Various Storms and Saints

By: viridianatnight


Capítulo 12


Advertencias para este capítulo:

Ataques de pánico.

Disociación: mecanismo adaptativo que "desconecta" nuestra mente de la realidad.


Ring, ring, ring.

—¿Diga?

—¿Harry?

—¿Mione?

—Sí, lamento no haber llamado antes.

—No te preocupes, estoy seguro de que estuviste ocupada, como siempre —dijo Harry susurrando al otro lado de la línea—. Cuéntame, ¿cómo te va?

—Todo en orden, supongo —dijo Hermione, mordiéndose el labio inferior—. ¿Has hablado con Ron?

—Para ser honesto, no. Empecé a preocuparme un poco, hasta que Ginny me dijo que estaba actuando como un bebé.

—Fueron sus palabras, ¿no?

—Sí. —Harry rio entre dientes—. ¿Hablaste con él?

Hermione negó con la cabeza a pesar de que él no podía verla.

—No, no estoy muy segura cuánto tiempo debo esperar después de romper con alguien. Deliberadamente he mantenido mi distancia, obligando a Theo a hacer sus rondas en la sala común de Gryffindor y todo eso. Sólo espero que estemos bien.

—Así será. Es Ron, ya sabes cómo puede ser a veces. —Hubo un largo silencio entre ellos. Hermione se levantó de su cama, caminando sin rumbo por su habitación.

—¿Cómo has estado? ¿Qué tal va el entrenamiento?

—No me desagrada tanto como pensé que lo haría. He tenido mucho ejercicio y creo que Ginny estará muy contenta la próxima vez que nos veamos.

—¡Harry! —Soltó una carcajada, se sentía bien—. ¿Así que estás diciendo que estás en forma ahora?

—Puede ser.

Podía imaginar cómo Harry sonreía en su mente.

—Desearía que estuvieras aquí.

—Yo también —admitió—, se vuelve solitario por las noches, las pesadillas tampoco han cesado.

—Ginny dijo que en realidad no hablas con ella sobre cómo te sientes —Comenzó Hermione suavemente, pasando las yemas de los dedos por la cómoda—. No te culpo, pero si necesitas a alguien con quien hablar, estoy aquí. Ni siquiera tengo que responder, sólo escuchar, si eso ayuda.

Hubo más crujidos en el teléfono y el sonido de una tetera en la distancia. Esperó a que él respondiera, mientras miraba una fotografía tomada con sus padres cuando tenía siete años.

—Honestamente, Hermione, me siento como una mierda. —respondió Harry finalmente—. No sé qué hacer conmigo mismo. Quiero decir, ya sabes, pasamos años tratando de solucionar todos estos problemas y todos confiaron en mí durante tanto tiempo. Siento que ya he vivido toda una vida y apenas tengo dieciocho años. ¿Qué es lo que me queda ahora? Tengo la maldita gloria, pero no me interesa. Siempre seré así para todos los demás, pero ¿y ahora? ¿Qué debería hacer ahora?

Algo en la forma en que hablaba Harry la hirió. Dolía porque sabía exactamente lo que él quería decir.

—¿Quieres que responda?

—Sí, por favor.

Hermione salió de su habitación y se instaló en el horrible sillón floral de la sala de común.

—Creo que tus sentimientos están absolutamente justificados. Nadie nos preparó para la guerra y sus consecuencias. Estuvimos en la cima cuando salvamos a todos, y ahora que hemos caído, la realidad nos alcanzó. Y, Harry, honestamente creo que aún te queda mucho por hacer. Ahora tienes una familia; a Ginny. Crecerás y crearás con ella la familia que deseabas tener con tus padres. Tienes un millón de cosas para experimentar. Quiero decir, ¿has salido alguna vez de Inglaterra?

—Hogwarts está en Escocia.

Ella sonrió.

—Sabes a lo que me refiero. Hay tanto, realmente demasiado, para ti. Y el entrenamiento de Auror es sólo por un año. Después de eso, eres libre de elegir cómo resultará tu vida. Puedes elegir no volver a trabajar nunca más o incluso puedes volver a la escuela, terminar tus ÉXTASIS y convertirte en el profesor de defensa que siempre quisiste ser. El mundo entero es tuyo, Harry. Ya no tienes que responderle a nadie.

