Vida de Hogar

20 de enero, 1997. Stockport. Un niño de catorce meses que lleva un par de pantalones oscuros y un jersey rojo brillante está parado junto a una exposición de trenes de madera en una juguetería. Está agitando una estrecha pieza de vía de madera como una varita y sonriendo ampliamente mientras parlotea en charla de bebé. Junto a él, una mujer que lleva el delantal de la tienda está arrodillada y sonriendo, y tras él su padre está parado estoicamente de guardia, el más mínimo indicio de sonrisa en su rostro. El primer incidente de magia accidental de Elliot/ Papá casi maldice a una dependienta.

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Harry se revolvía para que lo bajara mientras Snape lo llevaba dentro de la juguetería, sus ojos muy abiertos y chispeando al ver tantos juguetes de brillantes colores. Los Dursley le habían dejado apañarse con los deshechos de Dudley, y aunque un bebé no tenía concepto real de primera o segunda mano, Harry no podía evitar sentir que había encontrado el taller de Santa ahora. A pesar de que tenía dieciséis y sabía que era ridículo estar tan emocionado por una juguetería, Harry decidió dejar que sus sentimientos de bebé se apoderaran. Había sido un largo día, después de todo.

Snape bajó a Harry a regañadientes y le tomó la mano con fuerza para asegurarse de que no cayera mientras exploraba el almacén de juguetes. Snape había mencionado allá en Hogwarts que traería a Harry a la tienda de juguetes para entretenerse un poco, ya que Snape tenía papeleo que hacer más tarde esa noche. Papeleo muggle que no tenía interés en absoluto para Harry, pero que al parecer necesitaba hacerse de todos modos. Harry se había reído de eso allá en Hogwarts; habían matado a Voldemort esa mañana y Snape estaba preocupado por facturas muggles.

Harry tejía su camino como un borracho a través de la tienda, maravillándose por cómo los juguetes parecían mucho más vivos y realistas a este nivel. Harry inspeccionó los animales de peluche y los libros antes de dirigirse por fin hacia la parte de acción de la tienda; una caja de juegos rectangular llamando su atención. Snape lo seguía de cerca mientras Harry se tambaleaba en una medio-carrera desequilibrada hacia la instalación del tren de juguete, los deditos de una mano todavía aferrados con fuerza alrededor de la más grande de Snape.

"¡Chuu! ¡Chuu rojo!" Explicó Harry, señalando los trenes. Soltó a Snape de inmediato al llegar a la mesa y comenzó a jugar con la locomotora. Había un pedacito de vía sobrante que estaba suelto en la mesa y Snape notó con diversión que Harry lo sostenía en la mano como una varita. Por dieciséis que pudiera tener, Snape imaginaba que debía parecerse a algún tipo de liberación de estrés ser capaz de actuar de modo bastante infantil.

"Parece bastante pillado con los trenes." Anunció de repente una alegre voz desde encima del hombro de Harry. Echó un breve vistazo para ver que una de las ayudantes de la tienda había venido a hablar con Snape.

"¡Abbbbbbrt!" Proclamó Harry, apuntando la vía de tren hacia la dependienta.

"Sí, en efecto lo está." Snape alzó una ceja hacia Harry, pero no parecía estar molesto.

"¡Chuu!" Vitoreó Harry alegre y apuntó la vía del tren hacia la máquina delantera, aplaudiendo contento cuando se convirtió de una locomotora verde y negra en la familiar roja y negra del Expreso de Hogwarts, completa con la elegante señalización. Se oyó un jadeo a su derecha y un callado obliviate a su izquierda, pero Harry siguió jugando con los trenes, conectando uno muy largo y colocándolo contra la máquina de Hogwarts. Aunque los vagones del tren eran de diferentes colores, y Harry pensó que quizá deberían combinar con la locomotora.

"No cambies los colores de los coches," llegó una voz baja. Snape se había arrodillado bajo la pretensión de enderezar la camisa de Harry, pero en cambio metió el chupete que estaba enganchado al suéter de Harry en la boca de Harry, evitando que dijera nada más. Harry lo escupió en cuanto Snape volvió a levantarse.

"¡Magia!" Harry sonrió ampliamente, apuntando la mano al tren de Hogwarts. Se preguntó exactamente cuánta magia accidental toleraría Snape.

"Los trenes son mágicos, ¿no, hombrecito?" Dijo la ayudante, agachándose a su lado y cogiendo una pieza de vía, agitándola como Harry estaba haciendo con la suya.

"Son." Concordó Harry. Se giró y apuntó a Snape, destellando un diente. "Pa."

