Disclaimer: Santa Meyer los crea y ellos se juntan. Yo sólo los lio para crear las historias.
N/A: La música amansa a las fieras, o eso dicen. Y toda la música que os indico es buena, porque lo digo yo (ejem, ejem). Vale, de verdad, para leer este capitulo, sobre todo el final de él, os recomiendo que busqueis en YouTube la canción: Run de Snow Patrol. Aparte de ser una preciosa canción, en este capitulo hay un significado emocional con él. Entendereis mejor los sentimientos de Edward si la escuchais.
Radioactive covered by Within Temptation.
—No te preocupes, Edward. No vas a encontrarte con ningún vampiro. Los vampiros están pasados de moda—imité su voz, burlándome de ella, viendo la evidencia.
Cientos de vampiros sólo en el jardín de la mansión. No quería imaginarme los que habría dentro.
— ¡Coño!—exclamó. Luego, se encogió de hombros —. También es casualidad que nos topemos con todos los adoradores de los no muertos, ¿no crees?
—A lo mejor no es tan casual dado que nos encontramos en Villa Sangrienta—le indiqué el cartel de neón que habían añadido a la entrada.
Decidió armarse de paciencia y tolerar mi estado de ánimo. No lograría bajar el suyo. Estaba feliz y quería celebrarlo y yo no tenía derecho a fastidiárselo. Decidí resignarme a toda aquella pantomima y aguantar lo que quedase de noche. Tampoco es que tuviese algo realmente divertido que hacer. En realidad, la única alternativa era quedarme solo en aquel oscuro cuarto de la residencia, esperando en vano una llamada que podría no realizarse a lo largo de la noche.
Por lo menos no estaría solo en aquella gran sala de torturas.
Le di la mano a Caris, percatándome de la gran diferencia de nuestras temperaturas, aunque ella no lo mencionó, y fuimos hacia aquel antro.
— ¡Vamos!—la animé —. Angela y Ben nos estarán esperando.
Bastante más contenta por mi cambio de actitud, caminó ligera a mi lado.
Cada vez que pasábamos a lado de un frikie con capa y colmillos se reía contagiándome su risa. Nuestras vestimentas negras de cuero iban al acorde del tema, pero no era lo que se pudiese definir como los clásicos vampiros. Afortunadamente.
— ¿Se puede saber de qué nos hemos disfrazado?—le pregunté pellizcando mi abrigo de cuero.
Se río.
—Lo bueno que tiene Halloween es poder ponerte ropas ridículas, guardadas en tu armario el resto del año, y que la gente especule de que vas disfrazado.
Un novato que estaba haciendo los rituales para entrar en las hermandades, también disfrazado de vampiro, nos paró en la puerta.
—Sólo los hijos de Lilith pueden atravesar los aledaños del infierno—intentó sonar amenazante. Amenazantemente estúpido.
Acababa de toparme con la primera tontería de la noche.
Me aclaré la garganta y le seguí el estúpido juego, poniendo mi tono de voz más siniestro posible:
— ¿Qué clase de chupasangres de pacotilla eres tú que no reconoces a un vampiro de verdad? ¿No ves que nos hemos disfrazado de humanos para cazarlos mejor?
Hizo un esfuerzo por reírse, pero le había metido un miedo irracional. Acabó por auto convencerse que estábamos metidos en el papel a la perfección y nos dio las entradas.
Más tranquilo, nos indicó que nos dirigiésemos a la barra que estaba junto a la entrada principal.
Allí una vampiresa—otra novata que hacía los servicios de camarera— nos ofreció una copa gratis.
—Decidme vuestros grupos sanguíneos y os regalaremos la primera bolsa de plasma gratis. Después, tendréis que gastar de vuestras entradas.
Mi supuesto cero negativo se componía de una mezcla de vodka con zumo de tomate y salsa Jalisco—lo que se conocía como un Bloody Mary—; el A positivo de Caris, se denominaba Bloody Bite, con zumo de granada y algún mejunje por el estilo.
Pronto encontré a un vampiro sediento con los ojos puestos en mi bolsa. Fue increíblemente rápido para quitármelo de las manos cuando se lo ofrecí y salir corriendo para bebérselo.
Los estudiantes de Medicina habían arrasado con todo el material de los hospitales, — por lo menos, con las salas de Hematología—, ya que habían convertido las bolsas de almacenaje de plasma y probetas en cócteles, las sondas en pajitas y las inyecciones, en chupitos.
Había miles de platos distribuidos por los distintos puntos de la casa, rellenos de las más variadas golosinas con formas de arañas, gusanos, murciélagos—en especial esos—, y una especie de caramelos rellenos de un líquido viscoso rojo que simulaba la sangre.
A medida que nos adentrábamos en el caos, olfateando el aroma de Angela para encontrarla, me iba fijando en el ambiente creado.
Un número indefinido de vampiros vestidos de las más diversas formas—desde los más sofisticados imitando a la perfección el estilo victoriano y un maquillaje de cine, hasta los que lo habían intentado, con sus dentaduras de goma, sus lentillas de mala calidad y los polvos de talco en la cara— bailaba al son de la música de una banda que habían contratado entre todas las hermandades. A tempranas horas de la noche, ya había uno que llevaba dos copas de más sobre su cuerpo, incluso algo más. Una noche en una fiesta universitaria era un gran estudio sociológico de los humanos.
Me permitía estudiar el concepto que tenían sobre nosotros, examinando el ambiente general.
Habían hecho una extraña mezcla de decoraciones con todos los elementos de las películas y literatura vampíricas. Sólo las luces de neón, intermitentes, nos salvaban de la más absoluta oscuridad; y habían convertido los ataúdes en bancos y puertas. En alguno de ellos, salía un esqueleto. Incluso, si abrías una de las puertas, podrías encontrarte con una bandada de murciélagos volando encima de tu cabeza.
