Infinitamente roto 8

No tengo perdón por la demora, pero no podría haber sido de otra forma. No los voy a aburrir con mis tonterías.

Sé que muchas se molestaron con lo que sucedió con Sakura y Fugaku en el capítulo anterior y las comprendo, espero aclarar algunas cosas con respecto a eso en este.

¿Qué puedo decir que no suene como una excusa barata? Pues nada, en realidad.

Muchas gracias a quienes siguen esta historia y sobre todo a quienes dejar sus apreciaciones, mi musa y yo los amamos. Disfruten este nuevo capítulo de Infinitamente roto.

Itasaku AU Post Masacre.

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Cuando salió de la oficina, las náuseas la atacaron con furia. Eran pasadas las nueve de la mañana y la torre ya había cobrado vida. Se presionó el estómago tratando de contenerse, pero tuvo que acelerar el paso hacia los baños del tercer piso.

Apenas alcanzó a cruzar la puerta cuando el ligero desayuno de esa mañana subió por su esófago, quemando la capa externa de su garganta. Se golpeó el hombro desesperada por alcanzar un inodoro y el ruido de la puerta chocando contra la pared, retumbó en el espacio, dejando un pitido desagradable en su oído. El vómito salpico los bordes de la loza blanca, dejando un hilo de líquido amarillento y viscoso, deslizándose hacia la baldosa.

El esfuerzo la dejó completamente exhausta.

Miró sin ver el agua turbia mientras se presionaba el dorso de la mano sobre los labios. Su estómago volvió a contraerse contra su voluntad, sacando lo último de alimento apenas digerido de su sistema. Su garganta hizo un sonido repugnante, seguido de un gemido que ahogó en su mano.

El silencio se extendió, siendo interrumpido sólo por el ruido de sus rodillas golpeando la base del inodoro cuando se puso de pie con dificultad. No se sentía bien, un mareo la invadió cuando se extendió en toda su estatura. Había hecho un esfuerzo sobre humano para ponerse de pie. Sus piernas temblaron haciéndola tambalear y chocar nuevamente con los bordes de la puerta en su intento de acercarse a los lavabos.

Se sintió como una victoria cuando logró abrir el grifo. Ahueco sus palmas juntas y dejó correr el agua mientras sus manos se llenaban de agua; se mojó el rostro y bebió tragos cortos de agua dulce para calmar la quemadura del ácido estomacal y lavar la bilis sobre su lengua.

Se negó a mirarse al espejo cuando se restregó los ojos. Un dolor de cabeza punzante la mantuvo quieta mirando el agua correr unos minutos antes de alejarse por los pasillos menos transitados; necesitaba regresar a casa.

Tardó más tiempo del que debería, pero el peso de su consciencia la estaba destrozando lentamente. Las lágrimas llenaban el borde de sus ojos cuando cruzó el umbral de la puerta principal de su departamento, por fin dentro no pudo contenerse más. El llanto la ahogo casi instantáneamente cuando golpeó bruscamente su espalda contra la pared y se deslizó por la superficie lisa.

-¿Qué hice? - susurró. Se llevó las manos al cabello y presionó las yemas de sus dedos contra su cuero cabelludo. - ¡Oh Por Dios! - su voz se elevó.

-¿Qué he hecho? - un grito inundó el espacio mientras mordía sus nudillos aferrándose desesperadamente a un hilo de cordura.

Se hizo un ovillo contra el piso de su departamento y lloró. Lloró por lo estúpida que había sido, lloró por la pérdida de su libertad, lloró por haberse rendido tan fácilmente y lloró por ella misma, había sido derrotada incluso antes de haber luchado.

Reconoció su inexperiencia e ingenuidad.

Creyó que el forjarse a sí misma bajo el ala de Tsunade había cultivado, no sólo sus habilidades, sino también había fortalecido su carácter. Estaba convencida que su esfuerzo no sólo le había hecho ganar el derecho de decidir sobre sus acciones sino que tendría la entereza para enfrentarse a cualquier enemigo, pero el patriarca de los Uchiha la había hecho sentir como un gusano: diminuta, inútil y cobarde, y ahora lo había perdido todo.

No debería haberse enfrentado a él sola jamás, pero... era demasiado tarde ahora.

Lloro y vacío su alma sobre el suelo duro y frío de su departamento, hasta que se durmió de cansancio. Era de noche y estaba completamente oscuro cuando despertó mucho más tarde. Poniéndose de pie, camino hacia su cama y se dejó caer sin fuerzas sobre ella. Espero dormirse rápido para no sentir el dolor que le estaba partiendo el pecho y el orgullo.

