Holaaas... como estan, bueno me reporto aki para traerles el capitulo 3 de esta historia... como se daran cuenta, esta tb la historia de la hermana de fueg, es decir de la gemela de Kaoru... ASi ke espero ke lean estas dos historias paralelas pero mas ke relacionadas... jojojo
Cuidense muchoiooo
nos vemos abajooo
PD: Esta historia NO me pertenece, solo la adapte a nuestra serie favorita para ke nos divirtieramos leyendo algo :P asi ke ya saben...
Nos vemos abajoooo
La Hermana de Hielo.
Capitulo 3.
A las cuatro, Kaoru, Megumi y su madre estaban en la sala; Megumi leía su revista médica y las otras dos mujeres bordaban. De repente se abrió la puerta de la calle y sintieron un fuerte portazo.
— ¿Dónde está? — gritó Hajime Saito, haciendo temblar el candelabro que pendía del techo — ¿Dónde está esa prostituta inmoral¿Dónde está esa impúdica mujerzuela?
El señor Saito irrumpió en la sala furioso. Tomó a Megumi de un brazo y la arrastró hacía la puerta.
— ¡Señor Saito!— dijo Tokio que se había puesto de pie de inmediato — . ¿Qué significa esto?
— Esta... esta hija de Satán pasó la noche con Sanosuke y, a pesar del hecho de que es una mujer sucia, él planea convertirla en una mujer honesta.
— ¿Qué? — gritaron las tres mujeres al unísono.
— He dicho que Sanosuke planea casarse con la prostituta — después de decir eso, arrastró a Megumi fuera de la casa.
Kaoru permaneció inmóvil sin poder comprende lo que sucedía.
— Kaoru — preguntó la madre — ¿Megumi y tú cambiasteis de sitio ayer por la noche, no es verdad?
Kaoru asintió en silencio y retomó su bordado como si nada hubiese sucedido.
Se puso el sol y el cuarto quedó a oscuras; vino una criada y encendió la luz; la madre y la hija seguían sin pronunciar palabra.
Kaoru sólo tenia una idea en mente: ha terminado, todo ha terminado.
A la medianoche, Saito abrió la puerta y empujó a Megumi al interior de la sala.
— Esta arreglado — afirmó con voz gruesa — . Megumi y Sanosuke se casarán en dos semanas. Lo anunciaremos en la iglesia el domingo.
Kaoru se puso de pie lentamente.
— Hija — le dijo Hajime con sentimiento — lo lamento mucho.
Kaoru apenas asintió con la cabeza y se dirigió hacia la escalera.
— Kaoru — murmuró Megumi desde el pie de la escalera — , por favor.
Pero, en ese momento, Kaoru no sentía compasión por su hermana; no se volvió ni siquiera cuando la sintió sollozar. Cuando llegó a su cuarto, parecía seguir como atontada. Toda su vida había terminado, y todo por una noche. Lo había perdido todo.
En la pared de su cuarto estaba el diploma del colegio de señoritas de la señorita Jones. Lo arrancó con violencia y lo arrojó al suelo, pero no sintió alivio cuando se rompió el vidrio.
Comenzó a desvestirse a toda prisa y momentos después, ya tenía puesto el camisón. Permaneció de pie, inmóvil, sin percatarse de que su madre acababa de entrar en la habitación.
— ¿Kaoru? — le dijo poniéndole una mano sobre el hombro.
— Ve a verla — replicó Kaoru — , ella te necesita. Si se queda aquí y se casa con Sanosuke, tendrá que renunciar a una parte importante de su vida.
— Pero tú también has perdido mucho esta noche.
— Lo perdí hace tiempo. Estaré bien. Ve con ella.
Tokio recogió el diploma del suelo.
— Quiero verte acostada.
Obedientemente, Kaoru se metió en la cama.
— Siempre obediente¿no es así, mamá? Siempre obedezco. Si no son mis padres, es Sanosuke. ¡Siempre me he comportado tan bien¿Y qué es lo que he conseguido? Soy toda una dama, pero mi hermana, con sus pantalones y sus besos, se lleva todo aquello por lo que yo he trabajado desde el primer grado.
— Kaoru — suplicó Tokio.
— ¡Déjame sola! — gritó Kaoru — . Quiero estar sola.
Sorprendida, Tokio salió de la habitación.
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El domingo amaneció con un sol espléndido que iluminaba el pico Ayers que adornaba el lado oeste de Chandler. La ciudad tenía muchas iglesias, de distintas creencias, y casi todas estaban llenas.
