Holaaaaas... como estan, yo ando happy, asi ke aki les traigo el capitulo 8 de este fics, ke cada ves esta mejor o Bueno a lo ke iba este capitulo contiene LEMON asi ke si no les gusta pues no lo lean no mas...

Beshotes a todas

nos vemos abajoooooo


La Hermana de Hielo.

Capitulo 8.

Misao ayudó a Kaoru a vestirse en un tiempo récord. Estaba de acuerdo con Kaoru en que debía ir a buscar a Kenshin.

Cuando Kaoru estuvo lista, atravesaron el ala oeste, pasaron por el cuarto del ama de llaves y bajaron por una escalera semioculta. Aoshi la estaba esperando con un caballo cargado con cuatro bolsas de comida.

— Eso los mantendrá unos cuantos días — explicó — ¿Está segura de que quiere hacerlo? Si llegara a perderse.

— He vivido en Chandler durante toda mi vida y conozco los alrededores — lo miró con dureza — No soy la pusilánime que todos creen¿lo recuerda?

— ¿Ha puesto también un pedazo de tarta? — preguntó Misao.

— Está en su hermosa cajita de lata — respondió él en un tono tal que Kaoru los miró a ambos y sonrió.

— Ahora debes irte, y no te preocupes por nada de lo que suceda aquí. Sólo piensa en tu esposo y en lo mucho que lo amas — le aconsejó Misao mientras Kaoru montaba.

Kaoru logró escabullirse de la boda lo más secretamente que pudo, sin olvidar que tenía seiscientos invitados. Los pocos que la vieron quedaron tan perplejos que no atinaron a decir nada. Había bajado el velo de su sombrero para confundir a los que la descubrieran, pero no sirvió de mucho.

Cuando llegó a la parte oeste del jardín, casi atropelló a Hiko Himura y Tomoe Fenton, que paseaban juntos.

No supo si fue por miedo o por sorpresa, pero el caballo se alzó sobre sus patas traseras.

Hiko la miró divertido.

— Sin duda, usted es la melliza que se casó con un Himura y ahora está huyendo.

Antes de que Kaoru pudiera responder, Tomoe agregó.

— Si conozco a Kenshin, supongo que su orgullo quedó herido en el altar y ha huido a algún lugar a lamerse las heridas. por casualidad, no pensará ira a buscarlo¿verdad?

Kaoru no sabía cómo reaccionar frente a esta mujer de la que su marido había estado enamorado una vez. Con la mayor frialdad que logró reunir, y con el mentón en alto, contestó:

— Sí, a eso voy.

— ¡Muy bien! — exclamó Tomoe — . Kenshin necesita a una mujer de sus valor. Siempre insistí en que él viniera a mí. Espero que usted esté preparada para su carácter. A veces, es aterrador. Le deseo la mejor suerte del mundo.

Kaoru quedó tan sorprendida por las palabras de Tomoe que no pudo responderle. Sus sentimientos se debatían entre la ira, porque esta mujer conocía a su marido, y la gratitud, porque sabía que le estaba dando un buen consejo. Y además. Tomoe parecía haber olvidado a Kenshin.

— Gracias — repuso Kaoru, y tiró de las riendas para continuar su camino.

No se cruzó con nadie más, y suspiró aliviada cuando pasó los limites de la ciudad de Chandler y se internó en el campo.

La primer parte del viaje era muy fácil y tuvo tiempo de pensar en lo que estaría sucediendo en la casa de Kenshin. ¡Pobre Megumi! No había tenido mala intención. Había creído que Kaoru quería a Sanosuke, y por lo tanto, había hecho el gran sacrificio de cambiar de sitio y disponerse a vivir el resto de su vida junto a un "villano" como Kenshin Himura, Tal vez eso era lo que Kenshin había sentido, que él era la medicina que Megumi debía tomar porque le había hecho un mal a su hermana.

Claro que Kenshin jamás comprendería que para los invitados todo había sido sólo una broma. Le tomarían el pelo a Sanosuke porque lo conocían desde que era un niño. Si Kenshin se hubiera quedado y reído con ellos, todo habría quedado en el olvido en seguida; pero a Kenshin le faltaba aprender el arte de saber reírse de sí mismo.

Llegó al pie de la montaña y comenzó a ascender por el mismo camino que Kenshin había utilizado antes. cuando llegó al lugar donde días atrás habían almorzado, se apeó del caballo para beber un poco de agua. Por encima de ella, se elevaba lo que parecía un tramo impenetrable. Pero Kenshin le había dicho que su cabaña estaba allí, y si así era, ella la encontraría.

Se quitó la chaqueta y la ató al caballo. Luego, comenzó a buscar algún sendero por entre los árboles. Después de estudiar la montaña desde distintos ángulos durante varios minutos, le pareció descubrir un sendero que subía y se perdía entre los árboles.