La punta de la varita de Snape no estaba del todo oculta en su manga.

"Sí, ése es tu pa. ¿Puedes hacer algo de magia para mí?" Preguntó la señora, y Harry apuntó al tren.

"Elliot." La voz de Snape cortó a través de la asquerosamente alegre música infantil que la tienda estaba poniendo, pero Harry la ignoró.

"Justo así. ¡Abra cadabra!" Dijo la mujer, apuntando su varita raíl al conjunto del tren. Harry fue justo capaz de ver la mirada horrorizada destellar por el rostro de Snape antes de ser barrido en los brazos de Snape, apretado contra el pecho del hombre y la cabeza acunada en la mano de Snape. Por el sonido del latido del corazón bajo la camisa y la chaqueta abierta, Snape estaba a punto de tener un infarto.

"¿Qué va mal contigo?" Espetó Snape antes de girar en sus talones y salir de la tienda, lanzando un último obliviate a la nerviosa dependienta.

Se detuvieron en los grandes almacenes justo después de marcharse y Snape lo llevó a la sección de juguetes, permitiendo a Harry un rompecabezas de juguete antes de ir a casa. Harry descansaba la cabeza en el hombro de Snape, el chupete en la boca y el dedo girando ociosamente alrededor de un mechón de pelo de Snape mientras el hombre gruñía para sí mismo. "Mujer boba. Estúpido folclore muggle y llega tan cerca de matar a mi hijo." Los brazos se estrecharon un poco alrededor de Harry y hubo un aleteo muy suave mientras dos dedos acariciaban gentilmente a través del despeinado cabello de Harry.

"Y aquí yo pensaba que los estudiantes eran los únicos lo bastante estúpidos para hacer eso." Continuó Snape, irrumpiendo en la cocina y dejando la bolsa de comestibles sobre la mesa. Echó un rápido vistazo a Harry y notó los ojos somnolientos, antes de rebuscar en la bolsa y sacar un biberón.

"Sanitas." Siseó Snape, golpeando su varita contra el biberón. Lo llenó de leche y lo calentó un poco, probándola con los dedos.

"Apostaré a que esa mujer podría convocar un demonio por accidente sólo leyendo un diccionario." Snape se sirvió su propio vaso de leche no calentada antes de encantar tanto el vaso como el biberón para que lo siguieran los pocos pasos hasta la biblioteca. Snape se puso cómodo en su sillón amarillo favorito, girando a Harry de modo que estuviera yaciendo en el regazo de Snape con la cabeza en el hueco del codo de Snape.

"¿Pa?" Preguntó Harry, apenas conteniendo un bostezo. Esto pareció sacar a Snape de su callado despotrique, sin embargo, y su cabello cayó hacia delante mientras bajaba la mirada a Harry.

"Sé que tienes dieciséis. Pero creo que esto será más fácil." Dijo Snape por fin, sosteniendo el biberón caliente. Harry estudió el rostro de Snape y vio la mirada cauta. También oyó las palabras no pronunciadas. Esto podía ser más reconfortante. Harry dio un leve suspiro de contento y levantó las manos hacia el biberón.

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12 de abril, 1997. El sol explota en la cocinita desde la ventana encantada e ilumina el banco bastante revuelto, donde se han sacado varios cuencos de mezclar y tazas de medir. Hay un paquete de harina junto a la tetera y dos bolsas separadas de azúcar precariamente cerca del borde del fregadero. Una radio se sitúa encima del especiero, y es imposible discernir en la fotografía si está encendida o no. La figura girando de un adolescente en viejos vaqueros, una camiseta espolvoreada de harina, y un micrófono espátula, sin embargo, sugiere que está tocando alguna especie de melodía. El ingrediente secreto del pan de plátano: Canto desafinado, garabateado bajo la foto en la pulcra escritura de Snape de costumbre.

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El laboratorio privado de pociones de Snape era una sala bastante espaciosa que corría a lo largo del muro más alejado de la cocinita y la sala de estar de su apartamento de Hogwarts. Era un área separada de donde estaban las habitaciones y habitualmente tranquila, pero podían oírse golpes y estallidos a través de la pared de quienquiera estuviera moviéndose en la cocina a veces. Especialmente cuando ese alguien se movía con la gracia de un elefante ebrio. Snape estaba añadiendo el último resto de rookwort al caldero sobre su mesa, la última dosis de supresor de alergia de Harry, cuando comenzó la música.

Papa, I know you're going to be upset.

