#Coacción
Aquí les traigo el segundo capítulo de Infinitamente Roto.
Alguien me pregunto cada cuanto actualizare, será cada semana o cada dos, seguro. No más.
Espero lo disfruten.
Muchas gracias a quienes comentan y se suscriben. Gracias por alimentar a la musa.
AU Itasaku Post Masacre
- Suficiente, Mikoto. - fueron las palabras de Fugaku, una vez la puerta de la estancia destinada a asuntos oficiales dentro de su hogar, se cerraba.
- Nuestro hijo se está muriendo. ¿Te vas a quedar de brazos cruzados? - le recordó su mujer con los ojos llenos de lágrimas.
El hombre fijó su vista severa en el rostro afligido de su esposa, no pudo evitar reflejar su sufrimiento, pero debían ser realistas, sus esperanzas estaban apoyadas en un estúpido mito.
- No existen las almas gemelas. Mientras más pronto asumas eso, más rápido aceptaras el destino inevitable que nos espera. - sus palabras la cortaron como cuchillos.
- Oh no... - jadeo. - No puedes estar hablando en serio... - ahora las lágrimas desbordadas hacían brillar sus ojos con furia.
- Debes entenderlo, Mikoto. Itachi lleva años así, ha ido empeorando cada vez más. Este asunto del jutsu es una pérdida de tiempo y sabes que sólo lo estamos haciendo para aplacar al Concejo del clan, de otra manera lo habrían obligado a casarse con cualquier chica Uchiha. Es necesario que entiendas de una vez que Itachi va a morir. Nos quedan unos meses antes del final. - aunque sus palabras eran contundentes y abiertamente crueles, no fueron dichas con malicia y ella lo sabía. Ambos estaban sufriendo por la inevitable perdida de su hijo, pero Fugaku no quería concebir esperanzas que luego iban a ser destruidas.
- No lo aceptaré. Nunca. - sentenció, se quitó los rastros de lágrimas de las mejillas y salió silenciosamente de la habitación. Había dejado a Itachi descansando después del arrebato que había tenido esa tarde.
Mentiría si dijera que no estaba cansada. Ver a su hijo consumirse lentamente, de ser el mejor shinobi que la Aldea podría tener a convertirse en una cáscara vacía y moribunda de un hombre, la estaba destrozando físicamente y mentalmente. Tsunade, la quinta Hokage, fue personalmente quien lo había estado atendiendo. Era la mejor médico ninja que el mundo Shinobi podría haber conseguido y ella no había encontrado la cura a su enfermedad invisible.
Hizo de todo, pero no había tenido éxito. Eso la llevó a ella, en su desesperación como madre, a buscar información en los libros viejos y polvorientos que descansaban mohosos en las bibliotecas del Clan. Estuvo meses leyendo, cientos de libros, y no tuvo respuesta a su aflicción, hasta que dio con un destartalado libro sobre almas gemelas.
En él rezaba que; si una persona encontraba a su alma destinada desde el momento en que nació, aquella podría sanar cualquier herida o enfermedad que el sujeto padeciera.
Hace eones el mundo había estado construido por almas gemelas, pero ahora ya no existían. Muchos habían muerto buscando a su pareja predestinada y se había prohibido tal práctica. Entonces el mundo se había negado a vivir bajo la luz de que si no conseguía unirse con aquel que había nacido para permanecer a su lado, morirían. Y todos los libros que hablaban de eso fueron destruidos.
Los Uchiha siendo un clan ancestral que siempre habían considerado su sangre como sagrada, fue incapaz de dejar las viejas costumbres. Convencidos de que el poder era lo único que podía mantener su estirpe intacta, tardaron décadas en crear un jutsu que les permitiría precisar el porcentaje de compatibilidad que tenías con quien estarías dispuesto a engendrar las generaciones futuras de los Uchiha.