Estaba en silencio al otro lado del teléfono, tan silencioso que tuvo que verificar si Harry seguía en la línea. Después de un rato, escuchó un suave sollozo.

—¿Harry?

—Sigo aquí —sollozó—, sigo aquí.

—Yo también —dijo Hermione—, siempre estaré aquí.

La puerta del retrato se abrió, seguida por dos Slytherin. Hermione ya podía escucharlos desde el pasillo. Se levantó de su asiento y se dirigió a su habitación cuando entraron.

—¡Hermione! —exclamó Theo—. Merlín, ¿qué es eso?

—Un teléfono móvil, funciona para hablar con personas que están lejos.

Los ojos de Theo se agrandaron.

—Y… ¿estás haciendo eso ahora?

Ella asintió.

—Sí, Theo.

—¿Con quién?

—Harry.

—¿Potter? —Él rio y le apartó el teléfono de su oreja—. Hola Harry Potter, soy Theo Nott, creo que podríamos ser grandes amigos.

—¡Theo! —exclamó Hermione.

—Harry dice que te ama y que hablará contigo más tarde —dijo Theo, mientras caminaba por el pasillo hacia su habitación—. ¡Ahora estoy hablando con él!

Se rio levemente cuando él se fue, deseando haber podido preparar a Harry para las payasadas de Theo. Al otro lado de la habitación, Draco estaba de pie mirándola cuidadosamente. Hermione lo miró directamente a los ojos, negándose a dejar que la incomodidad se apoderara de ella. Miel y plata, y no supo qué hacer. No decía nada, sólo miraba, como siempre. Hermione se giró para regresar a su habitación y justo cuando estaba a punto de cerrar la puerta, escuchó:

—Me estás evitando.

Ella lo miró con los ojos entrecerrados.

—No era mi intención molestarte.

Draco tarareó en respuesta cuando una fuerte carcajada salió de la habitación de Theo. Ambos miraron en la dirección y luego de nuevo el uno al otro.

Hermione se pasó suavemente la mano por el suéter para que no sangrara. La cicatriz ardía mientras lo miraba como si supiera que lo necesitaba a él. Su brazo parecía desarrollar mente propia.

—Acepto tus disculpas.

—Te tomó varios días.

—Puedo retirar mis palabras con la misma facilidad. —Él asintió, pasándose la lengua por los dientes—. El señor Fairer me dijo que me mantuviera alejada de ti.

Las cejas de Draco se torcieron ligeramente.

—¿Por qué? ¿Cree que soy peligroso?

—No realmente. El problema soy yo.

—Eso es nuevo.

Ella resopló.

—Lo sé. Aparentemente provoqué tus altercados con Ron, así que al mantenerme alejada de ti, te ahorrará muchos problemas.

—¿Fairer te dijo eso? —preguntó Draco, sonando desinteresado.

—Me llamó «el centro de atención» —dijo Hermione, jugando con el pomo de la puerta de su habitación—. Debe de haberlo pensado por sí mismo, no hubo peleas aquí antes.

—Peleas iniciadas por tu novio.

Ex-novio.

Sus ojos se encontraron de nuevo y el dolor en su brazo se intensificó. Lo frotó de nuevo, concentrándose en no acercarse hacia él y besarlo allí mismo. Resolvería su problema y él la estaba mirando con esos jodidos ojos.

—Ex. —repitió Draco, metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones. Mientras lo observaba, notó una menta blanca revoloteando alrededor de su boca.

Ella se frotó más fuerte.

—¿Cuáles son los términos de tu libertad condicional?

Rodó los ojos ligeramente.

—Nada de peleas, nada de alcohol, nada de magia sin supervisión, no salir de Hogwarts sin un permiso especial y debo estar acompañado por una persona de confianza —se rio—, tengo que mantener puntajes altos y ser un aprendiz. No puedo enviar ni recibir lechuzas a menos que sean del Ministerio, o ser atrapado en ningún lado solo.

—¿Es todo?

—No.

Ella asintió ante su breve respuesta.

