Various Storms and Saints

By: viridianatnight


Capítulo 18


¡Papi!

¡Señorita Mione! exclamó el señor Granger, imitando la voz aguda de su hija.

Papi, Daniel dijo que su color favorito es el verde, pero eso es imposible.

¿Por qué, cariño?

El verde es mi color favorito, ¡no es justo! chilló, cuando de repente un niño pequeño se acercó detrás de ella.

Daniel tomó su mano, entrelazando sus pequeños dedos. Ella lo miró con ojos molestos.

Puedo escoger otro color sugirió.

No, no, Daniel, a ti también te puede gustar el verde dijo el señor Granger, poniéndose en cuclillas frente a los niños—. Señorita Mione, ¿por qué eres amiga de Daniel?

Ella se encogió de hombros.

Porque es nuestro vecino.

Sí, y también lo es la señora Kittering, pero no eres amiga de ella.

Hermione arrugó la nariz.

La señora Kittering está loca.

La señora Granger y la madre de Daniel se rieron detrás de ellos. El mismo señor Granger trató de reprimir una sonrisa.

No eres amiga de la señora Kittering porque no tienen nada en común, paloma mía. A ti y a Daniel les gusta el color verde, es algo que los une.

¡Y adoramos las cometas! Daniel tiró de su mano y ella rio.

¡Y las puestas de sol!

¡Vamos!exclamó el pequeño niño, empujando a Hermione suavemente por el hombro.

La pequeña melena de rizos chilló emocionada.

¡Tengo que alcanzarlo, papi!

¡Ve por él, amor! exclamó el señor Granger.

Hermione corrió con sus pequeñas piernas llevándola a través de los campos de hierba tan rápido como podían. Persiguió a Daniel en círculos, sus encantadoras risitas sonaban como campanas de Navidad. Corrió y corrió, preocupándose sólo por alcanzar el sol. En el campo con sus padres y su amigo, Hermione reía estruendosamente, como si eso fuera lo único que importaba. Sólo con ser una niña llena de alegría era suficiente.

A veces prefería las pesadillas, al menos así ella sabía qué hacer cuando sucedían. Cuando despertó de su sueño sobre cómo había sido su vida antes, sintió que algo en su pecho se estrujaba. Después de cada pesadilla, fumaba un cigarrillo, recordando todas las cosas que había hecho mal. Después de su sueño, todo lo que podía hacer era quedarse inmóvil en la cama y mirar el techo con la mente en blanco. Hermione pensó en lo que podría haberse convertido o cómo habría resultado su vida si nunca hubiera descubierto que era una bruja.

Habría asistido a la escuela secundaria y habría sido la nerd sabelotodo. Tal vez habría salido con Daniel. Era su amigo más antiguo, a quien veía todos los años durante las vacaciones de verano. Era amable y sencillo al hablar con él. No había nada glamoroso en Daniel o en su casa en Notting Hill. No había nada insólito en los paseos por su vecindario o en alimentar a los pájaros. Siempre pensó que su vida sería así de simple. Tal vez incluso tan simple que se habría casado con Daniel. Se habrían mudado a un departamento cerca de la universidad, donde ella habría estudiado para ser funcionaria. Él la recibiría en casa con ligeros besos y hablarían sobre su día en el trabajo.

Sus padres estarían felices por ella. Adoraban a Daniel. Sus padres eran amigos. Hermione escogería un vestido de novia con su madre y su padre la llevaría de su brazo por el pasillo. Se casarían en una iglesia frente a sus familias. Y después, algunos años más tarde, tendría hijos, uno, quizás dos. Esa debió haber sido su vida. Universidad, matrimonio, hijos.

Ahora, su vida consistía en equilibrarse al borde entre la inmoralidad y la amarga verdad. Peleando contra sus demonios internos y sufriendo a través de hermosos sueños. Por el dolor en sus pulmones al escuchar a Ginny reír y no poder hacer lo mismo. Tenía días en los que levantarse de la cama era lo mejor que podía hacer. Cuando todos la miraban extrañados porque no hablaba en clase o que le preguntaran cómo se sentía cuando no comía más que un solo bocado. Su vida ahora consistía en convencerse a sí misma de que todo se resolvería milagrosamente; que Draco era sólo una solución temporal, que ella podría curar su brazo sin ayuda y que podría perdonar a Ron.

Hermione era una terrible mentirosa para todos excepto para sí misma.

