijo que compraste un teléfono.

Te dejaré mi número.

Por favor, Harry...

Hermione dobló la carta y la ató a la pata de Errol antes de darle un pequeño trozo de pan del desayuno.

—Por favor, por lo que más quieras, entrégale esto a Harry Potter. —dijo, acariciando la cabeza de la lechuza. El viejo pájaro ululó y salió volando por la ventana, con la cabeza torcida todo el tiempo. Usar a Errol era casi crueldad animal.

Hermione suspiró y caminó hacia la salida cuando Theo abrió la puerta de la lechucería. Ella vaciló, le sonrió y siguió adelante.

—¡Hermione! —gritó—. Te debo una disculpa por lo de la otra noche. Pansy es una perra y tienes razón, debería comenzar a ser más responsable.

—Yo no dije eso.

—Estaba implícito —sonrió—. Nos guardaremos las bromas para las mazmorras, a menos que quieras unírtenos.

—Es poco probable, pero gracias. Aprecio tu madurez. —le devolvió la sonrisa, pero mucho menos encantadora que la de Theo.

Asintió y se dirigió hacia una lechuza azabache de apariencia sombría.

—Así que, cuéntame, ¿a quién le escribiste?

—Harry.

¿Potter? —preguntó, fingiendo estar sorprendido—. Sabes, siempre pensé que en otra vida, podríamos haber sido buenos amigos. Parece ser un gran amigo.

Ella asintió.

—Él es el mejor. Creo que le agradarías, pero tú y Ginny definitivamente se llevarían bastante bien.

—Pareces muy segura de eso —dijo, ofreciéndole a su lechuza una baya—. No sabes nada sobre mí.

Hermione se encogió de hombros.

—Llámalo intuición. Pareces una buena persona.

—Basta, me estás haciendo sonrojar. —Theo le guiñó un ojo antes de acariciar a su lechuza, enviándola a su camino. Extendió una mano hacia la puerta en un gesto caballeroso. Hermione rio entre dientes e hizo una reverencia antes de salir por la puerta de la lechucería.

—Y bien, ¿Tú a quién le escribiste? —preguntó ella.

—A mi padre, es un hombre encantador —Fue preciso, algo extraño en su tono de voz.

—¿Lo juzgaron?

—De todas las personas creo que tú deberías saber quién obtuvo y quién no un boleto de viaje a Azkaban. —dijo, bajando las escaleras detrás de ella. Caminaron por el campo de regreso al castillo, obteniendo algunas miradas de reojo.

—Escuché que es bastante acogedor en el verano.

Ella sonrió de nuevo.

—Evité tantas pruebas como pude. Me negué a testificar, pero Harry quería que Ron y yo asistiéramos tanto como pudiéramos. Todavía están juzgando a los Mortifagos, lo sé, pero no conozco todos los detalles. Sé que te cuesta creerlo.

—Bueno, en realidad no. No enviaron a mi padre de vacaciones. Está bajo arresto domiciliario permanente por el resto de su vida. Creo que sintieron pena por él, porque es jodidamente viejo y tiene algunos problemas de salud que nunca se han podido resolver.

Hermione asintió.

—¿Y tu madre?

—Murió al darme a luz. —Le dio un codazo a Hermione, que tenía el ceño fruncido—. Está bien, la ahorré de un montón de mierda.

Estaba a punto de responder cuando se toparon con Draco y Pansy, quienes discutían agresivamente. Se detuvieron cerca de ellos, Pansy golpeó el pecho de Draco e hizo un gesto con la cabeza en su dirección. La miró a ella y a Theo, enderezándose hasta alcanzar su abrumadora altura. Se pasó una mano por el cabello mientras Pansy se acercaba a Theo y le daba un beso en los labios. Hermione se sorprendió.

—¿Te está molestando, cariño? —preguntó Pansy, agarrando la mano de Theo, enviando dagas con sus ojos a Hermione.

Ella rodó los ojos y miró a Draco, quien también estaba observando a la chica de cabello rizado.

