hoy ando re poco comunicativa, asi ke sin mas demora les dejo el capitulo 4 de esta apasionante fics jojojojo

ke lo disfruten...

nos vemos abajo


La hermana de hielo

Capitulo 4.

Para alivio y sorpresa de Kaoru, la casa se encontraba vacía. En la cocina sólo estaban Susan lavando unos platos y la cocinera.

— ¿Se han ido todos a dormir?— les preguntó.

— Sí, señorita Megumi-Kaoru — le respondió Susan mientras limpiaba el molinillo de café — . Más o menos.

— Kaoru — corrigió de forma automática, sin prestar atención al último comentario — . ¿Susan, puedes llevarme una bandeja con algo para comer a mi cuarto?

Mientras se dirigía hacia la escalera, notó que había varios ramos de flores frescas, que no pertenecían al jardín de su madre. Se acercó y leyó la tarjeta:

"Para mi futura esposa Megumi, de Sanosuke".

En todos los meses que llevaban de compromiso, Sanosuke jamás le había enviado flores a ella.

Mantuvo erguida la cabeza y subió la escalera.

El cuarto de Kaoru estaba decorado con un papel muy delicado de color crema y blanco; los muebles eran de madera pintados de blanco y las cortinas eran de encaje. Las mesitas y los respaldos de los dos sillones tenían adornos de ese mismo encaje. El cubrecama también era de color blanco.

Cuando Kaoru acababa de quitarse la ropa de calle, llegó Susan con la bandeja. Mientras comía, comenzó a dar instrucciones.

— Sé que ya es tarde, pero necesito que le entregues un recado a Willie. Debe llevar esta nota al señor Bagly, el sastre de la avenida Lead. No me importa si Willie tiene que sacarle de la cama, tiene que asegurarse de entregar el mensaje en manos del señor Bagly. Debe presentarse en la casa Himura mañana a las ocho de la mañana.

— ¿En la casa Himura? — preguntó Susan mientras acomodaba la ropa de Kaoru — . ¿Entonces, señorita, es verdad que va a casarse con él?

Kaoru estaba sentada detrás de su pequeño escritorio de caoba; se volvió para mirar a Susan.

— ¿Te gustaría trabajar para mí y vivir en la casa Himura?

— No estoy segura, señorita. ¿Ese señor Himura es tan malo como dicen?

Kaoru pensó un momento. Sabía que los sirvientes solían saber más que nadie sobre estos asuntos. A pesar de que Kenshin vivía solo, los sirvientes sabían más cosas sobre él que el resto de la ciudad.

— ¿Qué es lo que has oído sobre él?

— Que tiene mal genio, que grita como una fiera y que nunca esta conforme.

— Me temo que todo eso es verdad — dijo Kaoru suspirando — . Pero al menos no golpea a las mujeres ni engaña a las personas.

— Si usted no tiene miedo de vivir con él, señorita Kaoru, entonces yo también podré hacerlo. Creo que esta casa no será un sitio agradable donde vivir después de que ustedes hayan partido.

Kaoru tomó nota mentalmente de que tenía que llamar al barbero, el señor Applegate de la avenida Coal, y pedirle que llegar a las nueve. Pensó cuanto tiempo se ahorraría si todos tuvieran teléfono.

— Susan¿no tienes un par de hermanos?

— Sí, señorita.

— Necesitaré a seis hombre para mañana durante todo el día. Tendrán que mudar uno muebles. Se les pagará bien y comerán bien, pero deberán llegar allí a las ocho y media. ¿Crees que podrás conseguir a los seis hombres?

— Sí, señorita.

Kaoru escribió otra nota.

— Willie debe entregarle este mensaje a la señora Murchison. Ella vive con el reverendo Gensai mientras los Conrad están en Europa. Quiero que cocine para la casa Himura hasta que ellos regresen. Creo que se alegrará de tener algo que hacer. Willie deberá aguardar la respuesta porque le he dicho que la cocina está vacía y debe aprovisionarla con todo lo que necesite, y enviarle la cuenta al señor Himura. Podrá pedirle a los Oakley que le presten el carro grande para transportar todas las cosas.

Se reclinó en la silla.

— Bueno, eso será todo para mañana. Haré que el señor Himura se afeite y se vista, que bajen todos los muebles y que todos coman como corresponde.

Susan comenzó a desatarle el cabello a Kaoru para cepillárselo.

— Ah, qué alivio — murmuró Kaoru cerrando los ojos.

Minutos después estaba en la cama, y por primera vez desde hacía tiempo no sintió deseos de llorar hasta quedarse dormida. De hecho, se sentía bastante feliz. Había cambiado de puesto con su hermana para vivir una noche de aventura; ahora le parecía que la aventura iba a durar más de un noche, quizá semanas.

Cuando Susan llamó a la puerta a las seis de la mañana, Kaoru estaba casi vestida para el trabajo. Llevaba una blusa de algodón blanco, una falda negra que llegaba al suelo y un cinturón de cuero negro bien ancho. Una chaqueta corta y un sombrero haciendo juego completaban el traje.

Bajó la escalera sin hacer ruido y le escribió una nota a su madre explicándole dónde estaría durante todo el día; comió algo rápido en la cocina y fue hasta la casa auxiliar para que un adormilado Willie le preparara su hermoso carruaje nuevo.

— ¿Has podido entregar todos los mensajes, Willie?

— Sí, todos. La señora Murchison se alegró de poder trabajar. Tengo que pasar a buscarla con el carro a las seis y media y juntos iremos a ver al señor Randolph al almacén. La señora Murchison lo llamó anoche para dictarle la lista de cosas de los que necesitaba. Luego iremos a la casa de los Conrad a vaciarles el jardín. Quería saber cuántos son los que comerán.