En el fondo, sabía la verdad y le dolía más que el dolor físico real. La verdad era más profunda que la daga que la hirió y le resultaba demasiado difícil aceptarla. La verdad era que todo lo malo en su vida, provocado por culpa suya. Cada maldita cosa.

Se puso en cuclillas y se arrastró hasta los pies de su cama, alcanzando su baúl. Hermione sacó un pequeño cuaderno rojo y lo abrió en una página con un marcador de cinta dentro. Este cuaderno había sido su confidente durante los primeros seis años en Hogwarts. Tuvo que realizar hechizos de extensión por todo lo que le contó, todos sus secretos.

14 de marzo de 1993

Seré breve, simplemente porque no puedo comprenderlo yo misma. Tengo motivos para creer que me gusta Ronald Weasley y no tengo ni idea de qué hacer. Es todo.

Hermione hojeó más páginas.

25 de enero de 1995

Me volvieron a llamar por esa palabra. Sé que no debería importarme, y eso es lo que les digo a los demás. No debería afectarme de ninguna manera, pero lo hace, mucho. Me esfuerzo tanto por ser perfecta. Sé todo lo que hay que saber sobre este mundo, soy la mejor de la clase, todos los profesores me adoran. He hecho todo lo posible para demostrar que soy tan buena como ellos. Pero supongo que eso nunca será suficiente. No para ninguno de esos sangre pura. No para Pansy Parkinson quien se acercó a mí, pegando goma de mascar en mi cabello y escupiéndome «Sangre sucia» en mi ojo.

Ojalá fuera muggle.

Hermione se frotó el brazo y continúo.

19 de noviembre de 1996

Cada vez es peor. Estoy tan asustada todo el tiempo, pero ni Harry o Ron lo saben. No pueden averiguar cuánto miedo tengo. Algo cambió durante el verano, puedo sentirlo y puedo verlo en los rostros de los estudiantes preocupados. Las cosas han cambiado tanto que me sorprendí al sentirme preocupada por Draco Malfoy. Juré jamás escribir sobre él y de mantener su nombre fuera de mi cabeza, pero no puedo. Algo sucedió, algo horrible, lo sé. Harry cree que es un mortífago. No estoy segura. Quiero creer que no es así. La amante de los cuentos de hadas en mí quiere que él desafíe la expectativa de tomar la marca. Incluso si no es un Mortífago, algo anda mal. No hay confianza en él, se ve tan derrotado. Algo le ha extraído hasta la última gota de alegría en él, ni siquiera lanza comentarios sarcásticos a nadie. Es increíblemente tranquilo y solemne. Me preocupa porque parece que no tiene a nadie. Y te digo esto, diario, porque Ron se reiría y Harry me diría que no valdría la pena preocuparse por alguien como él. Quiero hablar con él y decirle que no tiene por qué ser como ellos. Puede demostrar que es mejor y que puede dejar de lado sus creencias elitistas, lo ayudaríamos. Yo lo ayudaría, Merlín, sueno como una idiota. No debería importarme, debería odiarlo. Pero no soporto ver a alguien tan roto cuando todo empieza a parecer así. Definitivamente la situación está empeorando.

Hermione se detuvo mientras miraba su letra descuidada en la página. ¿Y si ella hubiera hablado con él? ¿Dumbledore seguiría vivo? ¿Podrían haber evitado que los llevaran a la mansión? ¿Hubiera cambiado algo?

Llegó hasta la última página.

1 de julio de 1997

Tenemos que irnos. Todo se está desmoronando y seguirá desmoronándose si no nos vamos. Mierda, estoy aterrorizada. Se siente como el fin del mundo. No sé si puedo hacer esto. Soy sólo yo. (Nunca debí haber sido una bruja… no puedo, no puedo, no puedo... no soy lo suficientemente buena. No puedo salvarlos a todos. Estoy tan perdida. Todo se está cayendo a pedazos. Tengo miedo… no puedo seguir con esto). Sí puedo. Debo hacerlo. Tengo que dejar atrás a mis padres y eso es lo peor. No me recordarán, pero de esa manera, si muero, no sufrirán. Si muero, no lo sabrán. Pero entonces ¿Quién lo hará?

Hermione tomó un bolígrafo del escritorio y se sentó con el cuaderno en el suelo, de espaldas a la cama. Sostuvo el bolígrafo sobre la página, esperando que llegaran las palabras adecuadas, esperando que todo lo que necesitaba decir saliera.