Aunque estaba prohibido, sutilmente intentaban buscar a su alma gemela con la absurda creencia de que mientras más alto el porcentaje, los hijos serían más fuertes ya que estarías frente a esa tan anhelada alma, pero finalmente también fue descartado como un mito de vejestorios ansiosos de poder. Hoy, era su única opción para salvar a su primogénito y aquel que había dado su vida por la Aldea y su Clan.
Deseaba con toda su alma que por una vez, los mitos se convirtieran en realidad, pero estaba equivocada si creía que ese sería el final de su sufrimiento.
Itachi abrió los ojos cuando escuchó la puerta corrediza de su habitación cerrarse. Soltó un suspiro silencioso y acomodó su cansado cuerpo sobre el futon. Cada día que pasaba se hacía más una carga para su familia y sobre todo para su madre. Necesitaba que está tortura terminará.
Habían sido tres largos años en los que había ido empeorando cada día un poco más. De ser un shinobi activo, hábil y rápido, confiable y certero, había pasado lentamente a convertirse en un muerto en vida.
No entendía qué estaba haciendo su madre, pero llevaba un par de meses discutiendo con su padre, y aunque ella no parecía saberlo, él podía escucharlos, excepto cuando se encerraban en el estudio de su padre. Ella parecía tener esperanzas y eso dolía, porque él sabía que no había manera de recuperarse. No había sido el mejor shinobi de su generación por nada, reconocía una causa perdida.
Un ruido sordo reverbero en su pecho y con un carraspeo doloroso controló otro ataque inminente. Contuvo la tos, pero su garganta se llenó con una masa espesa y de sabor metálico. Estiró la mano hacia el mueble al costado de su cama y tomó un trozo de tela que llevó a su boca. Escupió un coágulo de sangre oscura, lo ocultó y se limpió los labios con el dorso del paño. Lo volvió a dejar sobre la superficie de madera y volvió a acomodarse sobre su lecho de muerte.
No quería que su madre perdiese el tiempo, sabía que le quedaban apenas unos meses de vida y su existencia se había reducido sólo al deber con la Aldea y su Clan.
Desde que nació fue educado para convertirse en patriarca, sabía que era una enorme carga y no quería dejar tal responsabilidad a Sasuke, pero no había forma de evitarlo. Luego del ataque mezquino y cobarde que habían sufrido hace más de una década por parte de Shimura Danzo y los operativos de Root, los números de los Uchiha se habían reducido a menos de la mitad, muchas personas valiosas habían muerto y el Clan había quedado reducido a un puñado de sobrevivientes.
Shimura Danzo había muerto ejecutado por traición, pero el daño ya estaba hecho. Con la idea arraigada de que se debía mantener el poderoso Kekkai Genkai único protegido de las manos de extranjeros ambiciosos, y la escasez de mujeres jóvenes dentro del Clan, habían ido mermando sus números cada vez más.
Desde que era un adolescente siempre supo que se iba a casar con una mujer de origen Uchiha, pero si era sincero consigo mismo, nunca fue una idea que lo llenará de entusiasmo. No tenía expectativas con respecto a eso, pero había mirado con envidia a aquellos que eran libres de elegir su futuro. Ahora eso era lo que menos importaba, ya que no habría un futuro para él.
Observó desde su cama el atardecer en el horizonte, entraba una brisa suave y fresca por la ventana abierta de su habitación. Traía consigo un aroma sutil de cerezos en flor, indicando que la primavera ya había comenzado. Extrañaría esas tardes relajadas cuando el entrenamiento llegaba a su fin y podía tenderse bajo los cerezos cercanos a los campos. A Shisui le encantaba y a su hermana también, los extrañaría como los extrañaba a ellos.
Cerró los ojos disfrutando de la sensación y por un momento fugaz se imaginó así mismo bajo esos árboles descansando después de un arduo día.
Sakura llegó esa tarde a casa aún molesta. Odiaba todo el asunto que había levantado tanto revuelo. Ino ya se lo había hecho y lo único que hizo fue quejarse de que le había ido mal. No le preguntó de qué se trataba, porque realmente no le interesaba, pero estaba harta de su diatriba sin sentido.