— Habrá una docena de personas, pero la mayoría son hombres, de modo que cocine para treinta. Eso será suficiente. Y dile también que traiga ollas y cacerolas; no creo que el señor Himura tenga ninguna. Venid tan pronto como podáis, Willie.

Cuando Kaoru llegó a la casa Himura todo estaba en silencio. Llamó a la puerta lateral, pero nadie vino a responderle. Por suerte, la puerta estaba sin llave, así que pudo entrar sin problemas por la cocina. Se sentía un poco como un ladrón cuando comenzó a abrir los distintos armarios. Si iban a celebrar la fiesta de bodas en esa casa dentro de dos semanas, tenía que saber con qué contaban.

Los armarios estaban vacíos; sólo encontró unas latas de melocotón en almíbar; tampoco había utensilios de cocina, salvo dos o tres cacharros de lo más ordinarios.

Decidió explorar el resto de la zona de servicio. Había sitio para tres sirvientes y un ama de llaves, además de una oficina para esta última.

En el corredor, fuera de la cocina, había una escalera. Kaoru subió hasta el segundo piso, pero no logró ver nada más que sombrías paredes forradas y suelos de roble. Continuó subiendo hasta el ático.

Tal como lo había imaginado, en el ático estaban las habitaciones de servicio que ahora se utilizaban para guardar los muebles. Había dos baños, uno para hombres, otro para mujeres, y el resto del espacio estaba dividido en pequeños cuartos. Cada uno de esos cuartos estaba repleto de cajas y paquetes; también había muebles cubiertos con protectores para evitar que acumularan polvo.

Levantó uno de los protectores. Encontró dos sillas doradas tapizadas con bordados de querubines. Tenían una tarjeta de identificación, y Kaoru la leyó conteniendo el aliento:

Mediados del siglo XVIII. Tapices tejidos en la fábrica de los Gobelinos. Se cree que pertenecieron a madame Pompadour, Un juego de doce sillas y dos canapés.

¡Por Dios, pensó Kaoru, volviendo a colocar el protector en su lugar. Contra la pared había una alfombra enrollada, también con una tarjeta:

Fines del siglo XVII.

Hecha en la tejeduría de Savonnerie para Luis XIV.

Otro embalaje sólo decía "Gainsborough". Junto a este, había otro donde se leía la palabra "Reynolds".

Lentamente, Kaoru quitó el protector que cubría las sillas de Madame Pompadour y se sentó en una de ellas. Necesitaba un momento para poder ordenar sus ideas. Miró a su alrededor, y sin levantar ninguna cubierta más supo que todos los muebles que la rodeaban eran de una calidad suprema. Levantó un protector que estaba junto a ella. Descubrió un candelabro brillante que parecía estar hecho de diamantes. La tarjeta que tenía adjunta decía: 1780.

Aún estaba sentada, un tanto sorprendida ante la perspectiva de vivir rodeada de todos esos tesoros cuando sintió que llegaba un carruaje.

— ¡El señor Bagly! — exclamó mientras se ponía de pie, y bajó corriendo las escaleras.

— Buenos días, Megumi-Kaoru — la saludó el señor Bagly.

El señor Bagly era un hombrecillo de rostro pálido que de alguna manera se las arreglaba para ser un tirano.

Inspiraba un gran respeto por ser el sastre más importante de todo Chandler.

— Buenos días — respondió Kaoru — . Entre, por favor. No estoy segura de lo que habrá oído, señor Bagly, pero el señor Himura y yo vamos a casarnos dentro de dos semanas y necesitará un guardarropa completo. Pero ahora mismo, necesita un buen traje de tarde para una recepción que tenemos mañana; algo hecho en vicuña, con tres botones, pantalones grises y un chaleco de casimir. Eso estará bien. ¿Cree que podrá tenerlo listo para mañana a las dos de la tarde?

— No estoy seguro; tengo otros clientes.

— Creo que ninguno tiene tanta prisa como el señor Himura. Emplee a todas las modistas que necesite. Se le pagará bien.

— Pienso que podré arreglarlo. Ahora, si pudiera tomarle las medidas al señor Himura, comenzaría de inmediato.

— Supongo que está en el piso de arriba.

El señor Bagly la miró con firmeza.

— Megumi-Kaoru, la conozco desde que nació y estoy dispuesto a dejar de lado todo mi trabajo para complacerla; también he aceptado gustoso venir esta mañana temprano a tomarle las medidas a su prometido, pero no aceptaré subir a buscarlo. Quizá podamos regresar cuando se haya despertarlo.

— ¡Pero no tendrá tiempo para hacerle el traje! Por favor, señor Bagly.

— No, aunque me lo pidiera de rodillas. Aguardaremos aquí un cuarto de hora. Si el señor Himura no ha bajado para entonces, nos iremos.

Kaoru casi se alegró de que no hubiera ninguna silla disponible en el cuarto donde pensaban aguardar al señor Himura. Coraje, se dijo mientras se disponía a subir la escalera.

El segundo piso era tan hermoso como el primero; todas las paredes eran blancas, y justo enfrente de ella había una habitación amplia y abierta, con una parte azulejada de verde.

— Una pajarera — susurró encantada.

Suspiró y recordó que debía cumplir su tarea. Había muchas puertas cerradas a su alrededor; detrás de una de ellas estaba Kenshin.

Abrió una puerta y en la penumbra pudo distinguir una cabeza negra en medio de una cama revuelta. Volvió a cerrarla sin hacer ruido para no despertar a Aoshi.

Tuvo que probar en otras cuatro habitaciones antes de encontrar a Kenshin, cuyo dormitorio quedaba en la parte trasera de la casa. Unas cortinas rústicas colgadas de los alambres donde debían estar los cuadros ocultaban el sol de la mañana. Los únicos muebles que tenía eran una cama de roble y una mesita de noche cubierta de papeles, sobre la cual se veía una jarra de agua. Había tres sillas de tapizado rojo con borlas amarillas.