Habían sido tan rebuscados como para poner una gran fuente de la que emanaba un líquido rojo emulando a la sangre.
Los Vulturis habían hecho un gran trabajo despistando a los humanos respecto a nuestro mundo, porque aquella pantomima era lo más surrealista y más diferente de nosotros que podía existir. Seguramente, si alguno de ellos entrase en nuestra casa de Forks—tan amplia, luminosa, cálida y blanca—, se les caería el mito.
Aunque realmente, los humanos convertían cualquier cosa en un producto para su propia diversión. Desde luego, se lo estaban pasando en grande.
Una de las puertas-ataúdes nos llamó la atención, y Caris, al leer los carteles de las cruces invertidas, se río.
Sala para vampiros que aún no han salido del ataúd (1).
Gruñí. No necesitaba entrar en aquel lugar oscuro y estrecho para saber qué era lo que pasaba ahí. En realidad, ni siquiera me inspiraba la suficiente curiosidad para indagar con mi mente. ¡No, no, no! Definitivamente, prefería ignorarlo.
— ¡Puf!—resoplé —. Esto no tiene nada que ver con nosotros.
Caris puso los ojos en blanco.
— ¡No seas tan duros con los pobre humanos! Aún no han descubierto esa maravillosa página web: Vampiros Inc. No te preocupes, encontraremos a alguien que sea más original y no se haya disfrazado de vampiro.
Localicé a Angela entre diversos olores corporales y químicos. Caris la llamó y nos saludó mucho más animada. Estaba realmente contenta de encontrarnos. Ben había ido a los servicios y no se encontraba cómoda con la compañía.
Se había puesto una peluca negra lisa hasta la cintura y un vestido largo negro ajustado, con un pronunciado escote en forma de V.
Caris me la señaló y dijo:
— ¿Lo ves? Ella no se ha vestido de vampiresa.
Angela se río tímidamente mientras yo me reía entre dientes de Caris.
—En realidad, sí—le corrigió —. Lo que pasa que las lentillas rojas irritaban mis ojos y se me han olvidado los colmillos en mi habitación.
Luego se dirigió a mí, animándome:
—No te preocupes, Edward. Ben tampoco se ha disfrazado de vampiro —arrugué el ceño cuando visualicé la imagen del disfraz en la mente de Angela —. El pobre se siente un poco desplazado.
Caris no pudo evitar estallar en carcajadas cuando vio una bola de pelos con traje de ejecutivo acercarse a Angela y agarrarla por la cintura.
Ben aulló y se lamentó:
— ¡Auuuu! Yo creía que nos íbamos a ir a la casa lunática y me he disfrazado de licántropo.
Con sólo verme la cara, Caris comprendió que no me había hecho especial gracia el disfraz de Ben. Se preguntaba si también existían los hombres lobo, y de ser afirmativa la respuesta, maravillarse por el mundo que estaban pisando sin darse cuenta de ello.
"¿Cómo puede no creer en la magia cuando estamos rodeada de ella?"
Arrepentido de mi mal humor, me disculpé con Ben.
—Lo siento, Cheney. Los licántropos no son mis monstruos favoritos en este momento.
En realidad, ninguna clase de monstruo lo era. Extraño viniendo de mí. En aquel instante, yo no era mi fan favorito.
—A mí tampoco me entusiasma dejar pelos en el lavabo, Cullen—confesó alegremente. No se había tomado nada mal mi hostilidad.
—Y tú, Cars, ¿cuál es tu monstruo favorito?—indagó Angela.
—Odio los monstruos—afirmó categóricamente —. Aunque estoy dispuesta a salir con chicos humanos, licántropos o vampiros.
Me guiñó un ojo cómplice y sacó el móvil para entregárselo a un vampiro que pasaba por allí. Nos reunió a los cuatro y nos ordenó que sonriéramos a la cámara.
— ¡Venga! Todos sabemos que lo de no salir en las fotografías es una excusa de vampiros. ¡Tenemos que inmortalizar este momento! Nunca volveremos a estar tan monos como ahora.
Se agarró de mi brazo con sutileza con la excusa de salir más en la foto. No me costó sonreír tanto como me imaginaba. Con ella era muy sencillo.
"Bueno, eso se aplica a la mayoría", la oí pensar a la par que el flash saltaba.
La dejé bailando junto con Angela y Ben para estirar las piernas, con la excusa de buscar más bolsas de plasma—B positivo para Ben; A positivo para Caris y cero positivo para Angela; ¡quién diablos sabría lo que meterían en aquellos potingues!—, y entonces me encontré con la segunda persona de la noche que no iba disfrazada de vampiro.
Se trataba de una chica que apenas habría llegado a los dieciocho y su vestuario constaba de una sencilla camiseta de tirantes negra con el dibujo de unos colmillos de vampiros ensangrentados y unos vaqueros ajustados.
Como ya iba siendo habitual, me sonrió sugerentemente echándome el ojo, y al final, aprobando lo que tenía delante.
Todas las chicas que habían pasado por mi lado, se habían quedado deslumbradas por mi presencia—algún que otro chico, también—, pero aquella decidió arriesgarse a soltarme todo lo que se le pasaba por la cabeza. Total, si mi respuesta era una negativa, estaba tan colocada que no sentiría vergüenza al día siguiente, porque ni siquiera lo recordaría.
Hizo un torpe gesto de acercarse a mí—balanceándose hacia delante—sin darse cuenta que sus avances eran en vano. Sólo esperaba que no me vomitase en las botas.
— ¡Ey, tío bueno!—Silbó con la lengua pastosa —. ¡Este es un lugar peligroso para culitos respingones como el tuyo!—Se puso de puntillas, acercándose a mi oído, me susurró —: Estamos en territorio de los vampiros…y lo chupan todo, todo y todo…
— ¡Ah!—decidí seguirle el juego convirtiéndome en un completo ordinario… ¡Dios! Si Esme me oyese en aquel instante —. ¿Y a ti también te gusta chupar?
