Bajo sus pies se había formado un enorme charco de lluvia que reflejaba el gran dolor de sus almas. Sus corazones, marchitos y decepcionados, latían con fiereza al encontrarse frente a la única persona que lograba darle ese envión hacia la vida.
No obstante, el panorama resultó devastador en la apariencia de Takemichi.
Los relámpagos iluminaban sus rostros por breves segundos y en ese lapso, sus ojos vislumbraban la desesperación que residían en lo más profundo de su ser.
—¿P-por qué...? —De pronto, Mikey sentía una extraña y arrolladora presión que lo obligaba a callarse. Mas él tenía muchísimas preguntas sin respuestas.
—¿¿Por qué has vuelto?? —Fue lo primero que le cuestionó.
Takemichi desvió su mirada y chasqueó la lengua, mostrándose desinteresado ante la pregunta. Luego, sacó una de las manos de su bolsillo y la colocó sobre su frente para resguardar sus ojos de la lluvia. En ese momento, su mirada se dirigió hacia Mikey.
—No tengo la obligación de responder. —espetó con una peculiar serenidad. —¡¡La única razón por la cual estamos aquí es porque vine a cumplir la promesa que te hice!! —expresó con seguridad.
Cerró aquella mano que tenía sobre su frente y la extendió hacia Sano. Él inspeccionó su gesto y comprendió que Takemichi jamás había bromeado cuando dijo que pretendía convertirse en el líder de la ToMan.
Sin embargo, Mikey presentía que cada palabra de Hanagaki contenía un mensaje oculto entre líneas. No podía aceptar que él haya cambiado por completo y si existía una cualidad que lo identificaba, ese era su determinación ante un objetivo, el cumplimiento de una promesa a largo plazo.
Mikey tuvo apenas unos segundos para dudar de cada palabra y llegó a la conclusión de que Takemichi tuvo que sacrificar algo muy valioso de sí mismo para alcanzar sus objetivos.
Pero, ¿qué sería eso que dejó atrás? ¿Qué prefirió apostar para tener su victoria asegurada?
—Esto ya no es un juego de niños... —murmuró Mikey. Frunció el ceño y contuvo su rabia entre los dientes que apretaba con fuerza.
—No he venido a jugar, sino a derrotarte. —Volvió a recordarle. —¡¡¡A partir de este momento, te mostraré que siempre cumplo con mis promesas!!!
El eco de su voz silenciaba los descontrolados agravios de la tormenta que presenciaba aquel reencuentro. Encolerizada ante las horribles máscaras que debieron colocarse por las recientes heridas provocadas por el mismísimo destino, el firmamento les envió sus más crueles llamados de atención. Los rayos no sólo fracturaban el cielo, sino que eran señal de ruptura en sus propios conflictos internos.
Mikey aún no podía asimilar que el hombre frente a él fuera el mismo Takemichi, la persona que jamás se mostraba vulnerable y que era capaz de soportar decenas de golpes sin caer ni una sola vez. No quería entender que aquel día de julio no sólo había destrozado su rostro, sino su propio espíritu.
Takemichi, por otra parte, mantenía su compostura más firme que nunca. A pesar de que sus manos no pararan de temblar dentro de sus bolsillos, la determinación lo impulsaba a seguir adelante y por fin alcanzar la cima de sus objetivos.
—¿¿¡¡Dejarás que este payaso maneje todo!!?? —gritó Sanzu, ofuscado al ser detenido por Hanagaki. —¡¡Iré por todas esas cucarachas y las aplastaré!! —advirtió y apuntó nuevamente con su revólver, aunque en esa ocasión fue hacia Takemichi.
Después de meditarlo, Mikey ya estaba listo para seguir adelante. Él necesitaba recordar el pasado, lo que lo hacía feliz y lo que lo motivaba a levantarse cada día. Lo que anhelaba era resucitar los sentimientos y valores que se erigieron en la ToMan, aquellos ladrillos que cada uno de sus miembros fueron colocando para alzarlo hasta la cima de sus propios temores, reubicándolo en una posición de liderazgo donde podía sanar sus heridas gracias al apoyo incondicional de sus compañeros.
