Holaaaaaaaaaaaaaaaas! como tan? espero ke bien, bueno aki les traigo el capitulo 1 de esta adaptacion, Como ya saben la idea no me pertenece, ni tampoco los personajes de Rurouni kenshin, yo solo puse la novela, y los eprsonajes de nuestra amada serie en la juguera y los mescle kedando esta tan ninda obra o
Como se daran cuenta las personalidades de nuestros protagonistas estan cambiadas, asi ke no se me asusten :P
Bueno sin mas ke decir... las dejo con el fics...
La hermana de Hielo.
Capitulo 1.
Mayo 1892
Kaoru Kamiya recorrió a pie la calle y media de distancia hasta su casa lo más tranquila que pudo. Se detuvo frente a una casa de tres pisos de ladrillo rojo y estilo victoriano que en el pueblo llamaban la Mansión Kamiya. Se arregló el cabello y la ropa y subió las escaleras.
Mientras dejaba el parasol en el paragüero de porcelana que estaba en el vestíbulo, oyó que su padrastro estaba regañando a su hermana.
Megumi Kamiya, la hermana gemela de Kaoru, miró al hombre que era unos centímetros más bajo que ella, aunque robusto como una piedra.
— ¿Y desde cuándo es esta su casa? Mi padre...
Kaoru se acercó a la sala y se interpuso entre su hermana y su padrastro.
— ¿No es hora de cenar? Tal vez debiéramos entrar — miró a su hermana con ojos implorantes.
Megumi se volvió y se alejó, furiosa. Hajime tomó a Kaoru por el brazo y la condujo hacia el comedor.
— Por lo menos tengo una hija decente...
Kaoru parpadeó al oír el tan conocido comentario. Odiaba que la compararan con Megumi, y peor aún, cuando era la ganadora.
Acababan de sentarse frente a la enorme mesa de caoba, puesta con la mejor porcelana y cristalería, Hajime ubicado en la cabecera, Tokio Saito frente a él y cada hermana en uno de los costados, cuando comenzó otra vez.
— Tendrías que pensar en hacer algo para complacer a tu madre — dijo Hajime echando un vistazo a Megumi mientras ponían un trozo de carne de cinco kilos delante de él. Tomó los utensilios para cortar y agregó — ¿Eres tan egoísta que no te preocupas por nadie¿Acaso tu madre no significa nada para ti?
Megumi apretó los dientes y miró a su madre. Tokio era como una copia envejecida de sus hermosas hijas. Era obvio que el entusiasmo que una vez había tenido había desaparecido o estaba profundamente enterrado.
— Madre — replicó Megumi — ¿quieres que regrese a Chandler, que me case con un banquero gordo, tenga una docena de hijos y abandone la medicina?
Tokio sonrió a su hija mientras se servía una porción de la fuente de berenjenas que le ofrecía la criada.
— Quiero que seas feliz, querida, y eres muy noble al preocuparte por salvar la vida de los demás.
Megumi se volvió con una mirada triunfante hacia su padrastro.
— Kaoru renunció a su vida para complacerlo. ¿Eso no es suficiente¿Quiere ver cómo me destruyo yo también?
— ¡Kaoru! — gritó Hajime asiendo con fuerza la trincheta — ¿Vas a permitir que tu hermana hable de ese modo?
Kaoru miró a Megumi y luego a su padrastro. No quería ponerse del lado de ninguno de los dos. Cuando Megumi regresara a Pensilvania después de la boda, ella tendría que quedarse allí, con su padrastro. Se alegró cuando la criada anunció la llegada del doctor Sanosuke Sagara.
Kaoru se puso de pie de inmediato.
— Susan — dijo a la criada — , pon otro plato en la mesa.
Sanosuke entro en la habitación con pasos seguros. Era alto, esbelto, de cabello castaño y tez un poco morena y muy, muy apuesto. Tenía hermosos ojos castaños y un aire de seguridad que hacía que las mujeres se detuvieran en la calle para mirarlo. Saludó al señor y la señora Saito
Se acercó hasta Kaoru y la besó ligeramente en la mejilla. Besar a una mujer en público, incluso a la esposa o prometida, era un atrevimiento, pero Sanosuke tenía una manera de hacer las cosas que le permitía tomarse atribuciones que otros hombres no podían pretender.
— ¿Cenarás con nosotros?—le preguntó Kaoru con educación, indicándole el lugar junto a ella.
— Ya he cenado, gracias, pero quizás os acompañe con una taza de café. Buenas noches, Megumi — saludó mientras se sentaba frente a ella.
