Disclaimer: Santa Meyer los crea y ellos se juntan; yo sólo me tomo ciertas libertades con ellos. Los personajes que no son de Twilight son de mi invención, a menos que existan en la vida real y no es el caso.

El capitulo pasa por beteo y varias revisiones, pero una que es humana, ha podido meter dedazos en cualquier lado. Pido perdón si son tan enormes que os hagan sangrar los ojos. Lejos de mi intención xD.


Heavy in your arms by Florence and the Machine.


"Edward, lo siento.

En este instante me disponía a irme a La Push para celebrar mi cumpleaños con Jacob y la pandilla.

Yo no quería, pero me han preparado una fiesta…¡Son unos traidores de mierda!

Les dije que no quería nada de celebraciones, pero ya ves…Jacob nunca me hace caso. Espero que aún tenga dominio sobre ti, y tú no me hayas comprado nada…¡De verdad, nada! ¡Edward, hablo enserio!

No sé cómo decirte esto, pero…gracias. Gracias por todo lo que estás haciendo por Jacob.

Sé que no lo haces por él…¡Que es por mí!…

No puedo imaginar lo mucho que esto te debe doler. Tuviste que parar la boda cuando ya todo estaba listo, me dejaste ir a Alaska para buscarle y decidiste darme un margen de tiempo para poder estar más tiempo con él.

Me duele tanto que te hayas tenido que irte a Seattle para poner tierra de por medio.

Jacob aún no está bien y me necesita. Gracias por entender que aún hay algo dentro de mí que se resiste a separarme de él. Es una herida demasiado reciente para no abrirse y empezar a sangrar…

Él me dijo una vez que estar juntos era tan fácil como respirar. Y tiene razón, pero no puede comprender que, si no hay corazón dentro, no se puede respirar.

Y tú eres mi corazón. No tengo la menor duda con quien quiero estar…aunque necesito tiempo…Jacob necesita tiempo…

Te…

El mensaje se cortó justo en ese instante. O más bien el vozarrón de Jacob se hizo demasiado notorio como para encajar en aquel monólogo tan íntimo.

El vértice de nuestro triangulo se había hecho presente.

"¡Bells, vamos!", oí que le exigía mientras oía un sopló resignado por parte de Bella, para después reírse despreocupadamente ante el atrevimiento de Jacob. "¡Eres el alma de la fiesta y como te retrases un minuto más, estos gilipollas se comen la tarta antes de soplar las velas!"

Sonreí secamente al imaginar los ojos en blanco de Bella ante la desvergüenza del chucho; ahora que no estaba delante de ellos, me podía permitir dirigirme a él con los términos apropiados.

Tuve que agudizar demasiado el oído para distinguir lo que parecía un ruego tenue por parte de Bella.

Un susurro le pedía a Jacob que le dejase un tiempo para terminar la llamada.

Podría pecar de aprensivo, pero el dejé de la voz de Bella era más propio de hablar con un vulgar Newton que con la persona con la que, hasta hacía apenas un mes, había prometido unirse durante el resto de su vida…y más allá de ésta.

Fruncí el ceño y arrugué la nariz con un cierto resquemor ronroneándome por dentro.

¿Aquella era mi Bella? ¿La misma que me había jurado amor eterno, a pesar de un tercero? ¿Por qué actuaba ante Jacob como si me tratase de un compañero de clase?

Era pueril…y muy humillante que temiese herir los sentimientos de aquella bola de pelos rellena de esteroides, mientras pisoteaba los míos con la excusa de la distancia.

Aquella grabación en mi contestador, era la primera vez en un mes que había oído su voz, haciendo caso omiso a mis diez mensajes de voz diarios que iban desde la súplica hasta lo peligrosamente psicopático, viéndose agravado por la pena y la decepción de hacerlo más a menudo.

Por supuesto, Jake hacía suyo el lema de: "Todo vale en el amor y la guerra." Por lo que no estaba dispuesto a concederme una tregua.

Ahora que veía el camino libre hacia el corazón de Bella, —en mayor parte, por haber sido yo quien me quitase del medio, ¡Idiota de mí!—no cometería el mismo error que yo.

Aun sin estar presente en el salón de casa de Bella, averiguó quien era el que estaba al otro lado, y sin hacer caso a las quejas de Bella de dejarlo estar, debió arrancar de sus manos el auricular del teléfono y me dejó un mensaje donde me dejaba constancia de todo su cariño hacia mi persona.