—¡¡Tú quédate en tu lugar!! —ordenó Mikey sin mirarlo. Sorprendido y encolerizado, Sanzu sostuvo su revólver con fuerza, apuntando hacia el suelo.
—¿Y me quedaré viendo cómo siguen charlando como si nada? ¡¡Este inútil es nuestro enemigo y todas esas personas también!! —argumentaba con la intención de convencerlo. —¡¡Esta es una guerra!!
—¡¡Estoy de acuerdo con él!! —respondió Senju, acercándose hasta su líder. —Esta es una guerra pero ni Mikey ni Takemichi son nuestros objetivos. Nosotros no buscamos pelea, sino acabar con esta mierda que ustedes crearon, ¿comprendes? —Senju buscaba el consenso con su hermano.
—¿¿No buscan pelea pero vienen a este lugar?? ¡¡No me tomen el pelo!! —Sanzu reía desaforadamente. —¡¡Qué ingenua e inútil eres, hermanita!!
Sanzu apuntó directamente contra ella y fue quitándole el seguro al revólver. Cuando estuvo a punto de disparar, recibió un duro golpe en su cabeza. El asombro de los presentes no se hizo esperar y el ruido blanco de aquel objeto metálico fue desgarrador, incluso para quienes no estuvieran cerca de ellos.
Detrás del cuerpo desvanecido y ensangrentado de Sanzu se encontraba Takeomi, otro de los hermanos Akashi. Los ojos de aquel hombre que perteneció a Brahman se encontró con los de su pequeña hermana y se disculpó en silencio por haberla abandonado. El fierro con el que había golpeado a Sanzu contenía rastros de su sangre y también fluía de la misma cabeza del agredido.
—¿¡Qué rayos haces, traidor!? —Fue lo primero que dijeron los miembros de Bonten antes de correr tras él.
Un gran número de ellos fueron en busca de Takeomi y fue la misma Senju quien los apartó de él, empujando, pateando y dando puñetazos certeros a todos los que tenían intenciones de desquitarse con su hermano. La ex líder de Brahman se impuso frente a todos los hombres y ellos la rodearon.
Apenas se movió el primero, mostró claras intenciones de desequilibrarla con una patada hacia sus tobillos. Los propios compañeros de la joven se encargaron de enviarlo hacia el extremo opuesto del que había llegado tras un fuerte puñetazo en las costillas. Nada más y nada menos que Wakasa y Benkei fueron los que encabezaron el contraataque.
Tan pronto como ellos se convirtieron en el centro de atención, los demás miembros de Bonten no se quedaron atrás y buscaron una pelea individual contra otro del bando contrario, llegando a casi ochenta batallas distintas en las cuales cada uno ponía en juego cada habilidad, ya sea arte marcial o ejecución sucia con armas blancas u otras improvisadas que encontraban en su camino.
El griterío tapaba el molesto sonido de la lluvia, mas los fantasmas de Takemichi y Mikey les impedían mover siquiera un músculo.
—Esto no tiene sentido... —murmuró Sano mientras trataba de hallar al antiguo Takemichi en aquel hombre. —¿¿Qué caso tiene todo esto??
—Desde que Draken murió, todo ha cambiado. Incluso tú y le prometí a él, a Emma, a Baji... Quién sabe a cuántas personas más le he prometido cuidar de la ToMan, pero me arrepiento de haber dejado atrás todo con una fe errónea. —Su voz quebrada lo degollaba sin compasión. —Tú eres la desgracia de todo, ¿comprendes?
"Tú tienes la culpa, Mikey. Por tu culpa, Shinichiro ha muerto. Todo porque querían verte feliz..."
