Holaaaaaaaaaas... como tan? espero ke bien, en verdad ke ando un poco despistada y les pido de antemano disculpas por no subir el capitulo 5 de el misterio del caballero del fenix Peroooooo, la buena noticia es ke lo estoy escribiendo en este minuto asi que pueden estar trankilas ke de aki al lunes lo tienen arribita para que lo disfruten...
a lo que iba pos aki les dejo el capitulo 5 de "La hermana de hielo", esta historia esta super relacionada con la de la AI-shinomori, que se llama la "hermana de fuego", pues como veran es la version de la otra hermana gemela... asi ke si kieren saber cuales fueron las impresiones de megumi, y toodo el enredo ke se mandan estas dos hermanitas tan especiales...
Bueno sin mas ke decir, solo ke esta historia no me pertenece salvo algunos detalles, y ke los personajes tampoco son mios... Les dejo con el capitulo 5... n.n
La Hermana de Hielo
Capitulo 5.
Kaoru irrumpió en el dormitorio de su madre, donde Tokio estaba bordando los puños de un vestido.
— ¡Madre! Tienes que ayudarme — suplicó Kaoru.
— Mira tu vestido — repuso la madre poniéndose de pie — . ¿Crees que saldrá la mancha?
— No lo sé. el está abajo aguardándome y debes entretenerlo mientras me cambio. Si no hablas con él, me temo que se irá.
Tokio retrocedió un paso.
— ¿No te estarás refiriendo al señor Himura¿El está abajo?
Kaoru tomó las manos de su madre.
— Está muy perturbado. Por accidente, derramó un poco de comida sobre mi regazo y todos comenzaron a burlarse de él. ¡Si lo hubieras visto! Se sintió tan humillado. Por favor, baja y habla con él durante unos minutos. No dejes que se vaya.
Tokio se suavizó.
— Nadie tendría que haberse reído si fue un accidente.
— Gracias — dijo Kaoru dándole un beso en la mejilla antes de abandonar la habitación, sin escuchar la pregunta de Tokio: Pero¿de qué voy a hablarle?
Susan estaba aguardando a Kaoru y la ayudó a cambiarse.
— Sólo se ensució la parte de delante — comentó examinado el vestido — . Susan, dile a la señora Thomas que le pase polvo de magnesia para quitarle la grasa y... oh, Dios, tiene todo tipo de manchas. Poned la tela sobre una llama de sulfuro, y si no queda limpio le echaré nafta. Pero lo haré yo misma. No quiero que explote la cocina. Apresúrate, antes de que empeore.
Cuando Susan regresó después de haber cumplido con su recado, Kaoru estaba sentada detrás de su escritorio escribiendo.
— Cuando termine esta nota, entrégasela a Willie para que se la lleve a la señora Murchison. También quiero que le expliques lo que necesito para que no haya ningún malentendido.
Mientras escribía, comenzó a hablar:
— Dile a Willie que suba la escalera de la casa Himura, la que está junto a la cocina, hasta llegar al ático; allí debe girar hacia la izquierda, donde hay un extenso pasillo. La segunda puerta a la izquierda conduce a un cuartito con muebles; contra la pared del fondo hay una alfombra Soumak, no, mejor pondré una alfombra con diseños rojos y una bolsa enorme, casi tan alta como él, con almohadones decorados. Dile que lleve la alfombra y los almohadones abajo, a la salita. La señora Murchison le indicará donde queda. Que extienda la alfombra y coloque los almohadones a lo largo de los borde de la alfombra. Luego, deberá buscar el candelabro de plata que está en el comedor (es la puerta de al lado), y ponerlo en medio de la alfombra.
Kaoru levantó la mirada.
— ¿Podrás recordar todo lo que te he dicho?
— Oh, sí, señorita. Será una merienda bajo techo. ¿Es verdad que el señor Himura derramó toda la comida sobre los invitados?
— ¿De dónde has sacado eso?
— Ellie, la que trabaja para los Mankin, pasó por aquí y me lo dijo.
— Bien, pero no es verdad. Ahora, ve abajo, dale el mensaje a Willie y entrégale esto para la señora Murchison. Y deprisa, por favor, necesitaré ayuda para cambiarme. Ah, sí, y dile a la señora Murchison que llegaré lo más tarde posible para darle tiempo a que cocine.
Cuando Susan partió, Kaoru descubrió que la comida derramada le había humedecido la ropa interior. Pensó que al hervir las prendas quedarían limpias de toda suciedad. Luego comenzó a cambiarse.
Eligió un vestido de linón de color verde agua, con mangas abullonadas; el jubón y el cuello alto eran de guipur de algodón. En la espalda tenía nada menos que treinta y seis botones. Estaba luchando con ellos cuando entró Susan.
— ¿Has podido oír algo abajo?
— Nada, señorita — respondió Susan, mientras la ayudaba a abotonarse el vestido con un gancho de bronce — . ¿Quiere que vaya a mirar? Creo que la puerta de la sala está abierta.
— No — contestó Kaoru, quien comenzaba a preocuparse. Tokio Saito era una mujer que necesitaba protección, y se sorprendía con facilidad. Kaoru imaginó a Kenshin utilizando un lenguaje vulgar, a Tokio desmayándose de indignación y Kenshin que la dejaba allí tirada, porque no sentía obligación alguna de levantarla.
— No hay nade más en casa¿no es así, Susan?
— No, señorita.
— Bien, porque quiero bajar y espiar por las bisagras de la puerta, mientras tú terminas de abotonarme.
Kaoru bajó la escalera de puntillas, seguida por Susan, y se escondió detrás de la puerta de la sala.
Kenshin y Tokio estaban sentados uno al lado del otro sobre el sillón, mirando un estereoscopio.
— Nunca he estado allí — comentaba Tokio — , pero me han dicho que es un lugar impresionante.
— Yo viví durante varios años en Nueva York y jamás oí hablar de este sitio — afirmó Kenshin — . ¿Cómo se llamaba el lugar?
— Cataratas del Niágara.
Kenshin dejó el estereoscopio y la miró.
— ¿Le gustaría verlo, no es así?
— Oh, sí, me encantaría. En realidad, señor Himura, siempre tuve el sueño secreto de viajar. Me gustaría alquilar un tren privado y viajar por todo el territorio de Estados Unidos.
Kenshin tomó las manos de Tokio.
— Voy a regalarle ese sueño, señora Kamiya. ¿De qué color le gustaría el tren? Me refiero al interior. ¿Rojo?
— No, no podría... — comenzó a decir Tokio.
Kenshin se le acercó más.
— Tengo una verdadera debilidad por las damas — repuso con suavidad — , y usted, señora Kamiya, es tan dama como su hija.
