Laika, Lan y Chaud caminaban por las calles a eso de las cinco y cuarto de la mañana. Sus brazos estaban entrelazados entre sí, para que ninguno se perdiese. El castaño dio un traspié pero no se cayó gracias a que el bicolor y el coronel lo tenía bien aferrado.

-Minino, parece que tu sentido del equilibrio anda muy mal.-bromeó el más alto, rascándole las orejas con su otra mano cosa que hizo que Lan empezara a ronronear.

-Neee... Un poco... –le respondió más dormido que despierto. Chaud rió.

-¿Querés quedarte a dormir?-Laika tardó unos momentos en darse cuenta que la pregunta estaba dirigida a él.

-¿En tu casa? ¿No estorbaré?-el bicolor negó.-Digo, con el mimoso este de acá...

-No. Siempre y cuando no traspases el límite.-el coronel apoyó su cabeza sobre la del felino que se despabiló un poco ante el contacto.

-Neeee... Laiiikaaaaa...

-¿Qué?-el castaño se frotó contra él.

-¿Vas a dormir con nosotros?-el bicolor enrojeció un poco y el hombre sonrió con lujuria.

-No sé. ¿Vos querés?

-Síiiii... Purrrr...

-¿Vos qué decís?-le preguntó al otro que estaba muy entretenido mirando el suelo. Se encogió de hombros.

-Ya te lo dije. Mientras que no sobrepases el límite va a estar todo bien.

Laika sonrió satisfecho.

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Dreigon seguía furiosa con el coronel. Kifune estaba sentado frente a ella que para calmar su ira miraba por la ventana, desde su escritorio, ver el sol teñir el firmamento de rosa y con la esperanza de ver a Laika pasar.

-Todavía no sé cómo pudo ese idiota.-dijo repentinamente la fémina, tomando el asa de la taza con fuerza antes de llevársela a la boca.-Está poniendo en peligro su vida de esta forma.-por unos instantes, el comandante no dijo ninguna palabra.

Se oían unos pocos pájaros cantar afuera y luego se escuchó el ruido de porcelana chocar contra porcelana. Después, el silencio.

-No creo que lo haya hecho con algún propósito.-dijo el viejo, apoyando sus codos sobre la mesa para descansar su barbilla sobre sus manos.-Laika es muy cuidadoso con lo que hace. Seguramente tuvo que salir rápidamente del lugar para que no lo pescasen. Y en el proceso, seguro dejó su cinta.-Kifune tuvo escalofríos cuando los ojos de la general se tornaron rojos.

-¡¡Eso es lo que me molesta!-gritó.-¡¡Mirá si ahora estos estúpidos logran meterlo en la cárcel!-se calló de repente, antes de murmurar.-Si lo meten, Laika está perdido.

-Lo sé, lo sé. Pero por el momento sólo podemos esperar y tratar de que no encuentren más evidencias que lo inculpen.

-Espero que no encuentren nada. Vaya uno a saber qué demonios hizo con sus víctimas...

-Seguramente las descuartizó.-dijo Kifune muy calmado.

-Y escribió algo en la pared con la sangre.-terminó Dreigon imaginándose qué mensaje habrá dejado el coronel escrito.-¿Ese tal Jorge Arias no te dijo nada?-el viejo negó con la cabeza. La mujer volvió sus ojos a la ventana, ahora azules y pasivos.-Humm... Voy a tener que llamar a mis dos asistentes especiales para limpiar a nuestro joven y apuesto coronel.-planeó con una sonrisa juguetona que a Kifune no le agradó mucho.

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Searchman estaba contento. Muy contento. Sonrió al sentir que sus dos amigos se acurrucaban contra él. Acarició la espalda de Megaman, que estaba recostado sobre una de sus piernas, y miró a Protoman, que estaba sentado a su lado, descansando su cabeza sobre su hombro durmiendo pacíficamente como el minino. El pelirrojo se dejó caer sobre un pilar que tenía detrás, disfrutando de sus pocos momentos de paz que poseía con ellos.

Consultó su reloj digital y vio que marcaban las siete de la mañana con catorce minutos. Suspiró suavemente, acercando los dos cuerpos digitales dormidos más a su cuerpo. Sonrió tímidamente y un lindo sonrojo adornó su rostro.

