Otra hora de almuerzo, otra tarde solitaria.
Bakugou estaba almorzando solo en los jardines del castillo, agradeciendo que por fin la semana estaba terminando… Se había pasado los cinco días escuchando maravillas del torneo de duelos, a sus estúpidas compañeras hablando maravillas de Deku, e incluso viendo al nerd entrenando para su enfrentamiento del día siguiente.
Él ni siquiera iba a poder ver el maldito torneo porque venía la peor parte del castigo (hasta ahora): Aizawa le había dicho a pelo de mierda y a él que tenían que transcribir a mano un libro de la biblioteca que con el paso del tiempo comenzaba a borrarse, ¡un libro completo cada uno!
Y también estaba el tema de que odiaba al imbécil de Kirishima. No lo odiaba antes, lo odiaba ahora. Antes simplemente lo consideraba un alumno tonto y ordinario de Hufflepuff, alguien que probablemente necesitaba esforzarse para unir palabras sencillas y armar una oración, pero que probablemente no era un mal tipo y era demasiado amigable por su propio bien. Básicamente, un típico Hufflepuff.
Además, el tal Kirishima era uno de los pocos jugadores que respetaba en la cancha de Quidditch. La mayoría de los alumnos que jugaban en alguno de los equipos de las cuatro casas estaban ahí porque simplemente eran decentes volando o rápidos, pero no tenían verdadera técnica o habilidad, así que ganarles era pan comido y aburrido. Pero el chico de cabello rojo era un guardián formidable y el único que había sido capaz de parar sus lanzamientos – que obviamente iban con una fuerza y velocidad implacable hacia el aro – como si nada.
- Hey – saludó tan pronto como sintió la acostumbrada presencia de un gato gris haciendo su entrada -. Hoy día te tardaste.
El rubio le acarició la cabeza entre las orejas, como de costumbre, y luego buscó entre las cosas dentro su bolso para abrir una bolsa de galletas especiales para gatos que le había robado a Uraraka. Era una suerte que su compañera fuera descuidada y dejara las cosas en cualquier parte, especialmente a su alcance en la Sala Común.
Pero volviendo al tema principal… Odiaba a Kirishima. No lo odiaba cuando los habían castigado, pese a haber estado furioso en ese momento, porque él también se había comportado como un pendejo patético cuando le había arrojado los ingredientes al caldero y se había buscado que Aizawa los pusiera en detención. Ese había sido uno de los motivos por los que durante la clase extra de pociones había querido ayudarlo y el hijo de puta le había respondido con esa mierda en el patio interior del colegio…
Pero era su culpa, por haber ayudado a alguien cuando nadie le había pedido su ayuda. De hecho, ese era exactamente el motivo por el que nunca ayudaba a nadie ni se relacionaba con nadie, porque todos eran unos idiotas egoístas y crueles. La única diferencia entre ellos y el resto, es que él era directo al respecto y trataba mal a la gente de entrada. Pero los otros eran peores, porque eran falsos y cínicos.
Así que era una lección aprendida. En los siguientes castigos iba a ignorar al Hufflepuff hasta que terminaran y continuaría con su vida.
- Tú eres el único decente en este castillo, pequeño bastardo – le dijo al gatito mientras éste engullía la galleta junto a él.
Ni siquiera sabía cómo se llamaba el animal, pero pequeño bastardo estaba bien así que iba a seguir llamándolo así.
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Aquella mañana hacía frío y más aún en la biblioteca. Ya que todos se encontraban en el torneo, Trece, la bibliotecaria, no había encendido la chimenea y el espacio grande y vacío, sin el calor normal que generaba un montón de alumnos sentados trabajando, se sentía más helado que nunca para los únicos dos alumnos que estaban trabajando sentados cada uno a un extremo de la larga mesa de madera.
¿Había algo peor que reescribir un libro de quinientas páginas a mano y en tinta? Difícilmente. Para peor, Kirishima era zurdo, así que tenía que vigilar constantemente que el dorso de su mano no estuviera corriendo la tinta mientras avanzaba escribiendo hacia el borde opuesto de la hoja.
Y aparte de eso, había un silencio incómodo entre ambos chicos que lo tenía nervioso e intranquilo.
Aquella mañana, a penas habían llegado a la biblioteca, Kirishima había mirado a Bakugou buscando algún tipo de expresión para ver cómo acercarse y reparar lo que había hecho. Estaba tan avergonzado por haberlo tratado mal antes de enterarse que el rubio había terminado la poción por él, pero no tenía idea de cómo arreglarlo.
- Hola – saludó casi en un susurro, con timidez.
Por supuesto, el Gryffindor no le respondió nada y procedió a buscar el libro con el que debía trabajar, ignorándolo, pero colocando una expresión furiosa y asesina. Quizás saludar como si nada no era lo mejor, pero ¿qué más podía hacer?
- Bakugou, sobre el otro día—.
- Cállate, pelo de mierda. Si me vuelves a hablar, voy a matarte.
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Por supuesto, ninguno de los dos terminó de transcribir los libros en una mañana y tampoco era algo que Aizawa hubiese esperado que pasara, así que el profesor les informó tranquilamente que continuarían el sábado siguiente, y el siguiente a ese, si es que es necesario. Ambos chicos salieron de la biblioteca derrotados, con dolor de cuello y espalda por estar tanto rato encogidos escribiendo, y claro está, con sus muñecas doliendo al borde de desarrollar tendinitis.
- No es un castigo real si no sufren un poco – les había dicho Aizawa al verlos sobándose las muñecas -. Nos vemos el próximo sábado.
Kirishima tuvo otra semana normal después de eso. Las clases y las conversaciones animadas con sus amigos lo mantienen distraído la mayor parte del tiempo y además, la temporada de Quidditch estaba cada vez más cerca. El partido inaugural siempre era Gryffindor contra Slytherin, dos fuertes oponentes, pero él no podía relajarse. Como capitán de su equipo tenía que trabajar duro desde ya, planeando estrategias y jugadas.
Si no iba a poder participar y ganar en el torneo de duelos como había planeado a inicios de años, al menos iba a intentar por todos los medios ganar la copa de Quidditch ese año. Gryffindor había ganado los últimos cuatro años, justo desde que Bakugou era el capitán del equipo de esa casa (había un motivo por el que el rubio era tan egocéntrico y desagradable) pero ya era hora de que otro equipo les pusiera un alto y él creía que Hufflepuff tenía lo necesario.
- Ahora se está poniendo más duro – comentó Kaminari aquel lunes durante el almuerzo, sobre el torneo de duelos -. Por poco pierdo… Kendo y Sero ya pasaron a mejor vida.
- ¡Hey! – reclamó Sero – No es justo. Me tocó contra el puto Todoroki y el tipo me destrozó en UN movimiento. ¡Un movimiento, Kirishima! ¿Sabes lo humillante que es eso? La gente del público me empezó a corear "No te preocupes"… ¡Pero ese tipo de cosas solo te hacen sentir peor!
