Disclaimer: Santa Meyer los crea y ellos se juntan. Yo sólo les lío para crear la historia.


Dark Paradise by Lana del Rey.


De haber continuado siendo humano hubiera podido sobrellevar mucho mejor las consecuencias de la fama. Ya no podía hacer que las manecillas del reloj fuesen hacia atrás y lo que había quedado hecho, hecho estaba. Para siempre. Muy largo.

Y por ello no me quedaba otra que salir de allí y esconderme en el coche, esperando que toda la efervescencia creada por mi actuación se disolviese como un azucarillo en el agua. Era a lo que realmente tenía derecho. Cinco minutos de brillo y volver a la oscuridad.

Caris llegó diez minutos después. Se había estado despidiendo de Angela y Ben, y éstos le habían prometido intentar ir al evento. Por lo menos la primera actuación.

— ¿Hundiéndote bajo la presión de la fama?—se burló.

Decidió obviar que no estaba de humor para aguantar sus bromas e ignoró mi gruñido. Aunque decidió no protestar mucho cuando le tocó ir de copiloto, y no le hiciese mucho caso cuando empecé a conducir rumbo a su casa.

Durante unos largos diez minutos, esperando en un atasco, ninguno de los dos dijo absolutamente nada, aun cuando la mente de Caris se estaba convirtiendo en un hervidero de miles de posibilidades.

Me mordí el labio y moví la cabeza negativamente.

Esto no podía estar pasándome.

—No debiste haber hecho esto. —No había levantado la voz más que lo audible al oído humano; aun así, le sobresaltó y pegó un pequeño brinco.

Finalmente, se encogió de hombros, quitándole importancia.

—No hemos violado nada, Edward. Nadie ha sospechado nada y todo el mundo se ha quedado encantado con lo que ha visto y oído. Creo que lo necesitabas, de verdad…Incluso, Chris ha estado hablando conmigo para intentar con…

—Sabes de lo que estoy hablando—elevé la voz unas octavas—.Tú misma me dijiste que la canción que he tocado es decir Adiós a alguien que amas. Y te he oído hablar con Angela. Sé que has hecho esto para intentar que lo reconociese. Y lo he hecho. No me ha sanado. Duele mucho.

Volvió su cabeza para mirarme fijamente y se quedó completamente pálida. Gotas de sudor le bajaban por las sienes. Se retiró el cabello y suspiró.

—Siento que te hayas sentido desgraciado—titubeó cuando pudo empezar a hablar.

Pero, poco a poco, su voz fue ganando en consistencia y en seguridad a medida que fue hablando:

—Pero no me arrepiento. Angela sólo ha dado detalles, los importantes, pero hacía mucho tiempo que tú no eras feliz. Realmente, desde que nos conocemos, no te he visto un solo día en el que haya podido decir: "¡Oh, vaya! ¡Qué radiante está este chico hoy!" Y no puedes permitir seguir haciéndote daño de esta manera. A propósito, ¿ese tal Jacob es como tú?

Negué enérgicamente con la cabeza y me reí sin alegría.

—Huele demasiado mal para que nuestras respectivas razas puedan tener algo en común —torcí los labios sólo de pensarlo.

Enseguida evocó algo que le había contado sobre el disfraz de Ben y adivinó. Sonreí complacido.

—Aun cuando estemos a cientos de kilómetros de distancia, yo no puedo decirte nada más sobre él. Hicimos un pacto y hablar los unos de los otros, lo rompería creando un gran desastre. Pero, supongo que si lo adivinas, eso ya no es culpa mía.

Caris hizo un signo de no abrir la boca.

—Tampoco es que vaya a Forks a averiguarlo. Si te sirve de consuelo, no estoy interesada en conocerle.

Me permitió sonreír. Aquello era una tregua. Ahora venía lo amargo.

—Algunas veces me encantaría que todos tus cuentos de hadas fuesen ciertos.

— ¡Ey!—protestó—. Esa clase de magia es real. Tú me estás hablando de un mundo donde los vampiros y…Jacob existís y cohabitáis a nuestro lado, y algo tan elemental y sencillo como un alma gemela te resulta inconcebible. Creo que hasta para tu especie eres raro.

—Lo que estás diciendo funciona muy bien en nuestro mundo—le expliqué—. Nuestra naturaleza pétrea no nos permite un gran cambio, y cuando lo hacemos es permanente. Por lo que sólo nos enamoramos de una persona y es para siempre. Sí, nuestro para siempre.

—Bien—coincidió—. Hasta ahora no me has dicho nada nuevo que yo no sepa. Incluso, en nuestro cambiante mundo humano, estas cosas funcionan así. No somos tan diferentes como crees.

Intenté negarlo, pero era tan cabezota que no aceptaría que se estaba equivocando. No estaba en condiciones de discutir con ella de ese asunto.

—Enamorarme de una humana ha sido una gran ruleta rusa—proseguí—. Ya has oído a Angela hablar sobre mi escapada a Los Angeles, sólo que te imaginarás que no fue allí donde nos fuimos —asintió comprendiendo por donde iban a ir las cosas y elevó una ceja para que yo prosiguiese. Decidí ahorrarle los detalles más turbios—. Cometí un gran error vital y casi nos cuesta la vida. De hecho, la presencia de Jacob en nuestras vidas es el castigo a mis pecados. Tú aseguras que los triángulos amorosos no existen. No puedes estar más equivocada. Yo estoy atrapado en uno.

Fue más rápida en hablar de lo que me había imaginado.

—Triángulos amorosos—casi escupió las palabras—. Bien, veamos. Por lo que sé, después de ese error fatal que has cometido, Bella lo ha olvidado todo y ha vuelto contigo. ¿Ella te ha dicho que te ama?

Asentí.

— ¿También se lo ha dicho a Jacob?

A mi pesar, tuve que asentir de nuevo. Esto cada vez dolía aún más.