Hubo un momento de silencio y Susan dejó de abotonar el vestido de Kaoru.
— Rosa — afirmó Tokio — . Me gustaría un tren todo pintado de rosa.
— Lo tendrá. ¿Desea alguna otra cosa?
— Quisiera que me llamara Tokio. Me temo que a mi marido, el señor Saito, no le gustaría que a su esposa la llamaran con el nombre de su ex marido.
Kaoru contuvo la respiración para ver cómo tomaba Kenshin esa corrección.
Kenshin tomó la mano de Tokio y la besó con sentimiento; no fue un beso delicado de caballero.
— No cabe duda de que su hija es una verdadera dama.
— Creo que si usted no se casara con él, lo haría su mamá — murmuró Susan.
— Cállate y termina de abotonarme — replicó Kaoru.
— Listo — anunció Susan, y Kaoru salió de su escondite.
— Espero no haber tardado mucho — dijo con dulzura — . ¿Se sintió cómodo, señor Himura?
— Sí — respondió Himura con una sonrisa — . Muy cómodo. Pero ahora tengo que irme; el trabajo me espera.
— ¿Señor Himura, podría llevarme a la ciudad para ver a la modista? Tengo que dejarle unos patrones.
Kenshin frunció el entrecejo, pero luego aceptó cuando Kaoru aseguró que no tardaría más de quince minutos.
— No me esperes hasta esta noche — le susurró a su madre mientras se despedía.
— Estás en buenas manos — respondió Tokio sonriente.
Cuando subieron al carruaje de Kaoru, la joven se volvió hacia Kenshin.
— ¿Habéis tenido una conversación agradable?
— Tienes una buena madre — comentó Kenshin — . ¿Dónde queda la tienda que quieres visitar¿Estás segura de que no tardarás más de diez minutos?
— Quince — corrigió Kaoru — . Mi anterior vestido de novia lo hicieron en Denver, y voy a hacer que me hagan uno igual aquí.
— ¿Igual? Ah, sí, para la doble boda. ¿Cuándo es?
— El lunes veinte. Espero que ese día no tenga que trabajar y puedas venir.
Kenshin la miró de soslayo y luego sonrió.
— Estaré allí el día de la boda, si tú estas allí para la noche de bodas — Kenshin se echó a reír y Kaoru tuvo que volver la cabeza, ruborizada.
Lo llevó por la avenida Coal hasta Westfield Block, un edificio elegante de dos pisos que tenía varios comercios.
Kenshin ató el caballo y ayudó a Kaoru a bajar del carruaje.
— Tomaré algo mientras te espero — le dijo señalando uno de los tantos bares — . Espero que ser marido sea más fácil que ser pretendiente.
Kenshin se volvió y se alejó, dejándola plantada en medio de la calle polvorienta. A veces Kaoru echaba de menos los modales de Sanosuke.
Su conversación con la modista no le llevó más que siete minutos, y la mujer agitaba las manos con desesperación por tener que hacer un vestido tan elaborado en tan poco tiempo. Se sentó perpleja cuando Kaoru le dijo que le hiciera también un vestido a Misao Himura. Después la sacó de la tienda, mascullando que necesitaba todo el tiempo para trabajar. Kaoru no podía decir que la modista estuviera entusiasmada ante le proyecto de trabajo.
Kaoru se detuvo en la calle para abrir su parasol y miró en dirección al bar donde la aguardaba Kenshin. Esperaba que él no tardara mucho tiempo.
— Miren esto... — dijo la voz de un hombre — . ¿Nos estabas esperando?
Los tres vaqueros la rodearon, y por el olor que tenían encima, Kaoru se dio cuenta de que acababan de llegar de un largo viaje.
— Vamos, Cal — replicó uno de los hombres — . Es una dama.
Kaoru hizo como si los hombres no estuvieran allí, pero rezó en silencio para que Kenshin apareciera pronto.
— Me gustan las damas — afirmó Cal.
Kaoru se volvió y puso la mano en la perilla de la puerta de la galería de arte de Sayles. Cal apoyó su mano sobre la de ella.
— ¿Qué hace? — preguntó la joven volviéndose y mirándolo con desprecio.
— Habla como una dama — comentó Cal — . ¿Muñeca, qué te parece si tú y yo vamos al bar a tomar unas cervezas?
— Cal — dijo otro de los vaqueros en tono de advertencia.
Pero Cal se acercó más a Kaoru.
— Te haré pasar un rato muy divertido, muñeca.
— Yo le haré pasar un rato muy divertido a usted — aseguró la voz de Kenshin mientras aferraba al vaquero por la espalda y los pantalones y lo arrojaba a la calle.
Cuando el vaquero, que medía la mitad que Kenshin, se puso de pie, este le gritó:
— Esta es una ciudad limpia. Si quiere una mujer libre, vaya a Denver, aquí cuidamos a nuestras mujeres. ¡Y yo me ocuparé de la mía¿Lo ha entendido?
— Sí, señor — tartamudeó el hombre — . No era mi intención... Partiré a Denver de inmediato.
— Me gusta esa idea — repuso Kenshin acercándose a Kaoru para ayudarla a subir al carruaje.
Guió el carruaje en silencio y se detuvo repentinamente.
— ¡Maldición! Supongo que querrás ir a tu casa. ¿Ese tipo te ha hecho daño?
— No — respondió Kaoru con suavidad — . Gracias por venir a mi rescate.
— No es nada — replicó Kenshin, pero tenía el entrecejo fruncido como si algo le preocupara.
Kaoru le apoyó una mano en el brazo.
— Quizá me he adelantado, le he enviado un mensaje a la señora Murchison para que nos preparara la cena. Claro que si te molesta que cene contigo...
Kenshin la miró de arriba abajo.
— No, no me molesta, pero espero que tengas suficientes vestidos ya que parece que los estropeo a menudo.
— Tengo más que suficientes.
— Muy bien, entonces — repuso de mala gana — , pero también tengo que trabajar. Tú entra, que mientras tanto guardaré el caballo.
Una vez dentro de la casa, Kaoru corrió hacia la cocina.
— ¿Todo listo? — preguntó.
— Todo — le sonrió la señora Murchison — . Y también hay champán frío aguardando.
— ¿Champán? — repitió preocupada Kaoru y recordó que Megumi había bebido demasiado champán cuando hizo el amor con Sanosuke.
— Y preparé los platos preferidos del señor Kenshin — continuó la señora Murchison.
— Carne, sin duda — murmuró Kaoru — . Estoy segura de que todo estará perfecto, como siempre — Kaoru se dirigió a la salita, donde estaba todo preparado tal cual ella lo había imaginado. Las velas encendidas, el champán helado, galletitas y paté en una bandejita de plata. Los últimos rayos del sol se filtraban por la ventana creando un ambiente muy especial.