La horrible voz de su mente empezaba a hacerse oír y cada instante en que leía los labios de Takemichi, sentía que cada espantosa palabra lo colmaba de un odio desmesurado que deseaba acabar con todo a su paso.
Definitivamente, él era un volcán a punto de erupcionar, arrasando con todo ser viviente a su paso.
No quería quedarse quieto ni en silencio, pues esa maldita voz lo torturaba cada vez que lo hacía y por eso prefirió juntar todas sus fuerzas en un punto clave de su cuerpo. En un ágil movimiento, deslizó su pierna derecha y guió la punta de su pie hasta la mandíbula de Hanagaki.
Aquella legendaria patada que había derribado a centenares de hombres y que aseguraba su victoria era su arma más letal.
La trayectoria de su pie era lenta bajo su mirada y analizaba detenidamente la curvatura de su cuerpo para alcanzar el punto al cual deseaba llegar. Cuando sus dedos rozaron la piel de Takemichi, sintió una fuerte presión en su tobillo que detuvo la patada que estaba por recibir.
Desconcertado, Mikey levantó su mirada y se encontró con la de Takemichi, quien lo miraba con recelo y decepción. Fue cuestión de unas milésimas de segundos en las que Sano observó en la lejanía de sus pupilas al joven que vivía lastimado por las palizas recibidas. Fueron esos breves instantes en las cuales Takemichi le entregó un flashback doloroso de un encuentro que jamás sucedió en aquella línea temporal pero que dolía tanto como si realmente hubiera pasado.
Fue un momento donde el tiempo se detuvo y en el que Mikey sintió la calidez de una de sus moribundas manos empapadas de sangre, la que sostenía su cuerpo con gran dificultad y que no estaba dispuesto a ceder ante la muerte sin antes escuchar al corazón de Sano. Él mismo oyó esa súplica que se convirtió en el detonante del último viaje de Hanagaki y la razón por la cual estaba allí, enfrentando al invencible líder de Bonten.
"¡¡Sálvame, Takemichi!!"
Incluso aquella frase resultó más dolorosa que cualquier herida física. Esa era la verdadera voz de su alma, la que gritaba por su salvación y la que anhelaba encontrar a la persona capaz de herirse al punto de rozar su piel en las llamas del infierno con tal de sacarlo del horrible lugar donde estaba atrapado.
Cuando volvió en sí, Mikey se percató de un detalle que llamó aún más su atención. Aquella potente patada que iba directamente hasta Takemichi había sido detenida con el doble de fuerza que él había aplicado. Su mano resultó ser tan fuerte como su determinación.
—Esto no es un juego de niños... —musitó y le dio un fuerte puñetazo en la mejilla izquierda de Sano, haciendo que él terminara en el suelo.
Cayó sobre el charco, con su cuerpo de medio lado hundido en el agua sucia. Sus ojos observaron cada gota derramada sobre ella, encontrándose en un punto de relajación máxima en la cual ninguna voz interrumpía para fastidiarlo.
Sin embargo, aquel ambiente carente de silencio pero colmado de sonidos que el corazón podía escuchar se tornó más hostil.
Cada gota que caía sobre esa pequeña laguna que intentaba ahogarlo en culpas y traumas que jamás podría superar —al menos no sin su consentimiento.— tras las decenas de desgracias que lo perseguían, representaba algo diferente.
Fuera del goteo que resonaba en su mente, otro sonido invadió su sentido auditivo. Se trataban de latidos lentos, sutiles y cálidos. Se acercaban a él e intentaban levantarlo del suelo pero no lo conseguía. Mikey alzó la mirada para encontrar a esa persona y se dio cuenta que era él, Hanagaki Takemichi.
Aunque su fría mirada lo arrojara a una espantosa hoguera, su corazón no mentía. Al contrario, lo delataba al punto de externar sus verdaderas intenciones.
—Levántate, Manjiro... —ordenó en voz baja.