Por un momento, Kaoru se preguntó qué diablos estaba haciendo allí el día de su boda. En ese mismo momento, tendría que llevar puesto su vestido de satén y estar bailando con su marido. Ese pensamiento la hizo volver al presente. Su marido estaba en la cima de la montaña; quizás Aoshi pudo haberse equivocado, y Kenshin podría estar encima de un tren rumbo a África.

Después de hacer beber un poco de agua al caballo, se ató bien el sombrero para protegerse del sol y volvió a montar.

El ascenso era peor de lo que parecía en un principio. Por momentos le raspaban las piernas y tenía dificultades para hacer que el caballo avanzar. Las plantas que asomaban por entre las piedras no eran como las de la ciudad. Esos árboles tenían que luchar por la vida y se negaban abrirle el paso a un ser humano.

Una corona de cactus le enganchó un lado de la falda y la desgarró, dejando también clavadas varias espinas en la tela. Kaoru se detuvo un momento para quitarse las espinas y los cardos que se le habían adherido al cabello. Quería tener una buena apariencia para cuando llegara.

En un punto, el sendero describía una curva cerrada hacia la derecha, y la luz del sol quedaba oculta por los árboles y las formaciones rocosas. Por todos lados había hongos de formas y colores extraños. Algunos eran pequeños y de color amarillo, otros tenían el tamaño de su pie y eran de un rojo brillante. También había inmensos parches cubiertos con hongos de veinticinco centímetros de altura.

A medida que subía, el aire se hacía más enrarecido y la vegetación iba cambiando y era muy diferente de la que prosperaba en el clima árido que rodeaba Chandler. En dos ocasiones tuvo que detenerse para buscar el camino, y una vez siguió un sendero que terminaba en una inmensa formación rocosa, que parecía una cueva con una ventana natural en la punta. El lugar era extraño; por un lado infundía temor y por el otro daba la sensación de ser el sitio adecuado para oír misa.

Condujo el caballo fuera de las rocas y regresó al camino.

Una hora después, tuvo el primer indicio de buena suerte; encontró un pedazo de tela del traje de Kenshin en la punta afilada de una roca. Sintió un gran alivio al tener la prueba de que Kenshin estaba en la cima. Con renovadas fuerzas, trató de apresurar el caballo.

Todo habría terminado perfectamente si no fuera porque comenzó a llover. Eran frías ráfagas de agua que la cubrían de arriba abajo, dificultándole también la visión. Trató de mantener agachada la cabeza para seguir el camino.

Hubo truenos y el caballo se asustó. Después de continuar un buen rato luchando contra la lluvia y el caballo, Kaoru desmontó y siguió el camino a pie, sosteniendo las riendas del animal para guiarlo.

Llegó a un punto donde el camino ascendía y descendía de forma aguada. La joven dio un paso y trató de tranquilizar al caballo.

— Si no llevaras la comida, te dejaría ir — le dijo con disgusto.

Cuando descendió ese afilado promontorio, hubo un rayo que iluminó el lugar y Kaoru divisó la cabaña. Permaneció inmóvil un segundo, observando a través de la lluvia. Había comenzado a dudar de la existencia de la cabaña. ¿Y ahora qué debía hacer¿Acercarse, llamar a al puerta y cuando Kenshin le abriera decirle que había venido a dejarle una tarjeta para que la llamara?

Casi se había decidido a regresar cuando se desató un infierno. El estúpido caballo que había tenido casi arrastrar relinchó y otro caballo le respondió; sin más, el animal echó a correr en dirección de la cabaña. El caballo no se inmutó porque Kaoru estuviera en medio del camino y la arrojó al suelo. Kaoru comenzó a rodar por el barro. Caía por la ladera de la montaña cuando sintió un disparo en su dirección. El ruido le tapaba la voz.

— ¡Salga inmediatamente de aquí si quiere permanecer con vida! — gritó Kenshin por encima del ruido de la lluvia.

— Kaoru estaba colgando del borde de una pendiente, aferrada a las raíces de un árbol, mientras trataba de buscar un lugar donde apoyar el pie. ¡Kenshin no podía estar tan furioso como para querer dispararle!

No era momento para hacer preguntas. Tenía que enfrentarse a su marido o caería por la montaña.

— ¡Kenshin! — gritó mientras sentía que la fuerza de sus brazos iba cediendo.

Casi de inmediato, él apareció a su lado.

— ¡Dios mío! — exclamó incrédulo mientras estiraba los brazos para tomarla de la cintura.

Con facilidad, la subió y la apoyó en el suelo; luego retrocedió. No podía creer que ella estuviera allí.

— Es una agradable sorpresa, ya que no tengo mucha compañía aquí.

— ¿Esa es tu bienvenida? — preguntó señalando el arma que él tenía en la mano.