Quería hablar con Sasuke para saber que se traía entre manos su Clan, pero no lo había visto en semanas, probablemente estaba con Naruto de misión, porque tampoco había sabido nada de él.
Estaba decidida a no someterse a tal jutsu, no le interesaba ser esposa de nadie. Era sincera al decir que hubo un momento en que eso fue en lo único en que pensó, ser la señora Uchiha, pero fue en otros tiempos y con otro Uchiha.
Ahora solamente tenía en mente demostrar que no necesitaba de un apellido reconocido ni de un Clan para conseguir renombre. Aún había gente que sólo la veía como la aprendiz de la quinta Hokage, pero ella sabía que era más que eso. Casarse sólo podría freno a aquello por lo que tanto había luchado con uñas y dientes.
Luego de darse un baño, se dispuso a reordenar los documentos necesarios para la solicitud de una pasantía en Sunagakure. Ella estaba especializada en venenos, pero en Suna había un hombre experto en crear los venenos más letales en el mundo ninja y estaba ansiosa por trabajar con él y crear antídotos para sus creaciones.
Dos días después, Tsunade estaba terminando su revisión semanal a Uchiha Itachi. Le dio un tratamiento paliativo dado su delicada condición. Mikoto estaba ansiosa, sabía que la quinta hacía esto por buena voluntad, pero estaba desesperada por respuestas.
- Tsunade. - la nombró en voz baja cuando la vio al pie de las escaleras. La mujer mayor se detuvo poniendo atención. - Toma un té conmigo, por favor. - solicitó indicándole la cocina donde ya estaba todo preparado.
- Gracias, Mikoto. - se sentaron sobre cojines mullidos a una mesa baja. La matriarca de los Uchiha le tendió la tetera de porcelana y dejó sobre la mesa platos cargados de bollos dulces y entremeses.
- ¿Cómo se encuentra? - preguntó la mujer de cabello negro mientras llenaba su taza. Itachi siempre prefería estar a solas con su médico. Mikoto respetaba su decisión, pero siempre hablaba con ella al terminar.
- El deterioro continúa. Yo sólo puedo usar mi chakra para contener y retrasar el avance, pero sigue su curso. - dio un sorbo a su taza. La mujer frente a ella contuvo un sollozo, lo había escuchado muchas veces y aún sentía el mismo dolor en su pecho.
- Y... ¿Lo otro? - su voz salió en un murmullo bajo. No era tonta, Itachi no fue el mejor ninja de su generación por nada, no estaba segura de cuánto podía oír, pero sabía que oía.
- Desde que se lanzó el decreto, si no me equivoco se ha realizado el jutsu a casi el cien por ciento de las chicas en el rango de edad que pediste. El porcentaje más alto hasta ahora es 91%, creo que fue una chica Uchiha. Según lo que leímos, está cerca, pero aún lejos de caer en la categoría del alma que estamos buscando. Aún quedan varias chicas que no lo han hecho, pero si no está entre ellas, no sé qué más podemos hacer. - Tsunade también habló en voz suave, siguiendo el ejemplo de Mikoto.
- Si no sale nada de esto, entonces... - el sollozo está vez fue incontenible. La mujer rubia apretó sus labios en silencio viendo a la otra sufrir frente a ella. No había tenido hijos por lo que no podía entender del todo su sufrimiento, pero había amado y había perdido, y el dolor fue insoportable. Sabía que el amor de pareja no se comparaba a perder a un hijo, eso no tenía nombre. La vio limpiarse las lágrimas del borde de los ojos y continuó hablando.
- Uchiha Izumi fue la que tuvo un 91% de compatibilidad, pero si fuese ella ya lo habríamos sabido. Siempre ha estado enamorada de Itachi, siempre persiguiéndolo, pero su enfermedad no tuvo ningún cambio, por eso sé que no es ella. Mi mayor temor es que esa mujer que andamos buscando haya muerto durante la masacre de nuestro Clan hace más de diez años... - apretó los ojos y la recorrió un escalofrío.