— ¿Dice amar a Jacob y se iba a casar contigo?—El tono neutro de su voz se iba amortiguando. En su cabeza semejante caos era como una ecuación de dos incógnitas cuyo resultado era infinito. Casi se mareaba.

Necesitó un segundo para pensarlo. Intentó concentrarse en las gotas de lluvia que caían sobre el parabrisas. Iba a decirme algo brutal y sincero y quería amortiguar el golpe para no hacerme más daño. Me hubiera gustado decirle que disparase aunque me delatase. Al final, ella misma llegó a la conclusión de soltarlo a bocajarro.

—Además de ser una completa mentirosa, es increíblemente egoísta. Y si ella no te suelta, creo que eres tú el que deberías romper con todo esto antes de salir aún peor parado.

La miré torvamente.

—Bella me quiere.

Ignoró tanto mi mirada, como lo que había dicho y como lo que había dicho, y acabó explotando casi indignada.

—Sí, ella te quiere. Pero es a ti a quien ha mandado lejos y el otro es quien permanece a su lado. ¿Cuándo se va a caer la venda de tus ojos? ¡Vale! Has cometido un error fatal, pero eso sólo es un bache. Vuelve a caminar y no pasa nada. No te engañes diciendo que el tipo éste, Jacob, es un castigo por tus faltas. Si Bella y tú hubierais sido felices desde el principio, posiblemente él hubiese aparecido. ¿Te ibas a culpar también? Edward, es el destino. Tú no puedes luchar contra esto. Sólo aceptarlo, atesorar todos los buenos momentos que has vivido a su lado—chascó los dedos—, y a seguir por tu camino. No eres el único al que le han pasado estas cosas.

No conozco lo suficiente a Bella para odiarla. Incluso, por las fotos y lo que me ha contado Angela, creo que es una buena chica. Pero estoy evaluando sus actos y éstos no son correctos. No está siendo sincera y te está haciendo daño.

Apreté las manos en el volante, intentado contenerme. Y, aun así, mi voz, suave pero fría, intentaba filtrarle todo el desdén que me estaba produciendo esto. Ahora sí que me estaba comportando como un auténtico monstruo.

—Te perdono lo que estás diciendo porque lo que crees que sientes por mí es inocente hasta el punto de llegar a ser infantil.

No necesité adivinar sus pensamientos. Sus ojos oscurecidos indicaban perfectamente que había sacado a la luz el más oculto de sus sentimientos. Estaba floreciendo y era lo suficientemente íntimo como para que casi no pudiese salir a la luz, casi no lo podía leer. O yo no quise leerlo.

La estaba traicionando. Estaba siendo muy cruel.

Bajé los ojos porque era imposible verla mientras se empezaba a romper en pequeños trozos. Pero hice un gran error de cálculo. En lugar de encogerse y romper a llorar, cogió toda la dignidad que tenía—muy superior a la mía— y la arrastró hasta sus últimas consecuencias.

Y quedaba algo parecido dentro de mí, debería mirarle y escucharle. Ahora ella era el ser sobrenatural y yo la frágil criatura.

—Sí, Edward, me gustas mucho. Muchísimo. Y creo sinceramente que podría funcionar. Tal vez no ha sido tan cósmico como yo pensaba, pero nos complementamos lo suficientemente bien como para que esos detalles me hayan dejado de importar. Tal vez sea otro tipo de magia diferente.

¿Por qué no intentarlo? ¿Qué puede pasar si, al final, no vamos a ningún lado? Puede que llore un par de días y después a caminar hacia delante. Si es una bifurcación, quiero recorrerla. ¿Qué puedo perder?

— ¿Unos años en tu vida?—repliqué sarcásticamente. Quise poner cordura en todo esto—.No te das cuenta que si esto no funciona, cinco años serán mucho tiempo. Y ya no hablamos de diez.

Se encogió de hombros como si fuese una minucia.

—Dentro de diez años tendré treinta, y no me importará la diferencia de edad. ¿A ti sí?

—No—admití a regañadientes.

Aquello le dio un nuevo aliciente para rebatirme. Pero, ¿qué era realmente lo que tenía que discutir?

—Con treinta años aún tendré casi sesenta para seguir viviendo. Además, ¿necesitaremos diez años para saber que va a funcionar? Creo que nos llevará menos tiempo saberlo.

Aquella extraña sensación era como si el estómago se me cerrase y los pulmones estuviesen colapsados y no pudiese respirar. Algo estaba torcido. Y muy equivocado. Por primera vez, se me abría un dilema con dos direcciones distintas. Aquello era una gran incongruencia en el mundo al que pertenecía. Sencillamente imposible, y, sin embargo, yo había sido maldecido o bendecido por dos veces.

La cabeza me iba a estallar por imaginar las consecuencias de todas las alternativas.

¿Y si era con Caris con quien tenía que funcionar?

—Sé que ahora estás confundido y no te pido que me des una respuesta inmediata—me concedió—.Cuando tenía dieciséis años, mi primer novio se fue a la universidad y me rompió el corazón. Recuerdo que esos días estuve realmente catatónica. Parecía un zombi escapado de un holocausto nuclear. Y así era como lo viví. Era una bomba atómica había explotado en medio del campo y lo había arrasado todo. Pero pasaba el tiempo, cien canciones románticas corta-venas después, descubrí que algo de aquel campo había sobrevivido. Una pequeña flor que aún se aferraba a la vida. Y si había algo que luchaba por sobrevivir, yo también podría salir de toda aquella mierda.

En realidad, después del segundo, el impacto fue bastante más amortiguado. Y bueno, ya sabes…Riley. Lo que te quiero decir con todo esto, es que las rupturas no son fáciles, pero es algo que tenemos que superar para llegar a donde realmente tenemos que estar.

Me arriesgaré a una cuarta bomba atómica. Creo que merecerá la pena. Lo único que te pido, si lo intentamos es la exclusividad. Puedo perdonar casi cualquier cosa, pero nunca seré una segunda opción. Quiero que cuando me mires, para tus ojos yo sea la única. Porque tú lo serás para mí.