Megumi lo miró y no dijo nada.
— Megumi, contéstale al doctor Sanosuke tal como se debe — ordenó Saito (Si hasta mi se me hace extraño ke sano sea medico pero ya ke va, asi estoy adaptando la historia jojojo) .
— Está bien, señor Saito — afirmó Sanosuke mirando a Megumi sorprendido. Luego se dirigió a Kaoru — Pareces una novia.
— ¡Novia! — exclamó Megumi poniéndose de pie. Se volvió y salió corriendo de la habitación.
— Qué significa... — comenzó a decir Saito, dejando el tenedor para incorporarse.
Kaoru lo detuvo a tiempo.
— Por favor, no. Hay algo que le molesta. Quizás echa de menos a sus amigos de Pensilvania. Sanosuke¿no querías hablarme de la boda¿Podemos salir ahora?
— Por supuesto. — Sanosuke la escoltó en silencio hasta su coche, azuzó el caballo para que el animal echara a andar, tomó la calle Dos y se detuvo en uno de los tantos lugares desiertos de Chandler. Comenzaba a oscurecer y el aire de la montaña era cada vez más frío. Kaoru se acomodó en un rincón del carruaje.
— Ahora explícame qué sucede — le preguntó mientras ataba las riendas del caballo y ponía el freno — . Me parece que tú estás tan molesta como Megumi.
Kaoru tuvo que luchar por contener las lágrimas. Se sentía agradecida de poder estar a solas con Sano. Era tan familiar, tan seguro. Era un oasis de cordura en su vida.
— Es por el señor Saito, siempre está discutiendo con Megumi, diciéndole que no es buena para nada, que debe dejar la medicina e instalarse en Chandler. Y siempre la compara conmigo recordándole cuán perfecta soy yo.
— Ah, corazón — murmuró él mientras la abrazaba — tú sí que eres perfecta. Eres dulce, tierna, dócil
— ¡Dócil! — exclamó Kaoru apartándose — . ¿Quieres decir manejable?
— No — respondió Sano sonriéndole — . Sólo digo que eres una mujer muy hermosa y dulce, y me parece correcto que te preocupes por tu hermana. Pero también pienso que Megumi tendría que estar preparada para recibir críticas si desea ser médica.
— Entonces tú piensas que no debe renunciar a la medicina¿no es así?
— No tengo la menor idea de lo que ella debe hacer. No es mi responsabilidad — volvió a abrazarla — . ¿Pero por qué hablamos de Megumi? Nosotros tenemos nuestras propias vidas que vivir.
Mientras hablaba, la abrazó con más fuerza y comenzó a mordisquearle la oreja.
Esta era la parte que Kaoru más odiaba. Era tan fácil estar con Sano, lo conocía tanto. Además, habían sido "pareja" desde que ella tenía seis años y él doce. Ahora, a los veintidós, pasaba gran parte de su tiempo en compañía de Sanosuke Sagara. Lo único que había hecho durante toda su vida era prepararse para el día en que se convertiría en la esposa de Sano.
Pero desde hacía unos meses, después de regresar de su viaje de estudios en Europa, él había comenzado con esos besuqueos en el asiento posterior del coche. Y lo único que ella había sentido era que deseaba que él dejara de manosearla. Entonces Sano la llamaba "princesa de hielo" y la llevaba furioso a su casa.
Kaoru sabía que supuestamente tenía que reaccionar ante las caricias de Sano, pero no sentía nada cuando él la tocaba. Muchas veces había llorado angustiada hasta quedarse dormida. No podía amar a otra persona más de lo que amaba a Sanosuke, pero sus caricias no la excitaban.
Sano pareció adivinar lo que Kaoru estaba pensando y se apartó indignado.
— Faltan menos de tres semanas — dijo la joven con un nudo en la garganta — . Dentro de poco estaremos casados.
— ¿Y luego qué? — preguntó Sano — . ¿La princesa de hielo se derretirá?
— Eso espero — susurró Kaoru — . Nadie lo desea más que yo.
Permanecieron en silencio un momento.
— ¿Estas lista para la recepción de mañana, en casa del gobernador? — le preguntó Sano mientras encendía un cigarro.
Kaoru sonrió temblorosa. Los primeros minutos después de haberlo rechazado eran los peores.
— Mi vestido ya está planchado y listo para ponérmelo.