Kirishima casi se ahogó con su jugo por la risa. Era difícil que la historia le provocara lástima cuando Sero la contaba así y más encima tenía a Kaminari y a Ashido revolcándose de risa a un lado. Demonios, le hubiese encantado ver a Sero en duelo contra Todoroki. Había escuchado que el alumno de cabello gris y rojo había lanzado un poderoso encantamiento de hielo, dejando a Sero prácticamente inmovilizado y congelado.
- El duelo de Tamaki con… - Sus amigos tenían tanto de qué compartir y él se sentía fuera de lugar escuchando como comentaban los detalles…
Ashido, Kaminari y Sero se enfrascaron en repasar otro de los duelos que estuvieron especialmente entretenidos durante el torneo y hablaron de ello por unos cuarenta minutos. A Kirishima no le molestaba en absoluto porque sabía que sus mejores amigos estaban emocionados, pasándolo bien… El problema no era ellos sino él, que estaba en la posición completamente opuesta, desperdiciando sus mañanas de día sábado en cosas aburridas…
Miró a su alrededor y se dio cuenta de que sus amigos no eran los únicos que continuaban hablando del torneo. Todos los alumnos de las cuatro casas estaban en lo mismo, algunos comenzando a usar placas distintivas de la persona que apoyaban o incluso, haciendo un tablero de apuestas en donde cualquiera podía participar.
Buscó inconscientemente a Bakugou en la mesa de Gryffindor para ver qué hacía (seguramente se encontraba en la misma posición que él, frustrado y dejado de lado) pero no lo encontró. Quizás era para mejor… El rubio no reaccionaría de la misma forma que él escuchando los maravillosos detalles del torneo, sino que se enfurecería.
- ¿A quién buscas? – preguntó Ashido, apoyando su cabeza en la palma de su mano, codo en la mesa, para mirarlo fijamente.
Kirishima no pudo evitar sonrojarse ante la pregunta y no entendía por qué demonios se había puesto nervioso. No tenía nada malo reconocer que estaba buscando a Bakugou, ¿o sí? Después de todo ahora pasaba una buena parte de su tiempo con él… En silencio…
- Ah… Eh… A Bakugou – balbuceó mientras se pasaba una mano por el cuello.
- ¡¿POR QUÉ?! – preguntó Kaminari dramáticamente.
- Me siento extrañamente intranquilo después de lo de… Ya sabes.
Kaminari y Sero sabían lo que había ocurrido porque habían estado junto a Kirishima cuando Aizawa lo había felicitado por la poción. De hecho, habían barajado juntos toda la teoría de que Bakugou lo había ayudado (no era una conclusión demasiado difícil de alcanzar, en todo caso) pese a todos los peros que Kaminari había puesto inicialmente recordando esa historia de que Bakugou había hecho explotar el caldero de Monoma una vez. Pero, ya que Ashido no sabía de qué estaban hablando, se pasaron el tiempo restante del almuerzo contándole la historia.
- ¿De verdad? – La chica lucía tan sorprendida como lo estaban los otros - ¿Bakugou te ayudó?
- Yo sigo pensando que debe haber otra razón – dijo Kaminari.
- Tengo que pedirle perdón, pero no sé cómo. No quiere hablarme.
- Tienes varios sábados para intentarlo – comentó Sero en tono de burla.
- Sí, lo sé – respondió Kirishima rodando los ojos -, y no es solo porque esté harto del silencio incómodo durante los castigos sino porque debo hacerlo. Me está volviendo loco.
- ¿La situación o Bakugou? – preguntó Ashido con una sonrisa pícara.
Kirishima sintió que su estómago se dio una voltereta al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban intensamente.
- ¡La situación!
- ¡Te sonrojaste!
- ¡No me esperaba esa pregunta!
Obviamente no le gustaba Bakugou ni se estaba "volviendo loco por él". Solamente no podía estar tranquilo sabiendo que le había hecho algo feo a alguien y necesitaba disculparse. Disculparse después de arruinar algo era masculino. Reconocer los errores y enmendarlos era masculino. ¡No tenía nada que ver con el rubio!
- Tranquilo, Kiri. Solo te estoy molestando – comentó la chica riendo.
A su lado Kaminari y Sero lucían como si estuvieran viendo excremento de gusarajos servido en su plato. Odiaban a Bakugou y ya era suficiente tener que hablar de tanto en tanto por culpa de los castigos de Kirishima, pero ponerse a hablar sobre el Gryffindor en faceta de chisme amoroso era demasiado.
- Hablo en serio – les aseguró Kirishima a sus amigos antes de que comenzaran a entrar en pánico -. NO me gusta Bakugou.
Ambos chicos asintieron y él también asintió de forma casi imperceptible en su lugar, como intentando convencerse a sí mismo después de que Ashido había mencionado algo que nunca se había cuestionado en primer lugar. Pero ahora que lo había hecho… No. No podía ser. No le gustaba Bakugou.
No le importaba Bakugou, normalmente sería una persona con la que nunca intentaría hablar o ser su amigo. Solamente pensaba en él porque quería arreglar las cosas, eso era todo.
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Cuando Kirishima había llegado al primer castigo con la expectativa de tener que pasar todos sus sábados junto a Bakugou, no había nada que quisiera más que pasarlos en silencio y sin tener que relacionarse con el rubio. Aquella mañana del primer sábado mientras rehacían el Filtro de los Muertos sin cruzar palabra había estado todo bien; Bakugou le desagradaba lo suficiente como para no querer dirigirle la palabra y no sentirse mal por pasar literalmente horas en silencio súbito. Pero ¿ahora? Ahora hubiese dado cualquier cosa porque el rubio le respondiera el saludo y pudieran compartir un par de palabras, aunque fuese para hablar del clima.
Estaba lloviendo y el frío era peor que nunca en la biblioteca. Kirishima intentaba no tiritar mientras trascribía porque ya era lo suficientemente difícil mantener una letra bonita, limpia y ordenada siendo zurdo. Podía ver vapor saliendo de su boca cada vez que suspiraba.
Frente a él, Bakugou trabajaba con la distintiva bufanda roja y dorada de Gryffindor tapándole hasta la nariz. Además, llevaba un suéter negro. Se veía tan cálido que lo envidiaba al mismo tiempo que se odiaba a sí mismo por haber empacado prácticamente pura ropa ligera para regresar a Hogwarts aquel año. Era típico de él tenerle alergia a las camisas y a la ropa pesada, pero ahora se arrepentía…
- Trece sensei – preguntó girando su cabeza hacia la bibliotecaria -, ¿puede encender la chimenea, por favor?
- Claro, joven Kirishima.
Bakugou rodó los ojos mientras comenzaba a desenredar su bufanda de alrededor de su cuello, asumiendo que, si encendían un fuego cerca, ahora le daría calor por culpa del idiota de Kirishima que pedía que encendieran la chimenea mientras llevaba una camisa de manga corta y pantalones de jeans delgados.