Pero ni siquiera el sol pudo derretir la frialdad entre las hermanas Kamiya, que caminaban junto al padrastro. Su madre había sufrido un repentino malestar que le impedía presenciar la humillación pública de su hija.
Sanosuke los aguardaba en el banco de la iglesia. Miraba fijamente a Kaoru, y cuando se acercaron, estiró los brazos en su dirección.
— Kaoru...
Ahora sí que puede distinguirnos, pensó ella, pero no dijo nada y se apartó para que no la tocara.
Saito casi empujó a Megumi junto a Sano, y cuando por fin se sentaron juntos, Hajime y Kaoru se situaron en el otro extremo.
El servicio pareció durar apenas unos segundos; Kaoru sabía que se haría el anuncio una vez que terminara. Llegó demasiado rápido.
Fue lamentable que no estuviera el reverendo Gensai. El reverendo Smithson no tenía tanto tacto como el primero.
— Ahora, tengo que anunciaros algo — dijo con tono divertido — . Parece que nuestro Sanosuke ha cambiado de opinión acerca de con cuál de las mellizas va a casarse, y ahora está comprometido con Megumi. Creo que yo tampoco podría haberme decidido para elegir una de las dos. Felicitaciones de nuevo, Sano.
Por un momento, reinó un silencio total. Luego, algunos de los hombres se echaron a reír y las mujeres abrieron la boca por el asombro. Todos se apresuraron a retirarse.
— Kaoru, debes escucharme — dijo Sano tomándola del brazo — . Tengo que explicártelo.
— Ya me lo has explicado — le respondió Kaoru — cuando me dijiste lo maravillosa que había sido Megumi y que esperabas que la princesa de hielo no regresara nunca. Allí lo explicaste todo. Buenos días — Megumi le sonrió a una persona que pasó junto a ellos.
— Hola, Kaoru¿o eres Megumi? — dijo alguien.
— Felicitaciones, Sano — un hombre le palmeó el hombro y se alejó riendo.
— Kaoru — le rogó Sano — . Por favor.
— Si no me quitas las manos de encima gritaré. No puedes avergonzarme más de lo que ya has hecho.
— ¡Sanosuke! — gritó Saito — . ¡Megumi está aguardándote!
Sano, de mala gana, se alejó de Kaoru, tomó a Megumi por el brazo, la hizo subir al carruaje y se alejó demasiado aprisa.
En cuanto Kaoru se quedó sola, las mujeres la rodearon, alejándola de la protección de Saito. Mostraban rostros de preocupación, de curiosidad y pena. La mayoría parecía asombrada con la novedad.
— Kaoru¿qué ha sucedido? Pensé que tú y Sano erais tan felices.
— ¿Cómo ha podido elegir a Megumi? Siempre están discutiendo.
— ¿Cuándo tomaron la decisión?
— Kaoru¿tienes a otra persona?
— Por supuesto que así es, señoritas — afirmó una voz proveniente de la parte de atrás del grupo. Todas se volvieron para mirar a Kenshin Himura. Nunca lo habían oído decir una palabra y menos estar al tanto de lo que sucedía a los habitantes de Chandler.
Las mujeres miraron sorprendidas a este hombre grandote y vestido de forma rústica que se acercó a Kaoru. Ninguna estaba más sorprendida que la misma Kaoru.
— Siento no haber asistido al servicio para estar a tu lado — comentó cuando llegó junto a ella — No me mires con esa expresión de sorpresa, querida. Sé que prometí mantener lo nuestro en secreto más tiempo, pero no pude seguir callando después de oír el anuncio de Sano.
— ¿Secreto? — dijo una de las mujeres.
Kenshin pasó un brazo alrededor de Kaoru. Era una pareja incongruente: él tan peludo y ella tan perfecta.
— Kaoru rompió su compromiso con Sanosuke porque se enamoró perdidamente de mí, señoritas. Es algo que no pudo evitar.
— ¿Cuándo sucedió? — preguntó una de las mujeres cuando pudo recuperarse.
Kaoru recuperó el aliento.
— Todo comenzó cuando el señor Himura y yo cenamos juntos en su casa — explicó, sabiendo que luego se arrepentiría de cada palabra, pero que ahora le resultaba agradable esa sensación de ser ella quien había dejado plantado al novio.
— ¿Y qué dijo Sanosuke?
— Sanosuke tuvo que consolarse con el amor de la hermana de Kaoru, Megumi — replicó Kenshin con dulzura — . Y ahora, si me permiten, tenemos que irnos. Espero que todas asistan a la boda, una boda doble. Dentro de dos semanas — Kenshin apoyó una mano sobre la espalda menuda de Kaoru y la condujo hasta su viejo carro.
