Bakugou y Kirishima tuvieron que conducir durante tres horas para salir de la ciudad y adentrarse a las zonas más rurales, hasta llegar vivero de plantas más grande que existía en todo Japón. El lugar era tan grande como un parque de atracciones, solo que en vez de montañas rusas había una explanada de kilómetros de flores de todos colores y tipos. El lugar consistía en una serie de senderos y paseos rodeados de los arbustos podados como si fueran estatuas, árboles de todas formas y tamaños, e incluso bellas piletas y estanques con peces koi. Era tan grande que se dividía por diferentes zonas del mundo, y hacia el final había tres grandes invernaderos.
Como cualquier otro día de la semana, el lugar estaba lleno de otras personas y parejas caminando tranquilamente, buscando un arreglo floral para algún evento, o un bonito ramo de flores con el que regresar a casa para plantarlo en el jardín. Sin embargo, el lugar era tan grande que había espacio suficiente para que no se toparan entre sí, ni se acoplaran grandes multitudes.
- ¡Wow, Bakugou! ¡Es tan bonito! – dijo Kirishima con una radiante sonrisa, mientras se ponía a correr entre medio de dos retazos floreados y coloridos. Bakugou no pudo evitar un resoplido entretenido mirando a su tonto mejor amigo.
- ¡Pelo de mierda! ¡Nos están esperando en la recepción! – le recordó antes de que el de cabello rojo se dejara llevar demasiado.
Veinte minutos después, ambos jóvenes fueron llevados hasta una elegante y pulcra oficina de la mujer que estaba encargada de los eventos, una diseñadora, probablemente, que se dedicaba a vender centros de mesa y arreglos florales a la gente (a exceso de precio, a juicio de Bakugou) para las bodas, funerales, etc.
- Señor Bakugou Katsuki, señor Kirishima Eijirou, es un gusto conocerlos – dijo una mujer alta, delgada, de cabello negro y con pinta ejecutiva, mientras les daba la mano. Les hizo una seña hacia dos sillas vacías frente a un escritorio, antes de rodear la mesa para sentarse ella misma en su propia silla.
- Igualmente – dijo Kirishima tomando asiento.
- El señor Bakugou me informó que estaban buscando arreglos florales para una boda y que están cortos de tiempo. ¿Se trata de su boda? – preguntó apuntándolos a ambos. Tanto Bakugou como Kirishima se tensaron en su lugar, poniéndose rojos hasta las orejas ante la idea de ellos dos, casándose. Todo esto de la relación ficticia estaba avanzando demasiado rápido, incluso en el mundo de las apariencias.
- No – aclaró el rubio rápidamente -. No, para nada. No. No es nuestra boda. No tenemos pensado casarnos.
- Creo que ya se lo dejaste claro – interrumpió Kirishima intentando no tomarse como algo personal la vehemencia con la que Bakugou había aclarado el tema de la boda -. Es el casamiento de dos amigos. Bakugou es el padrino y está encargado de las flores.
- Maravilloso. Y me imagino que ya saben exactamente lo que quieren, considerando la cercanía de la fecha.
- No, ni idea.
- ¿Algún color en particular? ¿Algún tipo de flor?
- Nada – contestó Bakugou con total desinterés -. Pensé que para eso trabajaba usted aquí.
Kirishima le dio un codazo para que se ubicara, pero parecía que la mujer frente a ellos no se lo había tomado mal, y en vez de eso les estiró un panfleto a cada uno. Cuando el de cabello rojo lo tomó para hojearlo, se dio cuenta de que era un recorrido de todo el vivero, como un mapa, que indicaba dónde estaba cada tipo de planta o de flor.
- Por supuesto que si es lo que desea, puedo escoger yo todos los arreglos florales. Pero, considerando que no conozco a la pareja ni sus gustos, sería bueno que ustedes dos se den una vuelta por el sector y vean algo que encaje bien con ellos. O al menos, algo con lo que yo pueda comenzar.
.
.
.