Asintió con la intención de llevar sus manos hacía el botón de mis pantalones, por lo que di un paso más hacia atrás, y se hubiese tropezado si no fuese porque la acabé cogiéndole de los codos y manteniendo su frágil equilibrio.
—Pero tú no eres un vampiro, ¿verdad?
—No, yo soy una donante de sangre. Me gusta que me muerdan.
Se río como una necia.
Si no estuviese tan colgada, hubiera hecho caso a su instinto, comprendiendo que no le gustaría nada que mis dientes estuviesen a milímetros de su cuello. Estaba tan obnubilada, tanto por mi atractivo como por las drogas, que no hubiese advertido las señales de peligro. Me dolía la garganta, recordándome que no había ido a cazar hacía semanas, pero su sangre estaba tan emponzoñada con todo lo que se traficaba por aquella casa, que no me hubiese transmitido ningún placer, incluso si aquella hubiese sido mi intención. Por lo tanto, me limité a vacilarle levemente con la idea que desistiese.
Tardé en desconectar de sus pensamientos.
Cuando ella me preguntó si quería saber dónde quería que la mordiese, fue demasiado tarde. Sus pensamientos fueron a la par de sus acciones y se había quitado la camiseta, exponiendo su carne a la intemperie.
— ¡Aquí!—Señaló los objetivos donde quería que le hincase los colmillos.
Fue un segundo demasiado tarde cuando bajé la cabeza hasta la punta de mis botas, y empezaba a masajearme las sienes en busca de una salida digna a aquella situación.
Tenía un velo en mi memoria, pero en una época muy lejana, que se perdía en la etapa más luminosa de mi existencia, cuando íbamos de visita a algunos de nuestros vecinos, y éstos tenían una hija de mi edad, siempre tenía que pedir permiso para darle un regalo, en su presencia, y luego tomarle la mano para pasear por el jardín.
No recordaba del número de bofetadas, acompañados de un quejumbroso "¡Pervertido!", que me había llevado por el camino cuando sólo intentaba dar un casto beso en la mejilla.
¿Qué me había perdido entre medias para que las situaciones se invirtiesen?
Respiré profundamente, me di la vuelta, y con una señal para que me siguiese, anduve entre los vampiros vacilantes—que no se sabía si seguían el ritmo de la música o el de las drogas que se habían metido—, lo suficientemente cerca para que no se perdiese, pero lo suficientemente lejos para que no me rozase.
Llegamos a una puerta ataúd, la abrí, invitándola a la oscuridad de ésta, y cuando puso el primer pie, dudosa, la convencí con mi tono de voz usado para aquel tipo de situaciones:
—No te preocupes. Entraré en un momento. Es que soy tímido y hay ciertas cosas que no me apetece hacer demasiado a la vista.
Se lo creyó, entró y cerré de un portazo la sala de vampiros no salidos del ataúd. Si no conseguía allí lo que buscaba, por lo menos estaría segura. No quise oír nada; sencillamente me alejé de allí todo lo que el paso humano me permitía.
Con todo aquel lio, olvidé buscar las bebidas.
Y hubo otro inconveniente que me impidió ir hacia la barra.
Se trataba de Caris.
La localicé por las vibraciones de su voz. Aún estaba a varias personas de mí, y donde nos encontrábamos el uno del otro, un humano no hubiese podido oír de lo que estaba hablando con Angela. Se le notaba incómoda en la conversación, pero no por ello desinteresada.
Estaban hablando de mí.
—Entonces, ¿es cierto? Edward se iba a casar con Bella, vuestra compañera de instituto.
—Sí, efectivamente—lo corroboró Angela —. La boda iba a ser en agosto, pero hubo algo y se decidió suspenderla. —Los pensamientos de Angela se volvieron hostiles hacia mi persona, creyendo que estaba engañando a Caris, a Bella o ambas —. ¿De verdad Edward no te había contado nada?
—Edward se refiere a ella como su prometida. Lleva el anillo de compromiso y sé que todas las noches, cuando se va a la residencia, intenta llamarla. Y sé cuándo no lo consigue, porque, a la mañana siguiente, cuando estamos juntos, llega de mal humor y éste no se disipa hasta que pasan unas cuantas horas. Después, sonríe y finge que todo va bien. ¡Hum! No quiero preguntarle por miedo a ofenderle, así que quiero darle su tiempo a que sea él quien confíe en mí.
Estaba más sorprendido que enfadado. La había subestimado; ella era increíblemente intuitiva y no había podido engañarla ni un sólo instante. Estaba mucho más pendiente de mí de lo que me imaginaba.
Se acercó más a Angela y le susurró algo que sólo aquella podría oír con un oído humano:
— ¿Por qué se suspendió la boda? ¿Quién decidió no seguir para delante?
No comprendía por qué Caris quería que hubiese sido yo. Las cosas no habrían cambiado en absoluto. Por lo menos, Angela dejó su animadversión hacia mí a un lado.
—No puedo contarte demasiado. Tanto Edward como Bella siempre han sido reservados para los demás, pero lo que sentían el uno por el otro era evidente. Todo el mundo, en el instituto, veía el desenlace de todo aquello. Incluso en los meses en donde los Cullen tuvieron que irse a Los Angeles porque el padre de Edward fue destinado allí, todos sabíamos cómo iba acabar aquello.
¡Peligro! Llegábamos a la zona de aguas pantanosas. Oficialmente, Caris había aceptado la versión de Angela de aquellos meses en blanco, pero sabía que había algo en ese puzle que no le encajaba. En primer lugar, ella estaba segura que aquella ciudad había sido el último sitio donde iríamos. Estaba segura que había pasado algo turbio.