Snape contó hasta treinta antes de remover la poción en sentido horario con precisión. Dedicó una mirada fulminante de un minuto al muro más lejano antes de añadir un decilitro de saliva de salamandra. La puerta del laboratorio estaba ligeramente abierta, y tal como parecía, no era a prueba de sonido. A Harry le había entrado el extraño impulso de hornear esa mañana, entre todas las cosas, y había salido a la cocina de Hogwarts en busca de ingredientes. Desde que había regresado, se había apoderado de la cocinita en el apartamento de Snape.

I'm not a baby.

La poción se volvió de un agradable color naranja, similar al zumo de naranja, y Snape apagó la llama. Vendría a embotellarla más tarde, cuando se hubiera enfriado. Apagando la lámpara de techo sobre su mesa de trabajo, Snape salió por la puerta del laboratorio.

The one you warned me all about.

Snape entró en la sala de estar e hizo una mueca por el ruido. Había música de acompañamiento, por suerte, ya que parecía enmascarar algo del sonido desafinado que hacía Harry mientras cantaba. La cocinita parecía una zona catastrófica, con varios cuencos de mezclar por el banco, una taza de té perdida entre las bolsas de azúcar, y un cartón de huevos en la diminuta mesa.

We're in an awful mess, and I don't mean maybe – please.

Harry, situado en el centro, estaba alternativamente golpeteando el dedo en el libro de recetas que parecía estar parcialmente ignorando y balanceándose levemente con la música. La radio muggle encantada estaba sonando a todo volumen con él, y Harry estaba deslizándose por el suelo con gruesos calcetines desparejados. Giró cuando comenzó el estribillo, la espátula sostenida como un micrófono mientras su voz perdía por completo el tono de Madonna.

Papa don't preach, I'm in trouble deep

Papa don't preach, I've been losing sleep

But I made up my mind, I'm keeping my baby, ohhhh

"¡Papá!" Jadeó Harry, dejando caer la espátula. Sus ojos verdes estaban destellando brillantes y se quedó mirando a Snape, que estaba en pie junto a la puerta con los brazos cruzados y una mirada inquisitiva en el rostro.

"Espero enormemente que no hayas logrado meterte… en profundos problemas con alguien, Elliot." Entonó Snape, golpeteando el pie en el suelo de la cocina.

"Nnn… no. De circunstancias incorrectas." Harry parpadeó, las mejillas ligeramente rojas.

"Hmm. Lo que significa que o bien has estado con un hombre o no has tenido sexo en absoluto." Suministró Snape, convocando la espátula. Harry se sonrojó aún más y sacudió la cabeza vigorosamente.

"No en el menú." Dijo Harry de inmediato. Se volvió con frustración hacia el banco y gruñó. "No ofrecido. No sexo."

Snape dirigió a Harry un pequeño asentimiento, que el muchacho no vio, y se movió hacia el frigorífico a buscar una bebida.

"Bien, odiaría haber perdido la oportunidad de imponer mi presencia a cualquiera con quien hayas decidido salir."

"Ja. Ja." Respondió Harry, cogiendo un plátano del banco. Ya estaba bastante maduro, y Snape observó con interés cómo Harry comenzaba a masajearlo y apretarlo en la mano.

"¿Por qué narices estás acosando a los plátanos?"

"Necesitan ser acolchados. Aplastados." Respondió Harry, rompiendo el extremo del plátano y apretando el interior aplastado en un cuenco.

"Eso es asqueroso." Comentó Snape con ligereza. Estaba bebiendo un vaso de zumo y arqueó la ceja cuando Harry se quedó mirándolo. "¿Por qué estás mirándome, muchacho?"

"Tienes intestinos de rana en el cuello de la ropa." Harry sonrió burlón.

"Insolente." Murmuró Snape, tomando su varita y desvaneciendo las entrañas.

"Hablando de asustar a citas potenciales, ¿cuándo necesito traerlas a casa para que te conozcan?" Preguntó Harry, intentando indiferencia mientras añadía el segundo plátano y usaba su varita para conjurar un hechizo de mezclado.

"Hmm. ¿Mi hijo tiene una cita?" Preguntó Snape, cogiendo el libro de recetas e inspeccionándolo.

"Todavía no." Murmuró Harry, volcando los demás ingredientes en el puré de plátano y poniéndolos a mezclarse todos juntos.

"¿Alguien de aquí?"

"Una Hufflepuff, sí." Respondió Harry, mirando fijamente el cuenco como hipnotizado. Había dos varillas de mezclar moviéndose en él en un suave círculo para combinar los ingredientes.

