Disclaimer: Santa Meyer los crea y ellos se juntan. Yo sólo los lío para crear esta historia. Los personajes que no se reconozcan son de mi creación.

¡Feliz Año Nuevo!


The Forgotten By Greenday


Seth me tapaba los ojos, mientras era guiado por Alice hacia mi habitación. Ninguno de sus pensamientos me ayudaba a dilucidar lo que me iba a encontrar allí.

Seth no había sido informado por Alice por lo que estaba tan a ciegas como yo, y ésta hacía un proceso mental de cómo iba a ordenar sus zapatos en su nuevo armario ropero, que, por las dimensiones de su mente, me imaginaba titánico. Intenté no gemir al imaginarme como habrían remodelado una habitación para aquel capricho, aunque Esme era capaz de eso y se habría sentido motivada al realizarlo.

Oí la puerta chirriar al abrirse y el cambio de olor más concentrado me indicaba que ya estábamos dentro de la habitación.

Seth le preguntó a Alice si ya podía quitarme las manos de los ojos, y la oí responder negativamente.

—Extiende las manos—me ordenó.

Y depositó un peso entre ellas. Por la textura y el grosor, parecía un libro.

Seth se echó a reír y Alice parecía perversamente divertida.

— ¡Hum!—refunfuñé.

Seth me quitó las manos de la cara y entonces leí el título.

—"¿Qué esperar cuando está esperando para tu primera vez?"—Carcajadas por ambas partes. Sacudí el libro y luego me puse de jarras, frunciendo el ceño— ¿Para esto tanta parafernalia? Parece algo más propio de Emmett. Realmente, no entiendo para qué me va a ser útil esto.

El eco del pensamiento de Seth parecía transmitir lo inocente que le parecía en ciertos aspectos, y Alice, más directa, empezó a enumerar mentalmente todos los usos que haría aconsejado por el libro que había llegado a vislumbrar. Eso significaba que no se estaba remitiendo a un futuro muy lejano.

— ¡Alice!—le corté en secó y elevando la voz varias octavas.

Sin dejar de reírse, me contó:

—Emmett lo vio en el escaparate de una librería y le pareció un título muy ilustrativo…y gracioso. Me llamó y me preguntó si le veía regalándotelo para ayudarte en la noche de bodas, y, sobre todo, si le ibas a hacer uso. Le contesté afirmativamente que sí a las dos cosas.

Se volvió a reír junto a Seth y luego negó con la cabeza.

—Pero esto no era lo que queríamos enseñarte. En realidad, se trata de algo que está encima de la cama, y esto es de Bella.

¿Por qué no lo habían dicho antes?

De dos zancadas, antes que mis dos acompañantes lo hubiesen pensado siquiera, ya estaba en la zona donde estaba situada la cama, y allí, sobre un montón de pétalos de rosas blancas había dos cosas que enseguida, captaron mi atención.

La primera, se trataba del anillo de mi madre. Alice debió prever donde lo iba a guardar y, al llegar a Seattle, lo buscó y lo encontró. No comprendía por qué no se lo había devuelto a Bella. Ella era la legítima dueña del anillo.

Debió ver que le preguntaría aquella cuestión y me respondió mentalmente:

"En este momento, Edward, vuestro futuro está en tus manos. Lo tendrá en el momento oportuno, no te preocupes por eso".

Movió sus ojos hacia una especie de pesado libro, y comprendí que ahí estaba todo el lío.

Sólo que no se trataba de un libro cualquiera.

Lo abrí y en la contraportada me encontré con algo que había escrito de su puño y letra.

"Es a ti, criatura oscura y desalmada, a quien yo, en cuerpo y alma, deposito en tus manos, mi corazón, y en tu pecho, mi alma, para declarar, abierta y firmemente, ante los cielos y tierra, que es a ti a quien he escogido como esposo para el resto de nuestras vidas".(1)

—Son sus votos nupciales. —La voz de Alice me hizo volver a la realidad. Había desconectado de sus pensamientos y me encontraba completamente extasiado, en un estado semejante al júbilo.

Aún obnubilado, como si tuviese la misma sensación que un humano al despertarse de un sueño, tuve que pestañear un par de veces para enfocar el rostro de mi hermana, que se había sentado a mi lado y me sonreía.

Al comprender que no me salían las palabras, ella empezó a hablar por mí.

—Espero que no te importe que sea Jasper quien lea vuestros votos, ¿verdad? Bella quiso basarlos en Jane Eyre y no hubo manera que Emmett se lo tomase en serio. Cada vez que cogía el libro, era incapaz de continuar, partiéndose de risa y exclamando: "¡Menuda mariconada me toca decir!" Por lo tanto, no hubo manera que avanzase de la página diez. Así que Jasper se cansó y decidió volvérselo a leer. Y es increíble cómo ese libro ha logrado que Bella y él encontrasen puntos en común, y que pudiese realmente pensar en ella como alguien de nuestra familia. Sí, antes también lo intentaba—rectificó cuando la miré alarmantemente—, pero comprende que la sangre es un gran impedimento para alguien como él. Y gracias a ese libro, han logrado conectar de una manera significativa porque han comprendido que tienen bastantes cosas en las que coinciden. Cuando todos los inconvenientes se eliminen, podrán fortalecer ese vínculo. En el fondo, sabes que Jasper admira mucho a Bella y le gustaría involucrarse más con ella sin que haya peligro.

Alice no me lo diría en voz alta, pero había otro motivo por el que Jasper quería involucrarse más en nuestra boda. Aún se resentía por lo ocurrido en el cumpleaños de Bella que habíamos celebrado, y tenía cierta sensación de culpa por todo lo ocurrido posteriormente. Le había intentado asegurar que nadie se lo había reprochado, pero si aquella era su manera de resarcirse, no podía decir que no. Por no hablar que el entusiasmo de Alice le habría empujado a no quedarse de brazos cruzados.

No necesité decirle que sí. Alice ya había adivinado mi respuesta positiva y me había echado los brazos al cuello.

—De…nada…—traduje sus pensamientos casi ahogándome. Cuando me veía imposibilitado de respirar, le pedí que volviese a sentarse—: Quiero ver lo que Bella me ha regalado.

— ¡Ups!— Se colocó de nuevo en la silla, instándome mentalmente a que lo abriese lo más rápido posible.

Bloqueando los ruidosos pensamientos de mi hermana, me encontré con la sorpresa que aquel libro era, en realidad, un enorme álbum de fotos. Cada página se había separado con un delicado papel de seda para preservar con cuidado las fotos que había ahí.

Me costaba concebir que al lado de todas las fotos que había de ella, desde que era un bebé hasta que había mudado a Forks, había otras cuya vida iba en paralelo con la suya, aunque su primer año podría equivaler a más de diez de los míos.

Al lado de una preciosa bebé junto a un jovencísimo Charlie, aún felizmente casado con Reneé, se encontraba una foto de un bebé de los primeros años del siglo XX. Para más inri, la fecha estaba puesta.

24 de junio de 1902.

Mentalmente, era increíblemente complicado relacionarme con aquella criaturita regordeta, de rizos rubios, sonrosada y delicada. Y por la extensa sonrisa que dibujaba sus labios, bastante satisfecha.

A lo largo de las páginas, pude volver a recordar cosas que había llegado a olvidar, o que no había querido volver a recordar, y había sido una lástima porque habían sido realmente maravillosas. No había precio a pagar por poder volver a ver el rostro de mi madre biológica, aunque el blanco y negro no le hacía justicia, y comprobar que, en todas las épocas de mi existencia, había sido querido.

Una de las fotos paralelas me contuvo el aliento.

