Disclaimer: Santa Meyer los crea y ellos se juntan; yo sólo me encargo de liar las cosas por mis intereses. Los Personajes que, no se reconozcan, son míos.

N/A: Vale, sé que las notas de autor no gustan a nadie, pero prometo que no es nada malo, al contrario, puede que os interese. La primera, lo he consultado con gente en FB, y si a alguien más le interesa, leeré lo que tenga que decir. El fic está acabado, y viendo las fechas que son, y que coinciden con el fic (la historia va de septiembre a Black friday entrando ya en navidad), he pensado en actualizaciones más seguidas, a partir de diciembre, actualizaría dos veces por semana, que se podría elegir entre Lunes y viernes; o, Miercoles y Viernes. Lo que decida la mayoría, y yo tomaré la decisión. El próximo día sería la ultima vez que actualizase una sola vez si así lo desea una mayoría. Para haceros una idea, este fic consta de un prologo, 13 capítulos (Ya llevamos 4 y el prologo para hacer el calculo) y el epilogo partido en tres (por razones que requiere la historia). A vuestras ordenes.

Y la segunda, es más un deseo personal, que no tiene que cumplirse de la noche a la mañana, sería, que este fic pudiese llegar a los 100 rrs para el año 2022, es más un proposito. Por supuesto, el rr número 100 tendrá su premio (una pequeña chorrada, pero bueno), en el caso de llegar, como agradecimiento, os colgaría el primer capitulo de mi nuevo fic en proyecto, que espero terminar a mediados de 2022 para subirlo a esta plataforma. Sé que todo es paciencia y estoy empezando con esta historia, que no es fácil de gustar, por eso, os agradezco de todo corazón los rrs y favoritos que tenga. Espero, poco a poco, irme ganado vuestros corazoncitos.


Human by Civil Twilight.


El asunto está claro, ¿verdad? No hay mucho qué decidir. Sólo hay dos soluciones y una de ellas se ha descartado por completo. La otra… bueno, las leyes hay que cumplirlas. ¿Qué demonios te ocurre, Edward?

La frialdad de Rosalie hablando de cómo matar a una humana como si fuese un recambio de coches, me hubiese congelado la sangre de haberla tenido.

Me masajeé las sienes con impaciencia, apenas escuchando el monólogo de mi egocéntrica hermana sobre mis meteduras de pata y toda la sangre que tendría que derramar para preservar algo tan sencillo como nuestra existencia.

Años antes hubiese estado de acuerdo en todos los puntos; ahora, por segunda vez en mi existencia, aquella opción me horrorizaba.

No podía llegar al proceso donde hablar con Carlisle se había convertido en una reunión familiar de urgencia. Y por segunda vez, era por mi causa. Por exponerme demasiado.

Mientras Rosalie seguía berreando en el aire, alejé el teléfono varios centímetros de mi oreja para que no me produjese una sordera parcial, preguntándome cuándo empezaría a intervenir Carlisle.

Todos los días mueren humanas por estos incidentes. Sólo se trata de mala suerte. ¿Por qué no dejaste que ocurriese? ¿Tienes complejo de Superman? ¿O quieres otro problema con los Vulturis cuando apenas estamos saliendo del primero?

Acabé estallando.

—Si esto hubiese pasado hace casi ochenta años, tal vez te hubiese dado la razón. Fue exactamente lo que le dije a Carlisle cuando te trajo a casa en las mismas condiciones que esa muchacha…

No pude distinguir quién me había dedicado un gruñido atronador, si la misma Rosalie, o Emmett para defenderla; lo recibí indiferente. Había que pararle los pies cuando se ponía en modo zorra psicópata.

Por fin oí a Carlisle poner orden y fue el que siguió hablando conmigo.

De todas formas, hijo, Rosalie tiene razón en que tu comportamiento ha sido temerario. No quiero darle más razones a Aro para que intervenga en nuestra contra. Y menos aún, cuando Bella sigue siendo humana. ¿Te has parado a pensar en las consecuencias que podría acarrear esto para ella?

Precisamente estaba pensando en ella cuando actué. Sí, Carlisle tenía razón, en parte. Pero estaba seguro que él no hubiese aprobado lo que Rosalie y Emmett estaba proponiendo. Aún no sabía lo que se le pasaría por la cabeza a Alice. Jasper, tarde o temprano, le daría razón. Después de Bella, jamás le había vuelto a contradecir.

—Si realmente estuvieses preocupado por Bella, no hubieses permitido que atrasásemos la boda y que ahora ella estuviese en la reserva canina todo el día.

Esme soltó una exclamación llamándome al orden, pero el comentario hizo que Emmett se riese a carcajadas.

