#El Deber de un ninja
Buenas, esta historia me permitió mantener el ritmo y no perderme mientras estuve en Hiatus con Serendipia, así que le tengo mucho cariño a este bebe en crecimiento.
Esta es mi incursión en las historias sobre Almas Gemelas, es mi versión, así que me disculpo si es algo desordenada al inicio. No los distraigo más y que la disfruten.
AU Itasaku Post Masacre (Un tipo de masacre diferente a la habitual, la historia lo complementara en su momento)
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- No. - su respuesta fue rotunda.
- ¿No? - preguntó con duda.
- No. - está vez fue contundente.
- Lo siento, pero no hay nada que yo pueda hacer. - alejó su vista de ella y revolvió los papeles sobre el escritorio.
- No lo haré. - sentenció cruzándose de brazos. Tsunade fijó su vista en la chica frente a ella y suspiró.
- Realmente lo siento, Sakura. Pero se ha redactado un decreto. Toda mujer entre los 18 y los 25 años debe someterse al jutsu. Acabas de cumplir los 20, no puedo hacer nada. - elevó sus hombros en signo de rendición, mantuvo los ojos vagando sobre el rostro de la chica. La vio fruncir su ceño y apretarse de ira.
- Esto es bárbaro, obligarnos como esclavos y ofrecernos como carnada. No me importa que haya un decreto, nadie me puede obligar a someterme a ese jutsu. - su boca se apretó de la rabia.
- El Clan Uchiha debe perdurar, luego de la masacre hace más de diez años, sus números están menguando. El Concejo decidió que no podemos permitir que su linaje muera, si para ello se debe sacrificar a un par de mujeres, por lo demás dispuestas, todas deberán someterse al jutsu de precisión. Además, es el heredero del Clan de quien estamos hablando. No creo que sea tan malo casarse con Uchiha Itachi. No me voy a disculpar por ello otra vez. - está vez sus palabras fueron una sentencia, Sakura se puso roja de la indignación. Sus labios en una fina línea de contención.
- No quiero... - fue interrumpida.
- Esta reunión se acabó. Ni siquiera deberías estar aquí, vete. - alejó su ojos de la mujer frente a ella y se concentró en su papeleo. La joven permaneció un momento en silencio buscando las palabras para continuar con su diatriba, pero su Shishou no parecía dispuesta a escucharla. - ¿Qué estás esperando? ¡Fuera! O te suspendo una semana del hospital. - amenazó.
Sakura abrió los ojos de horror, ella sabía que esa era amenaza suficiente para manipularla. Su vida era su carrera como médico ninja. Sus dientes dolieron al apretarse, un chasquido audible inundó el espacio, pero fue más fuerte el sonido de la puerta al cerrarse lo que se tragó cualquier sonido en la habitación. Tsunade permaneció quieta y con los labios fruncidos, pensando que Sakura estaba exagerando como siempre lo hacía.
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Estaba molesta, más que molesta. Su cerebro estaba saturado de murmullos, el hospital era un hervidero de voces, todas hablando del mismo acontecimiento; Uchiha Itachi, el heredero del Clan Uchiha, el cual fue mermado en números luego de la traición de Shimura Danzo y la masacre de más de la mitad de sus miembros, estaba buscando esposa.
Por primera vez, desde la fundación de Konoha, no se sabía nada de ellos antes o durante el tiempo de los Estados Combatientes, el heredero de uno de los dos clanes fundadores, estaba buscando esposa fuera del Clan, y estaba en boca de todas las mujeres del pueblo.
No sólo podrías atar a uno de los hombres más atractivos de Konoha sino que eso te traería estatus social, no sólo dentro del Clan sino también en la aldea misma. Eran la familia más rica monetaria y ancestralmente en la aldea, también gozaban de ciertos privilegios. Convertirse en un miembro, aseguraba que tus hijos, los hijos de tus hijos y toda la línea de sangre posterior, tendría su futuro asegurado.