- Lo siento – se disculpó con un hilo de voz.
- Te dije que no me hablaras – fue lo único que respondió el otro.
Kirishima asintió sintiéndose mal y volvió a fijar su mirada en el libro.
¿Cómo se iba a disculpar si el tiempo seguía pasando así? Sin que Bakugou le dirigiera la palabra, sin siquiera mirarlo. Aunque se pasaran casi todo un día de su semana juntos y solos, el Gryffindor lo ignoraba como si no existiera. Lo hacía sentir nervioso e intranquilo. Sabía que había hecho algo malo y no era masculino dejar las cosas en ese estado, pero ¿qué podía hacer?
Si Bakugou le había pedido que no le hablara más, iba a ser egoísta de su parte molestarlo para disculparse, solo para que él se sintiera mejor al respecto. Ugh, odiaba esa situación porque al final se daba cuenta de que quería disculparse más porque quería volver a sentirse bien y no porque quisiera resarcir el daño. ¡Eso era similar a ser una mala persona!
Volvió a mirar al chico frente a él a punto de decir algo, pero se detuvo a tiempo. Por los siguientes treinta minutos se mordió las lenguas varias veces antes de iniciar conversación, recordándose que no iba a ser bienvenido. Estaba en punto muerto. Probablemente lo mejor sería asumir que no había forma de arreglar eso y simplemente aprender la lección para evitar hacer algo similar en el futuro.
No todos los errores tenían solución o perdón.
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El profesor Aizawa permitió que el siguiente castigo comenzara después del partido de Quidditch de Gryffindor y Slytherin porque obviamente no se iba a arriesgar a que toda una casa lo odiara por sacar a su jugador estrella del equipo. Era racional y le interesaba poco el escándalo que armaban los alumnos alrededor del deporte, pero ni él era tan malvado.
Además, su colega, Present Mic (profesor de Encantamientos pero también, comentador de Quidditch) jamás le hubiese perdonado arruinar el partido inaugural de la temporada sacando a Bakugou del equipo y provocando que tuviesen que reagendar el enfrentamiento.
- Pero tú no, Kirishima – aclaró tras ver al de cabello rojo emocionándose antes de tiempo -. Tú empiezas a la hora de siempre. Bakugou se te unirá después.
El Hufflepuff se sintió más decepcionado que nunca después de que le destrozaron la esperanza de ir a ver un partido de su deporte favorito, pero se dirigió a uno de los invernaderos sin quejarse. Aquella mañana empezaban con el siguiente castigo, que era podar una estúpida hiedra que crecía y mataba otras plantas del profesor Cementos.
- Buena suerte – le dijo el chico a Bakugou antes de que éste se marchara.
- Tch. - El rubio se alejó por el pasillo con Aizawa.
No había sido una respuesta del todo, pero al menos era mejor que ser ignorado y definitivamente era muuuuuucho mejor que los ocasionales "No me hables" y "Te voy a matar". ¿Un avance? El rubio claramente era testarudo, pero seguramente hasta él se aburría de estar enojado todo el tiempo…
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Bakugou acababa de tener el partido de Quidditch más aburrido de toda su vida. El equipo de Slytherin había perdido a buenos jugadores después de que éstos se habían graduado a finales del año anterior, y ahora no quedaba más que un intento patético de equipo que no había logrado anotar tantos. El único jugador decente que quedaba era Monoma (aunque odiase reconocer que ese imbécil era bueno en algo), el buscador, que de hecho había atrapado la snitch al final del juego, pero por suerte su equipo (y él, principalmente) había anotado más tantos que los ciento cincuenta puntos que entregaba la pequeña pelotita dorada.
Había anotado ciento diez puntos él solo. Sí, había logrado anotar once tiros sin ningún problema. De hecho, casi había sentido lástima por el pobre tipo que habían colocado como guardián en los arcos (aunque no por eso iba a dejar de jugar como siempre lo hacía) porque claramente estaba paralizado por pánico escénico y no fue capaz de parar ningún tiro, ni de él ni de ninguno de los otros cazadores. Tenía que reconocer que el estúpido Deku también había anotado buenos tantos aquella mañana…
Cuando regresó al invernadero para cumplir el castigo se encontró con Kirishima cubierto en rasguños, barro y un poquitito de sangre, y tuvo que aguantarse para no reírse de él. Tenía que mantener la imagen de que estaba enojado hasta el final y ni siquiera ver al tonto Hufflepuff batallando contra hiedra salvaje y agresiva iba a impedirlo.
Se había dado cuenta de que Kirishima llevaba varios sábados intentando hablarle, seguramente para pedirle perdón (basado en esa expresión lastimera y ojos de cachorro que ponía antes de abordarlo) pero no iba a darle en el gusto. Kirishima lo había hecho sentir mal así que no iba a perdonarlo. Punto. Era mejor si el de cabello rojo se sentía mal al respecto.
- ¡Hey, Bakugou! – saludó el chico con la respiración agitada por todo su esfuerzo contra la hiedra. Parecía aliviado después de verlo, probablemente porque le estaba costando trabajo hacer todo solo - ¿Ganaron?
El rubio simplemente gruñó en señal de aprobación, se arremangó las mangas y buscó un par de guantes para ponerse manos a la obra cuando se dio cuenta de que Kirishima no llevaba guantes. No, obviamente el tipo tenía que estar podando la hiedra con sus manos al descubierto, cubierto completamente de heridas. ¿Cómo podía ser tan jodidamente tonto?
¿Y cómo iba a mantener su plan de no hablarle así?
- Oye, pelo puntiagudo.
El de cabello rojo giró su cabeza extremadamente rápido mientras sonreía abiertamente ante el simple hecho de escuchar a Bakugou dirigiéndole la palabra de nuevo, mientras el Gryffindor rodaba los ojos e intentaba no soltar una risa burlesca.
De verdad, ¿cómo iba a mantener su plan de no hablarle así?
- ¿Sí?
- ¿Eres estúpido o algo? Ponte guantes – dijo arrojándole un par -, antes de que te dé un salpullido.
- Ah, eh, sí. Gracias – dijo sonriendo y colocándose los guantes animado por la pequeña interacción.
Ambos chicos retomaron su trabajo y Bakugou comenzó a podar la planta fingiendo que no veía la brillante sonrisa de Kirishima a su lado. Estúpido. ¿De verdad se sentía tan feliz solamente porque le había hablado de nuevo? ¿Cómo alguien podía ser tan sencillo? O complejo, tal vez, porque él no lo entendía… Le costaba comprender que alguien tuviese una reacción como esa solo por cruzar un par de palabras (una de ellas, un insulto) con alguien como él.