10 de noviembre de 1998

Soy yo.

Estoy perdida.

Ayuda.


Entró al Gran Comedor por primera vez en una semana. El haber perdonado a Ron tan fácilmente fue un error, no podía estar si quiera cerca de él. No cuando todavía pensaba que ella era una ramera. Se disculpó, pero de alguna manera eso no era suficiente. Los ojos de Hermione recorrieron las tres mesas presentes antes de dirigirse a la de Slytherin. Una nube de desesperación ahora flotaba constantemente sobre la mesa y los únicos estudiantes que hablaban eran los mayores. Sintió una punzada de dolor en el pecho por los estudiantes más jóvenes, tan receptivos y odiados por vestir de verde. Entonces, se detuvo al final de la mesa.

—Hola Theo, hum…

—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —espetó Pansy, aferrándose a Theo como una sanguijuela.

Hermione desvió la mirada de su compañero de dormitorio hacia la chica, mordiéndose la lengua para no pronunciar cada palabra desagradable que quería decirle.

—Sólo vine a hablar con Theo —respondió rotundamente.

—¿Para qué? Nadie quiere escuchar lo que tienes que decir.

—No tienes que escuchar, yo sólo…

—¿Necesitas hablar con mi novio? ¿Sobre qué exactamente? ¿Vas a demostrar que Weasley tenía razón? ¿Para cogértelo y que todos lo veamos? —Pansy rio, Blaise, junto con el resto de las serpientes que se unieron a ella—. Él no te desea, nadie te necesita, eres una repugnante pequeña sangre sucia, y eso no cambiará nunca.

—Pansy —advirtió Theo, apartando la mano de su agarre.

—¿Qué? —preguntó, había furia en sus ojos—. Ella es basura a nuestros pies, Theo. Está tan sucia como su sangre —Pansy giró la cabeza para mirar fijamente a Hermione—. Sólo es una jodida sangre sucia que siempre lo arruina todo.

Hermione apretó la mandíbula y se frotó el brazo. Theo, al darse cuenta, se levantó de inmediato de su asiento.

—Estás portándote como una perra.

—¡No puedes llamarme de esa forma! —exclamó Pansy, poniéndose de pie detrás de él.

—Puedo, si es verdad.

Hermione colocó una mano sobre su hombro.

—Está bien, sólo vine a decirte…

Pansy agarró su muñeca izquierda, tirándola del hombro de Theo. Hermione gimió con los dientes apretados, sosteniendo su brazo contra ella.

No entres en pánico.

—¡No lo toques!

—¿Por qué? ¿Porque podría infectarlo? ¿Hacerlo inferior? —exclamó Hermione.

Pansy rio entre dientes.

—Sí, de hecho. Los sangre sucia no tienen lugar aquí, no perteneces a este mundo. Eres sólo una patética excusa de bruja, no mejor que un maldito Squib.

—¿Te sientes mejor Pansy? ¿El humillarme como si tuviéramos trece otra vez? Te hace parecer patética y triste, madura de una jodida vez.

Hermione la estaba mirando con furia cuando de repente los ojos de la Slytherin se agrandaron y una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Oh, Drake, ¿te importaría unírtenos? —dijo Pansy, extendiendo su mano perfectamente cuidada. Draco rodeó a Hermione para pararse junto a su ex novia. Ella no lo miró.

—¿Por qué no se lo dices? Dile lo repugnante que es. Vamos, sé que adoras llamarla sangre sucia inmunda.

Hermione levantó la vista y se encontró con unos pétreos ojos grises.

—Hazlo, Drake.

Frunció el ceño ligeramente mientras miraba a Theo. Ninguno de los dos dijo nada, y Hermione simplemente negó con la cabeza ante la absurda situación.

—Theo, McGonagall quiere vernos después de la última clase —Hermione se volvió hacia Pansy—, eso es todo lo que quería decir, su jodida majestad.

Giró sobre sus talones y comenzó a alejarse, frotándose el brazo mientras avanzaba. Era una idiota al pensar que cualquiera de ellos habría dicho algo en su defensa, después de todo no eran amigos. Fueron sólo un par de malentendidos en los que se encontró atrapada. Nunca debió haber regresado a Hogwarts. Todo era tan jodidamente estúpido, todo. Era infantil y ella estaba mucho más allá de ese trato mezquino.