Eso hizo enloquecer no sólo a las mujeres sino a los padres de esas chicas. Y los murmullos se elevaban en los pasillos del Hospital y la perseguían mientras se dirigía a su oficina.
Abrió la puerta de un tirón y la cerró de un sólo movimiento. Tomó su bata blanca que permanecía colgada detrás de la puerta y la ajustó sobre su cuerpo. Su bolsa aún estaba sobre su escritorio, recordándole que había un almuerzo frío esperándola. Soltó un suspiro de resignación y rodeando la mesa, se sentó para comer de mala gana.
No pudo evitar distraerse mientras pensaba en todo el asunto. Había cumplido veinte años hace un par de semanas, fue tres días después que se enteró de la "búsqueda Uchiha" como la llamaron en los rincones. Ella se hizo la desentendida, lo descartó como un problema alejado de su realidad. Su único objetivo en sus próximos años, reflejando todos sus proyectos futuros, era terminar su pasantía en el hospital. Alcanzar el grado de Iryonin superior, sólo un rango por debajo de Tsunade y conseguir los fondos para su proyecto más ambicioso, crear un hospital psiquiátrico para niños TEPT producto de la guerra o el abandono.
Era algo nunca visto y necesitaba conseguir apoyo y fondos, que sólo lo conseguiría si alcanzaba sus metas. Primero necesitaba tener el rango suficiente para poder acceder a ser directora del hospital, necesitaba conseguir experiencia en dos aldeas diferentes que elogiaran sus métodos y la hiciera reconocida en el mundo de la medicina ninja, en otras palabras, prácticamente debía convertirse en su maestra. Tenía su vida trazada en un cuidadoso plano esquemático que la alejaba de cualquier situación mundana como convertirse en la esposa del hermano de aquel que la había rechazado toda su infancia. Fueron tiempos difíciles, pero superados completamente.
Aunque no habían logrado ser amigos del todo a medida que pasaba el tiempo, ambos tenían un amigo en común que los obligaba a mantenerse en contacto y habían aprendido a sobrellevar aquella relación inconclusa desde hace muchos años atrás.
Había aprendido que fijar sus ojos en un hombre de un clan era algo fuera de su alcance. Todo lo que había querido después de aquella decepción, fue que la única persona que podía darle reconocimiento era ella misma, no un apellido, no un clan, sólo su esfuerzo y perseverancia le permitiría plasmar su huella en este mundo ninja gobernado por los estatus de los clanes de renombre.
Los envases de comida estaban medio llenos cuando los lanzó a la basura y decidió concentrarse en sus casos pendientes.
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Estaba en la cocina cuando escuchó golpes insistentes en la puerta delantera de la casa. Se secó las manos en el delantal que cubría su regazo y desarmando los nudos del mismo, se lo quito para dirigirse hacia la entrada y ver quien llamaba.
- ¡Mikoto Sama! - la recibió una voz demasiado entusiasta, demasiado alta para la tranquilidad que tanto necesitaba.
- Izumi. - la nombró con voz controlada y una sonrisa en los labios que no llegó a sus ojos. - ¿Sucede algo? - preguntó suavemente, esperando que su tono llamará su atención y la hiciera controlar su efusividad.
- Si... - respondió con alegría, pero el gesto doloroso que se evidenció en los ojos de la matriarca Uchiha, la obligó a contenerse. - Lo siento, Mikoto Sama. Yo sólo... - la mujer mayor la miró esperando que hilara sus pensamientos y la informará de la razón de su inesperada visita.
- ¿Si? - preguntó tratando de ocultar aquel tono condescendiente que no pudo contener detrás de sus dientes.
- Perdón por venir de imprevisto, pero hoy complete el jutsu de precisión y ya tengo los resultados... Mis resultados. - anunció con un sonrojo apareciendo en el borde superior de sus pómulos. Sus gestos entusiastas fueron reemplazados por una falsa timidez.