— ¿Quieres entrar? He encendido el fuego. — Su voz sonaba divertida, y también complacida, pensó Kaoru.

— Me encantaría — replicó la joven. Luego lanzó un grito y dio un salto hacia él porque sintió que una rama se partía por encima de su cabeza.

El la miró con ojos interrogativos. Era ahora o nunca, pensó Kaoru, y no tenía sentido ser cobarde o tímida.

— Tú me prometiste que estarías presente en la boda si yo me quedaba para la noches de bodas. Tú cumpliste con tu parte del trato, y he venido a cumplir la mía.

Kaoru lo observó conteniendo el aliento.

Kenshin atravesó por distintas emociones antes de echar hacia atrás la cabeza y reír a todo pulmón. La tomó en sus brazos y la llevó hasta la cabaña. Delante de la puerta, se detuvo y la besó. Kaoru se aferró a él y sintió que el arduo camino había valido la pena.

Dentro de la pequeña cabaña, había un chimenea de piedra que ocupaba casi toda la pared, llenando el lugar con una tibia y alegre calidez.

Kenshin le alcanzó una manta.

— No tengo ropa seca aquí, pero esto te servirá. Cámbiate mientras voy a buscar tu caballo para atarlo.

— Hay comida en las bolsas — añadió ella antes de que Kenshin saliera.

— Cuando se quedó sola. Kaoru comenzó a cambiarse la ropa empapada. Mantenía la mirada clavada en la puerta todo el tiempo. "¡Cobarde!", se dijo. "Te has ofrecido a él y ahora debes asumir las consecuencias."

Cuando Kenshin regresó, Kaoru estaba envuelta en la manta de lana, que la cubría hasta el cuello. Al verla, Kenshin sonrió y dejó las bolsas en el suelo.

El único mueble que había era una inmensa cama de pino, cubierta con todo tipo de mantas que no tenían el aspecto de estar muy limpias. Contra una pared, había una montaña de productos envasados en latas, la mayoría duraznos en almíbar, como los que Kaoru había encontrado en la cocina de la casa Himura.

— Me alegro de que hayas traído algo de comida — comentó él — . Creo que salí demasiado de prisa para acordarme de recoger algo. Aunque Aoshi no me crea, a veces me canso de los duraznos en almíbar.

— Aoshi empaquetó la comida y tu prima Misao le hizo meter un pedazo de la tarta de boda.

Kenshin se puso tenso.

— Ah, sí, la boda. Supongo que te he echado a perder el día; a todas las mujeres les gustan tanto las bodas — comenzó a desbrocharse la camisa.

— Muchas mujeres tienen bodas como la que yo planeé, pero pocas un día como el que ha terminado siendo este.

Cuando Kenshin se quitó la camisa, miró a Kaoru y le sonrió.

— ¿Fue tu hermana quien organizó todo lo de la boda? Tú no tuviste nada que ver¿no? Me di cuenta de ello cuando llegué aquí arriba.

— Así fue — respondió Kaoru con suavidad — . Pero no lo hizo con malas intenciones. Me ama y creyó que yo quería a Sanosuke, de modo que trató de dármelo — cuando Kenshin comenzó a quitarse los pantalones, Kaoru miró hacia el fuego. Esta era su noche de bodas, pensó, y sintió cómo su cuerpo iba adquiriendo calor.

— ¿Creyó? — preguntó Kenshin. Como Kaoru no contestaba, él insistió — : Dices que ella creyó que tú querías a Sagara. ¿Ahora no piensas lo mismo?

— No, después de lo que le expliqué — murmuró Kaoru, con la mirada clavada en el fuego. Detrás de ella, podía percibir cómo Kenshin se frotaba el cuerpo con una toalla y sintió la tentación de volverse. ¿Sería tan musculoso como el hombre que había contratado para la fiesta de la Hermandad?

Kenshin se arrodilló junto a ella.

Tenía sólo una toalla alrededor de la cintura, y parecía un dios griego. Esos músculos fuertes bajo esa piel bronceada eran mucho mejores que los del hombre que ella había contratado.

Kenshin estuvo a punto de añadir algo, pero lo olvidó al mirarla.

— Una vez me miraste así — recordó — . Y esa vez, cuando te toqué, me pegaste con la jarra de agua. ¿Piensas hacer lo mismo esta vez?

Kaoru se limitó a mirarlo y dejar que la manta se deslizara lentamente por lo hombros, hasta cubrirle apenas los pechos.

— No — fue lo único que se le ocurrió contestar.

El calor del fuego sobre su piel era agradable, pero no podía compararse con la calidez de la mano de Kenshin cuando le acarició la mejilla. El enredó sus dedos en el cabello mojado que caía sobre la espalda de Kaoru. Le recorrió el labio inferior con el pulgar mientras la observaba.