Era nuevamente de noche cuando volvió a despertar; le dolía la cabeza y tenía el estómago revuelto. Se giró de lado sobre la cama y observó la ventana a medio abrir de su habitación. Se sentía completamente despojada de sí misma.

El siguiente amanecer la encontró en la misma posición y con el semblante vacío. El despertador apenas la sacó de su suspensión emocional, haciéndole preguntarse si sería capaz de seguir adelante. Fugaku le había chupado la voluntad como un vampiro te succiona la vida lentamente.

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Los siguientes días sucedieron en piloto automático. Fue al trabajo, atendió pacientes, hizo papeleo para el hospital y para su proyecto. Ahora no había limitaciones, pero el precio fue demasiado alto.

Rehuyó de Ino, de Shizune y Tsunade. Vio a Naruto un par de veces, pero también lo esquivó, cambiando de dirección. Sasuke pareció verla a ella, pero la ignoró y mentalmente lo agradeció.

Junio lo había pasado siendo una cáscara vacía, hasta que se vio obligada a visitar al primogénito de los Uchiha y el causante de todos sus problemas.

Se estaba mirando en el espejo cuando golpearon a su puerta. Tardó un momento en reconocer el ruido de fondo estando tan concentrada en las sombras oscuras bajo sus ojos, la piel opaca y sus orbes vacíos. Ahueco sus manos y llenándolas de agua, se mojó el rostro. Los golpes subieron en volumen sacándola de su ensimismamiento. Se sobresaltó al escuchar el retumbar de la madera. Cerró el grifo sin prisa, se secó el rostro ahora frío y caminó hacia la puerta.

Miró por el ojo y vio a un genin al otro lado. Se aliso su falda impecable antes de abrir.

- Buenas. - saludo con voz monótona.

- Buenos días, Haruno San. Hokage Sama le envía está carta. - miró al chico delgado frente a ella sin realmente verlo. Él la miró ansioso con la mano extendida hacia ella, pero Sakura estaba demasiado distraída. El chico agitó el papel en la mano y en ese momento notó el sobre que le estaba tendiendo. Lo tomó sin decir nada. - También piden su presencia en la casa principal de los Uchiha. Es urgente. - Sakura se tensó al oír el apellido.

- Está bien. - respondió a cambio. El genin le sonrió incómodo, se dio media vuelta y corrió por el pasillo.

La chica lo observó un momento antes de volver su atención al papel en sus manos. No tenía remitente, sólo un sello rojo de resina opaca en el centro. Cerrando la puerta, dejó el sobre sobre la mesa de centro y fue por su bolsa médica a su habitación.

No quería retrasar más aquella visita.

Sin prisa caminó hacia el distrito Uchiha. Si no estaba mal en sus cálculos, quedaban unos treinta cinco Uchiha de ciento sesenta que había habido antes de la masacre hace más de diez años. Siendo empática podía entender su renuencia y aquella imperiosa necesidad de recuperar algo de lo que habían perdido, pero no entendía esa frialdad para conseguirlo.

Había demasiadas preguntas que responder. ¿Por qué había tardado tanto en abrir el Clan a la Aldea? ¿Por qué ella? ¿Qué pasaba con todos los demás Uchiha? ¿La estaba usando como ejemplo?

¿Por qué el principal involucrado no debía enterarse de las maneras sucias que utilizaba su progenitor? ¿Sasuke estaba enterado de todo? Parecían despreciarla, entonces ¿Por qué la querían a ella?

Un dolor agudo atravesó su sien derecha, obligándola a dejar las interrogantes. Cuando se presionó la zona con dos dedos iluminados de tenue verde, estaba de pie frente a la puerta principal de la casa que había venido a visitar. No tuvo que golpear la puerta.

- Haruno San. - la nombró la matriarca. Estaba inclinada sobre uno de los rosales que adornaba la entrada frontal. Tenía una tijera en la mano y en la otra una cesta con rosas de varios colores, guantes negros protegían sus manos de las espinas.

- Buenos días, Uchiha Sama. - inclinó levemente su torso a modo de saludo. La mujer mayor le dedicó una sonrisa extraña.

- No es necesaria tanta formalidad, pronto seremos familia. - Sakura se congeló medio segundo antes de sentir como su estómago de apretaba. Una ola de náuseas la hizo tragar con incomodidad mientras controlaba sus ansias de salir corriendo de allí.