— ¿Tú preparaste esto? — preguntó Kenshin.
— Pensé que estarías hambriento — respondió nerviosa. La merienda le había parecido una buena idea, pero ahora temía que él lo viera como un plan de seducirlo — . También dijiste que querías hablarme — agregó.
Kenshin gruñó y le dijo:
— Si no te conociera, pensaría que querías algo más que conversar. Ven, sentémonos a comer. tengo que...
— Trabajar — completó ella, un poco herida por su actitud. Después de todo, había ideado esa comida porque lo había visto triste por el episodio de la comida derramada.
Kenshin se acerco a ella y le colocó una mano bajo la barbilla.
— ¿No vas a llorar?
— Por supuesto que no — repuso la joven con firmeza — . Comamos, así podré irme a casa; yo también tengo mucho que hacer y...
Kenshin la tomó de un brazo y la atrajo contra sí.
Kaoru sintió que su cuerpo se deshacía y que la furia desaparecía. Quizás era eso lo que estaba buscando. Le gustaba tanto que él la tocara.
— Hueles bien — murmuró Kenshin mientras le olía el cuello y la rodeaba con el cuerpo, protegiéndola, haciéndola sentirse segura e insegura a la vez.
— Fuiste muy amable conmigo — le dijo mientras seguía besándole el cuello — . No te importará mucho estar casada con un rústico como yo¿no?
Kaoru no respondió; sentía que se le aflojaban las rodillas, pero Kenshin la mantenía en pie mientras comenzaba a besarle la oreja izquierda.
— Eres la más bella de todas — le susurró; su aliento caliente la hacía temblar — , y me gustó llevarte en brazos. De hecho, ahora me gustaría llevarte hasta mi cama.
Kaoru estuvo tentada de no decir nada, y en realidad se preguntó si podría hablar.
— Eh-hem — dijo alguien desde la puerta.
— Váyase – replicó Kenshin, cuyos dientes mordisqueaban el cuello de la joven.
Pero Kaoru tenía años de entrenamiento, y apartó a Kenshin con suavidad.
— Por favor – balbuceó mirándolo a los ojos.
Con una mirada de disgusto, Kenshin la soltó tan repentinamente que ella casi cayó al suelo.
La señora Murchison estaba de pie junto a la puerta sosteniendo una gran fuente de porcelana. Antes de retirarse, miró a Kaoru con desaprobación y esta se ruborizó.
Kaoru trató de calmarse y se dio cuenta de lo cerca que había estado de terminar en la cama con su prometido. Pero le había prometido a su padrastro que antes de casarse con lo investigaría. ¿Y si descubría que era un criminal¿Se casaría con él de todos modos? Tendría que hacerlo si antes compartía su cama.
Levantó la mirada y lo vio sentado en el suelo tratando de abrir la botella de champán. Se había quitado la chaqueta y tenía las mangas de la camisa arremangadas, de modo que podía verle los brazos fuertes y tostados. Quizá debería permitirle que le hiciera el amor, así se casaría con él sin importar lo que descubriera sobre su pasado.
Pero eso sería hacer trampas.
Kaoru se alisó la falda y se sentó sobre los almohadones frente a Kenshin.
— Tengo que pedirte un favor – le dijo.
— Claro – respondió el con la boca llena de paté.
— Quiero permanecer virgen hasta el día de la boda.
Kenshin comenzó a toser con tanta fuerza que Kaoru se asustó, pero este se bebió media botella de champán y logró recuperarse.
— Me agrada saber que lo eres – repuso él por fin, con los ojos llenos de lágrimas — . Quiero decir, después de Sagara y eso.
Kaoru se puso tensa.
— No te pongas tensa. Ten, bebe esta copa de champán. Te vendrá bien. De modo que quieres permanecer virgen – comentó mientras servía la sopa cremosa en platos de porcelana — . Supongo que eso significa que quieres que mantenga las manos quietas.
El la observaba en forma especulativa.
— Quizá sea lo mejor – replicó Kaoru, pensando que si él volvía a tocarla como esa noche, ella no permanecería virgen mucho tiempo más, ni tampoco querría serlo.
— Muy bien – repuso Kenshin con frialdad.
Kaoru abrió los ojos. Sin duda él pensaría que ella lo consideraba un rústico.
— No, por favor – balbuceó ella — . No es lo que crees – no podía contarle lo que le había prometido a su padrastro, ni que el contacto de sus manos la hacían sentir muy lejos de ser una dama. Kaoru le apoyó una mano sobre el brazo desnudo.
Kenshin se alejó.
— Ya te he entendido – le dijo — . Sé que hicimos un trato, más o menos un contrato, y yo lo he roto. Dijiste que fingirías estar enamorada, supongo que en público, y lo has hecho. En privado, no tienes por qué soportarme. No volveré a tocarte. En realidad, creo que es mejor que me vaya. Tú puedes quedarte y terminar de comer. Voy a trabajar.
Antes de que Kaoru pudiera moverse, Kenshin estaba casi afuera de la habitación.
— Por favor, no te vayas – le gritó poniéndose de pie de un salto. Sin querer, estuvo a punto de caer al pisarse la falda, pero Kenshin la atajó a tiempo, y después de enderezarla la soltó.
— No he querido ofenderte – explicó — . No es que no me guste que me toques... – comenzó, pero se detuvo, ruborizada — . Quiero decir... yo nunca... Y quisiera permanecer... si es posible...
Kenshin la miró con dureza.
— No entiendo nada. ¿Quieres que no te toque o qué? Lo único que te pedí para mi casamiento es una dama en público. En privado, esta casa es lo suficientemente grande y no tienes por qué mirar mi desagradable rostro. Puedes escoger.
Una dama debe ser positiva, pensó Kaoru recordando las lecciones del colegio. Levantó la cabeza y bajo los hombros.
— Deseo ser tu esposa en privado tanto como en público, pero también deseo permanecer virgen hasta el día de la boda.
— Bien. ¿Y quién te lo impide? – preguntó Kenshin — . ¿Acaso quise arrastrarte al dormitorio por el cabello¿Te obligo a ir a mi cama?
— No, pero usted es muy persuasivo, señor Himura – replicó Kaoru, y enseguida se puso una mano sobre la boca.
Los ojos de Kenshin se iluminaron al comprenderla.
— Bien – dijo con tono maravillado — . ¿Quién lo hubiera dicho? Quizás a las damas les gustan los mozos de cuadra. Ven, sentémonos a comer – propuso alegremente — . ¿De modo que muy persuasivo? – repitió sonriente.