— El gobernador quedará encantado contigo¿sabes? — Sano le sonrió, pero Kaoru sintió que era una sonrisa forzada — . Un día tendré la esposa más hermosa de todo el estado.
Ella trató de relajarse. En la recepción del gobernador se sentiría segura. Estaba entrenada para ello. Quizá debería haber hecho un curso sobre cómo no ser una esposa frígida. Sabía que algunos hombres pensaban que las esposas no debían disfrutar del sexo, pero también sabía que Sanosuke era diferente de los demás. El le había explicado que esperaba que ella lo disfrutara, y Kaoru le había prometido que lo haría, pero siempre se sentía molesta cuando él la besaba.
— Tengo que ir a la ciudad mañana — le dijo interrumpiendo sus pensamientos — . ¿Quieres venir?
— Oh, me encantaría. Megumi quería pasar por la oficina de periódicos. Creo que alguien le ha enviado una revista médica desde Nueva York.
Kaoru se reclinó en el asiento mientras Sanosuke ponía en movimiento el coche, y se preguntó qué pensaría él si supera que su "dócil" prometida hacía algo ilegal una vez a la semana.
Megumi estaba recostada en la cama con las piernas un tanto separadas, lo que permitía ver los pantalones turcos que llevaba. Su habitación, en tonos azules y blancos, quedaba en el tercer piso de la casa y desde su ventana se divisaba el Pico Ayers. Antes había tenido una habitación en el segundo piso, pero cuando dejó Chandler, a los doce años, Tokio quedó embarazada y el señor Saito transformó el cuarto de Megumi para el nuevo bebé. Tokio perdió el bebé y ahora el cuarto estaba vació lleno de muñecas y soldaditos que había comprado Saito.
— No veo por qué tenemos que ir con Sanosuke — dijo Megumi a Kaoru, que estaba sentada en una silla de brocado blanco — . Hace años que no nos vemos y ahora tengo que compartirte.
Kaoru sonrió con timidez.
— Fue Sanosuke quien nos invitó a acompañarlo. A veces creo que no te gusta. Pero me parece imposible; es amable y considerado y tiene una buena posición en la comunidad y...
— ¡Y te posee por completo! — explotó Megumi saltando de la cama — . ¿No te das cuenta de que en el colegio trabajé con mujeres como tú, mujeres tan infelices que sólo intentaban suicidarse?
— ¿Suicidarse? Megumi, no tengo la menor idea de lo que estás hablando. No tengo intenciones de matarme.
— Kaoru — dijo Megumi con tono tranquilo — , me gustaría que pudieses ver lo mucho que has cambiado. Antes solías reír y ahora estás siempre distante. Comprendo que hayas tenido que adaptarte a Saito, pero ¿por qué has elegido casarte con un hombre como él?
Kaoru se puso de pie y se apoyó con una mano sobre el vestidor de Megumi.
— Sanosuke no es como el señor Saito. Es realmente diferente, Megumi — miró a su hermana en el enorme espejo — . Y lo amo — añadió con suavidad — . Lo he amado durante años y lo único que deseaba era casarme, tener hijos y una familia. Nunca he querido hacer algo noble o grandioso como tú. ¿No puedes ver que soy feliz?
— Me gustaría creerte — repuso Megumi con sinceridad — , pero hay algo que no me deja. Supongo que odio la manera en que Sanosuke te trata, como si le pertenecieras. Os he visto juntos y parecéis una pareja casada desde hace veinte años.
— Hace mucho tiempo que nos conocemos — Kaoru se volvió para mirar a su hermana — . ¿Qué puedo buscar en un marido aparte de la compatibilidad?
— Yo creo que los mejores matrimonios se hacen entre dos personas que se consideran interesantes mutuamente. Tú y Sanosuke sois demasiado parecidos. Si él fuera una mujer, sería la dama perfecta.
— Como yo — susurró Kaoru — Pero no siempre soy una dama. Hago ciertas cosas que...
— ¿Como Kaede?
— ¿Cómo lo has sabido? — le preguntó Kaoru.
— Meredith me lo contó. ¿Y qué crees que dirá tu querido Sanosuke cuando se entere de que te pones en peligro todos los miércoles¿Y qué dirán de un cirujano de su talla casado con una criminal?
— No soy una criminal. Hago algo bueno por el pueblo — replicó Kaoru con entusiasmo; luego se tranquilizó. Se arregló el rodete de la nuca, acomodó unos rizos sobre la frente y se colocó un sombrero decorado con plumas de un azul iridiscente — . No sé lo que pensará. Quizá nunca se entere.
