Holas... como tan, espero ke bien, yo aki con un frio endemoniadoooo snif... pero bueno es lo ke hay no mas... como ven aki les traigo un nuevo capitulo de la hermana de hielo, espero ke lo disfruten... Se viene la bodaaaaaaaaaa

Como ya saben los personajes de RK no me pertenecen, ni tampoco la idea oriinal, ke es de una novela, por lo cual esto es solo una adaptacion donde yo le cambie algunas cosillas ke no me gustaron...

Bueno ke disfruten, nos vemos abajooooo


La Hermana de Hielo.

Capitulo 7.

El día de la boda fue tan hermoso que parecía haber sido creado especialmente para la ocasión. Tokio despertó a toda la casa Kamiya a las cinco de la mañana y comenzó a preparar los vestidos de ambas novias con sus velos.

Kaoru oyó que su madre se había levantado, pero permaneció en la cama un rato más. Había dormido muy poco en toda la noche y no había parado de dar vueltas en la cama. Estaba demasiado excitada por el día que la aguardaba como para dormir. Pensó en Kenshin y rezó para que en el futuro aprendiera a amarla.

Cuando Tokio fue a despertarla, se levantó de un salto.

Las tres mujeres estuvieron listas para partir a la casa Himura a las diez de la mañana. Viajaron en el carruaje de Kaoru y Willie los siguió con un carro prestado donde llevaba los vestidos bien escondidos.

En la casa las aguardaba una docena de jóvenes, todas miembros de la Hermandad.

— Las mesas están listas — dijo Tae.

— Y las carpas también — agregó Sarah.

— Y la señora Murchison entró en la cocina a las cuatro de la mañana — comentó Anne Seabury mientras tomaba uno de los extremos de los paquetes donde iban escondidos los vestidos.

— ¿Y las flores? — preguntó Kaoru — . ¿Las habéis colocado según indiqué?

— Eso creo — respondió una de las muchachas.

La señorita Emily se adelantó un paso y sugirió:

— Kaoru, es mejor que lo compruebes tú misma. Una de nosotras se asegurará de que tu marido salga de su oficina mientras tú das una vuelta por la casa.

— Marido — murmuró Kaoru para sí misma mientras Nina corría a montar guardia en la parte de la oficina de Kenshin. Todas ayudarían para que el novio no viera a la novia antes de la ceremonia.

Cuando se aseguró de que todo estaba en orden, Kaoru dejó a su madre y a Megumi y comenzó a recorrer los distintos cuartos. Por primera vez, vio la realidad de las decoraciones que había planeado.

La salita tenía tres mesas largas cubiertas de regalos para las dos novias. Kenshin había dicho que no tenía verdaderos amigos en el mundo comercial de Nueva York, pero era obvio que ellos consideraban lo contrario, por la cantidad de regalos que habían enviado.

Había una mesita italiana con incrustaciones enviada por los Vandebilt, platería obsequiada por los Gould, y oro regalado por los Rockefeller. Cuando comenzaron a llegar los regalos, Kenshin dijo que no le extrañaba en absoluto porque él enviaba muy buenos regalos a los hijos de esas familias cuando se casaban.

Otros regalos provenían de la familia de Sanosuke, y la gente de Chandler hizo lo que pudo por conseguir dos regalos iguales para cada una de las gemelas: dos escobas iguales, dos libros iguales, dos cortes de tela iguales.

El cuarto estaba decorado con palmeras ubicadas enfrente de los espejos, y la repisa de la chimenea estaba cubierta de rosas rojas y pensamientos de color púrpura.

Kaoru pasó a la gran sala. Era allí donde se reunirían los familiares y amigos íntimos antes y después de la ceremonia.

El cuarto estaba decorado con zarzaparrillas que rodeaban también la chimenea, el techo, las ventanas y la puerta.

Delante de cada ventana habían colocado enormes floreros con helechos que filtraban la luz del sol, formando enredadas sombras sobre el suelo. La chimenea estaba decorada con claveles rojos, que también salpicaban aquí y allá las enredaderas.

Kaoru terminó la inspección de la planta baja y corrió al primer piso, donde la aguardaban las demás. Todavía le quedaban cinco horas antes de la ceremonia, pero Kaoru sabía que siempre había un millón de detalles de último momento.

Durante los últimos días, había pasado mucho tiempo en la planta baja, pero no se había familiarizado con el primer piso. En el ala este de la casa estaban los cuartos de huéspedes, y Megumi se vestiría en una de las suites. En la parte central, a la derecha de la pajarera, se hallaba la habitación de Aoshi, y en el otro lado, había un cuarto para los niños, un baño y otra habitación.

Junto al cuarto de los niños nacía el ala que pertenecía a Kaoru y a Kenshin. El tenía una habitación al final del pasillo, un tanto pequeña pero con vista a los jardines. El cuarto de Kaoru, separado del de Kenshin por un baño de mármol, era el más amplio de la casa. Las paredes estaban cubiertas con paneles de un color claro con grabados de guirnaldas que delimitaban las zonas donde se debían colgar los cuadros.

Al lado de la habitación de Kaoru, había un enorme baño de mármol blanco y rosado y un vestidor cuyas paredes estaban forradas con moaré de color rosa; detrás del vestidor había una salita y un comedor privado para cuando los HImura quisieran comer a solas.

— Nunca me acostumbraré a esta casa — comentó Tae cuando terminó de inspeccionar los cuartos detrás del dormitorio — . Y mira este jardín en la azotea.

— ¿Jardín? — preguntó Kaoru acercándose a la doble puerta donde estaba Tae. Abrió una de las puertas y salió para descubrir un hermoso arreglo de árboles y plantas. Había unos bancos de piedra escondidos detrás de las plantas. Aquello no estaba allí la última vez que inspeccionó la galería externa a la que daba su cuarto.

— Fijaos en esto — dijo Sarah sosteniendo en la mano una tarjeta que estaba atada a una enorme higuera.

Kaoru tomó la tarjeta.

"Espero que le guste. Le deseo todo lo mejor en su matrimonio.

Aoshi."

— Es un regalo de Aoshi — explicó Kaoru — entiendo que ese jardín era el símbolo de la felicidad de ese día.

Antes de que Kaoru pudiera agregar otra palabra, se abrió la puerta y entró la señora Murchison corriendo como si la persiguiera un fantasma.

— Hay demasiadas personas en mi cocina — gritó a Kaoru — . No puedo cocinar con tanta gente revoloteándome alrededor. Y el señor Kenshin tiene ya bastante trabajo, con el día que pierde.

— ¿Pierde?—repitió Meredith sorprendida — ¿Cree que Kaoru no tiene otra cosa que hacer...?

Kaoru interrumpió a su amiga. La señora Murchison estaba bajo el hechizo de Kenshin, y sin duda lo defendería a muerte.

