Cada mordisco que daba era un nuevo grito desgarrador que oía. Aquel relleno que tanto amaba en su infancia y adolescencia se había desvanecido por completo. Las papilas gustativas de Mikey ya no encontraban su norte al comer los taiyakis que tanto amaba.

—¡¡Habla, escoria!! —Sanzu gritaba desaforado. Al no obtener respuesta de parte de su rehén, procedió a darle otro puñetazo a su rostro.

Luego se detuvo y se enderezó. Acomodó su elegante traje negro y escupió hacia un rincón. Seguidamente, metió una de sus manos en el bolsillo y sacó una cajita de metal. La abrió y sostuvo una colorida pastilla entre sus dedos índice y pulgar. Dio media vuelta y le ofreció a Mikey.

—¡¡Termina tu trabajo!! —respondió negándose indirectamente a consumir lo que Sanzu le invitaba.

En un show patéticamente innecesario, Sanzu tiró su cabeza hacia atrás y lanzó la pastilla desde arriba, capturándola en su interior. Luego, mordió su labio inferior y soltó un extraño grito que alarmó a sus propios compañeros.

Takeomi, ex miembro de Brahman, lo observaba con recelo y hasta con cierto desdén, pues su hermano era mucho más peligroso de lo que parecía a simple vista. Optó por quedarse en silencio detrás de Mikey.

Una vez que volvió en sí, Sanzu se colocó en cuclillas y levantó la cabeza de su rehén, sujetando fuertemente su cabello. Miró fijamente sus ojos y el hombre cautivo pudo notar cuán perdido estaba su captor, encerrado entre las cuerdas de la drogadicción y la delincuencia.

—Y bien~ —Una extraña mueca de sonrisa se instaló en su rostro. Su aliento era la mezcla perfecta entre el vino costoso, snacks y un extraño olor a cigarrillo que causaba náuseas a quien se acercara. —. Dime, pequeño conejillo de indias~ —Su voz cantarina era aún más tétrica. —, ¿quién carajo es tu jefe y dónde lo encuentro?

Agotado de tantos golpes, el hombre no encontró un camino mejor que la verdad. De todas maneras, él moriría en manos de Bonten, la pandilla criminal más peligrosa del país.

—H-Ha... —Al sentir la mano de Sanzu sobre su cuello, el hombre apenas podía hablar.

—¡¡Suéltalo, está por hablar!! —ordenó Mikey mientras se levantaba de su lugar. Llevó los dedos a su boca y limpió los restos del taiyaki.

Sanzu asintió y soltó al hombre. Cada orden de Mikey era sagrada para él y siempre estaba dispuesto a cumplirla.

—¡¡Habla!! —espetó.

—Ha... —tosió. —Hanag-gaki—expresó con un hilo de voz. Su debilidad era muy evidente. —. Él es...

No le permitió continuar hablando, pues Sanzu se encargó de eliminarlo de un disparo en su cabeza. Takeomi se levantó sobresaltado y fue tras su hermano. Lo sujetó de su camisa y gruñó.

—¿Qué pasa, hermanito~? —Sujetó su muñeca con una descomunal fuerza y Takeomi respondió de la misma manera.

—¿Qué necesitad había de matarlo, imbécil? ¿¿¡¡No viste que ya estaba confesando todo!!?? —espetó furioso.

Luego, ambos detuvieron su discusión al escuchar los pasos lentos de Mikey. Él estaba cabizbajo y desanimado, pero en su rostro se vislumbraba una evidente luz de esperanza para recuperar su antiguo estado de alegría.

—¡¡Kokonoi!! —gritó el líder de Bonten y el aludido se presentó lo más pronto que pudo. Se ubicó frente a Sano y acomodó un mechón de su larga cabellera detrás de su oreja. —Averigua el paradero de Hanagaki. También, prepara a todos nuestros hombres para una pronta batalla... —Esto último lo dijo con un deje de nostalgia que les transmitió la angustia que su corazón guardaba.

—Está bien, Mikey. Ahora quisiera preguntarte, ¿qué pasará cuando lo encuentre? —Kokonoi fue quitándole el envoltorio a su chupetín y lo llevó a su boca.