Como no tenía demasiados argumentos para echar por tierra todo lo que estaba diciendo, sólo cabía la posibilidad de pintar el más negro de los panoramas. Darle a elegir lo qué quería hacer o a quién quería tener a su lado. No podía creerme que dejase a un lado la música para estar conmigo. Ella no podía imaginar a todo lo que tenía que renunciar por recorrer el mismo camino.

Pero el problema era yo. En el pasado, ya habían surgido varias proposiciones y había podido decir que no rotundamente, siempre educado, pero había sido lo suficientemente firme para dejarlo claro.

Se trataba de una simple palabra.

¿Qué me pasaba?

Decidí arriesgarme, asustándola de verdad.

—Bien—permanecí tranquilo y sombrío—. ¿Te has parado a pensar que pasaría si saliese bien? ¿Qué pasaría con todo por lo que has luchado? ¿Con tu carrera? ¿Con Nana? ¿Con Emma? Sabes que no hay vuelta atrás.

Caris tragó saliva y por primera vez se imaginó el escenario más negro posible. Exhaló profundamente y negó con la cabeza.

—No puede ser tan malo.

—Con Riley no hubo vuelta atrás.

Mencionándole a Riley esperaba que se echase para atrás.

Pero permanecía en sus trece.

—Podemos elegir. Yo no quiero ser como él y no lo seré. Quiero ser como tú…

Acabé estallando.

— ¡No, mierda! ¿Qué es lo que no se te mete en la cabeza? ¿De verdad necesitas una dosis de vampiros en acción para que te alejes corriendo? ¿O ni siquiera quieres tener la oportunidad de suplicar por tu vida? Tu puñetero cuento de hadas no existe. Y si existiera tu mundo de arcoíris y mariposas, yo no sería el príncipe azul. Me cargaría toda la historia. No es romántico; es tétrico. Pero vivimos en el mundo real, donde algo que haces mal, la pagas. Yo tengo que vivir en un triángulo amoroso, y tú debes desengañarte de todas tus tonterías. No te protegerán cuando descubras que estamos rodeados de mierda. Así que deja de soñar y pon los pies en la tierra.

Y por fin, como un auténtico bastardo, la hice llorar.

Lo hizo quedamente. Sus hombros temblaban y su cara se enrojecía mientras las lágrimas se le caían por la cara. Había descubierto mi faceta vampírica y no quería permanecer un solo segundo más en aquel coche.

Apreté con más fuerza mis manos en el volante. Si flaqueaba y le tendía la mano para limpiar sus lágrimas, entonces toda la fachada se derrumbaría. Y necesitaba que ella estuviese a salvo. Porque si le caía la cuarta bomba atómica, como ella había dicho, no sobreviviría.

Había visto en sus pupilas reflejado al vampiro que era. Rostro tenso y ojos negros. Terrorífico, sin duda.

Abrió la puerta furiosa, se levantó corriendo, en medio de la carretera. El frío no me molestaba. Miraba de frente para no tener que encararme a ella.

— ¿Sabes? En los cuentos de hadas, también existen las brujas y los dragones. Pero el príncipe, en lugar de encerrarse en su castillo y lloriquear porque el monstruo es muy grande, sale a luchar con la espada en mano y rescata a la princesa.

Dicho eso, dio un fuerte portazo cerrando la puerta con una violencia casi impropia de un humano, y esquivó los coches que se amontonaban por la carretera. Llovía y ella no hizo nada para protegerse.

— ¡A tomar por culo!—La oí exclamar cuando un coche la pitó para que se apartase.

Tendría que esperar a que el verdadero príncipe acudiese en su rescate.

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A solas, refugiado en la oscuridad de mi cuarto, intentando ignorar todos los mensajes y llamadas procedentes de Alice, —quien estaba resultando incordiante y monotemática—, me torturaba a mí mismo, encendiendo el ordenador y viendo, una y otra vez, uno de los videos que Bella me había enviado a lo largo de mi destierro.

Estaba viendo el que se grabó por su cumpleaños, donde, en ningún instante, parecía estar demasiado molesta por ser el centro de atención.

Se oía de fondo el ladrido de Jacob instándola a soplar las velas. Ella se reía de las estúpidas ocurrencias y luego se concentraba en soplar y, en medio de los aplausos, abría los regalos. En ningún momento se cortó, y aunque así hubiese sido, nada le habría pasado. Aquello era el gran contraste entre nosotros.

Empezaba a replantearme si aquel trozo de papel, que tan terribles consecuencias nos trajo, había sido una señal de que íbamos por el camino erróneo.

Una de las escenas de aquel video era cómo Jake la arrastraba al centro del salón para que bailase una música estridente, y ella no parecía oponer demasiada resistencia.

No me pasó desapercibido el brillo en sus ojos castaños y su sonrisa a la par. Sus frágiles brazos rodeaban la cintura de Jacob y éste la abrazaba para juntarle aún más a su cuerpo, mientras se balanceaban lentamente.

La envidia me corroía y yo aún me preguntaba por qué había rechazado lo que me proponía Caris. Qué sencillo era decir la palabra no.

Y, ¿por qué mi lengua se había bloqueado en aquel coche?

Porque Caris me gustaba muchísimo.

Su físico no era lo que más me hubiese llamado la atención, pero sí era lo suficientemente bonita como para no permanecer insensible. Y ya no hablar de su increíble voz y su entusiasta, incluso idealista, y luminosa personalidad. ¿Cómo podía ser indiferente?

Pero lo mejor de ella era lo fácil que era permanecer a su lado. Todo parecía sencillo si estábamos juntos.

Ella había dicho que cuando estábamos en el camino correcto, todo encajaba de tal manera que se hacía relativamente sencillo.

Entonces una brecha se abrió ante mis pies intentando atraerme para que cayese en el vacío.

Carlisle había afirmado rotundamente que sólo nos enamorábamos una vez en la vida. Era como un axioma en nuestro mundo.