Permanecía más tranquila de lo que imaginaba, al serle desvelado mi lado más oscuro. Tal vez fuese una pose ante Angela, pero sus pensamientos nada relevaban.
Continuó escuchando a Angela—quien me sorprendió con su pensamiento sobre nosotros—, con bastante atención:
—Ellos eran, o son, la típica pareja que ves juntos y sabes que permanecerán abrazados durante cien años más. Recibir aquella invitación de bodas en mi buzón, era lógico. Bueno, la gente de los pueblos, y Forks no es la excepción, tienen la lengua muy larga y algunos decían que Bella estaba embarazada. —Oí moverse su pelo mientras negaba con la cabeza —. Lo que escapaba de toda explicación es por qué se suspendió todo y Edward está aquí, sin Bella. Yo me fui a la universidad una semana después de suspenderse la boda y he estado muy ocupada para querer profundizar más.
Pero una antigua amiga del instituto, que ahora está en la UCLA y con la que me escribo muy a menudo, me contó que Bella se había escapado junto con Jacob Black en moto y con el vestido de novia puesto un par de días antes de la boda. Incluso, ha llegado a decir que el bebé que esperaba Bella era de Jacob, pero que habían conseguido engañar a Edward para que lo reconociese como suyo porque sus padres eran ricos.
La mente cosmopolita de Caris era incapaz de aceptar tal patraña de invenciones procedentes de pueblo. Tenía que felicitar a Jessica Stanley. Había superado mis expectativas respecto a su capacidad de inventiva. Le auguraba un gran futuro si decidía meterse a escritora.
Resultaría realmente divertido si en medio de toda aquella historia no se hubiese colado el nombre de Jacob. Incluso en una fiesta a cientos de kilómetros de distancia se dedicaba a no darme tregua.
Había bastado para que Angela lo mencionase y una sensación parecida a las náuseas me invadiese. Y lo peor de todo, que Caris ya sabía que había un problema con él. Mi último territorio libre de aquel perro había sido contaminado.
—Lo siento, Angela. He vivido toda mi vida en una gran ciudad y no estoy muy familiarizada con los chismes. Aunque, si sigo llevando el tren de vida que me he propuesto, acabaré por entrar en ellos. Pero, ¿quién es Jacob Black?
— ¡Hum!—murmuró. Su voz sonaba preocupada. Empezaba a pensar que se estaba metiendo en un terreno peligroso — . ¡Oh, vaya! Edward no te ha hablado de Jacob.
Caris lo negó. Empezaba a confirmar que su intuición con Jacob no le fallaba. Algo olía muy mal respecto a él. Bueno, más aún.
—Esto…—continuó Angela—de verdad no sé qué pensar de todo esto. Jacob es un gran amigo para Bella. Cuando Edward se fue con su familia a Los Angeles, Bella estuvo muy deprimida, en realidad era mucho más fuerte que todo eso. Me dolía muchísimo verla en aquel estado.
La imagen que proyectaba la mente de Angela sobre la Bella de aquella temporada, me ponía realmente enfermo. Como si las piernas no me respondiesen y los sonidos procedentes de aquella fiesta se convirtiesen en agudos pitidos. Me daba cuenta que todo lo transcurrido con Bella había habido más espinas que rosas. Tenía que dejar de un lado todo aquel recuerdo horrible y seguir escuchando a Angela, espiando los pensamientos y reacciones de Caris. Se estaba aproximando a mi verdadero yo y me gustaría saber si acabaría aceptándolo, o, por el contrario, cortaría en seco toda relación conmigo.
Me extrañó que se comportase como una persona que escuchase desinteresadamente algo referente a alguien cercano a ella. Y no me juzgaba en absoluto. Sólo quería saber.
—Los primeros meses creí que iba a hacer una tontería—siguió escuchando a Angela —. Pero después, Jacob estuvo con ella mucho tiempo y parecía que mejoraba bastante. Pero no fue hasta que Edward regresó, su familia no le gustó el nuevo entorno y decidieron volver, que Bella volvió a ser la misma de siempre. Jacob y Edward, al principio, no congeniaban. Creo que los celos forman parte de la testosterona masculina. Al final, Edward se dio cuenta de todo lo él había hecho por Bella en su ausencia, y supongo que aceptó lo que había entre Jacob y ella. No sé si son amigos, pero estoy segura que Jacob iba a ser uno de los padrinos de boda. —Arrugué el ceño ante aquella afirmación. Falsa suposición de Angela. Y por lo visto, Caris tampoco se lo acababa de creer.
Angela parecía concluir:
—Llegué a enterarme que Jacob tuvo un accidente en moto. Supongo que fue más aparatoso de lo que parecía a simple vista, porque no se acababa de recuperar y le enviaron a un hospital más grande. Posiblemente, la boda se suspendería por eso. Aun así, me parece realmente extraño que Edward esté aquí y Bella haya decidido quedarse. No creo que a su padre le gustase demasiado la idea. Pero no podemos saber que se les pasa por la cabeza —se encogió de hombros —. Les he visto demasiado unidos para hacerme a la idea que hayan decidido no estar juntos. Siempre habrá algo en Bella con Jacob, si se ha dado la circunstancia de ser así, que no me acabará de encajar. Aunque, también fue chocante ver a Edward contigo y…bueno, sois amigos…
Decidí que ya había escuchado suficiente conversación y me dirigí con pasos ligeros hacia ellas antes de que Angela añadiese verbalmente lo que estaba pensando.
"Si me dijeseis que sois pareja, me lo creería. Se os ve genial cuando estáis juntos. Casi hacéis todo a concordancia."
Rocé el codo a Caris para que se diese la vuelta y enseguida ensayó una cara de completa inocencia como si no hubiesen estado hablando de mí mientras me había ausentado. Yo también ensayé mi cara de jugador de póker y me disculpé por no haber podido traer las bebidas.