Kaoru deseó no haber tocado ese tema.
La cena íntima que había planeado se convirtió en un caos. Aoshi llegó antes de que terminaran la sopa y entregó a Kenshin unos papeles para que leyera y firmara. Kenshin lo invitó a compartir la cena y ambos hombres se dedicaron a hablar de negocios todo el tiempo.
Kaoru observó en silencio la puesta de sol por los enormes ventanales. La señora Murchison entró y salió varias veces con fuentes de deliciosos manjares, que se comían hasta la última miga.
Kenshin no dejó de halagar a la cocinera un solo instante mientras la mujer traía las distintas fuentes y terminó sugiriéndole "por qué no escapaba con él y vivían en pecado". La señora Murchison rió y se ruborizó como si fuera una colegiala.
Kaoru recordó que la cocinera le había dicho que prepararía todos los platos favoritos del señor Himura, y entonces le preguntó:
— ¿Cuáles son sus comidas preferidas, señor Himura?
El la miró por encima de sus papeles y le contestó:
— Cualquier cosa que tenga buen sabor y que venga acompañada de una hermosa dama.
Kaoru apartó la mirada con las mejillas sonrosadas.
A las nueve se puso de pie.
— Ahora debo marcharme; gracias por la cena, señor Himura. – Kaoru pensó que él no siquiera notaba su presencia.
Kenshin la tomó del borde del vestido y le dijo:
— Todavía no puedes irte. Tengo que conversar contigo.
Sin retirar la falda, la joven permaneció inmóvil, a la expectativa.
— Creo que soy yo quien debe marcharse – replicó Aoshi recogiendo los papeles.
— Pero todavía no hemos terminado.
— ¿No crees que debes estar un rato a solas con tu novia? – sugirió Aoshi — . Le diré a la señora Murchison que puede marcharse – se pudo de pie — . Kaoru, gracias por la cena, la he disfrutado mucho – Aoshi salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Kaoru no se movió, se quedó de pie donde estaba, sin mirar a su prometido. El le tiró de la falda varias veces, pero como ella no respondió, se puso de pie.
— Creo que estás enfadada conmigo.
Kaoru apartó la mirada.
— Es ridículo. Es bastante tarde, señor Himura, y debo regresar a casa. Mis padres estarán preocupados.
Kenshin la apoyó una mano sobre la mejilla.
— Me ha agradado mucho que prepararas esta cena con las velas y todo.
— Me alegro de que te haya gustado, pero ahora debo...
El la tomó en sus brazos.
— Estuve pensando toda la noche en lo que dijiste, sobre cómo podría hablarte acerca de ciertas cosas... – le dijo con los labios apoyados sobre su cuello.
— Por favor – replicó ella empujándolo con suavidad.
El le colocó una mano sobre el cabello y comenzó a acariciarle la cabeza. El cabello largo y sedoso de Kaoru quedó desparramado sobre sus hombros.
— Hermoso – murmuró mirándola. Kenshin comenzó a besarla y Kaoru sintió que se deshacía. El jugó con sus labios; le mordió el labio inferior y la acarició con la punta de la lengua.
Kaoru permaneció inmóvil mientras la invadían oleadas de placer. Luego, con abandono, lo rodeó con los brazos y apoyó su cuerpo contra el de Kenshin. Kenshin reaccionó al instante, y la abrazó con fuerza.
Cuando él comenzó a doblar las rodillas para echarse sobre la alfombra, Kaoru ni siquiera pensó en protestar, sino que se aferró a su prometido como si él fuera una fuente de vida. Sin que sus labios se separaran, ambos se acostaron sobre la alfombra.
Kenshin introdujo una mano debajo del vestido y le acarició el muslo mientras su lengua comenzaba a descender a lo largo de cuello la joven.
— Kenshin – susurró Kaoru con la cabeza echada hacia atrás y una pierna entre las de él.
— Sí, corazón, estoy aquí – murmuró él y su voz la hizo temblar.
Le levantó el vestido para acariciarle las piernas y enseguida encontró la parte de muslo desnuda que quedaba entre el portaligas y las bragas flojas.
Kaoru no pensaba en nada, sólo sentía una mar de emociones mientras Kenshin le acariciaba la piel y le apoyaba los labios sobre el rostro. Instintivamente, se acercó más a él.
Con un gruñido, Kenshin la apartó, permaneció un momento junto a ella y luego se puso de pie.
— Levántate – le dijo con frialdad, y se dirigió hacia la ventana.
Kaoru se sentía sucia, humillada, engañada, mientras yacía en la alfombra con la falda levantada hasta la cintura. Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras se ponía lentamente de pie y recuperaba su compostura.
— Ve a arreglarte el cabello – añadió Kenshin sin volverse — . Luego te llevaré a casa con tu madre.
Kaoru abandonó la habitación tan rápido como pudo, tapándose la boca con una mano para evitar un sollozo.
Los dos baños de abajo quedaban uno fuera de la cocina y el otro en el despacho de Kenshin. No quiso arriesgarse a cruzarse con Aoshi ni con la señora Murchison, de modo que corrió hacia arriba, al baño junto al dormitorio de Kenshin.
Una vez dentro del cuarto revestido de mármol, dio rienda suelta a sus lágrimas. El quería casarse con una dama y se había disgustado porque ella se había comportado como una prostituta. Sin embargo, era eso lo que había querido decir Megumi cuando le contó que había visto chispas cuando Sanosuke la besaba. Los besos de Sano jamás le habían hecho sentir nada. Pero Kenshin...
Se miró en el espejo; tenía los ojos encendidos, la boca un tanto hinchada, las mejillas sonrosadas y el cabello desparramado sobre los hombros. Esta no era la dama que él quería. Sin duda por eso la había apartado de su lado.
Otra vez, comenzó a llorar.
En cuanto Kaoru salió de la salita, Kenshin corrió hasta su despacho, donde Aoshi estaba sentado detrás de su escritorio con una pila de papeles.
— ¿Kaoru ya se ha ido? – le preguntó Aoshi ausente. Cuando Kenshin no le respondió, levantó la cabeza y lo vio que se servía un vaso de Whisky con manos temblorosas — . ¿Qué le has hecho? – agregó con un tono de voz que apenas disimulaba la furia que sentía — . Te dije que no era como las demás mujeres.
— ¿Qué diablos sabes de ella? Y deberías preguntar lo que ella me ha hecho a mí. Quiero que la lleves a su casa.
— ¿Qué ha pasado?
— ¡Mujeres! – exclamó Kenshin disgustado — . Nunca actúan como se espera que lo hagan. Sólo existe una razón por la cual quería casarme con una dama y...