Mientras se alejaban, Kaoru permaneció rígida en el borde del asiento.
El detuvo el carro junto a su propiedad, frente a los jardines. Kenshin estiró una mano para ayudarla a bajar.
— Tenemos que hablar — observó.
Kaoru estaba demasiado aturdida para reaccionar, y sólo obedeció.
— Podía haber ido a la iglesia para estar junto a ti, pero tenía cosas que hacer. Parece que llegué justo a tiempo. Otro minuto y esas arpías te habrían comido viva.
— ¿Cómo dice? — Kaoru estaba ausente y lo escuchaba a medias. Hasta esa mañana deseó que todo no fuese más que una pesadilla y que ella y Sano siguieran comprometidos.
— ¿Me estás escuchando¿Qué te sucede?
— Aparte de la humillación pública, señor Himura, no me sucede nada — ella se detuvo — . Lo siento. No quería causarle ningún problema.
— ¿No escuchaste una sola palabra de lo que dije, no¿No escuchaste cuando les dije que ibas a casarte? Invité a todos a una boda doble.
— Se lo agradezco — replicó Kaoru con una débil sonrisa — . Ha sido muy amable de su parte acudir a mi rescate. Sería un caballero perfecto. Ahora, debo irme.
— ¡Eres la mujer más tonta que jamás he conocido¿Qué harás si no te casas conmigo? Crees que uno de los hombres de la llamada "sociedad" querrá casarse contigo? Temen al clan Sagara. ¿Crees que Enishi Fenton te quiere?
— ¿Enishi Fenton? — preguntó Kaoru sorprendida — . ¿Por qué tiene que quererme?
— Sólo era una pregunta, eso es todo — Kenshin se acercó más a ella — . ¿Por qué no quieres casarte conmigo? Soy rico y tengo una casa inmensa y además, acaban de abandonarte y no tienes nada que hacer.
Ella lo miró, un tanto incómoda por su tamaño, pero no sentía miedo. De repente, olvidó a Sanosuke y a Megumi por completo.
— Porque no lo amo — respondió con firmeza — . Y además, no lo conozco. Por todo lo que sé, pudo haberse casado diez veces antes y haber encerrado a todas sus esposas en el sótano. Parece capaz de una cosa así — dijo mientras observaba que Kenshin tenía la camisa rota en el hombro.
Durante un minuto entero, Kenshin la estudió asombrado.
— ¿Es eso lo que piensas de mí? Escúchame — dijo, y se acercó un paso más — , no he tenido tiempo de casarme con nadie. Desde que tenía dieciocho años y Fenton me echó a patadas no he hecho otra cosa que hacer dinero. Durante tres años casi ni dormí. Y ahora me dices que pude haberme casado con diez mujeres.
— Creo que tal vez me he equivocado — replicó Kaoru con una sonrisa.
Kenshin no se movió.
— Eres la mujer más hermosa que jamás haya visto en toda mi vida.
La rodeó con un brazo, la atrajo hacia sí y la besó.
Kaoru había besado a Sanosuke cientos de veces. Le resultaba algo familiar y no esperaba nada extraordinario, pero el beso de Kenshin no se parecía a nada de lo que había experimentado hasta el momento. Su boca era ansiosa, hambrienta y no el beso refinado y gentil de un caballero con su dama. Más bien era el beso de un hombre rudo.
Kenshin la soltó tan bruscamente que ella casi cayó al suelo y, por un momento, se miraron a los ojos.
— Si puedes besarme así estando enamorada de Sagara, ni quiero pensar lo que sería sin estarlo.
Kaoru no dijo nada. Kenshin la tomó de un brazo.
— Ahora te llevaré de regreso, y puedes comenzar a planear nuestra boda. Cómprate todo lo que necesites. Te abriré una cuenta en el banco. Quiero que haya muchas flores en la boda, así que haz que envíen algunas aquí. Hazlas traer de California si quieres o ven a conocer las que tengo en el invernadero. Y nos casaremos en mi casa. Tengo sillas en el ático, y además quiero que asista todo el pueblo.
— ¡Espere¡Por favor! — suplicó Kaoru — . Todavía no le he dicho que sí, señor Himura. Deme un poco de tiempo. Todavía no me he recuperado de la pérdida de mi novio — Kaoru apoyó una mano sobre el brazo de Kenshin y pudo sentir los músculos bajo la tela de la camisa.
El la tomó la mano y por unos instantes, Kaoru pensó que la besaría.
— Te compraré una sortija¿Qué te gusta¿Diamantes¿Esmeraldas¿Cómo se llaman las piedras azules?