—Granger.

Siguió caminando, sin ver a nadie más en el pasillo.

—¡Granger!

Hermione se dio la vuelta.

—¿Qué? ¿Vienes a llamarme sangre sucia? Ahórratelo, eso ya lo sé.

Draco la alcanzó, bloqueando el paso con su alta figura.

—¿Qué sucedió?

—¿Por qué te importa? —preguntó ella, tratando de esquivarlo.

—¿Qué hizo ella?

—Realmente no quiero lidiar con esto, es estúpido, ¿sí? Muévete, por favor.

—No.

Ella lo miró, resoplando suavemente, cruzó los brazos sobre el pecho y entrecerró los ojos.

—No necesito que finjas que te importa, ¿de acuerdo? No somos amigos.

Draco entrecerró los ojos también.

—Me importa lo suficiente como para dejar que sigas usándome.

¿Usándote? —soltó una incrédula risa.

Él hizo un gesto con la cabeza hacia su brazo.

—Lo arreglé, sea lo que sea, dijiste que lo hiciera. Así que, sí, Granger, me estás usando.

Hermione rio entre dientes.

—Bueno, lo lamento, me detendré ahora.

Se dio la vuelta, decidida a dirigirse a la biblioteca. Merlín, sí que era arrogante. Él se lo debía, él causó esto en primer lugar. Hermione se pasó una mano por el cabello mientras demasiados pensamientos erróneos invadían su cabeza. Ya no sabía lo que era correcto. De repente, la tomaron por la cintura y la empujaron contra la pared.

Draco se paró frente a ella, envolviendo una mano alrededor de su cuello pero sin ejercer presión. Movió la mano hacia arriba, obligándola a mirarlo. Unos ojos metálicos brillaron en el rincón oscuro en el que la había atrapado.

—Me estás usando —susurró con voz profunda y llena de lujuria—, pero no dije que tuviera problema con eso.

—Si tuviera otra opción, no lo haría.

Presionó su otra mano contra la pared detrás de ella, inclinándose más cerca de su rostro.

—¿No lo harías?

—Nunca te habría besado si no hubiera estado borracha esa noche —respondió, sintiendo que su corazón se aceleraba.

—Sabes, para alguien que dice odiarme tanto, debería al menos haber tenido la fuerza para mantener sus labios cerrados, borracha o no.

—No actúes como si nunca hubieras tomado decisiones estúpidas mientras estabas borracho.

—No dije eso —Sus ojos recorrieron sus labios, haciéndolo aún más difícil no besarlo—. Pero tenías una razón, ¿cómo lo dijiste? ¿Qué luzco como el maldito Adonis?

—Vete a la mierda.

—Hazlo.

Hermione colocó su mano sobre la de él en su cuello, poniéndose de puntillas. Se inclinó hacia delante, apenas rozando sus labios y dijo:

—Te odio.

Draco pasó su pulgar por sus labios, suavemente los deslizó antes de tirar de su labio inferior. Ella respiró hondo y su cuerpo se acercó más al de él.

—¿De verdad? —preguntó, empujando su pulgar entre sus labios. Hermione inclinó la cabeza para sostener su mirada, tomó su pulgar en su boca. Lamió su lengua sobre él, su piel era salada y suave mientras fruncía los labios alrededor. Draco se apretó más contra ella, sus ojos se oscurecieron como la noche. Su rodilla se deslizó entre sus piernas, apretando su centro, inclinándose hacia su oído.

—Si me odias tanto, ¿por qué estás tan mojada?

Hermione gimió suavemente, presionándose con más fuerza contra su rodilla. Se pasó la lengua por los labios, mirándola. Retiró el pulgar de sus labios y lo reemplazó con dos dedos, observando sus labios rodearlos, sintiendo su lengua lamiendo entre ellos. Con la otra mano, tiró de la ropa interior debajo de su falda. Apartó los dedos de su boca y se movió hacia el sur.

Draco la miró a sus ojos color miel y susurró:

—Tienes que estar callada, nada de esos dulces sonidos que haces.

Hermione tragó saliva antes de sentir sus dedos entrar en ella. Jadeó de repente, haciendo que Draco le cubriera la boca con su mano libre.

—Cállate, o harás que nos atrapen y todos sabrán cómo suena la Chica Dorada cuando se viene.