— Bajaré por la escalera de atrás — repuso, sin prestar atención al hecho de que Sarah estaba comenzando a desenvolver el vestido. Faltaba que lo plancharan y había algunas puntadas que dar, en el último momento.

Cuando Kaoru estuvo abajo, vio que tendría que resolver muchas catástrofes. Oyó a Kenshin gritar dentro de su despacho varias veces, y en una ocasión, alguien la empujó dentro del fregadero para que él no la viera cuando salió al jardín. Kaoru envidiaba la libertad de su novio y al mismo tiempo deseó poder estar con él. Mañana, pensó. Mañana podrían salir a caminar juntos por el jardín.

Cuando logró regresar al primer piso, sólo faltaban dos horas para que comenzara la ceremonia.

— Kaoru — aconsejó Tokio — , creo que debes comenzar a vestirte.

Kaoru comenzó a desvestirse con mucha lentitud, pensando en que la próxima vez que lo hiciera...

— ¿Quién es esa mujer? — preguntó Anne.

Mientras Kaoru se ponía una delicada camisa de algodón. La parte de arriba de la camisa tenía pequeños ojales por los cuales pasaban cintas de seda rosada, y la parte de abajo estaba toda bordada a mano.

— No tengo idea — replicó Tae, que se había acercado a Anne para mirar hacia el jardín — . Pero es la mujer más alta que jamás he visto.

Sarah comenzó a atar los lazos del corsé de satén rosado de Kaoru.

— Voy a echar un vistazo — dijo Sarah — . Quizá sea algún pariente de Sano.

— Tenemos mucho que hacer — afirmó Tokio con un tono de voz que hizo que Kaoru alzara la cabeza — . No tenemos tiempo para dedicarnos a estudiar a los invitados.

Kaoru estaba segura de que algo andaba mal. Ignoró la mirada firme de su madre y se acercó a la azotea donde estaba Tae. Supo de inmediato de quién se trataba. Incluso desde allí arriba, se podía ver que era alta y elegante.

— Es Tomoe Fenton — murmuró Kaoru, y se volvió hacia el dormitorio.

Durante un momento, nadie dijo nada.

— Quizás esté vestida de luto — comentó Sarah — , porque lo ha perdido, Kaoru¿cuál de las enaguas prefieres?

Kaoru continuó vistiéndose de forma mecánica, pero su mente estaba en el jardín, con Kenshin y la mujer que él una vez había amado y que ahora se acercaba a él.

Alguien llamó a la puerta y Anne fue a responder.

— Es el hombre que trabaja con Kenshin — explicó a Kaoru — . Dice que quiere verte, es una cuestión urgente.

— No puede atenderlo... — comenzó a responder Tokio, pero Kaoru había tomado una bata que estaba sobre una de las sillas y se dirigía ya hacia la puerta.

Kenshin estaba de pie en uno de los extremos del jardín, observando la ciudad de Chandler y fumando uno de sus cigarros.

— Hola, Kenshin — saludó Tomoe con suavidad.

Kenshin aguardó un momento antes de volverse, y cuando lo hizo, su mirada era tranquila y no demostraba sus sentimientos. La estudió de pies a cabeza.

Los años te han tratado muy bien — afirmó Himura.

— En lo externo — ella suspiró profundamente. — No tengo mucho tiempo, de modo que te explicaré lo que he venido a decirte. Todavía te amo; nunca he dejado de amarte. Si te escaparas ahora conmigo, te seguiré hasta el fin del mundo. (NA: Maldita mujer... grrrrrrrrr)

Kenshin se adelantó un paso, pero en seguida retrocedió.

— No, no puedo hacerlo — aseguró él en tono calmo.

— ¡No puedes! Sabes que sí. ¿Qué te importa toda esta gente¿Qué te importan los habitantes de Chandler¿Qué te importa... ella?

— No — repitió Kenshin.

Ella se le acercó un poco más. El era un par de centímetro más alto, pero con los tacones altos, tenían la misma altura.

— Kenshin, por favor, no cometas este error. No te cases con otra. Sabes que me amas. Sabes que...

— Que me amas tanto que me dejaste por otro — repuso él con tono de enfado — . Te casaste con tu amante rico y... — se detuvo y se volvió — . No me iré contigo. No voy a herirla así, ella no se lo merece.

Tomoe se sentó sobre un banco.

— ¿Vas a hacerme a un lado tan sólo porque no deseas herir a Kaoru Kamiya? Ella es joven. Encontrará a otro. ¿O es que está enamorada de ti?

— Estoy seguro de que conoces los chismes, Tomoe. Sigue enamorada de Sagara, pero se consolará con mi dinero. Por desgracia, yo voy junto con mi dinero.

— ¿Entonces por qué¿Por qué te sientes obligado, Kenshin?

El la miró con los ojos encendidos.

— ¿Tanto me has olvidado? Mantengo mis tratos hasta el final.

Sus palabras eran claras.

— Pensé que ya lo sabrías — repuso ella con suavidad.

— ¿Te refieres a por qué me dejaste con quinientos dólares por los servicios prestados? Hice un esfuerzo para no saberlo — replicó Himura.

— Cuando le pedí a mi padre que me permitiera casarme contigo porque te amaba mas que a nada, me obligó a tomar un tren para Ohio. Akira le debía mucho a mi padre y pagó la deuda al casarme conmigo.

— Me aseguraron... — comenzó a decir Kenshin.

— Estoy segura de que te contaron que huí para no casarme contigo. Sin duda mi padre habló sobre su hija flirteando con el mozo de cuadra, y afirmó que ella nunca se casaría con él. Siempre fue fácil conmoverte; eres muy orgulloso.

Kenshin permaneció en silencio un momento.

— ¿Y el niño?

— Yutaro tiene ahora trece años. Es maravilloso, apuesto, fuerte y tan orgulloso como su padre.

Kenshin se quedó inmóvil observando el jardín.

— Ven conmigo ahora, Kenshin — le susurró Tomoe — . .

— ¿El hombre con quien te casaste ha tratado bien a su hijo?

— Akira era un poco mayor que yo, y estaba contento de tener un hijo. Lo amaba — Tomoe sonrió — . Jugaban juntos a la pelota todos los sábados por la mañana.

Kenshin volvió a mirarla.

— ¿Y Yutaro sabe que ese hombre era su padre?

— Yutaro aprenderá a amarte como yo te amo. Se le explicáramos la verdad...

— La verdad es que Akira es el padre de Yutaro. — repuso Kenshin.

— ¿Estás rechazando a ese niño que puede ser tu hijo? — le preguntó Tomoe furiosa.

— No. Envíame al muchacho y lo recibiré. Estoy rechazándote a ti, Tomoe.

— Kenshin, no quiero rogarte. Si ya no me amas, aprenderás a hacerlo de nuevo.

Kenshin le tomó las manos.