¿Entonces por qué mi camino se había dividido en dos? Dos chicas muy diferentes entre sí, únicas, especiales y formidables, y un único sentimiento.

Lejos de sentir que me había tocado la lotería cósmica, había convertido todo esto en un gran lio.

Volví los ojos al video y ver a Bella apoyando la cabeza en el pecho de Jacob, sintiéndose segura y feliz.

¿Lloraría alguna vez Bella por mí ante Jacob como lo hizo aquella fatídica noche? No lo sabía. Sólo sabía que yo no iba a aguantar otras mil noches más el sentimiento de desolación de Bella ante su perdida. No más Jacob en mi existencia. Y por desgracia, sólo existía una manera de arrancarlo de raíz. Aunque ella se llevase una parte de mí. Sólo se trataba de sobrevivir. Un cascarón. Cazar, respirar e intentar simular que lo que me rodeaba me importaba poco, aunque no fuese así. Carlisle y Esme no se merecían tanta dosis de amargura. Necesitaba pensar en ellos.

La decisión de no continuar por un camino, no significaba que tuviese que tomar el otro. Aún me faltaba algo. Esa chispa. Aunque, como había dicho Caris, teníamos tiempo.

Coger el móvil y decirle a un contestador automático: "Hola, Bella. Sí, te quiero mucho, pero esto no funciona", no era la mejor de las formas; sólo me salía: "Jacob y tú os podéis ir a la mierda". Y seguro que me arrepentiría de esas palabras porque ella jamás dejaría de importarme. Además, ella no estaría junto al móvil. Podía imaginarme qué estaría haciendo y con quién.

Enseguida recordé que aún no le había mandado su regalo de cumpleaños y quizás ésta podía ser la última oportunidad de hacerlo.

Busqué entre mis cosas desordenadas el iPod de mil quinientos dólares—si Bella se llegase a enterar de su precio, estaría demasiado lejos para importarme sus quejas—, desembalé con cuidado la caja y lo saqué junto al cable de descargas.

Busqué una página de descargas musicales y encontré la canción que había tocado aquella noche.

La cobertura Wi-Fi estaba sobrecargada y estaba tardando más de lo debido mientras yo maldecía su lentitud.

Aquella desesperación me hizo estar pendiente del teléfono y darme cuenta quien llamaba ahora no era Alice. Ya podía notar como el corazón se me había subido a la garganta y mis dedos tardaban en reaccionar. Sólo había una explicación para esta llamada. Alice se lo había contado todo a Carlisle.

Aún sin saber cómo iba a explicarlo, descolgué y tanteé como medir las palabras según como fuese su entonación.

Edward, siento llamarte a estas horas de la noche, pero necesito que sepas algo importante.

Obviando el hecho que no me pillaría durmiendo o haciendo algo interesante, respiré profundamente y con un tono seco le insté a continuar.

—Dime…

Sí, parecía realmente disgustado…y triste.

Esto no es muy agradable de decir, y aunque era inevitable que pasase algunos acontecimientos, aunque otros me han resultado desconcertantes. Yo creía que… ha sido tan repentino que no me acabo de hacer a la idea…

Estaba teniendo mucho tacto y aquello fue lo que encendió mi instinto de alarma. Algo no iba bien.

—Resúmelo—le apremié.

Le oí tomar una bocanada de aire y me contó:

Hace apenas una hora, Sam Uley y algunos de los importantes de la manada, lo que me extrañó de todo esto era que Jacob no estaba entre ellos, han venido a hacernos una visita. Sam nos ha contado que el próximo año va a convertirse en padre, y está tan ilusionado, pero a la vez tan aterrado porque su hijo comparta su destino.

Ya me imaginaba cómo iba a terminar aquella película. Y era comprensible. Si yo tuviese un hijo querría que creciese despreocupado y libre de criaturas que podían desencadenar una maldición para él. Por lo tanto, era justo, aunque doloroso para nosotros.

— ¿Cuánto tiempo tenemos para abandonar Forks?—pregunté.

Nos han dado hasta acabar el año. Pero creo que sería aconsejable que nos fuésemos después de terminar Acción de Gracias. Rosalie y Emmett van a partir al amanecer a nuestro nuevo hogar. La verdad que ya lo teníamos pensado antes de la boda, pero con todo lo ocurrido lo hemos ido atrasando hasta que ha llegado lo inevitable. Lo siento, hijo, pero no puedo negarme a concederles esto, aunque signifique que no podamos volver a Forks.

—Están en su derecho—le concedí—.Eso significa que tendré que ir para allá y ayudar a preparar mis cosas.

El silencio de Carlisle no me inspiró ninguna confianza.

Esme se ha encargado de tus cosas, Edward. Han impuesto varias condiciones para que nuestro traslado sea pacífico y no haya problemas. Una de esas condiciones, es que tú no debes pisar Forks bajo ningún concepto.

Olía fatal, y no se trataba sólo de mierda de perro concentrada.

Específicamente yo.

No comprendía por qué era más peligroso que Jasper o Emmett.

Enseguida, caí en la cuenta que Carlisle había hablado de condiciones en plural y creí que el mundo se iba parando poco a poco y los segundos se congelaban. Era una lenta agonía. Y sobre todo cuando Carlisle se demoraba y se ofrecía gentilmente a buscarme para llevarme a mi nuevo hogar. Parecía que estaba temiendo por mí, como si me volviese a abalanzar a la misma locura de hacía unos meses.

Me pellizqué la nariz y conté hasta cien mentalmente para no chillarle a Carlisle mientras éste me contaba cosas de nuestro nuevo hogar y lo mucho que me iba a gustar. Sobre todo, el lugar. Iba a disfrutar mucho allí. Aún tenía el suficiente raciocinio para salvar mi pellejo y rehusar su oferta. Le conocía lo suficiente como para saber que contaba con la ventaja de no tenerme cerca y poder evadirse ya que su mente estaba a salvo. En otras circunstancias, hubiera sido directo y hubiera destripado la cruda realidad sin tapujos.