Kaoru miró en dirección del ático y pensó: "Perdónalo, madame Pompadour".

Con resolución, se acercó a la ventana y corrió las cortinas para que entrara la luz.

— Buenos días, señor Himura — saludó en voz alta, de pie junto a la cama.

Kenshin se volvió pero continuó durmiendo.

Tenía el pecho desnudo y descubierto, y Kaoru sospechaba que el resto del cuerpo también estaría desnudo. Por un momento permaneció inmóvil, mirándolo. Había visto pocos torsos masculinos desnudos; Kenshin tenía la musculatura de un levantador de pesas y era bastante peludo. Tenía la piel tostada por el sol y parecía cálida.

De repente, una gran manaza la tomó del muslo y la arrojó sobre la cama.

— ¿No podías esperarme, no es así? — susurró Kenshin mientras comenzaba a cubrirla de besos y a recorrerle el cuerpo con las manos.

Kaoru luchó por liberarse, pero al ver que era inútil, trató de pensar en otra forma de detenerlo. Sin querer tocó el asa de la jarra de agua que estaba sobre la mesita, la agarró con fuerza y echó su contenido sobre la cabeza de Kenshin.

La jarra se rompió y Kenshin quedó empapado. Kaoru aprovechó ese instante para saltar de la cama y ponerse a salvo.

— Qué diablos... — comenzó a decir Kenshin mientras se sentaba — . Has podido matarme.

— No lo creo posible — replicó Kenshin — . No me equivoqué al pensar que su gusto en artículos de tocador era igual al de los muebles.

— Escúchame, pequeña perra, voy a...

— No, señor Himura, escúcheme usted a mí. Si voy a convertirme en su esposa, me tratará con el respeto debido a una mujer en esa posición. No permitiré que me trate como a una mujerzuela que usted contrató... por la noche — Kaoru se puso colorada pero siguió hablando — . No he venido a su dormitorio porque no podía esperar, como usted dice, para compartir su cama. En cierta forma me han obligado a hacerlo. Abajo hay un sastre aguardando tomar sus medidas para hacerle un traje. Vendrán unos hombres para ayudarme a bajar los muebles en cualquier momento, también llegará una cocinera con un carro lleno de comida y un barbero para quitarle esa masa de cabello que le cubre el rostro. Si debo prepararlo a usted y a esta casa para la boda, necesitaré su presencia, y por lo tanto, no puedo permitir que pierda el tiempo en la cama, con tantas cosas por hacer.

Kenshin la observó mientras Kaoru terminaba su discurso.

— ¿Me sangra la cabeza? — le preguntó.

Kaoru suspiró y se acercó a él para examinarle la cabeza. cuando estuvo junto a él, Kenshin la tomó por la cintura y apoyó la cabeza sobre su pecho.

Kaoru lo apartó disgustada.

— Levántese y vístase y baje lo antes posible — dijo antes de volverse y salir de la habitación.

— Maldita mandona — lo oyó murmurar mientras bajaba.

Abajo, la recibió un gran caos. Los seis hombres que Susan había contratado se paseaban por la casa como si fueran los dueños, mientras hacían comentarios en voz alta. Willie y la señora Murchison la aguardaban para hacerle preguntas y el señor Bagly había decidido irse.

Kaoru puso manos a la obra.

A las nueve de la mañana, sentía deseos de saber cómo se utilizaba el látigo. Tuvo que despedir a dos de los hombres por insolencia y luego preguntó quién deseaba ganar un jornal entero.

A Kenshin no le gustó que el señor Bagly lo tocara por todas partes ni que Kaoru decidiera lo que debía ponerse.

La señora Murchison trataba de cocinar algo en la cocina vacía y sin elementos.

Cuando llegó el barbero, Kaoru aprovechó para escabullirse e ir a conocer el vivero. Cerró la puerta detrás de sí y estudió complacida los noventa metros cuadrados llenos de plantas. La fragancia y la paz eran todo lo que necesitaba.

— ¿Demasiado ruido para usted?

Se volvió y miró a Aoshi, que estaba acomodando un enorme recipiente con azaleas. Tenía casi la misma estatura que Kenshin, era apuesto, moreno y quizá más joven.

— Supongo que lo hemos despertado — replicó Kaoru — . Han sido muchos gritos esta mañana.

— Si Kenshin está cerca, todo el mundo grita — dijo a modo de comentario — . ¿Me permite mostrarle mis plantas?

— ¿Esto es suyo?

— Más o menos. Detrás del jardín de rosas hay una pequeña casa donde vive una familia de japoneses. Ellos se ocupan de los exteriores, pero lo de adentro es mío. Tengo plantas de todo el mundo.

Kaoru no tenía mucho tiempo, pero necesitaba unos momentos de paz.

Con orgullo, Aoshi le mostró las diferentes plantas que tenía; ciclaminos, helechos, prímulas, orquídeas y plantas exóticas que ella jamás había oído nombrar.

— Debe disfrutar mucho de este lugar — le dijo acariciando una orquídea — . Esta mañana, he roto la jarra de agua en la cabeza de Kenshin.

Por un momento, Aoshi permaneció boquiabierto y luego soltó una carcajada.

— Más de una vez he tenido que pelearme con él. ¿De verdad trata de civilizarlo?

— Espero poder hacerlo. Pero no puedo continuar pegándole. Debe existir otro modo — Kaoru levantó la cabeza — . No sé nada sobre usted, ni tampoco cuál es su relación con él.

Aoshi comenzó a plantar una pasionaria.

— Me encontró en un callejón de Nueva York, donde vivía comiendo de la basura. Mis padres y mi hermana habían muerto unas semanas atrás por inhalación de humo durante un incendio. Tenía diecisiete años, y no podía conservar ningún empleo porque siempre terminaba peleándome — Aoshi sonrió ante el recuerdo — . Me moría de hambre y había decidido entrar en la vida del crimen. Por desgracia, o quizá por fortuna, la primera persona a quien decidí robar era Kenshin.