La primera se trataba de una Bella de diecisiete años, por la fecha, casi dos meses antes de mudarse a Forks, vestida con un horrible vestido rosa pastel aunque ella seguía estando igual de encantadora como siempre, los zapatos de tacón en su mano izquierda y una copa de champagne en su derecha. Debía de tratarse de la boda de su madre con Phil.

Y como si las cosas no hubiesen cambiado, sólo el haber pasado de blanco y negro a color, me encontraba yo. Exactamente igual a lo que llevaba siendo desde hacía casi diez décadas. Increíble.

Vestido elegantemente con un frac negro, relajado, feliz, sosteniendo una copa y una sonrisa radiante en mis labios.

20 de junio de 1918.

Aquel sería mi último cumpleaños con mis ojos verdes. Y cuando realmente tenía diecisiete años. Me había quedado congelado en el tiempo.

Buscando diferencias, me quedé completamente sorprendido de no encontrar apenas ninguna. Me hubiese gustado saber qué hubiese pasado con aquel muchacho de haber adivinado todo lo que le esperaría después.

Me sorprendió la rápida y reveladora respuesta.

Seguramente, hubiese puesto los ojos en blanco, hubiese encogido los hombros y, poniendo su mano en el corazón, hubiese dicho: "Da igual; yo voy a ser muy feliz".

No era que Caris hubiese tenido razón. Era algo que yo siempre había afirmado y, al haberme salido tantas veces del camino, era cuando había provocado todo el desastre. Con los años no me había vuelto más sabio; el chico de diecisiete años sabía mejor que el vampiro de ciento diez qué era lo mejor para nosotros.

Ella sólo me estaba repitiendo un reflejo de lo que yo siempre había afirmado.

Pasaba hoja por hoja, completamente extasiado, rememorando toda la historia de nosotros antes de conocernos.

Me admiraba cómo Carlisle había conseguido conservar todos aquellos recuerdos y Esme encontrar un lugar seguro para que, llegando el momento oportuno, sacarlos a la luz.

Y habría muchas más, pero Alice me había contado que Bella había pasado días enteros con Carlisle en su despacho, viendo y seleccionando las mejores fotos.

—Es una suerte que seas el único de nosotros que tengas fotos de antes de…—me dijo Alice impersonalmente. Ella no recordaba nada de su pasado como humana, y realmente, desde que nos había encontrado, poco o nada le había importado. Nosotros la habíamos hecho sentir completa y segura, creando un vínculo de familia.

Llegamos a la segunda división del álbum, a la que Bella había señalizado como presente.

Se trataban de todas las fotos que nos habíamos hecho desde que estuvimos juntos. Mi memoria fotográfica recordaba los detalles de cada una de ellas minuciosamente, y lamenté, que por culpa de mis miedos y cabezonería, no hubiesen sido todas las que se debieron hacer.

Incluso, Bella me lo recordó poniendo una hoja en blanco en medio de otras páginas repletas de fotos. Su significado estaba clarísimo.

Afortunadamente, el resto de las hojas, hasta que terminó el presente, estaba lleno de fotografías.

La última, sorprendentemente, era la de la noche de Halloween junto con Caris, Angela y Ben.

Una nota escrita debajo:

"Alguien, muy amablemente, me hizo un préstamo. Si se encuentra aquí, es porque Alice ha conseguido revelarla e incluirla en el álbum. ¡Gracias, Alice!

Posdata: Incluso vestido de negro y muy hortera, eres increíblemente sexy. ¿No te lo han dicho antes?"

Me reí entre dientes. Eso lo había oído antes.

Alice parecía algo impaciente. Quería que diese la vuelta a la hoja y pasase a la sección del futuro. Ella ya había visto mi reacción y que me iba a dejar sin palabras.

La primera foto retrataba a Bella, Carlisle y Esme sonriendo y saludando ignorando los efectos del viento sobre ellos. El paisaje de fondo me era muy familiar. Se encontraban a las orillas de un lago.

Cuando leí la nota de pie de página, lo comprendí todo.

"Ahora entiendo porque la llaman Windy City(2). ¡Bonitos pelos para salir en una foto! Aunque Carlisle y Esme saldrán estupendos, como siempre. ¡Envidia!

Posdata: El lago Michigan, ¡me encanta!"

Arqueé las cejas, interrogando mentalmente a Alice sobre qué significaba todo aquello. Días antes de Halloween—día cero de precipitación absoluta, por eso estaba seguro que esa maldita fiesta nunca me traería nada bueno—, ellos habían viajado hasta Chicago. Ahora era cuando me sentía realmente mal por todo lo que estuvo a punto de suceder. Si por la mente de Bella hubiera pasado una mínima certeza de haberme dejado por Jacob, no se hubiese encontrado en Chicago, sonriendo junto a mis padres.

Alice me instó a dar la vuelta a la página, conteniendo sus emociones. Sabía que, encontrase lo que encontrase, me iba a gustar muchísimo.

Y así fue. Contuve un gemido al ver la foto con los exteriores de la casa donde había vivido mis primeros diecisiete años de vida humana.

¡Así que es ahí donde tenían la intención de que mudáramos!

Alice cambió de expresión y me observó preocupada. Desde luego no se esperaba aquella reacción tan apática por mi parte. Pero no se trataba de no gustarme la idea, era el hecho de acumularse tantas emociones que ninguna se decidía a salir en primer lugar. No era demasiado decoroso empezar a saltar y bailotear como un niño pequeño, aunque aquello fuese mi primer impulso. Seguramente, de ser humano, ya se estarían asomando lagrimillas por la comisura de mis ojos.

Una hoja entera fue para enmarcar el boceto que Esme había hecho para redistribuir lo que iba a ser nuestro nuevo hogar. Al parecer, las habitaciones ya habían sido asignadas.

Contuve una carcajada, ver una foto que Bella había hecho de Carlisle sentándose en la mesa principal que había pertenecido al despacho de mi padre. Y ya se lo había asignado.

Y una de Esme mientras empezaba a tomar medidas al comedor.

"¡Mamá trabajando!"

Y por fin, ella sentada en la cama donde había decidido instalar nuestro cuarto. Extrañamente, no se trataba de la habitación de mis padres. Esa había sido sorteada y le había caído en gracia a Emmett y Rosalie. Recordé que mi cuarto de humano tenía unas preciosas vistas hacia el lago, y aquello había sido el aliciente para que ella lo hubiese escogido.

Le interrogué a Alice y ésta asintió.

—Al ser el último miembro que se incorpora a la familia, Carlisle le dio el beneplácito a Bella de escoger el próximo destino. Me consultó sobre qué te parecería que nos mudáramos a tu casa y si ibas a tener una reacción positiva frente a esto. Me dijo que le parecía una buena base para cimentar nuevos recuerdos de nuestra familia, ya que estaba segura que tú habías sido feliz mientras viviste allí. No le parecía mejor señal que esa. Y bueno, también que se cumplen cincuenta años desde la última vez que heredaste y ahora vuelve a tocar. ¿Qué mejor manera que reestrenando esa maravilla que tienes relegada al olvido?

Y así se lo aseguré, porque veía que te gustaría la idea, aunque ya no sé qué pensar.

Se fue aminorando un poco, al ver mi falta de reacción.

Negué enérgicamente para que viese que todo lo que me ocurría era lo contrario a estar disgustado o triste.

— ¡Uf!—Suspiré—, Al, han sido demasiadas emociones en menos de un día. Imagínate tocar fondo y, repentinamente, volver a estar en la cumbre. Es demasiado bueno para ser verdad.

— ¡Y sin embargo así es!—me aseguró firme con una sonrisa radiante—. ¡Créelo! ¡Te está ocurriendo a ti!