—Una señorita estaba cortejándome. Aunque creo que quería que me ofreciese voluntario para extraerle la sangre…o algo así.
Angela se río tímida.
—La gente se está volviendo loca. Y aún no hemos empezado…
No pudo continuar. Ben había estado hablando con alguno de sus compañeros de clase, la cogió de la cintura y la arrastró hacia la pista de baile.
Quedarme a solas con Caris se convirtió en una suma de momentos incómodos. Sabía que, tarde o temprano, tendría que hablar sobre la conversación que había mantenido con Angela.
Aunque aquel no era el momento.
Su cuerpo estaba en completa posesión por la música—su pie golpeaba el suelo al son de los bajos—y en mi cabeza la veía moviéndose al compás de ésta. Se moría de ganas de bailar y me lo dejó bien claro cuando me miró intensamente y me tendió la mano para invitarme a salir a la pista.
Estrechándola, acepté la oferta sin pensármelo dos veces. Aquella fiesta era lo más extravagante a lo que había acudido alguna vez, pero, por primera vez, no me sentía como un extraño. Era alguien más que sólo trataba de divertirse y eso iba a hacer.
Caris me retó a salir al medio de la pista.
—A menos que en tu repertorio de baile sólo esté la polka.
Fruncí el ceño.
¿Me estaba provocando? ¡Ahora vería!
La arrastré hacia el medio de la pista acompañado de sus carcajadas, nos enfrentamos, y como un caballero bien educado, le hice una inclinación a modo de saludo; Caris aceptó poniéndose la mano en la boca para reírse, y nos preparamos para el primer acorde de Somebody told me (2).
A la primera. Fue sorprendente que Caris pudiese seguirme el ritmo, con sus pies y caderas siguiendo la misma coreografía que yo, sin desvanecerse un solo instante. Cogerle de las manos, tirar de ella para atraerla hacía mí, agarrar de su caderas, giros e inclinaciones. Y lo más importante, no estaba siendo demasiado brusco; ella tenía la cara roja y le corría el sudor por todo el cuerpo, empapándome a mí de paso, pero no era a consecuencia de hacer algo fuera de control. Su risa era el mejor indicador que estaba bien. Muy bien. Se estaba divirtiendo bailando conmigo.
En los más de cuatro minutos de canción, a ritmo de rock, me di cuenta que no le haría daño. Nada en mi subconsciente saltaba porque sufriese un peligro inminente estando tan cerca de mí.
Sólo me faltaba la sangre recorriendo mi cuerpo bombeada por un corazón acelerado; casi era humano y se me daba muy bien.
Estábamos tan abstraídos el uno con el otro, paso tras paso, que no nos habíamos dado cuenta que nos encontrábamos solos en la pista de baile, siendo rodeados y coreados por cientos de vampiros.
La pobre Angela parpadeaba confusa con lo que tenía ante sus ojos. No acababa de encajar la imagen que tenía de mí en el instituto con la que estaba viendo en aquella pista.
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Me sentía como Michael Jackson en Thriller sólo que sin el Moon Walker (3) y con un ejército de vampiros siendo guiados por nosotros.
Angela aún no acababa de hacerse a la idea de lo que estaba siendo testigo. A cada nueva canción que sonaba, intentaba conciliarse con la idea de verme dando brincos por toda la pista, agarrado a la cintura de Caris, siendo aclamados y proclamados como los amos de toda aquella parafernalia de capas negras y colmillos de plásticos.
Me preguntaba qué tendrían realmente todos aquellos chupitos de A positivos para que Caris aguantase tanto el ritmo a la que estaba siendo sometida. No tardé en descubrir que se trataba de estar disfrutando de la fiesta con otra persona. Había llevado la cuenta de lo que había bebido y no era lo suficientemente alarmante como para llegar a coger el puntillo. Estaba sobria. Felizmente sobria.
Intenté evitar que un pensamiento oscuro empañase aquellas horas de diversión.
La verdad, que a pesar de todas mis reticencias a la manera que los humanos nos ponían en evidencia, mi naturaleza se inclinaba a divertirme. Me preguntaba por qué había tardado tanto en aceptar esa parte de mí y la tenía enterrada en lo más profundo.
Con tristeza eché en falta a la persona a la que realmente quería a mi lado. Me encantaría haberle mostrado que no siempre era el aguafiestas que estaba en contra de toda clase de diversión. Siempre que fuese sano y seguro, era el primero que me apuntaba a una buena juerga. Sí, era una lástima que Jacob Black siempre fuese un paso por delante de mí y lo de correr en moto y saltar acantilados fuese más atrayente.
Caris notó mi pequeño cambio de humor y demoró el ritmo.
— ¡Ey!—Me puso la mano en la mejilla para volver la cara hacia la suya —, Edward, ¿qué pasa? Supongo que esto es demasiado para ti y lo has aguantado bastante bien, pero creí que te estabas divirtiendo.
—Y lo estoy haciendo—le aseguré.
— ¿Entonces?—Inquirió preocupada —, ¿estás cansado?
Me reí ante aquella obviedad negando con la cabeza.
—No he convertido Halloween en mi fiesta favorita pero creo que una noche como ésta una vez cada cierto tiempo, es genial. De verdad, me hacía mucha falta—le reconocí con la mirada. Suspiré —. Lo único es que extraño muchísimo a mi hermano pequeño. A él le encanta toda esta clase de bullicios. Tiene una personalidad muy ruidosa y seguro que hubiese convertido todo esto—señalé a toda la pandilla de vampiros bailando a nuestro alrededor—, en una competición. Le encanta ser el alma de la fiesta.
No le había mentido. Por lo menos, no del todo. Seguramente a Emmett le hubiese encantado venir y caer al suelo de la risa al ver toda la pantomima que nos rodeaba, para luego unirse a ella como uno más.