"Como regla general, las Hufflepuff después de cinco citas, las Ravenclaw después de tres, las Gryffindor después de una, y mejor preséntame a cualquier Slytherin antes de marcharte a la primera." Respondió Snape, barriendo un poco de masa antes de que Harry pudiera verterla y deslizándose fuera de la cocinita.

"Eso es… eso es muy casa-ista, eso es." Farfulló Harry, boquiabierto.

"Lo sería." Concordó Snape mientras se sentaba en el chesterfield con un periódico, "si los estudiantes no fueran seleccionados en casas basándose en rasgos de personalidad y comportamiento."

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18 de febrero, 1997. Hay varias cajitas de baratijas y recuerdos en la biblioteca, junto a una pequeña pintura apoyada contra la pared de la librería frente a la chimenea. El hombre y la mujer en la pintura están inmóviles, sin vida como muggles, mientras el muchacho frente a ellos escarba en las cajas y saca postales, cartas, y pequeños juguetes. Está nevando afuera, y el hombre mayor tras el chico sólo está medio leyendo su diario mientras supervisa su desempaque. El subtítulo dice: Con 16 años de retraso, Elliot trae a casa algunos tesoros familiares.

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Godric's Hollow todavía inquietaba a Harry cuando regresaban de visita, cada vez explorando más en la casa y permitiendo a Harry buscar en las pertenencias de sus padres. Snape tenía sus propias reservas respecto a visitar la casa, pero permitía a Harry tanto tiempo allí como necesitara. Tampoco cuestionaba el temblor de Harry cuando la situación lo abrumaba y Harry se retiraba por el día. Este día habían durado una hora, y Harry estaba bastante complacido por eso.

Al regresar a casa en Spinner's End, porque Snape se había tomado el fin de semana libre de Hogwarts y McGonagall no podía negar a los vencedores de Voldemort ese privilegio, Harry de inmediato dejó su botín en la biblioteca. Habían encontrado una pintura de sus padres, una pequeña pero de buen gusto, y el corazón de Harry se había remontado con la posibilidad de poder hablar con sus padres por fin. Había intentado que la decepción no coloreara su rostro demasiado cuando él y Snape habían discernido que o bien la pintura estaba mal encantada o era una muggle, ya que las figuras en el interior no mostraban movimiento o vida en absoluto.

Harry la había traído a casa de todos modos, y ahora estaba apoyada contra los libros mientras él chequeaba qué más había traído. Había un cálido fuego en la chimenea cercana, y Harry sólo llevaba una camiseta con sus vaqueros, su tatuaje de pluma parecía más realista a la luz parpadeante y la neblina azul de la ventana nevada. Snape estaba sentado en su sillón favorito detrás de Harry, examinando despacio el periódico de Manchester.

"¿Papá? ¿Cómo están hechos los retratos mágicos?" Preguntó Harry de improviso, inspeccionando un viejo calendario que había cogido de Godric's Hollow.

"Hay varias maneras. Una de ellas implica pintura y un artista, similar a la versión muggle. La otra implica un encantamiento complicado." Respondió Snape, manteniendo la mirada en la caja ante Harry. Era muy consciente de que los yos pintados de dos personas que deberían odiarlo todavía con todo derecho estaban a menos de diez pies de distancia.

"¿Un encantamiento? ¿Cómo podría crear una pintura un encantamiento? ¿Y cuándo tienes que conjurar el encantamiento?"

Snape cerró los ojos y dejó el diario.

"Se escoge una ubicación para el foco del encantamiento, bien un lienzo en blanco, un lugar en la pared, u otra superficie similar. El encantamiento se conjura sobre el sujeto, y cuando dicho sujeto fallece, el encantamiento dibuja desde su fallecimiento y crea la pintura."

La mano de Harry se detuvo sobre el libro de bebé que había encontrado en una caja.

"Quieres decir como Dumbledore. Cómo su pintura pareció tomar de los elementos en su despacho y crearse por sí misma."

"Sí, la pintura se crea justo después de la muerte." Respondió Snape. El hogar parpadeó por el viento que se filtraba chimenea abajo y ambos se sentaron en silencio, recordando. Había sido extrañamente intrigante y horripilante observar componerse la pintura del director, y Harry nunca olvidaría la pesarosa expresión del rostro de Dumbledore cuando entró en el marco y se disculpó por llegar tarde.

"¿Sus recuerdos se actualizan? ¿Sabrán cosas que hayan sucedido después de que hayan muerto?" Preguntó Harry.

"No a menos que se las digan." Respondió Snape de inmediato.

"Entonces, mis padres…" Harry se interrumpió, agitando la mano hacia el pequeño retrato.

"Es muy probable que no te conozcan. Sólo recordarán los quince meses que una vez tuviste."