Una sombra de incertidumbre me invadió por unos segundos.

—Pero hubo unos instantes en que no iba a ser así, ¿cierto?

Se mordió los labios, pesarosa. Una sombra de sus pensamientos llegó a mi mente y entonces caí en la cuenta.

—Edward—murmuró algo indecisa, aunque sabía que lo había comprendido—, en todo este tiempo, Bella fue la que se mantuvo constante. Su decisión de permanecer a nuestro lado, contigo, fue firme. Ella nunca fue la que cambió de idea.

Entonces todos aquellos momentos de futuro incierto y agujeros negros los había ocasionado yo. Mis miedos y mis dudas. Y casi lo había echado todo a perder.

Miré con nostalgia el álbum de fotos y la cara sonriente de Bella y me reproché haber ido por el camino paralelo de nuevo, casi causando la misma destrucción que la anterior vez.

—Me he comportado como un auténtico idiota.

Alice negó con la cabeza.

—No tengo tu don, pero cincuenta años de estar conviviendo contigo me hace conocerte lo suficientemente bien para saber qué se te pasa por la cabeza, y, sí, estos meses te has convertido en un auténtico dolor de ovarios, te lo aseguro. —Me acarició el pelo—. Desde que Caris apareció en esa clase de literatura sabía cómo iban a discurrir las cosas, y cada una de las decisiones que ibas a tomar al respecto. Sabía que ibas a desobedecer a Carlisle y no te ibas a alejar de ella una vez te asegurases que estaría bien. Habías encontrado algo en esa chica que estabas buscando, y de alguna manera, yo sabía que no tenía nada que ver con algo romántico. Bella era tu destino y eso nunca cambió. Es inexorable.

Lamento haber sido tan alarmista la primera vez que avisé a Carlisle sobre ella. La puse innecesariamente en el punto de mira, pero que ella tuviese ese conocimiento sobre lo que éramos, nos hacía vulnerables y mi deber era poner a la familia sobre aviso. Las visiones no eran muy claras, aunque sí hubo una certeza. Ella no iba a decir nada. Por lo tanto, en ese aspecto, hubo una preocupación menos.

El problema vino cuando tú empezaste a dudar y a tomar decisiones precipitadas y sin fundamento. Cierto que Bella también fue responsable, en parte, de lo ocurrido. Debió ser más sincera con lo que sentía al respecto.

Puso una cara torva y añadió.

—Y no te preocupes por eso, porque ella tuvo su dosis de Alice en la peor versión posible y le cayó un buen sermón.

—Cierto—Seth habló por primera vez para coincidir con mi hermana—.Yo fui testigo. Fuiste bastante implacable.

Recordé unas palabras que me dijo Bella al respecto, y conociendo la cara poco amable que podría llegar a mostrar mi hermana, estaba seguro que se habría mostrado bastante inflexible.

No podía más que sonreír agradecido a la lealtad que me mostraba Alice.

Volvió a hablar de mí y adquirió un tono realmente serio, casi angustiado.

—Ibas y venías, estabas entre dos caminos. Y te aseguro que casi me vuelves loca, y me hubiera gustado haber cogido el coche hasta Seattle y haberte arrastrado de los pelos para que, cuando volvieses a ver a Bella, cayeses en la cuenta que lo tenías todo. Pero, de alguna manera, lo que me ocurría fue algo más instintivo que certero. Decidí dejar que fueras tú el que llegases a esas conclusiones, y con más quebraderos de cabeza de lo debido, incluso con esa horrorosa noche de los dos futuros posibles, cuando llegaste a la única conclusión posible, fue cuando comprendí que había hecho muy bien en confiar en ti.

Satisfecha consigo misma, posó su cabeza entre los brazos y echó hacia atrás la silla, para añadir tranquilamente:

—Además, aquella noche, comprendiste que no tenías otra opción que convertir a Bella en una de nosotros sin ninguna gilipollez pseudofilosófica sobre el alma que le arrebatas y demás tonterías que te impedían llevarlo a cabo. Por lo tanto, sí, realmente hice un buen trabajo.

A mi pesar, descubrí que era incapaz de replicar a mi hermana sobre ese tema. Porque cualquier planteamiento que encontrase en contra de lo que había dicho, lo podría echar por tierra sin ningún miramiento.

Y lejos de sentirme desdichado ante el hecho de erradicar un antiguo dilema, por fin me sentía completamente liberado. Alice no tuvo que hacer otra cosa que mirar la sonrisa inconsciente en mis labios para darse cuenta del cambio de mentalidad, y se dio por satisfecha.

Siguió contándome todos los planes que tenían Carlisle y Esme sobre nuestro próximo destino.

—No somos tan insensatos como para dejar a una neófita suelta durante su primer año en una ciudad de unos cuantos millones de habitantes—me aseguró cuando le planteé aquel hecho—.Carlisle nos recordó que tenías una preciosa cabaña a varios kilómetros de la ciudad. Ahí ibas a pescar con tu padre cuando él no se iba a hacer negocios muy lejos. Creo que servirá para los primeros meses de vida vampírica de Bella. Y tengo la ligera sospecha que Bella nos va a dar bastantes sorpresas.

— ¿Intuición o certeza?—repliqué con cierto aire burlón.

Se encogió de hombros.

— ¿Cómo quieres que lo sepa realmente? Se trata de Bella.

Feliz como hacía tiempo que no me había sentido, me abalancé sobre Alice para abrazarla. Ésta no se lo vio venir, y nos caímos redondos al suelo, acompañados por las carcajadas de Seth. Fueron contagiosas y los tres nos reímos de todo y por nada.

—Gracias—le susurré a Alice en el oído.

Y era por todo. Y para todos.

Seguramente, Rosalie se mantendría reticente ante la evidente conversión de Bella, pero supuse que se haría a la idea, y habría dado su brazo a torcer. El haber escogido una habitación, daba muestras que se iba a quedar un largo tiempo.

Y por supuesto, Emmett no estaba dispuesto a perdérselo por nada del mundo.

Todos, a su manera, iban a estar apoyándonos para que todo saliese como era debido.

Me acarició el pelo.

—Edward, está amaneciendo. Creo que es hora que nos vayamos poniendo en pie porque tenemos que hacer varias cosas.

Por su cabeza pasaron las imágenes de varias tiendas donde tenía la intención de arrastrarnos a Seth y a mí. Quería encontrar aquel abrigo de plumas negras. ¡Cómo no!

Contuve mis quejas. Se lo debía.

Aunque aquello contenía una segunda intención.

—Esta noche tenemos que salir bien arreglados. —Señaló a Seth que la observaba con cara de pocos amigos—. Hay que adecentar en lo que se pueda al chucho, aunque el olor no se irá de buenas a primeras.

Seth, mentalmente, se dedicó a hacer burla a Alice.

No hizo falta preguntarle donde íbamos a ir. Su sonrisa era más que evidente.

—Es una promesa que has hecho, Ed. Y debes cumplirla. Además, ya es hora de decir adiós.

Estaba hablando de Caris y así debía ser.

Nos levantamos para ir arreglándonos, además, Alice había tenido una visión que Carlisle iba a llamarla en menos de cinco minutos.

—Bueno—se puso un dedo en el labio—, le contaré cómo la todopoderosa diosa Alice arregló un bonito encuentro para que Bella se pudiese despedir de ti. Después de arreglar todo el malentendido que había causado el chucho y él, con llamarte tan precipitadamente, te hicimos venir desde Vancouver para que te pudieras despedir de ella adecuadamente. En fin, me explayaré un poco en como os pusisteis realmente empalagosos e inaguantables, y después reconciliaciones, promesas de amor eterno, despedidas que bla, bla, bla…Seguro que Esme estará más que feliz de saber que todo se ha solucionado.