Hubiese sido sencillo simplemente olvidar sus deseos de hacer sentir mal al de pelo rojo. Sus castigos hubiesen sido mucho más llevaderos si hubieran conversado, de tanto en tanto, en vez de estar en silencio. Bakugou podía terminar con todo eso hablándole, especialmente porque admitía que ya ni siquiera estaba enojado con Kirishima, que el sujeto ni siquiera le caía mal, pero era tan orgulloso que simplemente…
Justo en ese momento su estómago decidió hablar por él, emitiendo un rugido de hambre que fácilmente pudo haber sido escuchado hasta en la cabaña de Hound Dog. Después del partido se había ido inmediatamente al invernadero en vez de comer algo, y tampoco había alcanzado a desayunar en la mañana por haber tenido que preguntarle a Aizawa si podría jugar o no… Estaba muerto de hambre.
Miró a su lado izquierdo tras sentir un sonido y se encontró con Kirishima aguantando la risa.
- ¿TE PARECE GRACIOSO, PELO DE MIERDA? – preguntó con tono amenazante, y solo empeoró las cosas.
El Hufflepuff comenzó a reírse cada vez más fuerte y relajado, y parecía que si hacía el intento de parar, solo empeoraba las cosas. Comenzó a ponerse rojo, tanto porque estaba enojado como porque le había dado vergüenza, pero Kirishima parecía tener más ganas de reír que de hacerle caso a su advertencia.
- Lo siento – dijo limpiándose las lágrimas desde los bordes de sus ojos -. Tengo comida en mi bolso. ¿Quieres un emparedado?
- NO – respondió cruzándose de brazos -. He visto la comida que comes, es pura basura.
Kirishima también tenía hambre. Se dio cuenta de que había estado podando la hiedra toda la mañana sin parar, sin tomar desayuno y que la hora de almuerzo en el Gran Comedor ya estaría terminando para ese entonces… Supuso que Aizawa no se enojaría si iban a comer algo y luego regresaban para continuar el trabajo…
- ¿Vamos al Gran Comedor? – preguntó y Bakugou lo miró sospechosamente - ¡También tengo hambre!
Finalmente, el rubio suspiró y asintió lentamente.
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Kirishima y Bakugou llegaron al Gran Comedor cuando no quedaba mucho de la hora de almuerzo y les sorprendió encontrar la sala sorprendentemente vacía. Era poco común, considerando que las tardes de sábado la mayoría de los alumnos se quedaba mucho más tiempo en la mesa, sentados, haciendo sobremesa sin ningún apuro antes de regresar a la Sala Común. Más anormal aun considerando que aquella mañana se había jugado el primer partido de Quidditch de la temporada.
¿A dónde estaba todo el mundo?
Bakugou tomó asiento en la mesa de Gryffindor y recién en ese momento Kirishima se dio cuenta del pequeño dilema en el que se encontraba… ¿Iba a ser raro sentarse junto a él o iba a ser más raro aun si se iba hasta el otro lado para sentarse en la mesa de Hufflepuff? ¿Bakugou quería su compañía, o por el contrario, quería estar solo? Es verdad que habían hablado un poco más, pero eso no significaba que todo estuviese solucionado entre ellos…
- ¿Te vas a quedar parado todo el día?
Ok. Eso servía.
El de cabello rojo se sentó junto al rubio en la mesa de Gryffindor y agradeció un poquito que no hubiese demasiado gente para verlo. No quería que nadie se hiciera una idea equivocada ni mucho menos tener que lidiar con Kaminari, histérico, preguntándole por qué o acusándolo de haber cambiado a sus mejores amigos por un Gryffindor psicópata y gruñón.
Se sirvió patatas fritas, carne asada, un huevo frito encima y solo para asegurarse de que no le diera hambre en la tarde, añadió un poco de cebolla frita al costado. Y kétchup. Mucho kétchup.
Bakugou soltó un resoplido burlesco cuando vio su plato.
- ¡Hey, déjame! ¡Ejercito lo suficiente como para quemar las calorías! – pidió fingiendo falsa indignación – No necesito esa mirada juiciosa.
- Primero que nada, qué asco – contestó el rubio -. Segundo, me sorprende que conozcas la palabra "juiciosa".
Esta vez fue Kirishima quien dejó salir una risita burlesca.
- Já, já. Crees que soy estúpido y no sé palabras elegantes – dijo tomando la cuchara para sacar un nuevo puñado de cebolla frita de la fuente, solo que esta vez la colocó en el plato de Bakugou, junto a sus vegetales -. Comer un poco de frituras de vez en cuando no te va a matar.
- ¡¿QUIERES MORIR, PELO PUNTIAGUDO?! – preguntó mirando su propio plato con furia.
- Nah, ya te descubrí. Eres puras amenazas, pero realmente no haces nada ¿verdad?
El Gryffindor levantó la mirada desde su plato para verlo a él ahora, con intenciones asesinas, y Kirishima por un segundo dudó de lo que acababa de decir porque Bakugou se veía como si fuese a lanzarle la cebolla frita por la cabeza en cualquier momento.
- Nunca vuelvas a meter tus manos en mi plato – advirtió como si no hubiera escuchado el comentario anterior -. Además ¿qué tanto ejercitas? Tu puesto en el Quidditch es el que menos se mueve. - Bakugou comenzó a sacar la cebolla de su plato mientras Kirishima se llevaba una mano al pecho, como si estuviese herido.
- ¡Claro que no! ¡Además, vuelo bastante en los entrenamientos! – se defendió – Y para tu información, hago que todo el equipo trote y haga abdominales y lagartijas y—.
- Ya lo sé, Kirishima. Solo estoy tomándote el pelo… – El Hufflepuff nuevamente sonreía como si acabara de recibir la mejor noticia de toda su vida - ¿Qué?
- ¡Me dijiste Kirishima en vez de "Pelo de mierda"! - Bakugou rodó los ojos y enfocó su mirada en su plato nuevamente, incómodo.
Se veía tierno cuando estaba incómodo y sonrojado. Bonito, incluso. Por supuesto, Kirishima sabía de antemano que Bakugou era una persona atractiva y bonita, solamente que le caía tan mal que esa percepción objetiva había desaparecido del mapa hasta que comenzaron a pasar más tiempo juntos…
- No te acostumbres.
- Oye, Bakugou, ¿no crees que es raro que no haya nadie en el comedor?
- Corrieron el torneo a la tarde por el Quidditch – replicó el otro como si fuese obvio.
- ¡Oh, cierto! – Entre el primer partido de la temporada y el hecho de que Bakugou le estuviese hablando se había olvidado por completo que el torneo continuaría en la tarde para no interferir con el deporte.
Vaya, no lo había pensado, pero eso significaba que seguramente Tetsutetsu iba a estar completamente agotado entre una cosa y la otra cuando fuera el turno de Hufflepuff contra Ravenclaw… Y por primera vez agradeció no haber entrado en el torneo. Seguramente hubiese afectado su desempeño en el equipo…
A Hufflepuff le tocaría jugar en dos semanas y no se sentía para nada preparado, pese a entrenar dos veces a la semana después de clases. El equipo de Ravenclaw era probablemente el mejor después del de Gryffindor y el año anterior los habían destrozado sin piedad en la cancha. El recuerdo todavía hacía que Kirishima se sintiera inseguro sobre sus propias habilidades…
- Tu comida se va a enfriar – le recordó Bakugou.