Y en general, hubiese dado casi cualquier cosa porque mi familia estuviese completa. Les echaba en falta a cada uno de ellos de forma diferente y entrañable. Incluyendo a mi latosa Alice, aunque fuese la que más se hiciese notar.
Sólo la promesa de quedarme con Caris hasta el final, era lo que me retenía en aquella ciudad. Eso y la promesa de estar lo más lejos posible para no causar más daño.
Mi dolor no era importante.
El dolor de Jacob aún lo era menos.
Pero ella era sí importaba; aunque yo estuviese lejos de sus pensamientos.
Caris dio por buena mi explicación y se encogió de hombros.
—Bueno, tal vez te intente arrancar la cabeza por saber lo que se ha perdido, pero siempre puedes prometerle que habrá muchas más, ¿no? Podrás correrte toda clase de juergas con la excusa de una despedida de soltero. ¡Venga! Seguro que le debes una.
No pude hacer otra cosa que reírme. Siempre veía el vaso medio lleno.
Quiso que reanudásemos la diversión donde lo habíamos dejado; entonces la banda dejó de tocar y el líder se acercó al micrófono para hacer un anuncio. Sonreí. No se trataba del típico parón entre canciones para darse un descanso.
De repente todo el mundo estaba pendiente de Caris, con sus pensamientos fijos en ella. La habían reconocido del video de YouTube y estaban asombrados de tenerla entre ellos.
Caris lo notaba, y su primera impresión fue sentirse cohibida. Por eso se agarró a mi brazo, refugiándose entre mi cuerpo como si yo la fuese a proteger.
—No puedes permitirte ser tímida—le susurré al oído.
Asintió tragando saliva, aún aprensiva.
— ¡Eminencias de la noche!—gritó a pleno pulmón el solista para llamar la atención —. Me ha llegado el soplo que tenemos aquí a una de las participantes para The Symphonic Young Singers of America. Sé que es un tópico, pero en este caso es cierto. Es mi favorita y he votado por ella. Y en el siguiente video, lo seguiré haciendo.
La buscó con la mirada, Caris intentó esconderse detrás de mí, pero la cogí por la chaqueta de cuero y la eché hacia delante con cuidado. Aún estaba cohibida cuando empezaba a recibir la primera ovación por parte de toda aquella gente. Me atrevería a decir que una vez pasada la primera impresión, se sentiría como pez en el agua. La vi sonreír y hubo una sombra en sus pensamientos que me hizo fruncir el ceño. Estaba preparando algo.
La ovación creció a medida que iba subiendo las escaleras hasta que el líder le tendió la mano y se colocó en medio del escenario.
—Bueno, preciosa—la halagó, y estaba siendo muy sincero. Caris se había vestido para provocar aunque ni ella misma se diese cuenta del efecto—, ya que te has dignado a bajar hasta las catacumbas, al lugar de la noche eterna, ¿no quieres dejar algo de tu luz aquí? ¿No te apetece acompañarnos en una actuación? Así nos darías un millón de razones para proclamarte como la ganadora del certamen de este año.
Caris se acercó peligrosamente al micrófono y cuando terminé de descifrar sus pensamientos, me di un golpe en la frente. Era muy peligroso lo que estaba planeando, y si hubiese sido más inteligente, habría salido de allí corriendo, hubiese cogido el coche y hubiese conducido sin parar hasta llegar a la frontera con Alaska.
Aún estaba a tiempo de hacerlo.
¿Por qué no lo hacía?
Porque una parte de mí estaba deseando probar nuevos retos. Algo fallido que no había salido en casi cien años y ahora tendría una sola oportunidad. No me imaginaba cómo lo había podido saber pero había acertado de pleno. Aquello sólo podía acabar de dos maneras: matándola lenta y dolorosamente o estar en deuda con ella durante el resto de la eternidad.
Se acercó al micrófono y pareció estar susurrando, aunque todo el mundo la estaba oyendo:
—Esto es inesperado y realmente halagador—carraspeó —. Y creedme, señores de la noche, que me encantaría actuar aquí y ahora. Pero—se dio un golpecito en la garganta—tengo que cuidar mi voz. Mañana por la mañana tengo que subir mi segundo cover y no puedo permitirme el lujo de quedarme ronca. —Bajó los ojos modestamente mientras oía el lamento de la gente que había esperado oírla cantar. Sonrió perversamente y yo puse los ojos en blanco. Aún podía salir corriendo de allí. Elevó la voz y soltó —: Pero, a modo de compensación, yo os ofrezco una actuación mucho mejor. Digamos que los discípulos tienen que mejorar a los maestros, pero aún queda mucho para que yo lo consiga. Por razones personales, él ha decidido abstenerse de participar en el certamen. ¿Realmente se lo agradezco? ¡Hum! Si lo hubiese hecho, apostaría hasta la última gota de mi sangre—gruñí ante aquella frase—a que todos hubiésemos sido relegados al fango. Pero, como amante de la música que soy, lamento que un talento tan prodigioso se pierda. Así que consideraos afortunados los que esta noche estáis aquí. Es un momento único. Y yo me siento muy afortunada de haberlo encontrado.
Dirigió su mirada hasta donde me encontraba e ignorando el gesto que le dediqué de cortarle el cuello, elevó el dedo y me hizo señas para que me dirigiese hacia el escenario.
Ahora todo el mundo me miraba a mí.
— ¡Edward Cullen—me llamó—, su público le reclama!
Oí como alguien escupía a mi lado. Se trataba de Angela. Se había atragantado con el cóctel B negativo y su boca y cuello se habían impregnados de un líquido viscoso rojo. Tosía sin parar mientras que Ben le daba palmaditas en la espalda para que se calmase.
¡Pobre! Aquello había sido demasiada dosis del verdadero Edward Cullen para ella en una noche. Y no había hecho más que indagar en la superficie.