—Malfoy.

—Granger.

Hermione se mordió el labio inferior mientras lo miraba. Su brazo no la había molestado durante un tiempo, un dolor sordo la acompañaba constantemente, pero era tolerable. Se volvió hacia Theo, quien estaba envuelto en una sesión de besuqueo con Pansy. Apartando los ojos, con las mejillas enrojecidas por la vergüenza de verlos, regresó a Draco de nuevo, quien comenzó a decir:

—No creo que...

—¡Mione! —Ron apareció detrás de Draco, antes de pararse justo frente a ella.

—Hola. —La besó directamente en los labios mientras ella miraba al par de ojos equivocados.

Plateados.

Después de alejarse, Ron se giró hacia atrás y su comportamiento cambió por completo. Sus manos se cerraron en puños y sus hombros se enderezaron tensos mientras trataba de igualar la altura de Draco.

—Comadreja —dijo, mirando al pelirrojo—, me parece que has interrumpido nuestra conversación.

—¿De qué mierda estás hablando, Malfoy?

—Ron, está bien, él…

—No, Hermione, no está bien. No debería hablar contigo.

—Soy perfectamente capaz de decidir quién puede y quién no puede hablar conmigo, Ron. —dijo, sin dejar pasar por alto su tono exigente.

La miró por un momento, luego a Draco antes de tomarla del brazo atrayéndola hacia él.

—No cuando se trata de este jodido bastardo. —Él tenía su mano izquierda apretándola con tanta fuerza que Hermione sintió un dolor punzante en el brazo.

—Aléjate de ella, Malfoy. No sabes de lo que…

Hermione había estado tratando de apartar su mano antes de optar por empujar a Ron con todas sus fuerzas. Sus ojos se llenaron de lágrimas por la fuerza de su agarre. Una gota de sangre se deslizó por su manga.

—¡Ya basta, Ronald! —gritó, ganándose miradas de reojo de los estudiantes que pasaban.

—Mione, estás sangrando. —dijo, de repente la preocupación se apoderó de su rostro.

Ella miró varias gotas de sangre en el suelo y presionó su brazo contra su pecho. Ahora, la sangre estaba manchando su suéter. Ron extendió la mano hacia ella, pero Hermione dio un paso hacia atrás, chocando con Draco. Luego, se dio la vuelta, mirando a sus ojos grises como piedra, después miró a ciertos amables ojos azules, después a Theo. Fue demasiado y se sintió atrapada.

—¡Muévete! —gritó, sorprendiéndolos a todos. Ella comenzó a correr hacia los dormitorios de los premios anuales cuando escuchó un:

—¡Mione, espera!

—¡No! —Hermione se dio la vuelta con lágrimas en los ojos—. ¡Déjame en paz, Ron!

Su corazón dio un vuelco por la expresión de su rostro. Hermione se dio la vuelta y subió corriendo por la inútil cantidad de escaleras. El pánico se apoderó de ella de nuevo, no podía respirar, manchas negras nublaron su visión. De alguna manera, logró llegar a su sala común y al baño. Se detuvo frente la ducha, abrió la regadera y se sentó debajo del chorro de agua helada, completamente vestida. Hermione luchó por quitarse el suéter, y una vez que lo hizo, miró su brazo, la gasa goteaba sangre.

Gritó de dolor mientras se lo quitaba. Sintió como si arrancara una segunda piel mientras la sangre brotaba. Tonos rojos la cubrían con un manto de muerte. Una vez que se quitó la gasa, realizó un miserable hechizo episkey. El hechizo duró lo suficiente para permitirle curar la herida.

—Accio gasa, accio esencia de díctamo. —sollozó. A causa del dolor y el pánico, su cabeza le daba vueltas, apenas podía respirar.

Los suministros volaron hacia ella, frotó con fuerza la herida, tratando de deshacerse de la sangre, pero al final sólo incrementó la sensación de ardor. Cerró el agua, destapó el frasco de díctamo del cual sólo quedaba una gota. Hermione soltó un grito de desesperación.