— Siempre te he visto muy elegante, pero jamás más bella que ahora. Me alegro de que hayas venido. Las personas deberían hacer el amor en un lugar como este.

Kaoru lo miró a los ojos mientras Kenshin le acariciaba los hombros. Cuando él comenzó a apartar la manta que cubría los pechos de la joven, ella contuvo el aliento y se dio cuenta de que estaba rezando por poder complacerlo.

Con mucha suavidad, como si fuera una niña, él la rodeó con un brazo y la recostó sobre el suelo de la cabaña. Ella se puso tensa y pensó: Ha llegado el momento.

Kenshin apartó la manta y el cuerpo desnudo de Kaoru quedó total mente expuesto.

La joven aguardó el veredicto.

- Maldición — musitó Kenshin — . Sin duda Sagara se comportó como un tonto con un cuerpo como este. Descubrí que los vestidos tan insinuantes que vosotras las mujeres usáis, a veces suelen estar rellenos de algodón.

Kaoru se echó a reír.

— ¿Te gusto?

— ¿Gustarme? — repitió Kenshin — . ¡Sólo mira mi mano! Tiembla tanto que no puedo dominarla — le apoyó una mano sobre la piel suave del estómago — . No me será fácil esperar, pero una dama que ha subido hasta aquí para pasar la noche conmigo se merece lo mejor. Siéntate aquí, voy a preparar algo para beber. ¿Te gustan los duraznos¡No! — exclamó mientras Kaoru se envolvía con la manta.

Al crecer junto a Hajime Saito, Kaoru no había tenido muchas oportunidades de aprender a gustar el licor. Pero Kenshin tomó una lata de duraznos, le quitó el jugo, aplastó los duraznos hasta convertirlos en pulpa y los bañó con una buena porción de ron.

Le ofreció que probara la mezcla directamente de la lata.

— No es un vaso de lujo, pero sirve.

Kaoru bebió un sorbo. Se sentía un poco extraña por estar sentada desnuda enfrente de un hombre. Pero cuando terminó la bebida, que no se parecía en nada a los pequeños sorbitos de licor que había tenido la oportunidad de probar anteriormente, se sentía como si no llevar ropa alguna fuera la cosa más normal del mundo.

Kenshin se sentó frente a ella para observarla.

— ¿Mejor? — le preguntó, y le ofreció otro trago.

— Mucho mejor.

Apenas había llegado a la mitad de la lata cuando Kenshin se la quitó de las manos.

— No quiero que te emborraches, sólo que te relajes.

La rodeó con sus brazos y la atrajo hacia él. La bebida la hacía sentirse menos inhibida. Los brazos de Kaoru rodearon el cuello de Kenshin y ella apoyó sus labios sobre los de él.

— ¿Qué le dijiste a tu hermana sobre Sagara?

— Que Sano podía encender su fuego, pero que a mí no me hacía nada.

— ¿No es muy convincente?

— En absoluto.

Kenshin comenzó a acariciarle el cuerpo mientras la besaba. Kaoru sentía que se iba deshaciendo poco a poco.

Kaoru se acercó más a él, y estiro el cuerpo para que Kenshin tuviera libre acceso.

El le besó el rostro, el cuello, y le recorrió los pechos con la boca. Cuando besó uno de los pezones rosados, Kaoru se arqueó completamente y él acarició la cintura y las caderas de la joven.

— No tan aprisa, mi amor — murmuró él — . Tenemos toda la noche.

Todas esas sensaciones nuevas para Kaoru. Cuando Sano la tocaba, ella sentía un gran rechazo, y deseos de apartarlo de sí. Pero cuando Kenshin la tocaba, se sentía cada vez mejor, quería que siguiera explorándola y así desaparecieran todos lo temores que le había inculcado Sano sobre la frigidez.

Las manos de Kaoru empezaron a explorar la piel de Kenshin y a sentir su calidez. La luz del fuego le iluminaba el cuerpo y Kaoru sintió deseos de recorrerlo por completo.

Kenshin la atrajo aún más y se recostó sosteniéndola en sus brazos. Se quitó la toalla que tenía atada a la cintura, y Kaoru acercó la cadera contra el cuerpo de él, un poco asustada al sentir la plenitud de su hombría.

El control de Kenshin comenzó a flaquear. Su respiración se hacía cada vez más agitada y los besos pasaron de ser tiernos a ser exigentes y ardorosos. Kaoru le respondió con la misma fuerza.

— Kaoru, dulce, dulce Kaoru — susurró mientras se colocaba encima de ella.

Kaoru se aferró a él y lo atrajo contra su cuerpo. Cuando él la penetró, ella dejó escapar un leve grito y se le llenaron los ojos de lágrimas por el dolor. Kenshin se incorporó un poco para mirarla, y aguardó a que el dolor cediera un poco. Le besó el cuello y le pasó la lengua por las orejas hasta que la boca de ella buscó la suya.

