Disclaimer: Santa Meyer los Crea y ellos se juntan. Yo sólo los lío para crear esta historia. Los personajes que no reconozcais, son míos.
IMPORTANTE: Ya he recalcado la importancia de la las canciones en este fic, pero en las tres partes del epílogo recomendadisimo, casi, obligatorio, escuchar: Wings-Birdy. (Yo la cogí antes para el fic que "Vampires Diaries", así que de ahí no viene la inspiración.)
Esta vez, sí es el final. ¡FELIZ AÑO NUEVO A TODOS! Y nos veremos en la siguiente historia.
Wings covered By Bella Swan.
"El sol se cuela en la habitación, iluminando nuestra piel. Recordamos historias de una noche. Entonces, me hizo pensar en ti"—Wings (Birdy).
"Lo siento, Bella. Quería haber sido sincera contigo. Pasase lo que pasase, tú siempre serás mi hermana, pero Edward también tiene derecho a elegir. Y si realmente, hubiese querido estar con ella, no hubiera podido hacer nada por mucho que lo estuviese viendo. Su elección es tan válida como la tuya de haber sido Jacob. Pero así es el amor, todo lo devuelve a su sitio".
Aquellas fueron las palabras de Alice cuando le reproché lo que había pasado en Seattle y como había permitido que los sentimientos de Edward hacia alguien que no era yo hubiesen avanzado tanto terreno. Su voz era suave y tranquila, pero había cierto reproche. Cuando dejé de chillarle y comportarme como una cría, y empezó a dolerme aún más. Aquel agujero fantasma de las terribles noches de ausencia amenazaba con reabrirse de nuevo. Creía que tenía a Edward seguro a mi lado, independientemente de mis acciones, que no me había molestado en saber lo que quería y necesitaba. Y no había nada seguro en el mundo, en cualquier mundo, en realidad. ¡Que tonta había sido!
¿Y él se autodenominaba monstruo?
Lo que había pasado aquella noche, era la mejor demostración de lo cerca que estuve de perderle y lo muchísimo que me amaba. Y, si fuera posible, sólo podía amarle mucho más.
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Un valiente rayo de sol decidió burlar su prisión de nubes grises y colarse por los huecos de la persiana. Iluminó mi piel, despertándome con una inyección de inexplicable júbilo.
No podía explicar por qué, pero en el ambiente había una carga de optimismo, como si me estuviese diciendo que hoy iba a ser un gran día.
Desde que había llegado a New York, no me había sentido así.
Y lejos de quedar empequeñecida o insignificante ante la grandeza de aquella ciudad, parecía que podría echar a volar de un momento a otro.
¡Tanta libertad!
No podía creerme lo muchísimo que me había gustado.
Sólo el detalle de no tener a mi lado a Edward enturbiaba aquel flechazo. El único consuelo que había encontrado, era el poder hablar con él y pedirle que pasásemos las navidades aquí.
Sólo allí podría convertirse una metrópolis en una aldea de cuento navideño. Parecía que todo el año se estaba preparando para esta época.
Edward.
Eran incontables las veces en estos días que tenía que guardar mi móvil en el fondo de mi armario para vencer la tentación y no llamarlo. ¡Mierda! Sólo la promesa de dejarle tiempo para que todo cicatrizase, fue lo que me frenó, pero, aun así, mis uñas fueron una baja colateral del estrés sufrido.
Si por mí hubiese sido, todo hubiese acabado en el aeropuerto de Seattle cuando me besó con todas sus fuerzas. Aquel hubiese sido el momento idóneo para mandar hacer gárgaras la maleta e irme con él, olvidándome de Reneé y sus ruegos para no dejarla sola allí.
Pero Edward necesitaba tiempo, y quería dejar de ser egoísta. Lo había tirado tanto de las cuerdas, hasta llegar a sus límites donde casi lo lancé por desesperación a los brazos de otra persona. Si creía que lo había amado en el pasado, demostrando su lealtad hacia mí cuando menos la merecía, me había hecho hacerlo mil veces más.
Por primera vez, acepté que me trajesen el desayuno a la cama y me lo comí todo con apetito, mientras observaba el avance de las nubes en el cielo. Otra vez nevaría.