— ¡Ah! Ese hombre tan pomposo te prohibirá participar en cualquier actividad que esté relacionada con los mineros, y tú, Kaoru, estás tan acostumbrada a obedecer que harás exactamente lo que te pida.
— Tal vez tenga que renunciar a Kaede después de casarme — dijo y suspiró.
De repente, Megumi se puso de rodillas delante de Kaoru y le tomó las manos.
— Estoy preocupada por ti; no eres la hermana que conocí. Saito y Sagara te están destruyendo. Cuando éramos pequeñas, solías tirar bolas de nieve con los mejores, pero ahora es como si estuvieses asustada del mundo. Incluso cuando haces algo maravilloso como conducir un carro debes hacerlo a escondidas. Oh, Kaoru...
Llamaron a la puerta.
— Señorita Kaoru, el doctor Sanosuke está aquí.
— Gracias, Susan, bajaré en seguida — Kaoru se acomodó la falda — . Siento desagradarte tanto — le dijo — , pero sé lo que quiero. Quiero casarme con Sanosuke porque lo amo — Kaoru se volvió y abandonó la habitación.
Trató de alejar las palabras de Megumi de su mente pero no pudo. Saludó a Sanosuke con aire ausente y apenas se percató de la discusión que surgió entre Sano y Megumi, tan concentrada estaba en sus propios pensamientos.
Megumi era su hermana gemela. Estaban más unidas que la mayoría de las hermanas, y Kaoru sabía además que su preocupación era verdadera. Sin embargo¿cómo podía pensar en no casarse con Sanosuke?
Cuando Sanosuke tenía ocho años, había decidido ser médico, un cirujano que salvara la vida de las personas. Cuando Kaoru lo conoció, Sano tenía unos once años, y ya estudiaba libros que le había prestado un primo lejano. Kaoru decidió descubrir cómo ser la esposa de un médico.
Nadie pudo hacerlo cambiar de opinión. Sano viajó a Harvard para estudiar medicina, y luego a Viena para perfeccionarse. Kaoru estudió en Virginia y más tarde en Suiza.
Kaoru seguía sobresaltándose cada vez que recordaba la discusión que había tenido con Megumi sobre la elección de libros.
— ¿Vas a abandonar tu educación nada más que para aprender a poner la mesa y a caminar sin caerte con un vestido de satén que tiene una cola de cincuenta metros?
Megumi asistió a Vassar y luego a la escuela de medicina, mientras que Kaoru fue al colegio de la señorita Jones, donde pasó años de riguroso entrenamiento aprendiendo desde cómo arreglar las flores hasta cómo evitar que los hombres discutan durante la comida.
Sano la tomó del brazo para ayudarla a subir al coche.
— Estás tan hermosa como siempre — le dijo en voz baja al oído.
— Sano... — comenzó a decir Kaoru — ¿crees que nosotros nos hallamos... interesantes el uno al otro?
Sano sonrió y le recorrió el cuerpo con la mirada, luego le dijo:
— Kaoru, para mi eres fascinante.
— Me refiero a si tenemos suficientes cosas de qué conversar.
Sano levantó una ceja.
— Me sorprende que recuerde cómo hablar cuando estoy a tu lado — luego partieron hacia el centro de Chandler.
Chandler, Colorado, era un lugar pequeño, de ocho mil habitantes solamente, pero su industria de carbón, su ganado y sus ovejas, así como también la fábrica de cerveza del señor Saito, la convertían en una pequeña pero rica ciudad. Ya tenía electricidad y teléfono, y desde ella era fácil comunicarse con las ciudades más importantes de Colorado Springs y Denver.
Las once calles que conformaban el centro de Chandler estaban casi todas flanqueadas por nuevos edificios construidos con las piedras que extraían de la mina de Chandler. La piedra de un color gris verdoso se usaba en las cornisas e intrincados adornos de las casas victorianas del lugar.
Alrededor de la ciudad había casas de varios estilos Reina Ana y victoriano. Al norte de la ciudad estaba la casa de Jacob Fenton, una estructura de ladrillo, también de estilo victoriano, que hasta hacía algunos años había sido la casa más grande de todo Chandler.
Hacia el oeste, no muy lejos de la casa de los Fenton, se hallaba la casa de Kenshin Himura, construida sobre una especie de elevación que alguna vez se había pensado que era parte de la montaña. La casa de Fenton tenía las mismas dimensiones que la bodega de la casa Himura.