"…Escucha, chupa…—oí a Bella increparle por el uso de la palabra con la que me definía, y éste, a regañadientes, se vio obligado a rectificar sin perder su prepotencia y pagado de sí mismo, ya que se podía permitir una pequeña derrota ante mí—…Quiero decir, Edward, te diría que siento que no puedas estar en el cumpleaños de Bells. Pero eso sería mentirte descaradamente. No te ofendas, tío, pero se trata de una celebración para vivos y tú, precisamente, no eres el alma de la fiesta. No te preocupes, cuando vayamos al país de las Maravillas, celebraremos un no-cumpleaños en tu honor…"

—Chucho, empieza a ampliar tu variedad de chistes anti vampiros. Éstos se están quedando muy desfasados—dije al contestador, el cual podía recibir todo mi sarcasmo sin darme una réplica. Todo lo que me sentía capaz de soportar en aquel momento.

Jake nunca había conocido el sentido de la moderación, —o estaba tan seguro de su victoria aplastante— , y realmente no había nadie que pudiese pararle los pies, continuó cebándose contra mi persona, mientras me limitaba a echar la cabeza hacia atrás, apoyándola sobre la pared, preguntándome estoicamente cuantos minutos de contestador quedaban. Jake no iba a parar hasta que gastase el último segundo.

"Sé que le debo un regalo a Bells, y creo que lo que más le gustaría a ella es que enterrase el hacha de guerra contigo y que intentásemos ser civilizados el uno con él otro. Sí, el gesto de irte un tiempo para dejarme un margen es todo un detalle por tu parte. Pero…, no, lo siento, definitivamente, no puedo estarte agradecido. No puedo guardar esa mentira dentro de mí, y creo que tú apreciarás que seamos sinceros el uno con el otro.

Porque, si lo pensamos fríamente, si te tuviese que agradecer que dejases libre a Bella para irme a buscar y luego irte a Seattle, fingiendo abnegación total, también tendría que recordarte que tú fuiste el causante de todo. Me enviaste aquella invitación de boda para regodearte de mí y darme a entender que la chica era tuya… ¡Ni de coña, tío! Antes me corto las venas delante de uno de tus compadres chupasangres, que tener que estar en deuda contigo. Es igual que darle una palmadita en la espalda a un asesino en serie que ha decidido matarte después de anestesiarte para que no sufra nada. ¡Todo un detallazo!

Sí, has decidido irte, y como dudo que puedas leer mi mente desde el teléfono, así que te lo diré claramente. No me encuentro lo suficientemente bien para fingir cortesía ante tu presencia. Bella está bien y eso, creo que te importa, es lo primordial. Ahora me encargo yo.

¡Quédate en Seattle durante un tiempo! Es más, ahora que lo pienso. Estás demasiado cerca para no tener la tentación y coger el coche para plantarte aquí en unas horas. Incluso te invitaría a irte un poco más lejos… ¿Qué tal Transilvania?

Colgó el teléfono sin dar la más mínima oportunidad a Bella de despedirse a pesar de sus insistencias.

En el fondo, no le culpaba. Mi parte egoísta me había aconsejado que, si cedía, esto era lo que pasaría. Y ahora sólo podía burlarse de mí por mis "nobles" impulsos.

"Edward, te mereces perderla por ceder a los chantajes de un crío", me decía una parte de mí.

Y si esa parte se veía fortificada por las insistencias fervientes de mis hermanos y Esme en que no cediese ni un ápice a sus exigencias—fue trágicamente irónico que todos ellos se pusiesen de acuerdo—, debería haber sido categórico y haberle parado los pies.

Extraña naturaleza la del amor, ¿no es así, hijo? ¿Cuáles son los méritos de Jacob para ser más digno del amor de Bella? No lo hará. Si la amase con esa intensidad con la que clama, no recurriría a esa clase de chantaje, sabiendo como la heriría. Sin embargo, si realmente no fuese tan intenso, él mismo se daría cuenta de la estupidez que es perder la vida por quien ni ama ni le corresponde.

Los pensamientos de Carlisle—quien, tan prudente como siempre, no había dicho una palabra reprobatoria sobre asunto y mis decisiones, pero mentalmente lo reprobaba categóricamente—eran la aguja que pinchaba mi naturaleza más posesiva.

Y en aquel instante, el monstruo que había en mí era el que me estaba salvando de caer en el mismo abismo que hacía unos meses, aunque sólo fuese para retroalimentar mi ego.

Si había dejado que Bella fuese a buscarle y, después, le cuidase hasta que se encontrase lo suficientemente bien para seguir su camino, tenía que prepararme para lo que pudiese suceder. Incluso, para lo peor.