El solista me llamaba, y yo, en lugar de huir por la puerta trasera, corría hacia delante mientras me tocaban todos los aplausos a mí.
Caris, muy sonriente, me dio el micrófono mientras la amenazaba de muerte.
—Empieza a beber todas las botellas de vodka que encuentres porque me han entrado unas ganas de probar un Bloody Mary como no te puedes imaginar—le susurré al oído.
No se amedrentó en absoluto, me agarró la muñeca para que me agachase y sus labios llegasen a mi oído:
—Es algo que necesitas hacer. Me lo acabaras agradeciendo.
Se volvió al público y exigió un fuerte aplauso para mí. Después, bajó para ir al encuentro de una completamente alucinada Angela y un Ben que se lo estaba pasando en grande a mi costa.
Estaba seguro que los miembros de la banda hubiesen preferido cantar con ella, pero mientras diese un buen espectáculo, el resultado no importaba.
—Bueno, Edward—me animó el solista —, si eres su maestro, debes ser formidable. Y te agradecemos que hagas una excepción a tu retiro por esta noche. Si no nos gusta, no la votaremos y nos beberemos vuestra sangre.
Puse los ojos en blanco evitando hacer un comentario obvio mientras el público se reía. Apostaba que una buena parte de los asistentes les importaba muy poco que mi voz sonase como el sonido de las uñas deslizándose por una pizarra; mi bonita apariencia era el verdadero espectáculo. Sobre todo, para el sector femenino y los no salidos del ataúd.
— ¿Algún tema en especial?—Por fin me atreví a despegar la lengua.
Me hizo un gesto de que era libre de cantar lo que quisiera. Incluso el himno americano si me apetecía.
Le pedí que me diese el bajo y se río entre dientes cuando comprobó que también sabía tocar algún instrumento. Me arriesgaría con él.
Había tocado un bajo hacía cinco años para enseñar a Rosalie. Extrañamente, se había interesado por la música queriendo sorprender a Emmett para el día de San Valentín. Nunca lo acabaría de comprender, porque Emmett siempre estaba impresionado con todo lo referente a su compañera. Pero tenía ganas de enfrentarme a nuevos retos y estuvimos días y días en un garaje tocando todas las canciones que sonaban en la radio.
Hubo una de ellas que hizo que mi hermana dejase de tocar y frunciese el ceño. Le pregunté que le pasaba con la canción. Me parecía preciosa.
—Edward, ¿de verdad no te has parado a escuchar la letra? Es muy triste. Habla que amas a una persona inalcanzable y, acabas rindiéndote. Le estás diciendo a una persona que la dejas, aunque la amas. No es lo que le quiero transmitir a Emmett.
Nunca podría imaginar que mi querida hermana me estuviese concediendo una conversación profunda, tan poco propia de ella, y que sólo tenía el privilegio de mantener una vez cada diez años.
En aquel momento, lo único a lo que me había limitado era a aceptar sus extrañezas y enseñarla a tocar alguna canción tonta de amor estilo All you need is love o alguna cosa parecida. Emmett agradecería cualquier intento por parte de Rose.
Ahora descubría que Rosalie podía llegar a sorprenderme, muy de vez en cuando.
No había reparado verdaderamente en la canción hasta unas semanas atrás, cuando la estaba escuchando para elegir repertorio para los covers de Caris.
Estábamos escuchando un CD de Snow Patrol y volvió a salir aquella canción.
Con varios años de diferencia, el gesto de mi amiga humana y mi hermana fue exactamente el mismo al escucharla. Y mi extrañeza fue idéntica.
— ¡Puf! Es la canción ideal para dejar a alguien con elegancia. Odio las historias de amor derrotistas.
Teniendo en cuenta la versión Disney de Caris sobre el amor, me limité a hacer un comentario tipo sólo se trataba de una canción.
—Hay canciones que forman parte de la banda sonora de tu vida, Edward—me había replicado —. Y espero que ésta nunca lo haga.
¿Cómo había sido tan iluso? Aquella canción estaba destinada a ser parte de mi banda sonora. La verdad más triste de digerir. Y tenía que aceptarla.
Sintiendo mi cuerpo pesando más de mil kilos, le dije al líder que canción había escogido.
— ¡Buena elección!—aprobó de inmediato —. Una bonita balada rock para la mitad de la noche. Así empezamos a ponernos románticos.
Buscó la partitura, y al parecer la tenían, y empezó a repartirla para todos los miembros del grupo. Rehusé la mía cuando me la tendió.
—La tengo metida en mi cabeza—le dije. No añadí que la tenía clavada en el corazón. Pero eso no podía dolerme, ¿no? Total, había dejado de latir hacía mucho tiempo.
Nos llevó unos minutos a que todos nos coordinásemos en nuestros instrumentos. Descubrí aliviado que el bajo y mi mano se llevaban a las mil maravillas. Antes de someterme a la prueba de fuego y exponer mi voz ante el micrófono para deleitar al público, canturreé para mí mismo comprobando que mi voz y el instrumento estaban la concordancia.
Di la señal que estaba listo, y después de la introducción instrumental, mi voz empezaba a elevarse en el aire, y poco a poco fui consiguiendo que toda la atención hasta igualar todos los latidos de aquella sala al ritmo de un acorde hasta que se hizo sólo uno.
Y a medida que iba avanzando la canción, mi impulso homicida hacia Caris iba a disminuyendo. Sin distraerme, sin aminorarme un solo acorde, la localicé. Se encontraba junto a una llorosa Angela, que abrazaba a Ben mientras apoyaba la cabeza en el hueco entre su cuello y hombro, balanceándose lentamente al compás.
Caris me devolvió la mirada, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas y un fuerte nudo atravesado en la garganta debido a la emoción.
Comprendí por qué había hecho esto.