Mi garganta emitió un rugido que no llegó a materializarse, porque comprendí al instante que me estaba haciendo un nuevo favor.

Tal como dijo, el teléfono sonó y Alice se puso a hablar con nuestro padre animadamente. Ella nunca le había contado a Carlisle qué había pasado en Seattle. Y no lo haría. Aquello quedaría entre nosotros.

Me guiñó un ojo, cómplice.

"Secreto de hermanos".

Me reí sin saber por qué exactamente.

Y la sonrisa no se me borró de la cara cuando vi lo último que había puesto Bella en su regalo de bodas. Una gran página con una frase sencilla pero concisa. Como una promesa.

"Y por mil años más".

Pero antes una foto más. Se trataba de unos zapatos Stiletto de color blanco y tacones de varios centímetros de altura. Los suficientes para temer por su seguridad. Y ella también lo veía así. Por lo menos la nota que había escrito debajo de la foto así me lo decía.

"¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! Convence a Alice para que los zapatos se queden en el armario. No puedo permitirme llevar una escayola hasta el altar."

Había dibujado una carita triste junto al texto.

La respuesta de Alice fue contundente.

Sin dejar de hablar con Carlisle, me envió una visión donde Bella—sin desvelarme detalles del vestido—se dirigía hacia el altar con los zapatos puestos.

En una palabra.

Innegociable.

.

.

.

Seth estaba aún impresionado por vestirse elegantemente para ir al último día del certamen donde actuaba Caris. Se sentía muy satisfecho de ser testigo de cómo la próxima estrella de la música saldría de aquel concurso. Era algo que podría pavonear a sus amigos cuando volviese a casa.

Pero si había alguien que estaba de buen humor, era Alice. Se había realizado haciendo su sesión maratoniana de compras y había tenido cuatro manos extras para ayudarla.

No había encontrado lo que andaba buscando, pero eso no la desanimó. Se había propuesto que todos estrenásemos algo para ir elegantes a la sesión de conciertos y lo había conseguido. No la oí quejarse una sola vez por el olor que desprendía nuestro amigo.

Entre compra y compra, tuvo tiempo de ir a una floristería y encargar una docena de rosas rojas.

Me la entregó y me indicó qué hacer con ellas.

Fruncí el ceño. Las rosas rojas significaban amor y no era el mensaje que quería transmitirle a Caris.

Ella, como si aquel detalle fuese minoritario, me dijo:

— ¡Qué importa! Se trata de unas flores. Es tener un detalle con una chica y desearle suerte. Necesitas decirle adiós para que todo vuelva a su cauce.

Ante la insistencia de Alice, que ya había cogido asiento, me colé en la sala VIP donde diez concursantes se la jugaban. Ahí tenía que estar Caris entre la multitud que formaban las fans de Jason. Si por ellas fuese, ya saldría coronado del certamen como su ganador.

Mi sorpresa fue encontrarme con que ella no estaba sola.

No se trataba sólo de su nueva manager. Comprendí por qué me gustaba tanto y que mi elección para encomendarle el futuro de Caris había sido la correcta.

Ella no sólo se iba a encargar que se convirtiese en una estrella de un solo día. También se preocupaba por su bienestar y había conseguido lo imposible.

Ajena a todo nerviosismo, y sin preocuparse por mancharse su vestido de tela roja brillante, Caris se encontraba en el suelo jugando con una niña de siete años.

Junto a su manager, se encontraba una anciana que parloteaba con un inglés algo imperfecto. Como si los cincuenta años que llevase viviendo en USA no le hubiesen bastado para borrar su acento griego.

La presencia de aquellas dos personas era una buena señal. La manager confiaba plenamente en la cualificación de su nueva protegida, y sólo se había encargado de los detalles que podían hacerla realmente feliz para que saliese confiada al escenario a darlo todo.

Sabía lo mucho que significaba para Caris que su abuela y su hermana se encontrasen con ella aquella noche. Aquellas eran Nana y Emma.

En su mente había un espacio dedicado a ellas. Todo lo demás estaba únicamente dedicado a lo mucho que deseaba salir ya para disfrutar. Sólo pensaba en eso. En pasarlo realmente bien, ocurriese lo que ocurriese. Y aquella era la verdadera mentalidad de una verdadera música. Ya con eso, lo había ganado todo.

Y me sentiría completamente feliz, si en su cabeza hubiese un solo pensamiento dedicado a mí.

Pero, había tenido razón. Ella ya me había olvidado.

Y lo que tendría que haber constituido un alivio, me produjo cierta sensación de tristeza.

El estilo de Caris siempre había constituido en cortar por lo sano. Cero dramas. Y, aun así, era ciertamente cortante un adiós sin palabras.

—Kariatide (3) —chilló Nana al darse cuenta que su nieta estaba restregándose por los suelos—, una señorita tiene que dar sensación de pulcritud. ¡Vas a cantar ante miles de espectadores!

Molesta ante la actitud de su abuela, se levantó del suelo y se limpió el vestido de pelusas. Emma salió a jugar por los alrededores, observando curiosa, al resto de los participantes.

—Querida—su manager posó sus hombros a modo de camarería—, me encanta el vestido. Pero habíamos seleccionado uno verde. ¿Por qué éste?

Se encogió de hombros.

—Es el destino, Sandra—le dijo tranquila—. No lo he buscado; él me ha encontrado. Y el rojo es el ganador.

Seguí su proceso mental hasta llegar a su camerino y encontrar una caja donde ponía su nombre y allí se encontraba el vestido y los zapatos.

Casi me iba a dar un golpe en la frente con la palma. Con razón Alice había hecho hincapié con las flores haciendo juego.

Aquello olía a su nombre por todos lados.

Casi solté su nombre seguido de una palabrota y decidí ajustarle las cuentas cuando llegase a mi sitio.

Estaba claro que no iba a poder hablar con Caris, así que ella nunca se daría cuenta que había cumplido mi promesa de estar hasta el final. En realidad, se trataba de New York, pero no le importaría que yo no estuviese, nos desligábamos de las promesas.

Me dirigí hacia el sofá donde se había sentado la primera noche que había estado esperando los resultados—era increíble que sólo hubiesen pasado dos días, parecía como si hubiesen sido años—para depositar el ramo, y me encontré con Emma que me miraba fijamente con sus ojos marrones idénticos a los de su hermana.

Ella me sonrió asombrada como si me tratase de un ángel que había bajado del cielo.

— ¿Has venido para ayudar a Care?—preguntó.

—No—le respondí—. Creo que ella no lo va a necesitar.

Se río.

— ¡Cierto!—exclamó alborozada—. ¡Care va a patear traseros ahí arriba! ¡Es la mejor!

Al igual que Caris, la niña tampoco tenía un filtro entre su cerebro y su lengua.

Le entregué el ramo de rosas para que se lo diese a Caris, pero ella no tenía intención de hacerlo.

Entusiasmada, me robó el ramo y exclamó a pleno pulmón:

— ¡Ahora Care va a tener muchos novios que le van a regalar muchas flores! ¡Pero yo voy a tener al más guapo!

De un saltó, se acercó a mí, y con sus bracitos, me estrechó a cintura, apoyando la cabeza en mi pecho. Al parecer, no se había dado cuenta de las diferencias entre nuestras temperaturas.

El corazón le latía a ciento por hora, emocionada por haber encontrado su primer amor.

Se separó de mí, para salir corriendo, no sin antes gritar:

— ¡Ahora ya somos novios! ¡Aunque tendrás que volver a buscarme cuando sea grandecita! Porque ahora serías un pedófilo.