Me preguntaba si aquello no era una forma cruel del destino para concederme lo que había pedido meses atrás. Llegaba dolorosamente tarde, cuando yo me consideraba medianamente feliz y medio reconciliado con mi yo más egoísta.

Me dejé caer en la cama como un peso muerto para pasar el rato mirando el desconchado del techo. No duré ni una décima en aquella postura cuando algo se clavó en mi espalda, produciéndome una desagradable sensación.

Por quinientos dólares al mes y con un regente de residencia estudiantil con aires de mafioso ruso, no podía quejarme de la calidad del colchón.

No se atrevió a replicarme cuando le pagué dos meses por adelantado, y personalmente no le importaba si era un estudiante rezagado y que se había tenido que conformar con lo que había a última hora, o un asesino en serie, o carne del suicidio. Mientras no le complicase la vida y pagase religiosamente, él estaba dispuesto a mis extravagancias; y dado que aquellos veinte metros cuadrados estaban libres de seres vivos molestos y no olía repugnantemente, podía tener un visto bueno.

Pero no se trataba de un muelle. Con una sensación agridulce inundando mi pecho, cogí la caja recubierta de terciopelo, la abrí y me quedé mirando fijamente el anillo de mi madre, que hasta hacía un mes se encontraba en los dedos de la mano amada.

No podía recordar sin que los ojos me picasen y el pecho se llenase de congoja, cuando Bella, después de rogarme que me fuera un tiempo, me devolvió el anillo.

Jacob odia verlo en mi dedo— me confesó con cierta desilusión—. No te estoy rechazando. Sólo te pido que lo guardes como si fuese una parte de mi corazón. Cuando todo vuelva a ser como debería ser, lo reclamaré.

"Isabella Swan, eres muy inocente o quieres engañarme para que lo digiera mejor", me reí agriamente. No había forma de que todo volviese a ser como antes. Había un par de variables que habían perturbado toda la ecuación, y aún si una de ellas desaparecía, el resultado no sería nunca el deseado.

Aun cuando Jacob se imprimase, olvidándose de Bella muy a su pesar, el daño ya lo había causado, y la huella que había impreso en su espíritu.

Aquel era mi castigo por mi falta cometida: Amar la parte de Bella que me pertenecía, y odiar la que había sido capturada por Jake.

Si alguna vez había sentido algo así como cierta camarería hacia Jacob, el estar lejos de ellos, hacía revivir todo mi resentimiento.

Aun cuando la situación de hacía unos meses era similar a ésta, había algo que la hacía infinitamente mejor. El saber que Bella me amaba…aún.

Y podía estar encerrado entre cuatro paredes, saliendo únicamente lo necesario, en una ciudad como Seattle—lluviosa, oscura y desalentadora, aun cuando fuese de climatología perfecta para mí—, donde realmente no se me había perdido nada, sólo con aquel leve y esperanzador consuelo.

No me sentía tan miserable como para no querer ver a nadie, pero tampoco quería que alguien estuviese rondándome las veinticuatro horas con pensamientos de lastima hacia mí y mis circunstancias. Por eso, y algunas razones más, había rechazado la proposición de Carlisle de irme una temporada a Denali, a pesar de las insistentes—hasta exageradas y artificiosas—protestas por parte de Tanya.

Había insinuado que, ya que no iba a haber boda, por lo menos se alegraría de tener a su encantador primo en su hogar durante un tiempo. No dudaba que la invitación fuese completamente sincera, pero había algún tinte de culpabilidad por no haber acudido en nuestra ayuda por el asunto de Victoria, y era demasiado cruel imponer mi presencia a Irina cuando, claramente, ésta no había podido perdonarnos nuestra relación con los asesinos de Laurent.

Extrañamente, la excusa más ridícula, la de no alimentar los celos de Bella imaginándome con Tanya—quien ya se había resignado que no cambiaría de opinión, ni a corto ni a largo plazo—, era, irónicamente, la razón de más peso.

Podía sonreír maliciosamente ante el resoplo de resignación de Emmett antes de verme partir de nuevo. Y antes de darme un fuerte abrazo, me dijo algo malicioso:

—Es una buena chica, Ed. Pero, a veces pienso que se merece una dosis de propia medicina. Búscate una tía cañón y dale unos pocos celos. Ya verás cómo espabila, deja al pulgoso en la perrera y corre a tus brazos.

¡Hum! Tentador…Tentador, estúpido e infantil. Sólo a Emmett podría habérsele ocurrido. Había un equilibrio muy tenue en nuestra historia como para aumentar la tensión en nuestro frágil hilo y acabase rompiendo todo sin solución.