— Escúchame. Lo que sucedió entre nosotros fue hace mucho tiempo. Creo que hasta ahora no sabía cuánto he cambiado. Si hubieses venido aquí hace unos meses, habría corrido contigo hasta el altar, pero ahora es diferente. Kaoru...

Ella se apartó.

— Has dicho que no te amaba. ¿Tú la amas?

— Apenas la conozco.

— ¿Entonces, por qué¿Por qué rechazas a una mujer que te ama¿Por qué le das la espalda a un niño que puede ser tu hijo?

— ¡No lo sé, maldición¿Por qué tenías que aparecer justo el día de mi boda y hacerme sentir un miserable¿Cómo puedes pedirme que humille a una mujer que fue... tan buena conmigo? No puedo abandonarla y dejarla plantada en el altar.

Tomoe se sentó en el banco y comenzó a llorar.

— Akira también fue bueno conmigo y amó mucho a Yutaro. Traté de hallarte para contarte lo que había sucedido, pero tú habías desaparecido. Años después, cuando comencé a leer tu nombre en los periódicos, no tuve valor para escribirte... o quizá no quería herir a Akira, ya que lo habia empezado a querer. Cuando desapareció, quise encontrarte. Me sentía tan culpable por correr de un marido supuestamente muerto a los brazos de mi amante, pero esperé demasiado. Luego Yutaro enfermó, y cuando por fin él pudo viajar conmigo a Chandler tú ya estabas comprometido. Me dije que lo nuestro había terminado, pero en el último momento sentí que tenía que verte y conversar contigo.

El se sentó a su lado, la rodeó con un brazo y le hizo apoyar la cabeza en su pecho.

— Escucha, mi amor (NA: NO LA LLAMES ASIIIIIII), siempre fuiste una romántica. Quizá no recuerdes nuestras peleas, pero yo sí. El único lugar donde nos llevábamos bien era el almiar. Las tres cuartas partes del tiempo estábamos enfadados. Con los años, has olvidado todo lo malo.

Tomoe se sonó la nariz.

— ¿La señorita Kamiya es mejor que yo?

— Cuando hago algo que no le gusta, me golpea la cabeza con lo primero que tenga a mano. Tú siempre salías corriendo a esconderte y te preguntabas si seguía amándote.

— He crecido desde entonces — aseguró Tomoe.

— ¿Cómo has podido? Has convivido con un hombre mayor que te consintió tanto como tu padre. Nadie consintió nunca a Kaoru.

Tomoe se apartó.

— ¿Es buena en la cama¿Es mejor que yo?

— No tengo idea. Parece tener un fuego interno, pero no sabe cómo manejarlo. No me caso con ella por el sexo. Eso siempre puede conseguirse — replicó Kenshin.

Tomoe lo rodeó con los brazos.

— Si te rogara...

— No ayudaría. Me casaré con Kaoru.

— Bésame — susurró ella — . Hazme recordar.

Kenshin la miró de forma especulativa. Quizás él también quería saberlo. Le tomó la cabeza con las manos y la besó largamente en la boca, poniendo todo de sí.

Cuando se separaron, ambos sonrieron.

— Ha terminado¿no es así? — murmuró Tomoe.

— Sí — repuso Himura.

Ella permaneció junto a él.

— En todos los años en que estuve junto a Akira creí estar enamorada de tí, pero estaba enamorada de un sueño, y no me di cuenta de que realmente amaba a Akira, ojala que el regresara pronto, lo extraño mucho. Tal vez mi padre tenía razón.

Kenshin la soltó.

— Si sigues hablando de tu padre terminaremos a golpes.

— ¿Sigues furioso con él?

— Este es el día de mi boda y quiero sólo alegría, de modo que no hablemos más de él¿quieres? Háblame sobre Yutaro.

— Será un placer — repuso Tomoe, y comenzó a hablar.

Una hora después, Tomoe se fue, dejando a Kenshin solo en el jardín para terminar su cigarro. Cuando terminó, apagó la colilla y miró la hora. Ya era tiempo de prepararse para la boda.

Dio apenas unos pasos y se enfrentó con un hombre. Si ambos se hubieran mirado en un espejo, Kenshin se habría dado cuenta de que ese hombre era la imagen de sí mismo, excepto por la diferencia del color de pelo y ojos, dentro de diez años.

Kenshin y Hiko Himura se observaron en silencio, como si fueran perros que se conocen por primera vez. Cada uno supo de inmediato quién era el otro.

— No te pareces mucho a tu padre — comentó Hiko con tono acusador.

— No lo sé. Jamás lo conocí, y tampoco a nadie de su familia — respondió Kenshin, señalando el hecho de que ningún Himura se había puesto en contacto con él durante todos los años en que había trabajado en el establo de los Fenton.

Hiko se puso rígido.

— He oído decir que tu dinero está manchado de sangre, Kenshin.

— Y yo que no tienes nada, sangriento o no — contestó Himura.

Se miraron otro rato.

— Tampoco te pareces a tu padre. Ahora me iré — replicó Hiko y se volvió.

— Puedes insultarme a mí, pero no a la dama con quien me caso. Te quedarás para la ceremonia, Hiko.

El minero no se volvió, pero asintió brevemente con la cabeza antes de alejarse.

— Quisiera conversar con usted, Kaoru — dijo Aoshi desde la puerta.

Las mujeres que estaban con la joven comenzaron a protestar, pero ella les hizo una señal para que se callaran y siguió a Aoshi al dormitorio de él.

— Sé que no es el lugar correcto, pero es el único de la casa donde podemos hablar tranquilos.

Kaoru trató de disimular sus sentimientos, pero tenía la sensación de que Aoshi estaba enfadado con ella.

— Sé que hoy es el día de la boda, pero tengo que decirle algo. Kenshin sabe que las personas que viven con un hombre tan rico como él corren un cierto riesgo — Aoshi la miró — . Lo que trato de decirle es que Kenshin me pidió que la siguiera un par de veces la semana pasada.

Kaoru palideció.

— Y no me gustó lo que vi — continuó Aoshi — . No me gusta que una mujer joven y desprotegida entre sola a las minas, pero esta Hermandad que tiene...

— ¿Hermandad! — exclamó Kaoru — . ¿Pero cómo...?

Kaoru se sentó.

— No quería hacerlo, pero Kenshin insistió de modo que... me escondí en el armario durante la fiesta que dio con sus amigas por si necesitaba protección.

Kaoru no vio la sonrisa de Aoshi al decir la palabra "fiesta".

— ¿Qué es lo que sabe Kenshin? — preguntó la joven.

Aoshi se sentó frente a ella.

— Eso me temía. ¿Cómo podía decir a Kenshin que usted se casaba con él por su relación con los Fenton? lo está utilizando a él y a su dinero para su cruzada en contra de la maldita mina. ¡Maldición! Tendría que haberlo sabido. Con una hermana como la suya, que le roba su propio...