Sonreí entre dientes ante las ocurrencias del angelito. ¿De dónde se habría sacado aquella palabra?

Lo mejor era volver a mi sitio, junto al común de los mortales, al lado de Seth y de Alice.

Ésta se dio cuenta que no había podido hablar con Caris, aunque decidió no darle la más mínima importancia.

—Quizás no era el momento—susurró misteriosamente.

Incluso con mi capacidad para leer la mente, Alice siempre sería un enigma para mí. Ella siempre iba varios pasos por delante de los demás.

No me dio tiempo a preguntar.

El espectáculo iba a empezar.

Mientras los presentadores nos daban de nuevo la bienvenida, nos agradecían nuestra asistencia, prometiéndonos el gran espectáculo ya que éste año había sido el mejor con diferencia—apostaba a que esa frase era un comodín para todos los certámenes que se habían celebrado y que se celebrarían después—, Alice se río y me transmitió un mensaje mentalmente:

"Como gane la niña, nos forramos."

Puse los ojos en blanco. Estaba seguro que había una página web de apuestas para el certamen. Y donde hubiese una, Alice apostaba. Bueno, un poco más para las arcas Cullen.

"Está en segundo lugar. Después de Jason Bright. ¡Después del concurso, voy a ser un poco más rica!"

Se frotó las manos, pensando que aquella noche llegaría a casa con los bolsillos llenos.

—Si pretendías impresionarme con tus dotes de psíquica, creo que no has hecho la predicción del siglo. ¡Es más que evidente el resultado de todo esto! ¿Desde cuándo lo sabes, Al?—le susurré para que no llegase a los oídos humanos.

Fingió sentirse realmente ofendida.

"¡Tu falta de fe en mí, me rompe el corazón!", se puso teatrera ".Yo sólo intentaba tener fe en el talento de mi hermanito".

Miré al frente, aplaudiendo al grupo telonero que había actuado antes de que todo empezase. Murmuré entre dientes algo que le hizo mucha gracia a Alice:

—Créeme, Alice. Esto no ha sido un gran mérito por mi parte. Tenía una gran base por dónde empezar.

No nos hicieron esperar demasiado. Y el público, incluso antes de que se anunciase al primer concursante, ya estaba aplaudiendo. La estaban esperando.

Y ella salió cuando la presentadora gritó su nombre.

Le había tocado en primer lugar, para su alivio porque se quitaría toda la impaciencia que invadía su cuerpo, pero también, para desgracia de los demás participantes, porque los que saliese después que ella les sería muy difícil levantar las expectativas. Posiblemente, Jason sería el que más se le acercase, aunque fuese por el factor hormonal.

Tranquila, como si todo esto se tratase de un trámite—lo que en realidad era, porque esto se trataba de conseguir su billete a New York—, se acercó al micrófono—lo que peor llevaba y tenía que trabajar más con su nueva manager—y empezó a responder a las preguntas que le estaba haciendo el presentador.

— ¿De qué trata tu canción, preciosa?

Ella carraspeó y habló casi en un susurro, el cual no se hubiera oído si no hubiera sido por los micrófonos:

—La verdad que es una canción algo antigua, me temo. La escribí cuando tenía dieciséis años y mi novio me había abandonado para irse a la universidad. Tenía el corazón roto y sólo se me ocurrió curarme las penas componiendo y cantando. —Se encogió de hombros—. La verdad es que funcionó como remedio. Y ahora, un poco modificada, la presento aquí.

Me reí entre dientes ante la decepción de Alice. Pero yo me había adelantado. De alguna manera esperaba que Caris cantase la canción que habíamos compuesto, pero lo mejor tenía que reservarse para lo que vendría después.

Y era una pena que tuviésemos que conformarnos con verlo en televisión, pero así estaba decidido. Aunque Alice intentaba consolarse con que lo haría en su comedor nuevo, estrenando televisión.

—Entonces, —prosiguió el presentador—, ¿se trata de una canción de desamor?

—No exactamente—contestó Caris enigmática—, en realidad se trata de lo que queda después del desamor. No son los malos recuerdos. Al contrario, lo mejor y lo que jamás debemos olvidar de las personas, incluso cuando éstas ya no van a formar parte de tu vida (4). Siempre intento pensar en positivo.

Parecía que aquellas palabras tenían un mensaje oculto que iba dirigido a mí. Pero no había una sombra de mi recuerdo en los tranquilos pensamientos de Caris; sólo notas y una buena historia que contar para un público cada vez más impaciente.

Nueva tanda de aplausos cuando se sentó frente al piano, y antes de tocar la primera nota, silencio absoluto.

No hacía falta decir lo fabulosa que estuvo. Con la canción original, había superado lo de la actuación anterior. Pero así era ella. Y me atrevería a decir que aquella iba a ser la actuación de su vida, pero no estaba dando el cien por cien, así que ponía todas las expectativas en New York. Eso sí iba a ser un culmen de genialidad, porque sería allí donde se vería a la auténtica Caris.

Y como yo esperaba mil veces más de ella, me limité a disfrutar de las sensaciones del público, que creían que estaban en un concierto de una cantante ya consagrada. Y lo estaban disfrutando.

Lo mejor de todo fue ver a Alice completamente callada, sin pensar en nada más que en lo que estaba oyendo, solamente emocionada y con los ojos brillantes. Pondría la mano en el fuego a que lloraría si hubiese podido. Observé a Seth por el rabillo del ojo, y él sí lo estaba haciendo.

Uno de sus pensamientos iba dirigido a mí.

Estaba completamente agradecido por haberle llevado aquel espectáculo. Nunca lo olvidaría.

En el fondo, era algo mínimo que podría hacer por él después de todo lo que había hecho por Bella y por mí.

—De nada—le susurré muy bajito. Lo suficiente para que él lo oyese y sonriese francamente, sin dejar de mirar hacia el escenario adorando el suelo que pisaba Caris.

Alice saltó de su asiento sin que yo pudiese impedírselo para aplaudir insistentemente cuando la última nota de piano sonó, dando por terminada la canción.

Por suerte, no llamó demasiado la atención porque el público decidió imitarla y se levantaron de golpe para rendirle su homenaje.

Caris hizo una reverencia para mostrar su respeto hacia ellos, agradecida de todo corazón por la ovación.

Los aplausos duraron cinco minutos y tuvieron que ser interrumpidos por el presentador, instando a Caris a salir, y cuando se hubo calmado un poco todo el ambiente, llamar a la segunda concursante. La pobre salía temblando intentando mantenerse dignamente después de lo que había presenciado.

Intenté ser educado, pero era imposible poder mantener el interés una vez hube visto lo que realmente quería. Y la verdad, el resto dejaba de tener importancia.

Alice recuperó la compostura y se sentó, con iguales sensaciones que las mías. Aunque su mente volvía a parlotear sin cesar. Había perdido el aliciente para mantener sus cinco sentidos en el escenario.

Sus ojos estaban fijos en él, no obstante.

Como si me tratase de un objeto delicado, pasó su brazo por mis hombros, y me atrajo hacia su cuerpo haciendo que me inclinase y que mi cabeza se apoyase en su hombro. Distraídamente, posó su mano en mi cabello, y enredó sus dedos entre mis mechones.

"¿Sabes una cosa? Creo que no hace falta ser Eleazar (5) para hacernos una idea de todo el potencial que hubiera desarrollado la chica si hubieras tomado el camino B. Su voz se hubiera convertido en un auténtico talento psíquico, como tu don para leer mentes o mi habilidad para predecir el futuro. Aunque creo que iría más encaminado al talento de Jasper o al de Heidi (6)".

Aquello era tan evidente que me golpeó con tanta violencia por haber sido completamente ciego ante aquello. Y lo había tenido delante.