— Otra vez Fenton – dijo Aoshi con tono cansado.
— ¡Tienes razón, Fenton! – grito Kenshin — . Todo lo que he hecho en mi vida, todo aquello por lo que he luchado fue para poder pagarle a Fenton lo que me hizo. En todos esos años de trabajo, de sacrificio, sólo tenía un sueño en mi mente, y era, que un día Fenton viniera a comer a mi casa. Mi casa sería cuatro veces más grande que la de él, y al otro lado de la mesa estaría mi esposa, la esposa que una vez me negó, su preciosa hija, Tomoe.
— Pero has tenido que conformarte con otra mujer – replicó Aoshi — . ¿Acaso Kaoru no te gusta?
Kenshin tomó un gran sorbo de Whisky.
— Actúa muy bien; le debe de gustar mucho mi dinero.
— ¿Y si no buscara tu dinero¿Y si quiere un esposo, hijos?
Kenshin se encogió de hombros.
— Podrá tenerlos más adelante. Lo único que quiero es darle una lección a Fenton. Sentarme en mi propio comedor con una de las Kamiya en mi cabecera.
— ¿Y qué planeas hacer con Kaoru después de esa cena? No es un par de zapatos que puedes arrojar a la basura.
— Le compraré unas joyas. Podrá conservarlas, y si no consigo un comprador, podrá quedarse con la casa.
— ¿Así de simple? – le preguntó Aoshi — . ¿Le dirás que puede irse, que has terminado con ella?
— Ella se sentirá feliz de librarse de mí – Kenshin terminó su whisky — . No tengo tiempo para una mujer en mi vida. Llévala a su casa – fue lo último que dijo antes de salir da la habitación.
Aquella noche Kaoru lloró hasta quedarse dormida. Era su confusión lo que la hacía sentirse tan miserable. Casi todo su vida había vivido bajo las reglas de su padrastro, y Hajime Saito tenía ideas rígidas sobre cómo debía comportarse una dama. Kaoru siempre había tratado de no contrariarlo en nada. Y cuando rompía alguna de sus reglas, lo hacía en secreto.
Con Sanosuke se había comportado con absoluto control. El necesitaba casarse con una dama y Kaoru se había convertido en esa dama. Tanto en público como en privado había sido siempre una dama, y su conducta, siempre perfecta. Sin embargo, Sanosuke prefirió a alguien que estaba muy lejos de ser una dama. Todavía le quemaban sus palabras sobre lo maravillosa que Megumi había sido.
Y luego apareció Kenshin, tan diferente de Sano, sin ninguno de los modales de el. Pero Kenshin quería una dama, y cuando ella no se había comportado como tal...
Nunca olvidaría esa mirada de disgusto después de haberse revolcado en el suelo junto a él.
¿Cómo podía complacer a un hombre? Había creído que Sano deseaba una dama, pero se equivocó. Creyó aprender de esa experiencia que los hombres querían en realidad una mujer apasionada. Pero Kenshin no; él quería una dama.
Cuanto más pensaba en ello, más lloraba.
Ya entrada la mañana, Megumi entró en el cuarto de Kaoru y al ver los ojos enrojecidos de su hermana, se deslizó en la cama junto a ella. Durante un rato, ninguna de las dos habló, pero luego Kaoru comenzó a llorar otra vez.
— ¿Tan terrible es tu vida? – le preguntó Megumi.
Kaoru asintió sollozando contra el hombro de su hermana.
— ¿HImura? – sugirió Megumi.
Kaoru asintió nuevamente.
— No sé qué es lo que desea de mi.
— Lo que pueda conseguir – respondió Megumi — . No tienes que casarte con él. Nadie te fuerza a hacerlo. Si dijeras bien claro que prefieres a Sanosuke, creo que podrías recuperarlo.
— Sanosuke te quiere a ti – afirmó Kaoru sentándose en la cama.
— Sólo me quiere a mí porque le di algo que tú todavía no le habías dado – replicó Megumi — . Kaoru, tú amas a Sanosuke. Dios sabrá por qué, pero siempre lo has amado. Piensa en lo que sería casarte con él. Podrías vivir en la casa que construyó para ti, tendrías hijos y...
— No – dijo Kaoru mientras tomaba un pañuelo del cajón de la mesita de noche — Sanosuke te pertenece de una manera en que jamás me perteneció a mí. Te prefiere a ti.
— ¡No es así¡No sabes lo que dices! No le gusto nada. Esta mañana en el hospital me dijo que yo era un médico de juguete, que hacia más mal que bien y... – Megumi enterró el rostro en sus manos.
— Quizá no le guste el hecho de que seas médica, pero sí le gustan tus besos – comentó Kaoru indignada — Oh, Megumi, lo siento, pero estoy tan cansada y triste. Quizá sean los nervios antes de la boda.
— ¿Qué es lo que te ha hecho Himura?
— Nada – contestó Kaoru ocultando el rostro detrás del pañuelo — . Siempre ha sido sincero conmigo. Creo que tal vez me mentí a mí misma.
— ¿Y eso qué significa?
— No lo sé. Tengo que hacer varias cosas – repuso Kaoru mientras se levantaba de la cama — . Hay que preparar muchos detalles para la boda.
— ¿Todavía quieres casarte con él? – insistió Megumi con suavidad.
— Si él me acepta – murmuró Kaoru dándole la espalda a su hermana. Después de anoche, pensó, quizás haya cambiado de parecer. Al pensar en un futuro sin Kenshin, y sin sus besos, se sentía triste. Se veía sentada en una mecedora con su labor al crochet.
— ¿Quieres ayudarme con los preparativos para la boda? – preguntó Kaoru a Megumi — . ¿O prefieres que yo me ocupe de todo?
— Ni siquiera deseo pensar en el casamiento; ni en el mío con Sanosuke ni en el tuyo con Himura. Sano sólo está enfadado por lo sucedido, y estoy segura de que si tú...
— ¡Sanosuke y yo hemos muerto el uno para el otro! – exclamó Kaoru — . ¿No puedes entenderlo? Sano te quiere a ti, no a mí. Kenshin... – no terminó la oración y se volvió para mirar a Megumi — : Me casaré con Himura dentro de diez días.
Megumi saltó fuera de la cama.
— Crees que fracasaste con Sanosuke, pero no es así. Y no tienes que castigarte a ti misma con ese oso. Ni siquiera sabe manejar un plato de comida, y mucho menos...
Megumi se detuvo porque Kaoru le dio una bofetada.
— Ese es el hombre con quien voy a casarme – afirmó con tono furioso — . Y no permitiré que tú ni nadie lo denigre.