Así que, preferí que no alargase mucho más mi agonía y me hablase de las otras condiciones.

Sólo una más—me dijo afectado—.Y, si no hubiese sido porque ella así lo ha querido, nosotros no hubiésemos accedido a ello.

No me dejó tregua para asimilarlo y dijo impertérrito:

Nos declararan la guerra si nos llevamos a Bella con nosotros. Ni siquiera podemos comunicarnos con ella. Jacob ha expresado a Sam su deseo de protegerla dada su nueva elección. Ella quiere una vida junto a Jacob y se va a quedar en Forks.

Lo siento muchísimo, Edward. Creía que su decisión respecto contigo era mucho más firme; incluso hace un par de días estuvimos Esme y yo con ella para hacer unos arreglos respecto…ya no importa. Pero creo que quieres que sea feliz dada su elección, ¿verdad? No te preocupes, la protegeremos de los Vulturis si ellos insisten…

Señales. Todo nuestro camino estaba lleno de señales y por no interpretarlas, habíamos llegado a esto.

Pero una última señal fue la más ensordecedora. Ya había dejado de oír a Carlisle, invadido por un silencio que me aterraba. Era como si estuviese muerto. ¡No, mentira! La muerte era la ausencia de todo dolor y aquello me estaba desgarrando hasta desangrarme.

¡Clic, clic, clic!

Pensé que me estaba rompiendo, pero cuando me fijé en una circunferencia dorada rodando por el suelo, me miré la mano y mi dedo estaba desnudo. No tenía fuerzas para levantarme y buscar ese anillo.

Carlisle debió haber cortado porque me estaban volviendo a llamar. Como ya ha había antecedentes de decisiones disparatadas por mi parte, creería que dejar el control de la situación a Alice, me aliviaría. Aquello podía ignorarse fácilmente. Y como no se daba por vencida a mi indiferencia, me dejó un mensaje.

"Edward, tienes que llamarme. Hay algo que debes que saber".

Quizás para que se callase de una vez, y oyese mi voz, marqué su número y no la dejé tregua entre que descolgó y estuvo a punto de decir mi nombre. Decidí cortar por lo sano.

—Lo primero, Alice, dile a Esme que se tranquilice. No pienso hacer ninguna tontería. No he tenido tiempo de pensar, y elaborar algo que me haga daño requiere mucho tiempo. Así que me tendrá sano y salvo durante los próximos cien y doscientos años.

Y no, no lo sabes todo. Quizás te creas muy lista porque crees saber antes que yo lo que estoy pensando, pero, no, en realidad, no tienes ni la más remota idea.

No me consueles. No me sirve de nada que me digas que sabes cómo me siento porque no es así.

¿Quieres hacerte una idea? Fácil. Vuelve a Philadelphia en 1948. Tú esperando en aquel bar a que Jasper decida entrar. Estás llena de esperanza y los planes de futuro hechos en tu cabeza. Pero, durante un segundo, un miserable segundo, la duda de Jasper de no entrar allí, te corroe. Todo se desmorona como los castillos de arena. Es como una cárcel, ¿verdad? Pues, congela ese segundo durante instantes de tu eternidad, condénate a revivirlo una y otra vez y a lo mejor llegas a hacerte una mínima idea de lo que quiero decir. No lo sabes todo.

Sin esperar respuesta, y atajando el problema, lancé el móvil hacia la pared.

Por supuesto, la tecnología a prueba de golpes que tanto propiciaba Apple no había impedido que sus piezas saltasen en miles de pedazos, y de paso provocando una pequeña grieta en la pared.

¡Mierda de Apple!

En realidad, ¡mierda de mundo!

Lo realmente bueno que le podía pasar a la Tierra en este instante era que un agujero negro la absorbiese por completo. Y a mí el primero, porque estaría felizmente bailando en su vórtice hasta que la gravedad me atrajese hacia él y me volatilizase.

Sería tan sencillo.

Que me estuviese preparando para aquella posibilidad no significaba que la acabase de aceptar estoicamente.

Seguramente, Bella en su generosidad, desearía que fuese feliz, independientemente de los hechos.

¡Al infierno! Ni siquiera podía concederle eso a ella.

Además, se había refugiado en los brazos de Jacob y ni se había molestado en sincerarse conmigo. No había tenido el valor para ello.

Un poco de hiel en su nueva vida, llena de sol y arcoíris cogida de la mano de Jake, no la debería molestar mucho. Se merecía que fuese un poco mezquino y aquella nube empañase su sol particular.

Quise huir de aquella habitación, pero aún me quedaba una cosa por hacer.

Por fin, se había descargado aquella canción y podía volver a embalar el iPod.

¡Sí! Iba a romper las nuevas reglas, pero aquello era una pequeña transgresión, y él podía pasar por alto porque se había tomado aquello como una guerra y, como vencedor, se podía permitir tragar con una minucia como aquella.

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— ¿Quién es el nombre del destinatario?

La voz de pito de la recepcionista de correos me hubiera puesto nervioso si hubiera tenido la capacidad de interesarme por alguien o por algo.

Miró por encima de sus gafas, exasperada, esperando a que reaccionase y dijese algo. Dado que sólo se dedicaba a hacer su trabajo de forma mecánica, no se iba a permitir un instante de respiro.

—Isabella Swan.

Tecleaba el ordenador mientras me iba preguntando datos donde lo tenía que enviar.

— ¿Quién lo envía?

—Nadie—le respondí secamente.

Conseguí sorprenderle y que me mirase con más sorpresa de lo que establecía su puesto de trabajo. Se consideraba una profesional y todo tenía que estar perfectamente rellenado y puesto en su sitio según su punto de vista. Mi petición le había descolocado.

—Señor, espero que comprenda que, si no se encuentra al destinatario del envío, no nos podemos hacer responsables de devolverlo si no da un nombre ni una dirección de remite.