Episkey. —La herida se cerró lo suficiente para que ella pudiera volver a visualizar la palabra:

Sangre sucia.

Envolvió su brazo rápidamente y se apoyó contra la pared de la regadera. Había cierto límite sobre cuánto más dolor podría soportar. Apenas era octubre y no había señales de que los ataques terminaran. La tendencia autodestructiva la llevó al límite; miedo, depresión y la ansiedad provocada por alterar a todos.

Nunca antes le había importado ser la persona por la que se preocupaban otros. Hermione pasó tanto tiempo cuidando a los demás que no había esperado que fuera recíproco. McGonagall, Ron, Ginny, no podía soportarlo y no sabía por qué; le rompió el corazón. Hermione temía no ser lo suficientemente buena para ellos si supieran que se estaba rompiendo.

Ahí estaba de nuevo; esa tendencia autodestructiva.

—¿Hermione? —La voz de Ginny llegó desde el dormitorio. Con un movimiento de mano, la puerta del baño se cerró de golpe y se bloqueó.

Hubo un golpe suave y la voz tranquilizadora de Ginny.

—Mione, ¿estás bien?

Hermione miró a su alrededor frenéticamente, optó por realizar un autohechizó para vomitar violentamente.

—¿Estás enferma? ¿Necesitas algo?

—Creo que comí un huevo podrido en el desayuno. Estaré bien, gracias Gin.

Vete, vete, vete.

—Está bien, si necesitas algo, aquí estoy.

—Gracias.

—Te amo, Mione.

Hermione no respondió. Escuchó los pasos de Ginny alejarse, quedando atrapada en el embrollo sangriento a su alrededor.

Necesitaba respuestas.


Horas más tarde, Hermione escuchó un ruido fuera de su habitación.

—Amigo, no puedes volver a hacer esta mierda. Apenas conseguí ayudarte a pasar el verano.

Era Theo.

—No hice nada que no mereciera. —Reconocería esa voz de barítono en cualquier lugar: Draco.

—¿De verdad?

—Estabas justo ahí, lo escuchaste. Además, no es como si hubiera empezado la pelea.

—No estoy molesto porque te defendiste, maldita sea, yo también habría golpeado a ese jodido Weasley. Estoy molesto porque dejaste que te provocara. Todavía estás en libertad condicional y tu padre…

—Soy consciente, Theo.

Escuchando suficiente, Hermione salió de su habitación con uno de los suéteres Navideños de Molly que cubría lo suficientemente su brazo, y por casualidad sus pantalones cortos. Draco estaba sentado en el respaldo del sofá, Theo estaba apoyado contra la isla de la cocina. Ambos la miraron, pero esta vez ella no sintió el pánico agitando la boca de su estómago.

—Hermione, ¿te sientes mejor? —preguntó Theo con una sonrisa.

Le dio una mirada cautelosa a Draco antes de asentir.

—Sí, muchas gracias. ¿Hay algo de lo que deba enterarme?

—No. —respondió Draco secamente.

Theo se rio entre dientes.

—Sí. McGonagall quería verte, pero le informé acerca de tu desafortunada intoxicación alimentaria.

La miró como si supiera la verdad y eso la asustó.

—¿Qué sucedió?

—Tu esplendoroso novio compartió algunas palabras con mi mejor amigo aquí presente. El pelirrojo le tiró un buen puñetazo, directo a la mandíbula. Por suerte estaba ahí para separarlos. —dijo, guiñándole un ojo.

—¿Le regresaste el golpe? —preguntó ella.

—Por supuesto sí, es un idiota de mierda. —espetó Draco, frotándose la mandíbula.

—Bueno, aún sigues aquí. ¿Significa que no hay expulsiones?

—Agradéceme por eso. Soy tan encantador que salvé los patéticos traseros de tus amigos. Por cierto ¿Cuál era el nombre de tu pequeña amiga, Jenny?