— ¡Señor Shinomori! — exclamó Kaoru poniéndose de pie — . No permitiré que insulte a mi hermana y tampoco tengo la menor idea de cómo Kenshin puede estar relacionado con los Fenton. Si cree que tengo malas intenciones, iremos a ver a Kenshin y le contaremos todo.

— Aguarde un momento — repuso Aosho tomándola de su brazo — ¿Por qué no se explica?

— ¿Acaso no insinúa que trataré de convencerlo de que soy inocente, de que no estoy llevando a Kenshin Himura por la mala senda para que lo maten? No señor, no responderé a esas acusaciones. Dígame¿acaso planeaba chantajearme con esa información?

Touché — replicó Aoshi relajándose — . Ahora que ambos hemos demostrado lo que sentimos¿podemos hablar? Tendrá que admitir que sus actos despiertan bastantes sospechas.

Kaoru también trató de relajarse, pero le resultaba difícil. No le gustaba la forma en que Aoshi había descubierto la Hermandad.

— ¿Cuánto hace que realiza su pequeña actuación de los miércoles? — le preguntó Aoshi.

Kaoru se acercó a la ventana. Abajo había docenas de hombres trabajando. Se volvió y miró a Aoshi.

— Lo que nosotras, las mujeres, hacemos, lo hemos estado haciendo durante generaciones. La Hermandad fue fundada por la madre de mi padre incluso antes de que existiera un lugar llamado Chandler en Colorado. Somos sólo un grupo de amigas que tratamos de ayudar, y cualquier otra persona puede hacerlo. Nuestra preocupación del momento es el trato que se le da a la gente que vive en los campos mineros. No hacemos nada ilegal. Y tampoco utilizamos a nadie.

— ¿Entonces, por qué lo hacen en secreto? — preguntó Aoshi.

Ella lo miró como si no creyera lo que acababa de oír.

— Mire cómo reaccionó usted cuando se enteró, y ni siquiera es pariente. ¿Se hace una idea de cómo reaccionarían los padres y maridos si descubrieran que sus delicadas mujeres pasan sus tardes libres aprendiendo a manejar un carro de cuatro caballos? Y algunas de nosotras hemos... — Kaoru se detuvo sin terminar la oración.

— Comprendo su punto de vista, pero también el de ellos. Lo que ustedes hacen es peligroso. Podrían... — Aoshi se detuvo — ¿Dice que han estado haciéndolo durante generaciones?

— Nos ocupamos de diversos problemas.

— ¿Y... las reuniones de despedida de solteras? — agregó Aoshi.

A pesar del esfuerzo, la joven no pudo evitar sonrojarse.

— Fue idea de mi abuela. Ella contó que había debido asistir a su propia noche de bodas sin saber nada de nada y estaba aterrorizada. No quiso que sus amigas o sus hijas tuvieran la misma experiencia. Creo que la celebración antes de la boda ha ido evolucionando lentamente hasta llegar a... — Kaoru tragó saliva — lo que usted vio.

— ¿Cuántas mujeres de Chandler pertenecen a la Hermandad?

— Sólo tenemos una docena de miembros activos. Algunas, como mi madre, se retiraron después de casarse — explicó Kaoru.

— ¿Tiene usted pensado retirarse?

— No — respondió mirándolo porque sabía que su participación dependería de él.

El se volvió y dijo:

— A Kenshin no le gustará que usted entre en los campos conduciendo un carro. No querrá que usted se exponga.

Kaoru se acercó para mirarlo de frente.

— Sé que no le gustará, y esa es la única razón por la cual no se lo he dicho. Aoshi... — añadió poniéndole una mano en el brazo — , esto significa tanto para tantas personas. Me llevó meses aprender a actuar como una anciana, para convertirme en Kaede. Llevaría meses entrenar a otra persona, y mientras tanto, muchas familias tendrían que vivir sin los extras que les llevo.

El le tomó una mano.

— Muy bien, puede descender del púlpito. Supongo que es bastante seguro, a pesar de que está en contra de mis creencias.

— ¿No se lo dirá a Kenshin? Estoy segura de que él no me comprenderá.

— No, le prometo no contarle nada si usted me promete que sólo entregará verduras y no se mezclará en la cuestión de los sindicatos. Y en cuanto a esa revista que piensan fundar...

Kaoru se puso de puntillas y lo besó en la mejilla sin dejarlo terminar de hablar.

— Muchas gracias, Aoshi. es un verdadero amigo. Ahora, debo ir a vestirme para la boda — antes de que Aoshi pudiera decir algo, Kaoru estaba junto a la puerta — . ¿A qué se refería cuando dijo que Kenshin estaba relacionado con los Fenton?

— Pensé que lo sabía. La hermana menor de Jacob Fenton, Sakura, era la madre de Kenshin.

— No — replicó ella con suavidad — , no lo sabía.

Kaoru entró en su dormitorio para prepararse. Mientras Sarah Oakley la ayudaba a vestirse le dijo:

— He visto algo muy extraño, Kaoru.

— ¿Qué?

— Creí ver a Kenshin en el jardín vestido con su ropa vieja, pero es un muchacho que se parece mucho a él.

— Soujiro — respondió Kaoru con una sonrisa — . Entonces ha podido venir.

— Si es que queda algo de él — agregó Nina — . Dos de los hijos de Randolph y los hermanos de Meredith comenzaron a burlarse de él y tu Soujiro los atacó.

Kaoru levantó la cabeza.

— ¿Cuatro contra uno?

— Sí, ahora se han escondido detrás de un árbol y no puedo ver lo que sucede.

Kaoru dejó el vestido que Sarah le tendía.

— ¿Dónde están ahora? — preguntó acercándose a la ventana.

— Allí — señaló Nina — . ¿Ves cómo se mueven esos arbustos? Es una buena pelea.

Kaoru se asomó por la ventana y estudió la zona del jardín. La escena quedaba oculta por los árboles que rodeaban la casa.

— Enviaré a alguien para que detenga la pelea — propuso Sarah.

— ¿Y humillar a un Himura? — dijo Kaoru acercándose al armario. Volvió a ponerse la bata de satén azul — . Por nada del mundo.

— ¿Qué vas a hacer, Kaoru? — preguntó Sarah.

— Voy a detener la pelea y salvar a un Himura de algo peor que la muerte; la humillación. No hay nadie en la parte trasera.

— Sólo unos cuantos camareros y... — comenzó a decir Nina.

— Kaoru, querida¿no hay unos fuegos artificiales abajo? Si alguien los encendiera, los distraerían — sugirió Tokio con suavidad. Sabía que era inútil seguir repitiéndole a su hija que debía vestirse.

— Voy hacia allí — repuso Nina mientras Kaoru se subía a la ventana para bajar por la espaldera de los rosales.