Hice un esfuerzo para controlar mi genio. En realidad, me encontraba tan débil que me fue imposible elevar mi voz más allá de unas octavas. Me hubiera gustado decirle que su trabajo era afianzarse en lo que la propaganda decía y tenía que cumplir con lo más veloz, lo más eficaz y lo más barato. En su lugar, casi susurré como si me doliese la garganta.

—Si se pierde, no tengo ningún interés en recuperarlo. Sólo intenten hacer su trabajo en condiciones y lo más rápido posible.

Ignoró mi tono de voz cortante y decidió complacerme, sobre todo cuando vio que sería recompensada debidamente, ya que le estaba ofreciendo el doble de lo establecido.

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Correr.

Correr.

Correr.

Correr como si las manecillas del reloj se hubiesen detenido y la carretera se prolongase hasta el infinito.

Por lo menos eso era lo que pretendía hacer cuando cogí el coche, conduje lo más rápido posible hasta quemar las ruedas y no me detuve. Iba sin rumbo fijo, sin apenas fijarme en el paisaje, aunque por los pequeños cambios, cada vez menos sutiles a mis ojos, del marrón oscuro y el verde hacia el blanco grisáceo, deduje que estaba yendo hacia el norte.

Si tan sólo existiese un lugar más allá de la memoria. Un santuario donde los recuerdos se derritiesen junto a los copos de nieve.

El cansancio se acumulaba en mi cuerpo y me sentí tremendamente frágil. Tuve que parar en un lugar inhóspito invadido por varios centímetros de capas de nieve.

Sin vida.

La bomba atómica había caído y yo no encontraba aquella flor que había sobrevivido.

Lento, demasiado lento, abrí la puerta del coche y mi pie se hundió en la nieve. Caminar se había convertido en todo un desafío. Al final, acabé desplomándome en el suelo, hundiéndome, notando como la nieve calaba mi ropa. Sólo era una molesta sensación. Nada comparado a como quemaba el aire mis pulmones cuando intentaba respirar.

Esperé y nada.

Si estaba hecho de la misma materia del hielo, ¿por qué no me fundía con la nieve?

Una gota húmeda se deslizó desde mi ojo hasta la mejilla cayéndose al vacío y, finalmente, se confundió con el suelo.

Me la limpié con impaciencia.

Falsa alarma. Sólo se trataba de un copo de nieve que caía de las ramas de un árbol.

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Correr ligero como el viento.

El cervatillo corría por su vida, en vano.

En menos de una respiración humana. Un parpadeo.

Cuando mis brazos atraparon su cuello, mi boca fue directamente hacia la vena y absorbí su vida.

Nunca sería lo mejor que había probado, pero ayudaba a calmar la sed.

Incluso antes de notar cómo se convulsionaba como si quisiera aferrarse a la vida, estaba oyendo aquella voz. Me llamaba. No decía exactamente mi nombre, pero aquel cántico era tan atrayente como el de una sirena.

Inhumano. Belleza realzada en toda su perfección. Incluso aquello superaba el significado que todo el mundo pudiese tener concebido.

Era para mí, porque conocía a quien pertenecía aquella voz tan sobrenatural.

Llegar hasta ella no me fue difícil; se trataba de seguir los regueros de gotas de sangre que hacían de camino.

Y en un bosque, rodeada de naturaleza muerta, se encontraba Caris cantando. Tan triste, tan melódica, tan espeluznante que era capaz de helarte hasta el tuétano de los huesos.

Pero no estaba sola.

Tres invitados la estaban escuchando con sumo interés.

Estaba muy cambiada. Una capa negra realzaba su piel aún más pálida. Estaba aún mucho más hermosa que la última vez que la vi.

Terminó su canción y me dedicó una sonrisa perversa. Tenía que haberme alejado, pero yo permanecí allí, mientras Aro la aplaudía efusivamente.

¡Bravísimo!—exclamó en italiano.

Después se acercó a mí, me cogió de la mano y me acercó hasta Caris. Nos juntó las manos como si estuviese aprobando nuestra unión, notando que no había diferencia de temperaturas.

¡Querida mía!—exclamó éste—, enséñale a Edward que ya no hay obstáculos en vuestro camino.

Caris asintió haciendo una reverencia; se acercó a mi oído y me dijo:

Ven conmigo.

Y me arrastró por un camino sombreado de árboles desnudos mientras el único sonido que se oía era el de nuestras pisadas en la nieve. Parecía un túnel y al final de éste, había una luz.

Pero no se trataba de la típica luz. No me producía ningún sentimiento positivo. Tal vez una leve apatía. Solo me encontraba curioso por saber a dónde me quería llevar.

La luz se amortiguó cuando vislumbre un grupo de gente vestida de negro y parecían estar en duelo. Todas miraban de frente con la cabeza agachada.

Sin importar interrumpir el funeral, Caris me fue adentrando hasta el centro.

A medida que fui avanzando, la gente nos echaba una mirada de reproche. Caris permanecía impasible.

Empezaba a reconocer rostros. Se trataba de la gente de Forks con las que nos habíamos relacionado alguna vez.

Por supuesto, Angela y Ben estaban mientras ésta intentaba dar ánimo a una Jessica Stanley que sollozaba y agarraba la mano fuertemente a un Mike bastante compungido.

Los chicos de La Push, con las cabezas gachas.

Más rostros conocidos y claramente hostiles. Como si nos culpasen de lo sucedido.

Y yo permanecía inalterable.

Incluso cuando me tocó pasar al lado de mi familia.

Todos, desde la mirada reprobatoria de Carlisle que abrazaba a Esme, hasta el gesto de tristeza de Alice, que estaba siendo reconfortada por Jasper, me culpaban. No encontré una mísera chispa de compresión por parte de Emmett, mientras Rosalie parecía jurar que perecería en las peor de las muertes por lo que había sucedido.

No me importaba en absoluto. Caris me susurraba palabras de ánimo y me prometía que todo volvería a ser como antes.