—Ese es asunto mío. Tú has lo que te dije y no preguntes estupideces... —Dio media vuelta y caminó lentamente hacia la salida.

Mikey guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón. De espaldas, se podía observar el tatuaje de su nueva pandilla, aquella que fue creada varios meses más tarde tras la batalla de las tres deidades celestiales.

Él no se sentía pleno ni cómodo con ellos, pero no dudaba de su lealtad.

¿Cómo podía considerar como familia a un grupo tan disfuncional como el que tenía?

Empezando por el extremista Sanzu, el hombre que es capaz de todo para lograr sus objetivos; incluso matando a su propia familia si es posible.

Kokonoi, el hombre que transpiraba dinero y que vendería su alma con tal de ganarlo.

Takeomi, uno de los hermanos de Sanzu y el más reservado de ellos. Nadie entendía cómo fue que prefirió unirse a Bonten antes de continuar apoyando a su hermana Senju.

Los hermanos Haitani, conocidos en absolutamente todas las pandillas por su extraordinarias técnicas de pelea y por ser el centro de atención de toda batalla en la que estuvieran involucrados. Ran, el hombre que admiraba y respetaba a Kakucho, decidió continuar su mismo camino al unirse a Bonten. Por esa misma razón y porque su dúo era imparable, Rindou formaba parte de la misma pandilla.

Mochizuki Kanji, otro de los tantos miembros de la generación de delincuentes más despiadados, tal como Ran y Rindou; siendo uno de los que más esperaba una batalla a la altura de lo que ellos eran: un grupo compuesto de miembros sin temor a nada y con habilidades extraordinarias.

Y por último, Kakucho Hitto, el hombre que alguna vez conoció a Takemichi Hanagaki siendo un completo desconocido en el mundo de las pandillas. Él era uno de los pocos que no disfrutaba de las acciones de sus compañeros, pero que había prometido seguir a Mikey tras la partida de Izana.

—¡Yo también lo buscaré! —exclamó Kakucho, captando la atención de Mikey. Sano dio media vuelta y lo miró con recelo. —Tengo entendido que están tras nuestros pasos y no quisiera que Kokonoi se tarde mucho o nos exponga. —justificó y Mikey volvió a darle la espalda.

—Haz lo que quieras... —Continuó caminando.

Lo que ninguno sabía era que el tiempo había cambiado demasiadas cosas en sus vidas. El asesinato de aquel hombre fue a raíz de que se había infiltrado en Bonten y supieron que era informante de otra pandilla, llegando a saber que su líder era nada más y nada menos que Takemichi Hanagaki.

"¿Qué rayos tienes en mente, Takemitchi?" pensó Mikey y llevó una mano a su pecho, recordando la última vez que se habían visto.

Esa vez, Mikey iría por Takemichi y sabría qué es lo que escondió por tanto tiempo...

[...]

Tras dos largas semanas de incertidumbre, Kakucho logró dar con el paradero de uno de los puntos de reunión de la pandilla más misteriosa de la cual prácticamente nadie sabía nada al respecto.

Por otra parte, Kokonoi logró sobornar a algunos maleantes que buscaban unirse a Bonten y a cambio de eso, les propuso buscar al nuevo líder que habitaba en las sombras. Al no tener ninguna respuesta, Kakucho decidió investigar por su cuenta y logró ver a Takemichi en la tumba de Draken. Allí recordó que se cumplía el primer aniversario de su partida y que debido a su delicado estado de salud, Hanagaki no había tenido la oportunidad de despedirse en su funeral.

Kakucho notó algo diferente en su antiguo amigo de la infancia y podía asegurar que le generaba las mismas vibras que Mikey. Su aura era oscura, solitaria y silenciosa, tal como la de su propio líder. Unidos en una conexión invisible, tanto Mikey como Takemichi perdieron a alguien valioso aquella noche y también perdieron su propia humanidad, la esperanza de un mundo mejor y más justo.

Ciertamente, la situación era desesperante.

Ese mismo día, Kakucho decidió seguir a Takemichi y fue allí cuando descubrió su punto de encuentro. Era extraño imaginar que ellos prefirieran ese sitio, más aún al recordar que era el mismo que solía utilizar Valhalla antes de la recordada y trágica batalla llamada "Bloody halloween".