—¿Necesitas una pasantía?

El asintió.

Hermione recordó el día que fue a robar ingredientes de los suministros de Slughorn. Entró en su habitación y se acercó a su escritorio, escribiendo algo en un pergamino con su firma. Luego, cruzó con confianza la sala común y le tendió a Draco la nota.

—Dale esto al profesor Slughorn.

—¿Qué es eso? —preguntó, mirándola.

—Me ofreció una pasantía en Pociones, pero nunca le di una respuesta, así que la estoy dando ahora. Dásela a él.

—No soy una lechuza, Granger.

Suspiró, acercándole la nota a él.

—Sólo tómalo.

Draco tomó el pergamino y leyó el contenido.

—No. No necesito de tu caridad.

—No es caridad, considéralo un favor. Necesitas la pasantía, Slughorn necesita un aprendiz y cualquier cosa con mi firma, por alguna razón, se considera extremadamente importante. —dijo, dando un paso hacia atrás.

Él entrecerró los ojos mientras metía la nota en su bolsillo.

—¿Y por qué me harías un favor?

Hermione no tenía una respuesta, sentía que se lo debía después de que él se disculpara con ella. Todo lo relacionado con sus interacciones la llevó a una completa confusión. Había algo en él, algo tan diferente de lo que solía ser, y no podía ignorarlo. Tal vez esto era una tregua.

—Estás en deuda conmigo ahora. —dijo simplemente.

—¿Y qué es lo quieres?

Su voz se profundizó mientras la miraba perezosamente. Quería besarlo, lo deseaba tan desesperadamente. Por el bien de su brazo, por supuesto.

—Te lo haré saber.


—¿Qué harás para Halloween? —preguntó Ginny mientras caminaban por Hogsmeade. Estaba mordisqueando una varita de regaliz que acababa de comprar en Honeydukes insistiendo en que necesitaban dulces para reconciliarse con Ron. Muchos dulces.

—Nada, probablemente. Creo que nunca he celebrado apropiadamente un Halloween. —dijo Hermione, llevándose a la boca un frijol de todos los sabores.

—¿Nunca? —preguntó Ginny—. ¿Ni siquiera cuando eras niña?

—No.

—¡Bueno, entonces tenemos que hacer algo! Sin embargo, tiene que ser un día antes de las vacaciones, iré con Harry por el día en que sus padres… ya sabes.

Hermione asintió.

—Oh, por supuesto.

—Parece sentirse mejor desde que hablaste con él. —dijo, sacándose un trozo de varita de regaliz de la boca.

—Me alegro, yo también me siento mejor. Odio discutir con él y con Ron. —Se acercaban de nuevo al castillo—. ¿Crees, que todo estará bien?

—¿Con Ron? Claro, en su totalidad. Mamá y yo le gritamos, pero siéntete libre de hacerlo tú misma si tienes algo que decirle. Creo que está más avergonzado que nunca.

Cuando entraron al castillo, Ron estaba esperando contra la pared, jugando con una carta de rana de chocolate. Levantó la vista cuando escuchó voces, y una pequeña sonrisa avergonzada apareció en su rostro. Hermione le devolvió la sonrisa, realmente contenta de ver sus amables ojos azules de nuevo.

—Hola. —dijo, jugando con la tarjeta en sus dedos.

—Hola. —respondió Hermione.

—Lo siento mucho. Soy un idiota y un imbécil, y te mereces a alguien mucho mejor que yo. Lamento mucho haberte golpeado, fue un completo accidente. Nunca te haría daño, lo sabes. Y me considero afortunado de tenerte en mi vida en absoluto y si sea sólo como mi mejor amiga, entonces estoy feliz. Diría que te amo, pero no quiero asustarte. —espetó Ron.

Hermione rio.

—También lo siento, por no haber sido una mejor novia. Así que, ¿estamos bien ahora?

—Sí. —sonrió.

Los tres comenzaron a caminar hacia el campo de Quidditch. Ron habló sobre cómo finalmente encontró la carta de Andros el Invencible que había estado buscando durante años. Ginny comenzó a burlarse de él, y mientras caminaban, Hermione sólo podía sentir el agujero gigante en su estómago cada vez más grande. Eran sus amigos, y ella debería estar feliz, porque estaba con ellos nuevamente, en este lugar. Era la normalidad que le hacía falta, era la «Hermione Granger» a la cual había estado tratando de volver y de repente todo se sentía mal de nuevo.