Si la mujer esperaba que ella dijera algo en respuesta, no dio ningún indicio de ello. Con la misma sonrisa aun en los labios entró en la casa.

- Adelante. - dijo en voz alta desde el pasillo.

Una Sakura tensa y silenciosa la siguió. La casa estaba inmaculada, igual que la última vez que la visitó. Mikoto giró hacia la izquierda y Sakura avanzó en automático, se detuvo en el umbral de la cocina y la observó. La mujer mayor había dejado la cesta sobre la encimera y estaba llenando de agua un jarrón.

- Pidieron mi presencia... - se sintió sin aliento de pronto.

- Sí. Itachi tuvo una recaída. - comentó la matriarca con aprensión, parecía preocupada, pero había algo más y Sakura no pudo reconocer la emoción detrás de las palabras. Dejó el jarrón a un lado y separando varias flores, las acomodó dentro del cristal. Se giró hacia ella y le tendió el jarrón lleno de rosas. - ¿Puedes dejarlas en su cómoda? Por favor. - aunque le estaba preguntando había súplica detrás de su petición.

- Claro. - respondió débilmente mientras lo recibía. Echó un vistazo a las escaleras y luego volvió sus ojos hacia la mujer, le tomó unos segundos darle un asentimiento de cabeza y subir.

Si su relación iba a ser tan incómoda como hoy, no tenía ningún deseo de vivir en esta casa. Se detuvo frente a la puerta, sopesando sus acciones, Itachi decidió por ella.

- Puedes pasar. - escuchó su voz desde dentro de la habitación. Sakura deslizó la puerta y lo encontró sentado sobre la cama. No pudo evitar sentirse mal por él: estaba pálido, ojeroso y había una tristeza y melancolía inherente. Dedicándole una sonrisa forzada, cerró la puerta y se acercó a la comoda para dejar las flores.

- Las envía tu madre. - dijo a cambio. Itachi asintió y la observó con velada curiosidad.

- Lo sé, muchas gracias. - ajustó las sábanas sobre su regazo y con un gesto le indicó la silla de madera junto a la pared. Sakura la tomó y se sentó junto a la cama, con su bolsa de herramientas en su regazo. - Te ves cansada. - concluyó el Uchiha mirando la piel delgada y oscura bajo los ojos de la ninja médico.

- Mucho trabajo. - se excusó lacónica. Dio un salto en su asiento cuando el dedo del hombre frente a ella rozó la piel de su mejilla. Sus ojos se abrieron ante el inesperado gesto.

- Te ves demacrada. - señaló acariciando suavemente la zona con la yema del dedo. Sakura arrugó el ceño y lo observó con evidente molestia, pero él no retiro su mano, ajeno a su expresión. A cambio, ahueco su mejilla con su palma y la sostuvo. - ¿Por qué cambiaste de opinión? - preguntó.

- ¿Cómo? - no entendió su pregunta, pero su mano la hizo sentir extraña de alguna forma que no podría precisar y se alejó de ella. Itachi pareció fugazmente dolido, pero su expresión se volvió rápidamente neutral.

- Sobre casarte conmigo. - entrelazando las manos sobre su regazo, permaneció impasible.

Su estómago se contrajo, no sabía qué responder a eso. Ella no quería casarse, pero como una estúpida se había vendido. Había vendido su dignidad y su voluntad por una miseria. Unas ganas incontrolables de gritar y destrozar todo a su alrededor la invadieron de pronto.

El control férreo sobre su chakra se perdió y el Uchiha frente a ella se puso en alerta.

- Sakura. - la llamó por su nombre y toda esa rabia pura pareció disminuir instantáneamente. No era el momento ni el lugar, se recordó enfriando su mente.

- Lo siento, no me siento muy bien. - se sostuvo la frente sudorosa con una mano temblorosa. - He estado bajo mucha presión. - se disculpó, tratando de componerse.

- ¿Quieres descansar? - le ofreció. Su voz suave iba destinada a licuar sus entrañas y tranquilizarla.

- ¿Qué? - eso la tomó por sorpresa. Los ojos negros del hombre frente a ella la miraban expectantes.

- Que si quieres descansar. - repitió su pregunta y el barítono de su voz había sido atenuado varios decibelios. Sakura frunció el ceño, era como miel y ella era la mosca.