Mientras jugaba con la tapa de la caja, el irritante politono de mi iPhone desvió mis pensamientos. En un movimiento rápido, cogí el móvil, comprobé con el rabillo del ojo de quien se trataba, para después gruñir molesto y volver a dejarlo en su sitio.

No me preocupaba mucho. Estaba seguro que después de la décima llamada, dejaría su mensaje.

Efectivamente, media hora después, mientras buscaba mi desgastado ejemplar de Cumbres borrascosas y me preparaba para salir, la pantalla se iluminó advirtiéndome que tenía un nuevo mensaje de buzón de voz. Tardé unos segundos antes de estar seguro de querer escucharlo. Antes de tener que arrepentirme, di al botón y aguanté estoicamente una retahíla de palabras rápidas y alteradas procedentes de Alice.

"Ed, ¿por qué tengo la sensación que me estás evitando? Es la vigésimo tercera vez que hablo con este estúpido aparato y no contigo en el día de hoy. Bueno, espera, Jazz me dijo que contase hasta diez…cien antes de decir… ¡Hum!...uno, dos, tres, blablablabla…noventa y nueve y cien. ¡Venga, Alice, tú puedes! Edward, no estoy enfadada contigo…ni con Bella. Ni siquiera puedo estarlo con ese criadero de pulgas andantes que… ¡Sí, sí, lo sé, se llama Jacob!...En definitiva, ha pasado un mes y tengo que mentalizarme que tanto esfuerzo y cariño no ha servido para nada, pero que eres mi hermano y te quiero. No te preocupes, Bella te quiere y a largo plazo, habrá boda. Por lo menos, por su parte.

Estoy hablando de largo plazo, porque ahora mismo estoy viendo una gran interferencia que no me permite di lucir su futuro. Sé que te prometí cuidar de ella, pero, si está rodeada de perros por todos lados, y Jacob se comporta como un perro guardián, yo no puedo hacer nada. No puedo decirte siquiera si te llamará, porque, desde que te has ido, prácticamente se trasladado a vivir a La Push. Y Sam nos ha expresado muy claramente que no somos bienvenidos a la reserva".

Me masajeé las sienes como si pudiese hacer que la sangre pudiese ir más rápido y que no me produjese migrañas. Odiaba los teléfonos de alta gama y sus minutos extras en los contestadores.

Fui buscando la mochila y los materiales que necesitaba para mi próxima clase, escuchando, resignadamente, como mi hermana maldecía y perjuraba por no haber sido invitada al cumpleaños de Bella. Si todo hubiese salido tal y como lo habíamos planeando, hubiese sido su primer cumpleaños de su nueva existencia, y no pensaba que estuviese en condiciones de ninguna celebración.

Aun así, se me dibujó una sonrisa cuando Alice mencionó el regalo que había comprado a Bella pero que aún no había enviado por su propia petición. A pesar de lo enfadada que estuviese conmigo, siempre iba a estar pendiente de mi futuro, aunque podía intuir la mano de Carlisle y Esme en todo este asunto.

"¡No hagas caso a las tonterías que Bella te dice sobre los regalos! Seguro que ese iPod último modelo, le encantará".

Me puse el jersey y busqué las llaves del coche para disponerme a salir. En ningún momento, dejé de escuchar lo que me contaba mi hermana sobre los cotilleos del pueblo. No habían sido muchos, porque, después de los que generamos nosotros y nuestro amago de boda, todos nuestros compañeros de clase habían partido hacia la universidad.

A Charlie, a pesar de tener más tiempo en casa a su hija, no le había hecho demasiada ilusión que Bella tirase su futuro por la borda y decidiese quedarse con Jacob. Pero ella le había convencido de necesitar un año sabático, aunque eso no tenía que alterar mis planes y retenerme injustamente, por lo tanto, yo esperaría a Bella en Dartmouth, donde mis hermanos habían dicho a todo el mundo que me habían aceptado y me encontraba allí en aquellos momentos.

