Infinitamente Roto 20

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AU Itasaku Post Masacre

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-¿Jutsu? - preguntó Itachi con el ceño fruncido y una expresión de confusión que sólo duró unos segundos cuando fue atacado por una tos repentina. Mikoto, que se había quedado momentáneamente congelada en el umbral de la puerta principal, pareció volver en sí y se apresuró hacia la sala de estar.

Las líneas marcadas de su rostro se endurecieron al ver a Itachi sentado en el suelo con Izumi casi sentada en su regazo mientras su cuerpo se estremecía por la tos. Dejó caer las bolsas que traía y se arrodilló junto a su hijo para ver que le sucedía. Sin ninguna delicadeza empuja a la chica lejos de él.

-¿Itachi? Mi amor. ¿Te puedes poner de pie? – le pregunto sosteniendo su espalda con una mano mientras con la otra alejaba su flequillo del rostro. La tos no remitió inmediatamente lo que comenzó a aumentar la preocupación en la mujer mayor. Izumi se quedó completamente estupefacta e inmóvil al ver a la matriarca Uchiha a su lado.

-Nece... cof cof... Necesito cof cof... agua. - pidió tratando de contener la tos. Fue Izumi quien se levantó bruscamente y fue por el preciado líquido a la cocina.

-Debes recostarte, Itachi. – dijo la matriarca poniéndose de pie a su lado mientras lo ayudaba a levantarse. -Ven, vamos arriba. - lo urgió preocupada. Él se dejó llevar preocupado de que su enfermedad hubiese regresado con fuerza. Izumi se topó con ellos dos al pie de la escalera.

La mujer mayor le quitó el vaso con agua y subió con Itachi abrazándolo por su espalda y cintura, evitando que cayera hacia atrás. La chica se quedó en el pasillo, mirando como desaparecían en el segundo piso.

-Bebe agua. - le ofreció el vaso acercándolo a su rostro. Él dio sorbos cortos al llegar al último peldaño. Mikoto se apresuró a abrir la puerta de su habitación y lo acompañó hasta sentarlo en el borde de la cama. El agua ayudó a calmar la tos e Itachi finalmente se recuperó con cansancio.

-Gracias, madre. - dijo él limpiándose el agua que había caído por su barbilla.

-Deberías recostarte un momento. Cuando te sientas mejor, bajas y tomamos el té. - le ofreció, pero en el fondo ella sabía que se lo estaba exigiendo. Itachi asintió y se acomodó sobre la cama inspirando profundamente.

-Madre. - la detuvo en el umbral de la puerta.

-Dime. – estaba ocultando muy bien la ansiedad que le estaba comiendo las entrañas de miedo.

-¿De qué estaba hablando Izumi san? - preguntó con voz ronca. La mujer ocultó su incomodidad detrás de una sonrisa.

-Son tonterías, lo hablaremos cuando te sientas mejor, pero tendrás que recordármelo. - fue completamente accesible a entregarle la información e Itachi pareció convencido mientras inspiraba profundo y cerraba los ojos.

La tos había desaparecido, pero sentía su estómago revuelto y su pecho pesado, por lo que decidió darle una oportunidad al descanso. Su madre se retiró silenciosamente y él no pudo evitar pensar en Sakura e Izumi, comparándolas.

La morena parecía desesperada por estar con él mientras Sakura estaba huyendo en dirección contraria. Se preguntó si hubiese sido mucho más fácil aceptar a alguien como Izumi para evitar la constante duda que lo invadía cuando sentía que de alguna manera, se obligaba sobre Sakura, a pesar de que fue ella quien había aceptado casarse con él.

El tema del jutsu lo había dejado completamente desconcertado. Sakura nunca había hecho mención sobre ello en ninguna de sus reuniones, y sus padres menos. Decidió que encontraría la relación entre ambos elementos antes del final del día.

Mientras tanto, Mikoto regresó a la sala de estar para recoger los víveres que había dejado caer en su desesperación por llegar a su hijo. No pasó desapercibida la gota de sangre en la madera color caramelo del engawa y restregó su pie para borrarla.

Verla sólo aumentó la rabia creciente que sintió por la mujer que había entrado en su casa sin su consentimiento y había expuesto su frágil situación a su hijo. La chica en cuestión estaba de pie en el medio de la cocina y parecía bastante azorada.

Dejó caer las bolsas sobre el mesón de madera con brusquedad, haciendo volver a la chica de su estupor.