Se dirigió inmediatamente hasta el departamento donde se hospedaba Mikey, un edificio lujoso que estaba bajo un nombre falso gracias a las influencias de Kokonoi.

Un imponente edificio restaurado a pedido del líder de Bonten y habitado únicamente por él. La seguridad era extremadamente fuerte pero Sano aseguraba que era completamente innecesario, ya que él podía defenderse por sí mismo, sin importar los días u horarios en los que podría recibir un ataque por sorpresa.

Kakucho tocó el timbre dos veces seguidas y esperó a que le abrieran. Una vez que escuchó la llave en la misma, suspiró. Al otro lado, se encontró a un Mikey completamente diferente al que solían ver. Vestía un elegante traje negro, con enormes y peculiares dibujos en color amarillo y rojo que, teniendo en cuenta sus elecciones, podría asegurar que tenían algún tipo de significado.

—Si has venido por aquí, significa que sabes donde está él, ¿cierto? —Se apoyó sobre el marco de la puerta, cruzando sus piernas y brazos mientras esperaba una respuesta.

—Si. Supongo que conoces el punto de encuentro de Valhalla, ¿verdad? —Sano asintió y Kakucho guardó sus manos en los bolsillos antes de continuar. —Lo he visto allí. Creo que eso es lo más cercano a una pista.

Mikey bajó la mirada y frunció el ceño. Dio media vuelta y respondió: —Creo que ellos saben mucho más de lo que nosotros podemos saber. Así que reúne a todos los que puedas ahora mismo y nos dirigiremos al estacionamiento del nuevo centro comercial. Avísale a Ran y Rindou que se ocupen de la peste que estén en los alrededores —Giró su cabeza y añadió: —. Ellos vendrán por nosotros.

Kakucho sintió nuevamente aquella oscuridad que lo acechaba y lo perseguía en los momentos más intensos.

De hecho, era el mismo que caminaba a la par con Takemichi.

—Así será. —Tomó su celular y comenzó a llamar a sus compañeros.

No obstante, sus manos empezaron a temblar al escuchar el fuerte azote de la puerta y no era para menos, pues Mikey estaba luchando nuevamente contra sus propios fantasmas.

Encerrado en su departamento, Sano llevó sus manos hasta la cabeza y apretó su sien con fuerza. Abrió su boca intentando soltar un grito desgarrador que dañaba cada vez más su alma, pero su voz se había perdido en el mismísimo limbo.

Además, la presencia de dos manos frías y ásperas lo rozaban constantemente. Mikey no podía permitirle que volvieran a cegarlo y enmudecerlo o nuevamente caería en esas profundas aguas donde ya no necesitaba respirar y que le demostraba que él ya estaba muerto en vida.

"¿Por qué volviste, Takemichi? ¿Qué pretendes ahora?"

[...]

Algunas horas más tarde, comenzó a llover. Mikey aún estaba en camino al punto de encuentro y mientras manejaba su motocicleta, una fuerte e inesperada tormenta le confirmaba el preludio de un reencuentro doloroso.

Aunque intentara guardarse las emociones, reemplazarla con actos caprichosos o vandálicos, el hecho de saber que volvería a encontrarse con Takemichi lo desconcertaba.

Su vista se tornó cada vez más invadida por el aguacero y fue regulando su velocidad para tratar de enfocar lo mejor posible durante el camino.

Al llegar al estacionamiento, se percató de la presencia de varios miembros de Bonten, en los cuales se visualizaba a Sanzu como líder interino hasta la llegada de Sano.

El segundo al mando de la pandilla estaba con un cigarrillo entre sus dedos. Lo que le llamó la atención es que estuviera apagado, mojado y que aún así jugueteara con él. Al ver llegar a Mikey, lo primero que hizo fue destruirlo por completo.

Sanzu tenía un comportamiento bastante excéntrico y extraño. No podía compararse en nada con Draken, quien fue su mano derecha por tantos años. Éste último había dejado muchísimas enseñanzas de la vida, pero jamás le había enseñado a externar sus emociones y expresar sus temores más ocultos.