Kaoru asintió.

— Tal vez su tamaño era un desafío para usted.

— O tal vez deseaba fracasar. Kenshin me tiró a la calle, pero en lugar de enviarme a la cárcel, me llevó a su casa y me dio de comer. yo tenía diecisiete años, él ventidós y ya estaba en camino de convertirse en millonario.

— ¿Y está con él desde entonces?

— Y trabajando para mantenerme — agregó Aoshi — . Me hizo trabajar para él durante todo el día y de noche me enviaba a estudiar contabilidad. A él no le gusta dormir. Nos quedamos despiertos hasta las cuatro de la mañana, y es por eso por lo que nos encontró en la cama cuando llegó.

— ¡Ah! — exclamó Aoshi de repente mirando a través de los vidrios — . Creo que el barbero ha pasado por aquí.

Con curiosidad, KAoru se volvió para mirar también . Vio que se acercaba un hombretón vestido con la ropa de Kenshin pero completamente afeitado.

Kaoru miró a Aoshi maravillada y él se echó a reír cuando Kenshin asomó la cabeza por la puerta.

— ¡Kaoru! — gritó — . ¿Estás aquí?

Ella salió de detrás de una planta para mirarlo.

— ¿No está mal, no? — comentó acariciándose la barbilla mientras sonreía — Hacía tanto tiempo que no me veía la cara que había olvidado lo guapo que soy.

Kaoru tuvo que reír, porque era cierto que era guapo: tenía una mandíbula cuadrada, labios delgados, y las cejas espesas y rojas le daban un toque especial.

— Si ya has terminado de mirar las plantas de Aoshi, ven a la casa. Hay una mujer en la cocina que está preparando toneladas de comida, y tengo un hambre feroz.

— Sí — respondió Kaoru dirigiéndose hacia la salida.

Una vez afuera, Kenshin la tomó del brazo.

— Tengo que decirte una cosa — añadió con suavidad — Esta mañana no salté sobre ti a propósito. Es que estaba dormido y cuando desperté vi a una muchacha tan bonita que no pude evitarlo. Pero no quería lastimarte. Es que no estoy acostumbrado a tratar con damas — Kenshin se rascó la cabeza y la miró — . Pero supongo que no tardaré en aprender.

— Siéntese aquí — dijo ella señalándole un banco debajo de un árbol — . Quiero mirarle la cabeza.

El se sentó y ella le examinó la cabeza buscándole el chichón.

— ¿Le duele mucho?

— Por el momento, no — aseguró Kenshin, luego le tomó las manos — ¿Todavía quieres casarte conmigo?

De pronto, Kaoru pensó que era mucho más atractivo que Sanosuke, y cuando la miraba de esa forma, sentía algo extraño y le templaban las rodillas.

— Sí, voy a casarme con usted.

— ¡Bien! — exclamó Kenshin y se puso de pie — . Ahora vayamos a comer. Aoshi y yo tenemos mucho que hacer y hay un hombre esperándome. Y tú tienes que dirigir a esos idiotas con los muebles — comenzó a caminar hacia la casa.

Kaoru casi tuvo que correr para seguirle el paso. Cambia de humor con bastante rapidez, pensó mientras se contenía el sombrero para que no se le volara.

A la tarde, ya tenía alfombrados tres cuartos y había vaciado dos de las habitaciones del ático. Todavía le faltaba ordenar los muebles que había hecho bajar. Kenshin y Aoshi se encerraron en la oficina de Kenshin con el visitante; cada tanto sentía la voz del pelirrojo por encima de todos los ruidos.

— ¿Estas sillitas van a resistir? — le preguntó en una ocasión, cuando se asomó a la biblioteca y vio las sillas doradas.

— Lo han hecho durante más de doscientos años — respondió Kaoru.

Kenshin resopló y regresó a su estudio.

A las cinco de la tarde, llamó a la puerta del estudio. Aoshi la abrió y ella se asomó para avisar a Kenshin a través de la cortina de humo, que partía y que regresaría al día siguiente. Kenshin casi no apartó la mirada de sus papeles.

Aoshi la acompaño hasta la puerta.

— Gracias por todo lo que ha hecho hoy. Estoy seguro de que la casa lucirá como es debido cuando haya terminado.

Kaoru se detuvo antes de partir.

— Recuérdele, por favor, que mañana al mediodía estaré aquí con su traje nuevo para asistir a la fiesta de las dos de la tarde.

— Espero que quiera asistir.

— Asistirá — respondió ella con más seguridad de la que sentía.

El desayuno en casa de los Kamiya fue bastante solemne, y sólo Saito y Kaoru hicieron justicia a la carne, el jamón, los huevos, el pastel de melocotón y los panecillos de trigo. Tokio parecía haber perdido más de dos kilos de la noche a la mañana y Megumi permanecía con una expresión constante de ira, mientras que Saito pasaba de la ira a la sorpresa sucesivamente.

Kaoru pensó en lo que Susan le había contado esa mañana sobre Megumi y Sanosuke. El día anterior, Megumi había salido a pasear con un apuesto y rubio desconocido, y fueron a remar al lago de Fenton Park cuando de repente, Sanosuke apareció en otro bote junto a ellos, arrojó al desconocido al agua, y se llevó a Megumi con él hasta la orilla. Mientras todos reían, Megumi tomó uno de los remos para arrojar a Sano al barro, rescató al desconocido del agua y lo llevó de regreso al embarcadero desde donde salían los botes.