No necesitó absolutamente nada más para decidirse. Él se pondría de pie y lo sacaría de ese cascarón para devolverlo a su lugar.
Sin dudarlo, Mikey formó uno de sus puños y logró asestarle un golpe en la mejilla derecha. Sin embargo, al contrario que él, Takemichi sólo volteó su rostro y escupió sangre.
Frunció el ceño e intentó volver a golpearlo con sus puños, mas Mikey ya estaba listo para pelear y defenderse.
Los movimientos de Takemichi eran precisos y fuertes. Él no se mostraba cansado y su furia residía en sus manos. Aquellos meses de entrenamiento con Wakasa y Benkei fueron claves para que él aprendiera técnicas para enfrentar a Mikey.
Takemichi intentó una y otra vez, chocando su puño contra los antebrazos de Sano, hasta que uno de ellos dio directamente a escasos metros de su ojo derecho. El corte era lo suficientemente profundo como para sangrar y empapar su rostro en ella. Sin embargo, él no se detendría y le mostraría sus pulidas habilidades de combate, en las cuales utilizaba no sólo sus tradicionales patadas sino sus fuertes golpes que inmovilizaban a las bestias más furiosas que haya conocido.
"¿No lo entiendes? Vamos, Mikey... Sucumbe ante ti mismo y derrótalo. Él no flaqueará y su resistencia será tu perdición..."
Aquella voz interior lo asfixiaba y anhelaba sacarlo de su inconsciente para deshacerse para siempre de él, mas resultaba imposible.
Mikey había cambiado demasiado y él mismo temía por lo que pudiera suceder. En ese nuevo lapso en el que detuvo el tiempo, observó a su alrededor. Los hermanos Akashi y sus compañeros luchaban acaloradamente contra Bonten. Sanzu despertaba lentamente, con una extraña expresión que denotaba cuán desorientado y adolorido estaba; no había límites para la disputa.
Y a diferencia de su anterior separación de la realidad, esa fue un verdadero golpe mortal para Mikey. Al regresar su vista hasta Takemichi notó la presencia de Draken, quien se aferraba a su hombro y alentaba a Hanagaki; Emma sosteniendo la mano de Ryoguyi, con lágrimas en sus ojos y una cálida sonrisa que calmaba los demonios más peligrosos. Al otro lado, Baji corriendo junto a Hanagaki, imitando aquel movimiento que tanto le había costado aprender en el dojo Sano.
—Ba... —Bastó apenas un balbuceo para conocer la potencia de la fuerza aplicada en su contra.
La patada impactó en el punto más débil que cualquier persona posee: la frontera entre el lóbulo de su oreja y la mandíbula.
Se derrumbó en el suelo, sin posibilidad alguna de volver a levantarse ni reaccionar. Sus ojos se cerraron de inmediato y sus oídos prefirieron seguir el mismo camino, dejando a Sano en el limbo de su inconsciencia.
En aquella oscuridad que conocía a la perfección, encontró un rayo de luz. Mikey corrió tras él y no paró hasta alcanzarlo. Se trataba de una puerta y esa misma era la de una habitación completamente vacía y fría.
Ingresó a ella y caminó lentamente. Sobó sus brazos y tembló ante la baja temperatura. Sin embargo, sintió cómo algo lo abrigó de pronto. Al voltear su rostro, se dio cuenta que se trataba de un hermoso y suave tapado negro que conocía perfectamente.
—Mikey, no deberías haber venido... —La dulce voz de la mujer que había tomado la palabra fue la culpable de las incipientes lágrimas que escaparon de los ojos de Sano. —Aún tienes muchas cosas que hacer afuera.
—Emma, yo... —No podía controlar los hipidos y su fuerza se desvaneció, cayendo al suelo intempestivamente. —¡¡Ya no quiero continuar en un mundo donde ustedes no estén!!