Con una mano sobre la mejilla y los ojos llenos de lágrimas Megumi le dijo:
— Lo que he hecho se interpone entre nosotras. Ningún hombre del mundo significa más que dos hermanas.
Megumi abandonó la habitación y Kaoru se sentó sobre la cama durante unos instantes. Quería consolar a Megumi pero no sabía cómo hacerlo. ¿Qué le estaba haciendo Kenshin que terminó abofeteando a su hermana?
La siguiente pregunta era¿Querría Kenshin todavía casarse con ella?
Con manos temblorosas, se sentó ante su escritorio y le escribió una nota a su prometido:
Estimado señor Himura:
Mi conducta de anoche fue imperdonable.
Comprenderé si quiere que le devuelva su anillo.
Sinceramente,
Srta. Kaoru Kamiya.
Selló la carta y se la entregó a Susan para que Willie la llevara de inmediato.
Cuando Kenshin recibió la carta, dejó escapar un gruñido.
— ¿Malas noticias? – quiso saber Aoshi.
Kenshin iba a entregarle la carta a Aoshi pero luego cambió de opinión y se la guardó en el bolsillo.
— Es de Kaoru. Sabes, nunca he conocido a alguien así. ¿Irás a la ciudad luego?
Aoshi asintió.
— Pasa por una joyería y compra una docena de anillos, todos de distinto color, y envíalos a la casa de Kaoru.
— ¿Algún mensaje?
Kenshin sonrió.
— No, los anillos serán suficientes. Ahora¿en qué estábamos?
A las cuatro de la tarde, el señor Weatherly, de la Joyería Weatherly, se presentó en la casa de los Kamiya.
— Tengo un paquete para la señorita Kaoru – anunció con excitación a Susan cuando esta le agrió la puerta.
Susan lo hizo pasar a la sala, donde estaban Tokio y una triste Kaoru, rodeada de listas con preparativos para la boda.
— Buenas tardes, señor Weatherly – saludó Tokio — . ¿Desea tomar un té?
— No, gracias – contestó el joyero mirando a Kaoru — . Esto es para usted – y le entregó una caja negra de terciopelo.
Sorprendida, pero con un leve rastro de esperanza en el corazón, Kaoru recibió la caja. Se había sentido mal todo el día, planificando una boda que quizá nunca tendría lugar. Y para colmo, al mediodía había ido a comer el señor Saito, quien en privado le informó que le había concertado una cita con Enishi Fenton para la mañana del día siguiente. Tendría que cumplir con su promesa de hacer preguntas sobre Kenshin.
Cuando Kaoru abrió la caja y vio los anillos, tuvo que luchar para contener las lágrimas.
— Qué hermosos – comentó con una calma aparente mientras estudiaba cada uno de los anillos: dos esmeraldas, una perla, un zafiro, un rubí, tres anillos de diamantes, una amatista, tres opalinas, otro de coral y el último de jade.
— Ese hombre moreno que sigue al señor Himura a todas partes se presentó en mi joyería hace como una hora y me compró una docena de anillos, y todos para la señorita Kaoru.
— ¿Entonces no los eligió el señor Himura? – preguntó Kaoru.
— Fue idea de él, según dijo el hombre moreno.
Con mucha calma, Kaoru se puso de pie, con la caja de anillos en la mano.
— Muchas gracias, señor Weatherly por traerlos personalmente. Quizá quieras verlos, mamá – dijo entregándole la caja a Tokio — . Seguramente, habrá que ajustarlos. Buenos días, señor Weatherly.
Mientras Kaoru subía, a su cuarto, se sintió mucho mas aliviada. Los anillos en sí no importaban, pero él había leído su carta y seguía con intenciones de casarse con ella. Era lo principal. Claro que no la había llamado para verla, pero pronto estarían casados y se verían todos los días.
En su cuarto, comenzó a vestirse para la cena.
Kaoru sonrió a Enishi Fenton, que estaba sentado frente a ella en el salón de té de la señorita Emily. Tokio se situó un poco más lejos para permitirles un poco de intimidad. El señor Saito insistió en que Tokio la acompañara, porque según dijo, ya no confiaba en la moral de los jóvenes norteamericanos.
Enishi era un hombre apuesto, musculoso, de mediana estatura, cabello rubio, prácticamente blanco, ojos cafés y una sonrisa contagiosa.
— Me han dicho que has conseguido el premio de estación, Kaoru – observó Enishi mientras se servía otra porción de pastel — . Todo el mundo comenta que es medio bárbaro y medio caballero en un caballo blanco. ¿Cuál de los dos es el verdadero Kenshin Himura? – le preguntó.
— Pensé que quizá tú podrías decírmelo. El señor Himura trabajó para vosotros.
— ¡Pero se fue cuando yo tenía siete años! Apenas puedo recordarlo.
— ¿Qué es lo que recuerdas?
— El me asustaba mucho – contestó riendo Enishi — Dirigía los establos como si fueran su propiedad y nadie, incluyendo mi padre, podía entrar allí.
— ¿Ni siquiera tu hermana Tomoe? – le preguntó Kaoru mientras jugaba con la taza.
— Entonces, es eso lo que quieres saber – volvió a reír — . Yo no sabía nada de lo que sucedía. Un día, Himura y mi hermana desaparecieron. Sabes, desde ese día, todavía me pongo un poco nervioso cuando tomo un caballo sin avisar.
— ¿Por qué se fue tu hermana? – insistió Kaoru.
— Papá la casó en seguida. Supongo que no quería arriesgarse a que se enamorara de otro mozo de cuadra.
— ¿Dónde está ella ahora?
— Casi nunca la veo. Se mudó a Cleveland con su esposo, tuvieron un hijo y se establecieron allí. El ha tenido que irse de viajes de negocios por algunos meses y su hijo estuvo bastante enfermo. Ha sufrido mucho en este último año.
— ¿Ella...?
— Si deseas saber más sobre el hombre con quien planeas casarte, debes hablar con Lavinia LaRue.
— No creo conocerla.
Enishi se reclinó en la silla con una sonrisa.
— Por supuesto que no, es la amiguita del señor Himura.
— ¿Su...?
— Su amante, Kaoru. Ahora tengo que irme – repuso poniéndose de pie mientras dejaba algo de dinero sobre la mesa.
Kaoru también se puso de pie y lo tomó de un brazo.
— ¿Dónde puedo encontrar a esa señorita Larule?
— LaRue, Lavinia LaRue. Pregunta en la calle Crescent.
— ¿En la calle Crescent? – repitió Kaoru con los ojos abiertos por la sorpresa — . Nunca he estado allí.