— Zafiros — respondió la joven con la mente ausente — . Por favor, no me compre la sortija. El casamiento es un compromiso para toda la vida, y no quiero apresurarme.
— Tómate tu tiempo. Tienes dos semanas completas antes de la boda para hacerte a la idea de que serás mi esposa.
— Señor Himura — dijo Kaoru exasperada — , ¿alguna vez escucha lo que dicen los demás?
El le sonrió detrás de la barba.
— No, nunca. Es así como me he hecho rico. Si veía algo que quería, salía a buscarlo.
— ¿Y yo soy lo que sigue en su lista? — le preguntó con suavidad.
— Tú ocupas el primer lugar. Junto con el apartamento que tienen Vanderbilt en Nueva York y que quiero para mí. Ahora, te llevaré a casa para que puedas hablar con tu familia sobre mí y les digas que voy a ocupar el puesto de Sagara. ¡Lo lamentará! El se lleva a una Kamiya, pero soy yo quien se lleva a la dama — tiró de las riendas y los caballos se pusieron en marcha tan bruscamente, que Kaoru cayó sobre el asiento antes de poder decir una palabra.
Cuando llegaron a la casa de la joven, Kenshin se bajó del carro, y casi empujó fuera a Kaoru.
— Ahora debo regresar. Habla con tus padres sobre mí. Te enviaré el anillo mañana. Cualquier cosa que necesites, házmelo saber a mí o a Aoshi. Trataré de verte mañana — echó un breve vistazo en dirección a la casa y dijo — : Bien, ya me voy.
Kaoru permaneció de pie junto a la cerca de piedra que rodeaba la casa y lo miró alejarse. Se sentía como si un tornado le hubiese pasado por encima.
Saito y Tokio la estaban aguardando. Tokio tenía los ojos enrojecidos por el llanto y Hajime se paseaba de un lado a otro de la habitación con los brazos cruzados.
Kaoru juntó valor antes de entrar.
— Buenas tardes mamá, señor Saito.
— ¿Dónde has estado? — le preguntó Saito.
— Oh, Kaoru — gritó Tokio — , no tienes por qué casarte con él. Encontrarás a otro. El hecho de que Sanosuke cometa un error no significa que tú también tengas que cometerlo.
Antes de que Kaoru pudiera hablar, Saito le dijo:
— Kaoru, tú siempre has sido sensata. Megumi nunca lo fue; incluso cuando era pequeña siempre se metía en problemas, pero tú eras distinta. Ibas a casarte con Sanosuke y...
— Sanosuke ya no se casará conmigo — aclaró Kaoru.
— ¡Pero no Kenshin Himura! — replicó Tokio hundiendo el rostro en el pañuelo mojado.
Kaoru comenzó a sentir la necesidad de proteger a Kenshin.
— ¿Qué es lo que ha hecho ese hombre para merecer tanta hostilidad? No he dicho que me casaría con él, pero no veo por qué no deba hacerlo.
Tokio saltó de la silla y se acercó a su hija.
— Es un monstruo, míralo. ¡No puedes vivir con un oso como él! Todas tus amistades te abandonarán. Y se cuentan historias terribles sobre él.
— ¡Tokio! — ordenó Saito, y la madre regresó a su silla — . Kaoru, voy a hablarte como lo haría con un hombre. A mí no me interesa si ese hombre jamás se ha bañado en toda su vida. Es obvio que puede comprarse una bañera. Pero hay ciertas cosas... Se dicen ciertas cosas sobre él, entre los hombres... Se dice que Himura mató a dos hombres para hacer su fortuna.
— ¿Matar? — repitió Kaoru — . ¿Dónde has oído eso?
— No importa dónde...
— ¡Sí que importa! — exclamó Kaoru — . ¿No te das cuenta? Las mujeres de aquí están furiosas porque él las rechazó, y han inventado historias sobre él. ¿Por qué los hombres iban a ser diferentes? Sanosuke me contó que muchos trataron de venderle ciertas cosas como por ejemplo una mina de oro completamente agotada. Quizá fue uno de ellos quien comenzó con los rumores.
— Lo que oí proviene de una fuente muy fiable — aseguró Saito con tono serio.
Kaoru aguardó un momento y luego dijo:
— Jacob Fenton. Por los comentarios que he oído, el señor Himura se atrevió a insinuarse con la hermosa hija del señor Fenton, Tomoe. Cuando era pequeña recuerdo haber oído a la gente comentar cómo el señor Fenton la había mimado. Claro que tenía que disgustarle que el hombre encargado de los establos tuviera la audacia de pretender casarse con su hija.