A Reneé no le gustaría nada, pero el frío tacto de la nieve sobre mi piel me traía recuerdos muy agradables.
Sonó el móvil y fui veloz a cogerlo. Seguramente se tratarían de Charlie y Sue para felicitarme por Acción de Gracias.
Mis dedos se detuvieron cuando leí en la pantallita quien realizaba la llamada.
Bufé lanzando una maldición y aparté el teléfono de un manotazo.
¿De verdad pretendía que todo se arreglase con algo tan frío como una llamada? Si tan sólo se atreviese a volver y a explicarme cara a cara qué le había motivado a comportarse tan cobarde y puerilmente.
Insistió un par de veces más y después de varios minutos, sonó el tono de mensajes.
Finalmente, la curiosidad venció a la prudencia, y aun temiendo que mi buen humor mañanero se esfumase, por lo menos le daría una mínima oportunidad de disculparse si así lo merecía.
"Nessie y yo sólo queríamos desearte feliz día de Acción de Gracias. ¿Estás en Forks? ¿Dónde estás realmente? ¿De verdad sigues enfadada con nosotros o hay alguien que te impide hablar conmigo?"
Pasé al siguiente mensaje.
"¡Joder, Bells! ¿De verdad? Algún día tendrás que hablar conmigo. No puedes estar enfadada para toda la eternidad".
Siguiente.
"…En realidad, espero que pienses que he dicho lo de la eternidad metafóricamente. ¿Realmente quieres convertirte en una asquerosa sanguijuela? Aún me preocupa tu bien. Te ruego, te imploro, te ordeno que no lo hagas…"
Aquello seguía en el siguiente mensaje mucho más amenazante.
"Si aún continuas en Forks cuando llegue, quiero que sepas que no te dejaré salir de allí. No hasta que recuperes el sentido común. Ya sabes lo que perderás si te vas. ¿De verdad te importa tan poco Charlie?"
Había muchos más mensajes en el buzón que me negué a seguir leyendo. Aquel era el Jacob jefe alfa de las leyendas quileutes. No quedaba nada del chico sol que me había deslumbrado.
Sí, aquella era la palabra.
Ahora, desde la ciudad de los rascacielos,—en realidad desde que se fue Edward a Seattle—, afirmaba, cien por cien convencida, que lo que me unía a Jacob Black había sido cualquier cosa menos amor.
¿Cómo podía haberlo sido si las leyendas siempre habían sido más fuertes que nuestros sentimientos? Ninguno de los dos habíamos sido la primera opción del otro.
Y por mucho que me hubiese prometido sol y aire puro en una hipotética vida fuera de los monstruos y seres sobrenaturales, tenía que haber comprendido que no era nuestro camino. Porque sólo vivíamos en un mundo. Preguntarse por mundos paralelos y cómo habrían sido las cosas, era una excusa para no tener que enfrentarse a lo que la vida nos iba a dar.
Como en un cuento de hadas, había estado hechizada y sólo el verdadero amor lo había roto.
Desde que fui a buscarlo a Alaska hasta este instante, me di cuenta, cada vez menos dolorosamente, que estaba sufriendo un desenamoramiento hacia Jacob Black. Pero, aun débil, el hechizo se había mantenido, haciéndome ser ruin, débil y cobarde con la única persona que no debería serlo, alimentando mis miedos hacia el futuro.
Nessie fue el desencadenante de romper el encantamiento al que estaba sometido Jacob, y podía haberlo perdonado de todo corazón si lo hubiese admitido.
Pero, aun después de saberlo, había seguido manipulándome y llenándome el oído de falsas promesas hasta que no pudo continuar más con aquella farsa.
Entonces, en lugar de confiar en mí, decidió huir para no enfrentarse a mi reacción. Y luego, en lugar de pedir perdón, se había limitado a amenazarme con lo poco con lo que podía atarme a la humanidad.
Él no podía saber que ya había llorado todas las noches por Charlie. Ya me había despedido de él y sólo esperaba que el tiempo diluyese la pena. Lo que había hecho todo esto más fácil, era el estar segura que Sue y Seth estarían a su lado, cuidándose los uno a los otros.