Se sobresaltó cuando Protoman se separó con violencia de su cuerpo. Lo escuchó gruñir y se sacó el casco para poder restregarse los ojos con sus manos. Parpadeó un poco, bostezó tapándose la boca y se puso de pie.

-¿Qué... qué pasa, Protoman?-preguntó Searchman al notar la repentina acción de su amigo. El albino se giró para mirarlo y sonreírle.

-¡Neeeee! ¡Searchman!-luego calló.-¿Qué hacés acá?-dijo sin entender nada. El pelirrojo sudó una gotita.

-Ayer fuimos a un karaoke. Y Laika y yo nos quedamos a dormir.

-Oh... sí... Ahora recuerdo... –el navi militar rió suavemente.-¿Mi... mi casco...? Oh, ahí está... Ya vengo...

-¿A-Adónde vas?-preguntó el pelirrojo.

-A despertar a Chaud... –volvió a bostezar.-Tiene que ir a trabajar...

El albino desapareció de la vista de su amigo que se encogió de hombros, recargándose nuevamente sobre el pilar. Volvió a reír cuando Megaman se acomodó sobre su regazo, murmurando en sueño.

-¿Qué querés ahora Protoman...?-se escuchó a Chaud gruñir enojado.

-Son las siete y veinte... –respondió este.-Shuuseki te va a matar si llegás tarde otra vez.-su operador resopló y se escuchó unas sábanas rozar entre sí.-Chaaaaaauuuuuud...

-Ya Protoman... Dejáme dormir un rato más... Ayer me acosté bastante tarde.

-Eso te pasa por quedarte hasta tarde... –al no oír que el bicolor le respondiera, esperó unos cinco minutos hasta que dijo.-Laika está pasando su mano por debajo de las sábanas y parece que tiene destino al trasero de Lan...

Searchman suspiró en derrota. No había nada qué se pudiera hacer con ese albino. Absolutamente nada.

-¡¿QUÉ!-gritó Chaud, aparentemente levantándose.

-Yo no hice nada esta vez.-gimió el coronel, más dormido que despierto.-Estoy muy cansado como para pasearme por el cuerpo de Lan a estas horas de la mañana.

-Te voy a matar Protoman. Uno de estos días, te juro que uno de estos días lo voy a hacer...

-Siempre decís eso y da la casualidad que todavía estoy vivo.

Y sin más, el navi rojo regresó al Pet donde Searchman estaba con Megaman. Se estiró, movió su cuello y su cabeza haciendo que su larga melena plateada se moviera con sensualidad, cosa que hizo al pelirrojo sonrojar con fuerza. Protoman se puso el casco y le dio un buen día a su amigo militar para volver a salir y entrar en su respectiva terminal.

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-Disculpe...

-¿Si?-dijo la secretaria de IPC al detective que se acercó a su escritorio.

-Necesito hablar con Chaud Blaze.-le mostró la placa que tenía colgando del cuello que decía 'Centro de Investigación de Dencity, Manuel Muñez'. Era un joven de unos veintiocho años, con un cabello corto y rojizo y ojos avellana. Su rostro era semi redondeado y tenía unos pómulos salientes.-Vengo para hacerle unas preguntas.-la mujer asintió y levantó el teléfono que tenía al lado. Marcó una tecla y esperó a que atendieran del otro lado.

-Lamento molestarlo señor, pero en recepción hay un hombre del Centro de investigación que desea verlo.-hubo una pausa. La secretaria asintió y colgó.-Está en una reunión pero se liberará dentro de diez minutos. ¿Desea esperar?

-Sí, por favor.

-Tome asiento. A la brevedad lo llamaré.

El joven se sentó en unos bancos de color verde oscuro. Se entretuvo ver pasar a los empleados ir y venir de un lado para el otro, con carpetas en sus brazos, maletines, con sus sacos o alguna taza de color blanca que posiblemente estuviese llena o medio llena de café. Pero lo que más le sorprendió fue ver pasar a un muchacho de unos dieciséis años por el vestíbulo. Era castaño y alto. Tenía unos patines y estaba patinando por el suelo pese a que unos guardias le dijeron que estaba prohibido el uso de patines dentro del establecimiento.

-¡No se preocupe! ¡No me pasará nada!-le contestó. Manuel se acordó de quién era al ver su bandana azul sobre su frente.

-¡Oye, muchacho!-lo llamó al tiempo que se ponía de pie de un salto y Lan pasaba como un rayo delante de él. El castaño se detuvo.