— ¿Siguen intentando entrar en ese lugar? — preguntó Megumi. Kaoru asintió, mientras ambas observaban la casa escondida detrás de unos árboles. Aquella parte "apenas visible" era suficiente para que se viera desde cualquier punto de la ciudad.
— Todos — Kaoru sonrió — . Cuando el señor Himura rechazó todas las invitaciones y no hizo por su parte ninguna, comenzaron a correr ciertos rumores sobre él.
— No estoy seguro de que todo lo que murmuran sean sólo rumores — acotó Sanosuke — Jacob Fenton dijo...
— ¡Fenton! — explotó Megumi — . Ese Fenton es un ladrón, un...
Kaoru ni se molestó en escuchar el resto; se reclinó contra el asiento del coche y se dedicó a mirar por la ventana. Sano y Megumi siguieron discutiendo.
No sabía si lo que se decía sobre el señor Himura era verdad o no, pero opinaba que su casa era la cosa más hermosa que jamás hubiese visto.
Nadie sabía mucho sobre la vida de Kenshin Himura, excepto que cinco años atrás había llegado un tren cargado de materiales desde el este y cien obreros, y a las pocas horas habían comenzado a construir lo que hoy era esa casa.
Por supuesto que todos tenían curiosidad por saber. Algunos decían que ninguno de los obreros de la construcción había tenido que gastar en comida porque las mujeres los alimentaban a cambio de información. Pero no sirvió de mucho. Nadie sabía quién construía la casa ni por qué la construían en ese lugar desconocido de Colorado.
Llevó tres años terminar el edificio de dos pisos con forma de U, de paredes blancas y techo de tejas rojas. Era el tamaño del mismo lo que preocupaba a la gente de los alrededores. El dueño de un almacén dijo que todos los hoteles de Chandler cabrían en el primer piso de la casa, y eso era mucho decir ya que, dado que Chandler estaba a mitad de camino entre el norte y el sur de Colorado, la cantidad de hoteles era considerable.
Durante un año, después de terminar la casa, siguieron llegando trenes completos cargados con enormes cajas de madera. Las cajas tenían etiquetas provenientes de Francia, Inglaterra, España, Portugal y de todo el mundo.
Pero a pesar de todo ello, no había ni rastro del dueño.
Por fin un día, dos hombres altos y robustos bajaron del tren en Chandler. Uno era moreno y de apariencia agradable. El otro tenía el cabello rojo y barba, y parecía enfadado. Ambos vestían el traje habitual de los mineros: pantalones, camisa de cambray azul y tirantes. Cuando caminaban por la calle, las mujeres se detenían para mirarlos.
El de cabello rojo se dirigió hasta la casa de Jacob Fenton y todos pensaron que irían a pedir trabajo en una de las minas que poseía Fenton. Pero en lugar de eso, dijo:
— Bien, Fenton, he vuelto. ¿Te gusta mi casa?
Hasta que abrió la puerta de esa casa, nadie sabía a qué casa se refería.
Durante los seis meses siguientes, según Hajime Saito, Chandler fue el centro de una apasionada guerra. Viudas, mujeres solteras y madres de mujeres solteras se lanzaron al ataque para conseguir la mano de aquel hombre en matrimonio. Llegaron docenas de modistas desde Denver para confeccionar hermosos vestidos para la ocasión.
Al cabo de una semana, las mujeres ya sabían su nombre y el señor Himura estaba sitiado. Algunos de los intentos para llamar su atención eran bastante comunes; por ejemplo, era sorprendente la cantidad de mujeres que se desvanecían cuando estaban cerca de él, aunque también se había recurrido a medios más ingeniosos. Carrie Johnson, una viuda embarazada, había trepado por una cuerda hasta el dormitorio del señor Himura mientras sufría los dolores de parto. Ella pensó que la ayudaría a tener el bebé y que luego se enamoraría de ella y se casarían. Pero en ese momento, Himura no estaba en la casa y la única ayuda que recibió fue la de la lavandera.
Después de seis meses, casi todas las mujeres de la ciudad se habían puesto en ridículo, pero sin éxito, de modo que comenzaron a criticarlo. ¿Quién quería a un hombre rico que ni siquiera sabía vestirse con propiedad? Y además, su lenguaje era el de un vaquero de la más baja especie. Comenzaron a hacer preguntas sobre él. ¿A qué se refería cuando dijo: "he vuelto"?