Edward tenía razón. No podía irme a la otra vida estando dividida por Jacob, aunque él había sido más altruista que yo y sólo lo había pensado por mi bien. Aquello nos podría haber destruido a los dos.
Pero ahora, por arte de magia, el hechizo estaba roto, y ni siquiera habían quedado las cenizas del ardiente amor que decía que me profesaba.
Sólo el orgullo lobuno que le impedía que me fuese con sus peores enemigos. Si no podía ser suya, no lo sería de nadie. Así era su ego.
Descubrí que podía reírme de todo aquello limpiamente.
Bien.
Era hora de acabar para siempre con Jacob Black.
Cogí el móvil, y después de comprobar que aún estaba demasiado enfadada para soportar siquiera el sonido de su voz, por lo que le escribí un mensaje.
"Jacob, ya no estoy en tu territorio", estaba segura que él comprendería cada uno de los significados que contenía aquella frase. Y no le gustaría, pero me importaba muy poco, por no decir nada. "¿Quieres que te diga que deseo que Nessie y tú seáis felices? No hace falta. Lo seréis. Sois tal para cual."
Y lo envié. Luego pensé que había sido demasiado brusca y decidí mandarle un mensaje para que comprendiese que me despedía de él definitivamente.
"No te preocupes por mi rencor. Todo lo que he podido sentir por ti, tanto lo bueno como lo malo, se va a quedar en esta vida. A la eternidad hay que ir ligera de equipaje. No me importa si no me deseas que sea feliz. Lo seré."
Terminé de escribir los mensajes y la sensación que ya nada ni nadie se interpondrían en mi camino, hacía que la gravedad no afectase a mi cuerpo, sintiéndome ligera. Felicidad casi absoluta que me permitía caminar casi sin rozar los pies por el suelo, casi danzando hacia la ducha.
El buen humor seguía ahí cuando Reneé entró para avisarme que estaba lista. Al contrario que yo, se sentía alicaída, y sólo el consuelo que aquel evento en el corazón de Manhattan, y después la cena con Phil y los invitados al concierto en uno de los más prestigiosos, —y caros—hoteles del Upper East Side, iban a ser el final de aquel Acción de Gracias. Por muy intensas que brillasen las luces de la Gran Manzana, Reneé siempre extrañaría el sol de Florida.
Descorrió la cortina y resopló disgustada.
—Otra vez va a nevar. Juro que cuando llegue a casa, pondré la tumbona en el porche y no me moveré de allí durante meses. ¡Dios! Sólo una semana aquí y he perdido toda la vitamina D. ¡La nieve es deprimente!
No sabía que decirle; sólo me acerqué a ella y le abracé. No había sido una persona muy dada aquel tipo de contactos, pero intuía que no me quedaba demasiado tiempo con mi madre. Todo lo que pudiese disfrutar de su calidez tendría que aprovecharlo. Ni siquiera la pena por saber que no volvería a verla, empañó mi floreciente entusiasmo. Al igual que con Charlie, ella ya no estaría sola.
Era tan evidente mi nuevo estado de ánimo que Reneé lo percibió enseguida.
— ¡Bells! Esta mañana estás…radiante. ¿Significa que…?
Me encogí de hombros. Sabía lo que estaba pensando.
—En realidad, aún no.
De repente, tuve una epifanía. Me hubiera gustado poder llamar a Alice. Si ella me decía que sí, significaba que era seguro por ambos lados. Por mi parte, mi decisión era inamovible.
—Será antes de que acabe el año. En el jardín de la casa de Edward en Chicago, junto al lago Michigan. Me lo enseñó cuando le dijeron que había heredado aquella casa y nos encantó. —Seguí el guión a la perfección. Mi madre no necesitaba saber todos los detalles —. Parece sacado de un cuento de hadas.
La oí suspirar profundamente y, al separarme de ella, vi sus arrugas en su ceño fruncido.
—Sé el sermón que me vas a echar sobre casarme antes de los treinta. Pero, yo sé dónde quiero estar dentro de veinte años y con quién. Si no hubiese sido tan cobarde, ahora mismo sería Isabella Cullen. —Le acaricié el rostro —. Agradezco el tiempo que he tenido para estar contigo, mamá. Pero ahora tengo claro que esto es lo que siempre he querido para mí.