Kaoru sabía que debía sentirse celosa de todos esos jueguecitos de enamorados, enfadada porque Sanosuke demostraba abiertamente que prefería a Megumi y celosa de todas las flores que le enviaba, pero su mente estaba concentrada en cosas tales como dónde situaría el escritorio jacobino y quién la ayudaría a colgar las cortinas. Y también en el señor Himura. Esperaba que no le causara muchos problemas hoy.

— Quisiera hablarte, Kaoru — dijo Saito después del desayuno. La llevó hasta la sala del frente, la que utilizaban para recibir a los invitados y tener las discusiones serias.

Kaoru se sentó. Ese hombre había sido su padrastro desde que era pequeña , y como siempre había hecho lo que él quería y se había comportado como una perfecta dama, no se habían peleado.

— Me he enterado de que has aceptado casarte con él — dijo Saito sin sentarse.

— Sí — respondió Kaoru, preparándose para afrontar la tormenta. ¿Cómo iba a presentar su caso¿Podía decirle que le había preguntado a Kenshin si alguna vez había matado a alguien y él le había respondido que no? Quizá fuera mejor que le explicara cuánto la necesitaba ese hombre.

Saito se sentó como si pesara cientos de kilos.

— Kaoru — replicó en un susurro — , sé que esta casa no es igual que cuando vivía tu padre, pero nunca creí que tomaras una medida tan drástica para salir de ella.

Kaoru no esperaba una cosa así.

— ¿Crees que me caso con el señor Himura para dejar esta casa?

Saito se puso de pie.

— Por esa y otras razones — Saito se acercó a la ventana — . Sé que lo que Sanosuke te hizo debe ser una experiencia humillante, y a tu edad debe de parecerte el fin del mundo.

Se volvió para mirarla.

— Pero créeme, Kaoru, no es el fin del mundo. Eres la muchacha más bonita de la ciudad, quizá de todo el estado, y encontrarás a otra persona. Si quieres, te llevaré a Denver para presentarte a unos cuantos jóvenes.

Kaoru se pudo se pie, y se acercó para darle un beso en la mejilla. Hasta ese momento, no había sabido que él la quería. A pesar de que vivían en la misma casa, siempre mantenían una formalidad en su trato, y esta era la primera vez que Kaoru le daba un beso.

— Te agradezco mucho toda tu preocupación — le dijo cuando él se alejó confundido — . No creo que me case con el señor Himura porque es el primero disponible.

Saito la miró.

— ¿Estás segura? Quizá te aferras a él para demostrarle a todos que puedes conseguir un hombre en el momento en que quieras. Y sí, puedes conseguir otro hombre. Tal vez no tan rico, no con la casa de Himura, pero un hombre con una familia que conozcas. Quizás haya antecedentes de locura en la familia de Himura. He oído decir que su tío es un buscapleitos.

Kaoru levantó la cabeza.

— ¿Su tío? — preguntó

— Hiko Himura, el que trabaja en las minas. El hombre es una verdadera molestia para Fenton, pero lo conserva sin importar lo que haga.

Kaoru volvió la cabeza. El nombre Himura era bastante común y además, nunca había relacionado a su amiga Misao con Kenshin. Quizá Misao lo conocía. Y si estaban relacionados, tendría la prueba de que la familia de Kenshin era cuerda.

— No creo que haya antecedentes de locura.

Saito se sintió frustrado.

— ¿Cómo puedes cambiar tanto en tan poco tiempo? fuiste tan sensata con Sanosuke, ya os conocéis antes de comprometeros para el casamiento, pero a este hombre lo conociste hace sólo unos días y sin embargo, has decidido pasar el resto de tu vida con él.

Kaoru no podía responderle. Tenía razón. Por lógica, Kaoru sabía que no podía casarse con un desconocido. ¡Pero quería hacerlo! Cubrió la sonrisa que se le dibujó en los labios con una mano.

— Casarte es algo serio — continuó Saito — . Piensa en lo que estás haciendo.

— Ya he dicho que me voy a casar con él — dijo Kaoru como si eso bastara.

— Megumi ha demostrado que hasta que una mujer se pone la alianza puede suceder cualquier cosa — agregó Saito con amargura — . No dejes que ella arruine tu vida. Investiga a Kenshin Himura. Habla con personas que lo conozcan. Habla con Enishi Fenton; puede recordarlo de la época en que trabajaba en los establos. Es toda tu vida, Kaoru; trata de averiguar todo lo que puedas de ese hombre antes de comprometerte para siempre con él.

Kaoru sabía que lo que le pedía era razonable, no obstante dudó antes de aceptar. Quizá no quería saber nada sobre Kenshin, le gustaba pensar en él como algo misterioso, un hombre que la hacía volar.

Quizá no estuviera lista para que terminara la aventura. Pero las palabras de Saito eran sensatas y Kaoru estaba acostumbrada a obedecer. Se preguntó qué diría su padrastro si se enterara de la escena de la mañana anterior en el dormitorio de Himura. La encerraría en su cuarto y no la dejaría salir.

— Lo investigaré — aseguró suspirando — , y si no descubro nada terrible sobre su pasado, me casaré con él el día veinte.

— Es todo lo que puedo pedirte, Kaoru. Dime¿siempre has tenido ese amor por el dinero¿Has pensado en tu vida en esta casa?

— ¿Crees que una de las razones por las cuales me caso con él es su dinero?

— Por supuesto — Saito parecía sorprendido — . ¿Por qué si no aceptarías casarte con ese asqueroso? Si no fuera por su dinero, nadie hablaría de él. Sería otro minero como el resto de su familia, y nadie le daría ni siquiera la hora.

— ¿Que sería otro minero? — preguntó ella — . Comenzó trabajando en los establos y logró amasar una gran fortuna. Nadie se la regaló. Tal vez lo que me gusta es el hombre que hay dentro, el que salió de la mugre de los establos para llegar a ser alguien en la vida. Lo único que yo he aprendido es a vestirme correctamente — y él necesita esos conocimientos, pensó Kaoru, sintiendo que un escalofrío le recorría todo el cuerpo.