Está haciendo su propio remake de "Bailando con lobos". ¡Ey, Ed, relájate! De vez en cuando Charlie nos viene a visitar… Últimamente, bastante... y nos informa de todos los movimientos de Bella. Creo que ganas puntos con papá. No está nada contento con que Bella se pase todo el día cuidando de… ¡Bueno, ya sabes! Lo que quiero decir es que aún te quiere. Alice no ha visto ninguna alteración. Así que haz el favor de no precipitarte y no buscarle una sustituta tan pronto.

Le dediqué un gruñido para que cerrase la boca. Luego hablé, sobre todo, para tranquilizar a Carlisle.

—Si no quieres tener problemas con Aro, Alice, posiblemente Bella y yo tendríamos que pasar a pertenecer a su familia, y no pienso hacerlo.

De todas formas, Aro no va a actuar por el momento—aseguró Alice.

Claro que no lo permitiríamos, Edward—confirmó Carlisle —. Por eso te ruego que tengas cuidado con lo que haces. No podemos permitirnos tener enfrentamientos con ellos porque una humana…otra…sepa de nuestro secreto.

Después de unos segundos, decidí contarle lo que sabía. Me hubiese gustado que estuviésemos solos, a excepción de Alice, pero no tendría esa suerte.

Creo que esa chica ya sabía de nuestra existencia antes de encontrarnos. ¿Recordáis al vampiro, compañero de Victoria, que vino con los neófitos, Riley?—oí asentir a varios de ellos —. Pues esa chica era su novia, o algo por el estilo, cuando él era humano. Debió meter la pata y ella descubrió algo…

¡Entonces, más a mi favor!—me interrumpió Rosalie —. No podemos dejar ningún cabo suelto.

— ¿Quién lo va a hacer, Rose? ¿Tú?—la desafié —. No voy a hacer el trabajo sucio de Aro ni su escolta.

Ni yo tampoco—me apoyó Jasper.

Nadie va a hacer nada parecido—sentenció Carlisle —. Que los Vulturis hagan lo que tengan que hacer. Pero, si es cierto lo que dices, Edward, no deberías dejar que esa chica ate aún más cabos.

Creo que, aunque lo hiciese, no pasaría nada, Carlisle—oí hablar tranquilamente a Alice. —Ella no dirá nada. Sabe que nadie la va a creer y, además, Edward le ha salvado la vida. No hará nada contra él. Lo he visto.

¿Estás segura de eso, Allie?—Casi podía ver como Jasper ponía la mano en su hombro delicadamente.

Aquella así lo confirmó.

Su comportamiento era realmente muy extraño. Si había visto que la humana no iba a delatarnos, ¿por qué montar ese número de reunión familiar, alarmándonos a todos innecesariamente? ¿Por qué chivarse a Carlisle si no iba a pasar nada? Llegué a la conclusión que estaba ocultando algo.

Además—añadió poniendo énfasis en esta última aclaración—, en cuanto Edward sepa algo más, se irá de Seattle y no volverá a verla. He visto que tenía planeado ir a visitar a nuestra prima Tanya a Denali. A Bella no le hará mucha gracia, pero tampoco está en condiciones de oponerse. ¿Verdad, Ed, que Tanya está sola y vas a hacerle compañía?

Estaba claro que algo estaba ocultando, pero, para no alarmar a Carlisle y a los demás, prometí indagar sobre lo que podría saber y después irme como si no hubiera pasado nada. Realmente, como si nunca hubiese existido.

Siento haber sido tan alarmista—se disculpó Alice —. Parecía otra cosa más grave de lo que en realidad era. No quería causar problemas. Le diré a Bella que la quieres y la echas de menos. Mañana vendrá a sugerirme que nos vayamos de compras. Se siente culpable por no visitarnos tan a menudo.

Antes de colgar, Esme se puso para decirme lo mucho que me echaba de menos, y que si lo necesitaba se iría conmigo. Me negué diciéndole que Tanya cuidaría bien de mí. Me prometió que cuidaría bien de Bella, se dejase o no.

Iba a mandarle un mensaje a Alice para que sólo lo leyese ella para que me explicase que había visto. No fue necesario; seguramente, ya lo habría previsto y se me adelantó.

"No tomes decisiones a ciegas. Estaré vigilándote".

.

.

.

Carlisle hizo una llamada al hospital para que me diesen el alta arguyendo que ya se encargaría de mí en persona. Aunque allí no apareció ningún médico—debido a un accidente de tráfico masivo—, la recepcionista me firmó el alta, asumiendo yo todas las consecuencias.

Antes de irme me sugirió que fuese a visitar a la muchacha a la que había salvado. Se encontraba sola en una habitación.