Kenshin comenzó a moverse dentro de ella muy despacio y después de los primeros movimientos dolorosos, Kaoru comenzó a seguirle el ritmo.

Kenshin apoyó las manos en las caderas de Kaoru y comenzó a guiarla suave y delicadamente.

Kaoru echó atrás la cabeza y se entregó con toda el alma a las nuevas sensaciones que Kenshin descubría para ella.

Comenzó a seguir el ritmo que databa de tiempos inmemoriales. Por fin liberaba todas las emociones que había mantenido ocultas durante tanto tiempo.

Kenshin comenzó a moverse con más rapidez y ella lo siguió. La pasión iba subiendo cada vez más, hasta que ella pensó que explotaría.

Creyó que moriría por la fuerza de sus emociones.

— Kenshin — murmuró — . Oh, mi querido, querido Kenshin.

El se apartó un poco para poder mirarla. Su rostro tenía una expresión extraña, que Kaoru no pudo entender.

— ¿No te gusto? — le preguntó mientras su cuerpo comenzaba a tensionarse de nuevo — . ¿Tú también crees que soy frígida?

Kenshin le tomó la cabeza con una mano y la besó con suavidad.

— No, corazón, lo último que pensaría de ti es que eres frígida. No sé muchas cosas sobre ti, pero de algo estoy seguro: eres la mujer más hermosa que jamás he conocido; y además, haces cosas extrañas como escalar la montaña para venir a pasar la noche conmigo, y resulta que mi querida esposa, mi pequeña dama, se convierte en una pequeña y ardiente... No, es mejor que lo deje ahí.

Le dio un beso en la frente.

— Voy a salir para lavarme toda esta sangre, y cuando regrese comeremos algo. Necesito mi fuerza si voy a hacerte el amor durante toda la noche.

Kenshin se puso de pie, y cuando la miró se le cruzó un extraño pensamiento: no quería estar solo, ni siquiera durante el tiempo que le llevara salir para lavarse.

Le extendió una mano y le pidió:

— ¿Vienes conmigo? — su voz sonó como un ruego.

— Hasta el fin del mundo — le respondió Kaoru.

Kaoru salió bajo la lluvia con su marido y ni siquiera sintió el frío. Tenía la mente ocupada pensando en que no era frígida. Quizás el problema estuviera en Sanosuke, quizás habían estado demasiado juntos siempre. Fuera cual fuera la razón, se sentía aliviada de que no le faltara nada como mujer.

Kenshin la tomó en sus brazos.

— ¿En qué estás pensando? – preguntó — . ¿Qué piensa una dama después de que el mozo de cuadra le ha hecho el amor?

Kaoru se soltó y alzó los brazos en dirección al cielo. Comenzó a bailar lentamente, como si llevara su vestido de satén.

— Esta dama se siente maravillosamente. Esta dama no se siente en absoluto una dama.

Kenshin la tomó de una mano.

— ¿No te arrepientes de que tu noche de bodas no haya sido sobre sábanas de seda? No deseas que otro hombre...

Kaoru le colocó una mano sobre la boca.

— Esta es la noche más feliz de mi vida y no quiero estar en ningún otro lugar ni con ninguna otra persona. Una cabaña en el bosque con el hombre que amo. Ninguna mujer podría pedir más que eso.

El la observó con el ceño fruncido y luego le dijo:

— Es mejor que entremos o vamos a congelarnos.

Comenzaron a caminar hacia la cabaña, uno junto al otro, cuando de repente, Kenshin se volvió, la abrazó y la besó con pasión.

Kaoru se entregó con toda el alma, para que él pudiera sentir toda la felicidad y la emoción que la embargaban.

Kenshin la tomó en sus brazos y la llevó hasta la cabaña. Una vez dentro, tomó una toalla y le frotó el cuerpo congelado.

— Kaoru – comentó — , no te pareces a ninguna de las damas que he conocido. Pensé que tenía bien claro lo que sería casarme con una de las princesas Kamiya, pero tú has derrumbado todas mis ideas.

Ella se volvió, con la toalla alrededor del cuerpo y la piel de los hombros iluminada por el reflejo del fuego.

— ¿Soy diferente en el buen sentido o en el malo? Sé que querías una dama¿acaso no me comporto como tal?

Kenshin tardó un rato en contestarle, como si pensara bien lo que iba a decirle:

— Digamos sólo que estoy aprendiendo mucho. Apuesto a que la esposa de Gould jamás lo siguió hasta la cima de la montaña – empezó a besarle el cuello y de repente se detuvo — . ¿Sería mucho pedir que supieras cocinar?