Uno de los viejos sirvientes de Jacob Fenton recordó que Kenshin Himura había sido el muchacho encargado de los establos hasta que había comenzado a frecuentar a Tomoe Fenton, la hija menor de Jacob. Cuando Jacob se enteró, lo echó de su propiedad, y con justas razones.
Esto dio al pueblo un nuevo tema de conversación. ¿Quien se creía que era este Himura¿Qué derecho tenía a construir esa casa monstruosamente grande en la tranquila y pequeña ciudad de Chandler¿Acaso planeaba vengarse del querido Jacob Fenton?
Las mujeres reanudaron sus ataques.
No obstante, Himura parecía no advertir nada de lo que sucedía. Permanecía dentro de su casa la mayor parte del tiempo y sacaba su carro una vez por semana para hacer las compras en la ciudad. A veces llegaban hombres en el tren que pedían indicaciones para llegar hasta su casa, y luego partían en el tren de la tarde. Aparte de esos hombres, los únicos que entraban y salían de la casa eran el mismo Himura y un hombre llamado Aoshi que siempre estaba a su lado.
— Esa casa es el sueño dorado de Kaoru — dijo Sanosuke al pasar por allí, haciéndola volver a la realidad. Había terminado de discutir con Megumi — . Si Kaoru no me tuviera a mí, creo que se uniría al batallón de mujeres que pelean por conseguir a Himura y a esa casa.
— Me gustaría conocerla por dentro — repuso ella con más entusiasmo del que quería revelar; luego, para cubrirse, agregó — Déjame aquí, en la tienda de Wilson, Sano. Te veré en Farrell dentro de una hora.
Cuando bajó del carro se alegró de poder liberarse de sus constantes discusiones.
La tienda de Wilson era uno de los cuatro almacenes generales de Chandler. La mayoría hacía las compras en un local más moderno: The Famous, pero el señor Wilson había conocido al padre de Kaoru.
Las paredes del establecimiento estaban recubiertas con vitrinas y estantes de madera; los mostradores eran de mármol y exhibían diversos artículos. Detrás de uno de los mostradores estaba sentado Davey Wilson, el hijo del señor Wilson, con un cuaderno y una estilográfica inmóvil, en la mano.
De hecho, ni los cuatro empleados ni los tres clientes que estaban allí parecían moverse. Todo mostraba una calma inusual. De inmediato, Kaoru supo la razón: Kenshin Himura estaba de pie junto a uno de los mostradores, dando la espalda a las personas que estaban en la tienda.
Sin hacer ruido, Kaoru se acercó hasta el mostrador donde estaban las medicinas, no porque tuviera intenciones de comprar alguna sino porque sentía que algo ocurría.
— Oh, mamá — dijo Mary Alice Pendergast con su tono de voz agudo — . No podría ponerme una cosa así, parecería la novia de un minero. La gente va a pensar que soy una criada, o una fregona con aires de grandeza. No, no, mamá, no podría ponérmelo.
Kaoru apretó los dientes. Esas dos mujeres estaban provocando al señor Himura. Desde que había rechazado a todas las mujeres del pueblo, creían que era carnada para sus horribles bromas. Miró hacia donde estaba él y pudo verle el rostro reflejado en uno de los espejos. Tenía tanto cabello alrededor del rostro que no podía distinguir bien sus rasgos, pero sí pudo ver con claridad sus ojos. Era obvio que estaba escuchando los desagradables comentarios de Mary Alice y se sentía molesto. Se le dibujaba un surco entre los ojos.
El padre de Mary Alice era un hombre afable que jamás levantaba el tono de voz. pero Kaoru sabía, por experiencia propia dado que vivía con el señor Saito, lo que podía decir y hacer un hombre enfadado. No conocía al señor Himura, pero le pareció descubrir que estaba furioso por su mirada.
— Mary Alice — le dijo Kaoru — , ¿cómo te sientes? Pareces un poco pálida.
Mary Alice la miró sorprendida, como si acabara de ver a Kaoru.
— Hola, Megumi-Kaoru, estoy bien. No tengo ningún problema.
Kaoru estudió un frasco de un remedio para el hígado.
— Sólo espero que no te desmayes, otra vez — comentó mirándola a los ojos. Mary Alice se había desmayado dos veces frente a Himura cuando este había llegado a la ciudad.
— ¡Tú¿Cómo te atreves? — replicó Mary Alice furiosa.
— Vamos, querida — le dijo la madre empujándola hacia la puerta — . Sabemos quiénes son nuestros amigos.