—Apuesto que lo habías visto en el futuro B, ¿cierto?—murmuré para que sólo lo pudiese oír ella.

Se encogió de hombros y su respuesta me sorprendió.

"En realidad, no. Me estoy basando en una hipótesis. Recuerda que yo sólo puedo ver predicciones basadas en las decisiones que se toman. Y aunque hubo cinco minutos en que tú sí la ibas a tomar, el instante fue tan breve que no dio tiempo a formarse algo sólido. Y los hubiese y mundos paralelos quedan fuera de mi alcance".

Luego añadió.

"Tengo que admitir que es la primera vez que un don va a ser más aprovechado en una existencia humana que en un vampiro. Y tú has hecho posible eso, gracias a tu abnegación, tu lealtad y tu don para hacer que la gente que está a tu lado, saque lo mejor de sí".

Me besó en la sien.

"Estoy muy orgullosa de ti".

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.

.

El conservatorio de Seattle podía estar realmente satisfecho con el resultado. Había llevado a cuatro finalistas, clasificándose entre los diez primeros, y había conseguido que dos de ellos quedasen en el primero y segundo lugar.

Tal vez no como le hubiese gustado a la señora Kratz, pero me importaba un bledo. Yo estaba satisfecho con lo que había pasado, aunque no podría decir que me hubiese sorprendido. Era lo evidente.

Todos estábamos felices. Incluso Jason.

Lo único que nos había impedido ir con Caris a celebrar su triunfo, era que Alice había tenido una visión esperanzadora sobre su propio futuro, esperándola en la puerta de la residencia, y nos había arrastrado casi por las orejas.

Tuve que poner a toda potencia el coche que le había regalado a Bella—y había dejado a mi cuidado, aunque había descubierto que le encantaba y me había evitado reproches referentes a lo caro que me habría costado—, saltándome semáforos y señales de stop, bajo la eminente amenaza de ser fustigado sin remedio por la tirana que se había apoderado de mi hermana.

Logramos llegar a la residencia en un récord de tres minutos, y antes de conseguir aparcar, Alice ya había abierto la puerta y salido corriendo en dirección la recepción. Había alguien esperándola.

— ¡Jasper!—gritó a pleno pulmón mientras se abalanzaba hacia él, casi tirándole al suelo por el impulso.

No debería sorprenderme que nos hubiese encontrado. Si se trataba de Alice, siempre se las apañaba para encontrarla.

Seth puso los ojos en blanco imaginándose lo que vendría a continuación, se bajó del coche arrastrando los pies.

Jasper cambió su cara de adoración que dedicaba a su compañera para mostrar una sonrisa cordial a Seth.

— ¿Qué te cuentas, muchacho?

Y en cuanto a mí, sus ojos se entrecerraron y cambió su color dorado a casi negro. Casi gruñía por cada paso que daba para acércame más a ellos.

Aun sin saber a qué se debía, aquellos meses sin estar en casa habrían sido lo suficientemente tensos por el estado de incertidumbre de Alice. Y sin haber contado nada a Jasper, éste habría intuido, sin gran necesidad de usar su don, que todo el nerviosismo de ésta se debía a mí. Y ahora que me tenía, cara a cara, estaba dispuesto a hacérmelo pagar.

Hice una mueca con la boca, resignándome a la que me pudiese caer con Jasper.

—Yo también me alegro de verte, Jazz—repliqué sarcásticamente. Su respuesta obvia fue un gruñido indicándome que era su persona menos favorita en aquel instante. Y me lo estaba haciendo sentir con creces empleándose a fondo.

Volvió a poner la cara amable para dirigirse a Alice, y acariciándola con ternura el pómulo, le dijo con voz suave, casi melosa:

—Si vas a la habitación, verás que te he comprado un regalo. ¡No, no lo vas a adivinar! Ya me he encargado de eso.

Los ojos de Alice se iluminaron como los de una niña pequeña y rápidamente, salió corriendo para verlo.

Mientras tanto, Jasper se acercó peligrosamente a mí, posó su brazo en mi hombro y apretó con fuerza haciendo que contuviese un gemido de dolor.

—Me gusta Bella—empezó a decirme en voz baja…y peligrosa—. Lo suficiente como para ignorar como me quema la garganta cada vez que ella está cerca. Incluso puedo combatir el instinto de echarme encima de su cuello cuando su dulce aroma llega a mis papilas olfativas.

¡Hum! ¿Tenía que darle las gracias porque tuviese el dilema de que mi chica era algo más que una bolsa andante de deliciosa sangre? ¿Qué era lo suficientemente interesante para plantearse que no era comestible? ¿Qué Bella tenía sentimientos, sueños y aspiraciones más allá de convertirse en el menú principal de un vampiro? Se trataba de Jasper, así que tenía que darle el beneficio de la duda.

¡Hip! ¡Hip! ¡Hurra! ¡A tu salud, Jazz!

— ¿Gracias?

Me apretó aún más fuerte, indicándome que no le había hecho mucha gracia ese intento fallido de cumplido que había lanzado.

—Ella ha sufrido estos meses de ausencia—me contestó. Y no necesité que aplicase su don sobre mí para que aquello me doliese de verdad—. Y como consecuencia, Alice también lo ha hecho. Y yo con ella. No tengo la más mínima idea de lo que ha podido pasar, pero mi deber es preservar su bienestar, sea como sea. Así que vamos a ser claros y concisos. Empieza a comportarte como un hombre y haz el favor de dejar tus lamentaciones, que los demás odiamos el masoquismo. Si te pone a cien que te azoten, yo estoy más que dispuesto.

Sonrió torvamente ante sus últimas palabras.

— ¡Ey! ¡Ni de coña!—exclamé. Como que no, gracias por el ofrecimiento, pero como que eso no me realizaba en absoluto.

Volvió a ponerse serio.

—Has sido bendecido con una chica excepcional. Y cuando has metido la pata hasta el fondo, ella ha vuelto a ti sin importar lo que pasase entre vosotros. Es lo que has estado buscando, ¿verdad? Piénsalo bien, Edward, porque no habrá una tercera vez. Es hora que empieces a asimilar que te mereces ser feliz de verdad y dejar de buscar explicaciones del porqué. Sedlo y listo. Así todos empezaremos a vivir en paz y armonía de nuevo. Y Alice volverá a ser la de siempre.

Suspiré. Por supuesto, se trataba de Alice.

No me dio tiempo a oír mi respuesta en forma de una promesa. Un grito procedente de mi habitación nos interrumpió. El portero nos miró con cara de pocos amigos cuando pasamos casi corriendo.

Traducido en el idioma que todos los demás entendiésemos, era un grito de plenitud absoluta. Enseguida éste fue seguido de unos saltos felices.

Entre salto y salto, salió a nuestro encuentro con algo entre sus manos. Se trataba del abrigo negro de plumas que tanto nos había hecho buscar por los centros comerciales de Seattle. Jasper lo había encontrado en Chicago.

Me miró casi amigablemente desde que nos habíamos vuelto a reunir y me dijo mentalmente:

"Te he clonado tu tarjeta de crédito y he sacado tu número de seguridad. Así que, gracias, Edward, por hacer feliz a Alice. Ahora me toca mi homenaje."

Estaba intentando asimilar todo esto que no me dio tiempo a coger el cuello de Jasper. Alice se había abalanzado sobre él, y le empezó a besar con fiereza.

— ¡Puaj!—exclamó Seth con asco y horror ante lo que se avecinaba—. ¿Ellos también van a entrar en fase?

Como respuesta, y sin despegarse de su compañero, Alice nos cerró la puerta en las narices dejándonos fuera.