-Mikoto sama. - la nombró asustada.

-¿Cómo te atreves? - susurró con los dientes apretados e invadiendo el espacio personal de la joven. - Cómo te atreves a venir a mi casa e imponerte sobre mi hijo sin su consentimiento. - la cuestionó con una rabia que se filtraba en oleadas por su expresión y en sus palabras.

-Yo... lo siento, Mikoto sama, pero tenía que decírselo. Él tenía que saberlo... - se excusó desesperada y asustada a partes iguales. -Él se iba a casar sin saber nunca de mis sentimientos y nunca me lo hubiese perdonado. - se explicó al borde de las lágrimas. Necesitaba que ella comprendiera el esfuerzo que requirió confesarse a Itachi después de tanto tiempo. Necesitaba que ella lo entendiera, la angustia y el dolor de amar a alguien durante años y que él sólo pasara de largo, dándole a otro lo que ella siempre había anhelado.

-Además. - Izumi no se detuvo ahí. Su semblante se deformo en negación. -Esa mujer no lo conoce. Ella ni siquiera sabía sobre Itachi hasta el jutsu de compatibilidad. No había forma de que permitiera que... - negó con la cabeza, pero Mikoto detuvo el movimiento y sus palabras golpeándola en la mejilla con fuerza.

El sonido de su palma chocando contra la mejilla húmeda las dejó estupefactas a las dos, pero Mikoto se recompuso mucho más rápido mientras se sostenía la mano temblorosa con la que la había golpeado.

-¿Cómo te atreves? - mordió las palabras. Izumi retrocedió un paso ante la ira que ya no ocultaba el rostro de la mujer mayor. -Itachi sabía sobre tus sentimientos y jamás los correspondió. Deja de imaginarte escenarios que jamás han existido y no olvides que también participaste de buena gana, sometiendote sin quejas a ese maldito jutsu. Aún recuerdo la ilusión con la que llegaste aquí, creyendo que por fin obtendrías al hombre que no te ha dado un segundo vistazo en su vida. - su rabia fue rápidamente diluida en desprecio.

Izumi se sostuvo la boca completamente aturdida ante las horribles palabras que salían de la boca de la mujer que siempre admiró por su amabilidad.

-Eres cruel... - la acusó presa del miedo, la confusión y algo muy parecido a la derrota.

-Si te metes con mis hijos, no esperes que siga siendo la comprensiva y amable mujer que imaginaste que era. - siseo con la boca apretada.

-¿Por qué hicieron todo eso? - la cuestionó de pronto, tratando de obtener un último resquicio de información antes de irse.

-No es de tu incumbencia, pero si estás tan desesperada por saberlo: sólo estábamos buscando a la mejor mujer para nuestro hijo. Lamento que no hayas sido tú. - no había un ápice de amabilidad en sus palabras y eso le rompió el corazón.

-Nunca fui suficiente ¿verdad? - sus ojos se desbordaron de lágrimas cuando comprendió que nunca había tenido realmente una oportunidad.

-No. - reafirmó sus palabras negando con la cabeza. No pasó por alto el dolor crudo que atravesó el semblante de la chica frente a ella y su estómago se apretó de culpa, pero necesitaba que esto acabará.

-Soy una Uchiha. - murmuró tratando de reafirmar su posición con los ojos fijos en el suelo.

-Y eso no te ha servido de nada. No tienes talento ni habilidades ni siquiera renombre ¿Qué esperabas? - la expuso cruelmente, quería quebrarla para acabar con esto de una vez.

-A Itachi nunca le importó nada de eso. - jadeo enfocando sus ojos vidriosos en el rostro de piedra de la mujer desconocida a unos pasos de ella.

-¿Entonces por qué se casa con ella y no contigo? - la cuestionó elevando la barbilla y dejándola completamente muda. Fue incapaz de explicarlo, pero aunque se negaba a creerlo, le rompió el corazón saber que quizás Itachi no era tan indiferente al status como creía después de todo.

-Yo... - trató de decir las últimas palabras para salvar algo de su vilipendiada dignidad, pero Mikoto estaba harta de esto.

-Vete mi casa. No eres bienvenida aquí. - sentenció finalmente haciéndose a un lado y mostrándole la salida. Izumi miró entre la puerta y la cruel mujer que alguna vez había tenido en la más alta estima.

-Él nunca te lo perdonará... - murmuró resignada yendo hacia la salida.