"El otro día, Charlie vino a visitarnos y tuvo una extensa charla con Carlisle. Sí, aprobaba que Bella se hubiese echado atrás con lo de la boda, porque pensaba que sois demasiado jóvenes y os estabais precipitando. Tuve que dar un codazo al tonto de Emmett cuando se río al oír a Charlie preguntar si de verdad, no la habías dejado embarazada. Pero, el caso es que está muy decepcionado con Jacob y la actitud de Bella, y estás ganando puntos positivos…"

Ignorando a una gran masa de estudiantes que se habían reunido en el hall para ir juntos a las clases, me dirigí hacia el garaje y en la plaza número diez—un privilegio que me había ganado por ciento cincuenta dólares mensuales—, se encontraba mi Aston Martin. Había vendido mi Volvo plateado y estaba en gestiones de conseguir el último modelo y mirando si podía conseguirme un Lamborghini, por lo que, a mi pesar, tuve que llevarme aquella pequeña maravilla. De paso, evitaba que Emmett y Jasper lo utilizasen para hacer carreras de coches.

Como ya iba siendo habitual, había a su alrededor un grupo de cinco personas que se dedicaban a hacer fotos con su móvil como si estuviese ante un espejismo. Al verme pasar, se apartaron con cierto temor, pero al ver que estaba pendiente del teléfono y no les prestaba la más mínima atención, una chica se envalentonó y me hizo un par de fotos mientras me subía al coche.

"¡Oh, Dios mío! ¡Es el complemento perfecto para el coche! Me pregunto en que películas habrá salido."

Reprimí una sonrisa burlona mientras maldecía el no acostumbrarme nunca a la superficialidad de los humanos ante lo aparentemente hermoso.

Mientras arrancaba y ponía las manos en el volante.

El mensaje de Alice llegaba a su fin:

"Bueno, aunque no me llames, sé que estás bien. Y por lo que veo, no vas a hacer ninguna tontería. Aparte, de leerte ese estúpido libro. Es demasiado tóxico para tu estado…Bueno, quiero que me llames. Te quiero y te echo de menos."

.

.

.

Extrañamente, coger asiento en la clase de literatura inglesa, era un completo reto. Todo el mundo quería ponerse en la última fila, porque el eminente profesor Wool no era un aliciente para aprender a amar la lectura de los grandes clásicos. Cualquier amago de pasión que despertasen Romeo y Julieta, aquel profesor de segundo orden era capaz de matar todo sentimiento con sus aburridas reflexiones sobre el comportamiento humano. Tardé un par de días y veinte pensamientos en darme cuenta del verdadero interés de los estudiantes por esta asignatura.

Al final del semestre haría un seminario sobre la última novela de moda donde se describía la enfermiza relación entre una estudiante y un millonario obsesionado con los juegos sexuales extremos. Cuanto más intentaba adentrarme dentro de la mente de las chicas, menos podía comprender que podían ver en aquella relación tan degradante. Con un poco más de consideración, caí en la cuenta que no quería saberlo y mucho menos si tenía que estar analizando, una por una, los pensamientos más sucios procedentes de altos niveles de hormonas y cuerpos sedientos de sexo peligroso.

¡Humanos!

Como ya era costumbre, apoyé mi rostro sobre mis brazos estirados en la mesa, intentando batallar contra hormonas en plena ebullición, sin poderme imaginar que un agradable—pero no tentador—aroma a frutas tropicales y a lana mojada podría cambiar tanto el transcurso de los acontecimientos. Al llegarme aquel olor a hasta mis papilas olfativas llegué a dos conclusiones.

La primera era un dolor residual en la garganta, recordándome que hacía casi tres semanas que no me había alimentado en condiciones, y ya era hora de hacerlo.

Y la segunda, que aquella humana—su olor fresco y penetrante indicaba que era una joven de veinte años como mucho—tenía toda la intención de violar mi estado de intimidad, y sentarse a mi lado.

Si mi actitud apática no le indicaba que no quería a nadie cerca de mí—ni una silla de distancia, ni delante ni atrás—, tenía que ser algo más directo.

Sin molestarme en cambiar de postura, me limité a emitir un gruñido ronco.

— ¿No ves que está ocupado?

Creí que había conseguido lo que me había propuesto, ya que noté como la sangre subía furiosamente hasta su rostro, y sus pensamientos desordenados e inconexos denotaban sorpresa y disgusto. Sólo duraría un segundo antes de cambiar de emoción casi tan rápido para que me acostumbrase, y mostrarse cortante y muy molesta.

— ¡Oh, lo siento!—replicó con su voz rebosante de sarcasmo. A mi pesar, tuve que reconocer que era una voz agradable, demasiado para una humana. Incluso para un vampiro. Aun así, no me digné a mirarla. —No recordaba que ciertas personas han pagado el doble de matrícula para poder tener un sitio para sus libros.

Y se alejó hasta casi unas diez filas más adelante sin dejar de pensar en todos los improperios dirigidos a mi persona.

"Gilipollas".