Se iban a demorar horas. Bakugou no tenía idea de qué tipo de flores le gustaban a Deku, mucho menos a Uraraka. ¡Lo habían dejado a cargo de las flores sin haberle explicado nada! Y más encima, el lugar era enorme. Se sentía como si estuviera dentro del viaje más colorido y psicodélico de LSD (no era que él supiera mucho de esas cosas), como un sueño lleno vívido y vibrante… Y lo peor de todo, era que no podía negar que era bonito.
Por supuesto, Kirishima también debía creer que era bonito, porque se paseaba por todos los sectores con una sonrisa brillante en el rostro, apuntando las que le parecían más bonitas, e incluso sacándole fotos a las flores. Bakugou no podía dejar de mirarlo y sentir una foránea calidez expandiéndose por todo su cuerpo, recriminándose por ser tan tonto cuando se trataba de su mejor amigo. Habían pasado tantos años desde que lo había conocido, desde que se había enamorado de él, y todavía no era capaz de superarlo.
- ¡Bakugou, mira! ¡Ven a ver esta!
El rubio avanzó. Un cartel rústico en madera blanca y gastada decía "Claveles". Había una fila amarilla, otra roja, otra de color coral, una rosa pálida, y luego varias salpicadas, mezcladas, pétalos amarillos con líneas púrpuras, otras rojas intensas con los bordes blancos, y así, todos los tipos de combinaciones posibles.
- Sí – dijo encogiéndose de hombros -. Supongo que son bonitas.
- ¡Llevemos de esas! ¡A todos les van a gustar! – dijo apuntando las que eran exclusivamente rojas -. ¡Es el color más masculino!
- Idiota – dijo riendo, sin poder evitarlo -. Estoy seguro de que Deku y cara redonda no quieren una boda masculina.
- Oh – se quejó, bajando los hombros en derrota -. Supongo que es verdad.
Siguieron caminando por un camino estrecho de piedrecilla. A un lado había girasoles, altos, de un fuerte amarillo, rodeados de grandes hojas verdes. Al otro, un campo floreado interminable de tulipanes anaranjados y amarillos… Y eran muy bonitos. El naranjo era un color genial.
- No puedo creer que yo tenga que escoger las putas flores – reclamó, mirando a su alrededor.
- Midoriya dijo que tú te ofreciste para estar a cargo de las flores.
- ¡Me refería a escribirles un cheque por el total! No tener que venir aquí a escogerlas personalmente. ¿Qué se supone que tengo que elegir? ¡No tengo idea sobre esta mierda! ¿Por qué confiaron en mi para algo tan importante?
- Porque te aman y de verdad quieren que seas parte de su boda – explicó el chico.
- Sí, sí, muy bonito, pero no deja de ser una soberana estupidez – respondió cruzándose de brazos -. ¿Qué pasa si lo arruino? Quizás termine escogiendo cosas que no combinan. ¡O podría escoger una flor que cara redonda odie!
- Bakugou… Bakugou, cálmate. – Kirishima se acercó al rubio y le dio una pequeña palmadita en la espalda. Si hubiese sido otra persona, lo hubiera abrazado… Pero con Bakugou nunca podía tomarse libertades como esas. Por un lado, porque el rubio era alérgico a las demostraciones físicas de cariño… Por otro lado, porque él mismo se pondría demasiado nervioso y quizás dejaría al descubierto su tonto enamoramiento -. Tú los conoces más que nadie. No necesitas saber cuál es la flor favorita de Midoriya o de Uraraka para saber qué va bien con ellos.
- ¡Es una boda en una granja! ¿Por qué no basta con las naturales que estarán ahí?
- No es una granja, es una finca – aclaró -. Eso quiere decir que se trata de un espacio exterior vacío y gigante que tenemos que llenar con mesas y arreglos.
- Hijos de puta – maldijo entre dientes, cada vez más histérico.
- Vamos, tenemos que seguir viendo flores.
Deambularon por distintos lugares del enorme vivero. Pasaron por una avenida de cerezos florecidos, luego junto a una zona de matorrales y arbustos pomposos cortados con formas y figuras, para que se vieran como estatuas. La mayoría simplemente tenían formas cuadradas, hasta que empezaron a aparecer otras con formas de animales, y luego de personas como si se tratase de estatuas griegas.