Reneé me dedicó una sonrisa maternal.
—No, cariño, no voy a decirte nada. Tú siempre has sido más constante que yo, y sé que, si ves que estarás con Edward dentro de cincuenta años, así será. No, sé que te casarás. Es algo inexorable…como la muerte y hacienda. Lo único—añadió un puchero—, es que el lugar y el día... ¿Chicago? ¿En diciembre? ¡Bells, me voy a morir de pena si no lo hago antes de frío!—Miró por la ventana las nubes grises que iban bajando y se estremeció.
Me reí aliviada que sólo fuese eso.
Finalmente, acabó por resignarse.
—Bueno, eso significa que tendré que hacer unas compras para modificar lo que quería llevar puesto. Phil me ha regalado una tarjeta de crédito y pienso recorrerme toda la 5th Avenue, en busca de lo mejor. Algo bueno tendría que tener encontrarnos en esta ciudad, ¿no?
Sí, definitivamente estaba feliz porque, ni siquiera el panorama apocalíptico de una maratoniana sesión de compras, conseguía desanimarme demasiado. Sólo me resignaba mientras me imaginaba que mi madre intentaría que saliese con dos bolsas por manos, como regalo de bodas.
Enseguida, se volvió a animar, ignorando el mal tiempo, apremiándome a que me preparase para salir.
—Phil está en los ensayos y no quedaremos con él hasta después de comer. Así que tendremos toda la mañana para ir de tiendas, ir a la peluquería—se agitó los pelos—, y tomar un café del Starbucks…
Salió haciendo su propio monólogo, y cuando me dispuse a seguirla, el móvil vibró.
Estaba segura que Jacob había captado claramente la indirecta, así que no sería él.
Por primera vez, sonreí ante el terremoto que se me venía encima. Significaba que todo seguía adelante.
"¡Me has dado luz verde! ¡En el jardín de nuestra casa! ¡Es genial! Bueno…No lo es, porque no se me ha ocurrido a mí antes."
"¡Bella, piensas como una Cullen! El día veintinueve de diciembre al mediodía será perfecto. Será un precioso día invernal de Chicago. ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!"
"¡Por favor! ¡Volved pronto! ¡Os estamos esperando!"
Sonreí como una tonta al incluir el plural. Tenía el presentimiento que hoy iba a ser un gran día.
Me envió una foto y chirrié los dientes asustada. Veía que Alice no estaba dispuesta a olvidarse de eso.
"¡Y éstos también!"
Mi tortura en forma de Stiletto de quince centímetros, blancos y plateados, me esperaban, junto a mi vestido de novia, en mi nueva habitación de Chicago.
Por suerte, pasaría por una zapatería y podría comprarme unas bailarinas blancas para soportar el resto de la ceremonia.
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Enseguida me arrepentí de no haber aceptado sentarme junto a Reneé en el estrado de honor, reservado a los familiares de los invitados al evento del Black Friday.
Como hijastra de Phil, me correspondía un sitio junto a mi madre, pero me pareció demasiado ostentoso para mí, y preferí permanecer en la plaza junto con el resto de personas que habían venido a ver el espectáculo. Pero esta vez, el árbol de Navidad había quedado relegado a un segundo plano.
No había un solo centímetro cuadrado que no estuviese ocupado por alguien, y a pesar del aire libre, se hacía casi imposible respirar. Y todo por los ganadores del Symphonic Young Singers of America.
Había aguantado horas de pie, moviéndome instintivamente para no congelarme, mientras mis oídos se resentían por los gritos de una decena de quinceañeras después de la actuación del tal Jason Bright.
Había nacido un nuevo ídolo de adolescentes.
No era porque el chico no cantase mal, al contrario. Me encantaba su estilo, una extraña mezcla entre Coldplay y Bon Jovi, algo que creí que no se podía mezclar, pero que no quedaba nada mal. El chico tenía su atractivo. Si no se me hubiese revelado ante mis ojos la auténtica belleza masculina, posiblemente, no estaría inmunizada ante su encanto innato.