— Conozco los rudimentos, lo suficiente para dirigir a una cocinera, pero no para improvisar una comida sin los elementos necesarios. ¿No te gusta cómo cocina la señora Murchison?

— Me alegro de que ella no esté aquí ahora. Lo que quiero saber es si puedes preparar algo para comer con el contenido de esas bolsas que has traído.

Kaoru estiró los brazos y lo abrazó.

— Creo que podré arreglarlo. Quiero que esta noche no se termine nunca. Temía que te enfadaras conmigo por venir aquí sin que me hubieses invitado. Pero ahora me alegro de estar aquí y no en Chandler. Esto es mucho más romántico.

— Romántico o no, si no comemos algo pronto, me voy a deshacer.

— No podemos dejar que suceda esa catástrofe – replicó Kaoru, y se soltó.

Kenshin pensó que Kaoru acababa de hacer una broma, pero luego descartó la idea.

Kaoru se ató la toalla por encima de uno de los hombros y se puso a abrir los paquetes que había traído. Kenshin se sujetó una toalla alrededor de la cintura mientras agregaba leña al fuego. Kaoru se dio cuenta de inmediato de que quien hubiera guardado la comida había hecho un trabajo excelente. Cuando abrió la segunda bolsa, encontró una nota.

"Mi querida hija:

Te deseo toda la felicidad del mundo en tu matrimonio y creo que tienes razón en seguir a tu esposo. Cuando regreses, no te sorprendas al escuchar que Kenshin te llevó consigo.

Con amor,

Tokio Kamiya Saito."

Kenshin levantó la mirada y vio que Kaoru tenía los ojos llenos de lágrimas y que tenía un papel en la mano.

— ¿Algo malo?

Ella le entregó la nota.

— ¿Qué quiere decir esto de que te he traído conmigo?

Kaoru comenzó a abrir los paquetes.

— Quiere decir que cuando regresemos a Chandler tu reputación como amante romántico habrá aumentado.

— ¿Mi qué?

— Sí – prosiguió ella — . Comenzó cuando me sacaste en brazos de la fiesta de los Mankin; luego la gente comenzó a hablar de cómo me defendiste de los vaqueros que me habían molestado aquel día en la ciudad y también debemos agregar aquella romántica cena que ofreciste en tu casa a la luz de las velas y sentados sobre los almohadones.

— Pero eso se debe a que no tengo sillas, y además, yo te había tirado la comida encima, y por último¿Tenía que dejar que esos tipos te molestaran?

Kaoru abrió una lata que contenía una sopa— crema de langosta.

— Sea cual sea la verdadera razón, el resultado es el mismo. Cuando regresemos, las muchachas adolescentes se detendrán en la calle para mirarte y comentarán entre ellas que esperan casarse con un hombre que el día de la boda las lleve a una cabaña en la montaña.

Por unos instantes, Kenshin no dijo nada. Hizo una mueca y se sentó junto a Kaoru.

— ¿Así que soy romántico? – le dijo, besándola en el cuello — . No creo que nadie adivine que es la mujer con quien me he casado la que evita que haga el ridículo delante de todo el mundo. ¿Qué es esa cosa gris?

Paté de foie gras – explicó Kaoru untándole una galletita y poniéndosela en la boca.

— No está mal. ¿Qué otra cosa hay?

Había un poco de queso, tomates, croquetas de pollo, jamón, lomos con salsa de cebollas y pollo frito.

Cuando Kaoru vio el pollo se echó a reír. No estaba en el menú que había planeado para la boda. Sin duda la señora Murchison se lo había preparado para su querido señor Himura. Se preguntó cuántas otras personas habían ayudado a envasar la comida para su huida "secreta".

— ¿Qué demonios es esto? – preguntó Kenshin.

— Pensé que la boda era una buena ocasión para introducir algunas cosas nuevas en Chandler. Eso es un pan alemán que se llama pretzel; también se sirvieron algunos dulces italianos, pero no creo que los hayan puesto para nosotros.

Mientras hablaba, seguía sacando comida de las bolsas. Había una bolsa de tela llena de frutas, una lata con ensalada Waldorf, una enorme caja redonda con pedazos de distintos pasteles, pan de jengibre y otro de chocolate. Tres hogazas de pan de trigo, un recipiente con fetas de carne, queso y cebollas, un frasco de aceitunas y otro de mostaza.

— Creo que no nos moriremos de hambre. ¡Ah! Aquí está le mostró el interior de la caja de metal que contenía un buen pedazo de tarta nupcial.

Kenshin tomó el cuchillito que estaba encima de la cama, cortó un pedazo de tarta y se lo dio de comer en la boca a Kaoru con la punta de sus dedos. Kaoru saboreó hasta la última miga. Kenshin se acercó y la besó.

— Uno se podría morir de hambre teniéndote cerca – le dijo — . ¿Por qué no me das de comer antes de que vuelvas a seducirme?