- ¡Son increíbles! – dijo Kirishima apuntando a la silueta de una bailarina - ¡Tenemos que mandar a hacer una de Midoriya y Uraraka!
- ¿Te volviste loco? ¡Sería lo más vulgar del mundo!
- ¡Como esas estatuas de hielo! ¡Pidamos una estatua de hielo!
- ¡No estoy encargado del hielo y no voy a comprar un puto arbusto con forma! – replicó perdiendo la paciencia.
- ¡ABURRIDO! – lo provocó Kirishima, justo antes de salir corriendo para adentrarse en un laberinto hecho de arbustos.
Caminaron durante la siguiente hora por distintos campos de flores. Jazmín, hibiscos, orquídeas, vincas, amapolas, hortensias… Probablemente había cientos de especies diferentes, quizás miles. Bakugou nunca se había imaginado que existiesen tantos tipos diferentes, tantos colores, tantos tamaños…
Reconocía que todas eran distintas entre sí, que ninguna se veía exactamente igual a la otra, así que no era llegar y escoger cualquiera para armar un centro de mesa, un arreglo colgante, ni mucho menos el maldito ramo de flores que llevaría Uraraka. Pero, todavía no había ninguna que le llamara la atención o le provocara algo. Todavía no había una que fuese la indicada.
- Sabes, ahora que el resto cree que somos pareja, deberíamos actuar como una normal y subir un par de fotos de nosotros – recomendó Kirishima -. No en nuestro perfil público, obviamente, pero en el privado…
- ¿Una foto? ¿Aquí? – preguntó. Kirishima asintió - Está bien, supongo – aceptó a regañadientes. Eran dos de las cosas que más odiaba: Sacarse fotos, y subir esas fotos a las redes sociales. No lo haría, pero tenía sentido si Kirishima (uno de los seres más sociales del mundo) quería subir alguna a su cuenta de Instagram, o lo que fuese.
El lugar que Kirishima había escogido para la foto era un cultivo de margaritas blancas. Hubiese sido excesivamente común y sencillo, si no hubiera sido porque era prácticamente eterno. Se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y a Bakugou le recordó el parque costero Hitachi en Hitachinaka, salvo por el color. Era una visión, no lo podía negar…
Intentó no colocar su habitual expresión de enojo o aburrimiento para la foto (no iba a sonreír, eso sería demasiado), mientras Kirishima se acercaba a él para que ambos cupieran en la pantalla del celular. Antes de presionar el botón, sintió los labios de su mejor amigo chocando suavemente contra su mejilla, viendo en la pantalla a Kirishima dándole un beso al mismo tiempo que sacaba la foto.
- Idiota – se quejó, limpiándose la cara con la manga -. Borra eso.
- ¡Nop! ¡La guardaré por siempre!
- ¡NO LA SUBAS!
- Uh, demasiado tarde, acabo de poner "postear".
El rubio rodó los ojos y se alejó dando grandes zancadas, exasperado.
.
.
.
Bakugou y Kirishima habían llegado a una zona del vivero que no estaba tan expuesta como los cultivos y terrenos que habían visto durante el resto de la tarde. Esta vez, era un parque al estilo japonés, con un enorme estanque y un puente que lo atravesaba. Abajo, los peces koi de distintos colores nadaban y se escondían entre las flores de loto que flotaban en el agua. El rubio tomó una nota mental para luego preguntarle a Deku si había piletas o fuentes en la finca donde se llevaría a cabo el matrimonio. En caso afirmativo, compraría algunas flores de loto blancas para colocar…
Los dos chicos caminaron junto a un muro de piedra que tenía flores de estilo colgante. Primero, pasaron junto a una cortina de flores púrpuras llamadas glicinas, bastante comunes en Japón. Provenían de varios árboles cuyas ramas estaban caídas, pero el muro provocaba esa sensación como de cortina. Kirishima pasó sus dedos suavemente por sus pétalos a medida que caminaba, hasta que las glicinas cesaron para dar lugar a begonias de colores, y luego, lobularias.