—Ginny.

—Ginny, claro. Dijo que su madre le daría a Ron el mayor regaño de su vida. El cual espero que sea lo suficientemente vergonzoso. Y Draco recibirá una encantadora visita de su Auror de libertad condicional.

Draco miró a Hermione, sin una gota de emoción en su rostro. Ella le regresó la mirada, sintiendo una punzada de ira y culpa en su pecho.

Theo miró su reloj de muñeca antes de tamborilear con sus dedos el mostrador.

—Tengo una cita con Pans, y si llego tarde me arrancara un testículo.

Hermione logró esbozar una sonrisa mientras Theo caminaba hacia la salida. Tan pronto como estuvo segura de que se había ido, se acercó a Draco y le tocó la mejilla. Él la apartó, no antes de que ella notara un pequeño corte en su labio y uno por debajo de su ojo. El hematoma alrededor de su mandíbula se estaba poniendo amarillo. Hermione sacó su varita y con un rápido episkey, volvió a su aspecto normal, tan malditamente perfecto.

—Eres un idiota. —dijo simplemente.

Draco se mofó.

—Claro, por supuesto. No estuviste ahí para escuchar lo que me dijo tu obscenamente perfecto novio. Y él me golpeó primero.

—Quizás te lo merecías.

¿Yo me lo merecía? No hice ni una mierda. Se molestó porque hablé contigo.

Hermione se subió a la isla, con sus largas piernas aceitunadas colgando.

—Pienso que, a pesar de todo, merecía golpearte. Por toda la mierda que le causó tu familia. En especial tu padre...

—Cuida tu maldita boca, Granger. —Draco se levantó del sofá, sus ojos se oscurecieron peligrosamente.

Adrenalina.

Ella lo estaba sacando de quicio y se sentía jodidamente increíble.

—Tal vez debió haberte golpeado mucho antes, parte darte algo de sentido común. Quizás entonces no habrías continuado luchando en el lado equivocado de la guerra. Aunque, si lo piensas bien, ni siquiera peleaste.

—No sabes nada —gruñó—. En tu lugar tendría cuidado con lo que planees decir ahora.

—¿O qué? ¿Me dirás sangre sucia? ¿Me escupirás por ser inmunda? ¡Oh, ya sé! Te burlaras de mí por tener el cabello encrespado o tal vez por mis malditos dientes. Hazlo, Malfoy. Hazme sentir como un pedazo de mierda que no vale nada. Lo has hecho antes. Fue divertido para ti, ¿no? —dijo, inclinando la cabeza hacia un lado—. Porque en la escuela tenías el control, ¿verdad? Podías ser un matón mientras el tuyo se cogía a tu madre en casa.

La mano de él se colocó alrededor de su garganta en un instante, asfixiándola verdaderamente. Hermione no se movió mientras sentía que luchaba por respirar; le gustó, incluso, lo disfrutó. Fue oscuro y retorcido de alguna manera, justo lo que necesitaba.

—Di otra maldita palabra, perra. Te reto.

—Todos lo dicen —se atragantó—. ¿Qué harás? ¿Matarme? Ni siquiera tuviste las agallas con Dumbledore.

Draco apretó tanto su agarre que su rostro se puso rosado, las venas de sus sienes sobresalían. Su mano encontró su muñeca y como si su toque lo quemara, él se apartó. Tomó un vaso de agua sobrante del mostrador y lo arrojó contra la pared detrás de él. El vidrio se hizo añicos, cayendo al suelo como lluvia chispeante.

—Vete a la mierda. —escupió.

—Vamos —continúo Hermione, Saltando del mostrador—. Rompe algo más.

—¿A qué maldito juego estás jugando?

—Ninguno. Ahora rompe otra cosa. —Tenía su varita en la mano, girándola lentamente. Draco la miró, esperando un truco—. Estás molesto, así que en lugar de desquitarte conmigo, rompe algo.