—¡¡Así que el invencible Mikey está aquí, eh!! —Una voz lejana pero que transmitía determinación los acompañaría. De hecho, el líder de Bonten ya la había conocido. —¿Qué quieren de nosotros? Tengo entendido que amenazaron a uno de los nuestros porque les ansiaba encontrarnos... —expresó Senju, la antigua líder de Brahman. Se resguardaba de la tormenta tras un enorme paraguas oscuro.

Detrás de ella, un gran séquito de hombres y mujeres estaban a la expectativa de lo que sucedería. Había pasado tiempo desde aquel día, el mismo en el que South había sido asesinado por la ira descomunal de Mikey y en el que Takemichi había sido hospitalizado por sus graves heridas.

El estacionamiento estaba dividido por secciones y en medio de ellas estaba la calle por donde transitaban. Tal como Mikey lo había solicitado, no había vehículos ni personas a su alrededor, permitiéndoles utilizar el lugar a su favor.

En la sección uno se encontraban Senju y los misteriosos hombres que portaban un uniforme similar al de Brahman, con la unica diferencia de que era completamente negro. En la sección dos, Bonten. Cada uno con un atuendo tan excéntrico y característico del gusto de Sanzu, quien amaba vestir colores llamativos y dibujos extravagantes con algún tipo de connotación. El de Mikey, particularmente, jamás supieron qué significaba.

—¡¡La cabeza de su líder!! —Sanzu tomó la palabra y dio unos pasos hacia adelante.

—¡¡No se los entregaremos!! ¡¡Olvídenlo!! —respondió Senju, negándose a la petición de Sanzu.

—¡¡No nos importa lo que quieran o no!! ¡¡¡Entreguen a Takemichi Hanagaki!!! —Sanzu sacó un revólver del bolsillo de su saco y apuntó directamente hacia Senju.

Ambos no titubearon ni un instante en la acción del otro. Tanto él como ella se veían como rivales e iban a defender a sus compañeros con todas sus fuerzas.

—¿Te parece justo que alces tu arma contra tu hermana menor? —La voz que se oyó entre la multitud despertó la curiosidad entre varios miembros de Bonten.

Sus oponentes fueron abriendo paso entre ellos, dejando un espacio estrecho para que esa persona se ubicara en el centro del estacionamiento.

Llevaba puesto un uniforme similar al de sus compañeros, aunque en sus mangas tenía bordado unas palabras en un idioma que Mikey y Bonten en general desconocían.

Su apariencia era completamente diferente, pero más lo era su mirada. Sus ojos, sin ningún brillo especial, transmitían una sensación desoladora en medio del mismísimo infierno. De hecho, Mikey podía comprenderlo, viendo esa horrible y pesada carga que lo acompañaba desde hacía tiempo.

Llevaba sus manos guardadas en su uniforme, escondiendo mucho más que sus propios pensamientos. Cuando se acercó lo suficiente hasta el centro, detuvo su paso.

Su cabello ya no era del color artificial, sino que era tan oscuro como todo lo que lo rodeaba. Cejijunto y en silencio, aguardó la presencia del hombre que no dudó en tomar la palabra apenas lo tuviera enfrente.

—Takemichi Hanagaki... —expresó con seriedad.

—Manjiro Sano... —Hasta su tono de voz había cambiado. Él parecía una persona completamente opuesta a la que había conocido. —No esperes que te llame Mikey, porque esos tiempos han muerto junto con Takemitchi.

La lluvia no daba tregua. Los relámpagos iluminaban apenas sus rostros apagados por el dolor y la desesperanza. Los truenos se convirtieron en un cruento concierto de almas que caminaban en pos de un propósito que ya fueron olvidados o, tal vez, reemplazados por otros más tétricos y espantosos que vestían elegantemente entre las filas más empobrecidas.

Sus cabellos desordenados, con un corte y color diferente, denotaba el drástico cambio que ambos habían tomado. Porque

El dolor los unía, pero los enfrentaba en un terreno donde los dos habían olvidado su principal objetivo: la salvación.

¿Cuál era el propósito de Takemichi en ese momento? ¿Quién era ese hombre que aparentaba ser el mismo al que solían llamar 'héroe llorón'?

"¿Quién eres? ¿Dónde está mi verdadero héroe?"