¿Había perdonado a Ron con demasiada facilidad? Algo en el fondo de su mente le dijo que sí. Hizo una suposición sobre quién era ella. ¿No debería Ron de todas las personas conocerla mejor? ¿No debería saber que ella nunca le haría daño? Pero lo había hecho, y con alguien mucho peor que Theo Nott. No tenía sentido. Fue una situación forzada, su reconciliación con él. Hermione estaba enojada y se sentía culpable por estarlo.

Perdonar a Ron era lo correcto, lo esperado. Una voz débil dentro de su cabeza le decía que la normalidad ya no era para ella.

Un nudo de lágrimas se le atascó en la garganta cuando doblaron una esquina y se detuvo. No podía volver a ser esa persona.

—Mione, ¿estás bien? —preguntó Ginny.

—De repente me siento mal, lo siento.

—Te has estado sintiendo mal últimamente, ¿está todo bien?

—Sí, bien. Es el estrés, supongo. Ustedes continúen sin mí. —dijo girando su cuerpo en sentido contrario.

Ginny gritó algo, pero no lo escuchó, presa del pánico. Hermione se encontró con una escalera móvil, atrapada, esperando que los escalones se unieran nuevamente.

—¿Hermione Granger?

Una pequeña Gryffindor estaba de pie en la escalera móvil junto a ella. La niña la miró con unos esperanzadores ojos verdes y una tímida sonrisa.

—Eres Hermione Granger, ¿no?

—Sí. —Sonrió tratando de ocultar su pánico— ¿Cuál es tu nombre?

—Sylvie Roberts, soy estudiante de primer año. —La niña era muy tímida.

—Y una Gryffindor, por lo que veo. Muy buena elección.

Date prisa, por favor.

Sylvie rio.

—Quería estar en Gryffindor desde el momento en que supe de ti.

Hermione levantó las cejas.

—¿En serio?

—¡Así es! ¡Oh, estuve muy feliz cuando recibí mi carta! Mis padres son muggles, ni siquiera sabíamos que existía la magia. Cuando recibí mi carta, mi madre y yo inmediatamente fuimos al Callejón Diagon y averiguamos todo lo que pudimos. Por supuesto, escuchar todo lo que pasó fue terrible, pero luego me enteré sobre de ti.

Las escaleras dejaron de moverse, encontrándose con el vestíbulo, lo que permitió que las dos chicas bajaran. Hermione descubrió que no tenía ganas de correr ahora.

—¿Dónde me viste?

—Había un artículo sobre ti en Corazón de Bruja. Eres una bruja nacida de muggles, la más poderosa y brillante desde Rowena Ravenclaw, eso es lo que decía.

Sylvie se detuvo frente a la sala común de Gryffindor.

—A mi madre le fascinó. Leyó más sobre la guerra que yo. Sabía lo terrible que era y cómo trataban de deshacerse de personas como nosotros. Pero entonces apareció Hermione Granger, desafiando a todo el mundo que se volvió contra ella. Salvaste el mundo —Sonrió tan brillantemente que hizo que el corazón de Hermione se rompiera—, es gracias a ti que puedo estar aquí y disfrutar de cada momento, le prometí a mi madre que estaría orgullosa de mí gracias a ti. Eres mi heroína, de verdad, incluso cuando no sabía que peleaste por mí. Gracias, Hermione.

Sylvie entró en la torre de Gryffindor, dejando a Hermione atónita en medio del pasillo.

La guerra tenía un propósito, todos tenían sus propias razones para pelear. Harry lo hizo por todos aquellos que murieron amándolo. Ron por su familia. Hermione peleó por personas como ella. Peleó por la próxima bruja nacida de muggles con esperanza y magia tan poderosas como cualquier sangre pura, con el mismo derecho a la vida. Hermione conoció a la persona por la que peleó, y las paredes comenzaron a desmoronarse.