Su corazón latía a un ritmo acelerado mientras asentía, emocionada por el control que él tenía sobre ella. El suyo se sentía mejor que su propio control, porque todo lo que tenía que hacer era escuchar. Presionó sus dedos con más fuerza haciendo que ella lo sostuviera por sus hombros. Con la boca abierta, respiraba suavemente con cada empuje de sus dedos. Se aferró a él con fuerza, observando cómo la veía. Algo se atoró en su garganta, excitándose por su mirada.

Hermione cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, permitiendo que Draco cubriera su cuello con besos pausados. Sus dedos se curvaron dentro de ella y se mordió el labio inferior, ahogando el suave gemido que escapó de su garganta. Draco encontró su clítoris con el pulgar, frotándolo suavemente. Ya se sentía acercándose al final. No sólo por sus dedos dentro de ella, sino por todo lo demás. Por su aroma a tabaco y menta, cautivando sus sentidos, dejándola vulnerable a él. Sus suaves labios en su cuello, su maldita voz; tan profunda, tan ardiente, tan terriblemente seductora. Quería escucharlo hablar, susurrándole al oído lo hermosa que era.

Ciertamente no era el pensamiento de alguien a quien decía odiar.

Rodeó su clítoris, acelerando sus movimientos. Los labios de Hermione encontraron su oído, y él hizo lo mismo, su cálido aliento le provocó un escalofrío en la espalda mientras se arqueaba más contra Draco.

—Dilo de nuevo, Granger —susurró, su voz cargada de pura excitación—, dime cuánto me odias.

—¡Yo… oh mierda! —gimoteó, apretando sus hombros con más fuerza.

—Hazlo, dime que odias cuando te toco —Le mordisqueó el lóbulo de la oreja, lamiéndolo lentamente—. Dime que no lo necesitas, que no lo piensas todos los días.

Su respiración era irregular, la sensación de él en todas partes hizo que sus muslos temblaran, sus rodillas se debilitaron de completa satisfacción.

—Me necesitas, Granger.

Se vino, aferrándose a él, gimiendo en su hombro. Le temblaban tanto las piernas que Draco tuvo que sujetarla por la cintura. Hermione movió la cabeza hacia atrás, apoyándose contra la pared, con el pecho agitado y sus oídos zumbando mientras lo miraba.

Draco la mantuvo en su lugar mientras retiraba los dedos de su interior. La ardiente mirada, oscura y caliente la atravesó mientras él lentamente se lamía los dedos, observándola pasar saliva. Sacándolos deliberadamente, se limpió la comisura de la boca con el pulgar. El corazón de Hermione latía con fuerza y podría haber jurado que él lo escuchó

—Sabor a miel. —susurró él.

Luego presionó sus labios en un beso casto contra los de ella antes de alejarse. Se quedó quieta contra la pared mientras su cabeza daba vueltas. Hermione se subió la ropa interior, dejándola un manojo de nervios en el suelo. Ella estaba dispuesta a sus manos y lo que más le preocupaba era que no podía encontrar odio en eso.


Noventa y seis, noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve, cien.

Contó exactamente cien pasos desde su última clase del día hasta la oficina del director. Hermione había estado inexplicablemente nerviosa durante las últimas horas. Después de su encuentro con Draco, luchó con pensamientos sobre él que nunca deberían haber estado en su mente. Ella lo deseaba y no debería. Ella no podía y no lo haría.

Cuando se acercó a la gárgola, las escaleras comenzaron a girar, invitando a Hermione a subir a la oficina. Jugó con el dobladillo de su falda mientras se acercaba, llamando tentativamente a la puerta. Se abrió para ella y miró a McGonagall sentada frente a su escritorio, junto al retrato de Dumbledore quien salió del cuadro justo cuando entro.

—¡Ah, señorita Granger! Estoy feliz de que esté aquí —dijo McGonagall, levantándose de su lugar—. Por favor entra, toma asiento.

Hermione se sentó, poniendo su mochila en su regazo, sus dedos comenzaron a juguetear con la correa.

—Estoy segura de que Theo estará aquí pronto.

—En realidad, estoy bastante feliz de que llegue tarde, esperaba hablar contigo a solas.

Hermione asintió, sonriendo nerviosamente cuando sus ojos encontraron el frasco de vidrio con caramelos de limón sobre el escritorio y comenzó a contar todo lo que podía observar.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco…

—Me temo que he estado bastante ocupada este año, mis deberes como directora excedieron mis expectativas originales —McGonagall rio alegremente—. Sólo quería que supieras que la carta que escribiste a principios de año fue increíble, no he recibido ni una sola lechuza con inquietudes de los padres desde entonces.