— ¿Y qué otra cosa debe saber una señorita?

— Las mujeres de hoy escriben libros y... — se detuvo — Me pregunto por qué nadie quiere saber cómo es que un hombre tan rico desea casarse con una mujer de Colorado. Podría tener a una princesa.

— Tú eres una princesa — replicó Saito.

Kaoru le sonrió y se acercó a la puerta.

— Debo irme; tengo que pasar por la tienda del señor Bagly y elegir el guardarropa para mi futuro marido, también debo encargar un vestido de novia igual al primero. Estoy segura de que Megumi no ha pensado en hacerlo.

— No lo creo yo tampoco — dijo Saito buscando algo en el bolsillo — . El presidente del banco vino a verme ayer y me dio esto — le entregó un papel.

Era un recibo de depósito donde figuraba que le habían abierto una cuenta con doscientos cincuenta mil dólares a su nombre.

Comenzaron a temblarle las manos.

— Gracias — murmuró — . Gracias por todo, y haré lo que me has pedido — sonrió y abandonó la sala.

Ya estaba en la escalera para cuando logró respirar bien otra vez. Se detuvo y miró de nuevo el recibo. el había dicho que depositaría "algo de dinero" para ella. Cualesquiera fueran sus faltas, la avaricia no era una de ellas. Corrió a su habitación reprimiendo unos deseos locos de gritar de alegría.

Una hora después, estaba sentada en la tienda del señor Bagly rodeada de muestras de tela. Una de las cosas que había aprendido en el colegio era cómo vestir a un hombre, por la única razón de poder discutir con el ayudante de su futuro esposo.

— Necesitará una docena de trajes para trabajar. Esta lanilla de color claro, la otra gris, y la azul oscura... por ahora.

— ¿Y para la noche? — le preguntó el señor Bagly.

— El de estambre negro con chaleco blanco. Ahora, para montar.

Le eligió ropa para practicar deportes y también para las reuniones de la tarde. Para su propia boda, le eligió un chaqué negro, camisas, bufandas, guantes. Luego le eligió una gran provisión de ropa interior, pañuelos de lino y calcetines.

— ¿Dejamos los sombreros para después?

— Sí — respondió Kaoru — . Y también los bastones — miró la hora en el reloj que tenía prendido en el vestido y dijo — : Ahora, debo irme. ¿Me permite el traje para esta tarde?

Cuando el señor Bagly le entregó el traje terminado y todos los accesorios que lo acompañaban, incluidos los zapatos, Kaoru hizo los arreglos para que fuera a tomarle las medidas a Aoshi.

— Buena suerte — dijo el señor Bagly a Kaoru cuando esta subió a su lujoso carruaje — . Va a necesitarla — agregó en voz baja.

Dos horas después. Kaoru había terminado de vestirse para la fiesta de esa tarde. Llevaba un vestido ajustado de muselina blanca sobre satén amarillo, y una enorme cinta amarilla que terminaba en un lazo sobre la cadera.

De algún modo, esa mañana, Susan había conseguido colocarle el corsé medio centímetro más ajustado. Kaoru apenas podía respirar, pero eso poco le importaba. Quería estar espléndida en su primera salida con su prometido.

Cuando estacionó su carruaje frente a la casa Himura, se dio cuenta de que muy pronto tendría que contratar a algunos sirvientes. Ahora necesitaba que alguien la ayudara a descender del carruaje. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la estuviera mirando, entonces se levantó el vestido casi hasta la rodilla y descendió.

Un silbido agudo provino del lado izquierdo.

— Es lo más lindo que he visto en todo el día — dijo Kenshin — . De hecho, tienes mejores piernas que una bailarina que conocí en Nueva Orleáns.

Kaoru trató de controlar su vergüenza.

— Le he traído su traje; apenas tiene tiempo para cambiarse y arreglarse.

— ¿Cambiarme para qué?

Todavía no estaba acostumbrada a verlo sin barba. En el rostro tenía la sombra de la nueva barba, pero aun así seguía siendo apuesto. Qué suerte había tenido al aceptar casarse con un oso peludo que se había convertido en un príncipe.

— Para la fiesta que se dará en los jardines a las dos — le respondió.

— Ah, eso — replicó él mientras comenzaba a caminar hacia la puerta dejándola plantada.

— Sí, eso — Kaoru se recogió un poco la falda para no pisarla y lo siguió hasta su oficina — . Pensé que quizá tendríamos tiempo para unas cuantas lecciones antes de partir; sólo para que se sienta más cómodo y tenga luego tiempo de vestirse con tranquilidad.

El se detuvo detrás del escritorio y tomó un papel.

— Lo siento de veras, pero no tengo tiempo de ir. Tengo mucho trabajo. Tú puedes ir sola. Además, ya estás vestida. Tal vez, puedas llevarles unas flores de mi parte.

Kaoru suspiró y dijo:

— O mejor debería darles dinero.

El la miró sorprendido.

— ¿Les gustaría eso?

— No — respondió con frialdad — , por supuesto que no, pero a usted sí. De ese modo no tendría que enfrentarse a ellos.

— ¿Me estás diciendo que tengo miedo de un puñado de snobs bien vestidos, que beben té? Yo podría comprar y vender...

Su mirada lo interrumpió.

— No iré — aseguró, y se sentó.

Ella se acercó a él; en ese momento deseó poder apoyar la cabeza sobre su hombro, pero no lo hizo.

— No será tan malo. Sólo ha conocido a las peores personas de la ciudad. Quisiera presentarle a mis amigos, y le prometo que nadie fingirá desmayarse a sus pies.

El levantó la mirada.

— ¿Ni siquiera una dama se desvanecerá al verme sin la barba?

Con una sonrisa, Kaoru se alejó.

— ¿Está tratando de decirme que será el hombre más apuesto de la fiesta?