Sus pensamientos hostiles a mi persona lograron sacarme una pequeña sonrisa. Tenía que reconocer que me lo había ganado. La próxima vez me limitaría a mirarla fijamente. Tenía los ojos suficientemente oscuros para intimidarla y que ella misma hubiese intuido que aquello no era buena idea.

Por suerte, se olvidó de mí en cuanto consiguió un asiento lo suficiente lejos. Con esfuerzo, levanté la cabeza y sólo pude distinguir una trenza dorada varios asientos por delante. Al llegar el profesor Wool, no me fue difícil localizar aquel timbre de voz tan peculiar entre miles de pensamientos de resignación y aburrimiento, y en cuanto éste anunció que la novela a analizar para esa semana y la siguiente sería Cumbres borrascosas, sus pensamientos me llegaron en un susurro de hastío. Me mordí los labios para evitar una sonrisa amarga. Estaba seguro que aquella chica había ido a estas clases para oír cosas del tal Grey, Gray…o como se llamase aquel individuo, nuevo icono sexual de las jovencitas. Resultaba superficial y muy decepcionante. Realmente, ¿por qué estaba esperando que me sorprendiese? Estaba seguro que esa clase de experiencias sólo ocurrían una vez en una larga existencia.

El profesor Wool nos contó muy orgullo que las obras de las hermanas Brönte habían sido la base de su tesis doctoral, y Cumbres había sido primordial para conseguir su cum laude. Por lo tanto, me resigné a varias semanas de seminario de tal idolatrada obra. En mi caso, no podía sentirme más identificado con Heathcliff de lo que ya estaba.

La clase siguió con una lectura de un fragmento y a partir de allí se abrió la veda para preguntas, respuestas y opiniones para el libro.

Me sorprendí con aquellas chicas, que esperaban el turno de aquel best seller, empatizasen de inmediato con la historia de Heathcliff y Cathy. Tal vez era cierto ese tópico que a las chicas les gustaban los chicos malos, con chupa de cuero, moto, tatuajes y descamisados. Posiblemente, Heathcliff, de haber vivido en pleno siglo XXI, hubiera respondido a ese estándar.

Mi sonrisa pronto se desvaneció. Bella también se había unido a esa opinión, aunque Jake entraba más en la definición de macarra de medio pelo. Y ese macarra tenía la mitad del corazón de mi chica y aquello inundaba mis pensamientos de tal forma que, incluso, en un seminario insustancial, no se desvanecían.

Como todos los alumnos estaban de acuerdo en alabar el amor entre los protagonistas, la media hora que faltaba para que terminase la clase, iba a ser muy aburrida.

Como un quinceañero, cogí el móvil y vi que no había recibido ni una llamada ni un mensaje.

Suspiré.

Sin la esperanza que Bella fuese a contestarme, empecé a escribir en el teclado:

"No puedo vivir sin mi vida, no puedo vivir sin mi alma".

Esperé unos segundos. Sin respuesta.

Otra vez insistí, o me desahogaba.

"Me he acordado de nuestras charlas literarias. Seguro que tú podrías explicar la naturaleza de Heathcliff mejor que ese cum laude de poca monta".

Mensaje enviado. Sin respuesta.

"Ahora mismo, siento demasiada simpatía por Heathcliff. ¿Eso me convierte en un monstruo?"

Un silencio a mi alrededor sólo interrumpido por la exposición de un chico dos filas por debajo de mí, hablando sobre las circunstancias idóneas para escribir esa novela.

"Creo que Alice está algo disgustada por no haberte podido hacer una fiesta de cumpleaños. Sé que lo odias, pero me gustaría que hicieras el esfuerzo por ella. Es una deuda por lo de…Sólo hazlo, por favor. En fin, pásalo bien en tu fiesta."

—Pues yo creo que ningún libro puede describir con tal intensidad la naturaleza del amor—manifestó una de las alumnas de la primera fila.

Conclusión que coincidía plenamente con la opinión del señor Wool, aunque no la manifestase en voz alta.

—... No puedo estar más en contra de la afirmación de mi compañera. Si alguien se declarase diciendo amarme como Heathcliff ama a Cathy, ¡por Dios! ¡Más me valdría estar muerta!

Todo susurro habido hasta entonces se cortó, incluso podría decir que se podía oír el zumbido de una mosca en la sala. Me sorprendí cuando descubrí que yo mismo había dejado el móvil de lado, y estaba realmente interesado en lo que pudiese decir la chica que había soltado aquella afirmación rotunda.

No me costó rastrear sus pensamientos y llevarme hasta la propietaria de aquella trenza. La misma que me había insultado mentalmente.