En el centro de aquel claro había un objeto rectangular lleno de miles de flores rojas y blancas que parecían haber alcanzado su punto de floración hacía mucho tiempo. Se trataba de un ataúd.

Abrazado a él, arrodillándose en el suelo, el cuerpo de Jacob temblaba a consecuencia de sus terribles sollozos. Parecía inconsolable. Sólo se dio una tregua cuando se fijó en mí y quiso agujerear mi escudo de indiferencia con todo su odio. No consiguió el efecto deseado.

A su lado se encontraban Phil, Reneé y Charlie, quien susurró algo en el oído de su ex mujer, y se alejaron para dejarnos paso.

Creí que estaba almacenando emociones dentro de mí, para que explotasen en aquel preciso instante. Ira, dolor, culpa, remordimientos.

Pero nada de eso sucedió cuando vi a Bella dentro de aquel ataúd. Desangelada, lívida y para siempre su corazón en silencio. Fatalmente hermosa incluso en su último sueño.

Sabía que sólo se trataba de su cuerpo. Una cáscara vacía. La verdadera Bella se había ido para siempre.

Incluso, ante aquella perspectiva, sólo me encontraba completamente frío. Aquel era el resultado de haber dejado que mi corazón se hubiese congelado. El completo desapego ante la persona que antes había amado.

El silencio fue roto por una risa completamente siniestra, aun así, realmente armónica.

Miré hacia Caris y ésta me dedicó una sonrisa cruel.

Después me acarició los pómulos y me dijo:

Sabías que esto era la solución. Querido, los triángulos amorosos sólo se rompen con la muerte.

Había algo más rojo aún que el brillo de sus ojos.

Acaricié sus labios con un par de dedos y mi piel blanca como la nieve se tiñó de un intenso escarlata. Una gota de sangre se resbaló de mis dedos hasta la nieve. (N/A).

Contuve un grito de espanto cuando mis descubrí que mis dedos estaban manchados de sangre y que una gota se deslizase hasta el suelo absorbida por la nieve. Pero me tranquilicé cuando vi al cervatillo muerto ante mis pies.

Como estaba seguro que no iba a ser el primer vampiro en dormir, y mucho menos soñar, sólo podía haber una solución lógica para esto.

Había sobrepasado el umbral de dolor y frustración que me permitía permanecer cuerdo, y me había abarcado en el mundo de la locura.

¿Debería estar asustado?

Lejos de dar una respuesta afirmativa, llegué a la conclusión que el mundo que estaba pisando me producía tanto dolor que necesitaba evadirme. No era realmente malo. Mientras pudiera llevar en secreto lo loco que estaba, todo iría bien. Incluso, estaba seguro que era capaz de fingir cordura. Asunto resuelto.

Lo único que me aterraba de aquella visión era haber permanecido tan impasible presenciando la muerte del ser que más había amado en el mundo.

Me convertía en un loco cuerdo con el corazón congelado. A partir de aquel momento, si quería volver a sentir algo tendría que ser un agujero negro. Absorber sentimientos ajenos.

No había sido una caza realmente productiva, pero había servido para perder el tiempo. Ni siquiera me había dado cuenta del cambio de día a noche. No sabía cuándo había llegado hasta aquí, y, la verdad, carecía de importancia.

Solo tenía que buscar otro sitio apartado de la mano del hombre, y volver a perderme hasta que mi trastornada mente y yo hiciésemos una tregua para poder sobrevivir y no hacer sufrir a la gente que nos importaba.

Con desgana, llegué al coche y encendí la radio.

Entonces llegó la señal que forzó la tregua.

Recordaba aquella canción, pero con otra intérprete.

Estrellas que caían y deslumbraban (1).

Caris me había dicho que admiraba mucho el estilo de Florence Welch (2), y por eso había cogido esa canción para ser su segundo cover. Bueno, eso y lo mucho que coincidía con su percepción cósmica del mundo.

Una pinzada de remordimiento recorrió mi cuerpo.

Seguramente, ya había subido su segundo cover y estaría a la espera para poder entrar en el concurso.

Había prometido estar con ella hasta el final y había faltado a mi palabra.

No podía ser.

Más que nunca tenía que fiarme de mis dotes de buen actor y mantenerme en la delgada línea roja de la cordura.

Arranqué el coche para volver a Seattle.

Seguramente, estaría muy enfadada conmigo por como la había tratado. Estaba en su derecho, pero no volvería a dejarla hasta que llegásemos donde deberíamos estar.

Sencillamente, ella importaba.

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Al llegar a la residencia, me encontré con un mar de gente rodeando un punto concreto.

Parecían alucinados, desconcertados y admirados. Debía pasar algo realmente importante.

Intenté sondear sus mentes y entonces vi una silueta conocida por mí.

Había venido a buscarme.

Olisqué el ambiente y reconocí un olor familiar.

Decidí introducirme en aquel caos, y empezar a pasar a trompicones. Cierto que podía haber hecho las cosas más fáciles, pero aquello significaba no seguir las reglas humanas.

Por fin llegué hasta donde estaba ella y el brillo de sus ojos marrones sobre mí me produjo un doloroso deja-vú. Por un momento deseé que se tratase de…

Sólo que nunca podría llegar a ser. Ella estaba sana y salva felizmente atrapada entre los brazos de Jacob Black.

Caris pidió paso para dirigirse hacia mí, decidida a pegarme un buen puñetazo. Le agarré de las muñecas riéndome como no lo había hecho en días.

— ¡Muy bonito!—me echó en cara—. ¡Estaba preocupada por ti! ¿Lo sabías? ¡Por lo menos, si aún estabas enfadado conmigo, deberías haber respondido mis llamadas! ¿Para qué tienes el móvil si no?

— ¡Hum!—suspiré—.Me temo que he tenido un percance con él. ¡Puf! Tecnología punta al cuerno. Un pequeño golpe y ha saltado en mil pedazos.