De repente, en la parte este del patio se sintieron los fuegos y todo el mundo miró en esa dirección. Kaoru aprovechó para escabullirse detrás de los árboles.

Bajo la sombra de un nogal, Soujiro luchaba inútilmente contra los cuatro muchachos que se le habían tirado encima.

— ¡Basta ya! — exclamó Kaoru en tono imperativo.

Ninguno le prestó atención.

Se acercó a la maraña de piernas y brazos y aferró una oreja. Jeff Randolph salió dispuesto a protestar pero se detuvo cuando vio a Kaoru. La joven lo empujó hacia atrás mientras separaba a George y a Alex Lechener.

Sólo Steve Randolph quedaba sobre Soujiro y cuando Kaoru lo tomó de la oreja, el muchacho se levantó volando, dispuesto a pegar un puñetazo. Kaoru se agachó y logró esquivarlo. Como no veía otra salida, lo detuvo con un buen derechazo. Meses de conducir el carro le habían fortalecido bastante los brazos.

Por un momento, ninguno se movió mientras Steve caía sobre las piernas de Soujiro.

Kaoru fue la primera en recobrarse.

— ¡Steve! — dijo arrodillándose y palmeando la mejilla del muchacho — . ¿Estás bien?

— ¡Nunca había visto a una dama pegar así! — exclamó Soujiro.

Steve gruñó, y se sentó para mirar perplejo a Kaoru. De hecho, los cinco estaban perplejos.

Ella se puso de pie.

— No me agrada este comportamiento en el día de mi boda.

— No, señorita — murmuraron los cuatro muchachos.

— No teníamos la intención, señorita Megumi-Kaoru. El...

— No quiero excusas. Ahora, regresad con vuestros padres y tú, Steve, ponte un poco de hielo en la mandíbula.

— Sí, señorita — contestaron a coro, y desaparecieron lo más aprisa posible.

Kaoru tendió una mano a Soujiro para ayudarlo a levantarse.

— Puedes venir conmigo, Soujiro.

Soujiro la ignoró.

— No voy a entrar en la casa de él, si a eso se refiere — replicó enfadado el muchacho.

— Quizá tengas razón. Para venir hasta aquí, he bajado por la espaldera de los rosales. Y muchacho, tienes razón, quien pierde una pelea tampoco puede subir por un espaldera.

— ¡Perder una pelea! — el muchacho era tan alto como ella, y apenas tenía dieciséis años. Prometía alcanzar muy pronto a Kenshin — . Por si no sabe contar, eran cuatro contra mí y yo habría ganado si usted no se hubiera entrometido.

— Pero si tienes miedo de entrar a la casa de tu propio primo — añadió ella a modo de comentario — . Que raro. Buenos días — saludó y comenzó a caminar en dirección a la casa.

— No tengo miedo — aseguró Soujiro, que caminaba a su lado — . Sólo que no quiero entrar.

— Por supuesto.

— ¿Y eso qué significa?

Kaoru se detuvo.

— Estoy de acuerdo contigo. No tienes miedo de tu primo; es sólo que no quieres verlo ni comer su comida. Lo entiendo perfectamente.

— ¿Dónde queda esa maldita espaldera? — preguntó él por fin.

Kaoru permaneció inmóvil observándolo.

— Por aquí.

Kenshin estaba a punto de regresar a la casa cuando vio a su futura esposa bajar por la espaldera, vestida como ninguna dama se atrevería a salir fuera de su casa.

Por curiosidad, se escondió detrás de un árbol para observarla y descubrió cómo Kaoru intervenía en una pelea de muchachos que tenían el mismo tamaño que ella. Cuando Himura ya estaba a punto de acudir en su ayuda, vio cómo su prometida derribaba a uno de los muchachos con una derecha.

Luego, Kenshin oyó cómo la joven discutía con un muchachote y pensó: será mejor que Soujiro se rinda. Kenshin había aprendido que cuando Kaoru tenía esa mirada era mejor no contrariarla, porque esa delicada dama se salía siempre con la suya.

Himura rió cuando vio al mismo muchacho trepar por la espaldera delante de Kaoru. la bata de Kaoru quedó enganchada en el extremo y ella luchó por liberarse. Tres hombres y una mujer que caminaban por el otro lado del jardín habían tomado esa dirección y la sorprenderían en cualquier momento.

Kenshin atravesó el jardín corriendo y puso una mano sobre el tobillo de Kaoru.

Cuando Kaoru miró para saber quién era y vio a Kenshin casi se desmaya . ¿Qué iba él a pensar de la mujer con quien se iba a casar? Sabía perfectamente lo que dirían Sanosuke o el señor Saito si la descubrían en esa situación, en público, vestida con su bata y subida a la espaldera de los rosales.

Cuando Kaoru vio a Kenshin, lo único que atinó a balbucear fue:

— Mi sombrero no está derecho.

Esperaba que el sonido que oyó fuese una carcajada.

— Muñeca, hasta yo sé que las damas no usan sombrero con sus batas.

Kaoru quedó paralizada. ¡Kenshin no estaba disgustado!

— Es mejor que entres, a menos que quieras que te vea así todo el mundo.

— Sí — respondió ella recuperándose, y siguió subiendo. Cuando llegó al balcón se asomó y le dijo — : Kenshin, tu regalo de bodas está en tu despacho.

El le hizo una mueca y la saludó:

— Hasta muy pronto, muñeca.

— Kaoru — advirtió Tokio desde atrás — , si no empiezas a prepararte llegarás tarde a tu propia boda.

— Preferiría morir antes — replicó Kaoru, y regresó a la habitación.

Diez minutos más tarde, Kenshin estaba desenvolviendo el paquete que Kaoru le había dejado sobre el escritorio. contenía dos cajas de cigarros y una nota.

"Estos son los mejores cigarros de toda Cuba.

Cada mes, el señor Kenshin HImura recibirá dos cajas

de los mejores cigarros del mundo"

La tarjeta correspondía a una tabaquería de Florida.

Kenshin estaba encendiendo uno cuando entró Aoshi. Le enseño la caja.

— De parte de Kaoru. ¿Cómo crees que se las ha arreglado para conseguirlos?

Aoshi aguardó un momento para apreciar los cigarros.

— Si algo he aprendido de la vida, es a no subestimar a una dama.

— Cualquier mujer que sepa comprar cigarros como estos es una verdadera dama. Bueno, creo que es mejor que empiece a vestirme. ¿Me ayudas, Aoshi?

-Claro.

El vestido de novia era sencillo, Kaoru misma lo había diseñado, delicado y suntuoso a la vez. Estaba confeccionado en un satén de seda de color marfil, cortado al estilo princesa, y no tenía una sola costura horizontal desde el cuello hasta la larga cola. Alrededor de la cintura, sobre los pechos y hasta la cadera tenía un intrincado diseño persa con miles de piedrecitas bordadas a mano. Las mangas, desde el hombro al codo, eran inmensas, lo que destacaba aun más la diminuta cintura del vestido. Los puños apretados que iban desde el codo hasta la muñeca repetían el mismo bordado con perlas.