Las lágrimas le picaron en los ojos mientras corría hacia el baño de los prefectos. Al abrir la puerta, sintió sus mejillas húmedas.

—Mierda —susurró, secándose limpiando ingenuamente las lágrimas que no cesaban—. ¡Mierda, deja de llorar!

Hermione se sostuvo del lavabo de porcelana, sus nudillos se pusieron blancos mientras agachaba la cabeza.

—Deja de llorar.

Levantó su cabeza. ¿Quién estaba en el espejo?

No era Hermione Granger, no era la persona que la niña de ojos inocentes había descrito. No era la chica que podía reírse con sus amigos y actuar como si todo estuviera bien. No todo estaba bien, estaba lejos de estar bien. Las lágrimas cayeron libremente de los irreconocibles ojos color ámbar, por las mejillas que nunca antes había visto así.

¿Quién era esta persona?

Sintió un vacío en su pecho mientras lloraba, sus manos que sostenían el lavabo comenzaron a doler. Su brazo estaba en llamas.

Se miró al espejo: piel aceitunada, cabello castaño rizado por todas partes. Ojos inyectados en sangre con círculos oscuros debajo de ellos, mejillas pálidas y enfermas.

¿Quién eres tú?

Hermione le gritó a la chica en el espejo y ella le devolvió el grito.

—¡Para!

La cantidad de lágrimas que corrían por su rostro podría rivalizar con un río. La confusión y el odio que sentía no se parecían a ningún otro. Estaba irreconocible. Vivía fuera de sí, flotando en algún lugar del fondo de su mente, atrapada entre quién es y era. Perdida en el caos interior y la guerra sin fin.

¿Y qué le dirá a su maestra, señorita Mione? preguntó su madre.

La pequeña niña cuadró los hombros y levantó la barbilla.

¡Mi nombre es Mermainy Granger! ¡Tengo cinco años y adoro la escuela!

El señor Granger se puso en cuclillas frente a su hija, alisando su melena hacia atrás.

Her-mi-o-ne.

¡Mermáioni!

La señora Granger rio.

Repite después de mí, cariño. Her.

Her.

Mai.

Mai.

O.

O.

Ni.

Ni.

Hermione.

¡Mermáioni!

Hermione Granger. Hermione Jean Granger.

No era ella en el espejo. ¿Quién era entonces? ¿Quién la estaba mirando, estando tan rota, herida, sangrando?

—El nombre de tu madre es Roxanne. El de tu padre es Thomas. —susurró, sin apartar los ojos de la chica rota frente a ella.

—Tienes tres maravillosos mejores amigos. Amas leer. Los libros son tu cosa favorita en el planeta. Vives en Londres.

Las lágrimas llenaron sus ojos color miel y las vio caer.

—Viviste en Londres —susurró—. Odias el sabor de la calabaza. Siempre quisiste una hermanita. Tus padres son...

Estaba sucediendo de nuevo. No podía asociarse con el reflejo. Se estaba burlando de ella.

¿Quién soy?

Su respiración se hizo irregular, se atragantó por la falta de aire. Apretando el lavabo con tanta fuerza que sus dedos parecían a punto de quebrarse.

—Mierda —murmuró con los dientes apretados—. Mierda, mierda.

El espejo se hizo añicos. Todo sucedió tan rápido. Sus nudillos estaban sangrando. El vidrio estaba en el lavabo, en su piel.

Hermione estaba distorsionada en el reflejo, destrozada. Estaba rota, cayendo en pedazos. Eran afilados fragmentos de vidrio listos para besar la piel de cualquiera que la tocara. Hazlos sangrar, hazlos llorar. Ella era un espejo que les mostraba a todos exactamente lo que querían ver. Pero lo que pasaba con los espejos era que todos veían algo diferente. Ella era algo diferente para todos los que la voltearan a ver, contaban con ella. Había tantas versiones de Hermione Granger y no podía entender ninguna de ellas.

¿Quién era ahora, en el baño de prefectos, soñando con una vida que nunca estuvo destinada a vivir? ¿Quién era ella en ese triste día de octubre? ¿Quién era en los fragmentos del espejo?

Y en la sangre que manchaba su piel.

¿Quién soy yo?