Me miró realmente asombrada, había asomo de preocupación en sus gestos. Debería estar de mejor aspecto por haber cazado, pero en sus pupilas mi imagen era mucho más pálida y ojerosa que antes de haberlo hecho, si bien mis ojos se habían aclarado hasta alcanzar el típico color ambarino.

Le parecía que tenía el aspecto de un auténtico muerto viviente. Ahora sí representaba lo que era y estaba horrible. Le agradecí que no lo mencionase en voz alta.

Elevé la mano y vio que no tenía el anillo en mi dedo.

Comprendió lo que significaba y se apenó.

—Lo siento mucho. —Se tapó la boca con las manos. Luego, me dijo realmente afectada—. Si he sido yo la acusante de todo lo que ha pasado, de verdad, no quería que...a veces, soy realmente bocazas.

Le corté en seco.

—Soy yo quien te pide perdón. Tenías razón en todo lo que has dicho y, sencillamente, no lo he querido ver, pero estaba predestinado a que todo esto ocurriese. ¿Sabes lo peor de todo? Que ni siquiera he sido yo quien ha dicho basta. He tenido que enterarme por terceras personas. Ella tampoco ha tenido el valor de romper conmigo. Ha creído que no me merecía una sola llamada por su parte. Después de todo lo que hemos pasado juntos, creía que me merecía una mayor consideración.

Movió la cabeza, reprobando la actitud de Bella, pero fue lo suficientemente cordial para no mencionarlo y dedicarme palabras de ánimo.

—Ha sido una bifurcación, Edward —me acarició los pómulos—. Antes de lo que piensas, habrás encontrado a otra persona.

Le agarré la mano para mantener su calor junto a la mejilla. Me limité a sonreír tristemente.

—Aún no estoy preparado para dar una respuesta a tu ofrecimiento.

Sus labios formaron una perfecta o cuando comprendió a lo que me refería.

—No te preocupes—me respondió alegremente—. Tenemos tiempo. En realidad, mucho tiempo.

Tuvo que apartarse de mí porque su alegría la desbordaba y sólo quería saltar y brillar. No cabía una sola duda. Había entrado en el certamen.

— ¡Pero no tenemos tiempo para lo que estábamos haciendo! ¡Estamos a cinco días y tres fases para viajar a New York! ¡Manhattan, allá vamos!

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(N/A): En el noventa por ciento de la historia, me estoy basando en las reglas que Meyer estableció para sus libros. Por lo tanto, esto no se trata de un sueño de Edward. Los vampiros de Meyer no pueden soñar, lo sé, y soy consciente. La explicación a esta paranoia, se verá en próximos capítulos, pero tiene la misma explicación que las alucinaciones de Bella en New Moon. Aunque también tiene un componente algo estilo Charlotte Brönte. Para algo tiene cierto aire a Jane Eyre. Bueno, admitimos que Edward está como una cabra si esa es la explicación que más te gusta. Aceptamos pulpo como animal de compañía. Para meterte más en la paranoia creada, recomiendo escuchar (

(1) Cosmic Love—Florence and the machine.

(2) Cantante solista del grupo Florence and the machine. Consejo musical: Te recomiendo que escuchéis sus canciones. Es absolutamente genial esa mujer.


Lo primero, es lo primero. Contestar alguna duda; prefiero hacerlo personalmente, ya sea por PM o FB, pero si no hay opción, contesto por aquí, tampoco es algo que sea un secreto a voces: La actitud de Alice sobre la toma de decisiones de Edward. Voy a hacer un poco de abogada del Diablo (o de la vampiresa, en este caso). Alice no se está interponiendo a propósito, ya se explicará en los próximos capítulos que faltan , no puede controlar sus predicciones y si ve algo que se tuerce ella tiene que dar la voz de alarma. Está protegiendo a su familia, aunque, en este fic, y ya se verá, está protegiendo a Edward. También hay que entender el dilema en el que se encuentra. Para ella fue muy sencillo; siempre fue Jasper y no puede concebir (por lo menos por parte de Edward), pueda haber otras opciones. Ella está muy unida a Bella, pero está claro que en el conflicto, se pondrá a favor de su hermano, si es su felicidad lo que está en juego. Se verá que ella no odia a Caris en absoluto, ya sabemos que ya considera a Bella como su hermana, pero, si acepta que Bella se marche con Jacob porque es su felicidad, también tiene que aceptar y defender que Edward sea feliz con otra persona; simplemente, ella lo está asimilando porque le es duro tener que separarse de Bella, pero si los interesados así lo quieren, ella sólo puede ver las consecuencias de las elecciones. Y de hecho, no voy a hacer spoilers, pero la vais acabar queriendo mucho. Muchisimo. Va a ser una de las heroínas de la historia. Así que no, no os metais con mi Alice.

Y éste y los otros dos capítulos que vienen son los más importantes de la historia. El que viene, también es de mis favoritos. No, no puedo soportar ver sufrir a Edward, pero le toca pasar lo peor para llegar al final. Por fin, las cartas sobre la mesa respecto a Caris. Y bueno, Bella...el asunto huele fatal, y no me refiero a los lobos. No sé cual será vuestro estado de ánimo después de leer este capítulo, pero sí os puedo prometer una cosa: Edward y Caris van a tener el final que ambos merecen. Y para contestar a alguien que me ha preguntado por cuanto quedaba para el final, pues bien fácil: son 14 capítulos (más tres partes de epilogo), ya llevamos 10, pues poco a poco, antes de 2022 estará terminado :). Y ya sabeis el reto de los 100 rrs. :)

Si quereis dejar vuestros insultos, por rr, PM o también por correo electrónico: bloody_maggie (arroba) hotmail . es (todo junto). Y bueno, si quereis decirme cosas más agradables, oir canciones, ver banners de la portada de la historia, soy en FB: Maggie Sendra.

De nuevo, gracias por vuestros rrs (ya sabeis que si en el año 2022, como proposito, hay regalo), favoritos, follows y agregar amistades en FB.

Hasta el viernes :)