Kaoru permaneció muy erguida mientras sus amigas le colocaban el velo sobre la cabeza. Era un encaje hecho a mano de cinco metros de largo, con diseño de flores y hojitas. El encaje tan complicado complementaba la sencillez del satén del vestido.

Tae sostenía el ramo con forma de lágrima que Kaoru llevaría en la mano. Era todo de capullos blancos, y la última flor llegaba hasta el suelo.

Tokio miró a su hija con los ojos llenos de lágrimas.

— Kaoru... — balbuceó, pero no pudo continuar.

Kaoru la besó en la mejilla.

— Me llevo al mejor de los hombres, mamá.

— Lo sé — repuso Tokio, y le entregó un pequeño ramillete de rosas rosas — Te las envía tu hermana. Pensó que ella llevaría rosas rojas y tú rosas. Supongo que tiene razón en que no os vistáis tan iguales.

— Nuestros velos son diferentes — replicó Kaoru mientras Sarah colocaba el ramillete sobre el velo, encima de la oreja izquierda.

— ¿Lista? — le preguntó Tae — . Creo que esa es tu música.

Megumi estaba de pie, en lo alto de la escalera, aguardando a su hermana. Se abrazaron solemnemente.

— Te amo más de lo que imaginas — dijo Megumi. Tenía los ojos llenos de Lágrimas — . Supongo que tenemos que terminar con el espectáculo.

El pasamano de la escalera estaba cubierto de flores. Debajo del arco de la escalera había una orquesta de nueve músicos que ahora ejecutaban la marcha nupcial.

Con las cabezas erguidas, las dos mellizas comenzaron a bajar; una tomó el tramo de la derecha, la otra, el de la izquierda. todos observaban a las hermosas hermanas. los vestidos eran iguales excepto por los velos y el color de los ramilletes sobre la cabeza.

Cuando las hermanas llegaron al pasillo principal, la gente retrocedió para abrirles paso.

Llegaron a la puerta de la biblioteca y aguardaron un momento a que comenzaran a tocar los seis órganos situados dentro del enorme recinto, donde las esperaban los familiares y amigos íntimos.

Cuando Kaoru miró por el pasillo, divisó a Misao Himura de pie junto a su tío y su padre. Y al final del pasillo, sobre una plataforma cubierta de verde y de rosas, estaban los hombres, en los lugares equivocados.

Kaoru tenía que haber imaginado que no todo podía salir perfectamente. Estaba caminando por el pasillo¡hacia Sanosuke! Miró de reojo a su hermana para compartir la broma, pero Megumi mantenía la mirada fija hacia adelante, en Kenshin.

A Kaoru le dio un vuelco el estómago. No era un simple error. Pensó en las flores que Megumi le había enviado. ¿Lo habría arreglado para no tener que casarse con Sanosuke¿Querría a Kenshin?

La idea era ridícula. Kaoru sonrió. Sin duda, Megumi hacía un gran sacrificio eligiendo a Kenshin para que ella pudiera tener a Sano. Era muy dulce de su parte, pero muy errado.

Sin dejar de sonreír, Kaoru miró a Kenshin. El la miraba fijamente y ella se alegró de que la reconociera.

Por un momento se alegró, pero cuando el rostro de Kenshin se ensombreció, la sonrisa desapareció de la boca de Kaoru.

Kenshin no podía creer que ella lo había hecho a propósito para casarse con Sanosuke. Pero claro que sí podía.

Mientras se acercaban a la plataforma, Kaoru trató de pensar en cómo solucionar el problema de la manera más elegante posible. La señorita Jones había pensado en todas las situaciones posibles a las que una dama debía hacer frente, pero jamás se le había ocurrido que podía casarse con el hombre equivocado.

Cuando las mellizas subieron a la plataforma, Kenshin seguía sin mirarla y Kaoru sintió un poco de resentimiento de que no hubiera hecho nada para cambiar de posición. ¿No le importaba si se quedaba con una u otra de las mellizas?

— Queridos míos, están...

— Perdón — interrumpió Kaoru en voz baja para que nadie más que ellos cinco la oyera — . Soy Kaoru.

Sanosuke comprendió de inmediato. Miró a Kenshin que seguía con la mirada clavada hacia adelante.

— ¿Cambiamos de lugar? — propuso Sano.

— Me da lo mismo — respondió Kenshin sin mirar a ninguna de las dos hermanas.

Kaoru se sintió desfallecer. Sanosuke quería a Megumi y a Kenshin no le importaba casarse con su hermana en lugar de hacerlo con ella, su verdadera prometida. Se sintió tan inútil...

— Pero a mí no — repuso Sanosuke, y los hombres cambiaron los lugares.

Los asistentes, cuando vieron lo ocurrido, comenzaron a reír, sin poder disimular la diversión.

Kaoru miró por un momento a Kenshin y notó que estaba enfadado.

El servicio no duró mucho, y cuando el reverendo Gensai anunció que los novios podían besar a las novias, Sano envolvió a Megumi en un beso apasionado, mientras que el beso de Kenshin fue frío y reservado. Ni siquiera miró a Kaoru a los ojos.

— ¿Podría hablar un momento a solas contigo, Kenshin? — pidió Kaoru.

El asintió y la soltó como si no soportara tocarla.

Los cuatro bajaron en seguida de la plataforma y todos se acercaron para saludar a la novia. Kaoru y Kenshin quedaron separados. Todos se reían de la confusión en el altar. Todos bromearon que Sano no terminaba de decidirse sobre cuál de las mellizas prefería.

Misao Himura llevó a Kaoru a un lado.

— ¿Qué ocurre?

— Creo que mi hermana pensó que me hacía un favor entregándome a Sanosuke. Iba a sacrificarse llevándose al hombre que yo quiero.

— ¿Le dijiste a Megumi que estás enamorada de Kenshin¿Que querías casarte con él? — preguntó Misao.

— Ni siquiera se lo he dicho a Kenshin. Pensó que no me creería. Es mejor que le demuestre lo que siento durante los próximos cincuenta años. — No puedo evitar que se le llenaran los ojos de lágrimas — En el altar aseguró que no le importaba si se casaba conmigo o con mi hermana.

Misao tomó a Kaoru del brazo y la apartó porque vio que alguien se acercaba a saludarla.

— Si te casas con un Himura, debes ser fuerte. Lo has herido en su orgullo, y entonces puede hacer o decir cualquier cosa. Ve a buscarlo ahora y cuéntale lo que ha hecho tu hermana; o explícale que fue un error en los planes, pero no dejes que continúe masticando este asunto en silencio. Estará muy furioso después y no podrás acercarte a él.