Dudé por un instante. No estaba seguro que se tratase de una buena idea.

— ¿No hay nadie con ella? ¿Ninguno de sus familiares?—pregunté fingiendo interés.

Ella negó.

—Los hemos localizado y les hemos informado de lo sucedido. Pero ellos viven en New York y tardarán unas cuantas horas en llegar aquí. Eso suponiendo que hayan encontrado vuelo para las próximas horas. Como pronto, estarán aquí por la mañana temprano.

Tecleó el ordenador y registró sus visitas.

—Así que tú eres el único conocido que está aquí.

Me hubiese gustado aclararle que yo apenas la conocía y que no sería la persona más oportuna para quedarme allí, pero leí la mente de aquella buena mujer y descubrí que sentía cierta pena de verla sola en aquellas circunstancias. Cierta compasión se me contagió y decidí que un pequeño vistazo no me haría nada.

Me indicó la planta donde se encontraba, y, al echar una ojeada por la ventanilla, la descubrí completamente dormida, a consecuencia de los sedantes y tranquilizantes que le habrían dado.

Aquella escena me hizo tener un pequeño deja-vú, y parte de mi estático corazón se enterneció. Verla sola, acompañada tan sólo por el vial, y todos aquellos cables rodeando su muñeca completamente indefensa en la oscuridad de aquella habitación, fría e impersonal, me hizo ver que tenía que estar allí.

Entré y decidí acomodarme en sillón, aovillándome, mientras apoyaba la cabeza entre mis rodillas e intentaba adentrarme más allá de su mente.

Silencio.

Oscuridad.

Tal vez fuese por los efectos de los tranquilizantes, pero estaba durmiendo sin sueños. Ni una sola imagen para poder recrearme. Sin embargo, no fue una sensación de incertidumbre ni tenebrosa la que me invadió. Era lo más parecido a dormir que había experimentado. Porque no esperaba que mi nombre saliese de sus labios.

Podría dejar de pensar y sumergirme en aquella oscuridad tan relajante como una noche sin luna.

Dormir…

.

.

.

Aún no se había despertado cuando los plomizos rayos de sol anunciaban otro nublado amanecer.

Me hubiera quedado en aquella postura varias horas más, si no hubiese entrado una enfermera acompañada de una señora de la limpieza.

Con una sonrisa, me instó a salir de aquella habitación con la excusa de tener que cambiar los medicamentos y adecentar la habitación. También me venía bien un cambio de aires y estirar las piernas.

Por suerte, no iba a cambiar el tiempo, lo que me permitiría salir y respirar aire puramente contaminado.

Con su mejor intención me aconsejó que desayunase en la cafetería.

—Las tostadas francesas es su especialidad. Dentro de lo que es comida de hospital, es lo más decente.

Afortunadamente, el hospital universitario era como una pequeña ciudad y podía entretenerme en la planta baja con algunas tiendas, y no tener que matar el tiempo y gastar dinero en un café que no se iba a consumir.

Entré en una librería que también tenía sección de discos. En el estante de libros clásicos, hice una mueca de asco al ver la portada de Cumbres borrascosas, preguntándome si el señor Wool seguiría torturando a los alumnos con su pedante manera de meterla por todos los poros.

A su lado, había una edición de Sentido y sensibilidad y sonreí. Recordé su apellido y pensé que podría ser un buen regalo para ella.

Me hizo retroceder a una época— ¿por qué me parecía que había pasado medio siglo cuando sólo había sido algo más de un año?— donde me había recorrido medio Phoenix, buscando librerías y comprando todo el género, desde clásicos hasta los últimos bestseller, para tener contenta a mi poli traumatizada novia humana y que no se aburriese en los diez días que duró su convalecencia. Aunque no leyó mucho. Eran los tiempos felices en los que sólo había tenido ojos para mí. Si hubiese podido imaginar lo que se me vendría encima, hubiera disfrutado todo el tiempo de ella, y no torturándome porque se encontrara allí por mi culpa.

También me acerqué a la sección de discos y le cogí el último de una cantante llamada Lana del Rey. Había oído un par de sus canciones por la radio y me había llamado la atención su peculiar voz. Si me acababa convenciendo, tal vez me lo pillase yo también.

Habían pasado varias horas hasta que decidí volver allí. Estaba despierta, pero no se encontraba sola. Había unas tres chicas sentadas en su cama, hablando de varias anécdotas y riéndose de naderías. La habitación había mejorado gracias a las flores y los globos que le habían traído.

Una de ella, una chica morena y menuda, le entregó una bolsa algo pesada.

Ella sonrió educadamente cuando vio los tres libros que le habían regalado. Tal vez había leído mal su mente, pero no parecía que le hiciese gracia aquel regalo.