—Me alegra escucharlo, profesora.

...seis, siete, ocho, nueve...

—Y ahora —dijo McGonagall seriamente—, aunque seas premio anual, eso no te excluye de la disciplina. Me enteré sobre los altercados entre el señor Weasley y el señor Malfoy.

—Le aseguro que no ha pasado nada desde entonces.

—Lo sé querida, sólo quería preguntarte cómo estabas. —Minerva sonrió y Hermione se sintió inclinada a decirle la verdad.

—Estoy bien, excelente.

La bruja mayor asintió lentamente mientras cruzaba las manos sobre el escritorio. Estudió cuidadosamente a su Gryffindor y de repente se dio cuenta de todo lo que estaba haciendo. Dejó de juguetear con su mochila y miró a Minerva con una sonrisa.

—¿Ha hablado con el señor Weasley y el señor Malfoy desde el último incidente?

—Sí, pero he estado manteniendo mi distancia con ambos. Ron, bueno, terminamos pero él está bien —respondió, manteniendo un tono profesional—. El auror de libertad condicional de Malfoy me pidió que mantuviera mi distancia de él también.

Minerva levantó las cejas.

—¿Lo hizo? Hmm, parece una petición un tanto extraña. Ha cumplido con ello ¿no es así?

Se aclaró la garganta, esperando que su mentira fuera lo suficientemente convincente.

—En lo que a mí respecta. Creo que Theo pasa la mayor parte de su tiempo con él

La puerta de la oficina se abrió seguida por un Theo con el rostro sonrosado. Se sentó rápidamente dejando caer su mochila a su lado y pasando una mano por su mata de rizos.

—Lamento llegar tarde, profesora. Hermione.

Ella lo miró, revelando ojos marrones oscuros y cejas fruncidas con desprecio ¿Había hablado con Draco?

—Descuide, señor Nott —dijo Minerva—, esta reunión será rápida. Primero, Me gustaría agradecerles a ambos por su maravilloso trabajo como premios anuales este año.

—Gracias, profesora.

—Gracias, cariño.

—El punto es que hay muchos estudiantes este año que no tienen a dónde volver para Navidad, además de aquellos que simplemente prefieren pasar sus vacaciones en Hogwarts. Les propongo a ambos la oportunidad de organizar algo para traer una sensación de hogar al castillo. Nada que los distraiga de sus otros deberes, sólo algo para aquellos que han perdido a sus familias.

La mirada de Minerva se detuvo demasiado tiempo en Hermione mientras hablaba, haciendo que se moviera incómodamente en su asiento. Theo se aclaró la garganta antes de hablar.

—¿Y qué seria exactamente? ¿Decoraciones, galletas caseras?

Fue sobrio con sus palabras, incluso sonando algo irrespetuoso.

—Creo que lo que Theo está tratando de preguntar es cuál es exactamente el objetivo. ¿Será un intercambio de regalos entre estudiantes? ¿Actividades para las vacaciones?

Sonaba como una completa tontería, pero no quería insultar a McGonagall como lo había hecho Theo.

—Lo que sea que puedan manejar —sonrió—. El espíritu navideño es importante para la rehabilitación, confío en su juicio ya que estaré fuera durante las vacaciones. Ahora, si todos estamos de acuerdo, tengo mucho trabajo por delante.

Hermione miró a Theo, quien rápidamente se puso de pie y asintió antes de salir. Ella se disculpó por él antes de perseguirlo por el pasillo. Era increíblemente rápido, sus largas piernas lo llevaban con tanta velocidad, que apenas podía seguirle el ritmo.

—¡Theo, detente!

Lo hizo, en medio del pasillo, espero que ella lo alcanzara. Tan pronto como Hermione llegó a su lado, Theo caminó a un ritmo normal, lanzando su mochila sobre el hombro.

—¿Qué te sucede?

—Me importa una mierda la Navidad y me importan una mierda todos esos pobres huérfanos —exclamó.

—Theo, basta —dijo parándose frente a él—. Estás actuando como un idiota. Cuéntame qué sucedió.

Él la miró antes de pasar las manos por su cabello, dejando escapar un largo y profundo suspiro. Se frotó los ojos y luego miró al techo por un momento, como si quisiera ordenar sus pensamientos.