Una parte de ella quería que me pusiese en sus zapatos y sintiese lo mismo que le impulsaba a perseguir su sueño. Descubrí asombrado que me conocía mejor que yo mismo.
La misma pasión por la música nos había convertido en espíritus afines.
Mientras cientos de mecheros encendidos señalaban en mi dirección, yo mismo me sentía brillar.
En casi cinco minutos de canción, había conseguido dejar de ser un monstruo oscuro en busca de luz, a convertirme en lo que había podido llegar a ser si mi piel estuviese repleta de pecas, mis ojos fuesen verdes y la sangre corriese furiosa por mis venas.
Yo hubiese sido una estrella. Estaba convencido hasta el núcleo de mis células cristalizadas.
Y aquí llegaba la confesión más desgarradora y más pública que haría.
Si yo hubiese sido aquel de entonces, tendría a la persona que amaba entre mis brazos. Me hubiera pertenecido por derecho natural y Jacob Black sería una sombra.
Y por eso odiaba a Caris.
Me había obligado a confesarme a mí mismo que me había convertido en un huésped indeseado en la vida de Bella.
Cada silaba que cantaba, cada nota que salía de aquellas cuerdas enredadas en mis dedos, acababa por desgarrarme un poco más.
Y entre el solo de bajo y la última estrofa de la canción, un fantasma apareció como si hubiese sido evocado con aquella canción.
Los ojos me picaban ante lo más bello que jamás habían visto.
Caminando lentamente, casi flotando en el aire, su vestido blanco resaltando en la oscuridad reinante, acercándose lo suficiente para que su olor se convirtiese en la droga más adictiva para mí.
Pero sus ojos anegados en lágrimas me estaban vaticinando lo que no salía de sus labios.
En realidad, nunca tuvimos otra opción.
Finalmente, éstos se despegaron y pronunciaron la palabra más cruel del mundo.
Adiós.
La última frase de la canción y mi mano intentó alcanzarla.
Pero ella se convirtió en humo, desvaneciéndose de mis dedos provocando un fuerte picor.
Bella huyó (4) hacia la oscuridad para refugiarse en los brazos del hombre para quien ella siempre sería una segunda opción. ¡Qué terrible realidad!
Cuando terminé de tocar el bajo, un minuto de silencio se adueñó de la casa, hasta que un gran clamor lo rompió de repente. Gritos y ovaciones por igual. Todas y cada una de ellas para mí. Sinceros y entusiastas. Me había convertido en su favorito.
Me sentía casi feliz y agradecido por ello.
Correspondí a su veneración con una amplia sonrisa y una inclinación.
Más gritos.
El solista—Chris, me pareció que se llamaba—había estado acompañándome con la guitarra eléctrica, bajó del peldaño y estuvo dispuesto a darme un gran abrazo.
Riéndome, tuve que apartarle muy a mi pesar. No se trataba de que notase la gran diferencia de temperaturas entre nosotros; se había secado sus lágrimas y sonado los mocos en la manga de su camiseta y no me apetecía que me manchase el abrigo de cuero.
Se acercó al micrófono y gritó con la voz desgarrada por el llanto:
— ¡Puto genio!
Me reí, algo vanagloriado, mientras todo aquel vampiro de la sala coreaba aquella nueva referencia para mí.
¡Hum! Puto genio. Sí, tal vez algo ordinario, pero me gustaba.
El móvil vibró entre mis pantalones haciendo ensordeciendo toda aquella aclamación.
Y mi ánimo, repentinamente, se ensombreció a la par.
Se trataba de Alice.
"Edward, ¿qué está ocurriendo en tu cabeza? ¿Por qué Bella ya no sale en mis visiones? Parece un agujero negro."
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(1) Si por ahí hay alguna malpensada, sólo añadir: ¡Has acertado de pleno! Sí, es eso que tu mente cochinota se ha imaginado.
(2)Somebody told me—The Killers.
(3) Thriller es el video más popular de Michael Jackson, y el que, prácticamente, le catapultó a la fama. En él sale bailando con unos zombies. El Moon Walker (Caminante lunar, se traduciría) es su paso de baile más característico inventado por él.
(4) Haciendo referencia a la canción de Snow Patrol, Run. Como ya han explicado Rosalie y Caris, es una canción referente a un amor imposible. Es decir adiós a una persona que aún sigues amando. Digamos que así Edward se despide de Bella porque cree que ella va a quedarse con Jacob. Sí, a veces nuestro querido puto genio saca sus propias conclusiones basándose en su auto culpabilidad. ¿Alguien tiene Prozac? Bueno, digamos en su defensa que Bella no se está comportando muy ejemplarmente. Mi beta Gabby Villalba la tiene en gran estima, ¿verdad, nena? (Por si no lo habéis notado, estoy siendo sarcástica).
Este es uno de mis capitulos favoritos. Fue un gran reto escribirlo por la carga emocional que conlleva. Es un paso al frente para Edward. Sí, parece el mismo emo que cree que no merece ser amado y bla, bla, bla...pero, ya lo dije al publicar el fic y esta es mi filosofía con él. Al igual que Bella y Jacob tienen elecciones y otros caminos que no sean el uno del otro, también Edward debe tener ese derecho. Ya no se trata de Caris o Bella, se trata de una elección que implique exclusividad. Para mí, no tiene que ser alguien que esté ahí por si Bella no tiene alternativa con Jacob; o viceversa. No es la reserva; el también tiene derecho a elegir y ser amado en exclusividad. No sé si se ha entendido la idea o estareis de acuerdo conmigo, pero es mi opinión.
De nuevo, gracias por vuestros rrs, favoritos y Follows. Gracias. Nos vemos el Miercoles...(Preparaos que vienen curvas). Y si quereis ver adelantos, o un bannner Team Bella/Team Caris, ya sabeis, en FB soy: Maggie Sendra.