- Sí. Después de que te revisé, volveré a casa y descansaré. - pareciendo despertar de su trance, abrió la bolsa y sacó las herramientas que ocuparía. El Uchiha se quitó la camisa y la dejó hacer.

Quince minutos después, habiendo terminado la sesión de curación más silenciosa que había hecho en su vida, guardo sus instrumentos.

- No sé qué hace que se deterioren tus pulmones, pero cada vez que los reviso, hay daño extendido que parece responder positivamente a la curación y eso me genera muchas preguntas. - La piel entre sus cejas estaba tensa y arrugada. La condición de Itachi era demasiado extraña, aún no entendía cómo había logrado salir con vida, pero su lado médico la obligaba a cuestionarse científicamente su estado.

- Pensé que moriría... - escuchó el susurró masculino. Los orbes negros estaban fijos en ella. - Iba a morir, pero tú me salvaste. - había una intensidad inusual en su mirada, nuevamente sintió sus dedos cálidos, pero estaban sosteniendo una de sus manos frías. - Nunca te lo agradecí. - dijo al fin, con una sonrisa suave en los labios.

La mano envolviendo la suya tiró de ella hacia él y una fuerza invisible la condujo. Cuando su mente se aclaró, estaba sentada en el borde de la cama masculina con los brazos del Uchiha rodeando su cintura y apoyada de espaldas contra su pecho. El aliento tibio sobre su nuca envió corriente pura a través de su columna.

- Gracias... - su voz salió ronca y amortiguada contra su cabello.

Aunque estaba rígida por su acción, no pudo encontrar la ira dentro de ella por su osadía. Al contrario, sintió que se desvanecía lentamente contra el cuerpo duro detrás de ella y algo dentro de su pecho se soltó dejándola completamente exhausta.

- Sakura... - volvió a susurrarle y ella se dobló sobre sí misma llena de una emoción inexplicable y lloró. Sus lágrimas cayeron silenciosas por sus mejillas mientras soltaba aquel nudo que la había tenido presa desde aquella reunión. Y siguió llorando cuando Itachi la acuno y la llevó a recostarse junto a él en la cama.

Cuando Sakura despertó, no supo cuánto tiempo había pasado, pero la respiración uniforme que escuchó cerca de su oído y la suave presión de un pecho firme contra el suyo, le dijo que había alguien más junto a ella.

Abrió lentamente los ojos para encontrar el rostro de Itachi a menos de una pulgada, parecía estar durmiendo. Tenía los ojos cerrados y las características líneas de estrés estaban atenuadas. Su piel era pálida, pero se veía mucho más saludable que la primera vez que lo vio. Sus labios eran rosados y llenos de una manera muy masculina. Se puso rígida cuando sintió manos grandes presionarse alrededor de su cintura y atraerla.

Los ojos negros se abrieron para mirar los verdes como si la conociese de toda una vida.

- ¿Cómo te sientes? - su aliento tibio le hizo cosquillas sobre la nariz. No contestó, aún no entendía cómo habían llegado a esa posición, pero contra todo pronóstico, había una comodidad inusual. Sus manos se apretaron contra el pecho masculino, esto no estaba bien.

- Yo... lo siento. - articuló con dificultad. Había algo espeso entre ellos, una tensión que casi podía palpar y que no quería nombrar, porque algo la mantenía ahí, quieta, expectante, y se negaba a reconocerlo como sexual.

- ¿Por qué cambiaste de opinión? - volvió a preguntar, está vez fue diferente. El tono ronco tenía doble intención. La mano sobre su espalda baja volvió a empujarla contra él, uniendo la parte inferior de sus cuerpos que ahora sólo estaban separadas por una manta. Cerro los ojos como un salvavidas, esto no está bien, se repitió en el fondo de su mente.

- No lo sé... - murmuró con el corazón desbocado. Ella lo sabía, pero no podía decírselo y se sintió sucia y traidora, se sintió traicionada. No se dio cuenta que estaba llorando otra vez, hasta que los labios suaves se posaron sobre la piel húmeda de su mejilla y bebieron sin apartar los ojos negros de los verdes. - ¿Qué...? - susurró.

Itachi se alzó sobre un codo, girándola para descansar sobre su costado y se inclinó sobre ella.

- Me gustas. - dijo de pronto y Sakura abrió los ojos por esa sinceridad inesperada. Lo siguiente fueron labios tensos sobre los suyos, dejándola completamente aturdida.