— ¿Estás llamando mentiroso al señor Fenton? — la acusó Saito — . ¿Te pones del lado de este recién llegado y dudas de una familia que has conocido durante toda tu vida?
— Si llego a casarme con Kenshin Himura, y digo si llego a hacerlo, confiaré en su palabra y no en la de los Fenton. Ahora, si me perdonáis, me siento muy cansada y quiero acostarme.
Salió de la sala con un andar gracioso, pero una vez en su cuarto, se desplomó sobre la cama.
¿Casarme con Kenshin Himura, pensó. ¿Casarme con un hombre que habla peor que cualquier rufián callejero¿Casarme con un hombre que me trata sin respeto, que me sube y baja del carro como si fuese una bolsa de patatas¿Casarme con un hombre que me besa como si yo fuera una criada?
Se sentó sobre la cama.
— ¿Casarme con un hombre que, como dice Megumi, me hace ver todo rojo con chispas doradas y plateadas? — se preguntó en voz alta — . Quizá — murmuró, y volvió a acostarse. Por primera vez, consideró la idea de convertirse en la esposa de Kenshin Himura.
Por la mañana, Kaoru se había convencido de que bajo ninguna circunstancia podía casarse con el señor Himura. La madre de las dos hermanas lloró durante todo el desayuno, preguntándose qué sería de la vida de sus queridas hijas mientras Megumi y Hajime discutían sobre cómo Megumi había arruinado la vida de su hermana. Kaoru no estaba segura de que se tratara de una discusión, ya que ambos parecían estar de acuerdo.
Kaoru tuvo que intervenir cuando dijeron que Kenshin Himura era una manera de castigarse a sí misma por perder a Sanosuke. Pero nadie parecía oír lo que Kaoru decía, ni nada parecía cambiar la tristeza de Megumi, de modo que Kaoru dejó de escucharlos. Al ver que era la causa de tantas lágrimas, decidió que no se casaría con Kenshin Himura.
Enseguida después del desayuno, comenzó a aparecer gente.
— Estaba cocinando un pastel de manzanas cuando recordé cuánto te gustan, Tokio, así que decidí traerte uno. ¿Cómo están las mellizas?
A mitad de la mañana, la casa estaba llena de comida y de personas. El señor Saito permaneció en su oficina y se hizo llevar el almuerzo con una de las criadas, de modo que Tokio, Kaoru y Megumi tuvieron que hacer frente solas a las preguntas.
— ¿De veras te has enamorado del señor Himura, Kaoru?
— Sírvase otro pedazo de pastel, señora Treesdale — respondió Kaoru.
A las once, Megumi logró escabullirse, dejando a Tokio y Kaoru solas, y no regresó hasta las tres de la tarde. "¿Todavía aquí?", pensó Megumi cuando vio al grupo que seguía reunido en el patio.
A las tres y media, llegó un hombre con un carruaje y se detuvo delante de la casa de los Kamiya. Nadie en todo Chandler había visto un carruaje más hermoso. Estaba pintado todo de blanco, las ruedas también eran blancas y tenía una capota desmontable de color crema. Los detalles de metal eran de bronce brillante. Había un asiento en la parte delantera forrado con cuero rojo y otro más pequeño, en la parte trasera, para un asistente.
Las personas que estaban desparramadas en el patio, en el porche y por los jardines dejaron de hablar para observarlo. Un hombre, vestido con ropas rudimentarias, se bajó del carruaje y caminó en dirección de los espectadores.
— ¿Quién es la señorita Kaoru Kamiya? — preguntó
— Soy yo — respondió Kaoru, dando un paso adelante.
El hombre buscó algo en los bolsillos, sacó un trozo de papel y leyó lo siguiente.
— Este carruaje es para la mujer que se va a casar con el señor Kenshin HImura. Es un carruaje para damas, un faetón, y el caballo es bueno.
Dobló el papel y lo guardó otra vez en el bolsillo; luego se volvió y se alejó.
— Ah, sí — agregó de repente — . El señor Himura también le envía esto — arrojó un pequeño paquete envuelto en papel marrón en dirección a Kaoru y esta lo atrapó en el aire.
El hombre prosiguió su camino silbando. Todos permanecieron con los ojos clavados en él hasta que desapareció de la vista.
— Bien, Kaoru — dijo Tae — ¿no vas a abrir tu regalo?
Kaoru no estaba segura sobre si debía abrir el paquete porque sabía lo que encontraría dentro; si aceptaba su anillo, significaría que lo aceptaba a él.