-Él nunca se enterará. - la corrigió siguiéndola y cerrándole la puerta en la cara.

Recién en ese momento Mikoto pudo relajarse. Tenía el corazón en la garganta mientras se deslizaba exhausta por la pared del pasillo junto a la entrada, preguntándose cómo habían llegado a esto. Y aun así no pudo ocultar los sentimientos que esa chica despertó dentro de ella, porque ella reconocía el sentimiento de perder a quien amas.

Pero cómo podía entenderlo esa niña, si nunca había tenido hijos que perder frente a los caprichosos designios del destino

Ella sólo estaba haciendo lo necesario para mantener a su hijo con vida, era el deber de una madre, se dijo

¿Qué eran los sentimientos de otros cuando estabas salvando una vida? Se convenció.

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Los días se acababan para Sakura y estaba comenzando a ponerse ansiosa. Era una cuenta atrás que no podía detener, exponiendo sus peores miedos y pesadillas.

La presencia de Deidara en casa de Sasori no ayudaba a su resolución, porque siempre estaba presente cuando intentaba hablar con él. Y ahora sólo le quedaban dos días antes de regresar a Konoha a sufrir la condena que había sentenciado para sí misma.

Estuvo todo el día angustiada, tratando de reunir el valor para enfrentar al maestro de venenos. El tiempo se terminaba y necesitaba hablar con él para aclarar lo que realmente estaba sucediendo entre ellos.

Regresó a casa más tarde ese día y ella lo esperó en la cocina junto a su cena fría. Fue el primer día en que Deidara no se encontraba en ningún lado. Soltó un suspiro apoyando su barbilla sobre el talón de su mano mientras recargaba su codo sobre la mesa cuando escuchó la puerta de entrada.

Se enderezó en su asiento, esperando. Él cruzó el umbral de puerta, sacudiéndose el cabello del rostro, se detuvo al verla sentada.

-¿Sakura? - dijo alzando una ceja roja.

-Buenas noches. - lo saludo ruborizándose y él asintió. Puso agua a hervir y se sentó frente al plato con comida fría.

-¿Sucede algo? - le preguntó con curiosidad mientras daba bocados lentos. Sakura inspiró profundo para infundirse confianza.

-Quería hablar contigo. - él volvió a alzar su ceja, dejando los palillos a un lado del plato, le dedicó toda su atención mientras apoyaba sus antebrazos cruzados sobre la mesa.

-Dime. - ella volvió a sonrojarse.

-Pasado mañana me voy. - le anunció. Él pasó de estar apoyado en la mesa a recargar su espalda en la silla. La tetera silbo en ese momento y lo obligó a ponerse de pie. La apagó y lleno dos tazas de té, dejando una frente a ella, regresó a su asiento.

-Pensé que te quedarías por más tiempo, la última vez fueron dos meses. - recordó sin mirarla, regresando a la comida.

-Lo sé, pero me están esperando... - no quería decirlo. Sasori la observó largo y tendido.

-Tu futuro esposo. - terminó por ella y Sakura se congeló, no quería hablar de Itachi, quería hablar de ellos, de lo que podría ser si sólo... Inspiró profundo y se armó de valor.

-Si me pides que me quedé... - su voz titubeó. -Quiero estar contigo... - susurró con los ojos brillantes y llenos de esperanza, pero sus manos debajo de la mesa mostraban lo ansiosa que se sentía mientras sus dedos se retorcían.

La expresión de Sasori se suavizó por su ofrecimiento, pero rápidamente paso de amable a inescrutable, ella tenía que entender algunas cosas antes de tomar una decisión que cambiaría su vida para siempre.

-¿Estás enamorada de mí? - le preguntó. Sakura bajó los ojos a la mesa, arrugando la frente.

-Yo... no lo sé, pero cuando estoy contigo me siento feliz y mi estómago se llena de mariposas. Me puedo imaginar un futuro junto. - trató de explicarse, pero sus palabras fueron torpes. El hombre frente a ella soltó un suspiro y cerró los ojos un momento, parecía estar eligiendo las palabras.

-Lo que voy a decir, puede que suene rudo, pero no conozco otra manera de decirlo. - sus ojos dorados se abrieron para enfocarse en los verdes. Ella se llenó de ansiosa expectativa. - Eres sólo una niña, Sakura y yo soy un hombre adulto que te dobla la edad y que no conoce ni le interesa la clase de relación que tú buscas. Tú quieres algo de mí que soy incapaz de darte. - los ojos verdes se llenaron de lágrimas al comprender que él la estaba rechazando.