—Perdona, no estaba hablando en serio. Pero, sí detesto la Navidad.

—Está bien, ¿cuál es el problema?

—Pansy. Ese es el jodido problema —gruñó mientras la rodeaba para reanudar su paso. Ella lo imitó cuando Theo comenzó a hablar de nuevo—. Lamento que te haya dicho todo eso, de verdad. Merlín, ella es una perra.

—Pensé que ya lo sabías —dijo Hermione mientras doblaban una esquina del pasillo hacia su sala común.

Theo abrió la puerta del retrato y la dejó pasar.

—Lo sabía, pero después de su juicio... No sé, parecíamos entendernos... Ella era diferente hasta que volvimos aquí.

—¿Qué cambió? —preguntó, colocando su mochila en el sofá.

Él siguió su ejemplo, quitándose los zapatos y dejándolos a su lado.

—No lo sé. Normalmente hablo de esto con Malfoy, pero no puedo.

Se recostó en el respaldo del sofá mientras ella tomaba un vaso de agua de la cocina. Theo se encogió de hombros, hurgando en sus uñas.

—¿Por qué? —preguntó, tratando de no sonar demasiado interesada.

—Simplemente me decía que rompiera con ella, que él tenía la razón y que nunca deberíamos haber salido en primer lugar. Sentí que Pansy me entendía y que podíamos compartir por lo que estábamos pasando —dijo Theo, sorprendiendo a Hermione con su sinceridad—, y no voy a negar, que es muy buena en la cama.

Hermione rodó los ojos, sin malicia.

—¿Por qué dijo que no deberías haber salido con ella?

Theo levantó la mirada.

—Como dije, el hombre está hecho de secretos. Algo pasó entre ellos, no lo sé. No hace falta decir que cuando se enteró de nosotros se puso furioso. No es el tipo de persona que pierde la compostura tan fácil, así que cuando lo hace, queda claro que algo anda mal.

Hermione se apoyó contra el mostrador, tomando un sorbo lento de su vaso y recordando el comienzo del año. Ella lo provocó, Ron lo provocó, ¿que había hecho?

—¿Qué hizo él? —preguntó.

—No estoy seguro si debería decírtelo, ya lo odias lo suficiente y sólo agregaría más leña al fuego —respondió, riéndose levemente.

Hermione se encogió de hombros, esperando parecer lo suficientemente desinteresada.

—Si quieres decírmelo, adelante. Me parece que escuchas más de lo que dices.

—La bruja más inteligente de nuestra edad —sonrió—. Escucho porque tengo el privilegio de hacerlo, otras personas necesitan ser escuchadas. Han pasado por peores cosas que yo y si puedo escucharlas, entonces estoy haciendo algo bien.

—Puedo ser tus oídos. —dijo, tomando otro sorbo.

Theo arqueó una ceja, considerándolo por un momento. Se levantó del sofá y caminó hacia ella, apoyándose en el mostrador con los codos.

—Muchas cosas sucedieron el día antes de que comenzara Hogwarts. No voy a entrar en detalles. Todo lo que necesitas saber es que estaba borracho como el infierno. Él estaba constantemente enojado, así que cuando le hablé de Pans, perdió la razón. Estábamos en un bar muggle, y para ser honesto, puede que no haya elegido el momento adecuado para contárselo, pero nunca hubo una buena oportunidad, ¿sabes? Fue un accidente y en realidad fue mi culpa.

—¿Qué hizo, Theo?

—Estaba borracho. Las palabras salieron por sí solas, y lo siguiente que recuerdo fue que el vaso en su mano se hizo añicos. Y el cantinero se volvió loco cuando Draco destruyó la barra. Deshizo hasta la última botella, vidrio y restos de madera volaron por todas partes. El lugar estaba repleto de muggles que habían visto explotar mágicamente el bar frente a sus ojos —Se quedó en silencio por un segundo, sacudiendo la cabeza—, tuve que obliviar a todas las personas allí. Apenas tuve tiempo de cubrir nuestras huellas. El Ministerio aún no sabe quién lo hizo. Él quería que lo atraparan y ser enviado a Azkaban. Lo arruiné, cometí un error. Soy su único jodido amigo y sólo lo empeoré.

Hermione no dijo nada cuando dejó de hablar. Un montón de preguntas se arremolinaban en su cabeza, pero se contuvo de hacerlas por el bien de él. Sabía lo que era no poder hablar; sentir como todo se acumula en tu pecho, deseando salir.