- ¡Ah, sí! – contestó forzando una sonrisa y llevando su tenedor al plato.
Lo mejor sería no seguir pensando en eso.
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Bakugou y Kirishima tuvieron otro castigo en los invernaderos al sábado siguiente. Era exactamente el mismo trabajo, pero en el invernadero 3 en vez del 5… Para ese entonces, los chicos ya conversaban con normalidad, aun si las discusiones no eran muy profundas debido al poco interés de Bakugou en hablar, pero aun así era un avance.
En realidad, Bakugou no quería hablarle a Kirishima, según se seguía repitiendo a sí mismo. Pero a esas alturas, o lo hacía o el de cabello rojo se iba a terminar matando en alguno de los castigos. El Gryffindor se preguntaba cómo su compañero había logrado sobrevivir solo durante seis años, si él, que recién lo conocía, tenía que estarle diciendo constantemente "ten cuidado con eso", "tu poción te va a explotar en la cara" e incluso "come tu comida antes de que se enfríe". ¡Era un desastre de persona!
Y lo peor de todo era que el otro le respondía a todos esos comentarios escuetos con una sonrisa ridículamente feliz y brillante. ¿Eran todos los Hufflepuff así o era solo Kirishima? ¿O así eran todas las personas normales, diferentes de él? Fuese como fuese, tenía que reconocer que estaba empezando a desarrollar una especie de afecto por Kirishima y su "idiotez" (buena naturaleza).
- ¿Puedes, por el amor de Dios, ponerte los malditos guantes protectores? – pidió como por octava vez esa mañana – Me tienes enfermo de los nervios.
- ¡Da igual! ¡Mis manos son duras, mira! – dijo mostrándoselas y haciéndolas chocar entre ellas – No me molestan las espinas de la hiedra.
- Te va a dar un salpullido – advirtió restregándose los ojos con poca paciencia -. ¿Quieres terminar en la enfermería de nuevo? Como quieras.
- Aaaww, Bakugou, ¿estás preocupado por mí?
- ¡CLARO QUE NO! ¡Te odio!
- D-de… ¿De verdad? – Kirishima se desinfló a su lado, fijando su mirada en el suelo y perdiendo inmediatamente su sonrisa para ser remplazada por una expresión triste e incómoda.
Mierda, Bakugou solo estaba bromeando. Nunca pensó que se lo iba a tomar en serio y en ningún momento había querido hacerlo sentir mal, pero ahora lucía como si se fuese a largar a llorar. ¡Era la peor forma de descubrir que ese tipo de bromas quedaban descartadas con Kirishima!
- No, no… Escucha – comenzó a aclarar, pero el Hufflepuff lo interrumpió.
- ¡Bakugou, lo siento! ¡No sabía que habías hecho la poción por mí! – exclamó con sus puños apretados y sin dejar de mirar el suelo - ¡Si lo hubiese sabido nunca te hubiera dicho eso!
- Hey, pelo de mierda—.
- ¡Kaminari me dijo que ya habías saboteado pociones antes y pensé que por tú culpa había explotado mi caldero!
- ¿Qué?
- ¡Lo siento, de verdad lo siento! Pensé que eras una mala persona, pero me equivoqué.
- ¿Puedes calmarte por un segundo? – preguntó rodando los ojos – Estaba bromeando. No te odio, tonto.
- ¿No? – preguntó levantando su mirada por primera vez.
Bakugou no pudo evitar rodar los ojos y reírse después de ver su expresión ligeramente esperanzada. Era… Extraño. Era completamente inusual que alguien se esforzara tanto por agradarle. Definitivamente no estaba acostumbrado a la sensación de importarle a alguien ni de que uno de sus habituales "te odio" provocaran esa reacción (ejemplo número uno, Deku, que ni se inmutaba cada vez que se lo decía y seguía molestándolo).
- ¡No! – Se giró para seguir podando la hiedra. Tener esa conversación cara a cara era demasiado incómodo – Da lo mismo. No tenías cómo saber lo de la poción.
- Sí, pero Kaminari dijo que una vez se lo hiciste a Monoma—.
- DA LO MISMO – repitió, esta vez más tajante.
Kirishima no quiso seguir insistiendo y también se giró para continuar su trabajo. De alguna forma volvieron al mismo silencio tenso e incómodo con el que lidiaban cuando aun no hablaban, solamente que ahora era peor porque Bakugou sabía que el Hufflepuff quería seguir pidiéndole perdón o algo por el estilo.
- El imbécil de Slytherin inventó eso – aclaró después de un rato.
- ¿En serio?
- Pero, de todas formas, te equivocaste – gruñó -. Sí soy una mala persona.
- Yo no lo creo.
- Sí, bueno, no me conoces tanto.
Continuaron trabajando en silencio por el resto del castigo, salvo un par de veces que Bakugou interrumpió para pedirle que se pusiera los malditos guantes.
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Las cosas se pusieron raras el viernes.
Al día siguiente, Kirishima tendría que enfrentar a Ravenclaw en la cancha de Quidditch y todos sus demonios internos con los que cargaba del año anterior, cuando su equipo había perdido de forma desastrosa y él no había sido capaz de detener un solo tiro del equipo rival. El único motivo por el que no había renunciado inmediatamente, el año anterior, fue porque Tetsutetsu había insistido hasta convencerlo de que no era su culpa, de que todos tenían que mejorar y entrenar más para que no volviese a ocurrir al año siguiente.
Habían entrenado bastante y Tetsutetsu le había dicho que el equipo estaba mejor que nunca. Era verdad, no le cabía duda que sus compañeros iban a dar una buena batalla al día siguiente… Pero no estaba tan seguro de sí mismo como del resto. No cuando la canción que todo el público de Ravenclaw le había coreado para burlarse de él durante el partido todavía resonaba en su cabeza de tanto en tanto.
Necesitaba pensar sin que Kaminari, Sero y Ashido interrumpieran. Amaba a sus amigos y eran los mejores amigos que podía tener, pero ninguno de ellos entendía bien su inseguridad, su falta de confianza. Intentaban subirle el ánimo asegurándole que todo estaría bien, pero se sentían como palabras vacías, como si solo lo hicieran para que dejara de estar triste. No lo convencían de nada.
El castillo ya estaba completamente cubierto por el espíritu navideño. Noviembre se acercaba a su final y se notaba con los pinos navideños en el Gran Comedor, las decoraciones festivas, los villancicos, los alumnos hablando sobre dónde pasar las fiestas. Era la época favorita de Kirishima, pero estaba nervioso y como no tenía ganas de arruinarle el animo a nadie, en vez de almorzar dentro, terminó sentado en la orilla del lado, solo.
- ¿Me estás siguiendo?