— Le he pedido que nos veamos en su despacho.

— ¿Entonces, qué estás haciendo aquí?

Con una débil sonrisa, Kaoru recogió la cola del vestido y se dirigió hacia el despacho.

El estaba de pie junto a la ventana, observando a los invitados en el jardín, con un cigarro apagado en la boca. Ni siquiera se volvió cuando la oyó entrar.

— Siento mucho lo de la equivocación en el altar — comenzó a decir — . Ha sido un error en mi planificación.

— ¿No querías casarte con Sagara?

— ¡No¡Fue un error, eso es todo! — exclamó Kaoru.

El se acercó al escritorio.

— Hoy he renunciado a algo porque no soportaba la idea de humillarte — el la miró con frialdad — Nunca podría vivir junto a una mentirosa — Kenshin le arrojó una nota.

Kaoru la levantó. Era una nota escrita a mano decía que ella llevaría el ramillete rojo en el cabello. Estaba firmada Kaoru Kamiya

— ¡Maldición, lady Kamiya! Yo fui sincero, pero tú... — Kenshin se volvió — . Quédate con el dinero, con la casa, todo aquello para lo que trabajaste con tanto ahínco. Y no tendrás que soportarme. Quizá puedas convencer a Sagara para que se lleve esa virginidad que tanto cuidas — comenzó a caminar en dirección de la puerta.

— Kenshin — suplicó Kaoru, pero él ya se había ido.

Minutos después, Megumi entró en el cuarto.

— Creo que ya tenemos que ir a cortar la tarta — sugirió con voz vacilante — . Tú y Himura...

Kaoru sintió toda la rabia junta y se levantó para acercarse a su hermana.

— ¡Ni siquiera puedes llamarlo por su nombre! — gritó furiosa — . Crees que Kenshin no tiene sentimientos, lo has ofendido y te crees con derecho a hacer lo que te plazca.

Megumi retrocedió un paso.

— Kaoru, lo que hice, lo hice por ti. Quiero que seas feliz.

Kaoru apretó los puños y se acercó más a su hermana.

— ¿Feliz¿Cómo voy a ser feliz si ni siquiera sé dónde está mi marido? Gracias a ti, quizá nunca conozca el significado de esa palabra, Megumi.

— ¿Yo¿Pero qué he hecho sino tratar de hacer todo lo que esté a mi alcance para ayudarte? Traté de hacerte entrar en razón y convencerte de que no tenías que casarte con él por el dinero. Kenshin Himura...

— ¿De veras no lo sabes? — la interrumpió Kaoru — Has humillado a un hombre orgulloso y sensible delante de cientos de personas, y ni siquiera te das cuenta de lo que has hecho.

— Supongo que te referirás a lo que sucedió en el altar. Lo hice por ti Kaoru. Sé que amas a Sanosuke y yo quise casarme con Himura para hacerte feliz. Siento lo que te he hecho. No era mi intención herirte. Yo sé que te he destrozado la vida, pero traté de reparar lo que yo misma te había hecho.

— Yo, yo, yo. Es lo único que sabes decir. Has destrozado mi vida y lo único que puedes hacer es hablar de ti. sabes que amo a Sanosuke. sabes que Kenshin es un hombre terrible. Durante la última semana no has hecho más que dormir junto a Sanosuke y hablas de él como si fuera un dios. Todo lo que dices es: "Sanosuke". Supongo que esta mañana tuviste intenciones de ofrecerme al mejor hombre.

Kaoru se inclinó hacia adelante y agregó:

— Sanosuke puede encenderte todos los sentidos, pero a mi no me causó nunca nada parecido. Si no hubieras estado tan ocupada contigo misma estos últimos días y pensaras que yo también tengo cerebro te habrías dado cuenta de que me enamoré de un hombre bueno y generoso. Admito que es un tanto rudo a veces, pero ¿acaso tú no me has dicho siempre que soy demasiado comedida?

Megumi se sentó, y la expresión de sorpresa en su rostro la hacía parecer casi cómica.

— ¿Lo amas¿Amas a Kenshin Himura? Pero no lo entiendo. Siempre has amado a Sanosuke. Desde que tengo memoria, has estado siempre enamorada de él.

Kaoru comenzó a calmarse cuando se dio cuenta de que lo que Megumi había hecho, lo había hecho por amor a ella, para que Kaoru fuera feliz.

— Es verdad que decidí que lo quería cuando tenía seis años. Creo que Sano era un objetivo para mí, como escalar una montaña. Tendría que haberme fijado en el monte Rainier en lugar de pensar en el. Con una montaña, una vez que la has escalado, ya has alcanzado tu meta. No sabía qué haría con Sanosuke una vez que nos casáramos.

— ¿Y sabes lo que harás con el señor Himura?

Kaoru no pudo evitar sonreír.

— Oh, sí, se muy bien lo que haré con él. voy a darle un hogar, un lugar donde se sienta seguro, donde yo también me sienta segura y donde yo pueda hacer todo lo que quiero.

Para sorpresa de Kaoru, Megumi se puso de pie con un gesto de enfado.

— Creo que podrías haberte molestado dos minutos para decírmelo¿no? He pasado un infierno durante estos últimos días. Estaba preocupada por ti, y me he pasado el tiempo llorando por lo que le había hecho a mi hermana, y ahora tú me dices que estás enamorada de este rey Midas.

— ¡No digas nada en contra de él! — exclamó Kaoru, pero luego logró controlarse — . Es el hombre más generoso y bueno del mundo. Y, además, lo amo.

— Y yo sufrí tanto porque estaba preocupada por ti. ¡Tendrías que habérmelo explicado, Kaoru!

Kaoru tardó un momento en responder. Había notado la angustia de Megumi durante esos últimos días, pero estaba demasiado enfadada para preocuparse. Quizá, quería que su hermana sufriera.

— Supongo que estaba celosa de vuestras escenas de amor y por eso no quería pensar en ti — le dijo con suavidad.

— ¿Escenas de amor? — preguntó Megumi — . Pienso que yo soy para Sanosuke su monte Rainier. No puedo negarte que me hace sentir cosas desde el punto de vista físico, pero eso es lo único que desea de mí. Pasamos muchos días juntos en la sala de operaciones, sin embargo creo que hay una parte de él que no conozco. El decidió que me quería, de modo que utilizó todos los métodos posibles para conseguirme.

— Pero he visto la forma en que lo miras; yo nunca le miré así.

— Es porque nunca lo viste en la sala de operaciones. Si lo hubieras visto...

— Me habría desmayado — agregó Kaoru — . Megumi, siento no haber conversado contigo. Quizá sabía que estabas sufriendo, pero lo que sucedió me dolió mucho. Estuve comprometida con Sanosuke durante casi toda mi vida y tú me lo quitaste en una sola noche. Sano siempre me llamaba su princesa de hielo, yo tenía miedo de ser una mujer frígida.