—Estás tratando de hacer que arruine mi libertad condicional, ¿no es así? Sabías que Weasley haría eso, y tú…

—¡Por el amor de Merlín, Malfoy! —Hermione gritó mientras pasaba junto a él hacia su habitación. Abrió su baúl y miró las cuatro botellas y media restantes de alcohol. Fue una idea estúpida traerlas, por confiar en ellas. Tomó todas en sus brazos, llevándolos de regreso a la sala común. Hermione colocó todas en la mesita de café y dio un paso atrás.

—Adelante, destrózalas.

—¿De dónde…?

Hermione hizo un gestó con su mano hacia Draco y la puerta de su dormitorio explotó en pequeñas astillas de madera.

—Estás molesto conmigo, con Ron y con Merlín quién sabe más. —dijo—. Rompe algo. Te prometo que te sentirás estupendo.

Draco agitó su varita hacia la primera botella, viéndola romperse en un millón de pequeños fragmentos. El vino tinto salpicó contra las paredes blancas, rozando el rostro y las piernas de Hermione. Rompió la siguiente, más vidrio, más alcohol pintando la habitación como un especie de artista abstracto. Hermione volvió a agitar la mano y uno de los cojines del sofá se incendió, las plumas volaron por la habitación.

Él siguió su ejemplo, más plumas flotando a su alrededor en la cacofonía de hechizos golpeando todas las superficies posibles. Las estanterías de madera se partieron, los libros volaron, las páginas se rasgaron. Para ellos, fue una sinfonía de destrucción. Cada cosa dolorosa que necesitaban decir se podía encontrar en el canto de los hechizos. Una canción dramática, creciendo hasta convertirse en una exquisitez de confesiones no cantadas. Las canciones que nunca cantaría se apartaron de los gritos en su mente y el dolor en su cuerpo. Todo dolía y sonaba hermoso.

Hermione detuvo sus hechizos después de que un ladrillo de la chimenea se derrumbara bajo sus pies. Ella miró a su alrededor al desorden que habían provocado y rio. Se rio de las páginas destrozadas de su libro favorito, del candelabro roto a los pies de Draco, que la miraba como si fuera una desquiciada. Quizás en eso se había convertido: sólo en una loca más.

—Hermoso, ¿no? —dijo ella—. El caos total.

Draco caminó por encima del vidrio y las plumas, la sustancia pegajosa y el papel, para pararse justo frente a ella. Él tomó algo de su cabello y lo sostuvo frente a sus ojos. Una pluma pequeña, impecablemente blanca. Ella rio de nuevo mientras se la quitaba. Las lágrimas anhelaban salir mientras miraba a la pequeña pluma. Cómo algo tan simple provenía de tantos sentimientos complicados que estaban más allá de ella. Una maldita rosa en un campo de batalla.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Hermione, mirando las manchas de vino en sus mejillas.

Draco tomó por casualidad la última botella de vodka, y bebió un sorbo antes de ofrecérsela. Felizmente la bebió completa antes de pasar su lengua por sus labios.

—No lo suficiente —Miró a su alrededor, varias plumas seguían dando vueltas en el aire como resultado de su prematura destrucción—. Tienes bastante desorden que limpiar.

—Tal vez si Theo sigue conservando ambos testículos cuando regrese, lo haré limpiar.

Draco soltó una breve y única risa antes de rodearla. El vidrio crujió bajo sus zapatos caros y ella no lo miró cuando él se fue. Sostuvo la última botella en sus manos, la última gota de adrenalina líquida que tenía mientras inspeccionaba la habitación nuevamente.

Oh, lo rompiste.

La niña sollozó, tratando de contener sus lágrimas. La señora Granger sonrió y le dio un suave beso en la coronilla.

Está bien, paloma mía. Podemos arreglarla.

¿Papi? —Hermione levantó su muñeca rota—. ¿Puedes arreglarla?

El señor Granger tomó el juguete con una sonrisa

Papi puede arreglar cualquier cosa, cariño.

El vodka se deslizó por su garganta.

—No puedes arreglar esto.