Y tenía suficiente talento para haber conseguido su merecido segundo puesto.
Lástima que la persona que le había ganado el primer puesto estuviese a años luz de él.
Auténtico talento, y encima estaba avalada por un Cullen.
No, el pobre chico había llevado todas las de perder. Y lo sabía, porque tuvo que conformarse con los veinte minutos de gloria que se le concedían.
El resto del espectáculo era para la chica que ahora mismo estaba presentando aquella presentadora estrella—la MTV las escogía por su alto nivel de gilipollez—, y por quien la gente se volcó para dedicarle su gran ovación.
Ella se dirigió al escenario con paso tranquilo, segura de sí misma y brillando con tanta intensidad que parecía completamente inhumana. Sólo había visto tanto despliegue de gracia en una familia que no era humana.
Mi autoestima se me cayó a los pies. No estaba segura si yo conseguiría alguna vez parte de aquella elegancia, incluso cuando mi sangre se congelase en mis venas y mi corazón dejase de latir. Estaba claro que ella hacía mucho mejor pareja con Edward, y aun estando segura que su corazón me pertenecía a mí, no lograba entender cómo permanecer tan insensible, después de verla caminando en el escenario y hablando con una tranquilidad ausente que sólo se le daba a las divinidades.
Caris. Nunca un nombre fue demasiado apropiado para una persona. Había nacido para eso, sin duda.
Para recordarme a mí misma que era tan humana como yo, con su sangre corriendo por sus venas y su corazón latiendo por las mismas razones que las mías, retrocedí en el tiempo cuando fui a su encuentro.
El tiempo que estuvimos hablando, tenía más la sensación de estar con una antigua amiga del colegio.
Aún tenía la extrañeza presente cuando ella me miraba fijamente y después con muestras de admiración, como si yo fuese algo realmente hermoso y con lo que no se podía comparar. Y de verdad, fue increíblemente dulce y demasiado amigable. No podía odiarla aunque me hubiese prometido intentarlo cuando Alice tuvo que hablarme de ella.
Se veía que Edward le importaba de verdad, aunque me aseguró que nunca fue suyo y que tendría que dejarle ir.
No me costó ni un segundo comprender qué había visto Edward en ella.
No era amor, sino un reflejo de algo que él había perdido y ahora tenía que salir a la luz.
Y ahí estaba yo. Tenía que ser responsable que aquella faceta brillante y optimista saliese de su interior.
Aquello tenía que ser un futuro lleno de posibilidades.
Con naturalidad, me había cogido las manos y se había confiado a mí.
"¿Sabéis lo afortunados que sois por lo que tenéis? Habéis creado vuestro propio universo, con vuestras leyes propias, y ninguna fuerza cósmica os lo va a arrebatar. Os pertenecéis. Todo el mundo busca eso y vosotros lo habéis tenido desde el minuto cero en el que os conocisteis."
Luego, soltó un suspiro y exclamó:
"Si me tengo que creer lo que me cuenta el pastor de mi iglesia casi todos los domingos, Dios existe y para crear al hombre, él fue el molde. ¡Joder, en todos los aspectos, es…increíble!"
Definitivamente, era humana y me admiraba y envidiaba, por parte iguales, porque Edward me pertenecía por derecho natural.
Aquel pensamiento me ayudó a dejar de sentirme insignificante y ver las cosas con otra perspectiva.
Ella en el escenario podría estar radiante, y sería adorada por miles de personas. Aquel iba a ser su destino. El mío, era convertirme en la reina de mi pequeño mundo, siendo amada, consentida y mimada hasta el exceso por alguien que se convertiría en el rey del mío, siendo correspondido con creces.
¡No me cambiaría por ella aunque me concediesen toda la gracia y belleza del mundo!
Phil se encontraba allí como acompañante, ignorado por todo el mundo, a excepción de Reneé, aunque sonreía y parecía tomárselo bien. Y lo hacía, aunque hubiese hecho méritos para estar ahí. En el fondo, estaba disfrutando del ambiente y no sentía la presión de toda la atención sobre él.