Kaoru se sintió un tanto molesta consigo misma cuando partieron. Más tarde tendría que disculparse. Impaciente, comenzó a colocarse los guantes preparándose para salir, cuando volvió a mirar el espejo donde se reflejaba el señor Himura. Descubrió que la estaba observando.
El hombre se volvió y le preguntó:
— Usted es Kaoru Kamiya¿no es verdad?
— Si — respondió Kaoru con frialdad. No tenía intenciones de entablar conversación con un hombre que no conocía. ¿Qué la había llevado a colocarse de parte de un extraño, contra alguien que había conocido durante toda su vida?
— ¿Por qué esa mujer la ha llamado Megumi¿No es ese el nombre de su hermana?
Davey Wilson soltó una risita desde el otro extremo. No había nadie más en la tienda aparte de los empleados y ellos dos.
— Mi hermana y yo somos gemelas, y como nadie puede distinguirnos nos llaman Megumi-Kaoru. Ahora, si me perdona, señor — se volvió para salir.
— Usted no se parece a su hermana. La he visto y usted es más bonita.
Kaoru se detuvo un momento para mirarlo. Nadie había logrado distinguirlas nunca. Cuando pasó la sorpresa momentánea, se dispuso a partir.
Pero en el momento en que tocó el picaporte de la puerta, el señor Himura cruzó la habitación y la tomó del brazo. Durante toda su vida, Kaoru había tenido que vivir rodeada de mineros, vaqueros y habitantes de una parte de la ciudad de los que, se suponía, ella no debía conocer ni la existencia. Muchas mujeres llevaban un parasol grande para protegerse, porque era un elemento útil para partírselo en la cabeza a alguno. Pero Kaoru podía mirar a alguien y dejarlo helado.
Le dedicó una de esas miradas al señor Himura ahora.
El quitó la mano, pero permaneció cerca. El tamaño del hombre la hacía sentirse pequeña.
— Quería hacerle una pregunta — le dijo en voz baja — , si no le molesta, claro... — agregó con un tono risueño en la voz.
Ella asintió pero no dijo una palabra.
— Me estaba preguntando una cosa. Si usted tuviera que elegir cortinas para mi casa, ya sabe, la que está en la colina¿cuál de estas telas elegiría?
Ella ni se molestó en mirar hacia la estantería donde estaban los rollos de tela.
— Señor — le dijo con tono arrogante — , si yo tuviera su casa, pediría la tela directamente a Lyon, Francia. Ahora, buenos días — salió de la tienda lo más aprisa que pudo y se alejó. La ciudad estaba en plena actividad y se encontró con varias personas conocidas.
Cuando llegó a la esquina de la calle Tres y Lead, abrió el parasol para protegerse del sol brillante de la mañana y se dirigió hacia la ferretería de Farrell. El coche de Sano estaba estacionado delante de la tienda.
Cuando pasó por la droguería de Freyer, comenzó a relajarse y a pensar en su encuentro con el evasivo señor Himura.
Estaba ansiosa por contar a sus amistades aquel extraño encuentro y cómo el señor Himura le había preguntado si sabía cuál era su casa. Quizá tendría que haberse ofrecido para medir sus ventanales y elegirle las cortinas; así podría haber visto el interior de la casa.
Estaba sonriendo para sí misma cuando sintió que una mano la tomaba del brazo y la empujaba hacia un callejón oscuro detrás del teatro de Opera de Chandler. Antes de que pudiera gritar, le colocaron una mano sobre la boca y la empujaron contra la pared. Asustada vio que se trataba de Kenshin Himura.
— No pienso hacerle daño. Sólo quería hablar con usted y me di cuenta de que no quería decir nada delante de los otros. ¿Me promete que no gritará?
Kaoru meneó la cabeza y Kenshin la soltó, aunque sin apartarse demasiado de ella. Kaoru quería mantener la calma pero respiraba con dificultad.
— Es usted más hermosa de cerca — sin moverse la examinó de arriba a abajo — . Y además parece una dama.
— Señor Himura — explicó ella con toda la calma que pudo aparentar — , me molesta que me tomen inesperadamente de un brazo y me empujen a un callejón oscuro. Si tiene algo que decirme, por favor, hágalo de una vez.
El hombre no se movió y apoyó una mano en la pared, cerca de la cabeza de Kaoru. Tenía unas cuantas arruguitas a los costados de los ojos, una nariz pequeña y labios carnosos semiocultos bajo la masa de pelos de la barba.
— ¿Por qué me defendió en la tienda¿Por qué le recordó a esa mujer las veces que se había desmayado en mi presencia?