El chico saltó en su lugar, sobresaltado, más que nada por la inesperada interrupción que otra cosa, pero esa era la inconfundible voz rasposa y malhumorada de Bakugou. Sonrió ligeramente antes de girarse para verlo sentado a unos metros de él, almorzando solo debajo de un árbol, y de alguna forma sintió que la presencia del rubio era justo lo que necesitaba en ese momento.
- Así que aquí es donde te escondes todos los días.
- ¿Hay algún motivo por el que luces como si el mundo se fuera a acabar? – preguntó levantando una ceja desde su lugar.
- Nada. No pasa nada.
- Bueno, como quieras. No me cuentes.
Kirishima dejó salir un largo suspiro.
Era tan poco masculino de su parte sentirse así, ¿cómo se lo iba a contar? Especialmente a Bakugou, que era todo lo contrario, que era uno de los mejores jugadores de Quidditch de todo Hogwarts, que podía anotar tantos tiros en un partido él solo y que seguramente nunca había experimentado lo que era la falta de confianza que él estaba sintiendo, porque era demasiado determinado, fuerte y valiente como para caer en eso.
- Te ves raro así – continuó -, estoy acostumbrado a ver esa sonrisa estúpida todo el tiempo.
- Estoy… Preocupado por mañana – terminó por reconocer. Respiró hondo y decidió seguir… Después de todo, Bakugou ya era su amigo, ¿no? Y aunque fuese vergonzoso y poco masculino, seguramente no iba a juzgarlo -. ¿Viste el partido de Hufflepuff contra Ravenclaw el año pasado?
- Sí. El partido donde no atajaste ningún tiro – dijo directamente. Pero antes de darle tiempo a Kirishima de revolcarse en su propia miseria, como sabía que iba a hacer, continuó -: Eres el mejor guardián de las cuatro casas.
- ¿Eh? No, solamente lo estás diciendo porque—.
- No digo cosas en las que no creo – aclaró inmediatamente -. ¿Crees que te estoy mintiendo? No soy falso como la mitad de los aduladores de este castillo.
- ¡No, lo sé! Pero quieres hacerme sentir mejor y—.
- Estoy hablando de un hecho objetivo – interrumpió – Eres el mejor guardián que hay en Hogwarts actualmente y lo sé porque eres el único que es capaz de detener mis mejores tiros.
- ¿De verdad?
- ¡Sí, pelo de mierda! – dijo exasperado – Literalmente he visto a guardianes quebrándose los dedos intentando atajar mis tiros, pero tú los detienes sin importar cuánta fuerza le ponga. Además, eres rápido y tienes buenos reflejos, así que deja de hablar mierda de ti mismo. Todo el mundo tiene días malos, partidos malos, entrenamientos malos. ¿Vas a llorar cada vez que pase?
- No, pero—.
- ¿No deberías esforzarte más? ¿Quieres ganarles a los hijos de puta de Ravenclaw? Entonces hazlo y deja de quejarte.
Terminó su discurso con el ceño fruncido, enojado como si hubiesen estado hablando mal de él en vez de otra persona, y su atención regresó a su almuerzo como si nada.
Era diferente a las palabras que hubiese obtenido de Kaminari o de Ashido. Más directas, más duras, era como si Bakugou no le diera la opción de caer en el espiral de autocompasión en el que estaba, desafiándolo a ser mejor que eso, a simplemente demostrar que era un buen guardián y ganar... No era tan sencillo como llegar y hacerlo, pero era un comienzo…
- ¿De verdad crees que soy el mejor guardián en Hogwarts?
- SÍ. No me hagas repetirlo o voy a cambiar de parecer – dijo en un gruñido -, y deja de poner esa cara triste, me distraes.
Ante eso, no pudo evitar reír.
Se puso de pie exclusivamente para moverse hacia donde estaba el rubio y se dejó caer a un lado de él, sacando su emparedado de carne para almorzar.
Tenía que admitir que su animo había cambiado rotundamente después de escuchar esos cumplidos viniendo de alguien como Bakugou, honesto, que no buscaba agradar a la gente… Alguien que además era su rival en la cancha. De hecho, cobraba mucho más significado desde el punto de vista de alguien que jugaba contra él, a diferencia de Tetsutetsu que era su compañero de curso y de equipo.
No pudo evitar mirarlo de reojo, comiendo su almuerzo tranquilo y todavía con el ceño fruncido. ¿Por qué almorzaba solo en el jardín cuando hacía tanto frío en vez del Gran Comedor que era calientito y animado? Era un enigma.
Era un buen amigo, también. Era reciente y quizás no habían tenido tantas conversaciones profundas, o no eran tan libres y despreocupadas como con sus amigos de Hufflepuff, pero sabía en su interior que el rubio era una buena persona y que se estaba esforzando por armar esa relación con él. Una relación que al menos él no veía que tuviera con nadie más, porque según había notado, Bakugou no tenía muchos amigos… Sí, quizás tendía a estar rodeado de gente a veces, pero como el mismo Bakugou había dicho un poco antes, eran aduladores.
Al final del día, Bakugou era una persona solitaria pero que se preocupaba por él lo suficiente como para pedirle varias veces que cuidara sus manos poniéndose guantes. Incluso cuando aun no hablaban ni se conocían, en el primer castigo, se había preocupado por él lo suficiente para cubrirlo con su poción y hacerla por él.
Pero de alguna forma, Bakugou creía que era una mala persona. ¿Por qué tenía ese concepto de sí mismo? A él le habían bastado nada más un par de sábados para darse cuenta de que no era así, ¿por qué el rubio no se podía ver de la forma en la que él lo veía? Con su determinación admirable, sus habilidades naturales para todo, su talento para el Quidditch, la incomodidad y la vergüenza con la que se preocupaba por él, fingiendo que no lo hacía… Sentía que su corazón se volvía más cálido cuando pensaba en eso.
Y de pronto se dio cuenta.
Bakugou le gustaba.
No sabía por qué ni le interesaba racionalizarlo, porque le bastaba con sentirlo cada vez que se alegraba al verlo, cuando consideraba prácticamente un logro personal que el rubio no rechazara su amistad, cuando Bakugou solo tenía buenas cosas que decir sobre él aunque lo expresara de forma dura y con insultos. Su corazón palpitaba más rápido cuando estaba con él y su estómago se llenaba de mariposas.
De alguna forma sabía que todo ello era inevitable desde el momento en que Ashido lo había molestado, semanas antes durante un almuerzo. Ya en ese entonces pensaba demasiado en él y lo buscaba, obsesionado con la idea de pedirle perdón para que de alguna forma terminaran hablando.
Y luego, conociéndolo poco a poco, lentamente, comenzando a desarmar las paredes que el rubio había puesto a su alrededor, se había dado cuenta de que no había nada de Bakugou que no le gustara, salvo la soledad y el autodesprecio que sentía por él mismo. Quería quedarse con él. Quería acercarse más a él. Quería ser digno de esa amistad, aunque tuviese que esconder sus sentimientos.
- Kirishima.
- ¿Sí?
- Gana mañana.