Me frotaba las manos para no perder el calor. Estaba ansiosa y no sabía el motivo. ¿Por qué quería que se callase la estúpida de la presentadora y que ella empezase a cantar?
Es cierto que había algo en su voz que hipnotizaba pero mi intuición me decía que había algo más.
—Cariño, ¿podrías decir en que te inspiraste para componer tu single?—le preguntó la tal Ingrid.
No estaba tan pendiente de lo que le contestaba ella, como la dirección que estaba tomando sus ojos. Estaba mirando a un punto fijo. A alguien.
Un latido demasiado brusco.
Tal vez, sí; tal vez, no. Pero no perdía nada por comprobarlo.
—Me he inspirado en todas las cosas buenas que te vas encontrando por el camino.—La oí decir mientras me aventuraba por un mar de gente, poco dispuesta a colaborar y a moverse, mientras iba caminado sin tener realmente un rumbo fijo— . Y sobre todo en aquellas personas que se cuelan en tu vida sin una invitación. Pueden estar cinco minutos o un mes, pero siempre te llevas algo de ellos que dará un nuevo sentido a tu vida. Bifurcaciones.
Lo siguiente que dijo, estaba claramente dirigido a alguien. ¿De verdad estaba pasando?
—También, esas personas se llevan una parte de ti en el camino que tengan que recorrer. Y algo que yo le iría a esa persona no invitada a mi vida antes de tomar un rumbo distinto es: No dejes que los fantasmas del pasado te impidan alcanzar tu verdadera felicidad. ¿De verdad puedes renunciar a lo único que tiene sentido para ti? Es evidente que cuando la persona que amas está a tu lado, no existe nada más para ti. Con una mirada, todo lo que os rodea se desvanece y no existe más reglas que las de vuestro propio mundo.
Oí más de una protesta mientras me hacía un hueco entre la gente. Pisotones y codazos. No era la misma situación que hacía unos meses en Volterra, pero la necesidad era igual de imperante.
No supe cuánto tiempo pasó desde que ella se fue a preparar para cantar hasta que sonaron las primeras notas del piano. En ese intervalo empezó a nevar.
Cuando empezó a cantar, fue cuando el mundo se detuvo.
Su grave e hipnótica voz estaba realizando un hechizo. Aquello fue un completo impacto para mí.
Pero, al contrario que la multitud, calmada y apenas atreviéndose a respirar—incluso podía oírse miles de corazones latiendo a un solo ritmo, si eso se podía conseguir, — el efecto que produjo en mí, era completamente distinto.
Era como si alguien estuviese llamándome.
Todo empezaba a darme a darme vueltas, y me vi obligada a cerrar los ojos. Inspiré y me concentré en el mensaje que cada nota me iba dejando.
Cada una de ellas, caía en mi mente, tan lenta y rítmicamente como los copos de nieve al suelo.
Cada una de ellas estaba llena de recuerdos. Algunos tristes, otros alegres, y sobre todo, mis favoritos.
El prado, las noches, calentita entre mis sábanas, arropada por la mejor compañía, los dulces sueños, los mejores despertares cuando un tenue rayo de sol se deslizaba por un hueco de mi persiana, su voz susurrándome buenos días, atreverme a bailar bajo un millón de estrellas, sus caricias, sus besos…
Algo muy caliente recorría mis mejillas y se me hizo un nudo en mi garganta.
En aquel momento, tuve una epifanía.
Aquella canción era para mí. Y la ciudad de New York estaba siendo testigo de la persona que había compuesto esta canción me amaba con todas sus fuerzas. Aquel sentimiento se calaba dentro de mí hasta el tuétano de los huesos.
Y entonces, varias filas delante de mí, estaba él.
Completamente arrebatador, rodeado por una aureola casi mágica que el efecto de la nieve, las luces del escenario y los reflejos cobrizos de su cabello, lo dotaban de una apariencia sobrenatural. Lo más bello que mis ojos habían visto jamás. Parecía un ángel de nieve. Pero nunca fue más real que en ese instante.
Parecía ausente, pero no de la misma manera que el resto de la gente que nos rodeaba, que estaban bajo el influjo de un hechizo.