— ¡yo! – exclamó ella — . Pero eres tú...

— ¿Sí? – preguntó Kenshin mientras se servía un trozo de pollo frito — . ¿Yo qué he hecho?

— Quizá sea mejor que no lo diga ¿Puedes pasarme esa lata de sopa?

— ¿Encontraste mi regalo de bodas, Kaoru¿En el baulito de cuero?

— ¿El que está en la salita? – cuando él asintió, ella dijo que no había tenido tiempo de mirarlo — . ¿Qué hay dentro?

— ¿Eso no estropearía la sorpresa?

Kaoru siguió comiendo y luego añadió:

— Creo que los regalos de boda deben entregarse el día de la boda. Y dado que estamos aquí que el baúl está allí, quisiera otro regalo.

— Ni siquiera viste lo que hay dentro del baúl. ¿Dónde voy a comprarte algo aquí arriba?

— A veces, los regalos más preciosos no se compran en una tienda. Lo que quiero es algo personal, algo muy especial.

Kenshin hizo un gesto para indicar que no tenía la menor idea de lo que le estaba pidiendo.

— Quiero que compartas un secreto sobre ti conmigo – repuso ella.

— Ya te he contado todo sobre mí. ¿Quieres saber dónde escondo el dinero en caso de que me vaya mal en los negocios?

Kaoru cortó un trozo de Camembert.

— Pensaba en algo sobre tu madre o tu padre, o tu odio por los Fenton, o tal vez sobre lo que tú y Tomoe hablasteis esta mañana en el jardín.

Kenshin quedó tan perplejo que por un momento no pudo replicar nada.

— ¿No pides demasiado¿No quieres nada más, como quizá mi cabeza sobre una bandeja¿Por qué quieres saber esas cosas?

— Porque estamos casados, Kenshin.

— No vuelvas a poner cara de dama. Muchas personas están casadas, como tu madre y ese hombre tan solemne. Ella lo llama señor Saito por respeto, como tú me llamabas a mí. Apuesto a que tu madre jamás le ha hecho preguntas como las que tú me estás haciendo ahora.

— Bueno, tal vez yo sea tremendamente curiosa. Después de todo, fue mi curiosidad la que me llevó a conocer tu casa y que nos llevó... a ahora... – la manta que cubría a Kaoru se deslizó unos centímetros.

Kenshin la observó divertido.

— Veo que aprendes deprisa. Muy bien, es mejor que te diga algo, porque, según Tomoe, toda la ciudad hablará de ello en unos pocos días.

Hizo una pausa y miró la comida.

— No te gustará lo que voy a decirte, pero ahora no puedo hacer mucho para cambiarlo. ¿Recuerdas que te comenté que cuando era joven Fenton me echó de su casa porque me había mezclado con su hija?

— Sí – contestó Kaoru con suavidad.

— Siempre pensé que alguien nos había espiado y había ido con el cuento a Fenton, y hoy Tomoe me ha confesado que fue ella misma quien se lo dijo – Kenshin suspiró, la miró y continuó hablando — : Tomoe le contó a su padre que estaba esperando supuestamente un hijo de mí. Fenton, tan bastardo como es, la envió a otro lugar y la hizo casarse con un hombre mayor que le debía dinero, y a mí me aseguró que Tomoe no quería volver a verme nunca, pero a los pocos dias Tomoe perdio el bebe, y tuvo un hijo con Akira, al cual yo deseo entrenar y conocer, mal que mal ese niño ha estado muy lejos de su padre y esta desaparecido, asi que nada me cuesta ayudar un poco a Tomoe con ese chiquillo.

— ¿Por eso odias al señor Fenton?

Kenshin la miró a los ojos.

— No. Acabo de enterarme de todo esto. El meollo de toda esta historia es que Tomoe vino a Chandler para quedarse, y con ella, su hijo de trece años.

Kaoru se tomó su tiempo para responder.

— Si todo el mundo va a enterarse de esta historia dentro de poco, no es un gran secreto¿no?

— Fue bastante secreto para mí hasta hace algunas horas – repuso Kenshin con tono molesto .

Cuando se lo proponía, Kaoru podía ser tan testaruda como él.

— Te he pedido un verdadero secreto, no algo de lo cual todos estarán hablando la semana entrante mientras toman el té. Quiero saber algo acerca de ti que sólo tú sepas, algo que ni siquiera Aoshi conozca.

— ¿Por qué quieres saber sobre mi¿Por qué no puedes simplemente colocar los muebles y dormir conmigo?

— Porque te amo y quiero saber cosas sobre ti.

— Las mujeres siempre dicen que nos aman. Hace dos semanas estabas enamorada de Sagara. ¡Maldición! Está bien, te contaré algo que no es asunto tuyo, pero que quizá te guste saber. Esta mañana, Tomoe vino a verme y me confesó que había estado enamorada de mí durante todos estos años y que quería que me fuera con ella, pero yo la rechacé.