-¿Puedo ayudarlo en algo?

-¿Sos Lan Hikari?-confirmó. El adolescente sonrió.

-¡Sí!-pero pronto se puso sombrío.-¿Quién es usted?

-Soy un investigador.-respondió, mostrándole su placa para que la leyera.-Necesito hacerte unas preguntas.

-No a menos que me diga por qué.-dijo seriamente el híbrido, frunciendo el ceño. Manuel no se esperaba ese tipo de respuesta por parte de un joven como él.

-Oh, señor Chaud.-dijo de repente la recepcionista al ver al bicolor salir por el ascensor. Se dirigió al investigador.

-¿Qué pasa Viky?-antes de que ella pudiera responder, el pelirrojo se adelantó.

-Soy Manuel Muñez, del Centro de investigación de Dencity.-se presentó.-Quiero hacerle a usted y a Lan Hikari unas preguntas.

-¿¡Sobre qué!-insistió el castaño, ya furioso. El vicepresidente suspiró.

-Este no es el lugar. Subamos a mi oficina.-el felino vio a su compañero entrar en el ascensor.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Ha-Hay algo que no me dijiste?

-Sí. Hay algo que no te dije.

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-¿Cómo?-Nadia miró la pantalla de su Pet con el cual estaba hablando con Dreigon, su superior.

-Ya sé, ya sé. Ese Laika fue un idiota.-la rubia frunció el cejo.-Tenemos que deshacernos de esa cinta lo antes posible para que no puedan vincular a Laika con el asesinato.

-¿Y cómo lo hacemos?

-No sé, por algo no les estoy diciendo esto.-la mayor miró a Carla, que se quedó pensativa por unos momentos.

-Habría que entrar directamente al departamento, hurgarlo y sacar la cinta para poder destruirla.

-¿Pero cómo? Si casi todos nos conoces acá en SciLab.-chilló Nadia, mirando al techo.-Los conocen a Laika, a Lan, a Chaud, Yuichiro, Meijin, Regal... Maylu, Tory...

-Ya entendimos Nadia.

-No... No a todos... –dijo de repente Carla con una sonrisa perversa en su rostro.

-¿Ah no?-dijeron a la vez Dreigon y la gata.

-Tengo una idea, y estoy completamente segura de que va a funcionar.

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-El domingo a la madrugada la policía nos llamó diciendo que se encontraron cuatro cuerpos dentro de la habitación de un motel.-explicó Manuel, mirando a sus anfitriones detrás del escritorio. Chaud sentado en su silla y Lan sentado sobre su regazo, distraídamente jugando con los mechones del bicolor.-Estaban mutilados, sin rastros de sangre y casi irreconocibles. La cuestión era que la habitación no mostraba signos de forcejeo ni de alguna pelea, puesto que todo estaba casi intacto dentro de esta. No encontramos ninguna huella dactilar salvo el de las víctimas, cuatro mujeres que al parecer eran prostitutas, salvo un mensaje tétrico en la pared y... –sacó la bolsa de plástico con al cinta.-Esto.

Lan la identificó de inmediato como la cinta distintiva de Laika, que siempre llevaba en su brazo derecho, normalmente sobre el tapado y rara vez sobre su uniforme.

-Uno de nuestros oficiales la reconoció como la cinta distintiva que usan los militares de Sharo, que cada uno tiene el emblema del navi bajo sus órdenes.-dijo y ambos jóvenes asintieron, sabiendo como funcionaban las cosas en Sharo.-¿Saben si Laika estuvo durante el sábado fuera de su hotel?

-Vino a mi casa-respondió Chaud.-, después de que SciLab cerrara. Vino con nuestro amigos a pasar el resto de la tarde en mi casa.-Manuel anotaba todo en su libreta negra.-A eso de las nueve se fueron casi todos menos él, que se quedó un rato más con nosotros. Estuvimos jugando hasta que se fue.

-¿A qué hora fue eso?

-Como a las nueve y media, o diez menos cuarto.-dijo el castaño, moviendo sus orejas gatunas que llamaron la atención del investigador pero no comentó nada.-Después de que se fue, no supimos de él hasta el domingo que nos llamó para saludar.

-¿Notaron algún comportamiento extraño en él los días previos?-temiendo comprometer a su amigo, omitieron el repentino ataque que tuvo el sábado, cuando se dirigió al baño sin decir nada. Lan negó con la cabeza al igual que Chaud.-¿Hace cuánto lo conocen?