Kenshin trató de tomarle la mano, pero Kaoru se alejó a tiempo.

— Quedémonos aquí tú y yo solos — afirmó — . Ya encontraremos algo que hacer juntos. Me gusta ese vestido.

— Oh, no, señor Himura — dijo Kaoru riendo y pensando al mismo tiempo si podría ajustar el corsé otro medió centímetro — . No me seducirá... Debe vestirse para la fiesta — Kaoru retrocedió hasta que quedó contra la pared.

Kenshin se le acercó más, puso ambas manos a los costados de la cabeza de ella, sobre la pared, y se inclino.

— Todavía no nos conocemos¿no es así? Quiero decir, una pareja debería pasar un tiempo juntos antes de casarse¿no es así?

Kaoru se deslizó por debajo de su brazo.

— Señor Himura — replicó con firmeza — , no me convencerá para que no asista a la fiesta. Creo que tiene miedo de ir, y si usted es el tipo de hombre que se asusta por una reunión, no creo que quiera casarme.

Con una mirada de enfado, Himura regresó junto a su escritorio.

— Yo no le tengo miedo a ninguna maldita fiesta.

— Entonces, pruébemelo vistiéndose y viniendo conmigo — mientras ella lo observaba, Himura parecía sostener una lucha interna; Kaoru casi le dijo que se quedaría con él. Mantente firme, se dijo, eso es lo que quiere que hagas.

Himura arrojó los papel sobre el escritorio.

— Iré — declaró con tono de disgusto — . Y espero que no te arrepientas — Pasó junto a ella y abandonó la habitación.

— Eso espero — suspiró Kaoru mientras corría hacia el carruaje a buscar el traje.

Mientras Kenshin se vestía, Kaoru recorrió los muebles desparramados en la casa, para pensar dónde los ubicaría. Después de una hora y cuarto, cuando comenzaba a pensar que Himura se había escapado por alguna ventana, se volvió y lo vio vestido con su levita, su camisa blanca, los pantalones de franela gris y la corbata en la mano.

— No sé hacerme el nudo.

Kaoru no pudo moverse por unos instantes. El traje de excelente corte realzaba la diferencia entre su cintura estrecha y los hombros anchos. Con orgullo pensó en el momento en que aparecería en la fiesta tomada de su brazo. Quizá una parte de ella quería demostrarle a todo el mundo que sí podía conseguir otro hombre.

— ¿Sabes tú hacerlo? — insistió él.

— Sí, por supuesto — dijo Kaoru recuperándose — . Tendrá que sentarse para que yo pueda alcanzar su cuello.

Kenshin se sentó en una de las sillitas doradas como si fuera un condenado.

Mientras le ataba la corbata comenzó a conversar con él.

— La fiesta es en casa de una de mis amigas. Tae Mankin. Habrá mesas largas llenas de bebida y comida, y lo único que tendrá que hacer es pasear y conversar con la gente. Yo me quedaré junto a usted lo más que pueda.

Kenshin no comentó nada.

Cuando terminó con el nudo, Kaoru lo miró a los ojos. ¿Era el mismo hombre que aquél a quien le había partido la jarra en la cabeza?

— No durará mucho, luego regresaremos aquí para cenar.

De repente, Himura la abrazó con fuerza y la besó con pasión como si necesitara que ella le diera coraje. Luego se puso de pie y dijo:

— Terminemos de una vez con esto.

Kaoru estaba demasiado perpleja para reaccionar. Los pocos besos que se habían dado parecían no significar gran cosa para él, pero a ella le quitaban el aliento.

— ¿No vienes? — le preguntó impaciente desde la puerta.

— Sí, claro — respondió ella sonriendo, y sintiéndose llena de vida.

Mientras recorrían la breve distancia hasta la casa de Tae, Kaoru le dio algunas indicaciones.

— Si vamos a hacer que crean en nuestro compromiso, tiene que ser atento conmigo. Quédese a mi lado, tómeme del brazo, ese tipo de cosas. Y por favor, ayúdeme a bajar del carruaje.

Kenshin asintió sin mirarla.

— Y sonría — agregó Kaoru — . Casarse no es tan malo.

— Si es que sobrevivo al compromiso — replicó Kenshin en tono gruñón.

Las personas reunidas en el jardín de Tae sentían gran curiosidad por Kaoru y Kenshin. Se esforzaban por actuar con naturalidad, pero casi corrieron hasta el carruaje cuando los vieron llegar y todos quedaron boquiabiertos. El minero peludo se había convertido en un caballero.

Kenshin pareció no darse cuenta de la reacción de la gente, pero Kaoru observó todo con orgullo y apoyó amabas manos en sus hombros mientras Kenshin la ayudaba a bajar del carruaje. Deslizó el brazo por debajo del suyo y lo guió hacia donde los aguardaban los invitados.

— Permítanme presentarles a mi prometido, el señor Kenshin Himura — dijo Kaoru.

Veinte minutos después, cuando terminó con las presentaciones, sintió que Himura comenzaba a relajarse.

— ¿No ha sido tan malo como creía, no?

— No — acordó él de mala gana — . ¿Quieres comer algo?

— Me gustaría beber un ponche. ¿Me disculpa un momento? Tengo que hablar con alguien.

Kaoru lo observó un momento mientras Kenshin se dirigía hacia las mesas y notó cómo varias mujeres habían dejado de conversar para mirarlo. Meredith Lechner se acercó para hablar con él, previa sonrisa a Kaoru, como si le pidiera permiso.

Es mío, pensó Kaoru, es la rana convertida en príncipe. Y sólo necesitó un chichón en la cabeza. Se cubrió la boca para la tos que disimulaba una risita.

Mientras Kenshin estaba ocupado, Kaoru se acercó al reverendo Gensai.