Abajo, en diferentes macetas gigantescas, había unas pequeñas flores acampanadas de color blanco, y una pequeña placa decía "Lirio del Valle".
- Esas – dijo Bakugou.
- ¿"Lirio del Valle"? – preguntó Kirishima mientras leía.
Eran bonitas, pequeñas y tiernas, como cara redonda, pensó Bakugou. Eran sobrias, pulcras y elegantes, pero sin pretensión ni aburrimiento… Y al mismo tiempo lo suficientemente sencillas como para dar una sensación de naturalidad. Seguramente se verían bien como decoración, tanto para el lugar donde se llevaría a cabo la boda, como los centros de mesa.
- Quiero esas – decretó.
- ¿Para el ramo?
- No, no para el ramo. Para la decoración – dijo tomando una maceta en sus manos para levantarlo en el aire y mirar las flores con mayor detención -. ¿Crees que les guste?
- Sí – dijo asintiendo enérgicamente - ¡Claro que les gustará!
- Bien, volvamos. Supongo que tendré que pedir un cargamento de estas pequeñas hijas de puta.
- ¿Y qué hay del ramo?
- Hm… Tengo algo en mente.
Bakugou y Kirishima regresaron a la oficina donde habían sido atendidos, ya horas antes. Esta vez, a diferencia de la anterior, el rubio sabía exactamente lo que quería cuando depositó un macetero lleno de lirios del valle sobre el escritorio de la mujer a cargo de los eventos.
- Tiene buen ojo para esto después de todo, señor Bakugou – dijo ella, sonriendo -. Los lirios del valle son de las favoritas para las bodas y los arreglos florales.
- Bien – dijo cruzándose de brazos -. Necesito suficientes arreglos para doscientas mesas.
- ¿No se ve un poco sencillo? – preguntó Kirishima con aprehensión. Las flores eran bellas, pero tan pequeñas que iba a verse un poco… vacío.
- Les haré una pequeña muestra – dijo la mujer.
Hizo una llamada por teléfono, y en menos de veinte minutos, un par de trabajadores del vivero (probablemente) entraron cargando diferentes flores, las cuales depositaron sobre la mesa. La mujer tomó un delicado florero de cristal, y armó un enorme colchón de lirios del valle. Luego, escogió pequeños botones de rosas blancas y rosa pálido casi cerrados, además de un par de claveles de color crema, colocándolos entre los lirios.
- Las mezclas para hacer el centro de mesa – explicó mientras armaba una demostración -. Es casi blanco por completo, pero le agregas un tinte de rosa pálido y crema para darle algo de vida.
- Es perfecto – dijo Kirishima, esta vez convencido.
- Me encargaré de hacer las decoraciones y los arreglos en el mismo estilo – respondió sonriendo -. ¿Blanco también para el ramo de la novia?
- No.
Bakugou era el padrino de bodas de Deku, pero en los últimos años, debido a su relación con él, también había tenido el privilegio de conocer más profundamente a Uraraka. Y cuando pensaba en la chica de cabello castaño y piel blanca, le era imposible dejar de lado aquellas mejillas siempre sonrojadas y redondas, llenas de vida y saludables. Uraraka ya estaría usando blanco en su vestido… Así que su ramo de flores no podía ser menos que colorido y suave, como ella.
- Rosas – respondió seguro -. De color durazno.
.
.
.
A Bakugou y a Kirishima les esperaban tres largas horas de viaje de regreso a Tokyo. Habían salido de día del vivero de plantas, y les había tocado la molesta luz reflectante del atardecer cuando estaban todavía a medio camino. El de cabello rojo había dormido la primera hora, y luego se había despertado demasiado enérgico, colocando música a todo volumen y cambiando todas las canciones antes de que terminaran.