-Tres años más o menos.-dijo Chaud. El investigador asintió, sin parar de escribir.

-¿Cómo es él con ustedes?

-¿A qué se refiere?-preguntó el bicolor, teniendo una conjetura a lo que podía estar refiriéndose con eso.

-Tengo entendido que el coronel Laika tiene una relación muy íntima con ustedes.-Lan frunció el ceño con fiereza y comenzó a gruñir por lo bajo y únicamente Chaud pudo oírlo.

-No hablaremos de eso con usted.-respondió con furia el híbrido. Los otros dos notaron que los cabellos se le erizaban. Manuel lo miró fijamente.

-Podrían quedar como cómplices de un potencial asesino y quedarían en la cárcel como mínimo tres años.-les advirtió para intimidarlos y ganar más información pero se sorprendió de que no surtiera efecto en los jóvenes.

-Laika no mataría a nadie.-empezó con rudeza Chaud, acomodándose los lentes que tenía puestos.-Además, nuestros asuntos personales no son de incumbencia para ustedes.

-Todo lo que digan puede ser usando en contra de ustedes y de Laika en el juicio que probablemente llegue a tener. ¿No les importa?

-No.-decidido a que sus anfitriones hablaran, intentó una vez más.

-¿Y pueden decirme algo respecto a su carácter morboso con ustedes?-el castaño ya estaba harto.

-No responderemos ninguna pregunta respecto a nuestros asuntos personales que tenemos con Laika y fin del interrogatorio.-dijo entre dientes Lan, con sus pupilas contraídas en una fina línea que hicieron que unos escalofríos recorrieran la espalda de Manuel Muñez.

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Laika gruñó al oír el teléfono de su habitación sonar con estruendo. Se removió entre las sábanas hasta lograr sacar un brazo y comenzar a tantear la mesa de luz que tenía al lado. Una vez encontrado el dicho objeto ruidoso, lo levantó.

-Coronel Laika al habla.-atendió con sueño. Searchman estaba recostado también en la cama con él, materializado y desnudo.-¿Qué...?-el hombre de ojos verdes sacó su cabeza de debajo de las almohadas.-No oí bien... –puso más atención esta vez.-Ah... Sí, sí... Gracias. Dígale que en diez minutos bajo. Sí, muchas gracias.

Se dio la vuelta y colgó el teléfono en su lugar antes de desplomarse otra vez en la mullida cama que compartía con su navi. Se puso un brazo sobre los ojos y resopló furioso.

-Soy un idiota.-dijo en voz alta antes de salir de la tibia cama. El pelirrojo sonrió ante la auto confesión de Laika.

-¿Ah sí?-comentó con picardía, sentándose en la cama.-¿Qué pasó?-preguntó viendo al coronel ponerse unos jeans azul oscuro.

-Lo que temíamos.-le respondió sin muchas ganas y también con enojo directamente hacia si mismo. Hurgó en unos cajones y sacó una musculosa blanca que se la puso.-Y, ¿por qué? Porque fui un descuidado total.-gruñó, sentándose en el borde de la cama para ponerse sus botas.-Dreigon me va a matar. No... –negó con la cabeza, atándose los cordones de dicho calzado.-Me va a torturar, que es peor que la muerte. Seguramente me va a degollar cuando termine de torturarme.-Searchman rió.-¿De qué te reís? ¡Es un asunto serio, demonios!

-Ya sé, ya sé. Pero me da risa las cosas que decís.-vio a Laika ponerse de pie para después verlo sentarse nuevamente.-¿Qué le vas a decir?

-Yo qué sé.-dijo sin ánimos y todavía enojado, mientras se hacía la bota manga en los pantalones para no pisarlos.-Algo se me ocurrirá. Vamos, adentro de Pet precioso.

Searchman se sonrojó fuertemente. El coronel retiró el chip y vio al pelirrojo volverse data antes de aparecer en la pantalla de su Pet. Su operador le guiñó un ojo y le sacó la lengua.

-¿Listo?

-Eso creo.

El hombre se cargó su terminal en su usual dispositivo y se lo amarró al brazo derecho, donde usualmente usaba su cinta distintiva. Tomó las llaves de su cuarto y salió al pasillo, cerrando su pieza detrás de él y con llave.