- No recuerdes eso. El culpable ya pagó y siento que los Uchiha tendrían muy mala estrella si eso sucedió. No necesitas torturarte más, Mikoto. Encontraremos una solución. - sus palabras fueron sinceras, pero en el fondo sabía que no era tan simple.
Un par de semanas después, Tsunade estaba mordiéndose el dedo pulgar mirando el listado de quienes ya se habían realizado el jutsu de precisión y los números eran desalentadores. La misma Uchiha seguía teniendo el número más alto y ya sabían que ella no era la indicada. El nombre de Sakura no aparecía en la lista y no había tenido una sola oportunidad para hablar con ella, por lo que seguía huyendo de eso. Tenía que haber una manera de obligarla a realizar el jutsu.
Estuvo toda la tarde haciendo papeleo, hasta que encontró la forma. Había dejado los documentos para una pasantía sobre venenos en Suna. Esta era su oportunidad.
- ¡Tatsuo! - llamó con un grito desde su escritorio.
- ¿Si, Hokage sama? - preguntó desde la puerta.
- Necesito que llames a Sakura. - pidió con tono decidido.
- Enseguida. - lo vio cerrar la puerta y espero.
Una hora y media después, Sakura cruzó la puerta de la oficina del Hokage en la Torre central de la Aldea. Habían pasado tres semanas desde que había discutido con su Shishou, pero había estado tan ocupada que lo había dejado en segundo plano.
- Me llamaste. - anunció cerrando la puerta detrás de ella, se quedó de pie a dos metros del escritorio.
- Sí, estaba revisando papeleo y vi que aplicaste para Suna. - los ojos de Sakura se iluminaron, estaba convencida de que le daría el visto bueno.
- Sí, estoy dentro de los plazos. - comentó conteniendo su entusiasmo.
- Lo sé, pero esta vez voy a tener que ser un poco más dura. - la frente de la mujer de pie se arrugó.
- ¿Dura? - preguntó dando un paso hacia adelante.
- Sí, olvídate de esto si no te sometes al jutsu de precisión. - sabía que estaba siendo injusta, pero Sakura necesitaba saber que a veces había cosas por las cuales había que sacrificarse, era el deber de un ninja.
- No puedes... - jadeo abriendo los ojos de la impresión.
- Si puedo y eso es lo que estoy haciendo. Como ninja debes aprender que hay cosas que debemos hacer aunque no queramos ni nos gusten. Si pretendes que esta pasantía sea tuya, iras ahora mismo y harás el jutsu. De otra manera, olvídate de ella. - con esa sentencia y evitando mirarla a los ojos, tomó los documentos de la solicitud y los guardo en el primer cajón de su escritorio. Sakura sabía que ahí morían todos los papeles que su Shishou enviaba al limbo administrativo.
Por segunda vez en un mes salió de la oficina del Hokage dando un portazo. Estaba enfurecida, esto era chantaje duro y puro. Salió de la torre en dirección al hospital, pero a mitad de camino cambió de dirección y decidió que si quería ir a Suna, tendría que hacer lo que Tsunade quería y era la oportunidad para quitarse esta tontería de encima. Fue directo a la oficina que habían instalado exclusivamente para tal evento.
Estaba atardeciendo cuando cruzó las puertas del recinto y se encontró de frente con el padre de Sasuke, Uchiha Fugaku. Ella se detuvo en seco, para evitar chocar contra el hombre. Este la miró un momento, pero de tener una expresión derrotada cambió a una completamente neutral.
- Fugaku sama. - inclinó sutilmente la cabeza ante él.
Lo había conocido un par de veces cuando era una niña y había visitado la casa de Sasuke como excusa de ser parte del mismo equipo. Siempre pensó que Fugaku no la quería, la miraba con los ojos entrecerrados y siempre con el semblante serio. Estaba convencida de que sabía que ella estaba enamorada de Sasuke, por eso no le agradaba, pero eso fue hace mucho tiempo. Sasuke se podía ir al demonio junto con su familia.