— Lo has cambiado bastante — comentó el reverendo haciendo un gesto hacia Kenshin, que ahora estaba rodeado por tres mujeres.

— El exterior, quizá — dijo en voz baja Kaoru — . Quiero hablar con usted. La semana pasada, en las minas, Misao Himura dijo que sabía algo sobre mí. ¿Qué es lo que sabe?

— Todo — respondió el reverendo.

— ¿Pero cómo...?

— Yo se lo dije. Tenía que hacerlo. Quería que tuvieras una amiga, una amiga de verdad, en el otro lado.

— Pero¿y si me atrapan? Misao tendrá problemas si se descubre que conoce mi identidad. Ya tiene suficientes dificultades de por sí.

— Kaoru — explicó el reverendo mirándola a los ojos — , no puedes correr con toda la responsabilidad. Misao vino a verme hace unos meses y quiso saber toda la verdad. Y me alegré de poder decírsela.

Kaoru permaneció en silencio por unos momentos mientras observaba que Kenshin reía ante uno de los comentarios de las mujeres, que cada vez se le acercaban más. No sólo a mí me atrae, pensó.

— ¿Sabía que Kenshin y Misao están relacionados? — le preguntó Kaoru.

— Son primos hermanos — el reverendo sonrió ante la sorpresa de Kaoru — . En cuanto me enteré de tu compromiso, fui a ver a Misao. Los guardias no se alegraron mucho de verme, pero tengo un jefe más poderoso que el de ellos, y me dejaron pasar. Ni Misao ni ningún miembro de la familia conocen a Kenshin. Mantienen su nacimiento oculto, por algo relacionado con la madre... Misao supone que era una mujer... de la noche, y el padre de Kenshin dudaba de que el hijo fuera suyo. Eso explicaría que lo pusieran a trabajar con los Fenton en lugar de criarlo los Himura.

— ¿Sabe qué sucedió a sus padres?

— Misao estaba segura de que ambos han muerto, Kaoru — el reverendo Gensai le apoyó una mano en el brazo — . ¿Estás segura de que quieres casarte con este hombre? Sé que lo que Sanosuke te hizo te habrá dolido mucho pero...

Kaoru sintió que no resistiría otro sermón, por muy bien intencionado que fuera.

— Estoy segura — replicó con firmeza — . Ahora, si me disculpa, tengo que ira a cuidar que no me roben a mi prometido.

— Muy bien, Kaoru, pero si quieres hablar, estaré siempre dispuesto a escucharte.

Mientras Kaoru se dirigía al lugar donde estaba Kenshin, varias personas la detuvieron.

— Está maravilloso, Kaoru. Has logrado un gran cambio en él.

— ¿Es verdad que te enamoraste de él estando comprometida con Sanosuke?

— ¿Quedó muy destrozado Sano cuando se lo dijiste?

— ¿Te escapaste de tu casa para conocer al señor Himura?

— ¡Kaoru, cuéntanos todos los detalles!

Por fin consiguió llegar a su lado y pasó un brazo por debajo del suyo.

— Has tardado bastante — le dijo en voz baja — ¿Sabes lo que esas mujeres querían saber?

— Puedo adivinarlo — contestó riendo Kaoru — . ¿Ha logrado comer algo?

— Sólo un par de esos canapés. Podría comérmelos todos de un bocado y seguir con hambre. ¿Tenemos que quedarnos mucho más¿Quién era ese hombre con el que estabas hablando?

— El reverendo Gensai.

— Oh, sí. Le das clase los miércoles — sonriente, le tocó la punta de la nariz — . No te sorprendas. Sé muchas cosas sobre ti. ¿Por qué no te sientas mientras yo voy a buscarte un plato de comida? He visto que los otros hombres lo hacen con sus mujeres.

Si estuviera con Sano, él sabría qué hacer, pensó Kaoru. Y tendrían que dejar la fiesta a las 15.15, porque los jueves él...

— ¿Desearías tener un hombre que supiera qué hacer? — preguntó Kenshin.

— No, claro que no — respondió ella, y no agregó nada más, porque una masa de comida empapada cayó a tumbos sobre su regazo.

Kenshin no se movió, pero la expresión de su rostro demostró que había sucedido lo que tanto temía.

Kaoru reaccionó cuando escuchó la risa de una mujer que resonaba en el silencio repentino del jardín.

De inmediato se puso de pie, tirando su plato al suelo.

— Álzame — le susurró con tranquilidad, pero él la miró sin comprender — . Levántame en tus brazos y llévame hasta el carruaje. Partamos de inmediato.

Kenshin no estaba acostumbrado a obedecer órdenes, pero esta vez hizo todo lo que la joven le indicaba.

Mientras la llevaba hacia el carruaje, Kaoru se apretó contra él. Los jueves, Sanosuke tenía que asistir a su clase, mientras que el señor Himura se reservaba ese día para llevarla en sus brazos.

Kenshin no dijo nada hasta llegar al carruaje y ponerse en marcha hacia la casa Kamiya.

— ¿Por qué? — le preguntó — . ¿Para qué hiciste que te llevara en brazos?

— Porque pocos de los hombres que estaban allí tienen la fuerza suficiente para llevar en brazos a sus mujeres, y creo que cualquier mujer cambiaría un poco de comida derramada por un hombre que pudiera alzarla en sus brazos.

— Tú no pesas nada — repuso Kenshin.

Con una sonrisa, ella se acercó más a él y lo besó en la mejilla.

— No peso nada para ti — replicó con suavidad.

Kenshin detuvo el carruaje y la miró

— Eres una verdadera dama¿no es así?

— Eso espero — murmuró Kaoru mientras pensaba que era posible ser todo lo que Kenshin Himura deseaba que fuera.

Continuara...


eso es todo por hoy chicas... espero ke les haya gustado

y epsero sus cometnarios pues...
cuidenseeeee
matta neeeee