Dentro de la caja había un anillo con el brillante más grande que hubiera jamás visto en toda su vida, rodeado por nueve esmeraldas cuadradas y perfectas.
Kaoru cerró la caja de terciopelo azul con un golpe seco y comenzó a caminar en dirección al carruaje con paso decidido. No dudó un instante y tampoco respondió las preguntas que le formulaban a su paso; se subió al carruaje y partió.
Tomó la calle Sheldon, atravesó el río Tijeras que separaba la ciudad en la parte norte y la parte sur y luego llegó al sendero que conducía a la casa de Himura. Golpeó a la puerta y caminó hasta el despacho de Kenshin.
El estaba sentado detrás de su escritorio, fumando un cigarro, mientras tomaba notas y le daba algunas instrucciones a Aoshi, que estaba sentado frente a él, en una silla, con los pies apoyados sobre el escritorio, y también con uno de esos horribles cigarros.
Aoshi fue el primero que la vio; se puso de pie de un salto y le tocó el hombro a Kenshin.
Kenshin levantó la mirada con el entrecejo fruncido.
— Usted debe ser Aoshi — dijo Kaoru mientras se acercaba a él con la mano extendida. No estaba segura sobre si era un sirviente o un amigo — . Soy Kaoru Kamiya.
— Kaoru — saludó Aoshi. No, no era un sirviente, no con ese aire de seguridad.
— Me gustaría hablarle — dijo Kaoru, volviéndose a mirar a Kenshin.
— Si se trata de planes para la boda, ahora estoy muy ocupado. Si necesitas dinero, díselo a Aoshi, él te hará un cheque.
Kaoru espantó el humo y se acercó hasta una ventana para abrirla.
— No deberían respirar todo este humo; no es bueno para la salud.
Kenshin la miró con frialdad.
— ¿Quién eres tú para darme órdenes? El hecho de que te vayas a convertirte en mi esposa no significa...
--Según recuerdo, todavía no he aceptado convertirme en su esposa, y si no tiene tiempo de hablar conmigo en privado, no creo que llegue a ser su esposa. Bueno días, señor Himura, señor Aoshi.
— Buenos días, Kaoru – dijo Aoshi con una sonrisa.
— ¡Mujeres! – exclamó Kenshin a sus espaldas — . ¡Te dije que me harían perder mucho tiempo!
Kenshin la alcanzó cuando llegaba a la puerta.
— Quizás he sido un poco brusco. Es que no me gusta que me molesten cuando estoy trabajando. Tienes que entenderlo.
— No lo molestaría si no fuera importante – respondió Kaoru con frialdad.
— Muy bien – dijo Kenshin — . Iremos allí para poder hablar – le señaló la biblioteca vacía — . Te ofrecería una silla, pero las únicas que tengo están en mi dormitorio. ¿Quieres que vayamos allí? – le preguntó con una mueca.
— Por supuesto que no. De lo que quiero hablarle, señor Himura, es de su propuesta matrimonial. Quiero saber si habla en serio o no
— ¿Crees que tengo tiempo para perderlo cortejándote si no hablara en serio?
— ¿Cortejarme? – repitió Kaoru — . Sí, supongo que podría llamarse cortejo de domingos por la mañana. Lo que deseo preguntarle, señor, es si alguna vez ha matado a alguien o contratado a alguien para que lo hiciera.
Kenshin abrió la boca y sus ojos adquirieron una expresión de ira, que luego se convirtió en una de divertimento.
— No, nunca he matado a nadie. ¿Qué más quieres saber?
— Cualquier cosa que quiera decirme – agregó ella con seriedad.
— No tengo mucho. Crecí en el establo de Jacob Fenton; me echaron por meterme con su hija y desde entonces me he dedicado a hacer dinero. Nunca he matado a nadie, ni robado, ni engañado; tampoco he golpeado a ninguna mujer, y sólo me he peleado con un número normal de hombres. ¿Algo más?
— Sí. Cuando me propuso matrimonio, dijo que quería que le amueblara la casa ¿Qué haré con usted?
— ¿Conmigo? No voy a negarte nada, si es eso a lo que te refieres.
— No me refiero a lo que usted está insinuando – dijo mientras comenzaba a caminar alrededor de él — . Conozco a hombres que trabajan en las minas de carbón y que van mucho mejor vestidos que usted. Y su lenguaje es atroz, al igual que sus modales. Mi madre tiene mucho miedo de que me case con un bárbaro como usted. Como no puedo pasar el resto de mi vida asustando a mi propia madre, tendrá que aceptar que lo instruya.