— Envía a Willie. El conoce bien el camino. Reúnete con ella en algún lugar en privado. No querrás que te vean junto a Lavinia LaRue. Buena suerte en tu boda, Kaoru – dijo por encima del hombro y se retiró.
— ¿Has obtenido lo que querías? – preguntó Tokio.
— Creo que he obtenido más de lo que quería saber.
Kaoru pasó el resto del viernes y todo el sábado con los preparativos para la doble boda. Ordenó las flores, y organizó la comida y las bebidas que servirían.
— ¿Cuántos días hace que no ves a Kenshin, querida? – Trató de saber Tokio.
— Sólo cuestión de horas – respondió Kaoru escondiendo el rostro para que su madre no la viera. No deseaba hacer nuevamente una escena a Kenshin. Ya había hecho el papel de tonta; ahora tenía que comportarse.
El sábado, tuvo otros asuntos en qué pensar. El señor Saito comenzó a gritar a las cinco de la mañana porque Megumi había estado fuera toda la noche. Tokio trató de calmarlo explicándole que su hija había salido con Sano. El siguió gritando que Megumi tendría una pésima reputación y que Sano tenía que casarse con ella ese mismo día.
Entre Kaoru y Tokio lograron tranquilizarlo y le prepararon el desayuno. Mientras comían, aparecieron Megumi y Sanosuke.
¡Y qué aspecto tenían! Megumi llevaba un extraño vestido de color azul oscuro y la falda apenas le cubría los tobillos. Tenía el cabello suelto y el cuerpo y la ropa cubiertos de barro, y lo que parecía ser sangre seca. Sano tenía el mismo aspecto; sólo llevaba la camisa y los pantalones, ambos llenos de agujeros.
— Sano – preguntó Tokiol sin aliento — . ¿Son agujeros de bala?
— Quizá – respondió — , pero como podréis ver, la traigo sana y salva. Tengo que ir a casa a descansar. Estoy de turno esta tarde – se volvió hacia Megumi y le acarició la mejilla — . Buenas noches, doctora.
— Buenas noches, doctor – saludó ella, y Sano desapareció.
Durante un momento, nadie comentó nada; todos clavaron la mirada en la maltrecha figura de Megumi. Por su apariencia se podía pensar que había sufrido alguna catástrofe y tenía un brillo en los ojos que parecían de fuego.
Kaoru se puso de pie y se acercó a su hermana, de modo que pudo olerla, y le preguntó:
— ¿Qué tienes en el cabello?
Megumi hizo una mueca.
— Supongo que bosta de caballo. Pero al menos está en mi cabello y no en su barbilla.
Kaoru sintió que el señor Saito se ponía de pie. Tomó a su hermana de un brazo y le ordenó:
— ¡Sube a tu cuarto!
Kaoru la llevó hasta el baño, abrió el agua caliente para prepararle un baño y comenzó a desvestirla.
— ¿De dónde has sacado este traje tan extraordinario?
Una vez que Megumi comenzó a hablar no pudo detenerse. Kaoru la ayudó a desvestirse y luego le enjabonó el cabello, mientras su hermana se frotaba la piel para quitarse toda la suciedad. Megumi le contó el día tan maravilloso que había pasado con Sanosuke y comenzó a relatar luego las más horribles historias acerca de gusanos, enfrentamientos de rancheros y arterias cortadas. Sanosuke estaba en todas las historias, salvando vidas, y en una ocasión, la vida de Megumi.
Kaoru apenas podía creer que el Sanosuke que Megumi describía fuera la misma persona que había conocido durante tantos años. De acuerdo con las palabras de Megumi, Sano era maravilloso cuando actuaba como médico.
— ¡Catorce agujeros en los intestinos de ese hombre! Y Sano los cosió todos – exclamó Megumi mientras Kaoru le enjuagaba el cabello — . ¡Catorce!
Cuanto más hablaba Megumi, peor se sentía Kaoru. Sanosuke jamás la había mirado como lo había hecho con Megumi esa mañana, ni tampoco la había llevado en sus visitas. No se trataba de que ella quisiera ver los intestinos de nadie, pero había querido compartir la vida de él.
Megumi tenía a Sanosuke, y en unos pocos días él le pertenecería de un modo como Kaoru jamás lo había tenido. Y ahora, parecía que Kaoru tampoco tenía a Kenshin. ¿Tendría que ir a verlo? Tendrían que verse antes de la boda. Se imaginó yendo a la casa de Kenshin; sin duda él le diría: "Sabía que te rendirías. No podías estar alejada mucho tiempo".
Durante todo el sábado, mientras Megumi dormía, Kaoru esperó que Himura la visitara pero él no lo hizo.
El domingo por la mañana, Kaoru eligió una sobria falda gris, con una camisa de seda de color verde oscuro y una chaqueta gris y se reunió con su familia para ir a la iglesia.
Cuando todos estuvieron sentados en la iglesia y estaban a punto de comenzar a cantar los himnos, se sintió un leve murmullo entre los asistentes.
— Hazte a un lado – murmuró Kenshin a Kaoru.
Sorprendida, ella se movió para dejarle sitio. Kenshin se mantuvo inmóvil durante todo el servicio, observando al reverendo Gensai con mirada de aburrimiento. En cuanto terminó el servicio, tomó a Kaoru del brazo y anunció:
— Necesito hablar contigo.
Casi la arrastró fuera de la iglesia, sin prestar atención a las personas que intentaban acercarse y entablar una conversación. La subió al carruaje, tomó las riendas y partieron a toda velocidad.
— Muy bien – le dijo por fin, cuando se detuvo en el extremo sur de la ciudad, bajo unos algodoneros — . ¿Qué hacías con Enishi Fenton?
Kenshin era más de lo que Kaoru podía imaginar.
-Conozco a Enishi desde que era pequeña – repuso con frialdad – y puedo ver a cualquier amigo que quiera. Además, mi madre estaba conmigo.
— ¿Crees que no lo sé? Por lo menos tu madre es una mujer sensata.
— No sé a qué te refieres – replicó Kaoru mientras jugaba con el parasol.
— ¿Qué hacías con Enishi Fenton? – preguntó Kenshin inclinándose sobre Kaoru de un modo amenazante.
Kaoru decidió explicarle la verdad.
— Mi padrastro me hizo prometer que haría preguntas sobre ti a cuantas personas fuera posible. El señor Saito arregló una cita con Enishi para que yo le preguntara cosas acerca de ti. Yo habría hablado con el señor Fenton, pero él se negó – ella lo miró a los ojos — . Y quizás hable con la señorita Lavinia LaRue.
— ¿Viney? – dijo Kenshin con el entrecejo fruncido — . ¿Fue Saito quien te dijo que lo hicieras? No está mal. Me pregunto cómo es que tu padrastro jamás logró ganar dinero. Aguarda un minuto¿qué pasará si te dicen que no soy bueno?