"¡Tú también tendrás tu momento! ¡Así que deja de espiarnos con tu mente y vete a cazar, pervertido! ¡Y no vuelvas en unos días!", nos estaba echando.

Aquello era realmente ofensivo. ¡Como si a mí me importase lo que pasase ahí! Pero no habían tenido consideración por Seth. ¡Un poco de control! Él era un menor aún.

Cuando oímos un gemido acompañado de un golpe seco, similar a la madera cuando se rompía, decidí que teníamos que irnos de allí. Le pasé el brazo por el hombro a Seth y decidí que ya era hora de acompañarle hasta el autobús para que volviese a su hogar.

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Ignoré su olor cuando me abrazó fuertemente a modo de despedida.

El muchacho estaba al borde de las lágrimas.

Le había dado un poder para que lo utilizase en un concesionario y escogiese el modelo de coche que quisiese, sin importar el coste, cuando le llegase la edad de conducir.

Y aún era demasiado poco para paliar la deuda que tenía con él.

—Te prometo que cuidaré de Charlie. Es importante para Bella y eso lo es para ti, me imagino. Aunque ahora cuenta también mi madre.

No me dijo adiós del todo. Habíamos quedado que irían a Chicago para celebrar nuestra boda.

Confiando en Alice, seguramente, tendría todo listo antes de que acabase el año.

Y había prometido que Charlie estaría allí para que pudiese tener una despedida como Dios mandase de Bella. Si todo se celebraba pronto, no habría problemas con Jacob. Aún estaría perdido en algún lugar de la selva amazónica.

Mi perverso lado tenía ganas de llamar anónimamente al FBI y darle un chivatazo del paradero de Jacob, como buen ciudadano que cumplía con su deber. Al fin y al cabo, había cometido el delito de secuestrar a una menor. Charlie estaba furioso con él y había amenazado con ello. Sólo las suplicas de Sue y Billy le habían detenido.

Lo reflexioné considerablemente y llegué a la conclusión que no valía la pena costear mis impuestos y el riesgo de vidas humanas por él.

Allí no hacía daño a nadie. Sólo esperaba no volverme a cruzar con él algún día, porque Bella ya no era impedimento para que le partiese las piernas.

Tenía que pensar en positivo y hacerme a la idea que no volvería a verlo jamás.

Seth, montado en el autobús, se despidió de mí desde la ventana. Aquella sonrisa radiante.

Sólo deseaba para él todo lo bueno que le ocurriese.

Con tristeza, admití que Carlisle había tenido sus buenas razones para que nos fuésemos de Forks.

Seth estaba en su derecho a crecer en un mundo libre de leyendas. Quería que conociese un amor puro y libre de influencias que pudieran entorpecer aquel maravilloso proceso.

También estaba preocupado por su hermana. Ahora que nos íbamos, tenía que aferrarme a la idea de que Leah podría recomponer su futuro. Quizás llegase a reconciliarse consigo misma.

Antes de que saliese el autobús, Seth había caído redondo en su asiento y roncaba suavemente. No le habíamos dejado dormir en casi cuarenta y ocho horas.

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Antes de dedicarme a cazar, y después de hacer gestiones para que se llevasen mi Aston Martin hasta mi nuevo hogar, fui en busca de Caris para que pudiese oír de sus labios como me decía adiós.

Pero al llegar a su casa, había un aroma muy distinto al de ella y los pensamientos pertenecían a un hombre. Era un recién alquilado.

Había vuelto a New York.

No me extrañaba pero sí me apenaba.

Resignado, decidí que ya era hora de irme a cazar.

Al salir de su edificio, miré hacia una valla y sonreí. Su imagen, juvenil y fresca, estaba allí sonriendo a media ciudad. Iba a un paso del cielo, a punto de convertirse en estrella.

Los cinco días posteriores me los pasé en la frontera con Canadá, cazando sin tregua.

O casi sin ella.

De vez en cuando, frenaba mi sed y miraba el móvil para ver si había algún mensaje o alguna llamada.

Me habían mandado una fotografía.

Sonreí nostálgicamente cuando vi a Bella abrazada a su madre, subidas en la Estatua de la Libertad con el paisaje nevado como fondo.

La echaba de menos hasta que el dolor en el pecho era tan intenso que acababa por anestesiarme.

Miré hacia los cielos por si me había perdido alguna señal que me indicase que ya era hora de reclamar a Bella a mi lado. Sólo la nieve, que me caía en la cara.

Decepcionado, rastreé el olor de un puma que había captado antes y empecé a seguirle el rastro.

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— ¡Señor Cullen!—me llamó el recepcionista—. Hace cosa de tres días, han dejado esto para usted.

Aliviado, pensé que me iba a decir algo sobre los extraños y atronadores ruidos que hubieran podido surgir en mi ausencia. Esperaba que el desastre de aquellos dos elementos podían haber ocasionado no llegase a declarar la habitación como zona catastrófica.

Efectivamente, el pobre individuo estaba aterrado por los ruidos que habían surgido de allí.

Debatiéndome entre la vergüenza ajena y el interés por tranquilizar a aquel pobre diablo, le dije que sospechaba que en mi cuarto había ratas gigantes.

—Le aconsejo que compre un buen raticida o llame al centro de control de plagas antes de que se agudice el problema.

—Bueno…pues son un poco ruidosas para ser ratas. Incluso, me han parecido que después de rugir, gemían placenteramente, bueno…como sabe. Parecía imposible, porque sabía que usted había salido de la habitación, pero es todo tan extraño.

Agaché la cabeza y me pellizqué el arco de la nariz, esperando que no notase como la vergüenza ajena se iba apoderando de mí.

—No quieres saberlo, Edward, no quieres saberlo, no quieres saberlo…—murmuraba incomprensiblemente para aquel hombre y para mí, para mentalizarme con lo que había sucedido. No, en realidad, no quería ni saberlo. Los ignorantes vivían muy felices.

"Lo sentimos mucho, Edward. Pagaremos los desperfectos", me llegaron los ecos de sus voces lastimosas al unísono.

Bufé, asustando al humano que tenía delante de mí, imaginándome que detrás de todo ese frenesí debía haber una apuesta con Emmett y Rosalie para comprobar quién se cargaba más muebles en pleno apogeo sexual. Y la pandilla de…me habían metido a mí en todo el medio.

Ya me podía imaginar a mi hermanito pequeño diciéndoles a los demás que como era yo quien no follaba, sería el árbitro de aquel absurdo concurso.

¡Joder! ¡Qué ganas de llegar a Chicago rebanando cuellos! Y estaba seguro que Esme se pondría de mi parte.

Cuando llegase a casa, se iban a enterar y más les valdría que no utilizasen a Bella para abogar por ellos.

Volví a repetirle el consejo de las ratas, y cogiendo el paquete, casi ignoré la prudencia, corriendo para hacer balance del desastre.

Alice y Jasper se encontraban enfrente, vestidos, con las maletas hechas, bajando las cabezas, completamente compungidos, intentando manipularme para causar pena. Jasper se estaba empleando a fondo en ello.

Pero la ira estaba campando por mi cuerpo y no estaba surgiendo efecto.

Me crucé de brazos, rígido, y empecé a dar golpes en el suelo con el pie.

Se habían puesto de acuerdo para no pensar en lo ocurrido allí dentro. Por lo que tenía que ser peor de lo que me imaginaba.

— ¡Ey! ¡No seas tan protestón! Te hemos recogido las cosas y te las vamos a llevar al coche—se defendió Alice.

—Muy considerado por vuestra parte—repliqué sarcástico.

Definitivamente, nunca lo sabría y no tenía ganas de enterarme por el propietario de los destrozos ocasionados, por lo que les di la espalda, y me dirigí al coche sin más miramientos.