— Yo... — Kaoru dudó — . Supongo que no soporto que hieran a otra persona. Mary Alice se sentía molesta porque se había comportado como una tonta delante de usted y usted ni lo había notado.
— Sí que lo noté — repuso él y sonrió — . Aoshi y yo nos reímos de todas ellas.
Kaoru se enderezó.
— Eso no está bien. Un caballero no debe reírse nunca de una dama.
El señor Himura suspiró, y Kaoru sintió que su aliento era dulce; se preguntó también cómo sería sin toda esa mas de cabello.
— Según creo yo, todas esas mujeres se hacían ver porque soy rico. En otras palabras, se prostituían, de modo que no eran damas, así que no tenía por qué comportarme como un caballero y ayudarlas a levantarse.
Kaoru parpadeó por el lenguaje del señor Himura. Ningún hombre se había atrevido a utilizar la palabra prostituta delante de ella.
— ¿Y por qué usted no trató de llamar mi atención¿No quiere conseguir mi dinero?
Eso fue suficiente para sacarla del letargo.
— No, señor, no quiero su dinero. Y ahora, si me permite, me están esperando. Y no vuelva a interpelarme de esta forma nunca más — Kaoru se volvió y salió del callejón con pasos rápidos; mientras se alejaba, sintió la risa de Kenshin Himura detrás de sí.
Se dio cuenta de que estaba furiosa cuando cruzó la polvorienta calle y casi la arrolló un carro. Sin duda el señor Himura pensaba que su intervención de aquella mañana era otro ardid para obtener su fortuna.
Sano la saludó, pero ella estaba demasiado distraída para oírlo.
— ¿Qué me has dicho? — le preguntó Kaoru.
Sano la tomó del brazo y la acompañó hasta el carruaje.
— Te he dicho que es mejor que regreses a casa ahora, para prepararte para la recepción del gobernador de esta noche.
— Sí, claro — respondió Kaoru ausente.
Kaoru casi se alegró cuando Megumi y Sano comenzaron a discutir otra ver porque ello le daba tiempo para pensar en lo que le había sucedido esa mañana. A veces sentía como si toda su vida hubiese sido Megumi-Kaoru. Incluso cuando Megumi no estaba en Chandler seguían llamándola así por la fuerza de la costumbre. Sin embargo, hoy alguien le había dicho que no se parecía en nada a su hermana. Claro que sólo estaría fanfarroneando; en realidad, él tampoco podría diferenciarlas.
Cuando se dirigían hacia el oeste, para salir de la ciudad, Kaoru se enderezó porque vio que el señor Himura y Aoshi estaban a punto de pasarlos con su viejo y destartalado carro.
Kenshin detuvo los caballos y gritó:
— ¡Sagara!
Sano, asombrado, detuvo también su caballo.
— Sólo quería saludar a las damas; la señorita Megumi y la señorita Kaoru — dijo con voz suave al mirar en dirección a la segunda — . Buenos días a usted también — el señor Himura hizo restallar un látigo en el aire y los cuatro caballos se pusieron en movimiento.
— ¿Qué quería ese hombre ? — preguntó Sanosuke — . No sabía que lo conocías.
Antes de que Kaoru pudiera responder, Megumi dijo: ¿Ese es el hombre que construyó ESA casa? No me extraña que no haya invitado a nadie. Sabe que todo el mundo lo rechazaría. Además¿cómo ha hecho para reconocernos?
— Por nuestra ropa — se apresuró a responde Kaoru — . Lo vi antes en la tienda.
Megumi y Sanosuke siguieron conversando, pero Kaoru no oyó una sola palabra de lo que decían. Estaba pensando en el encuentro de aquella mañana.
Continuara...
Holaaaaas otra ves... pues bien hasta aki no mas les dejo este capitulo para ke se me entuciasmen en la historia... Nukiii no me mates, tampoco las seguidoras de KK trankilas ke pa too tengo solucion jojojojo
Bueno HOy keda oficialmente abierto el FUPKA, debido a ke casi ninguna de las kazukos estan actualizando he decidido crear este frente unitario para que las Kazukos actualicen asi ke preparence ke empezaremos a exigir capitulos de sus fics XDDDD
Mmmm ke mas me keda por decir...
Dejen sus reviews o sino realmente me voy a deprimir TT.TT
Beshitos y saluos para todas mis nee chans.. Las kero mucho
Ja ne
Ghia-Chan... Kazuko RK, 3D+VG