—El último grito de novela erótica… ¡Chica! Otro tío bueno a añadir a la lista junto a Grey. ¡Ese vampiro buenorro, El señor de los orgasmos!…

Abrí los ojos un poco apurado. Estos escritores humanos ya no sabían que inventar para vender. ¿Vampiros y pornografía? No, no veía muy claro el negocio.

Y por lo que estaba viendo, a la chica no le hacía gracia tampoco.

Sutilmente, los apartó de su lado con la mejor voluntad hacia su amiga al prometer que los leería, siendo ésta su última intención.

Miró hacia la ventanilla y me vio.

Seguramente fuese una mala pasada de mi mente, pero me imaginé que estaba sonriendo levemente y casi deseaba que entrase.

Miró al reloj, a sus compañeras y fingió estar muy cansada.

— ¿Sigue el profesor Wool con Cumbres borrascosas? Porque voy a necesitar que me dejéis los apuntes. Espero que en menos de una semana pueda volver a clase.

—Tómatelo con tiempo, Cars—le dijo una de ellas —. Empiezo a pensar que está divagando. Incluso, empiezo a echarte de menos con los comentarios sarcásticos sobre la novela. ¡Y mira que me gusta Heathcliff! ¡Es un auténtico rebelde!

Consiguió que se fueran de la habitación y se dirigieron riéndose y comentando el último libro entre ellas. La chica rubia me echó una ligera mirada antes de entrar en el ascensor y tuvo que agarrarse al brazo de una de sus amigas para no caerse.

Se trataba de mí.

Pensaba que su mente le había jugado una mala pasada y que empezaba a ver a los protagonistas de sus libros fuera de él.

Ignoré aquella nube de hormonas y llamé a la puerta fingiendo la máxima educación.

— ¡Adelante!—me instó con la voz más ronca de lo habitual.

Una especie de timidez nos invadió a ambos y por un momento no fuimos capaces de decir nada ni hacer nada más que mirarnos mutuamente. Lo único que podía sacar en claro de sus pensamientos es que se alegraba de verme. Algo extraño a su comportamiento inicial cuando nos vimos las primeras veces. Tan sólo le había salvado la vida.

Aun cuando quería que me sentase, no lo hice hasta que lo formuló en voz alta, aunque tan cortada por la timidez que sólo fue audible gracias a mi buen oído.

Me fijé en los libros y decidí romper el hielo.

—Tienes unas amigas muy consideradas. Supongo que después de Cumbres borrascosas será un buen cambio para ti.

—En absoluto—movió la cabeza, a la vez que negaba con las palabras —. Son unas buenas chicas, pero están locas. No me gusta Cumbres borrascosas, desde luego, pero tampoco me gusta ese tipo de libros. En realidad, no soy una buena lectora.

Al decir eso, me sentí completamente estúpido. Para una vez que no había leído la mente a alguien, me había equivocado de pleno. Tenía que haber probado con los regalos estándar para este tipo de ocasiones: Flores, bombones, el último modelo de iPad.

Ahora tenía un libro repetido y una enorme sensación de ridículo.

Ella miró la portada y se río tontamente. Después me la enseñó e imité sus risas.

El señor de los orgasmos—leí manteniendo la compostura.

Todo, empezando con esa ridícula portada—una pésima simulación de vampiro, con unos enormes colmillos, tan solo vestido con un tanga de cuero negro, unas botas a juego, y látigo en mano—, quitaba las ganas de leer por una buena temporada. Parecía estar diseñado para convertirse en el guión de una película porno.

—Es exactamente como el guión de una película porno—me quitó las palabras de la boca. Luego puso los ojos en blanco —. De verdad, ¿tres? ¿Quinientas páginas cada uno? Además de vampiros…

Como si se acordase de algo muy desagradable, que rápidamente censuró de su cabeza, calló repentinamente.

Esto iba a ser más rápido de lo que me imaginaba.

—Me he juntado demasiado con la fantasía, para que este tipo de novelas me lleguen a gustar de nuevo. Después de Riley…quiero decir de un antiguo amigo, no volveré a ver las películas de terror de la misma manera.

Clavó la mirada en mí, inquisitiva, y comprendí que no podía salir de allí dando evasivas.

—Porque eso es lo que sois, ¿verdad? Riley y tú.