El beso fue torpe y superficial. Su piel estaba caliente contra su boca y fue incapaz de apartar sus ojos de él. Envolvió sus labios con los suyos y su lengua presionó sobre su costura. Aquella corriente, que se hacía más familiar cada vez que él la tocaba, volvió a recorrerla, pero dejó un rastro diferente.

Sus entrañas se calentaron cuando abrió su boca y se dejó invadir por el apéndice curioso. El primer contacto fue un estallido sobre su lengua haciéndola reprimir un gemido. El segundo fue la boca envolviendo la suya y sus caderas presionando a través de las mantas. Itachi estaba sobre ella y la estaba besando, y kami la perdonará, pero le gustaba.

Él era calidez y ella necesitaba tanto ese calor desesperadamente. Había sentido tanto frío en el último tiempo, que aferrarse al pecho del hombre sobre ella pareció natural.

El corazón de Itachi se había acelerado gradualmente a medida que Sakura correspondía sus avances. Ella era suave y delicada y su aroma lo envolvía como una manta ligera en una tarde de primavera. El sabor de su boca lo embriago, desesperado por ahogarse en ella.

Sus labios tiernos lo recibieron con duda y fue dolorosa la ternura con que la trataba. Sus manos acunaron su cuello y mejilla, sosteniéndola e inclinándola. Y por un momento pensó que quizás esto podía funcionar, pero el dolor sordo que anidaba en su pecho, el dolor de una herida que aún sangraba por la traición, la hizo alejarse.

Itachi permaneció quieto, sin saber qué había sucedido. Sakura tardó unos segundos en comprender que estaba sentada en el suelo sobre sus cuartos traseros con sus instrumentos esparcidos sobre el piso de la habitación. El gesto brusco que la llevó a alejarse de él, la dejó como una masa informe sobre la madera fría. Ninguno de los dos oyó el estruendo del metal sobre el piso.

Se puso de rodillas rápidamente y tomando su bolsa, comenzó a guardar los instrumentos desperdigados. Escuchó el crujir de la cama a su lado, pero su cabeza punzaba y no quería mirarlo a los ojos. Se puso de pie, alisando su falda médica y se acomodó el cabello con la mano temblorosa.

-Yo... lo siento, pero me tengo que ir. - y eso fue todo, en un parpadeo había desaparecido.

Itachi se dejó caer contra la almohada y se llevó una mano a los ojos. Había sido un idiota, reconoció presionando sus párpados con cansancio. No debería haberla asaltado como lo había hecho, pero la había visto tan vulnerable y su corazón se retorció con un sentimiento que jamás había experimentado y de pronto, sólo quería envolverla en sus brazos y protegerla. Besarla nunca había estado en sus planes.

Pero besarla había sido tan dulce. Dulce como el algodón de azúcar que se deshace dentro de tu boca y sólo quería abrazarla otra vez y volver a besarla. No la amaba, pero si lo hacía sentir de esa manera, podría hacerlo con la misma facilidad con que la había abrazado esta mañana.

La pregunta que lo asaltó luego de esa conclusión fue si ella realmente quería lo mismo que él y no había respondido la más importante ¿por qué había cambiado de opinión?

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Sakura cerró la puerta de su departamento con el corazón desbocado. Debería odiarlo

¿Por qué lo había dejado hacerle eso?

Debería odiar a esa familia y su estirpe, porque lo que le habían hecho la estaba matando lentamente, era como un insecto viviendo dentro de su pecho, devorándola lentamente mientras su caparazón se cae a pedazos. Y lo único que quería era huir, correr en sentido contrario y no volver jamás.

Necesitaba hacer algo con esto, se dijo presionándose el pecho con brusquedad. Aunque Itachi no parecía mala persona, no podía confiar en él. Se limpió los ojos húmedos y fue a la cocina por un vaso con agua. No quería pensar en sus besos ni atenciones, no quería pensar en nada.

Tardó varios minutos en notar el sobre sellado en su mesa de centro. Cuando lo hizo, rompió el sello descuidadamente y lo abrió. La sonrisa que iluminó sus rasgos casi rompió la piel de sus mejillas. Era de Sunagakure.

Akasuna no Sasori le extendía una invitación formal para iniciar su pasantía lo antes posible. Esto era lo que necesitaba, se dijo mientras sostenía el papel arrugado contra su pecho. Esto era lo único que le haría soportable lo que estaba por venir.

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Feliz Halloween para quienes lo celebran y los que no también.

Pasen a leer un capítulo especial inspirado en Halloween de nuestra maravillosa pareja Itasaku: "Teme a la vieja sangre".