— Tendría que reconsiderar nuestro matrimonio – aseguró Kaoru con altivez.
La joven no estaba preparada para la repentina explosión de ira de Himura.
— Se supone que nos casaremos dentro de una semana, y sin embargo¡estás dispuesta a cancelarlo en cualquier momento! Porque alguien diga que no le gusta el corte de mi camisa. Te diré algo, señorita Kamiya, puedes hablar con cualquier hombre de los que he tratado o con cualquier mujer con las que dormí, y si son honestos todos te dirán que nunca engañe a nadie.
De un salto, Kenshin se bajó del carro y caminó hasta un árbol cercano, donde se quedó con la mirada fija en el horizonte.
— Maldición, Aoshi me advirtió que casarme con una dama sólo me traería problemas. Me dijo: "Kenshin, cásate con alguna granjera, múdate al campo y dedícate a criar caballos". El me aconsejó que no me mezclara con una dama.
Kaoru logró descender del carruaje sin ayuda.
— No he querido herirle – replicó la joven.
— ¡Herirme! — le gritó Kenshin — . No he tenido un solo momento de paz desde que te conocí. Soy rico, no soy desagradable, te ofrecí matrimonio y tú me despreciaste. No sé nada de ti, y luego me entero de que tu hermana se casa con el hombre de quien estás tan enamorada. Sin embargo, sigues sin querer casarte conmigo. Quizá lo hagas, quizá no. Durante días te quedaste en mi casa mandoneando a todos, inclusive a mí, y luego actúas como si yo tuviera viruela, ni siquiera te acercas. Una mañana me despierto, te encuentro mirándome, comiéndome con los ojos, y cuando te toco, me partes una jarra en la cabeza y me gritas que tengo que respetarte. Pero cuando vuelvo a tocarte, me tiras al suelo y casi me arrancas la ropa. Pero te respeto y te dejo virgen, tal como querías. ¿Y qué obtengo? Al día siguiente me preguntas si quiero que me devuelvas el anillo, y ahora me dices que quizá no te cases conmigo. Esta mañana vino a verme tu madre y eligió el traje correcto para ir a la iglesia – la miró con reproche — . Me invitó a la comida del domingo.
Se detuvo y la miró de nuevo.
— De modo que aquí estoy, vestido y listo para ir, y tú me dices que quizá no te cases conmigo, todo depende de lo que te cuenten. Kaoru, hasta aquí he llegado. En este mismo momento me vas a dar un sí o un no y te mantendrás firme en ello. Si me dices que sí ahora y que no el día de la boda, Kaoru, que Dios te ayude, porque te arrastraré hasta el altar por el cabello. ¿Y bien, qué respondes?
— Sí – repuso ella con suavidad, sintiendo una gran alegría interna.
— ¿Y si alguien te dice que no valgo nada¿O que maté a alguien? – preguntó Kenshin con hostilidad.
— Igual me casaré contigo.
— ¿Tanto miedo tienes a nuestra boda? Quiero decir, sé que querías casarte con Sagara, y yo no soy exactamente un caballero, pero hasta ahora, has cumplido con tu parte del trato. En público, siempre has actuado como si en verdad no te molestara casarte conmigo.
El alivio de Kaoru fue tan grande al darse cuenta de que Kenshin no la rechazaba que comenzó a temblar. No se pasaría el resto de su vida tejiendo al crochet sino que viviría con un hombre diferente de todos los demás.
Dio un paso y se paró frente a él.
— Después del almuerzo del domingo, la mayoría de las parejas jóvenes van a pasear y a charlar al parque Fenton, para estar un rato juntos. Tal vez quieras ir conmigo.
— Necesito... – comenzó a decir él — . Si todavía quieres que te vean conmigo después de la comida con tu familia, encantado.
Kaoru lo tomó del brazo.
— Sólo mírame; no hables con la boca llena, no grites y sobre todo, no digas malas palabras.
— ¿No pides demasiado?
— Hazte la cuenta de que la compra del apartamento del señor Vanderbilt depende de esta cena. Eso te ayudará recordar tus modales.
Kenshin la miró sorprendido.
— Eso me recuerda que necesito... – Kenshin la miró y agregó — Sabes, creo que prefiero pasar el día sentado en el parque. Hace mucho que no me tomo la tarde libre.
Kenshin pareció disfrutar mucho del almuerzo. Tomoe lo atendió como un príncipe y Saito le pidió consejo. Kaoru los observaba. Esperaban a un monstruo y en cambio encontraron a un hombre agradable.
Megumi estuvo en silencio durante toda la comida y Kaoru se alegró de que por fin su hermana pudiera conocer a Kenshin para que viera lo generoso que era. Kenshin incluso le ofreció al señor Saito que compraran juntos unas tierras a un precio que Kaoru sospechó era demasiado adecuado.
Cuando salieron Himura comentó:
— Tu hermana no se parece en nada a ti.
Kaoru le preguntó a qué se refería, pero él no le dio más explicaciones.
En el parque, la joven presentó a Kenshin a otras parejas de novios. Por primera vez, él se relajó en lugar de preocuparse por la cantidad de trabajo que tenía. Cuando una mujer se refirió al episodio de la comida derramada, Kenshin se puso tenso, pero luego se relajó cuando ella comentó la manera tan romántica de llevarla en sus brazos.
Frente al parque, había una heladería que permanecía abierta todo el domingo, y Kenshin invitó al grupo a tomar helados.
Al final del día, Kaoru regresó a casa con la mirada llena de estrellas. No tenía idea de que Kenshin pudiera ser tan encantador.
— Nunca había tenido tiempo de hacer este tipo de cosas; siempre creí que era una pérdida de tiempo, pero es agradable¿Crees que me he comportado bien con tus amigos¿No he actuado como un mozo de cuadra?
— En lo más mínimo.
— ¿Sabes montar a caballo? – preguntó Kaoru.
— Sí – respondió ella con tono esperanzado.
— Pasaré a buscarte por la mañana y saldremos a pasear. ¿Te gusta la idea?
— Mucho.
Sin decir nada más, Kenshin metió las manos en los bolsillos del pantalón y se alejó silbando, dejando a Kaoru en la puerta de su casa.
Continuara...
Bueno aki tamos XDDD
Espero ke les haya gustado este capitulo, porke a mi en realidad me encanto jojojo ya las cosas se van armando para estas dos parejas no? Espero ke me dejen sus comentarios, dudas aportes, etc ke yo tratre de responder lo mas pronto posible
Sin mas ke decir...
hasta la proxima...
Matta neee n.n