-No soy una niña, deja de tratarme como una. - le espetó enojada. Él negó con la cabeza.

-Eres incapaz de ocultar tus intenciones. Tu fragilidad y transparencia te delata. Desde el primer momento supe que no tenías ninguna experiencia con el sexo opuesto y no puedes esconder la etérea virginidad que posees. Tú deseas un cuento de hadas y yo soy el villano de la historia. - explicó casual y Sakura se enfureció. Se puso de pie bruscamente, empujando la silla.

-No soy virgen. - siseo con dientes apretados y se giró para salir de la cocina. Sasori se puso de pie y la siguió. La detuvo en el medio del pasillo oscuro, sosteniéndola con su brazo enredado en la cintura estrecha. Sakura le dio un codazo resistiéndose a su toque, pero él no cedió, en cambio envolvió el otro brazo por su pecho y presionó su mano abierta en la columna de su cuello. Ella se congeló ante su atrevimiento. -Suéltame. - le exigió en voz baja, tensando todos los músculos de su cuerpo como defensa.

-Escúchame. - murmuró él contra su oído y su aliento tibio envío escalofríos por la espalda femenina, dejándola inmóvil. -Sabes que es la verdad, todo tu cuerpo te delata, esa es la razón por la que he evitado tocarte. Eres tan receptiva a mis avances que podría haber hecho lo que quisiera contigo. - sus labios rozaron la concha de su oreja y Sakura fue incapaz de ocultar el temblor que le produjo ese simple contacto sumado a su aliento que le provocaba cosquillas. Apretar sus piernas fue casi un reflejo mientras todo su cuerpo parecía relajarse y ceder.

-He probado mi punto, Sakura. - su voz ronca creció una octava y sus manos la soltaron lentamente. Ella jadeo cuando se vio libre, haciéndola perder el equilibrio. Sasori presionó su mano sobre su vientre para sostenerla, permitiéndole recargarse contra su pecho.

-No... - gimió ante el contacto.

-Eres una mujer hermosa, Sakura. Si fuese otro hombre, me sentiría honrado de ser receptor de tus atenciones. Te follaría todos los días de todas las formas existentes e inventaría nuevas, sólo para mostrarle al mundo que eres mía. - ella trago su saliva espesa por la excitación y casi se ahogó. Desesperada por aferrarse a algo, apretó la mano de masculina, sintiéndola caliente.

-Hazlo... - murmuró ella sin aliento, pero él la soltó de pronto para enfrentarla. Sus ojos dorados brillaron en la oscuridad del pasillo.

-Te estimo demasiado para hacerte eso, Sakura. - se disculpó mientras tomaba un mechón de su cabello rosa y lo frotaba entre sus dedos. Ella trató de enfocarse en su rostro aún abrumada por sus palabras. Él tenía una sonrisa triste plasmada en su boca. -Perdóname por no ser lo que deseas. - retrocedió dos pasos lejos de ella antes de girarse y desaparecer.

Sakura permaneció completamente quieta durante varios minutos hasta que la realidad de la situación pareció caer por su propio peso. Fue incapaz de contener las lágrimas silenciosas que se desbordaron por sus ojos al sentirse completamente rechazada.

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Cuando Sasori llegó al segundo piso, Deidara estaba apoyado en el marco de la puerta de su habitación con los brazos cruzados y una sonrisa grotesca sobre su boca.

-Eso fue conmovedor, Sasori no danna. - comentó frotándose el borde de un ojo como si hubiese estado llorando.

-No es gracioso. - contesto el hombre sin detenerse.

-Para mí sí, nunca creí que vería el día en que Sasori de la Arena Roja dejaría su crueldad de lado por una insignificante niña. Aunque debo concederte algo, yo no la habría rechazado, sí. - eso hizo que Sasori se detuviera de golpe, girándose hacia Deidara.

-No es de tu incumbencia. No hagas que te eché de aquí. - lo amenazó en voz baja y rostro inexpresivo. El rubio sonrió burlesco.

-No te preocupes, no me tomará mucho tiempo. - aclaró haciendo un gesto despectivo con la mano abierta. Sasori lo ignoró y se giró para seguir su camino, pero Deidara continuó. -Ese cabello rosa y esos ojos verdes serían eternos tallados en madera de abedul. - murmuró, pero Sasori sabía que lo estaba provocando y se negó a caer en su juego.