—Mierda, soy un verdadero idiota —dijo con amargura—. Me odio a mí mismo, debería sólo romper con ella. Es sólo que estoy tan preocupado por ser una buena persona y tratar de hacer lo correcto que sólo logré lastimarlo y él… Me perdonó, no sé cómo ni por qué, pero lo hizo. No debería haberlo hecho. Es un jodido mejor hombre que yo.

Hermione dejó su vaso en el mostrador en silencio. Volviéndose hacia Theodore, lo observó encorvado sobre el mostrador con la cabeza entre las manos. Ella comenzó a frotar su espalda de arriba abajo, tratando de calmar el caos en su cabeza. Si su mente antes no había estado llena de preguntas, en su mayoría sobre Draco, ahora lo estaba. Había tantas cosas que ella no sabía y que en cambio sólo asumía lo peor. Era hora de poner fin a esto

—No sé qué pasó realmente, pero sé que no eres una mala persona, Theo.

—Apenas me conoces.

—Sé que eres una buena persona, que ha estado tratando de hacer lo correcto durante tanto tiempo, pero a veces incluso las buenas personas cometen errores. Sin duda, eres un amigo increíble e incluso los mejores de nosotros no siempre toman las decisiones correctas. A veces tienes que hacer lo que es mejor para ti antes de poder arreglar lo que está roto para los demás —dijo, pasando la mano por su espalda.

Theo se enderezó y la miró con reconfortantes ojos marrones antes de acercarla a sus fuertes brazos. Ella le devolvió el abrazo, dejándolo descansar su barbilla sobre su cabeza.

—Eres maravillosa.

—No, sólo soy una terrible mentirosa. Sólo digo la verdad y esto es todo. Puedes ser bueno, pero todavía equivocarte.

Sigue tu propio consejo.

Ninguno de los dos escuchó la puerta del retrato abrirse ni los pasos que lo siguieron. Dejó que la abrazara todo el tiempo que necesitara, mientras estuviera allí, él podría hacerlo. Y siendo honesta, ella también lo necesitaba.

—¿Interrumpo?

Theo se apartó, alborotando sus rizos mientras se giraba hacia Draco. Hermione se negó a mirarlo mientras tomaba su vaso de agua y daba un paso atrás.

—Hola amigo —exclamó Theo. Pudo escucharlo en su voz, tratando de parecer normal y optimista, pero temblando ligeramente.

—¿Todo bien? —preguntó Draco, en una voz más profunda que de costumbre.

—Sí, sí. Sólo necesito cambiarme e iremos a Hogsmeade, ¿de acuerdo?

Diciendo esto, Theo caminó de espaldas a su habitación mientras hablaba, a lo que su amigo asintió.

Hermione se dirigió hacia su habitación, sosteniendo aun el vaso de agua que descansaba contra sus labios cuando sintió una mano suave sobre de la suya. Su corazón se aceleró por el simple toque y se detuvo para mirarlo. Sus ojos de piedra la miraron, tratando de encontrar respuestas a sus preguntas en su rostro.

—¿Todo bien, Granger?

Ella asintió, haciendo que su pecho se contrajera por la confusión. ¿Por qué todo era así? ¿Por qué no podía ser simple? ¿Por qué no podía entender nada?

—Sí.

Él asintió esta vez. Draco empujó el vaso de agua a un lado antes de inclinar su cabeza hacia abajo y capturar sus labios con los suyos. Ella le devolvió el beso a pesar de que Theo estaba a sólo una pared de distancia de ellos. Estaba mal y era peligroso, pero podría habérselo cogido allí mismo.

—¿Listo? —La voz de Theo llegó por el pasillo.

Hermione se alejó rápidamente y entró en su habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Escuchó voces apagadas antes de que todo estuviera en silencio, obligándose a estar sola con sus pensamientos durante toda la noche.


Estamos a más de un mes que no publicaba un nuevo capítulo, les debo una disculpa, hay días que no quiero hacer nada, ni siquiera en mis ratos libres, también he tenido mucho trabajo pero espero les guste esta nueva actualización, besos.

Infinitas gracias a mi beta que me ayuda en la corrección de los capítulos, vayan rápido a su perfil y lean sus maravillosas traducciones: La encuentran como PaAndreaBlack en todas las plataformas.