—¡¡Eres demasiado infantil, Mikey!! —Un tono imponente, la misma que despertaba respeto entre todos los pandilleros, se hizo eco de un escenario triste. —Oye, tú eres más de lo que crees. De hecho, alguien te necesita y deberás levantarte para salvarlo.
—¿Sal-salvarlo? —murmuró y secó sus lágrimas.
—¿Acaso no te dije que tú y la ToMan son todo lo que atesoraba en mi vida? —La presencia de otro de los hombres más importantes de su vida fue determinante para Mikey. —¡¡Levántate y entiende que no tiene caso que te hundas en la soledad y en esas amistades de mierda para matarte en silencio!!
Sano notó que su amigo de la infancia se acercaba lentamente hasta él mientras se ataba el cabello. Lo miraba con seriedad y luego cruzó sus brazos cuando se detuvo frente a Mikey.
—Baji... —susurró y llevó una mano hasta su pecho, apuntando directamente a su corazón. —Lo s-siento, es-estoy vacío...
—Manjiro...
Otra voz se presentaba entre ellos, mas no podía verlo.
—¿S-shin? —Ni siquiera pudo terminar de nombrarlo porque su alma de rompió en mil pedazos al rememorar el dolor que residía en su interior.
—Aún tienes algo pendiente. Vuelve a donde perteneces, Manjiro...
De pronto, el eco de las voces de Draken, Emma, Baji y Shinichiro se fueron desvaneciendo y la oscuridad volvió a obstruirle sus sentidos. Sentía cómo caía a un abismo del cual nunca volvería y al que ya estaba acostumbrándose de una cruel manera.
Cuando su cuerpo sentía la humedad y el frío que se adueñaba de su ser, abrió sus ojos. Allí observó el panorama más hermoso que jamás haya visto desde la muerte de su hermano: aquel uniforme que lo destacaba entre los mejores pandilleros de la región, el que imponía respeto entre los más fuertes y temibles.
La capa negra que lo protegía estaba en el suelo cubierto de agua por completo. Mikey podía ver claramente el viejo uniforme de Shinichiro que tenía un bordado extra que lo distinguía —o eso quiso creer—.
Takemichi estaba de espaldas a él y al principio no lograba comprender lo que pasaba a su alrededor hasta que su sentido auditivo recobró su fuerza.
—¿Ya ven? —Comenzó a oír los gritos de Senju hacia los demás presentes. —¡¡Su líder ha sido derrotado por el nuestro!!
¿Qué fue lo que sucedió? se preguntó Mikey en su estado. Aún no podía comprender cómo fue que aún no lograba levantarse del suelo.
—¡¡Si!! —exclamaron al unísono. —¡¡El invencible Mikey fue derrotado por Hanagaki!! —Los aplausos y los gritos de alegría de parte de los pocos que aún tenían fuerzas eran realmente desalentadores para quien conociera la derrota por primera vez.
—¡¡Como ya saben, Takemichi será el líder de la única pandilla!! ¡¡La más grande y la esperanza de nuestra ciudad!! —arengaba Senju y sus compañeros aclamaban por la presencia de Hanagaki.
No obstante, el líder que resultó victorioso se acercó hasta Mikey y lo miró fijamente hasta que sus orbes se encontraron nuevamente. La lluvia comenzaba a darles una tregua y gracias a que ya no caía de manera copiosa, pudo observar la verdadera mirada de Takemichi.
—¿P-por qué...? —Fue lo primero que preguntó.
—Lo siento. Pero los problemas se resuelven en nuestro mundo... —respondió a secas. De pronto, las lágrimas humectaron sus mejillas tal como lo hacía siempre.
—Tú...
—Era la única manera de salvarte —espetó en voz baja. —. Tu primer derrota y la disolución de Bonten. Todos sus integrantes pasarán a formar parte de mi pandilla y tú ya no tienes invicto.
—¿Q-qué pretendes? —Mikey apoyó sus manos contra el suelo y trató de incorporarse, mas su falta de fuerza le impedía levantarse.