— ¿Y eso ya no te preocupa? — le preguntó Megumi.

Kaoru se sonrojó.

— No con Kenshin — respondió, pensando en sus manos acariciándole el cuerpo. No, no se sentía frígida cuando Kenshin estaba cerca.

— ¿De veras lo amas? — volvió a preguntar Megumi como si le costara creerlo — . ¿No te importa que vuelque la comida¿No te molesta su vulgaridad ni las demás mujeres?

Kaoru contuvo el aliento.

— ¿Que otras mujeres? — notó que Megumi dudaba antes de contestar, y Kaoru intentaba otra vez decidir lo que su hermana debía o no hacer... — Megumi, es mejor que me lo cuentes.

Kaoru vio que Megumi trataba de tomar una decisión.

— Si vuelves a intentar manejar mi vida como lo has hecho hoy en el altar, no volveré a dirigirte la palabra. Soy una adulta, y tú sabes algo sobre mi marido y yo también quiero saberlo, Megumi.

— Lo vi en el jardín besar a Tomoe Fenton justo antes de la boda — repuso Megumi en un suspiro.

Kaoru se sintió un poco débil, pero luego entendió la verdad de la cuestión. ¿A eso se refería Kenshin cuando le dijo que había renunciado a algo?

— Pero de todos modos él se ha quedado conmigo — susurró — . La vio, la besó, pero se casó conmigo — nada podía hacerla más feliz que esa noticia — . Megumi, acabas de convertirme en la mujer más feliz del mundo. Ahora, tengo que encontrar a mi marido, decirle que lo amo y pedirle que me perdone.

De repente, tuvo un mal pensamiento.

— Oh, Megumi, tú ni siquiera lo conoces. Es un hombre tan bueno y generoso, y todo lo hace con tanta naturalidad. Es fuerte y la gente se apoya en él... — Kaoru hundió el rostro en sus manos — . Pero no soporta pasar vergüenza, y lo hemos humillado delante de toda la ciudad. Nunca me perdonará. ¡Nunca!

Megumi se dirigió hacia la puerta.

— Iré a verlo y le explicaré que todo ocurrió por mi culpa, que tú nada tuviste que ver con todo este asunto. Kaoru, no tenía idea de que realmente querías casarte con él. No podía imaginar que desearas vivir con un hombre como él.

— Creo que no tendrás que seguir preocupándote por ello, porque acaba de dejarme — murmuró Kaoru.

— ¿Y los invitados¡No puede irse así!

— ¿Debía quedarse y escuchar cómo los invitados se burlaban de cómo Sanosuke no podía decidirse sobre con cuál de las dos mellizas casarse? Nadie creerá que Kenshin pudo elegir a una mujer. El cree que sigo enamorada de Sano, tú crees que amo a Sano y el señor Saito piensa que me caso con Kenshin por su dinero. Mamá es la única que entiende que estoy enamorada... por primera vez en mi vida.

— ¿Qué puedo hacer para ayudarte? — preguntó Megumi en un susurro.

— No puedes hacer nada. El se ha ido. Me dejó el dinero y la casa y se fue. ¿Para qué quiero esta enorme casa si no la comparto con él? — Kaoru se sentó — . Megumi, ni siquiera sé dónde está. Podría estar en un tren de regreso a Nueva York.

— Es muy probable que se haya ido a su cabaña — replicó una voz masculina.

Ambas hermanas levantaron la cabeza y vieron a Aoshi de pie junto a la puerta.

— No quería espiarlas, pero en cuanto me di cuenta de lo que sucedía en la boda supe que Kenshin se pondría furioso.

Kaoru envolvió la cola del vestido en el brazo y se pudo de pie.

— Iré a verlo para explicarle lo sucedido. Le diré que mi hermana está tan enamorada de Sanosuke que cree que yo también lo estoy — se volvió para sonreír a su hermana — . Estoy resentida porque pensaste que podía casarme con un hombre por su dinero, pero te agradezco el sentimiento que te movía a sacrificar al hombre que tanto significa para ti — le dio un beso en la mejilla.

— Kaoru, no sabía que te sentías así. En cuanto termine la recepción, te ayudaré a hacer el equipaje y...

Kaoru se alejó con una pequeña carcajada.

— No, mi querida hermana mandona. Me iré ahora mismo. Mi marido es más importante que los invitados. Tendrás que quedarte y responder a todas las preguntas sobre el lugar adonde Kenshin y yo hemos huido.

— Pero, Kaoru, no sé qué hacer con recepciones de este tamaño.

Kaoru se detuvo junto a Aoshi.

— Yo aprendí a hacerlo en mi "inútil" educación — replicó, y luego le sonrió — . Megumi, no es tan trágico. Alégrate, quizás haya alguna intoxicación durante la comida y entonces sabrás cómo manejarlo. Buena suerte — Kaoru partió dejando a Megumi aterrorizada ante la idea de dirigir una recepción de tantas personas.

Aoshi la tomó de un brazo y la condujo a uno de los cuartos del ala norte de la casa. Le sonreía.

— Tiene la costumbre de estar espiándome — observó ella liberando el brazo.

— He aprendido más en estas dos semanas que he pasado espiándola que en toda mi vida. ¿Hablaba en serio cuando aseguró que ama a Kenshin?

— ¿También usted cree que soy una mentirosa? Iré a cambiarme para ir a buscarlo a su cabaña. Es difícil llegar hasta allí.

— ¿Conoce el lugar?

— Conozco los alrededores.

— Kaoru, no puede escalar una montaña para ir detrás de él. Iré a buscarlo, le explicaré lo sucedido y lo traeré.

— No, ahora me pertenece, por lo menos legalmente, e iré a buscarlo sola.

Aoshi apoyó las manos sobre los hombros de la joven.

— Me pregunto si Kenshin se da cuenta de la suerte que tiene. ¿Qué puedo hacer para ayudarla?

Kaoru se acercó a la puerta.

— ¿Puede buscar a Sarah Oakley y pedirle que suba para ayudarme a cambiarme? No, mejor busque a Misao Himura. Es una dama muy bella con un vestido de seda violeta y sombrero.

— ¿Muy bella? — preguntó Aoshi riendo — . Buena suerte, Kaoru.

Continuara...


holaaaaaas... pues bien, ya se casaron y para variar megumi metio las patas en la boda... ufff podra kaoru meterle un poco de razon al cabeza dura de kenshin, de ke too fue un error, ke pasara entonces?

Bueno muchas gracias por todos los reviews, se les agradece muchisisisisimo

espero ke me sigan dejando sus mensajes

besos a todas..
Byes
Ghia... miembro del Kazuko RK, y de las 3D+VG , el ke sabe sabe :P