—Sí—respondí, rotundo. No servía de nada mentirle; sólo limitarme a responder sus preguntas de la manera más concisa y sin detalles. Aunque, sí quise que tuviese una cosa clara —: Sé de quién me hablas. Pero no soy de la banda de Riley, ni siquiera mi estilo se parece al suyo. Hace tiempo que me adherí a los pensamientos de mi padre…—Creador era la palabra más apropiada, pero nunca podría encajarla con Carlisle. Significaba mucho más para mí que algo tan…distante —. Me alimento por necesidad; no por sadismo, ni juegos sexuales, ni nada por el estilo de lo que los estúpidos libros que hayas leído, ni de las estúpidas películas que hayas visto. Y eso significa que sólo me alimento de animales. Pumas, osos… —Esperaba que no me creyese del todo, o que se quedase tan asombrada que empezase a gritar y me echase de la habitación sin querer verme más. Pero sus ojos brillaban llenos de la más absoluta e insensata comprensión.

¿Por qué no les dábamos miedo a los humanos? ¿Qué había sido de nuestra terrible reputación? O tal vez, sólo se trataba de mí que no me sabía imponer.

—Tus ojos son muy diferentes a los de Riley. Y alguien con esos ojos tan bonitos es incapaz de ser malvado.

Exasperado, me pellizqué el puente de la nariz. Aquella muchacha resultaría ser tan testaruda como Bella.

¿De verdad nuestra belleza era tan cegadora para adormecer su instinto de supervivencia? ¿Por qué lo había entendido con Riley pero no conmigo? Al final, yo resultaba tan peligroso como él, aunque no fuese mi intención.

—Me recuerdas a alguien—solté sin pensarlo al principio. Cuando lo hice, quise darme de bofetadas por estúpido. Eso era lo último que debería haber dicho.

Por supuesto, me miraba expectante y yo tenía que pensarlo más concienzudamente para no volver a cometer un error. Una vez que un humano sabía de mi verdadera condición, me hacía muy vulnerable.

Miré su rostro, más hermoso de lo que reconocí la primera vez que la vi, y luego me quedé mirando los puntos de la herida del cuello. Le quedaría un feo recuerdo de aquella experiencia, pero, para mí, sería como una muñeca de porcelana con una pequeña grieta. Aquello no le restaba encanto.

—Te das un aire a mi hermana Rosalie. Digamos que ella no tuvo tanta suerte como tú…

No dijo nada, pero agachó la cabeza y noté como el corazón le latía frenéticamente y se le encogía el estómago al recordarlo. Comprendí que estaba demasiado vulnerable para ponerme protector con ella y regañarla por haber sido tan imprudente de haber ido a una de las zonas menos recomendables de Seattle.

En su lugar, y deseando desviar la atención de cosas peligrosas y desagradables para ambos, cogí el CD de la bolsa y se lo entregué.

—Es una cantante peculiar. Me gustaría que me dijeses que me dieses tu opinión sobre el disco, antes de comprármelo.

Por primera vez, había acertado y el regalo le gustó de verdad.

.

.

.

La dejé varias horas para que pudiese comer y descansar.

Esta vez entré en la cafetería para comprarle lo que se denominaba comida basura para los humanos. La de la bandeja del hospital tenía mucha peor pinta y no la culparía por no comerse aquella porquería. Pero tenía que alimentarse para que se pusiese lo más fuerte posible.

Estaba hablando por teléfono; aun así, me vio y me hizo señas para que entrase y me sentase libremente, sin importarle lo que pudiese escuchar.

— ¡Merie, no! Nana no puede hacer este viaje para cuidarme. Su salud empieza a resentirse. Además, mañana me dan el alta y no me hará falta que me cuiden. Tengo varios amigos…

Esto último lo dijo mirándome a mí. Creía que había llegado el momento de insinuarle que no estaría mucho allí.

Por inercia, movía la cabeza cada vez que escuchaba los gritos de una mujer bastante nerviosa por el teléfono. Por lo que adiviné, estaba muy preocupada por la chica pero no quería viajar, aunque no entendí bien la excusa.

— ¡Hum! Sé que papá tiene un caso importante de divorcio, así que dile de mi parte que la policía ya ha hecho su trabajo. Cuando llegue el juicio testificaré y listo… ¿Qué si sigo con la idea de presentarme al concurso? ¡Por supuesto! No voy a dejar que eso cambie mi rutina. He vivido con miedo demasiado tiempo…

Su rostro se ensombreció a la par que su mente proyectaba una imagen de Riley. Seguramente, la persona al teléfono se lo estaría recordando.

—No, ya no es un problema, Merie. No vale la pena preocuparse por él.

Sentí su mirada interrogativa sobre mí cuando hablaron de él, por lo que para no delatar ninguna emoción, me dediqué a mirar por la ventana, distrayéndome con las motas de polvo transportadas por los tenues rayos de sol.

—…En fin. Os llamaré cuando salga de aquí. Da un beso a Emma de mi parte y que papá no vuelva a perder los papeles.