En aquel instante, su mente era un circuito de carreras, maldiciéndose y lamentándose por haber sido demasiado ligera de la lengua. No se había dado cuenta que lo había dicho en voz alta hasta ser consciente que era el centro de atención.

El profesor Wool, una vez se repuso de la blasfemia que era meterse con su adorada novela, decidió vengarse de ella.

Carraspeó y se dirigió a ella con una voz aparentemente cordial:

— ¡Vaya! Una valiente dispuesta a desmentir todo lo que eruditos de otras épocas, mejor informados y que han dedicado más de una lectura y un estudio, han afirmado sobre esta obra.

El olor de la sangre que me llegaba estaba concentrado en su rostro, indicaba lo avergonzada que se sentía al ser el centro de atención, y lo injusto de la decisión del profesor por castigarla por no estar de acuerdo con la mayoría.

Respiró profundamente y, dado que ya estaba perdida, decidió no callarse nada y seguir con su argumento.

—Señor Wool, espero que mi opinión sobre la mezquindad de los personajes no le haga caer en el error de criticar a su escritora. ¡Hum!, no es mi intención desprestigiar a todos los eruditos que han analizado y llegado a la conclusión que es una novela cumbre del romanticismo, y mi opinión de escolar que sólo ha hecho un trabajo para el instituto, no le haga pensar que la señorita Emily Brönte no se merezca ese puesto. Efectivamente, estoy de acuerdo que Cumbres Borrascosas es un gran reflejo de la condición humana.

Hizo una pausa para percatarse que estaba siendo escuchada, y al ver que el profesor Wool se rascaba la barbilla, meditando sobre las palabras de la joven, más segura y con una voz más clara y concisa, que determinó:

—Sin embargo, la relación entre Cathy y Heathcliff se basa en la dependencia, el egoísmo de ella y el rencor de él. Es una relación demasiado tóxica y destructiva. Todo lo contrario de lo que es el verdadero amor.

El profesor asintió como si encontrase muy interesante los argumentos, y para humillarla más, la invitó a salir al estrado para que defendiese su idea.

—Bien, señorita…

—Dashwood (1), señor.

—Señorita Dashwood, salga a explicar a sus compañeros cuál es su concepto del amor y, por qué Cumbres Borrascosas no cumple con sus ideales románticos.

La chica salió nerviosa y resignada. Desde mi asiento de atrás, sólo podía mostrarle mi lejana simpatía y cierto remordimiento por haber sido tan brusco con ella. Si la hubiese dejado sentarse a mi lado, ahora mismo no estaría metida en semejante situación. Posiblemente, me aburriese tanto que necesitaba ser protector con alguien. También había ganado puntos su singular apellido, pero dudaba que ella lo llegase a entender.

Para mi sorpresa, llegó sana y salva al estrado, sin pegar un solo traspiés, aunque mi inconsciente me estuviese traicionando y la viese en el suelo. Si no llegaba a caminar con gracia, pero sí con firmeza y seguridad.

Como si se la estuviese juzgando, se volvió lentamente hacia nosotros, cabizbaja, jugando impulsivamente con un mechón suelto de su peinado, y deseando que se la tragase la tierra.

Pero decidió apechugar con las consecuencias de sus palabras, tragó saliva y empezó a hablar en voz baja.

—Mi idea del amor no es muy distinta de lo que todo el mundo aspira, señor Wool—se defendió débilmente.— El amor de un padre, una madre y un hermano siempre va condicionado por los lazos biológicos o de cercanía; los de los amigos por razones sociológicas, incluso de afinidad. Sin embargo, nadie, a excepción de los enamorados, puede comprender el porqué del amor romántico. Es mágico. Charlotte Brönte, señor Wool lo definió en Jane Eyre como simpatías naturales. En nuestra época lo llamaríamos conexión. Y como la verdadera magia, sólo puede ocurrir una vez y para siempre.

A medida que hablaba, se desinhibía más hasta el punto de importarle bastante poco que pensasen de ella. Era su argumento y lo defendería. Todo el mundo dejó lo que estaba haciendo con anterioridad para sólo fijarse en ella.

Incluso su hechizo hizo mella en mí, dejando el móvil a un lado y tener sólo ojos para ello.

Había algo en su voz increíblemente atrayente que te impedía dejar de escucharla.

Poco a poco fui examinando sus rasgos y llegué a la conclusión que era una chica muy atractiva a nivel humano, —una definición, sería belleza americana—, aunque no era mi tipo.