— ¿Por mi? – preguntó Kaoru con una voz apenas audible.

— ¿No eres tú la mujer con quien me he casado? Y debo agregar que no tengo nada que agradecerle a esa estúpida hermana que tienes.

— ¿Sucedió algo entre tú y Megumi para que estéis siempre rezongando?

— Un secreto cada vez – replicó él — . Si quieres otro, tendrás que ganártelo. Y la mejor manera de hacerlo es sacar todo esto de la cama, quitarte esa manta y venir a frotarte contra mi cuerpo.

— No estoy segura de poder soportar esa tortura – susurró Kaoru al mismo tiempo que dejaba la comida y abría la manta.

— Me gustan las mujeres obedientes – afirmó Kenshin tendiéndole los brazos.

— Me han entrenado para se la más obediente de todas las mujeres – murmuró Kaoru acercándole los labios para que la besara.

— Hasta donde recuerdo... todavía no me has obedecido ni una sola vez... Salvo aquí, en la cabaña. Maldición, Kaoru, nunca pensé que serías así. Quizá te pareces a tu hermana más de lo que yo creía.

Ella se apartó.

— ¿Tú también pensabas que yo era una princesa de hielo?

Kenshin la atrajo de nuevo hacia sí con una sonrisa.

— Muñeca¿qué obtienes cuando aplicas calor al hielo?

— ¿Agua?

— Vapor – con un repentino movimiento, Kenshin la colocó sobre sus piernas.

A Kaoru le encantaba sentirse cerca de él, en contacto con su piel. Le habían advertido que la noche de bodas era muy dolorosa, pero esa noche había tenido toda la felicidad que tanto había deseado. Tal vez fuera por el mismo Kenshin, porque sentía que él la aprobaba y no la criticaba como la mayoría de los hombres que la habían rodeado toda su vida. Tenía la libertad de reaccionar como de verdad quería.

Kenshin comenzó a acariciarle el cuerpo, las piernas, la espalda, y eso la hacía sentirse hermosa, como ningún vestido o cumplido lo habían hecho jamás. Cerró los ojos y se entregó a las hermosas sensaciones de la habitación en penumbra, al sonido y la calidez del fuego y al tacto de las manos de este hombre que la acariciaba todo el cuerpo. Kenshin le desparramó el cabello sobre la almohada y le rozó las mejilla con la punta de los dedos.

Cuando Kaoru abrió los ojos y lo miró, sorprendió en su rostro una expresión de dulzura que nunca le había visto antes. Sus ojos violetas con hermosos tonos dorados, la miraban con deseo.

— Kenshin – susurró Kaoru.

— Estoy aquí, amor, y no tengo intenciones de irme a ningún lado.

Cuando ella volvió a cerrar los ojos, las manos de Kenshin se tornaron más insistentes. Se le aceleró la respiración y se colocó sobre ella, para acariciarle los pechos y besarla en la boca; Kaoru se abrió al igual que una flor que se abre a una abeja.

Kenshin colocó las manos bajo los muslos de ella y la levantó para poder penetrarla mejor.

Kaoru gritó ante el primer movimiento, pero el dolor desapareció en cuanto comenzó a moverse al mismo ritmo. El la abrazaba cada vez con más fuerza, hasta que ambos se fusionaron en un solo ser.

De forma instintiva, Kaoru colocó las piernas alrededor de la cintura de Kenshin y se aferró a su cuello mientras él se levantaba de la cama, sosteniendo el peso de ella con sus brazos y sus rodillas.

Kenshin se apoyó contra la pared de la cabaña y sus movimientos se hicieron más intensos. Kaoru echó la cabeza hacia atrás y gritó de placer, hasta el movimiento final.

Durante unos instantes, Kenshin la sostuvo así contra la pared, sin moverse, y ella siguió aferrada a él, como si fuera su único nexo con la vida.

Después de varios minutos, Kenshin la llevó a la cama y se acostó junto a ella sin soltarla.

— ¿Quién hubiera adivinado que una dama gritaría?

Kaoru estaba demasiado agotada para responderle, y se durmió en sus brazos.

CONTINUARA...


Yaps, aki esta este capitulo... uffff traiganme una toalla y un vasito de aguaaaaa porke este capitulo si ke estuvo hot... Espero ke les haya gustado, los problemas entre Kao y Kenshin al fin pasaron y las cosas se arreglaron entre esos dos tercos, menos mal ke kaoru tiene mas sentido comun ke kenshin sino donde estariamos...

Espero ke dejen muchos reviews... porke eso me hace muy filiiiis n.n

Cuidense toos

nos vemos en el prox capituloooo
Beshos
matta neee