. . .

Lily Potter observaba con una mirada calculadora a los dos hombres ante ella. Hombres estúpidos. Todo lo que se necesitaría era un sencillo finite incantatem para finalizar el hechizo de estasis en la pintura, pero no, ninguno de ellos había pensado en intentarlo. Esto sí tenía, por otra parte, un efecto bastante afortunado de evitar que James se lanzara de inmediato a Severus Snape. Cuando Lily miraba atentamente no podía creer la cantidad de líneas de preocupación en el rostro de Severus, la dureza en sus ojos, o cuánto había envejecido.

¿Y quién era el muchacho en el suelo que había rescatado su pintura? Había oído el nombre Elliot unas cuantas veces, a Severus usarlo cuando quería la atención del chico. Pero cuando Lily miró más atentamente, supo que ése era su Harry. Harry, su hijo con un tatuaje, con vibrantes ojos verdes que tenían un ápice de mundanería que no debería haber estado allí. El cabello desaliñado de James, la calma de Lily, éste era definitivamente su hijo. Aunque parecía tan mayor, un joven crecido al borde de la adultez. Lily sintió que le dolía el corazón cuando pensó cuánto tiempo había pasado Harry sin ellos.

Lily miró alrededor la salita biblioteca, recordando Spinner's End de cuando era niña y se colaban dentro cuando Tobías Snape no estaba en casa. Por el aspecto de las cosas, Tobías se había marchado hace mucho y la casa había comenzado a recuperar cierta calidez. Le había sorprendido oír que Dumbledore había muerto, y por las miradas en los rostros tanto de Harry como de Severus supo que había sido Albus quien falleció y no Aberforth. ¿Fue por la guerra? Ésa era una posibilidad, pero el humor de los ocupantes de la habitación era demasiado cómodo para estar en medio de una guerra. Sus oídos se concentraron mientras continuaban hablando.

"Eso está bien. No sabría qué decirles de todos modos." Se mofó Harry, devolviendo las cosas a la caja.

"Maté a Voldemort es siempre un buen lugar para comenzar." Sentenció Snape, volviendo a repasar el periódico.

"Eres tan culpable de eso como yo." Espetó Harry. "Creo que mi padre podría cabrearse al descubrir que me habías adoptado." Añadió Harry, su voz pensativa.

"Ni de cerca tan furioso como lo estaría tu madre al saber que fuiste criado por Petunia durante catorce años." Contraatacó Snape.

"Hmm. Sí. Aunque ya está hecho, y como dicen, lo que no nos mata nos hace más fuertes." Murmuró Harry, frotándose el tatuaje distraído.

"Eso es caca de vaca." Dijo Snape, plegando la esquina del diario. "Todo lo que te sucedió en aquella casa afectó a la persona en que te convertiste, y no todo fueron cosas positivas. Desde tu naturaleza enfermizamente dulce y cariñosa hasta tu absoluta desconsideración hacia la seguridad personal, a las pesadillas por las que te despiertas gritando."

Harry se levantó y se estiró, dando una sonrisilla. "Pero tú me quieres de todos modos."

"Hmmf." Snape volvió a levantar el periódico y lo abrió por la sección de deportes. "No tengo idea de por qué te consiento. Ahora ve y encarga alguna monstruosidad de la tienda de pizzas antes de que llegue Weasley y nos devore la casa y el hogar."

Lily casi pudo sentir la presencia de James liberando un poco de tensión a su lado, y mientras que sabía que él probablemente tenía muchas preguntas bastante mordaces para Severus, se sentía tan aliviado como ella por saber que Harry tenía un tutor adecuado. Sólo podía imaginar cómo había sido criarse con su querida hermana, y cualquier circunstancia que hubiera traído a Harry bajo el ala de Severus debía haber sido probablemente un catalizador desagradable. Aunque le complacía ver que Harry tenía un hogar, y que al parecer Voldemort ya no estaba. Lily volvió a acomodar su mente a la relajación en el marco mientras la chimenea llameaba y un joven alto de cabello absurdamente rojo salía trastabillando. Palmeó a Harry en la espalda y dirigió un nervioso pero cortés asentimiento a Severus antes de despegar con Harry hacia las escaleras.

Lily se permitió una sonrisa mental. Su Harry, de bebé, lo había desmontado todo para ver cómo funcionaba, y si este Harry todavía tenía esa inquietud por la búsqueda de información, estaba segura de que el hechizo en el retrato sería levantado en breve. Sólo necesitaban ser pacientes un poco más, antes de poder por fin sentarse y aprender sobre el joven en que se había convertido su pequeño.