.
.
.
Hufflepuff le ganó a Ravenclaw por primera vez en cinco años, y Kirishima atrapó casi todos los tantos. Casi todos, se le pasaron solo dos. El hecho de que Ravenclaw no pudiera hacer más de veinte puntos en todo el partido era para ellos prácticamente igual o peor que la derrota que habían sufrido ellos el año anterior, así que se podía decir con seguridad que había dado vuelta las tablas. Y él, particularmente, había jugado un rol principal en eso.
Tetsutetsu lo levantó sobre sus hombros durante la celebración que se llevó a cabo en la sala común de Hufflepuff, todos tratándolo como la figura del partido, pero no había nadie que estuviese más feliz y orgulloso de sí mismo que el propio Kirishima. Se sentía como si hubiese mirado su peor miedo a los ojos para enfrentarlo, derrotándolo para siempre; era un logro que no podía compartir con muchas personas porque nadie dimensionaba el terror que le tenía Kirishima a su propio fracaso y a la inseguridad que a veces lo paralizaba por completo, al punto de evitar intentar algo nuevo.
Bebió cerveza de mantequilla hasta el cansancio junto a sus amigos, haciendo brindis, bromeando, jugando frente al calor de la chimenea encendida. Estaba lloviendo a fuera y no había nada más acogedor que encontrarse rodeado de las personas que más le importaban, celebrando junto al fuego, después de una victoria maravillosa. Pero le faltaba alguien importante.
Kirishima no iba a negar que estaba un poco ebrio y eso hacía que se pusiera un poco testarudo y malcriado. Por suerte Ashido estaba ahí para detenerlo.
- Pero quiero ir a buscar a Bakugou.
- Shh, Kirishima – la chica prácticamente lo arrastró a un rincón para que nadie más lo escuchara -. No es el lugar para que andes diciéndolo.
- Siempre supiste que me gustaba.
- Bueno, eres la persona más obvia del mundo, y por eso mismo tengo que detenerte – dijo colocando sus manos en su cintura -. Estás ebrio… No puedes hablar con Bakugou ahora o vas a avergonzarte a ti mismo.
- Solo quiero preguntarle si vio el partido.
- Por favor – pidió Ashido, cada vez más nerviosa -. Vamos a prepararte un café.
- ¡Voy a ir!
- Kirishima – dijo seria esta vez -. Es Bakugou. No sé por qué lo tienes en un pedestal, pero ese tipo es cruel y amargado y estoy segura de que no va a reaccionar bien si le dices algo, ¡especialmente ebrio! Vas a salir dañado. Por favor, solo te pido que lo pienses.
- ¡Pero si solo le voy a preguntar si vio el partido!
No había forma de detenerlo cuando algo se le metía en la cabeza y mucho menos cuando estaba ebrio e incapaz de pensar con la cabeza. El alcohol siempre lo volvía demasiado desvergonzado y descarado, como si nada pudiese salirle mal (aunque su historial de borracheras dijera lo contrario). Ashido no pudo evitar que el de cabello rojo se escabullera entre la multitud que continuaba celebrando y saliera de la sala común de Hufflepuff.
Cuarenta minutos después y sin encontrarlo, Kirishima comenzó a preguntarse dónde estaría Bakugou, ¿quizás mirando el torneo? No, no, no, aquella tarde la habían dado libre y retomarían a la siguiente así que no podía ser ahí. Quizás estaría en la sala común de Gryffindor y si era el caso, ahí no podía entrar. O tal vez estaba en…
Mierda.
El castigo. ¡Se le había olvidado por completo! A diferencia de sus amigos, él no podía ir a celebrar, tenía que regresar a cumplir con su castigo como cualquier otro día sábado. Aizawa les había dicho que el castigo aquella tarde consistiría en pulir las estatuas de la sala de trofeos del tercer piso. ¡Eso significaba que Bakugou había estado sacándole brillo a los trofeos toda la mañana y prácticamente toda la tarde solo!
Corrió a toda velocidad por los pasillos y escaleras, saltándose escalones mientras estas se movían de un lado a otro, todo para llegar antes de que el rubio se fuera, y explicarle que no lo había dejado solo apropósito, que se le había olvidado entre tanta cosa que ocurría a su alrededor por la emoción de haberle ganado a Ravenclaw.
No se iba a enojar con él de nuevo, ¿verdad? ¿Iba a entenderlo?
Cuando finalmente llegó y abrió la puerta para ir hasta donde se encontraban las vitrinas, divisó el cabello rubio ceniza del Gryffindor a varios metros de distancia, sentado en el suelo puliendo algunas copas, y el corazón comenzó a latirle con fuerzas, sin saber si era por lo mucho que le gustaba el rubio o por el miedo de que éste volviese a dejar de hablarle.
- ¡Bakugou! – llamó mientras caminaba a pasado decidido hacia él, que no levantó la mirada del suelo ni le respondió el saludo -. ¡Lo siento, lo siento, lo siento! ¡Se me olvidó por completo después del partido!
- ¿Estás ebrio?
- ¿Qué? Eh, no. Un poco. Celebramos con unas cervezas de mantequilla y—.
- Entonces ganaron.
- ¡Sí! Fue mi mejor partido hasta ahora, desearía que lo hubieras visto – dijo tomando asiento junto a él -. No estás enojado, ¿verdad?
- Da igual – murmuró – Celebrar es mucho más entretenido que un castigo obligado conmigo.
- ¡No! – aclaró rápidamente - ¡Simplemente lo olvidé!
Bakugou simplemente levantó una ceja, incrédulo, y procedió a pasarle un paño y una poción especial para sacarle brillo a los trofeos, copas y armaduras del lugar, antes de seguir haciéndolo él. Kirishima quería decirle que no, que de hecho era todo lo contrario, que le hubiese encantado celebrar también con él, que había salido a buscarlo para contarle y pasar más tiempo juntos antes de recordar que debía estar castigado en ese mismo instante, que no había dejado de pensar en él durante toda la tarde.
Pero ¿cómo podía decirle algo así de la nada sin hacer que el rubio saliera corriendo?
- Me gusta pasar tiempo contigo – dijo tan despacio que fue casi como un susurro -. Hace tiempo que no se siente como un castigo…
De hecho, tenía que darle las gracias a Aizawa.
Gracias a Aizawa porque sin esos estúpidos castigos en ningún momento hubiese podido conocer bien a Bakugou y acercarse a él. Hubiera, por el contrario, seguido creyendo lo peor del rubio, odiándolo sin ningún sentido y quizás se hubieran graduado de esa forma, sin nunca cruzarse más allá de comentarios antipáticos en clase o rivalidad en los partidos de Quidditch.
Bakugou levantó su cabeza ligeramente para verlo por primera vez aquella tarde, sin decir nada, pero con la mirada interrogante, como queriendo preguntarle de qué estaba hablando o si hablaba en serio. Como si no fuera cierto que no le molestaba estar castigado con él que celebrando con sus amigos, bebiendo cerveza de mantequilla…
Abrió la boca para reafirmarlo, cuando sintió una voz por encima de sus cabezas.