- Haruno. - su tono estaba ausente de calidez. - ¿Qué haces aquí? -
- Vine para someterme al jutsu. - directo al grano, no necesitaba alargar esto. Los ojos del hombre se abrieron imperceptiblemente, pero ella notó su aprensión. Frunció el ceño, pero permaneció esperando a que él hablará en su lugar.
- Entiendo. Ven por aquí. - le dio la espalda y camino hacia el fondo. El espacio era sombrío y estéril, se detuvo frente a una puerta de manera oscura y golpeó dos veces. Cuando abrieron notó que había dos hombres, ambos ancianos. Los vio cruzar un par de palabras, pero decidió no prestar atención. Fugaku volvió y le tendió una hoja.
- Rellena tus datos, cuando hayas terminado golpeas la puerta y entras. Te esperaremos. - con eso cruzó el umbral y cerró la puerta.
Ella miró la hoja en su mano y leyó casual, pedía información básica, nombre, rango, clan, misiones, especialidad, etc.
Tardó cinco minutos en llenarlos y golpeó la puerta. La hicieron pasar inmediatamente, dentro había una mesa pegada a la pared con carpetas y documentos sobre ella. La habitación estaba casi vacía, excepto por tres sillas a los costados. Fugaku recibió la hoja y sin mirarla la dejó sobre las demás.
Los tres hombres la observaron un momento antes de pedirle con un gesto que se acercara. Ella soltó por fin el pomo de la puerta e indecisa dio unos pasos hacia el centro de la habitación. La voz de Fugaku hizo eco en el espacio vacío.
- El jutsu es simple, pero debes permanecer quieta y con los ojos cerrados. Los sellos utilizados son exclusivos del Clan Uchiha y deben permanecer siendo secretos. Tengo dos testigos pertenecientes al Concejo y ellos darán fe de que no hay mala praxis ni intenciones equivocadas en el uso tal habilidad. ¿Estás de acuerdo? - preguntó solemne.
- Sí. - respondió sin más. Está formalidad la agotaba.
- Está bien. Invadiré tu espacio personal y pondré una de mis palmas sobre su pecho. Mi dedo medio irá sobre la escotadura esternal. Usted mantendrá sus ojos cerrados mientras realizó los sellos. No debería sentir nada. La información que necesitamos saldrá escrita sobre este papel imbuido de chakra que pondré sobre usted y presionare con mi palma. ¿Sabe lo que es la escotadura...? - preguntó, pero Sakura no lo dejó terminar.
- Si, lo sé. - se sintió completamente insultada por su insinuación y supo que lo había hecho intencionalmente. Ella era una médico ninja.
No dijo nada en respuesta a su arrebato. Lo vio asentir y dar un paso hacia adelante, ella sintiéndose insultada no apartó sus ojos verdes de los oscuros severos, había un tácito desafío en su mirada. Sintió un escalofrío recorrerla cuando sintió los dedos ásperos posarse sobre su piel, el contacto era mínimo, pero aun así se sintió demasiado invasivo.
- Cierra los ojos. - fue una orden. Sakura obedeció a pesar de su molestia y espero. Una onda sutil de chakra entró por su pecho y se extendió por sus venas. Era el chakra de Fugaku.
Habría pensado que sería frío, pero no. Se filtró en sus caminos y los recorrió lentamente. No pudo evitar concentrarse en la agradable sensación y de pronto, se desvaneció. Sus ojos se abrieron de golpe, la mano ya no la presionaba y el hombre estaba lejos de ella.
Los tres Uchiha la miraban con los ojos abiertos, ella se sintió incómoda ante su escrutinio, pasaron unos segundos más antes de que ella rompiera el silencio.
- ¿Me puedo ir? - preguntó con incertidumbre.
Los Uchiha volvieron a mirar el papel en la palma de Fugaku y no supieron que responder. El número 99% marcaba el papel humeante entre sus manos y no pudo evitar tener esperanzas por primera vez en años.