Cuando colgó me volví para mirarla

Me miró tímidamente, como si no supiese que decir. Seguía pensando en mí como si me tratase un producto de su imaginación. Algo que no tenía que ver con ella. Y se sentía… ¿afortunada?

—Meredith—acabó explicándome al final. Asentí como si la conociese de toda la vida y supiese de lo que me estaba hablando —. Es una buena tía, la verdad, pero tiene treinta y dos años y sigue siendo tan inmadura como diez años antes cuando se casó con mi padre. Tiene cierto síndrome de Peter Pan y una hijastra con la que se lleva doce años. Incluso tiene complejo con su propia hija de siete años. Suerte que tenemos a Nana.

— ¿Nana?

Sonrió tiernamente y proyectó la imagen de la anciana de las fotografías de su habitación.

—La matriarca Dashwood—se río —. He estado viviendo con ella desde los cuatro años. Mi madre murió cuando yo apenas tenía tres y mi padre ha sido incapaz de hacerse cargo de mí. No le culpo, tampoco lo ha sabido hacer con Emma. Así que Meredith es la mujer perfecta para él. Mientras tenga una casa grande, tarjetas de crédito y proyectos de grandes eventos donde realizarse, todo irá bien. ¡Oh, no te equivoques! Te estoy dando una pésima impresión de mi familia. Yo les quiero, pero todo hubiese sido bastante peor si no hubiese tenido a Nana a mi lado…

—No me has dado una pésima impresión—le aseguré —. Sé de lo que me estás hablando. Mi padre biológico era abogado y viajaba mucho. Prácticamente, me eduqué con mi madre hasta los diecisiete…

—Tenías diecisiete años cuando…—asentí ante su asombro—. Eras muy joven. Seguramente, lo habrás pasado mal.

Esta vez, fui yo quien le dio la razón.

—Aunque podría decir que he tenido tanta suerte como tú con Nana. Mis padres son maravillosos y me han dado todo, o casi todo, lo que podría haber deseado.

—Por eso eres distinto de Riley, ¿verdad?—Esta vez, no la contesté. Aunque prosiguió con el interrogatorio, mucho más ameno de lo que me imaginaba —. Has dicho que tenías una hermana. ¿Sólo sois vosotros dos?

—No. Somos cinco hermanos. Tres chicos y dos chicas. Te he mencionado a Rosalie, y aunque ella fue la siguiente a unirse a nuestra familia, no es con la que más congenio. Alice y yo estamos casi siempre juntos…cuando no está con Jasper.

Me escuchó atentamente mientras le contaba detalles y anécdotas sobre nosotros. Parecía disfrutar de mis palabras y sólo se asombraba de lo normal que parecíamos dentro de la anormalidad. Incluso me hizo reír cuando le aseguré que Carlisle no se había hecho médico para robar bolsas de sangre y alimentarnos. Todos habíamos decidido seguir su filosofía de vida y nos habíamos unido por unos lazos más estrechos que la sangre.

Su curiosidad era insaciable y parecía realmente interesada en todo lo que había vivido.

—Me gustaría viajar tanto como tú—afirmó —. Estoy segura que algún día lo haré.

Arrugué los labios, contrariado frente aquella objeción.

—Sin embargo, yo firmaría ahora mismo por tener un lugar fijo donde quedarme. Mi sitio seguro.

— ¿Tu santuario?

—Sí—contesté.

—Aunque no te lo creas, muchos de nosotros…ya sabes, los humanos… ¡Oh, vale! Ya me entiendes. No encontramos nuestro santuario hasta que pasa mucho tiempo. Incluso, hay muchos que no lo encuentran nunca. Aunque tengo la sensación que tú ya lo has hecho.

Me sorprendí de su perspicacia. Era increíblemente intuitiva y sabía demasiadas cosas de mí cuando apenas habíamos estado horas hablando. Y me asombré aún más de lo fácil que resultaba hablar con ella de manera natural, sin artificios ni mentiras y lo cómodo que me hacía sentir aquella sensación.

La primera idea que se me vino a la mente fue Forks. Extrañamente, mi cerebro empezó a relacionar aquel lugar lluvioso y pequeño con todas las cosas desagradables que habían pasado allí. Empezando por Jacob. Comprendí que sí quería empezar una nueva vida con Bella, tenía que ser en territorio no contaminado emocionalmente.

Entonces, una especie de nostalgia me invadió. Habían pasado casi cien años desde entonces, y la parte humana de mi ser empezaba a reivindicarse.

—Me gustaría volver a Chicago. A mi verdadero hogar—confesé —. Aunque no quiero hacerlo solo.

Ella comprendió y bajó sus ojos hacia mi mano izquierda.