— ¿Instruirme? – preguntó el entrecerrando los ojos — . ¿Qué puedes enseñarme?
— Cómo vestirse, cómo comer...
— ¿Comer? Como muy bien.
— Señor Himura, usted siempre menciona a hombres como Vanderbilt y Gould. Dígame¿alguna vez lo invitaron a la casa de alguna de esas dos familias estando presentes las mujeres?
— No, pero... – Kenshin desvió la mirada — . Estuve una vez, pero hubo un accidente y se rompieron algunos platos.
— Entiendo. Me pregunto cómo espera que sea su esposa, que dirija una casa tan magnífica como esta, que dé fiestas suntuosas como las que tanto desea si usted se sienta a la cabecera de la mesa y come las judías con un cuchillo.
— Yo no como judías. Todo lo que un hombre necesita es carne y no una mujer que le diga...
— Buenos días, señor – Kaoru se volvió y logró dar dos pasos antes de que Kenshin la tomara del brazo.
— ¿No vas a casarte conmigo si no dejo que me enseñes?
— Y lo vista y lo afeite.
— ¿Ansiosa por verme la cara? – Kenshin comenzó a esbozar una sonrisa, pero se detuvo cuando vio que Kaoru hablaba muy en serio — . ¿Cuánto tiempo tengo para decidirlo?
— Unos diez minutos.
— ¿Quién te enseñó a negociar? Déjame pensarlo – se acercó a una de las ventanas y se quedó allí de pie, durante algunos minutos.
— Yo también tengo que pedirte algo – replicó al cabo de un momento — . Sé que te casas conmigo por mi dinero – Kaoru trató de decirle algo pero él la interrumpió — . Es inútil negarlo. No pensarías en casarte conmigo con mis malos modales si no tuviera esta casa para ofrecerte. Una dama como tú ni siquiera hablaría con un mozo de cuadra como yo. Lo que quiero es que finjas, y que le digas a todo el mundo que... – bajó la mirada — . Quiero que la gente crea que... que te has enamorado de mí; que no te casas conmigo sólo por el dinero o porque tu hermana te quitó el pretendiente y yo me aparecí oportunamente. Quiero que hasta tu hermana piense que estás loca por mí, tal como lo dije en la iglesia. Y quiero que tu madre también lo crea; no quiero que me tenga miedo.
Kaoru jamás imaginó que él le pediría algo así. Así que este era el temible hombretón, separado del resto de la ciudad. Qué horrible debía de ser no tener el menor contacto social. Era comprensible que las mujeres no quisieran recibirlo en sus casas cuando se cometían accidentes que terminaban con toda su vajilla. Kenshin no encajaba en ninguno de los dos mundos; ni en el pobre adonde pertenecía por sus modales y su lenguaje, ni en el rico, a pesar de su dinero.
El me necesita, pensó Kaoru. Me necesita como nadie jamás me ha necesitado. Para Sanosuke yo era algo extra, algo agradable de tener pero no indispensable. Para este hombre, en cambio, las cosas que he aprendido son vitales.
— Fingiré ser la esposa más enamorada – afirmó con suavidad.
— Entonces¿te casarás conmigo?
— Bueno, sí, creo que sí – respondió sorprendiéndose a sí misma.
— ¡Maldición Aoshi! – exclamó y salió corriendo de la habitación — . ¡Lady Kamiya va a casarse conmigo!
Kaoru se sentó en el borde de la ventana. El iba a casarse con "lady Kamiya". Pero ella¿con quién se casaba?
Ya era tarde cuando Kaoru regresó por fin a su casa. Estaba exhausta y en ese momento deseó no haber oído jamás hablar de Kenshin Himura. Al parecer, él creía poder permanecer en su casa para trabajar mientras que su prometida asistía a todas las fiestas y recepciones sola, y declaraba a todo el mundo que estaba enamorada y que todo iría a la perfección.
— A menos que nos vean juntos, nadie creerá siquiera que nos conocemos – le dijo Kaoru — . Tiene que asistir a la fiesta al aire libre de pasado mañana y antes de ello tendremos que prepararle un guardarropa apropiado y afeitarlo.
— Voy a comprar un terreno en Virginia, y mañana vendrá a verme un hombre. Tengo que quedarme aquí.
— Puede hablar de negocios durante las pruebas.
— ¿Quieres decir que uno de esos hombrecillos va a toquetearme por todas partes? No, no lo permitiré. Haz que me envíen unos cuantos trajes y yo escogeré alguno.
— ¿Rojo o púrpura? – preguntó Kaoru.
— Rojo. Una vez vi unos trajes rojos que...