De perfil, parecía fruncir el ceño, y su estado de inmovilidad variaba sutilmente. Como si estuviese buscando algo…o a alguien.
Quise llamarlo, pero no me salía la voz.
Entonces, lo intenté.
Mis pensamientos estaban amurallados en mi cabeza frente a su don, no podría oírme. Pero, no era a su mente a lo que llamaba. Era a su espíritu. Y si el suyo y el mío estaban en sincronía, me encontraría.
"Edward", pensé concentrando al máximo en él.
No se giró hacia mí, pero no me rendí. Había dado un pequeño resultado. Me pareció que se alteraba un poco. Como si no se esperase que alguien le llamase, y así había sido.
Mi perseverancia dio sus frutos, porque a la segunda vez que lo intenté, nos encontrábamos frente a frente, intentando superar la barrera humana.
Sus ojos dorados mostraban sorpresa, como si yo me tratase de un sueño. Le costó un parpadeo por su parte, para que aquella tonalidad brillase con toda la intensidad y su gran sonrisa llegase a éstos.
No era necesaria aquella canción para saber cuánto me quería. Sus ojos estaban llenos de adoración por mí.
¡Dios! ¿Cómo podía decirle lo mucho que le agradecía lo especial que me hacía sentir? No había ninguna página de diccionario que explicase la palabra amor con tanta exactitud. Era algo que me elevaba más allá de mi frágil cuerpo y que iba más allá de las fronteras de la vida hasta la eternidad.
Tardé unos segundos en darme cuenta lo ridícula que estaba siendo, llorando a raudales. Impaciente, me sequé las lágrimas con la manga, y le invité a que se acercase.
Elevé mi brazo izquierdo entre las cabezas de la gente, y empecé a girarle la mano, señalando mi dedo corazón. Lo sentía demasiado ligero para mi gusto.
Comprendió qué era lo quería y se dio unos golpecitos en el bolsillo del pantalón.
Estaba a buen recaudo. Luego, lo sacó y abrió la cajita para volvérmelo a ofrecer.
Le hice señales para que me lo devolviese. Me quedé completamente descolocada cuando movió la cabeza negativamente. Enarqué una ceja, completamente confundida, aunque no tardé en salir de aquel estado. Mi sonrisa torcida favorita se dibujó en sus labios y un brillo travieso apareció en sus ojos.
Sólo significaba una cosa.
Condiciones.
No me lo iba a poner fácil.
Apenas alcé una ceja para preguntarle qué tenía que hacer para recuperar mi anillo y que nuestra vida siguiese adelante.
Cuando alzó los brazos hacia mi dirección, no hizo falta más.
No era fácil. ¡Era algo natural!
Por primera vez, no tuve miedo a que mis pies encontrasen una placa de hielo y esto me hiciese perder el equilibrio. Incluso mi torpeza fue una buena excusa para apartar a la gente del camino. Por supuesto que oí gente quejarse e increparme por molestarles, pero apenas los escuchaba. Cuando estaba apenas unos centímetros de él, me lancé sin pensarlo. Mis brazos encajaron en su cuello a la perfección, y mis piernas se enrollaron sobre su cadera. Debía ser más fuerte de lo que me imaginaba y no había medido bien mis impulsos, porque aquella gran roca inamovible retrocedió hacia atrás levemente, y pareció que tuvo que apoyarse con la planta del pie para no perder el equilibrio.
— ¡Ups!—Le oí decir.
Me hubiese encantado elevar con mi mano en su mentón su rostro para que mis ojos se recreasen con sus perfectas facciones, pero mis labios fueron más apremiantes y tenían deseos de los suyos. No me hizo falta buscar demasiado. Enseguida, se encontraron y se fundieron en uno sólo.
No tardó ni un segundo en sobreponerse de la sorpresa y convertir sus inamovibles labios en algo con voluntad propia, sincronizado con el movimiento de los míos. Mi mano se movió hacia su nuca, y mis dedos se entrelazaron entre sus cabellos, y lo empuje para dar más profundidad al beso.
Algo frío acariciaba insistentemente mis pómulos y mejillas. No se trataba de los copos de nieve que debían caer a nuestro alrededor. Tenían ese toque delicado y firme que me hacía querer más y más.