—Por el anillo que llevas en tu dedo, me indica que ya la has encontrado.

Con orgullo levanté mi mano para mostrarle con toda claridad el anillo. Al contrario que Bella, no tenía ningún motivo para esconder lo evidente.

Si la chica estaba contrariada, no lo mostró.

—Supongo que felicidades, ¿no? ¿Cómo se llama la chica afortunada?

Se lo dije y le entregué el móvil para que viese la pantalla donde había una foto de nosotros. Dejé que lo investigará. A simple vista, se daría cuenta que Bella era una humana como ella. Pero ni siquiera en su cabeza se preguntó si aquello era posible y que pasaría con ella. Era como si intuyese que no debería saberlo y que era mejor dejarlo estar.

Se limitó a hacer un comentario.

—Es guapa. Y hacéis muy buena pareja. —Su voz intentaba sonar neutra aunque había un extraño matiz amargo. Me miró intensamente y analizó mi sonrisa feliz que aparecía cuando hablaba de Bella.—. Y te hace muy feliz.

—Sí—contesté escuetamente.

Decidí que la había dejado coger las riendas de la conversación demasiado tiempo. Era hora de encauzarla a mi modo.

—Creo que me has sacado demasiada información y ni siquiera nos hemos presentado adecuadamente. ¿Por qué no un nombre?

— ¡Oh, cierto!—Le subió la sangre al rostro, avergonzada, como si hubiese hecho algo desconsiderado —. Aunque pensé que un nombre significaba ligarte a alguien. E intuyo que tú no quieres hacerlo conmigo por mucho tiempo.

Chasqueé la lengua, maravillándome a mi pesar de su prodigiosa intuición. Sólo Bella había sabido tantearme tan bien, y le había costado un par de meses. Me preguntaba si tuviésemos más contacto con los humanos, éstos no se darían cuenta de nuestro secreto. Luego deduje que éstos sólo veían lo que querían ver, sin profundizar más. Sólo personas como Bella y aquella chica querían ir más allá.

—No te he salvado para condenarte. Debes saber que en mi mundo hay reglas, y ahora mismo, sencillamente por tener esta inofensiva charla, las estamos violando.

Movió la cabeza como si no lo comprendiese. Como si no quisiera comprenderlo.

—No quiero causarte problemas—me prometió — .¿Crees que voy a ir a cualquiera a contarle tu secreto? Ni siquiera cuando Riley…Sé que él y su amiguita nueva ocasionaron esa plaga de asesinatos, y fui a la policía, y aun sin decirles lo que era en realidad, no me quisieron creer. Le dieron por víctima y todo quedó archivado. Piensa que, si conozco vuestra existencia, es por él, no por ti.

—Aun así, es peligroso—vacilé.

Ella me miró sin vacilar y me dijo firmemente.

—Sólo quiero saber qué ha pasado con él y tienes respuestas. No quiero convertirme en una experta en vosotros. Ni siquiera me interesaba ese tema hasta que me topé con él de la peor manera. Y tú quieres respuestas de lo que pueda saber, ¿verdad?

Pareció meditar una opción para retenerme junto, y aunque sabía que era lo que me iba a proponer y que no era una gran idea, una parte de mí quería aceptarlo. Por lo menos, dejé que lo expresase en voz alta.

—Mañana me dan el alta. Dame un día más. Sólo ese día y después, podrás irte como si nada hubiese pasado.

Me rendí ante los hechos. Me tenía donde quería y su sonrisa de autosuficiencia así lo demostraba.

Aun así, fingí más firmeza de la que poseía y que empezaba a reconsiderarlo.

— ¡Hum!—Me crucé de brazos, aparentemente serio —. Si te concedo esas veinticuatro horas más, necesitaré un nombre, ¿no?

Agachó la cabeza, como si necesitase meditarlo, dándole autentica e incomprensible vergüenza. ¿Qué le ocurría? Tan sólo se trataba de un nombre.

—Todo el mundo me llama Care o Cars. Así que supongo que estará bien.

Abrí los ojos sorprendentemente divertido.

— ¿Qué clase de nombre es ese? No creo que sea tan malo como piensas.

Movió la cabeza, negativamente.

—Que Nana naciese en un pueblo de Corfú y su nombre fuese Eunice, no quiere decir que a mí me guste llevar un nombre griego.

—No puede ser tan malo—la insistí.

— ¡Vale! Supongo que siendo lo que eres, tienes que tener un nombre algo antiguo. Te propongo algo. Si tu nombre es aún peor que el mío, te lo diré sin rodeos.

Y me instó a que se lo dijese.

—Edward—murmuré.