El grito de Kaoru lo detuvo.
— Vendrá un sastre a hacerle un traje y yo elegiré la tela. También asistirá a esa fiesta conmigo y a otras funciones en estos días que nos quedan antes del casamiento.
— ¿Estas segura de que las damas verdaderas son tan mandonas? Pensé que las damas de verdad jamás levantaban el tono de voz.
— No levantan el tono de voz ante verdaderos caballeros, pero con los hombres que desean usar trajes rojos, pueden valerse de cualquier instrumento.
— Está bien, acepto que me hagan el traje como tú quieras y también iré a tu maldit... a tu encantadora fiestecilla; pero no sé en cuanto a las demás reuniones.
— Lo decidiremos sobre la marcha – replicó Kaoru sintiéndose repentinamente agotada — . Ahora debo regresar a casa. Mis padres estarán preocupados.
— Ven aquí – dijo Kenshin llevándola al otro lado del escritorio.
Kaoru obedeció, creyendo que él quería mostrarle algo. Kenshin la tomó bruscamente de la cintura y la sentó en su regazo.
— Si vas a ser mi maestra, creo que yo también tendré que enseñarte algunas cosas.
Comenzó a acariciarle el cuello con el rostro mientras le rozaba la piel con los labios. Kaoru estaba a punto de protestar cuando sintió que algo dentro de ella se derretía.
— Kenshin – llamó Aoshi desde la puerta — . Disculpen.
Sin ceremonia alguna, Kenshin la apartó de su regazo.
— Tendrás más de esto luego, querida – le aseguró como si ella fuera una callejera cualquiera — . Ahora, vete a casa, tengo que trabajar.
Kaoru se tragó lo que quería decirle, y con el rostro encendido por la vergüenza, saludó a los dos hombres y partió.
Ahora, mientras conducía hacia su casa, cansada, hambrienta, todavía presa de una emoción que mezclaba la ira y la vergüenza, pensó en cómo le diría a su familia que había cambiado de opinión y que había aceptado casarse con el señor Himura.
La respuesta fue inmediata.
Porque la hacía sentirse viva. Porque él la necesitaba.
Megumi le había dicho que cuando eran pequeñas, Kaoru arrojaba las bolas de nieve junto con los mejores, pero Saito y Sanosuke le habían robado la alegría. Hacía mucho tiempo, había aprendido que era más fácil rendirse ante los hombres y ser la mujer tranquila, femenina y complaciente que ellos querían.
Pero en ocasiones, en recepciones o fiestas, Kaoru se sentía como si fuera un hermoso cuadro colgado en la pared: hermoso y delicado, una posesión exquisita pero innecesaria. Una vez se lo había comentado a Sanosuke, pero entonces él le habló sobre el cambio de la calidad de vida sin objetos de arte.
Al final, Sanosuke cambió la tranquila belleza de Kaoru por una mujer que le encendía el cuerpo en llamas.
Jamás un hombre la había hecho sentir como Kenshin. Los gustos de Sano en cuanto a ropa y muebles eran impecables. El podía haber decorado la casa que había mandado construir para ellos sin ninguna ayuda. Pero el señor Himura se hallaba tan perdido en cuanto a eso que no sabía qué hacer sin ella.
Kaoru pensó en todos los años de sacrificio en el colegio. Megumi parecía pensar que su hermana no había hecho otra cosa que beber té y arreglar flores. Sin embargo, Kaoru recordaba muy bien la estricta disciplina y la regla de la señorita Jones sobre las palmas frágiles de las niñas cuando no hacían las cosas correctamente.
Cuando estaba con Sano, tenía que hacer un esfuerzo consciente por no equivocarse en todo lo que había aprendido porque él lo sabría. Pero con el señor Himura, se sentía libre. Hoy le había gritado. En los catorce años que conocía a Sano él ni siquiera le había levantado el tono de voz.
Respiró un poco de ese aire fresco. ¡Todo el trabajo que la aguardaba! Arreglar los detalles de la boda, la sorpresa de explorar el ático y poner los muebles donde ella quería. Y el desafío de tratar de convertir al señor Himura en un caballero formal.
Cuando llegó a su casa, se sentía entusiasmada. Se casaría con un hombre que la necesitaba.
Dejó el carruaje a uno de los mozos, enderezó los hombros y se preparó a enfrentarse a su familia.
Continuara...
Holas... bueno aki esta el tercer capitulo de este fics...
espero ke lo hayan disfrutado tanto como yo escribiendolo n.n
Bueno espero sus comentarios varios para ver ke tal va...
Cuidense
Byes