Había empezado su rutina con "A Thousand Miles" (que obviamente había sido cantada a todo pulmón), y ahora la última víctima había sido "Livin' On a Prayer" de Bon Jovi. ¡Kirishima tenía ese estilo de música desde que tenía quince años! Y aunque no era lo que Bakugou acostumbraría a escuchar por gusto propio, había terminado por agarrarle cariño a la lista de reproducción de su mejor amigo, llena de canciones icónicas que no tenían ninguna conexión entre sí.
- ¿Podrías dejar que termine una? – preguntó Bakugou, irritado -. Venía la mejor parte.
- ¡No, Bakugou, esta es mejor! ¡Y me apareció en la lista de reproducción! ¡No podía dejarla pasar como si nada! – dijo mientras comenzaban a sonar castañas y zapateos extraños en el fondo.
- ¿Qué es esta basura?
- "Don't let me be misunderstood" de Santa Esmeralda.
- Es como… Flamenco – dijo entre confundido y enojado.
- ¡Es de la banda sonora de Kill Bill!
- Tu lista de reproducción es la mierda más rara que he escuchado en toda mi vida.
- Disculpe señor buen gusto, no todos podemos tener el excelente oído musical que tiene usted – lo molestó.
- No sé cómo te he podido soportar por tantos años.
- ¡Imagínate lo que ha sido soportarte a ti! – respondió riendo - ¡Hey! ¡Tengo un montón de respuestas en la foto!
- ¿Qué foto?
- La que nos tomamos.
- ¡¿De verdad la subiste, Kirishima?! – preguntó mirándolo asesinamente.
- ¡Hey, ojos en el camino! – dijo estirando su mano para forzar la cara de Bakugou a mirar hacia adelante - ¿Quieres hacer que nos matemos?
- ¡Te dije que no la subieras!
- Mina dice que nos vemos tiernos – comentó, ignorando la furia del rubio -. ¡Oh, Midoriya dice que hacemos una buena pareja!
- Por el amor de Dios, cállate – pidió, tan rojo que parecía que fuese a estallar en cualquier momento.
¡Era ridículo! Ese tonto beso en la mejilla lo había hecho sentir más cosas que los seis meses completos con su exnovio. Odiaba estar tan patética e irremediablemente enamorado de su mejor amigo, porque sabía que el cariño que sentía el otro por él era completamente diferente al suyo… Y al mismo tiempo, nunca iba a arriesgarse a perder a Kirishima como amigo, así que no pretendía decirle lo que sentía por él…
- ¿Puedo grabar una historia mientras manejas?
- Absolutamente no.
- Tenemos que ponernos de acuerdo en cosas de pareja, idear cómo empezamos a salir juntos y cosas así.
- No.
- ¿Qué pasa si Mina me pregunta cosas sobre nosotros?
- Inventas.
- Está bien – dijo chistando la lengua, rendido -. Pero luego no me culpes si decimos cosas contradictorias.
- Bueno, bueno. Pensaremos en algo antes de la boda – replicó de mal humor.
- ¡Yay!
Justo cuando Bakugou estaba comenzando a acostumbrarse a los sonidos de flamenco de la canción, esta se cortó, y en su lugar comenzó a sonar "Rasputin" de Boney M. Esta vez no dijo nada, y simplemente suspiró en su lugar, intentando no gritar y mantenerse concentrado en el camino, pero cuando escuchó a Kirishima comenzando a cantar "Ra-ra-rasputin", no pudo evitar empezar a reír.
- ¿Te das cuenta de que esa canción dice "Rasputín, la más grande máquina de amor de Rusia"? – preguntó entre entretenido y ofendido por la letra de la tonta canción.
- ¿Eso dice? ¡No lo sé! ¡No sé inglés! – dijo como si nada.
Kirishima continuó cantando alegremente, pronunciando mal las palabras de idioma extranjero (y lo que era peor, sin avergonzarse por eso). Todavía quedaba hora y media de viaje, y no sabía si lograría llegar a Tokyo sin terminar matando a su tonto y caótico mejor amigo, o algo peor, como detener el auto al borde del camino para declararse de una vez por todas y besarlo hasta el día siguiente.