Parpadeó confusa como si con aquella revelación me hubiese convertido en una perfecta criatura de cuento de hadas. Definitivamente, no me lo iba a decir y yo tendría que hurgar en sus pensamientos para sonsacárselo.

Se río antes de decirme:

—Con esa cara, ese cuerpo y llamándote con ese precioso y masculino nombre, ¿crees que me queda autoestima suficiente para decírtelo?

Tal vez fuese mi imaginación, pero tenía esa extraña, incómoda y…reconfortante sensación que estaba flirteando conmigo.

¿Yo guapo? Bueno, tendría que empezar a creerlo.

.

.

.

Pasé una agradable tarde con ella, hablando de todo en general; o sencillamente, no hablando de nada en particular. La experiencia de no llenar los silencios con palabras necias y sentirse a gusto en ello.

Una enfermera vino a traerle la cena consistente en una apestosa y estéticamente horrible gelatina cuyo sabor no me atrevía a adivinar. Cars—odiaba llamarla vehículo a motor y con cuatro ruedas, pero había insistido en ello—intentó componer su cara ante la enfermera y no vomitar para que la considerasen apta para darle el alta.

Acudí a su rescate cuando ésta salió y tiramos la comida por el retrete, sustituyéndola por unas bolsas de no nutrientes, pero más sabrosas, patatas y un paquete de galletas de chocolate.

— ¡Vaya! Tú sí que sabes cómo hacer que una chica se sienta a gusto contigo.

Era demasiado directa para mi propio bien. Y al contrario de mi propio bien, me estaba gustando esa cualidad suya… mucho.

Había decidido salir a cazar por las afueras cuando ella se quedase dormida. Si iba a pasar un día entero con ella, mejor prevenir cualquier clase de riesgos, aunque ya había pasado la prueba de fuego y su sangre no podría compararse a la de Bella.

Pero antes de dormir, abrió el cajón de una mesilla y sacó algo que me enseñó. Reconocí la portada enseguida. El libro que no le iba a dar. Debió cogerlo de la bolsa que me dejé. Me di cuenta que ella sabía que era un regalo fallido.

—Me dijiste que no te gustaba leer—le repliqué a modo de excusa.

—Y es cierto—admitió —. Eso no significa que no me guste disfrutar de una buena historia. ¿Por qué no será otro guión para una película porno?

Me reí ante su comentario, instándola a que merecía la pena.

— ¿Vas a darle una oportunidad? ¿Vas a leerla?

Negó con la cabeza y adiviné lo que pretendía.

—Quiero que me la leas tú.

Cogí el libro, me acomodé en el sillón y lo abrí para empezar la historia de las hermanas Dashwood.

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Salí del hospital antes de que amaneciese.

Mi móvil sonó indicándome que tenía un mensaje.

Mi primer pensamiento fue para Bella; pero de nuevo me equivoqué. Me iba a dejar llevar por la desilusión hasta que leí el nombre de mi remitente.

Caris.

Me había añadido el nombre en la agenda mientras estaba viendo las fotos de Bella.

Sonreí ante lo evidente. Era muy apropiado para su personalidad. No entendía por qué no le gustaba.

Leí el mensaje con una ligera sonrisa.

"Llámame tonta, ¿pero me has mencionado algo de no poder salir por el día? ¿Te conviertes en polvo? ¿Tus poderes se debilitan? En fin, creo que es mejor que hagamos esto por la noche. Dime dónde vives y te paso a recoger".

Riéndome, le devolví el mensaje.

"Has tenido un buen detalle pensando en lo del día. Vale, te mando la dirección y me dejo recoger por ti. A propósito, tu nombre…tiene gracia (1)".

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(1) Caris (Charis) en griego significa Gracia. De ahí el juego de palabras de Edward o mi intento de mal chiste.


Y la chica ya tiene un nombre y podemos dejar de llamarla chica despectivamente. Puede parecer un nombre raro, pero en EEUU es relativamente común poner nombres de origen griego, con letras cambiadas, a las personas. Además, he leido varios nombres con protagonistas de ese nombre, y quiero que ella sea tan independiente y carácter tan marcado como esas protagonistas. Recordar que es la "rival" de Bella por el corazón de Edward, no puede ser alguien cualquiera. Espero que Caris os vaya gustando, pese a lo evidente, pero lo que tenga que pasar, pasará y ni siquiera Edward o Bella pueden detenerlo. De nuevo, gracias por los RRs, nuevas o conocidas, y por vuestros favoritos. De nuevo gracias, pensaos lo que os he comentado arriba, y, espero que a partir de diciembre haya doble actualización. :) Y como siempre digo, si me quereis encontrar por FB soy: Maggie Sendra y los martes doy adelanto de capítulos en Elite Fanfiction.