—El mundo de las pandillas es absorbente, doloroso y deja unas horribles cicatrices que te recordarán las valiosas pérdidas de tu vida —Apretó uno de sus puños mientras intentaba contener su llanto. —. Por eso, a partir de este momento, te ayudaré a sanar tus heridas pero primero te sacaré de esta mierda tomando tu puesto de líder... —Takemichi dio media vuelta y, tras una mirada de esperanza, agregó: —A partir de hoy, el líder de la pandilla Tokyo Revengers se encargará de continuar con el legado de Shinichiro y creará un mundo ideal para los pandilleros. Yo me encargaré de que así sea, que te quede claro, Mikey... —Su cabello negro se revolvía con la brisa, dejando rastros de que su espíritu estaba escondido tras esa dura y oscura coraza.
Sin decir más nada, Takemichi continuó su camino dejando atrás al hombre que había suplicado su salvación. El mismo que sucumbía ante la rabia y la desesperanza por no saber cómo avanzar hacia el futuro que siempre había soñado.
Mikey no quitó su vista de encima y en ese momento entendió por qué Shinichiro no se encontraba con su hermana y sus amigos: él caminaba a la par de Takemichi, refugiándose en su cuerpo y enseñándole sus ideales para que, algún día, pudiera descansar en paz.
Comprendió que por más que quisiera, no encontraba la salvación en ningún otro lado porque todos lo consideraban invencible, fuerte y determinado. Una falacia derrumbada por Takemichi, quien demostró que Mikey era vulnerable, inestable y cobarde en su propia oscuridad.
"El héroe llorón, Hanagaki Takemichi.
El hombre que fue lastimado una y mil veces con tal de proteger lo que amaba y apreciaba; el que soportó los golpes del amigo que tanto admiraba y que lo impulsó hasta la cima.
El único que tuvo las agallas de vencerme, salvándome de la presión de ser el mejor, de estar rodeado de dolor y de malas influencias.
La persona que tuvo una última oportunidad para ser feliz y prefirió sacrificarla por la única persona que creyó que no lo era ni lo sería jamás.
La que escogió mi hermano para que abriera los ojos y que respetaré por sobre todas las cosas.
No me perdonaré el haberlo roto aquella vez, ni que él sacrificase su felicidad por la mía. Pero haré lo posible para no recaer y para salir de este abismo que me atormenta desde pequeño...
Takemitchi, perdóname. Desde que Draken falleció, me sentía tan vacío y desprotegido que acabé sucumbiendo a mi propia oscuridad. Olvidé por completo que tú seguías allí y eso cegó mis sentidos. Creí que si continuaba caminando por ese sendero me encontraría con ellos, pero me equivoqué.
Me costará trabajo superar el dolor y dejar atrás el pasado. Me costará mucho más mirarte a la cara y no recordar el instante en el que casi arrebato tu vida.
Pero lo que más me costará es pedirte perdón y sé que debo hacerlo de frente. Siento vergüenza por mis actos y antes de pedirte perdón, se los pediré a Kenchin, a Emma, a Baji y a todos los que confiaron en mí..."
Fue en en ese preciso instante en el que Mikey asumió que Takemichi se había vuelto serio, frío e insensible para adaptarse mejor a ese mundo. Sin embargo, lo que no cabía duda era que aunque careciera de lágrimas, Hanagaki podría llorar un océano entero por las personas que amaba y admiraba.
Tal vez, sólo tal vez, Mikey se aferraba a la idea de que algún día podrían volver a ser felices y recuperar esos valores que se fundaron en ToMan. Sano estaba seguro que, si permitía que Hanagaki lo guiara, volvería a encontrar la luz de esperanza que había perdido hacía tantos años. Esa misma que alimentó su sueño de crear una era mejor para los delincuentes, una que Takemichi haría realidad para que él pudiera ser feliz...
Por primera vez.
Fin.