Aquel beso sería uno de los muchos que recordaríamos por el resto de nuestras vidas.
Y otro buen tema musical para convertirse en un auténtico hit.
FIN
Y colorín colorado, este fic se ha acabado. Sé que algunas les habrá gustado más que a otras; también tendrá su momento agridulce, pero para mí es el final que debía ser. No había otra. Si no se tratase de un mundo dominado por la magia, tal vez, Bella y Jacob estarían juntos y Caris con Edward. Pero, la magia está ahí, y la compatibilidad, y los "yo te he visto primero", no sirven de nada. Además, Caris, como ha dicho ella, nació para truinfar y, ella triunfará. Hará tonterias como los famosos, casi siempre, pero madurará y se mantendrá en el escenario mucho tiempo. Y en cuanto a su príncipe azul...Puede que sí, puede que no, pero ella será feliz, os lo prometo. Algún día, para las personas que os interese, os contaré todo el proceso del fic. A quien le interese. Sí, me direis, has hecho un viaje con Edward para llegar a la misma conclusión. Puede, pero es que creo que Edward necesitaba ese viaje para darse cuenta de lo que realmente quería, y a sentirse valorado por ello. Ha tenido otro camino, y ha preferido seguir el que estaba destinado. Sé que no es el final para todas perfectos, pero aún así, muchas, muchas, muchas gracias, a las que os habeis ido de viaje conmigo y os habeis parado en el ultimo tramo. Espero, que en el futuro, más gente se monte, aunque las primeras lectoras habeis sido todo un aliciente para mí, y os lo agradezco de todo corazón.
...
Y voy a volver, claro que sí, no os librareis tan pronto de mí. Lo que pasa que voy a necesitar mi espacio para mí y las historias que tengo preparadas.
Tengo en mente, y borrador, dos historias.
-Una empecé a subirla aquí, pero no me acababa de convencer la deriva que llevaba y no acababa de encontrar su hilo. Cuando eso pasa, retrocede, sigue otro camino, o reinventa la historia. Eso es lo que me ha pasado con esta historia. Se llama "Shooting your Heart": Bella es una diseñadora gráfica y experta en fotografía, además de la "arreglatodo" del estudio cinematográfico "Vulturi, I.N.C". Pero cuando su fundador muere, y el estudio se declara en bancarrota, sólo una película podrá salvarles de la ruina. El problema, que para el papel perfecto, contratan al prestigioso actor Edward Cullen, quien tuvo un corto pero intenso romance con Bella, y éste fue roto por terceras personas malmetiendo en su relación, además de los difíciles conflictos que Edward tenía con el alcohol y las drogas"-Este fic está inspirado, pero no adaptado (importante el matiz) en la novela: "Persuasión" de Jane Austen.
-El segundo fic tiene el toque fantástico y sobrenatural que tanto me gusta a mí, y es más Meyeriano (con mis toques, por supuesto). Se llama "Entropía": Cuando Edward se fue (Luna Nueva) destrozó algo más que el corazón de Bella. El orden universal ha perdido su equilibrio, y para compensarlo, la linea temporal se altera, y mandan a un joven Edward humano desde 1918 al siglo XXI"-Sí, tiene un poco estilo Nolaniano, pero que se le va a hacer.
Espero que a mediados de 2022 pueda subir estas dos historias. Y lo dicho, no es una amenaza, si no un aliciente:
-Si llegamos a 100 rrs, pondré el primer capítulo de cualquiera de las dos historias. La que yo quiera.
-Si llegamos a 200 rrs (Yes, we can), pues no tendré que decidir cual de los dos capítulos subo, porque subiré los dos capítulos de las dos historias.
Aliciente, no amenaza, eh?
Y de nuevo, muchas gracias de corazón, aquellas que habéis seguido aquí, y nos vemos pronto.
Pronto pondré una nota de autor con algo que os interesará.
Feliz Navidad, Prospero Año Nuevo y que en 2022 este virus se convierta en un resfriado común y nos deje continuar nuestras vidas.
Maggie, España, 29 de diciembre de 2021.