Su figura me evocaba a Rosalie cuando era humana: Esbelta, con algunos centímetros menos que aquella, rubia, pálida, labios rojizos y buen gusto por la ropa de calidad. Aunque, había algo en sus ademanes que la hacía menos intimidante y más cercana a mi impresionante hermana.

Volví a sonreír ante la ironía. No me esperaba que alguien lograse sorprenderme de nuevo.

Incluso el profesor Wool, reacio ante sus argumentos, se había olvidado de apuntar los puntos más conflictivos de su exposición. Sólo podía escucharla y asentir por cada frase. Ni siquiera abrió la sesión de preguntas para abrir el debate. Sólo se oía a ella, y de cierto modo, estaba disfrutando con ello.

—Y después de todo lo que he dicho sobre el amor, reitero en la relación entre Heathcliff y Cathy. Su relación no se basa en buscar la felicidad el uno en el otro. Creo que a ella le gustaba el riesgo que implicaba su relación con él. Él era como un chico malo, y creo que, en todas las épocas, las chicas nos encantan los malos.

Aquel comentario arrancó algunas risas.

—Pero, en el fondo, creo que era más conservadora de lo que la autora nos quiere dar a entender, y por mucho que clamase su amor por Heathcliff, no tuvo ningún reparo en casarse con Linton por su propia comodidad. ¿Eso se llama amor?

Y en cuanto a Heathcliff, en lugar de alejarse de Cathy y buscar la manera de ser feliz, se engancha en una relación que sólo le llevará a destruir a Cathy, a todo lo que le rodeaba, incluso a él mismo.

En resumen, toda persona buena se merece toda la felicidad del mundo y lo único que tiene que hacer es perseguirla, agarrarla y disfrutar de ella. La tragedia de Cumbres borrascosas es que ninguno de los personajes se hace digno de tal dicha, y, por lo tanto, a mi parecer, se merecen todo lo que les ocurre.

Se interrumpió un momento, y empezó a mirarnos uno por uno, desafiándonos a que replicásemos algo contra sus argumentos.

Cuando su mirada se fijó en mí, fue como si me diese un vuelco el corazón. Aquellos ojos castaños me hicieron remover todos mis recuerdos hasta llegar a hurgar en la herida que Bella había provocado.

Tardé más tiempo de lo que pensaba en separar a mi prometida con aquella muchacha. El mismo tiempo en los que sus ojos tardaron en pasar del marrón chocolate al negro más oscuro, debido a la dilatación de sus pupilas. Se puso completamente lívida como un cadáver y unas pequeñas gotas de sudor surcaban su frente. Y lo que la había aterrado estaba a sus ojos.

Yo mismo.

Antes de poder reaccionar con algo de naturalidad, incluso preguntarme que había visto aquella chica para que yo la aterrase tanto, porque estaba seguro que la recordaría—o por lo menos su voz, sí—si se hubiese cruzado en mi camino, su mente evocó una figura aterradora, de piel pálida y ojos rojizos sedientos de sangre.

Metafóricamente, se me heló la sangre. Le había bastado una mirada para saber que era yo.

Y aun pálida y temblorosa, siguió acusándome silenciosamente, desnudándome hasta dejarme a mi primitiva naturaleza. La de un monstruo depredador.

La aburrida clase de literatura se había convertido en una opresiva jaula, donde, de un momento a otro, las paredes me caerían encima.

Cuando el profesor Wool le preguntó si le ocurría algo, fue cuando dejó de mirarme y tuve la oportunidad de salir de allí tan rápido como si me estuviese persiguiendo el Diablo.


(1) Apellido de la familia protagonista de Sentido y sensibilidad de Jane Austen. He elegido el apellido porque el carácter del personaje se parece al de Marianne Dashwood, la segunda hija.


En primer lugar, gracias a las nuevas y viejas conocidas, los rrs, alertas y favoritos. Es un comienzo :). Ya he dicho, el fic no es fácil, en el sentido que no es el estilo de los que gustan por estos lares, pero está aquí y espero veros a todos (todas) por aquí, para mí es una alegría después de mucho tiempo. Si todo va bien, y no tiene que ir mal, espero poder seguir actualizando cada viernes. Los martes, en el grupo Elite fanfiction, habrá un adelanto de capitulo, y siempre intentaré anunciarme en los distintos grupos de FB para fics de Twilight. Si alguien quiere contactar conmigo, soy Maggie Sendra en FB. También lo podeis hacer por PM o el correo electrónico (En el perfil), puede que tarde en responder, pero siempre lo hago. Nos vemos el próximo viernes. :)