Aún intentaba digerir las palabras que el doctor Shibazaki me decía... ¡Sin siquiera mirarme a la cara!...
-...¿Qué?... Pero... ¿cómo¿por qué?
-No puedes jugar para la final, Misaki- repitió...
-¡Pero usted dijo que podría!- grité, sin poder evitarlo y sintiendo que dentro de mi la rabia crecía -¡Me dijo que si me esforzaba en la rehabilitación si podría jugar en la selección para la final del mundial!
-Te mentí- dijo, con voz muy calmada
Me quedé en silencio, sin poder decir palabras e intentando ordenar las ideas que surgían en mi cabeza e intentando controlar también, la rabia que crecía dentro de mi...
-¿Cómo... por qué lo hizo?
-Para serte sincero, Misaki- comenzó después de unos momentos de silencio –nunca pensé que Japón podría llegar a la final del mundial, por eso te dije que podrías hacerlo en caso que siguieras el tratamiento... eso significaba una muy buena motivación para que te esforzaras al máximo, de lo contrario, lo más seguro es que tú mejora durante este tiempo no hubiera sido mucha...
Aún me costaba digerir lo que me decía. ¿Sólo era una maldita motivación?... yo estaba decidido a no quedarme sentado, no iba a quedarme sin ayudar a mis amigos a cumplir nuestro sueño... aunque termine peor de cómo quedé después del accidente
Me puse de pie
-Doctor- comencé –no me importa lo que usted me diga, iré a jugar
-No podrás, ya le avisé a Gamo que no estabas en las condiciones para hacerlo
-¿Qué¿¡y por qué hizo eso?
-Porque mi pidió que le hablara de tú condición y lo hice
No logro entender porque se muestra tan tranquilo, y me da rabia... debería darle vergüenza hacerme algo así
-Ya le dije- insistí –voy a jugar igual
-¿No has pensado que puedes quedar peor?
-Si, y no me importa- contesté con decisión
-¿De qué estas hablando?. ¡Misaki, es tú futuro lo que está en juego!- me dijo, y lo noté bastante molesto... supongo que será por mi insistencia –entiendo que te sientas molesto porque te mentí, pero no por eso debes actuar como un niño. Es verdad que Japón llegó a la final y que deseas jugar con tus compañeros¡pero no puedes!
-¡Lo haré!- le grité, ya enojado –lo haré, quiera usted o no
Y me fui de ahí
Hacia tanto tiempo que no me sentía tan... furioso, decepcionado. ¡Me había mentido, y en algo tan importante, no sólo para mi, sino que para el país entero!. Prácticamente había jugado con mis anhelos de jugar en la final del mundial¡eso había hecho!
Pero estaba decidido a jugar, en ese momento no pensaba en las posibles consecuencias que podría tener el hecho de jugar estando recuperado de manera completa. Mi prioridad y único deseos en estos momentos es buscar una forma de convencer a Gamo para que, al menos, me dejara jugar un ratito
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En la mañana del día siguiente me junté con Azumi a conversar. Recibió con sorpresa mi noticia
-¿Y te mintió?- me preguntó con sorpresa, después que le conté todo lo que había ocurrido la noche anterior
-Si...- contesté, aún molesto –me da tanta rabia...
-Ya- me dijo ella –pero no puedes negar que te ha servido la terapia
-¡Pero si no lo niego!- dije –Azumi, por favor, intenta ponerte en mi lugar. Me apresuré en el tratamiento en el tratamiento para poder jugar en la final, porque esa era mi meta
-No puedes decir eso, Misaki- gruñó Azumi –tú meta era recuperarte para jugar y continuar jugando. ¡Este no será el último mundial!
-No me vengas con eso tú también, Azumi
-¡Pero si es la verdad, Misaki!- insistió ella -¿por qué te urge tanto jugar ahora?. ¡Piensa en todo lo que puedes perder por tú imprudencia!
-Ya, Azumi- suspiré, realmente cansaba todo eso. También conocía a mi amiga. Ella no me iba a apoyar, por muchas razones que les de –no van a lograr convencerme, ni tú, ni el doctor, ni Gamo, ni nadie. Entiende: de una u otra forma, voy a jugar este partido
-¡Pues has lo que quieras!- me dijo, poniéndose de pie –sabes muy bien que siempre te apoyaría en todas tus decisiones, pero no quiero ver como arruinas tú carrera de futbolista por un estúpido reproche...
-¡No es un estúpido reproche!- le repliqué, sin poder evitar levantar la voz
-¡Por supuesto que lo es, Misaki, y lo sabes!- me gritó –es verdad que sin ti el equipo de Japón ha bajado su nivel, y puede que pierdan la final, pero no veo la necesidad que sacrifiques tú carrera por una copa...
-Para mi si lo vale
-Que poco te valoras
Y se fue, dejándome solo y con un gran vacío dentro de mi. Puede que Azumi tenga razón, pero me da mucha tristeza el no contar con ella, puesto que siempre ella ha estado a mi lado, siempre...
Pero a pesar de todo lo que me dijo, estaba decidido a jugar. No me iba a echar para atrás, no me importaban las consecuencias... pero en parte, si me importaban las palabras y su decisión de apoyarme
Decidí salir inmediatamente para el estadio. Como ya era algo tarde, llegaría para asistir al segundo tiempo. Pero antes, llame a mamá por teléfono y le dije que me demoraría en llegar (definitivamente, no deseaba volver a discutir con otra persona nuevamente)
Bien, cuando comencé a acercarme al estadio, escuchaba a la gente apoyar a los chicos para que ganaran. Según lo que pude escuchar por la radio, no les estaba yendo muy bien... eso hizo que las palabras de Azumi se me fueran olvidando y que los deseos de jugar se fueran incrementando en mi interior
Llegué por fin al estadio y, en la entrada había otra sorpresa...
Mi padre
Lo mire con sorpresa durante unos momentos y luego me acerqué a él con lentitud... sólo esperaba que no me insistiera en lo mismo que todos, no tenia deseos de discutir con nadie más, menos con él
-Suponía que te vería aquí- me dijo, con una media sonrisa
-Si...- asentí -¿cómo has estado, papá?
-Bien... me alegra ver que el tratamiento te ha hecho bien- me dijo, sonreí...
-Se podría decir que... si- dije, con cierta duda
Nos quedamos en silencio unos momentos, ambos escuchábamos el clamor de la gente dentro del estadio, el ánimo que le daban a mis amigos
-Te están esperando- me dijo, lo miré con sorpresa
-... ¿No le dirás nada?
-¿Qué quieres que te diga?. Te deseo lo mejor en este partido
-¡Gracias, papá!- le sonreí
-Sólo te pido que te cuides mucho
-Descuida papá... y gracias...
-Da tú mayor esfuerzo, hijo
-Por supuesto...
Dejé a mi papá y me dirigí al estadio. Entré a los vestuarios y el único uniforme que vi en los colgadores, era el numero 11, el mío...
Sin dudar, me lo puse y vi mi reflejo en el espejo
Iba a jugar, y ganaríamos