Mikoto no pudo evitar fruncir el ceño, pero tratando de relajarlo para no mostrar su malestar frente a la joven. No dijo ninguna palabra a cambio, porque ella sabía que ese jutsu era un problema y aun así era la única forma en que los ancianos del Clan dejarían de meter sus narices en asuntos que no les competían. Si la única forma de conseguir a la mujer indicada para su primogénito era someter a todas las chicas del pueblo a ese jutsu, que así fuese. Nadie podía culparla.
- Lo siento... - era tercera vez que se disculpaba. - Quería saber si podía ver a Itachi san. - el sonrojo aumento en tamaño cubriendo la extensión de sus mejillas.
- Él no se encuentra. - informó blanqueando la expresión de su rostro.
- Ah... Está bien, debe haber salido en una misión. - aunque lo dijo en voz alta fue dicho para ella misma. Mikoto apretó parte de la tela de su vestido en una de sus manos, esperando a que la mujer frente a ella terminará de decir lo que vino a decir y dejará de hacerla perder su tiempo. - Bueno... ¿Usted sabe cuándo regresará? - hizo la pregunta llena de esperanzas.
- No. - respondió secamente.
- Entiendo. Puede decirle por favor, que tengo un 91% de compatibilidad, ¿si? - la sonrisa que iluminó sus rasgos estaba evidentemente llena de esperanza. Mikoto mantuvo su expresión neutra, pero sus ojos la traicionaron, era el porcentaje más alto hasta ahora. Se recompuso rápidamente.
- Sí, yo le informaré. - inclinó la cabeza sutilmente y dio un paso hacia atrás para cerrar la puerta. Izumi cambio su expresión enamorada y llena de ilusión por una llena de ansiedad cuando vio que la madre de Itachi no expresó ni gusto ni disgusto ante la información.
- Mikoto Sama... - la llamó insegura.
- Tengo la cena en el horno, Izumi san. - y con esa frase le cerró la puerta en la cara. Se quedó del otro lado con una mano apoyada en la madera pulida y la cabeza cabizbaja. - No puede ser ella. - se dijo en un susurro. - No puede ser ella... Lo hubiésemos sabido desde el comienzo. - dijo afligida.
Un golpe contundente y un rebote en la madera se escuchó desde el segundo piso de la casa, seguido de una tos desgarrada. Sus ojos se abrieron asustados obligándola a apresurarse escaleras arriba. Cuando llegó a su destino, deslizó la puerta y miró dentro de la habitación.
- ¡Itachi! - jadeo con horror.
Su primogénito y orgullo, se estaba muriendo. La sangre oscura le corría por la barbilla y entre los dedos, mientras tosía su alma. Corrió hacia el baño, tomó una toalla de mano y la humedeció en el lavamanos. Quitando el exceso de agua, volvió hacia su hijo sentado en el costado de la cama. - Itachi... - lo llamó otra vez mientras tomaba su mano ensangrentada y pasaba la tela suave y húmeda por ella limpiando la evidencia de su desesperación. - Itachi, mírame. - le pidió.
Él permaneció inclinado mientras la tos remitía, un ruido desgarrado subió por su garganta y murió entre sus labios. Parecía un gemido agónico y eso la asustó de muerte.
- Lo siento, madre. - se disculpó sin razón mientras fijaba sus ojos oscuros y opacos en ella.
- Deja de disculparte. - lo reprendió con ternura. Sostuvo su mejilla con su mano cálida y llena del amor de una madre, y lo obligó a mirarla.
Con mucho cuidado, dobló la toalla y la usó para limpiar el hilillo de sangre que manchaba sus labios y se deslizaba por su barbilla. Le sonrió con cariño intentando ocultar su dolor.
Su hijo se estaba muriendo, sus ojos brillantes y llenos de curiosidad, ahora estaban hundidos, rodeados de piel negruzca y delgada, sus pestañas largas y curvadas, ahora estaban quebradizas. Su piel blanca, traslúcida como papel húmedo, tan delgado y frágil. La enfermedad se lo estaba comiendo y lo único que podía salvarlo era su alma gemela.
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