Tenía la perversa satisfacción de saber que, después de casi cinco días sin parar, estarían muy sedientos, mientras que yo había cubierto aquella necesidad, por lo que mi pequeña venganza consistiría en no darles ningún tipo de tregua. Nadie se bajaría de mi coche para ir a cazar hasta que llegásemos a casa.

Y como propina, les dejé a ellos que explicasen todo lo que había pasado al propietario y que lo pagasen. Yo me desentendía.

Subí al coche y me di cuenta que estaba tan enfadado que no estaba curioso por lo que habría en el paquete en mis manos.

Pesaba.

No había remite por lo que aquello me pareció muy extraño.

Lo abrí y me encontré con una la última edición ilustrada de Jane Eyre. Leí que alguien había escrito algo en las hojas del principio.

Repentinamente, se me pasó el enfado y dio pasó a una sonrisa de oreja a oreja.

Reconocía esa letra. Y esas frases. Casi podía oír el sonido de su voz mientras las leía.

"Bifurcaciones".

"Voy a contarte un cuento:

Érase una vez, un príncipe que estaba maldito.

Su maldición consistía en creerse que había hecho algo horrible para no merecer ser feliz. Y durante muchos y largos años—pongamos unos cien, ¿te parece bien?—, no hubo nada que le sacase de su ensimismamiento. Aun cuando podía ver la luz que emitían los demás a su alrededor, no podía ver la que reflejaba él mismo.

Incluso cuando estaba escrito que encontraría su destino al conocer a su princesa, su maldición persistió hasta llevarlos a casi destruirse mutuamente. Aun así, la princesa aún veía esperanza y decidió huir hasta el reino de New York para dejar que el hechizo se reinvirtiese.

En un viaje para reencontrarse a sí mismo, conoció a una estrella que se había caído del cielo y no sabía cómo volver.

Dispuesto, se ofreció a ayudarla a volver a su hogar, y de paso, ella comprendió que tenía algo que hacer por él.

Una canción para romper el hechizo había de ser cantada en la plaza del reino de New York. La canción que el príncipe había compuesto para su amada y que la estrella, con la magia de su voz, tenía que cantar para transmitir una bella historia de amor.

¿Cómo termina la historia?

Aún no hay un final escrito, y de verdad, me muero por saberlo".

Posdata: "¿Qué tal si vamos al grano? Esto no es lo mío. Ella está en New York, ¿cierto? ¡Pues coge un maldito avión y reúnete con ella! ¡Os amáis con tanta fuerza como desearía que a mí me ocurriese! Además, cumple tus promesas. Hasta el final".

Posdata: ¿Y ahora como le explicó a mi hermana pequeña que tendrá que esperar a coger otro tren? ¡No puedes deslumbrarla con tu brillante sonrisa, tus modales caballerescos y tus ramos de rosas! ¡Está encantada! En fin, tiene siete años, así que llevándomela a Disneylandia, se le pasará la pena.

Si había estado esperando una señal, ésta había caído directamente del cielo, y brillaba por sí misma.

Y por si no lo tenía suficientemente claro, había algo entre las páginas del libro. Era justo donde lo habíamos dejado. Cuando Jane dejaba la casa de los Rivers para volver junto a Rochester.

Más señales.

Lo primero, se trataba de una entrada VIP para el concierto de mañana. ¡Cielos, cómo había pasado el tiempo! ¡Mañana! Me estaba diciendo que yo tenía que estar ahí.

¡Cierto! ¡Bella también estaría ahí!

Y lo segundo, era de sobra conocido.

Se trataba de una copia de la partitura de la famosa canción.

Si Caris me la había mandado era porque ella había descubierto que a mí se me estaba escapando.

Mientras repasaba de nuevo las notas, la melodía venía a mi cabeza y ésta estaba acompañada de recuerdos increíblemente felices. Todos ellos poblados y repletos de Bella.

Ella era la protagonista indiscutible de todos ellos.

Estaba buscando el alma de una canción.

Y Bella siempre había jurado que su alma era mía.

Y de golpe, ahí tenía mi epifanía. Siempre había estado ahí y había estado cegado completamente.

Bella, y sólo ella, era el alma de aquella canción.

No había un solo pensamiento en ella que no estuviese impregnado en su recuerdo.

Ahora era cuando todo empezaba a tener sentido, y me reconciliaba con mi pasado para empezar a construir el futuro junto a Bella. Siempre había sido mi destino, y Caris, como un oráculo del pasado, una versión más joven de mí mismo, se había encargado de recordarlo.

Había que empezar a empezar a decir adiós para poder continuar avanzando.

El peso de mi pecho empezó a desaparecer para dejar expandir una plenitud absoluta.

Por fin me sentía liberado.

Estaba tan inconscientemente feliz que no había caído que mañana sería un pésimo día para viajar, y que ya no habría un solo vuelo.

Suspiré mientras miraba como caía la nieve.

Si empezaba a correr ahora mismo, tal vez llegase a tiempo.

Casi me iba a poner en marcha, cuando una mano pequeña me tendió algo.

Lo cogí y vi que se trataban de unos billetes a New York.

Habían sido sacados con una semana de antelación.

Tenía la enorme suerte de tener a Alice a mi lado. Casi todo el tiempo.

Estaba a punto de perdonarla…a punto.

Como sabía que así sucedería, me sonrió y dijo aliviada:

—Lo estaba esperando. Aunque ha llegado más tarde de lo que había previsto… ¡Maldito correo humano!

Se volvió a Jasper y le soltó alegremente:

— ¡Cariño, cambio de planes! ¡Vamos a dejar a Edward en el aeropuerto! ¡Va a traer a Bella a casa!

.

.

.

A patadas, debido a las ganas de conducir aquella maravilla, Alice me expulsó del coche y me lanzó la maleta, logré coger al vuelo.

Les iba a dar la espalda para cruzar las puertas cuando volvió a llamarme.

Me lanzó una pequeña caja de terciopelo. Se trataba del anillo de mi madre.

—Esme nos ha advertido que no te dejará entrar en casa si no es con Bella y la condición de llevar su anillo de pedida en el dedo.

Con casi mis esperanzas en los bolsillos, caminaba para facturar mi equipaje.

Entonces recordé algo que Caris me había dicho una vez cuando estábamos terminando de ensayar.

"Alguna vez en la vida, todos somos los huéspedes en la vida de los demás. Sólo, luchando e interpretando las señales debidamente, nos ganaremos el derecho de estar ahí, con los que amamos, para siempre".

.

..

(1)Fragmento, reinterpretado de Jane Eyre—Charlotte Brönte.

(2)Chicago es conocida como la Ciudad del Viento.

(3)Nombre cariñoso que utiliza Nana para llamar a Caris. Así lo he usado yo.

(4)The Forgotten—Green Day.

(5) Eleazar es un vampiro del clan de Tanya, cuyo don es ver los poderes potenciales de los humanos o vampiros.

(6) Heidi pertenece a la guardia de los Vulturis y tiene el poder de atracción. A lo que se refiere Alice, es que, si Caris hubiese sido convertida, su don hubiese sido atraer a los demás con su voz, estilo a los cantos de sirena. Puras especulaciones, como dice Alice, nadie tiene control sobre lo que hubiese pasado.


Nos vamos despidiendo de Caris y esta historia. Tengo el epilogo para daros las gracias a quienes la habeis seguid hasta el final, a los que habeis comentado, dejado rrs, follows y favoritos. Esperemos que poco a poco, esta historia ocupe algo más que un espacio en el fandom.

Nos vemos en el epilogo (partido en tres partes). Y habrá nuevas historias (Prometo volver *Amenazo*)