- ¿Qué está pasando aquí?
Mineta, el poltergeist del castillo volaba y giraba sobre sus cabezas. Normalmente la criatura estaría levantándole la falda a alguna alumna, porque era un degenerado, o llevando bombitas de agua para lanzárselas a los estudiantes por la cabeza, o haciendo cualquier travesura desagradable. Pero ahora traía una expresión inocente, y eso era peor.
- ¿Qué mierda quieres? – preguntó Bakugou en tono amenazante.
- Ustedes dos… - dijo lentamente mientras sacaba algo de uno de sus bolsillos.
- ¿Nosotros qué? – preguntó Kirishima, esperando que en cualquier momento el poltergeist hiciera algo malo.
Y lo hizo. De pronto sacó unas hojas de muérdago y las hizo flotar sobre las cabezas de ambos chicos.
- Se tienen que besar.
- Vete a la mierda – lo ignoró Bakugou, haciendo un gesto de desprecio con su mano.
El poltergeist se rio y negó con la cabeza, moviendo el muérdago sobre sus cabezas sugerentemente. En ese momento, Bakugou intentó ponerse de pie para ponerse a discutir en serio con la criatura, perdiendo la paciencia, cuando se dio cuenta de que no podía. Kirishima también probó, solo para darse cuenta de que ambos chicos estaban atrapados entre medio de paredes invisibles.
- Si quieren salir, tienen que hacerlo.
Ambos chicos compartieron una mirada rápida e incómoda que solo duró una fracción de segundo antes de, no muy disimuladamente, desviarla hacia otro lado, con sus rostros completamente rojos por la vergüenza al darse cuenta de que estaban atrapados a menos que realmente se besaran…
El corazón de Kirishima comenzó a latir a mil por hora, nervioso pero también ansioso por la expectativa de besar al chico que le gustaba bajo una excusa. No era el escenario más agradable, mucho menos para dar su primer beso en la vida, pero… Al mismo tiempo, ¡podría besar a Bakugou!
Si es que el rubio quería…
Volvió a mirarlo y lo encontró intranquilo como él, ruborizado, prácticamente tieso en su lugar y como si su cabeza estuviese haciendo cortocircuito.
- Te voy a matar… - terminó por decirle a Mineta, que solo rio y le recordó que era un poltergeist.
- Está bien, no tenemos que hacerlo – aseguró el de cabello rojo. Por mucho que quisiera aprovechar la oportunidad, tampoco lo llenaba de ilusión hacerlo contra la voluntad de Bakugou…
- No saldrán de aquí entonces – dijo Mineta.
- Argh, hijo de puta… - gruñó Bakugou entre dientes -. Como sea. Hagámoslo.
- ¿Qué? ¿De verdad? – preguntó Kirishima, sorprendido y cada vez más nervioso, sintiendo como el corazón estaba prácticamente martillándole el pecho.
- Mira, entiendo que no quieras hacerlo, pero—.
Bakugou había comenzado a hablar en ese mismo tono auto despreciativo que él tanto odiaba, seguramente creyendo que para Kirishima sería un martirio tener que besarlo nada más para que Mineta se dejara de molestar, y tal vez fuese porque estaba ebrio debido a la cerveza de mantequilla, o quizás por la euforia que le había provocado ganar el partido, o simplemente porque el rubio le gustaba demasiado a esas alturas, pero no pudo evitarlo.
- Sí quiero hacerlo – aseguró serio. Tan serio que hasta Mineta entendió todo, soltando una carcajada.
- ¡¿QUÉ?! – gritó girando sobre su eje - ¡A KIRISHIMA LE GUSTA BAKUGOU!
- ¿Qué? – Bakugou también le preguntó, impactado e incómodo.
- No… Sí. Quiero decir… – balbuceó el de cabello rojo, antes de lanzar un largo suspiro para intentar serenarse a sí mismo. No lo pensó dos veces, sabiendo que lo único que quedaba por hacer era reconocerlo de la forma más masculina posible e intentar que esa conversación no terminara por arruinar más aun las cosas… - Sí. Bakugou, me gustas. Y mucho. De hecho, creo… Creo que me estoy enamorando de ti.
Hubo aproximadamente cinco segundos de completo silencio, como si la escena completa se hubiera quedado muda, antes de que los dos chicos prácticamente se sobresaltaran en su lugar por una carcajada histérica del poltergeist sobre ellos, seguida de más gritos de "¡A KIRISHIMA LE GUSTA BAKUGOU!".
Si no hubiera existido aquella pared invisible manteniéndolos atrapados, Kirishima felizmente se hubiese puesto de pie para intentar hacerlo callar bruscamente, y por la expresión del rubio, éste claramente estaba pensando en algo similar…
Era casi imposible definir la expresión de Bakugou. Por un lado, lucía tan furioso como siempre… Pero al mismo tiempo, estaba ruborizado hasta las orejas, y se veía como si estuviera demasiado sorprendido como para salir con alguna respuesta sarcástica, abriendo y cerrando la boca un par de veces, haciendo que Kirishima se pusiera aún más nervioso.
- Por favor, dime algo – pidió.
- Yo…
- ¡A KIRISHIMA LE GUSTA BAKUGOU!
- Estás ebrio – recordó Bakugou de pronto.
- No tiene nada que ver con estar ebrio, es—.
- ¡A KIRISHIMA LE GUSTA BAKUGOU!
- ¿Tú y cara de burro hicieron…? – Una apuesta, o algo por el estilo, iba a preguntar, y Kirishima nunca había tenido más ganas de besar a alguien solo para demostrarle sus sentimientos y reafirmar que eran reales, que no estaba mintiendo, que no era una jugarreta ni nada por el estilo.
- ¡A KIRISHIMA LE GUSTA BAKUGOU! ¡A KIRISHIMA LE GUSTA BAKUGOU! ¡A KIRISHIMA LE GUSTA BAKUGOU!
Justo cuando Kirishima iba a acercarse a Bakugou para besarlo – lamentando esa estúpida circunstancia con Mineta involucrado – el rubio terminó por perder la paciencia, sacó su varita y provocó la explosión más potente que le hubieran visto conjurar a la fecha. Si es que existía una pared invisible, claramente la fuerza de la explosión la había terminado por destruir, o hacer desaparecer, dejándole el camino despejado a Bakugou para ponerse de pie y comenzar a marcharse, molesto y avergonzado.
- ¡Bakugou, espera! – pidió Kirishima, viendo como el Gryffindor se alejaba sin responderle.
Miró asesinamente al poltergeist, que seguía gritando y haciendo escándalo, quien simplemente lo miró y se encogió de hombros.
- Oops – dijo provocadoramente, mientras Kirishima se quedaba sentado en medio del pasillo de piedra, y colocaba su cara entre sus manos, recordando las advertencias que Ashido le había dado.
